ASPECTOS GRAMATICALES DE LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

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TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
ASPECTOS GRAMATICALES
DE LA FRASE NOMINAL EN
ESPAÑOL
Verba ANUARIO GALEGO DE FILOLOXÍA
ANEXO 60
2007
UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA
© Universidade de Santiago de Compostela 2007
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e Intercambio Científico
Campus niversitario Sur
15782 Santiago de Compostela
www.usc.es/spubl
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Campus universitario Sur
Dep. Legal: C3247-2007
ISSN 1137-6759 = Verba. Anexo
ISBN 978-84-9750-899-5
1. INTRODUCCIÓN*
1.1. A modo de presentación
La frase nominal es la unidad constituida por un determinante y otra unidad
que queda caracterizada por éste. Los determinantes son palabras gramaticalizadas
en gran medida que forman un paradigma encabezado por el artículo, y secundado
por una serie de unidades, provenientes del inventario de adjetivos demostrativos y
posesivos latinos, así como ciertos indefinidos de creación más reciente, y cuya
formación, desarrollo, paradigmatización y definitivo asentamiento en el sistema
fueron tratados recientemente (Jiménez Juliá, 2006)1. En este sentido, el término
‘determinante’ designa una unidad gramatical, no un valor semántico, lo que implica una distinción entre ‘valor determinativo’, que puede expresarse a partir de
varios recursos (adjetivos, estructuras relativas o preposicionales, plurales o singulares genéricos), y ‘determinante’, que es una clase definida por características muy
concretas y que tiene como causa fundamental de su existencia la expresión de la
determinación.
Aunque la acción sintagmática del artículo y de los determinantes plenos es
similar, es cierto que el primero tiene un ámbito de aplicación superior, por lo que
lo más frecuente ha sido considerarlo como algo claramente diferenciado, cuando
no opuesto a aquéllos. La singularidad del artículo, unido a la frecuente
desatención a los determinantes como clase unitaria ha hecho que sea el
descendiente de ille el que ha suscitado, con mucho, el mayor interés. Y a la hora
*
Este trabajo se ha realizado dentro del proyecto Medidas de eficacia comunicativa en
las ‘construcciones lingüísticas del habla infantil’ (dentro del proyecto coordinado Eficacia comunicativa y evolución del lenguaje en el habla infantil y afasia), financiado
por el Ministerio de Educación y Ciencia (HUM2004-05847-C02-01/FILO). Anteriormente esta línea de investigación ha recibido ayudas de la Xunta de Galicia (XUGA
PGIDT00PXI20401PR) (PGIDIT02PXI20403PN) y del Ministerio de Ciencia y Tecnología (BFF2001-3234-C02-01), el 70% procedente de los fondos FEDER.
1
La presente monografía es una continuación de esta otra. Si en aquélla se justificaba el
paradigma determinante como el resultado de un proceso de gramaticalización que
afectó a parte de los adjetivos determinativos latinos, en ésta se tratarán algunos aspectos de la unidad sintáctica en la que se integran los determinantes.
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TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
de afrontar su estudio dos son las cuestiones en las que prácticamente todo el
mundo está de acuerdo. La primera es su carácter especializado (por no utilizar el
discutido término de ‘desgastado’), gramaticalizado y ajeno ya al valor adjetivo
inicial de su étimo latino; la segunda, el valor nominalizador, habilitador de una
unidad para funcionar como nombre con valor referencial, al margen de su
significado específico, anafórico o genérico. Pero tras este acuerdo de base, existen
discrepancias sobre otras dos cuestiones importantes, a saber, (a) el tipo de unidad
formada par el artículo y la unidad a la que se adjunta, y (b), la naturaleza
categorial del artículo y, con ello su relación con los demás determinantes
(posesivos, demostrativos o indefinidos) de valor sintagmático similar pero de
ámbito de aplicación más restringido.
1.2. El artículo y los determinantes
El tratamiento dado a estas dos cuestiones constituirá parte del objeto de
interés de esta monografía, si bien los puntos de partida son los ya establecidos en
la monografía antes aludida, que podemos sintetizar en (a-b) abajo:
(a) La gramaticalización del artículo como presentador anafórico o genérico, similar al nominativo casual, al tiempo que nominalizador de cualquier unidad
dio como resultado una forma muy rentable que permitía expresar analíticamente,
por tanto, sin coste morfológico, un valor fundamental para la expresión de las
referencias. De hecho, este proceso se dio en diferentes lenguas y en diferentes
épocas con trayectorias y resultados similares.
(b) Algunos aspectos de la gramaticalización del artículo eran fácilmente
trasvasables a otras unidades con las que podían entrar en relación paradigmática
para expresar presentaciones gramaticalmente similares aunque semánticamente
más específicas. Entre estas unidades se encontraban las formas posesivas, de
acortamiento y atonización temprana, las demostrativas, de cuya tercera persona
original había surgido el propio artículo, y algunos indefinidos, empezando por la
forma numeral un que ya en latín había sido utilizada sin valor numeral, y derivados de ésta (alguno, ninguno), así como otros de formación posterior.
(c) La inclusión de posesivos y demostrativos, así como de ciertos indefinidos, en el paradigma determinante viene dado por su particular comportamiento,
entre ellos mismos y con respecto al artículo. El problema para su reconocimiento
como tales unidades determinantes estriba en la pervivencia de los adjetivos de los
que surgieron, o, más exactamente, en la aparición de usos adjetivos pospuestos, en
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7
el caso de los demostrativos fónicamente idénticos a las unidades determinantes, lo
cual hace que el conjunto de los demostrativos, posesivos o indefinidos se vean
como paradigmas únicos con variantes posicionales, y no como unidades diferentes
con un origen común y unos rasgos semánticos similares (no idénticos).
(d) El resultado de todo ello es la existencia de un paradigma determinante
constituido por el artículo, de gramaticalización extrema dentro de su pervivencia
como unidad analítica, y una serie de determinantes ‘marcados’, cuya gramaticalización sigue el modelo de aquél, pero sin llegar a su grado por la sencilla razón de
que nunca necesitaron llegar a tal ‘atonización’ para cumplir su cometido especializado dentro del paradigma, configurándose así éste como constituido por una unidad general, el artículo, nominalizadora de todas las unidades, y unos determinantes marcados, demostrativos, posesivos y algunos indefinidos, que inciden siempre
sobre sustantivos, y que expresan determinaciones especificas ligadas a contenidos
inicialmente más concretos que la anáfora o la clase general.
Si en la aludida monografía mostré los procesos que llevaron a estas unidades a comportarse como determinantes, y ya no como adjetivos, en la presente
pretendo describir algunos aspectos de la unidad gramatical que forman, de
acuerdo con los contenidos y plan de trabajo mostrados en § 1.4. Conviene, sin
embargo, recordar el inventario de determinantes básicos en español establecidos
allí y su relación con los elementos adjetivos que, antepuestos al sustantivo, tienen
un valor semántico y nominalizador similar, pero un comportamiento sintagmático
diferente. Repito, por tanto, el cuadro sinóptico allí incluido (Jiménez Juliá, 2006,
267) con el fin de dejar claros los puntos de partida. En él se establece una diferencia inicial básica entre los determinantes, con valor gramatical del mismo carácter,
y las unidades que funcionan como modificadores sintácticos, entre lasque se incluyen los adjetivos herederos de los adjetivos determinativos latinos que no se
incluyeron en el paradigma determinante, así como las formas pospuestas de posesivos, demostrativos e indefinidos, que se incorporaron tardíamente al inventario
de adjetivos de la lengua.
