LA DINAMIZACIÓN DE TERRITORIOS SON UNA PERSPECTIVA DE RESPONSABILIDAD SOCIAL. Nuevos Factores e Indicadores de Riqueza. Patrick Viveret Pretendo explicar brevemente la necesidad de reconsiderar la forma de calcular la riqueza para valorarla de otra manera. Tal planteamiento hace que nos interroguemos, de nuevo, sobre la transformación del Estado de bienestar, y enfoquemos de otra manera cuestiones como la ciudadanía y la calidad democrática. ¿Por qué debe reconsiderarse el concepto riqueza? Esencialmente, porque la definición dominante de la riqueza se centra en su relación con las cosas, los objetos y las máquinas, pero subestima, en gran medida, la relación entre los seres humanos y las relaciones de los seres humanos con su entorno natural. El momento en que esta concepción y manera de calcular la riqueza se elaboró, fue después de la Segunda Guerra Mundial, cuando lo que se planteaba esencialmente eran cuestiones de producción y de creación de infraestructuras industriales y agroalimentarias. Hoy, lo esencial ya no es, principalmente, la producción material. Ahora, lo esencial es el reto ecológico, de un lado, y, de otro, el valor de la relación entre los seres humanos. Estas dos cuestiones han estado escondidas en el nacimiento de la economía moderna el siglo XIX, y, también, cuando se construyeron los sistemas de contabilidad nacional después de la Segunda Guerra Mundial, sistemas generalizados a escala mundial en el año 1953 por el sistema de contabilidad garantizado de las Naciones Unidas, que no consideran -más bien todo lo contrario-, dos elementos clave de la riqueza, que son la riqueza ecológica y la riqueza humana. Debemos, pues, partir de esta constatación paradójica, y comprender por qué la economía se ha reconstruido, a diferencia de la economía en el sentido griego de la palabra, sobre la doble negación del factor humano y ecológico, y a partir de esta reconsideración de la riqueza, revalorizar las cuestiones del Estado de bienestar y las cuestiones de la democracia. Estamos ante una paradoja, y es que no hay riqueza, en el sentido económico de la palabra, si no hay seres vivos en una biosfera y en un planeta en el que se pueda vivir. Imaginen que en la biosfera ya no se puede vivir; que el aire está totalmente envenenado; que ya no hay agua potable. Pues ya no hay riqueza económica posible. Imaginen que ya no hay seres humanos porque nos hemos suicidado nosotros mismos después de una catástrofe medioambiental o ecológica, o bien porque el cansancio de la Humanidad consigue que los seres humanos ya no deseen hacer el amor y reproducirse. Pues ya no hay economía. En realidad, la riqueza económica es una riqueza secundaria que bebe en las riquezas primarias, o sea, en las riquezas ecológicas. Los icologos, las leyes de la gran casa planetaria y cósmica, son una condición para que lo iconomos, es decir, las leyes de la pequeña casa, a la que llamamos economía, sean posibles. Entonces, las condiciones en las cuales se preservan o son renovadas estas riquezas ecológicas, de un lado, y las riquezas humanas, de otro lado, son preámbulos para que se plantee este problema económico. ¿Y por qué esta evidencia se negó? Por la manera en que la economía, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, se ha constituido como disciplina autónoma, esencialmente porque el objetivo de la economía era constituirse como disciplina autónoma y romper los puentes con lo político y la ética, con la cuestión de la naturaleza y la finalidad de las actividades humanas. Y está muy bien explicado por los grandes economistas de la época, independientemente de sus tendencias, sean los neoclásicos, los liberales o los marxistas, y es que para constituir la economía como disciplina a la vez autónoma y esencial y definirla como la infraestructura de la cual dependen las otras disciplinas, ya sea la sociología, la política, la antropología, etc., se tenía que construir un universo propio de representación de la riqueza. Una economía humanista Para que la economía fuese considerada como dependiente de las ciencias exactas, y no de las ciencias humanas, hacía falta un elemento objetivable, mesurable, comparable y también hacía falta que este elemento objetivable, mesurable y comparable no se tuviera que cuestionar. Así, los sistemas de contabilidad nacional, que provocaron el nacimiento del conocido PIB (Producto Interior Bruto) después de la Segunda Guerra Mundial, son, esencialmente, la base