Pesa sobre el autor la idea de que su poesía es fácil, visceral. Pero hay en él una cuidada elaboración, basta ver sus versos Dominados por estructuras paralelisticas, correlativas, antitéticas al servicio de la eficacia expresiva. “Vierto la red, esparzo la semilla entre ovas, aguas, surcos y amapolas” el paralelismo, por otro lado es el principal factor estructurante de la poesía tradicional cuyo principal encanto es su sencilla expresividad. También prodiga el uso de anáforas, antítesis, repetición de palabras clave, sinestesias "silencio de metal triste y sonoro" y peculiares adverbios que refuerzan la expresividad "lluviosamente entro" Clásicos son la utilización del endecasílabo, la técnica de la bimembración y la antítesis. Las imágenes doloridas para acentuar el dramatismo: "si la sangre también, como el cabello, con el dolor y el tiempo encaneciera, mi sangre, roja hasta el carbunclo, fuera pálida hasta el temor y hasta el destello. Hernández conoce a Josefina Manresa y a partir de ese instante aparece en su poesía un tema nuevo que permanecerá como fundamental a lo largo de su trayectoria: el amor. Los poemas que este amor le inspira van cobrando forma de soneto y los reunirá en El rayo que no cesa El Rayo que no cesa tiene una perfecta arquitectura simétrica: - se abre con un poema en cuartetas "un carnívoro cuchillo..." - 13 sonetos - la Silva "Me llamo barro aunque Miguel me llame" - 13 sonetos - la elegía a Ramón Sijé - un Soneto final. Si en las primeras obras las palabras no tienen sustancialidad emotiva, no tienen pasión, a partir de El rayo que no cesa, Hernández ya tiene su léxico. En su primera poesía de imitación de Góngora encontramos el gusto por los cultismos y las palabras arcaizantes: ignífera, fúlgidas, mirífica... neologismos: azúleo vapor, ideálica pintura, danzarinas bákeres (de Josefina Baker). Su léxico se vuelve más natural y sencillo a medida que el poeta avanza en la interiorización lírica; se vuelve esencialmente dramático, violento, sombrío: clamo, grito, lloro, me desespero, sangre, dolor, mordedura, sombra, amargo, triste, enloquecido... Hasta ahora encontrabamos un predominio de la naturaleza a partir de estos versos prevalece el hombre sobre todo en su dimensión existencialamorosa. Símbolos e imágenes A partir de 1934 el verso de Miguel Hernández se carga de contenido simbólico que lo hace más denso y desgarrado: El vientre femenino: símbolo trascendente al que se ligan amor y vida. El toro: con su carga de tragedia y violencia. El poeta identifica su sino trágico con el del animal destinado al sacrificio," como el toro he nacido para el luto/y el dolor, como el toro estoy marcado”. Comparte con él la virilidad. Su noble bravura lo convierte en trasunto del enamorado en pos de la amada, siempre perseverante en él, su búsqueda inútil "como el toro te sigo y te persigo/y dejas mi deseo en una espada”. Símbolo pues de su dolor desmesurado y de la muerte presentida a la vez que tiene un valor genesíaco, como poderosa fuerza en generadora de vida. La anáfora comparativa “como el toro” reiterada 6 veces Es la base estructural de este poema Como el toro he nacido para el luto y el dolor, como el toro estoy marcado por un hierro infernal en el costado y por varón en la ingle con un fruto. Como el toro lo encuentra diminuto todo mi corazón desmesurado, y del rostro del beso enamorado, como el toro a tu amor se lo disputo. Como el toro me crezco en el castigo, la lengua en corazón tengo bañada y llevo al cuello un vendaval sonoro. Como el toro te sigo y te persigo, y dejas mi deseo en una espada, como el toro burlado, como el toro. Símbolos de naturaleza trágica: Cuchillos, navajas, puñales (que tanto recuerdan a Lorca) empezando por ese" carnívoro cuchillo/de ala dulce y homicida” con que se abre El rayo que no cesa, el cuchillo será símbolo que se irá cargando con las ideas esenciales de su mundo poético: amor, amenaza, muerte. Una sensación de amenaza exterior e interior rodea al poeta: es la clave de la interpretación existencial de El rayo que no cesa Un carnívoro cuchillo Un carnívoro cuchillo De ala dulce y homicida Sostiene un vuelo y un brillo Alrededor de mi vida Rayo de metal crispado Fulgentemente caído, picotea mi costado Y hace en él un triste nido. Mi sien, florido balcón De mis edades tempranas, Negra está, y mi corazón, Y mi corazón con canas Tal es la mala virtud Del rayo que me rodea, Que voy a mi juventud Como la luna a la aldea. Recojo con las pestañas Sal del alma y sal del ojo Y flores de telarañas De mis tristezas recojo. ¿Adónde iré que no vaya Mi perdición a buscar? Tu destino es de la playa Y mi vocación del mar. … Los símbolos de animales y del mundo natural son frecuentes alrededor del motivo sexual. La metáfora mística, también la encontramos en Hernández, aquella