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TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
CUADRO I
DETERMINANTES BÁSICOS Y ADJETIVOS DETERMINATIVOS EN ESPAÑOL INVENTARIO Y
RELACIONES
VALOR
TIPO
RIZADOR
Determinante
Indefinido
General
(o vacío)
Específic.
(o plenos):
General
Específic.
Distributivo
(invariable)
MODIFICA-
Adjetivo
CIÓN
SUBTIPOS
Propiamente
dicho
CARACTE -
POSI-
UNIDAD
Determinativo
ARTÍCULO
DEMOSTRATIVOS
POSESIVOS
un
Unos cuantos, dicho, semejante
Algún, ningún, cualquier
cada
-Numeral.
-Cuantif.
-Indef. (1)
Muchos, bastan.
Primer
Poco(s)
Tres
Cierto
Antepues.
Tal
Todo, ambos
DOR
Otro
Sendos
-Demost.
-Posesivos
-Indef. (2)
Calificativo
Frases preposicionales
Estructuras relativas
Este/ese/aquel
Mío/tuyo/suyo
cualquiera
Pos.
Pos/
ante.
Pos.
Según se constata en el cuadro, el grupo más afín a los determinantes es el
de los adjetivos determinantes, de posición y posibilidades actualizadoras similares
a aquéllos. De hecho, existe un juego de compatibilidades entre estos adjetivos y
los determinantes que permite una subclasificación de estos últimos. Así, los determinantes propiamente dichos (con valor definido) son compatibles con la totalidad de los adjetivos determinativos. Los indefinidos, en cambio, muestran una
distribución complementaria en el interior de su propio grupo: su unidad general
(un) puede preceder a todos los adjetivos determinativos excepto a la forma otro(s).
Los indefinidos ‘marcados’ (algún, ningún, cualquier), por su parte, solamente son
compatibles con esta forma otro(s).
1.3. La frase nominal y la ‘frase determinante’
La idea de una frase con determinante como diferente de la frase sustantiva
no es precisamente original si tenemos en cuenta que la gramática de corte chomskiano actual diferencia como unidades distintas la asociación de un determinante y
un sustantivo (u otro elemento), y la expansión de un sustantivo mediante modificadores adjetivos, preposicionales o relativos. En efecto, aunque la idea puede ser
rastreada en escritos generativos bastante lejanos, se suele considerar a Brame
(1982) como el iniciador, de un modo explícito, de la llamada frase determinante
(Determinant Phrase o, en su abreviatura habitual, DP), en oposición a la que llaman frase nominal (Noun phrase o NP). Brame, en el marco del government and
binding chomskiano, propone utilizar las unidades asociadas a las unidades primitivas para posibilitar su integración (binding, en su forma de entender la gramática)
como Head-Selector (HS) de las mismas. Estas unidades serían DET(erminant) en
the girl, P(reposition) en with John, ‘Infinitival to’ en to leave y COMP de
S(entence) en that Mary left. Ello le lleva a tomar estas unidades como las verdaderas identificadoras de la categoría ligada a otra, hasta el punto de que en lugar de
reglas seleccionales como las incluidas en (2), Brame propone utilizar las
reflejadas en (3) (numeraciones del autor):
(2)
a. <like; V ___ (NP)>
b. <go; V ___ (PP)>
c. <try; V ___ (VP)>
d. <say; V ___ (VP)>
por ejemplo, he likes the girl
por ejemplo, he went to the shore
por ejemplo, he tried to leave
por ejemplo, he said that Mary left
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(3)
a. <like; V ___ (DET)>
b. <go; V ___ (P)>
c. <try; V ___ (to)>
d. <say; V ___ (that)>
Y aunque Brame no identifica totalmente su concepto de Head-Selector
con el núcleo habitual de la gramática, incluida la generativa previa, al final acaba
induciendo a la identificación al utilizar el término Head para esta unidad, inaugurando así un modo de entender el núcleo y, para lo que aquí nos ocupa, el determinante, totalmente alejado del punto de vista que me interesa describir en relación
con la frase nominal en español. Como secuela de este concepto de núcleo, la frase
nominal pasa a llamarse ‘frase determinante’ (determinant phrase o DP), pues con
ello se evidencia el verdadero núcleo de la unidad en cuestión. Lógicamente, lo
mismo ocurre con las preposiciones, o los elementos que introducen unidades
como subordinadas a otras2.
La idea del DP se apoya, en realidad, en dos supuestos ya axiomáticos en
la actual lingüística generativa, a saber,
(a) que toda unidad es por naturaleza endocéntrica y que, por tanto, posee
un núcleo, y
(b) que el núcleo es la unidad que proporciona a la unidad con la que se
relaciona ciertos rasgos identificadores de su valor sintagmático.
2
Al final de su breve trabajo Brame considera que categorías como PP, S, VP son ‘atajos’ para lo que en rigor sería P(DET(N)), etc., pero, a continuación, se corrige a sí
mismo y dice:
“I would go even farther to suggest that linguists’ shorthand’ in terms of NP is
misleading. Since DET is the HS of DET(N), or to use more traditional
terminology, since DET is the head of NP, and not N as customarily supposed, it
would be better to abbreviate DET(N) as DP, not as NP, and to speak of
determiner phrases, rather than noun phrases. Similarly we should speak of COMP
phrases, i.e. CP, and not S¯” (Brame, 1982, 325).
De este modo, Brame marca el camino para que posteriormente, trabajos como el de
Zwicky (1985) postularan una idea de núcleo (ya sin matices) totalmente nueva y alejada del núcleo léxico relevante como punto de partida de una expansión.
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El primero de los presupuestos es discutible, y su justificación ha
proporcionado bastantes dolores de cabeza a sus defensores a la hora de lidiar con
estructuras como las coordinadas, aunque no es éste obviamente el lugar para comentar las objeciones. La naturaleza de los rasgos definitorios del núcleo, ya llamado así sin otras matizaciones, fue esbozada inicialmente por Zwicky (1985) y
ampliada por muchos posteriormente. Sin entrar ahora en consideraciones que me
apartarían de lo que aquí nos interesa, he de decir que tanto desde el punto de vista
teórico, como desde la idoneidad descriptiva, meter en un mismo concepto teórico
elementos sintagmática y categorialmente tan diferentes como un determinante, un
morfema verbal o una conjunción, entre otras, difícilmente contribuye a una clarificación de los mecanismos constructivos de las estructuras sintácticas, aunque,
naturalmente, no es este aspecto lo que constituye la prioridad de los trabajos
chomskianos, que prefieren centrar sus esfuerzos en mostrar generalizaciones
hipotetizadas previamente o crear reglas ad hoc (normalmente de vigencia limitada) para justificar conclusiones establecidas de antemano. En este caso, la prioridad teórica estaba en hacer girar la explicación gramatical en torno a las relaciones
rectivas (government and binding), de ahí que, subvirtiendo jerarquías y prioridades, se tomen los mecanismos expresivos de las relaciones como primitivos teóricos y se eleven a la categoría de núcleo de la estructura en la que se hallan y en la
que, en realidad, son meros índices de una relación gobernada por otras unidades 3.
