LA PROTECCION DE LOS INTERESES ARGENTINOS POR PARTE DE SUECIA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Un momento especial de la historia diplomática compartida por la Argentina y Suecia, se dio durante la Segunda Guerra Mundial, a principios de 1944. Hasta entonces la Argentina se había mantenido neutral en la guerra, ocupándose de la asistencia y protección de los ciudadanos e intereses argentinos en el exterior a través de una extensa red de consulados y embajadas. El 26 de enero de 1944 se produjo la ruptura de relaciones diplomáticas con los países del Eje, solicitándole el Gobierno argentino a Suecia -que continuaba siendo un país neutral- que tome a su cargo la protección de los intereses de nuestro país. En el caso de la Francia ocupada, el primero de marzo de 1944 los archivos del Consulado General argentino en París fueron entregados formalmente al Consulado General de Suecia en esa ciudad. Según el Acta labrada en la ocasión, que contiene un pormenorizado Inventario, el Cónsul General de Suecia, Raoul Nordling y el Cónsul General de Argentina, Ramón Luis de Oliveira Cezar, se reunieron en la sede del entonces Consulado General argentino, a fin de realizar el traspaso de “los libros, archivos, legajos, y los fondos pertenecientes al Consulado General de Argentina”, así como muebles y documentación que se hallaban en éste, algunos de los cuales pertenecían a otras oficinas consulares argentinas en Francia, así como en el exterior. Las primeras gestiones que el Consulado General sueco realizó en Francia a favor de los ciudadanos argentinos, fueron las que encararon a fin de hacer posible el canje de algunos funcionarios consulares y de la Embajada, por los funcionarios alemanes que se hallaban en la Argentina. Los cónsules suecos fueron instrumentales para posibilitar el regreso de los funcionarios argentinos a la República. Entre esas gestiones, cabe mencionar que el Cónsul General cumplió funciones de notario en marzo de 1944, en una escritura solicitada por la esposa del –hasta poco antes- Cónsul General argentino en París, Doña Lucrecia Bunge Guerrico de Oliveira Cezar. Este acto consular presenta varias singularidades, ya que el texto indica que se realiza “ante mi el Cónsul General de Suecia a cargo de los intereses argentinos, con arreglo a las prescripciones de la ley número 4712 de organigrama consular argentino”, y luego aparece la firma de Nordling y un Sello del Consulado de Suecia en Paris –en francés-, aunque el acto consular se realiza en español, de acuerdo a la normativa argentina, y en un Libro de Actuaciones Notariales del Consulado General argentino en París. Asimismo, el cónsul Nordling decidió que un representante sueco acompañaría a los funcionarios argentinos durante el largo y peligroso periplo que habrían de realizar en trenes y buques, custodiados permanentemente por militares alemanes, desde su partida de Francia -el 30 de julio de 1944-, pasando por Alemania y Dinamarca hacia Suecia. Al grupo de cónsules y funcionarios que provenía de la Embajada y los consulados en Francia, se fueron sumando en agosto de 1944, mientras transitaban por territorio alemán, funcionarios argentinos que provenían de las representaciones en Rumania, Budapest, Torino, Milán y Genova, y Berlín, entre otras. Entre funcionarios y sus familias, el grupo de canje estaba compuesto por alrededor de ciento diez personas, que arribaron a Suecia a fines de septiembre de 1944, donde permanecieron alrededor de seis meses, mientras los gobiernos negociaban la interpretación de las cláusulas del acuerdo de canje de funcionarios. La hija del ex Cónsul General argentino en Francia, Lucrecia de Oliveira Cezar, escribió en sus Memorias: “difícil olvidar la amabilidad, casi diría cariño, con que fuimos tratados (…) por la ciudad de Gotenburgo. (…) Pudimos apreciar el progreso social y la libertad de ese pueblo admirable, que ha logrado, sin choques sangrientos, lo que el resto del mundo busca afanosamente aun (…)”. El 14 de marzo de 1945 partirían desde Gotenburgo hacia Portugal, vía Reino Unido, en el buque sueco MS Drottningholm – dedicado a intercambios de prisioneros entre los países de ambas alianzas, desembarcando en Lisboa el 28 de marzo de ese año. Culminada la etapa más peligrosa del proceso de canje de prisioneros, cesó la asistencia del gobierno sueco a los funcionarios argentinos. El Cónsul General Nordling, decano del menguado cuerpo diplomático aun presente en París, y el Cónsul Adjunto, Gustave Forssius, también realizaron gestiones para proteger a otros ciudadanos argentinos. En sus Memorias, Forssius, relata que realizó reiteradas gestiones frente al director de la prisión llamada “caserna de Tourelles”, en París, para ser autorizado a visitar a un detenido argentino –cuya identidad no da a conocer en sus memorias-, y resolver cuestiones relativas a la protección de los intereses del mismo. Nordling, por su parte, señala en sus memorias que en junio de 1944 intervino ante la Gestapo en favor de Bernardo Bemberg -a quien