destinada a expresar lo inefable. La utiliza sobre todo al referirse al éxtasis amoroso de la unión de los cuerpos. En realidad va más allá de la concreción de la metáfora para adentrarse en el terreno de la imagen "sentimos recorrernos un palomar de arrullos/y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas” Por este camino se abre a una expresión más libre en que las imágenes se tiñen de irrealidad y avanzan hacia lo visionario, dentro de la órbita del influjo surrealista, recibido a través de Neruda y Aleixandre. La evolución del proyecto de El rayo que no cesa. -primitivo silbo vulnerado 1933- 1934 del que sólo se conoce el índice. -Imagen de tu huella, corpus inédito de 13 sonetos de 1934. -El silbo vulnerado, edición de Cossío de 1949 según el proyecto del autor de 1934- 1935. Se nutre de los dos anteriores. -El rayo que no cesa, 1935 libro de sonetos amorosos, se publica en 1936. Sánchez Vidal no está del todo de acuerdo y piensa que el primitivo Silbo vulnerado, debió de ir aumentando el número de sonetos, hasta que el autor, eliminando otros poemas, se centra en los sonetos amorosos, minuciosamente retocados a los que imprimió más sutileza melódica y conceptual. El poeta aspiraba a desnudar sus emociones y dar a sus versos un enfoque profundo existencial. El rayo que no cesa Si en su poesía anterior encontramos el sentimiento religioso y la inspiración mística de San Juan, con este libro pasamos a la manifestación del erotismo. Hernández pasa en poemas como "Me llamó Barro... a inclinaciones telúricas y al abandono a la vida de la carne. El hombre es tierra, y ser tierra (vegetal, animal) es sinónimo de vida de ahí la presentación de su ser amante como barro. El poeta ve frustradas sus aspiraciones eróticas por los prejuicios de la mujer casta y ajena a sus deseos. Su impureza lo aleja del ser amado como antes provocó el rechazo de Dios. A la postre prevalece la idea de que el deseo es una pulsión que emana de la propia vida. Su amor, al fin es deseo sexual y también trascendencia. Me llamo barro aunque Miguel me llame. Barro es mi profesión y mi destino Que mancha con su lengua cuanto lame. Soy un triste instrumento del camino. Soy una lengua dulcemente infame A los pies que idolatro desplegada. Como un nocturno buey de agua y barbecho Que quiere ser criatura idolatrada, Embisto a tus zapatos y a sus alrededores, Y hecho de alfombras y de besos hecho Tu talón que me injuria beso y siembro de flores Coloco relicarios de mi especie A tu talón mordiente, a tu pisada, Y siempre a tu pisada me adelanto Para que tu impasible pie desprecie Todo el amor que hacia tu pie levanto. Más mojado que el rostro de mi llanto, Cuando el vidrio lanar del hielo bala, Cuando el invierno tu ventana cierra Bajo a tus pies un gavilán de ala, De ala manchada y corazón de tierra. Bajo a tus pies un ramo derretido De humilde miel pataleada y sola, Un despreciado corazón caído En forma de alga y en figura de ola. Barro en vano me invisto de amapola, Barro en vano vertiendo voy mis brazos, Barro en vano te muerdo los talones, Dándote a malheridos aletazos Sapos como convulsos corazones. Apenas si me pisas, si me pones La imagen de tu huella sobre encima, Se despedaza y rompe la armadura De arrope bipartido que me ciñe la boca En carne viva y pura, Pidiéndote a pedazos que la oprima Siempre tu pie de liebre libre y loca. Su taciturna nata se arracima, Los sollozos agitan su arboleda De lana cerebral bajo tu paso. Y pasas, y se queda Incendiando su cera de invierno ante el ocaso, Mártir, alhaja y pasto de la rueda. Harto de someterse a los puñales Circulantes del carro y la pezuña, Teme del barro un parto de animales De corrosiva piel y vengativa uña. Teme que el barro crezca en un momento, Teme que crezca y suba y cubra tierna, Tierna y celosamente Tu tobillo de junco, mi tormento, Teme que inunde el nardo de tu pierna Y crezca más y ascienda hasta tu frente. Teme que se levante huracanado Del blando territorio del invierno Y estalle y truene y caiga diluviado Sobre tu sangre duramente tierno. Teme un asalto de ofendida espuma Y teme un amoroso cataclismo. Antes que la sequía lo consuma El barro ha de volverte de lo mismo. La metáfora de la herida de amor, Propia de los cancioneros medievales y de la mística se convierte En símbolo de su existencia. Hernández dice que la única poesía que le interesa es La que respira por la herida. Al conocer en Orihuela en 1934 a una joven modista de 17 años Reelabora la poesía del Cántico Espiritual de S. Juan de la Cruz La idealización del amor petrarquista a través de Garcilaso. El desgarro afectivo y pesimista de Quevedo. De estas tradiciones nace El rayo que no cesa. El amor vivido como Fatal amenaza y tortura por no poder ser gozado sexualmente es Un amor concreto, real. El poeta se busca a