En relación con la función nuclear del determinante, en concreto, Szabolcsi (1994)
considera que el carácter nuclear del artículo (en su caso, de ningún otro determinante) viene dado por ser el ‘posibilitador de la frase nominal para actuar como un
argumento’, incidiendo una vez más en la confusión entre elemento activador de un
cierto valor (o expresión de una relación) y valor nuclear. Entre nosotros, y fuera
de la ortodoxia generativa, cabe destacar la defensa de posturas similares aunque
con diferencias entre sí, en Eguren (1990) o Bosque-Moreno Cabrera (1990), de
fechas similares a la aparición de la idea de la DP.
Está claro que el carácter teórico que los estudios generativos otorgan al
determinante está lejos del valor que podemos admitir en un marco funcional como
el que rige este estudio, y ello por varias razones: por el valor otorgado al concepto
de ‘núcleo’; por la falta de distinción del generativismo en cuanto al valor comunicativo autónomo (palabras plenas) y estructural (palabras estructurales); por su
indiferenciación entre determinantes con comportamientos sintagmáticos bien
diferentes y, por supuesto, por los fines generales de los estudios generativos, muy
lejos de los que persiguen una descripción del funcionamiento de la lengua de
acuerdo con propósitos comunicativos. Si he aludido a estos estudios, aunque fuera
3
He criticado este concepto de núcleo en Jiménez Juliá (2000).
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tan superficialmente como lo acabo de hacer, es porque la distinción que la gramática generativa hace entre una DP (el niño) y una unidad con núcleo sustantivo
(niño bueno) puede hacer pensar en una similitud de planteamientos con los de esta
monografía que está muy lejos de ser real. La fuerza que todavía hoy tiene la concepción filochomskiana en algunos ámbitos hace aconsejable aludir a esa propuesta
aparentemente próxima, aunque solo sea para dejar clara la lejanía que en concepción del objeto, fines descriptivos y métodos y herramientas de trabajo existe entre
ella y este trabajo4.
1.4. Plan de la monografía
La presente monografía, concebida inicialmente como parte de la publicada
en 2006, no pretende −ni mucho menos− agotar las cuestiones relevantes en relación con la frase nominal, sino tan solo tratar de aclarar algunas cuestiones que
afectan a su naturaleza y a sus distintas posibilidades de realización. Me centraré
fundamentalmente en las apariciones de la frase nominal con artículo, que es la que
permite un mayor número de posibilidades de realización, justificando su identidad
gramatical pese a las diferentes explicaciones que se han dado para muchas de
ellas.
Así, en un primer capítulo tras esta breve introducción, abordaré el problema de la diferenciación ente ‘frase nominal’ y ‘frase sustantiva’ desde la óptica
funcional en la que me muevo (capítulo 2). En este mismo capítulo veremos las
diferencias entre el artículo, como determinante general, y los determinantes específicos, dentro de una acción sintágmática fundamentalmente similar. En la
última parte del mismo abordaré algunos problemas sobre la consideración del
endocentrismo en relación con esta unidad.
En el capítulo 3 me centraré en la naturaleza del artículo y en una serie de
prejuicios que normalmente han ido ligados a su estudio. Repasaré las concepciones del artículo como morfema, como núcleo pronominal así como la tendencia a
buscar un sustantivo siempre que vemos un artículo.
4
Como exponente de la vigencia de esta perspectiva dentro del enfoque filochomskiano,
véanse los tomos presentados al respecto de Coene & D’hulst (eds.) (2003) y, para un
rastreo de opiniones sobre el tema en el endogámico círculo generativo, la introducción
que los editores hacen al 1º tomo de la obra (Coene & D’hulst, 2003).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
13
Este ‘prejuicio del sustantivo’ también está presente en los estudios de la
frase nominal con relativos, o estructura relativa nominalizada, que constituirá el
contenido del capítulo 4. En él dedicaré un apartado final a la opinión de R.
Lapesa, expresada a lo largo de varios trabajos.
Terminaré la monografía con un breve capítulo conclusivo (capítulo 5) en
el que se recogen las ideas fundamentales de la misma.
Soy consciente de que algunos de los problemas que pueden preocupar a
algunos estudiosos de la frase nominal no han sido abordados, entre ellos, cuestiones relativas al significado de los determinantes, y, muy particularmente, su carácter definido o indefinido, que condiciona en gran medida las posibilidades de aparición de la frase en la que se integran como unidad temática. La propia definición de
elemento definido está sujeta a controversia, pero también el carácter de los determinantes en relación a este valor. Sabemos que los determinantes ‘propiamente
dichos’, de acuerdo con el cuadro I (§ 1.2. supra), tienen un carácter definido. Los
llamados indefinidos, en cambio, pueden tener un valor definido genérico en ciertos contextos (una ballena es un mamífero), por lo que la consideración del valor
semántico de estos elementos depende de varios parámetros. Nada de esto se ha
tratado en esta monografía, pues estas variaciones no afectan a los aspectos gramaticales generales que me interesa destacar ni a la naturaleza de la frase nominal
como estructura. Aquí me he centrado, por un lado, en describir aquellos rasgos
cuya clarificación considero más necesaria con el fin de singularizar la frase nominal como una construcción con características propias y diferenciadas de otras
unidades con las que a menudo se funde, y por otro, en destacar la rentabilidad de
la frase nominal con artículo, tanto como unidad presentativa general de cualquier
contenido, como la derivada de la posibilidad de utilizar el artículo, para indicar los
rasgos genéricos y numéricos de los que su nominal puede carecer, como ocurre en
las llamadas estructuras relativas nominalizadas. Mi elección es producto, además
del lógico interés personal en los temas estudiados, en la convicción de que cualquier estudio de la frase nominal debe hacerse en el marco de una consideración
global y coherente de la naturaleza de la unidad, por lo que la clarificación de aspectos generales de la misma, como la naturaleza de sus componentes o su lugar en
el panorama de las estructuras gramaticales constituye un paso previo a cualquier
estudio parcial dentro de la misma. Este estudio quiere ser ese paso previo.
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2. LA NATURALEZA DE LA FRASE NOMINAL
De acuerdo con la consideración de los determinantes esbozada en la anterior introducción, y explicada en Jiménez Juliá (2006), partiremos de la base de que
la unión de un determinante a una unidad plena da como resultado la habilitación
de algo como potencialmente presentador, al margen de otros contenidos que el
determinante pueda aportar. Se asume que los determinantes no solo son unidades
cualitativamente diferentes de los adjetivos determinativos, pese a la zona común
que pueden mantener en contextos apropiados, sino también las unidades resultantes de la intervención de unos y otros. Gramaticalmente, un adjetivo, determinativo
o calificativo, actúa como una expansión de la unidad a la que se subordina, aunque
un modificador pueda ser tan presentativo y, por tanto, tan necesario textualmente
como un determinante (cfr. Jiménez Juliá, 2006, § 1.1.2). Como veremos dentro de
un momento, el resultado de una expansión es una unidad endocéntrica (una frase
sustantiva, una frase adjetiva, etc., dependiendo del núcleo) cuyas características
generales son, en principio, las mismas que las de la unidad que se expande, esto
es, de su núcleo. Los determinantes, en cambio, no son modificaciones (expansiones) de un núcleo, sino adjunciones paramorfológicas, por lo que la unidad resultante de este tipo de adjunciones también será cualitativamente diferente de una
unidad endocéntrica5. Esta unidad es la que denominamos frase nominal, esto es,
unidad ‘nominalizada’ o capacitada para nombrar y no tan solo para expresar conceptos.