de la reconstrucción de una economía a la que no interesa cuestiones como la ecología. Sólo interesaba lo que tenía valor económico y no lo que tenía valor humano. Es decir, la economía trataba a los seres humanos sólo como factores económicos, factores de producción y de consumo, pero no, como actores para los cuales la cuestión económica sólo tenía interés como el medio para alcanzar la finalidad del bienestar común. Nuestros viejos sistemas de representación y contabilidad de la riqueza, hoy en día, han entrado en una fase de caducidad muy acusada para representar y tratar la mayoría de las grandes cuestiones sociales, políticas, técnicas de la Era de la Información. Y, ¿por qué? Porque lo que caracteriza el inicio de la Era de la Información, a diferencia del de la Era Industrial, es que el elemento central ya no son los objetos y las máquinas; lo importante en los ordenadores no es el material, el hardware, lo importante del ordenador es la parte del software. Un ordenador sin software sólo es una lata de conservas. ¿Qué es el software? Es inteligencia humana. ¿Y qué es más importante que el software? Lo es la manera en que utilizaremos nuestro software, ya sea de tratamiento de textos, de base de datos, de tablas, para aportar ideas, asociaciones, es decir, producir una inteligencia en el ámbito superior. Lo que es importante en la revolución informacional, no es el ordenador como tal, sino el provecho que podemos sacarle a la inteligencia y, especialmente, a la inteligencia humana y no a la inteligencia artificial. Pero el cómo funciona la inteligencia humana no puede separarse de la relación entre el deseo y la inteligencia. No hay inteligencia sin emoción, alguien que esté atravesando una depresión nerviosa se convierte en un inepto para utilizar la fecundidad de su inteligencia. Algo potencialmente inteligente, si lo situamos en un escenario en el que prime el miedo o el aburrimiento, la tendencia será hacia el cero de creatividad. Lo que caracteriza a la inteligencia humana es esta evidencia, pero se olvida con demasiada frecuencia que la inteligencia se ejercita con seres humanos, y que en estos seres humanos hay relaciones entre el espíritu, el cuerpo y el corazón, es decir, el conjunto emocional, y, en consecuencia, lo esencial es que el mayor factor de riqueza está en las condiciones que permiten que la inteligencia humana sea el máximo de creativa y fecunda, que encontremos satisfacción ejercitando nuestra inteligencia. También debemos tener en cuenta que una de las claves de la inteligencia humana está en la modalidad pruebas-errores. El derecho al error es indisociable de la inteligencia humana. Si no se ejercita el derecho al error se pierde la mitad del potencial de la inteligencia. De la competitividad a la cooperación Se tienen que desarrollar estrategias que permitan a los seres humanos situarse en lógicas cooperativas, más que en lógicas de lucha o guerreras, que en economía se llaman lógicas competitivas. Es decir, lo esencial de la revolución de la inteligencia, de la revolución de la información es que es contraria a la mayoría de las características emocionales que hoy en día tiene la nueva forma del capitalismo, y que se resume en una frase que no cesan de repetirnos: "Ganareis luchando contra los demás, y no gracias a los demás". Y esta relación guerrera con el resto de seres humanos se reencuentra en la relación guerrera con nuestro entorno ecológico. Toda la representación que tenemos de la economía y de su contabilidad, nos conduce a considerar que los bienes ecológicos sólo tienen valor económico si se les puede destruir o degradar. El agua, como tal, no tiene valor económico, pero desde el momento en que está contaminada y se tiene que descontaminar y sustituir por agua mineral, tiene valor económico y se contabiliza en los indicadores de crecimiento. Al ser negocio pasa a formar parte del PIB. El aire sólo se contabiliza en el PIB cuando se tiene que descontaminar, o se tienen que atender las enfermedades respiratorias provocadas por el aire contaminado. Ambos ejemplos, evidencian que en la medición del PIB, considerado como el alfa y omega de nuestros indicadores de desarrollo por la mayoría de los economistas, políticos, e incluso sindicalistas y líderes sociales, hay una parte considerable de destrucción ecológica y humana que interviene y hace aumentar este indicador del crecimiento. Si hay un barco petrolero que se accidenta cerca de la costa