sí mismo y reconoce su dependencia de la Amada para mantener su identidad. EL RECHAZO por amor inviable con María Cegarra Por amor sexual imposible con Josefina Manresa Por la relación acabada con Maruja Mallo Provoca por impotencia, el dramatismo de esta etapa. Las ganas de vivir que ahora se han transformado en ANSIAS DE AMAR Fracasan produciendo una vena trágica, la PENA HERNANDIANA “Umbrío por la pena, casi bruno, Porque la pena tizna cuando estalla, Donde yo no me hallo no se halla Hombre más apenado que ninguno. … No podrá con la pena mi persona Rodeada de penas y de cardos: ¡cuánto penar para morirse uno! (endecasílabo existencialista de Resonancias quevedianas: vivir es morirse lentamente Un día el joven enamorado roba un beso a la novia, y ésta le Da una bofetada, así termina el petrarquismo literario y comienza La realidad. “Te me mueres de casta y de sencilla: Estoy convicto, amor, estoy confeso De que, raptor intrépido de un beso, Yo te libé la flor de la mejilla. Yo te libé la flor de la mejilla, Y, desde aquella gloria, aquel suceso, Tu mejilla, de escrúpulo y de peso, Se te cae deshojada y amarilla… En algunos poemas la vida sencilla se fundamenta en la yuxtaposición De trabajo y amor, descanso-beso que le está vedado y el toro en libertad Como impulso viril. “Por una senda van los hortelanos, Que es la sagrada hora del regreso Con la sangre injuriada por el peso De inviernos, primaveras y veranos Vienen de los esfuerzos sobrehumanos Y van a la canción, y van al beso… En El rayo que no cesa el motivo dominante es la PENA AMOROSA que se desahoga en suspiros, llantos y quejas, Miguel Hernández habla de desamor, de la soledad del enamorado, con un tono doliente de influjo petrarquista. A medida que sus sentimientos cobran intensidad se acentúa el acento desgarrado quevedesco. El rayo que no cesa verifica un desplazamiento hacia la sustancia trágica, solemne y amarga. Hernández se sabe fatalmente abocado a un destino trágico bajo la amenaza de fuerzas cósmicas incontrolables, simbolizadas en ése Rayo: "que me habita/ el corazón que exaspera las fieras o el carnívoro cuchillo "que sostiene un vuelo y un brillo/alrededor de mi vida. El grito desesperado, neorromántico se vincula al sentimiento amoroso, pero lo trasciende en angustia metafísica, existencial. A finales de 1935, tiene acabado El rayo que no cesa, pero un acontecimiento lo conmueve, la muerte de Ramón Sijé. Compone entonces la “Elegía” y la incorpora a El rayo que no cesa, junto a textos de tipo amoroso dedicados a Josefina. Así le dice en una carta: …yo, que creía que ya no te acordarías de mí, he puesto esta dedicatoria: “aquí sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya”. Resulta que ni tú ni yo hemos dejado de pensar en nosotros. Todos los versos que van en este libro son de amor, y los he hecho pensando en ti, menos unos que van por la muerte de mi amigo. La elegía a Ramón Sijé es una de las más célebres de la literatura española. Es posterior e independiente del resto pero se integra perfectamente al ser el tercer poema que rompe el dominio del soneto. Además sintoniza con la cosmovisión hernandiana dentro del molde clásico del terceto encadenado El poeta sitúa su elegía en el marco rural que compartió con su amigo: recalcan los lazos del individuo con la tierra, ahora estercolada por el cadáver de su amigo que pasa a formar parte de ella. Universo simbólico: Profundo sentimiento telúrico de la tierra como cuna y sepultura Las desalentadas amapolas rojas como la sangre que se escapa con la vida La blancura espiritualizada del almendro. Estructura 1-El poema comienza con el lamento no falto de resignación, 2-de repente la pena se desborda "tanto dolor se agrupa en mi costado" 3-El poeta rompe en imprecaciones a la muerte y se revela contra "el hachazo homicida" 4-A la tensión emocional, reforzada por construcciones paralelísticas sigue un climax ascendente: "ando sobre rastrojos de difuntos" "en mis manos levantó una tormenta/de piedras, rayos y hachas estridentes" "quiero escarbar/la tierra con los dientes" 5-desesperado quiere desamordazar al difunto pero 6-al final se consuela a con la certeza del retorno al mundo natural. ELEGÍA (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, a quien tanto quería) Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano. Alimentando lluvias, caracolas y órganos mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos. Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte. Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores. Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irá a cada lado disputando tu novia y las abejas. Tu corazón, ya terciopelo ajado llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado. A las palabras almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.