El primer problema que nos encontramos en el estudio de la frase nominal
es el de la tradicional polisemia de la expresión, pues, por una parte, existen diferencias importantes en el modo como se entienden los distintos componentes de la
unidad y, con ello, la unidad misma, y, por otra, hay que luchar con una serie de
prejuicios gramaticalmente injustificados, pero muy extendidos, acerca de las unidades nominales. Sin entrar en detalles ahora, podemos diseccionar las cuestiones
cuya clarificación es fundamental para el estudio de la frase nominal en cinco (sin
que ello agote la nómina necesariamente), si bien todas ellas remiten, en última
5
En § 2.2.2, infra veremos que ese principio general se quiebra aparentemente en el
caso de los adjetivos determinativos sin determinantes. Pero solo aparentemente.
16
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
instancia a una sola, a saber, el reconocimiento del paradigma determinante como
tal. Estas cinco cuestiones, enumeradas a continuación, pueden, a su vez, ser divididas en dos grupos: las tres primeras hacen referencia a la entidad frase nominal
como diferenciada de la mera expansión de un sustantivo, así como de la integración en el paradigma determinante tanto del artículo, como determinante más general, como de las unidades gramaticalizadas de las series demostrativa, posesiva e
indefinida. De un modo más específico, podemos identificar estas tres primeras
cuestiones como sigue:
1) en primer lugar, el significado del propio término frase nominal, que
puede acoger unidades sintácticas constructivamente muy distintas;
2) en segundo lugar, y continuando con el primer punto, la diferencia entre
la ‘frase nominal’ y la ‘frase sustantiva’, centrada en la diferencia gramatical entre
determinación y modificación;
3) en tercer lugar, la forma de entender la relación entre el determinante
general (el artículo) y los determinantes específicos.
El segundo grupo, que abarca las dos últimas cuestiones de las cinco
anunciadas, se refiere a la propia naturaleza del artículo como punto de partida de
la frase nominal y, por su mayor ámbito de uso contextual frente a los demás determinantes, la unidad que observamos en las manifestaciones más conflictivas de
la este tipo de estructura. Ligado a ello se encuentra la consideración habitual,
explícita o implícita, de la existencia de un sustantivo siempre que haya un artículo.
Desglosadas, las dos últimas cuestiones, estrechamente relacionadas con lo anterior, serán:
4) por una parte, la asociación que de un modo tan habitual como gratuito
se hace entre la presencia del artículo y la de un sustantivo. Lo que más abajo trataré como el ‘prejuicio del sustantivo’.
5) Finalmente, la propia naturaleza del artículo, pues aunque el prejuicio
del sustantivo está presente en las distintas consideraciones existentes sobre su
naturaleza categorial, éstas son muy variadas: desde su consideración como morfema hasta su adscripción a la categoría de los pronombres, con soluciones intermedias.
El primer grupo, esto es, las tres primeras cuestiones, las trataré en el capítulo 2. Las dos últimas, a partir del capítulo 3.
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2.1. El término ‘frase nominal’
Por lo que se refiere a (1), sabemos que el término ‘frase nominal’ se ha
usado habitualmente para designar cualquier estructura que tenga como unidad
central un sustantivo. En realidad, los factores que han contribuido a que la frase
nominal (DETERMINANTE + NOMINAL) pase desapercibida como unidad diferenciada de
otras ‘frases’, particularmente de la frase ‘sustantiva’, han sido varios. El primero,
el propio término ‘frase’, tanto por su ambigüedad como por su historia; el
segundo, la poca precisión en el tratamiento del artículo así como de los demás
determinantes. El término frase nominal’, como el propio de ‘frase’ en su acepción
técnica –y no con el valor de ‘expresión’–, es reciente y, salvo casos muy concretos, no muy definido. Dejando a un lado la tradición francesa, donde phrase equivale a lo que se denominaba ‘oración’, en la tradición anglosajona el término no
aparece hasta Bloomfield. Henry Sweet, por ejemplo, no lo usa (vid., por ejemplo,
sus descripciones gramaticales en Sweet (1891)), y tampoco encontramos noun
phrase en Sapir (1921) –ni siquiera el de phrase en sentido técnico–. Jespersen
(1924) tampoco utiliza phrase, limitándose a aludir en un momento dado a su cambiante acepción según autores (vid. 1924, 95). Es Bloomfield quien en su fijación
de conceptos lingüísticos (la mayoría de los cuales sigue vigente hoy día) define
phrase como “A non-minimum free form” (1926, 156), y aunque no define el
término noun phrase, su caracterización de las unidades endocéntricas (vid. 1933,
194 y ss.) no deja lugar a dudas de lo que es dicha unidad y de lo que puede integrarse en ella, además de dar pie a los usos posteriores del término. Además de esta
definición distribucional de phrase, que engloba todo sintagma unitario susceptible
de no constituir un enunciado y facilita la identificación de unidades genéricas,
Bloomfield contribuye a la consideración de la frase nominal y la frase sustantiva
como una sola unidad por su particular división de las unidades en endocéntricas y
exocéntricas: las segundas son las frases preposicionales y subordinativas 6; las
primeras, todas las demás, definidas, según su núcleo, como nominales (noun),
adjetivas, adverbiales o verbales. De este modo se llega a homologar todo aquello
que se construya alrededor de un sustantivo como un solo tipo de unidad, despreciándose las diferencias categoriales y funcionales que no afectan a una caracterización distribucional primaria de la secuencia, como las existentes entre el artículo
u otros determinantes (reconocidos como categorías por el autor) y los adjetivos
6
Bloomfield (1933, 194) incluye dentro de las unidades exocéntricas, además de las
frases preposicionales, secuencias como los segmentos en cursiva de “as big as I” o
“bigger than John”, a las que denomina genéricamente phrase subordination.
18
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calificativos. Esta indistinción entre las variadas ‘adyacencias’ al sustantivo,
otorgándole a los determinantes e, incluso, al artículo, una naturaleza vagamente
adjetiva (por su carácter adnominal)7, es, por otra parte, habitual dentro de la
lingüística anglosajona y viene a entroncar con la consideración clásica en Europa
del artículo como una más de las partes orationis, como un accidente más del
nombre sustantivo. Todo ello hace que la etiqueta ‘frase nominal’ (o noun phrase)
se generalice como aquello que tiene al sustantivo como centro (o núcleo), y no se
hagan distinciones entre expansiones modificadoras (que forman lo que llamamos
frases sustantivas) y unidades caracterizadas mediante determinantes (que constituyen las frases nominales). Incluso quienes llevan al extremo la diferencia entre el
artículo y los demás determinantes, considerándolo un mero morfema, no ven
razón alguna para la existencia de una frase nominal distinta de la sustantiva, entre
otras cosas porque el artículo es visto como un mero transpositor, y los demás determinantes como adjetivos, como veremos dentro de un momento (vid. § 3.1
infra).
