Si no leo me a-burro 14 Carta a Xalapa Esas calles de Xalapa, donde tanto he transitado, donde al subir se fatiga un corazón ya cansado, esas tu calles Xalapa cómo las extraño yo. Y me pongo recordar el encanto de tus casas, su sencillez, sus tejados, los jardines con sus fuentes, la vista desde el Estadio, el puente de Xallitic con su caserío a los lados. El Macuiltépetl, que emerge como un cono allá truncado, la vista del parque Juárez en un día plenisolado, dejando ver de Orizaba, de su volcán lo nevado, todo en perfume de flor y en lo ardiente de una cita, la presencia del amor en una cara bonita. Hay que estar lejos de ti para saber apreciar, el sabor que el español a tu ciudad supo dar, con un poco de Toledo, mas español ¿qué me das? y el árabe peregrino que también llegó a tu puerta, quiso Dios y fue el destino, que él comercio paulatino, creciera cual tu floresta. Recordar todas tus noches, la neblina londinense, el chipi chipi mentado con las luces reflejadas en el húmedo empedrado, y el silencio interrumpido por el sonido acallado del agua, que corre franca, por el tubo de un tejado, o los ladridos de un perro, o el traspiés de algún borracho, o silbato del sereno, triste, húmedo, mojado. O quizás, sea por la queja de un amor apasionado de amantes no conocidos, pues ha crecido el poblado. Allá de ti mi Xalapa, recuerdo con mucho agrado mi niñez, mi juventud, la escuela, el profesorado, los amigos, compañeros, las amigas y las novias, las dulces noches de gloria, todo viene a mi memoria. Esa parte de mi historia, ¡oh mi Dios! ¡No la he olvidado! El Carnaval, las posadas, de pagano a lo sagrado, del llanto a las carcajadas, y vuelta hacia lo mundano. Los casinos con sus bailes, las serenatas perdidas en lo obscuro de las calles, bajo el dintel de una puerta, mil suspiros, o un desaire. Yo, como un Hamlet moderno, pensativo como nadie. Hoy, que he estado tanto tiempo fuera de ti mi Xalapa, y que guardas el tesoro que más me llega hasta el alma, –ya que tienes a mi madre– y yo tan lejos ¡caramba! Sólo cuando yo la sueño hablo con ella, y me encanta cuando me dice muy quedo, que me lleva cual medalla y junto a su pecho, prendido al corazón, cual guirnalda. Y me dice que me extraña, y yo de ella sus consuelos, su regaños, su sonrisa, su sencillez, sus desvelos, su risa tan argentina, sus lágrimas y sus celos. Sus cambios tan repentinos de: “¡Abre la puerta! ¡No la abras!” La plática de sus ojos, la que no lleva palabras pero que es tan elocuente, tan clara como el agua. Deseo regresar a verla, quiero estar con ella en calma y decirle todo aquello que no le dije. ¡Chinampa! Por eso y muchas razones descritas anteriormente, quiero regresar a ti, Xalapa de mis amores, que en tus calles, en tus flores, en tus ventanas dormidas curaré yo mis heridas, vivir entre mis recuerdos aunque sean cosas perdidas, y así ser como el marino cansado de navegar, o quizás como el viajero, que estuvo en tantos lugares, o como el aventurero, cansado de aventurar; poder regresar a ti, y así dejar otros lares, para poder acabar en tu seno, en la curva de tus calles. Con amor, Carlos Enciso Stuart.