derramando el petróleo que guardaban sus depósitos, es algo excelente para el índice de crecimiento, porque se tendrá que sustituir el petrolero, las aseguradoras tendrán que pagar, habrá un juicio. En definitiva, habrá cantidad de flujos monetarios generados por el accidente, que harán aumentar el PIB. Lo mismo sucede con los accidentes de carretera y con los accidentes domésticos. Es decir, a partir del momento en que se genera negocio, aunque se trate de una actividad destructiva, el PIB aumenta, pero si sucede al revés, no cuenta. Valga un ejemplo. Si cuando el petrolero sufre el accidente hay asociaciones del voluntariado que tienen la "mala idea" de ir a descontaminar gratuitamente las playas, tal acción no contará a los efectos del PIB, al contrario, al no generar riqueza monetaria estarán contribuyendo a que el PIB sea más bajo, pero si ese trabajo lo hubiera hecho personas remuneradas, el PIB habría aumentado. Es perfectamente comprensible que para las sociedades que salían de una guerra -especialmente las dos grandes guerras europeas-, lo prioritario era, en aquel momento, la reconstrucción de las infraestructuras básicas, la vivienda, las industrias, la alimentación, y que esos eran en aquella fase los principales indicadores para configurar el PIB. Lo que es evidente es que hoy, la reconstitución de este tipo de producción y de infraestructura material, ya no es el tema central de nuestras sociedades. Actualmente, los principales problemas no son de producción. En cambio tenemos un problema enorme en la calidad de nuestra biosfera: el recalentamiento climático, la capa de ozono, las contaminaciones de toda naturaleza. Y tenemos, también, otro problema enorme: la incapacidad de los seres humanos para convivir compartiendo plenamente la fecundidad de su inteligencia. Es del todo urgente y necesario, reconsiderar qué es la riqueza, y no solamente por parte de los países desarrollados, sino por el conjunto del planeta. El programa de Naciones Unidas para el desarrollo da una cifra que nos indica que harían falta el equivalente a cuarenta mil millones de dólares al año para tratar las necesidades básicas de la Humanidad: los problemas del hambre, del acceso al agua potable, de una vivienda mínima, y de la asistencia sanitaria básica. ¿Es exagerada la cifra de cuarenta mil millones de dólares al año? No. La cifra anual de los gastos de publicidad es de cuatrocientos mil millones de dólares. Así pues, no se nos puede hacer creer que los problemas del hambre, acceso al agua, asistencia básica y vivienda, se deban a la falta de recursos económicos, pues bastaría, hipotéticamente, que disminuyese en un 10% el gasto de publicidad, y, es obvio, que entre el acceso al agua potable y la publicidad hay una prioridad: el agua. Lo racional y lo emocional Así pues, si estuviésemos en un universo racional, diríamos: si suprimimos en un 10% la publicidad y creamos un fondo mundial de desarrollo planetario, los problemas básicos de la Humanidad estarán solucionados. Pero, para la sociedad, la publicidad no es algo racional, es algo emocional, es decir, la publicidad, en un 99%, no es necesidad, es deseo. Si vamos a cualquier quiosco, y buscamos revistas especializadas en el hambre o el acceso al agua potable, ¿cuántas encontraremos? En cambio, si buscamos las revistas especializadas en los portátiles e Internet no podremos cargar con todas. ¿Por qué el acceso al portátil e Internet es mucho más importante para tres mil millones de seres humanos que el acceso al agua potable? Porque en una lógica que es emocional y desreglamentada, acabamos por hacer creer que lo más importante serán los nuevos instrumentos de comunicación, y no las necesidades básicas de la Humanidad y no por motivos de necesidad, sino por motivos de deseo, y es en este punto en el que querría introducir la necesidad de ver de otra manera la cuestión del Estado de bienestar y la cuestión de la democracia. En las sociedades más desarrolladas materialmente la economía ocupa un lugar central. Lo lógico sería que cuanto más desarrollada está la sociedad, menos se interesara por la economía pura y dura y más por actividades de mayor importancia humana, como las cuestiones espirituales, culturales, filosóficas, éticas, o las referidas a la convivencia social y política. Pero pasa al revés. Es en las sociedades más desarrolladas materialmente en las que la economía es tan central que se convierte en una obsesión. Eso hace que ya