Simplificando el panorama anterior, podemos decir que, prescindiendo de
las frases preposicionales, cuya naturaleza siempre se consideró diferente, según
sancionó el propio Bloomfield con su inclusión entre las estructuras exocéntricas, o
las frases ‘subordinativas’, sin sentido fuera del ámbito estrictamente distribucional, las frases siempre se han identificado por la presencia de un núcleo, y, salvo
contadísimos casos, la presencia del artículo u otros determinantes no ha alterado
esta consideración. Esta situación se convierte en obligada en aquellos marcos que
asumen el endocentrismo como estructura asociada a cualquier unidad segmentable
(caso de los generativistas tras Chomsky (1981, § 3.2.1.). Vid asimismo § 1.4.
supra). Y esta visión simplificadora de la ‘frase’ ha hecho, a su vez, que lo que
normalmente se denomina ‘frase nominal’ incluya tanto la expansión de un sustantivo (la ‘frase sustantiva’) como la caracterización analítica de un nombre mediante
un determinante (la ‘frase nominal’ propiamente dicha) o, dicho más brevemente,
salvo entre los que distinguen la ‘frase determinante’, con el determinante como
núcleo del sintagma, se considerará ‘frase nominal’ cualquier estructura unitaria
caracterizada por la presencia de un sustantivo, sin que importe si el sustantivo va
precedido de un adjetivo, un artículo, un posesivo u otro determinante, o que sea
modificado posnuclearmente por un adjetivo, incluyendo posesivos, demostrativos
o indefinidos (en el caso del español), estructuras relativas, frases preposicionales o
7
Bloomfield (1933, 203) incluye entre los determinantes definidos tanto a los ‘adjetivos
posesivos’ como las ‘palabras’ this (these), that (those) y the, todas ellas expansiones
del nombre, junto con los adjetivos.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
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unidades con valor apositivo8. Precisamente esa indiferenciación, propiciada por la
poca precisión de los términos ‘frase’ y ‘frase nominal’, está en la base de las críticas a la distinción entre frases sustantivas y frases nominales como las que leemos
en Gutiérrez Ordóñez (1994, 183 y ss.) o Lanero Rodríguez (1994), críticas que
denotan, por partes iguales, las deficiencias en la explicación del término ‘determinante’ (y, con ellas, el de ‘nominal’) por parte de los defensores de la frase nominal, y las dificultades de sus críticos para salirse de ciertos conceptos formales en la
descripción de las estructuras gramaticales9.
Es cierto que el término ‘frase nominal’ usado para denominar algo distinto
de lo que en los últimos setenta y cinco años ha designado supone una cierta ruptura terminológica difícil de digerir por muchos, sin embargo, la dificultad de hacer
cambios terminológicos drásticos, sobre todo cuando éstos no son transparentes,
parecen aconsejar seguir utilizando el término de “frase nominal”, pese a los riesgos mencionados. En efecto, el término unidad caracterizada, que reflejaría más
adecuadamente la unión de un determinante con otra unidad, además de ser vago,
resulta farragoso, por lo que, pese a las particularidades paramorfológicas de los
determinantes, y la naturaleza ‘subsintáctica’ de la construcción ‘frase nominal’,
8
Bello (1847, § 83) habla de ‘frase sustantiva’, y la define, como el resto de las frases,
como la expansión de un sustantivo, siendo éste el tratamiento más habitual entre los
que se ocupan de los sintagmas nominales. Company Company (1991, cap. 1), por
ejemplo, incluye dentro de la frase sustantiva los determinantes, con lo que tiene los
problemas habituales al hablar de las propiedades del núcleo de la propia frase. Fernández Leborans (2003) evita los problemas del núcleo en frases con determinantes utilizando una definición de núcleo que elude rasgos sintagmáticos: “el núcleo no se determina por su función y distribución, sino por su relación léxica y estructural con un
complemento adyacente” (2003, 19). Por lo demás, Fernández Leborans asume el principio chomskiano del endocentrismo y, de un modo más mecánico que convencido, el
carácter nuclear del determinante en el caso de los sintagmas con determinantes (2003,
38), consideración muy alejada del punto de vista aquí defendido (vid. sobre esto Jiménez Juliá (2000).
9
Los argumentos de estas críticas por parte de los defensores del carácter morfemático
del artículo han sido variados. Algunos son, sin duda, derivados de la falta de explicación previa de lo que supone un determinante (por ejemplo, Lanero Rodríguez, 1994).
Otros, sin embargo utilizan la conocida técnica de la crítica ad phantasmam (por ejemplo, Gutiérrez Ordóñez, 1994). Y aunque –como acabo de decir– hay que reconocer que
el concepto de determinante en el que se basan las críticas no ha sido suficientemente
explicado, las consideraciones de Gutiérrez Ordóñez (1994, 184-187), mezclando determinantes átonos con tónicos, pronombres con formas adjetivas y, en definitiva, aplicando las simplificaciones que aquí se tratan de desterrar, solo sirven como consumo
interno para los previamente convencidos de sus premisas.
20
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
parece más aconsejable una explicación clara de las características de la construcción que un cambio terminológico forzado.
2.2. Frase nominal y frase sustantiva.
La justificación de la diferencia entre la frase nominal y la frase sustantiva
pasa por el reconocimiento de la existencia de un valor determinante gramaticalmente diferente de la mera expansión modificadora. Digo un valor determinante
diferenciado gramaticalmente porque, como sabemos (vid. Jiménez Juliá, 2006 §
1.3.2.), a la determinación semántica puede llegarse a través de recursos muy distintos. O, en otros términos, la evidente diferencia entre la modificación y la determinación semántica debe tener un correlato gramatical para que se justifique una
distinción de tipos de unidad. La situación ideal sería aquélla en la que un tipo de
unidad fuese semántica y gramaticalmente determinativa, y otro semántica y gramaticalmente modificadora, y aunque, en términos generales, existe una cierta
correspondencia, la lengua no mantiene una distinción tan nítida. Veamos, por
tanto, los factores que tenemos que tener en cuenta para describir adecuadamente la
situación en relación con estos dos procesos, para, finalmente, poder identificar los
rasgos de uno y otro tipo de unidad.
Tres son los parámetros relevantes para determinar el valor gramatical de
las unidades que inciden en elementos nominales:
(a) en primer lugar, la existencia, o no, de un proceso de oblicuidad semántica, según el cual la unidad caracterizada adquiere rasgos extensivos o intensivos
de la unidad adjunta;
(b) en segundo, la existencia, o no, de un proceso de habilitación sintagmática, según el cual la unidad caracterizada adquiere posibilidades (en concreto,
temáticas), en principio, inexistentes sin la unidad adjunta.
(c) Finalmente, el carácter de proceso gramatical recursivo o único de la
adjunción.