describió en sus Memorias como el hijo de un próspero industrial de nuestro país-, de veintidós años, detenido por encontrarse en una propiedad de su familia en los alrededores de París con un oficial británico cuya misión consistía en organizar depósitos de armas en la región. Nordling cuenta en sus memorias que a partir de los contactos realizados con las autoridades de ocupación para intentar liberarlo, pudo “comprender la suerte terrible que esperaba a los detenidos políticos en Francia, si nada se hacía para salvarlos. Las instrucciones venidas de la superioridad ordenaban la ejecución de los prisioneros considerados peligrosos, antes de que los alemanes abandonaran París: otros serían transportados en masa a Alemania en condiciones materiales que amenazaban con ser aterradoras.” Desde mediados de agosto de 1944, a raíz de no haber logrado liberar a este joven, y posteriormente al desembarco aliado en Normandía, Nordling intentó afanosamente impedir la deportación o la ejecución sumaria de los ciudadanos bajo su protección. El 17 de agosto alcanzó con el General Dietrich Von Choltitz, Comandante en jefe del “Gran-París”, así como con la Comandatura militar alemana de París, un acuerdo que puso bajo su autoridad, con la asistencia de la Cruz Roja, a todos los detenidos en las prisiones, los hospitales, los campos de internamiento y deportación, así como los trenes “de evacuación” en la Francia ocupada. El Cónsul General se desplazó ese día y los siguientes a los lugares de detención, a fin de asegurarse personalmente de la aplicación del acuerdo. Se cree que salvó alrededor de 3245 personas de la deportación, principalmente de las prisiones de Fresnes y Romainville. Pese a ello, algunos comandantes alemanes -especialmente Oberg y Himmler- enviaron los últimos trenes de prisioneros hacia Alemania, lo que disminuyó la eficacia de la convención sobre prisioneros. Así, según las Memorias de Lucrecia de Oliveira Cezar, en el último convoy habría sido deportado Bernardo Bemberg. Entre el 19 y 26 de agosto de 1944 -la semana de la liberación de París–, Nordling, estuvo en contacto permanente con los campos en conflicto. Entre otras gestiones, influenció a Von Choltitz para que se rindiera sin combatir, y sin destruir París -como había ordenado Hitler. Fue, también, uno de los artífices y garantes de la tregua que disminuyó los combates entre la Resistencia y los alemanes entre la noche del 19 y la mañana del martes 22 de agosto. En medio de esa acción desenfrenada, Nordling tuvo un ataque cardíaco. El 23 de agosto a la noche, los primeros elementos del ejército aliado llegaron a París y los primeros tanques del general Leclerc, comandante de las tropas francesas del ejército de Bradley, arribaron el 24. El 25 de agosto el Consulado sueco transmitió a Von Choltitz el ultimátum del general Leclerc. Ante su negativa, el Hotel Meurice fue invadido y el general alemán fue conducido a la Prefectura de Policía de París, donde firmo la convención de rendición. Al atardecer de ese 25 de agosto, según sus Memorias, Nordling tenía la percepción de que “La guerra en París, realmente ha terminado, en lo que concierne al consulado”. Sin embargo, a principios de octubre de 1944 el Cónsul General aun intentaba liberar a los prisioneros del último convoy partido de Francia -entre ellos Bernardo Bemberg-, para lo que se desplazo a Suiza a fin de realizar gestiones ante el agregado militar alemán en Berna, intentando hacer valer el acuerdo que había alcanzado con Von Choltitz. Gestionó también que la Cruz Roja se comprometiera a enviar una nota al gobierno alemán a fin de obtener que se aplicase la Convención de Ginebra a esos prisioneros. Recién el 7 de junio de 1945, el mobiliario y los libros pertenecientes a las oficinas consulares de la República en Francia fueron entregados a “Don Ovidio R. FernándezNuñez, Cónsul Encargado” del Consulado General de la Argentina en París, por “Don Sten Lindmark, Vice-Cónsul Agregado a la Legación de Suecia en París, en nombre de ésta, en su calidad de representante provisional de los intereses argentinos en Francia”, según reza el acta de traspaso. Un aspecto de gran importancia establecido en el Acta es el relativo a los archivos sobre las actuaciones realizadas por las autoridades suecas. Al respecto, se indica “los firmantes declaran que la cuestión de la entrega de piezas originales o de copias o comunicaciones entradas y salidas a la Legación de Suecia, en su calidad de Encargada de los intereses argentinos en Francia, queda sometida al acuerdo que sea establecido entre los gobiernos de Suecia y de Argentina en vista de que la reglamentación de Suecia establece que estos archivos deber ser entregados al Ministerio de Relaciones Exteriores de Suecia.” El estudio de dicha documentación es plausible de permitir establecer otras acciones de asistencia y protección de los intereses y ciudadanos argentinos por parte de los cónsules suecos. Texto: Mariana Alvarez Rodríguez Traducción: Héctor Díaz Oldenburg Foto: La cancillería argentina