no estemos solamente en economías de mercado, sino que estemos en sociedades de mercado, como dice Karl Polanyi. Es decir, sociedades en las cuales el vínculo económico-mercantil es tan determinante que absorbe y subordina los vínculos políticos, afectivos, amistosos o asociativos. O sea, estamos, no en una economía, sino en lo que denomino ecorreligión, una religión de la economía, en la cual el sistema de creencias y el sistema de valores deriva en creer que ocupándonos de la economía ya nos ocupamos de todas las cosas. La consecuencia es que queda al margen la cuestión humana, que es una tema que se nos hace pesado, porque se refiere a la conciencia y al sentido de las cosas. Es, por ejemplo, plantearse "qué significa, para seres que saben que se tienen que morir, hacerse la pregunta de por qué vivir". No es una pregunta de fácil respuesta. La cuestión humana es la cuestión de la relación y del amor en todas sus formas, incluso la de amarse a sí mismo. Pero es esta una cuestión tan pesada y tan poco llevadera que se intenta huir de ella. Resulta más fácil interesarse por el funcionamiento de una máquina que por el funcionamiento de nuestros sentimientos. A menudo, el Estado de bienestar no es más que una forma de organizar esa fábrica llamada economía. O sea, el Estado de bienestar organiza el uso de los bienes materiales. La verdadera cuestión consiste en avanzar hacia sociedades del bienestar, dándoles un sentido más marcado en el que las personas vivan digna y conscientemente esta aventura humana prodigiosa que nos permite ser conscientes y participar de la aventura del Universo. Esta es la cuestión del Ser. O sea, que cuando las cuestiones de subsistencia están garantizadas, el tema central sea el Ser, y ésta es más una cuestión de sociedad que una cuestión de Estado. Hacia la Sociedad de bienestar Para avanzar en la lógica de las sociedades del bienestar, y no en la del Estado de bienestar, deben cambiar profundamente las relaciones con el poder, la política y la ciudadanía, porque, en lo que es esencial, las formas de poder del esquema que hemos heredado, están construidas según el modelo de la economía material. Eso sí, la gran aportación de la democracia actual es que ha desmilitarizado la lucha por el poder, lo cual es un progreso enorme, no tenemos más que ver todos los países en los aún hoy la lucha por el poder es una lucha violenta y militar. Pero aunque se ha desmilitarizado la lucha por el poder, la democracia ha conservado la lógica del poder como dominación y captación. Tan sólo podemos avanzar hacia el bienestar si definimos el poder, no como el derecho a dominar a los demás, sino como un derecho de creación. Si definimos el poder como lo hace su significado etimológico. Cuando escribimos poder con una "p" minúscula, nos referimos al verbo "poder", o sea, significa "poder hacer", y cuando lo escribimos con una "P" mayúscula, significa "Poder sobre". El "poder hacer", es un poder de creación, que permite que yo haga una alianza con el otro, porque el otro no es una amenaza, sino una ventaja. El cambio de las relaciones con el poder, pasar de la lógica del Poder de dominación, a la lógica del poder de creación, y ése es el corazón de la ciudadanía, el corazón de las nuevas formas de ciudadanía activa. ¿Por qué lo que llamamos la sociedad civil mundial tiene cada vez más importancia? Y, ¿por qué esta sociedad civil ya no es solamente una sociedad civil, sino que es una sociedad cívica, que se hace plenamente responsable de la cuestión política? Pues porque la forma de poder que se ha dado, y esto lo hemos visto en el Forum Social de Porto Alegre, es una forma de poder mucho más centrada en la creación y en la lógica de la cooperación y la puesta en red, que no en la lógica de la dominación. Por tanto, reconsiderar la riqueza significa otra manera de considerar la cuestión del bienestar y la cuestión del poder, considerando que generar cooperación y bienestar es, a la vez, una manera de vivir, lo más intensamente posible, por sí mismo una vida que es una aventura individual, pero que también es una aventura colectiva. Recojo una frase que encuentro muy bonita, y que propongo como conclusión. Monette Vacquin dice lo siguiente, y lo dice en el sentido de dominación: "Ningún Poder, un poco de saber, y todo el sabor posible". Patrick Viveret Fundador de ATTAC y director del proyecto "Nuevos factores de riqueza", encargado por Lionel Jospin, primer ministro de Francia.