La determinación gramatical viene de la mano de la ausencia de oblicuidad
semántica, de la habilitación sintagmática y del carácter de proceso único, no repetible ante una misma unidad, por parte del determinante. La modificación en cambio, suele tener la característica (a), puede tener (b) ―en el caso de los llamados
adjetivos determinativos―, pero no puede atribuírsele (c), aunque, naturalmente,
los adjetivos no son acumulativos de modo indefinido o irrestrictivo.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
21
2.2.1. Modificación y determinación
La existencia de oblicuidad semántica, entendiendo por tal el proceso de
traspasar los rasgos semánticos de una unidad a otra de modo que la unidad que las
recibe ve enriquecido su inventario de rasgos definitorios está ligada a la operación
sintáctica de la expansión (modificación y complementación), al menos cuando se
produce entre unidades analíticamente expresadas10. Así, podemos decir que un
proceso de oblicuidad supone siempre, en el plano significante, esto es, sintáctico,
una expansión, modificadora o complementaria. La modificación prototípica se
puede definir como la adición de rasgos léxicamente expresados a una unidad previamente establecida sin que dicha adición altere ni su naturaleza semántica inicial
ni sus posibilidades sintagmáticas globales. La modificación es una expansión que,
al igual que la complementación, define las estructuras hipotácticas construidas
sobre la base de un núcleo y el conjunto de sus expansiones. Los recursos modificadores de las unidades nominales son, básicamente, los adjetivos calificativos, así
llamados precisamente por su propiedad cualificadora, las estructuras preposicionales ―que no son otra cosa que nombres subordinados expresados mediante un
caso analítico oblicuo―, y las estructuras relativas. Algunos adverbios también
pueden modificar elementos nominales.
La determinación (gramatical), por su parte, es la caracterización de una
unidad como ‘actualizada’. En este proceso no hay, en sentido estricto, traspaso de
rasgos de una unidad a otra, sino ubicación de una unidad cuyos rasgos definitorios
permanecen inalterados11. O, con un ejemplo sencillo en las dos secuencias
siguientes (1-2)
(1) Casa alta
(2) Esta casa
10
No entro ahora en la cuestión de si la afijación morfológica (por ejemplo, libr-ero <
libro; cas-ero < casa) implica una operación similar, pues los procesos que no se dan a
través de unidades analíticamente expresadas, sino mediante unidades integradas en la
estructura morfológica de la palabra, quedan fuera del ámbito de esta monografía.
11
De acuerdo con Trujillo (1987, 351) un elemento con valor determinante
“sitúa contenidos en el universo del discurso, pero no como lo hace el adjetivo
verdadero, es decir, añadiendo rasgos “descriptivos” al contenido nominal, sino
“dando su situación”, esto es, bien indicando que un contenido referencial es ya
conocido, bien cuál es su posición con respecto a la persona que habla, bien cuál es
su cantidad o extensión, bien qué lugar ocupa en el eje del tiempo, bien qué relación guarda con otros elementos del discurso, etc.”.
22
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
hay una diferencia cualitativa de resultados tras la incidencia de, respectivamente,
alta y esta con respecto a casa. En (1) los rasgos de alta se traspasan a casa, dando
lugar a una unidad semántica nueva, producto de la suma de los rasgos de casa y
de alta. Podríamos tener una unidad léxica cuyo significado fuese el de la construcción, pues no hemos hecho más que incorporar a una unidad semántica los rasgos
de otra (de hecho, el significado de la palabra rascacielos está cercano al de (1)).
En (2), en cambio, no podemos decir que tras la adjunción de esta tenemos un
nuevo tipo de casa con unas características semánticas más completas. En absoluto.
Tenemos la misma unidad semántica casa de antes, pero ahora identificada en
cuanto a su posición deíctica12. Si en la modificación, al menos en la modificación
prototípica, el proceso supone un enriquecimiento semántico de la unidad, dejando
inalteradas sus propiedades clasemáticas y sus posibilidades sintagmáticas, en la
determinación (prototípica) sucede lo contrario. La determinación ‘pura’ supone la
inalterabilidad no solo de la clase semántica, sino también de los propios rasgos
semánticos de la unidad inicial, y, en cambio, la transformación de sus posibilidades sintagmáticas. La diferencia entre esta casa y casa reside en que la segunda
tiene muy limitados los contextos en los que puede aparecer, mientras que la primera tiene prácticamente todas las posibilidades. Como en el caso de la modifica12
Fuentes Rodríguez (1989) habla de dos ‘huecos funcionales’ diferenciados, que relaciona directamente con el artículo y con el adjetivo, respectivamente. El primero es el
del
“elemento que precede al sustantivo, que tiene una misión: actualizar, realizar una
operación discursiva. El elemento que la cumple sin ningún otro valor añadido es
un segmento, una lexía a la que se llama artículo, que tiene una misión en el sintagma y otra textual” (Fuentes Rodríguez, 1989, 246).
Este hueco funcional –de acuerdo con la autora– se opondrá al del adjetivo en tres
parámetros (vid. 1989, 260), el distribucional, por su posición antepuesta, frente a la
pospuesta o secundaria de los adjetivos, la relacional, por su interdependencia con lo
actualizado, frente a la determinación de la modificación –o adyacencia– adjetiva y, finalmente, su valor, de carácter ‘coordenativo’, esto es, básicamente textual, frente a la
‘adscripción sémica’ del adjetivo. De nuevo en sus términos:
“en los modificadores aparecen términos con contenido semántico. Es una descripción semántica que Coseriu (1962) [= 1955-56 T.J.J.] llama “delimitación”, se
modifican las características designativas del signo, afecta al contenido semántico
del mismo. Los actualizadores, por el contrario, son elementos de contenido no
semántico, no denotativo, sino coordenativo. Siguiendo el esquema de Coseriu
(1962) desempeñan los procesos de selección (indefinidos), situación (demostrativos y posesivos) o cuantificación (numerales), en suma, lo que este autor llama
“discriminación”, operación previa a la “delimitación” de los adjetivos” (1989,
251).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
23
ción, existe un grupo de elementos que prototípicamente realizarán la función determinante: los llamados, por eso mismo, ‘determinantes’, con las variaciones conceptuales, terminológicas y de inventario que encontremos según marcos teóricos.
Como veremos dentro de un momento, las manifestaciones prototípicas de la determinación tendrán a su lado otras intermedias, con rasgos propios de la determinación y de la modificación, que son las que oscurecerán la descripción de los
procesos y provocarán que los árboles dificulten la visión del bosque.
2.2.2. La habilitación sintagmática
Como acabamos de ver, la consecuencia fundamental de la ubicación en la
esfera del conocimiento de los interlocutores proporcionada por la determinación
es la habilitación sintagmática de la unidad. Más concretamente, su habilitación
como unidad presentativa, temática. Determinantes y adjetivos determinativos, esto
es, los tradicionales adjetivos determinativos, son el recurso más directo para esta
habilitación. Hay que hacer, sin embargo, dos precisiones en relación con los medios de conseguirla. La primera es que, si bien existe una clase específicamente
determinante, no todos sus miembros tienen el mismo ‘poder’ habilitador: un determinante indefinido, en una lengua de carácter fuertemente temático como el
español, verá su ámbito de uso como caracterizador sintagmático más limitado con
respecto a un determinante definido. O, dicho de otro modo, en castellano es poco
esperable oír algo como (3), que suele sustituirse por (4). (5), sin embargo, es perfectamente normal. De todos modos, (4) también supone una caracterización sintagmática, aunque sea de menor espectro que (5), como lo prueba la imposibilidad
de (6):
(3) (?) Un tren cargado de juguetes llegó
(4) Llegó un tren cargado de juguetes
(5) El tren cargado de juguetes llegó
(6) *Llegó tren cargado de juguetes
La segunda precisión hace referencia a la posibilidad de adquirir esta
habilitación sintagmática por métodos indirectos. Así, sabemos ya que ciertas modificaciones calificativas, preposicionales o relativas, así como algunos valores
morfológicos contextualmente localizados pueden actuar como si de determinantes
se tratasen. Así en
(7) veo nubes a través de la ventana
(8) agua que no has de beber, déjala correr
24
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
la determinación de nubes se consigue a través de medios que combinan los estrictamente morfológicos, el plural del sustantivo (*veo nube) con, en menor medida,
la posición posverbal (no temática); la determinación de casa, por su parte, se logra
mediante la modificación relativa (*agua, déjala correr). Ahora bien, estos procedimientos determinativos son indirectos. El valor del plural morfológico se solapa
con el del indefinido genérico (unas), y de ahí que en posición no-temática pueda
sustituir una determinación más explícita. Igualmente, la modificación supone
primariamente un proceso de oblicuidad mediante el cual se produce un traspaso de
rasgos sémicos de una unidad (el modificador) a otra (el núcleo) que los recibe.
Estos datos, sin embargo, dan pistas sobre cómo ubicar la entidad referida en la
esfera del conocimiento que, con frecuencia, son suficientes comunicativamente,
de modo que en estos ejemplos la adición de unidades como unas (nubes) o el
(agua) no añadiría nada nuevo a lo ya interpretable sin ellas. Ello permite ver que a
la hora de habilitar sintagmáticamente o, más específicamente, temáticamente, una
unidad, los recursos prototípicos se ven acompañados de otros coyunturales pero,
en ciertos contextos, igualmente efectivos.
2.2.3. Recursividad y proceso único
Sabemos que el conjunto de unidades con valor determinativo, esto es
determinantes y adjetivos determinativos, tienen en común dos cosas: su valor
habilitador de una referencia y su posición antepuesta a ella. Si nos fijamos solamente en estos dos aspectos, no habrá diferencia entre unos y otros, y esta es la
razón de su fusión habitual, no solo en la llamada gramática tradicional, sino en un
sentido más general, tradicionalmente.
Hay, sin embargo, una diferencia crucial desde el punto de vista gramatical: el proceso de gramaticalización que transformó un grupo de estas unidades.
Esta gramaticalización no alteró, naturalmente, el valor de habilitador sintagmático
de las unidades afectadas, y tampoco sus características posicionales, pero hizo
desaparecer su carácter sintáctico y con ello, su posibilidad de recursividad, esto es,
la posibilidad de aplicarse a un conjunto previamente caracterizado por una unidad
de su mismo paradigma. Esta desaparición es el índice más claro de morfologización de una unidad, por cuanto sustituye la construcción libre y recursiva por la
construcción fija e inamovible. Tras la gramaticalización, el conjunto de unidades
determinativas quedó configurado en los dos grupos ya mencionados, a saber:
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
25
(a) adjetivos determinativos o determinantes sintácticos, caracterizados por
su posición antepuesta y su incidencia sintáctica, que tiene como resultado su posibilidad de acumulación, siempre dentro de los límites de las compatibilidades
semánticas. Así, encontraremos secuencias como:
(9) Otras muchas cosas
(10) Tales cuatro primeros días fueron terribles
La posición fijada como antepuesta, por otra parte, no implica necesariamente la morfologización de la unidad, aunque a menudo sea un índice de ello,
sino que es un rasgo de identificación funcional que, aunque muy poco explotado
en las unidades sintácticas en castellano –lo es en otras lenguas– lo encontramos
con cierta frecuencia asociado a los modificadores nominales: los adjetivos
clasificatorios solo van pospuestos a su núcleo, al igual que las estructuras preposicionales y relativas. Los restrictivos pueden ir delante o detrás del núcleo; si van
detrás pueden llegar a interpretarse como clasificatorios, pero si van delante se
interpretarán solo como restrictivos (cfr. Rojo, 1975). Los determinativos, finalmente, solo van delante.
(b) Un segundo grupo, el de los determinantes, de carácter subsintáctico o
paramorfológico, que, como acabamos de ver, comparte con la categoría de la que
procede tanto su posición como su valor habilitador sintagmático (temático), pero
no la posibilidad de su uso recursivo, esto es, no comparte su carácter sintáctico,
convirtiéndose en una unidad cuya aparición supone un proceso gramatical único,
propio de las unidades paradigmatizadas.
2.2.4. Adjetivos calificativos, adjetivos determinativos y determinantes.
Rasgos distintivos.
Podemos comparar los rasgos de los tres tipos de unidades incidentales
vistas, a saber, adjetivos calificativos, adjetivos determinativos y determinantes
mediante un esquema que nos muestre sus puntos de contacto y sus divergencias,
o, más brevemente, sus oposiciones.
26
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
CUADRO II
ADJETIVOS Y DETERMINANTES. RASGOS DIFERENCIALES
RASGOS
UNIDADES
Incidencia semántica
extensiva/intensiva
Habilitación temática
Proceso único
(subsintáctico)
Adjetivo
calificativo
Adjetivo
determinativo
determinante
+
―
―
(―)
+
+
―
―
+
De acuerdo con el cuadro, podemos considerar que los adjetivos calificativos son las unidades con función de modificación sintáctica prototípicas, pues
responden positivamente al rasgo de incidencia semántica, y negativamente a los
otros dos, si bien, como vimos hace un momento, la mera modificación puede
servir en contextos concretos como ubicación sintagmática, esto es, puede ‘determinar’ semánticamente una referencia. A este grupo se unirían los demás modificadores típicamente nominales mencionados, las estructuras preposicionales y las
relativas. En el otro extremo tendríamos los determinantes, cuya unidad prototípica
es el artículo. Este grupo responde positivamente a los rasgos de ubicación sintagmática y de proceso único, y negativamente al de incidencia semántica
extensiva o intensiva. En medio se situarían los adjetivos determinativos, esto es,
las unidades inicialmente adjetivas pero fijadas en posición inicial y con capacidad
por sí solas para ubicar sintagmáticamente una referencia. Comparten este último
rasgo con los determinantes, pero comparten con los calificativos su cualidad
sintáctica y, con ello, su valor recursivo. Si expresamos esto en un nuevo cuadro
tendríamos el siguiente esquema:
CUADRO III
ADJETIVOS Y DETERMINANTES. RASGOS COMUNES
sin rasgos
comunes
(directos)
ADJETIVOS CALIFICATIVOS
Rasgo común
recursividad
ADJETIVOS DETERMINATIVOS
Rasgo común
ubicac. Sintag.
DETERMINANTES
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
27
2.2.5. Frase sustantiva vs. frase nominal
De acuerdo con lo visto, podemos plantear cuál es la descripción más adecuada para dar cuenta de la realidad de la lengua en cuanto a este tipo de adjuntos.
Las posibilidades son tres:
a) considerar más importante el papel de ubicadores sintagmáticos que
comparten adjetivos determinativos y determinantes, haciendo caso omiso a sus
diferencias de comportamiento gramatical en relación con la recursividad. Ello nos
lleva a hablar de una (única) función determinante que se opone a la modificación
calificativa.
b) Considerar prioritario para la descripción las diferencias de grado de
gramaticalización entre adjetivos (tanto calificativos como determinativos) y los
determinantes, separando, entonces una función sintáctica modificadora, propia de
los adjetivos, que puede tener variantes diversas, entre ellas, la modificación presentadora y la intensiva, y un valor determinante subsintáctico.
c) Separar los tres tipos de unidad señalados como portadores de tres valores funcionales (o sintagmáticos, en general) diferentes.
La primera opción es la más habitual, pues es la adoptada de un modo
implícito tanto por las gramáticas tradicionales como por los que separan radicalmente el artículo de los demás determinantes (vid. § 3.1. infra), lo que les exime de
incluir en esta unidad una función sintáctica (articular) difícilmente justificable
como tal. La tercera supondría multiplicar las funciones en exceso, pues la diferencia del comportamiento sintáctico entre una unidad como muchos y una unidad
como buenos no es muy distinta a la que separa otras variantes dentro de una
misma función sintáctica. Por ello, la descripción más adecuada, y la que permite
poner en el lugar que le corresponde las modificaciones en la naturaleza de las
unidades, es la que arriba se ha descrito como opción (b), esto es, la que considera
dos grandes acciones sintagmáticas, una sintáctica, que agrupa la función modificadora de adjetivos de distintos tipos, además de otros tipos de unidad, y otra subsintáctica que, igualmente, incluye la acción de determinantes con diverso grado de
gramaticalización, pero unidos por la pertenencia a un mismo paradigma de valores
mutuamente excluyentes. De este modo, aunque hay una evidente diferencia entre
la modificación determinativa y la modificación cualitativa, ésta no rebasa los
límites de lo que consideramos definitorio de la función sintáctica ‘modificador’, a
saber, una horma significante portadora de un valor semántico, recursivamente
expresable y manifestable sustancialmente por concordancias o elementos relacio-
28
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
nales con un núcleo de carácter nominal. Las diferencias que podamos ver entre
muchas y buenas en la frase sustantiva (11) no son distintas de las existentes entre
verdaderamente y con sus padres en la frase adjetiva (12):
(11) muchas cosas buenas
(12) verdaderamente bueno con sus padres
En todos los casos hablamos de ‘modificación sintáctica’ porque, como
hormas significantes que son, no caben mayores distinciones sin caer en la descripción casuística o puramente sustancial de los ejemplos concretos. Será la estructura
jerárquica la que nos diga el lugar, más que la función, que ocupa cada uno de los
modificadores dentro del sintagma, y, con ello, el valor relativo que cada modificador tiene en el conjunto. O, con un ejemplo, todos los elementos señalados son
modificadores, pero los antepuestos, reservados para valores no extensivos y prioritariamente cuantificativos o ponderativos, se sitúan ahí en castellano, y en otras
muchas lenguas, por su mayor ámbito relacional, siendo habitualmente los modificadores pospuestos menos externos y, por tanto, más integrados en la estructura
semántica del núcleo. Por eso, la estructuración de (11) y (12) permitirá ver el diferente ámbito sintáctico de uno y otro modificador:
(11’)
frase sustantiva
MODIF.
NÚC.
adj.det.
Muchas
NÚC.
MOD.
sust.
adj.calif.
cosas
buenas
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
(12’)
29
frase adjetiva
MOD.
NÚC.
adverb.
NÚC.
MOD.
adj.calif.
f.prep.
verdaderamente bueno con sus padres
Esta situación es la que ha aconsejado adoptar la opción (b) de las tres
posibles, y, a consecuencia de ello, la distinción entre determinantes y adjetivos
determinativos (estos últimos como subtipo de los adjetivos), con la consiguiente
separación entre frase nominal y frase sustantiva.
La frase nominal será, por tanto, la unión de un determinante con una unidad que queda así referencialmente identificada. Aunque las posibilidades sintagmáticas del determinante general (el artículo) y los específicos (demostrativos,
posesivos y ciertos indefinidos) no son las mismas, dado que el primero puede
nominalizar cualquier unidad y los otros inciden sobre unidades (vistas como)
sustantivas, su actuación relevante es la misma, de ahí que compartan acción gramatical y, con ello, tipo de unidad que contribuyen a formar.
La frase sustantiva, por su parte, es el resultado de la expansión sintáctica
de un sustantivo, esto es, de su expansión potencialmente recursiva (lo que no implica realmente ilimitada) con modificaciones (casa ALTA) o complementaciones
(tendencia A LA DEPRESIÓN), que, como toda expansión, no varía la clase semántica de
su núcleo. La frase sustantiva, en contraste con la frase nominal, pertenece al
mecanismo constructivo endocéntrico que nos permite ampliar recursivamente
otras unidades, sean éstas adjetivas (MUY fácil DE HACER), adverbiales
(VERDADERAMENTE lejos DE LA CIUDAD), verbales (alquilé UN YATE), unidades
sintácticamente complejas (VERDADERAMENTE, si haces eso eres tonto; TODOS LOS DÍAS,
me levanto temprano y desayuno jalea real) o, incluso, unidades paramorfológicas
([algo] TOTALMENTE sin sentido; SOLAMENTE una vez DE CADA TRES), si bien la tradición
gramatical reciente (desde Bloomfield) solo ha acuñado términos para aquellas
estructuras endocéntricas cuyo núcleo es una de las cuatro clases de palabra plenas.
30
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
2.3. Diferencias entre el artículo y los determinantes.
2.3.1. Generalidades
La tercera cuestión hace referencia a las diferencias entre el artículo, como
determinante general, y los demás determinantes de carácter específico (o ‘plenos’,
en términos de Lapesa). Las peculiaridades del artículo hacen que sea frecuente
establecer una diferencia cualitativa entre el valor del conjunto ‘artículo + sustantivo’, por un lado, y el de ‘(otros) determinantes + sustantivo’, por otro. Alarcos y
sus discípulos, de un modo explícito, pero también posturas muy alejadas de éstos,
como la de Bosque-Moreno (1990) coinciden, por caminos opuestos, en separar
radicalmente el artículo de las demás unidades determinantes: los primeros por
considerar que éste no es sino un morfema sustantivador; los segundos, por verlo
como un pronombre nuclear (dejando implícito que los demás, esto es, demostrativos o posesivos antepuestos, son adjetivos complementarios). Por el contrario,
autores como Cohen (1967), Barrera Linares (1982), Trujillo (1987), Fuentes
Rodríguez (1989, 1990), Eguren (1990) (éste desde un enfoque chomskiano), o el
propio Lapesa, tienden a resaltar los aspectos comunes entre artículo y demás determinantes frente a los diferenciales, todos ellos con argumentos parcialmente
diferentes.
Esta cuestión está estrechamente relacionada con la naturaleza categorial
del artículo, que trataré en § 3. En efecto, la trayectoria histórica y el valor sintagmático del artículo nos permiten saber claramente qué no es. Hay, sin embargo,
distintas opiniones sobre lo que realmente es. Así, partiendo siempre del reconocimiento general de su carácter desgastado o gramaticalizado con respecto a su étimo
latino hay que distinguir dos posturas iniciales sobre la naturaleza del artículo, de
las que luego se desprenden variantes argumentativas. Por un lado, los que lo consideran como un elemento dependiente de la unidad a la que se adjunta, unidad ésta
habitualmente identificada con un sustantivo. Dentro de este grupo, y frente a los
que lo ven más o menos cercano a los demás determinantes, destaca el de quienes
hacen hincapié en su carácter desgastado y, por ello, en sus rasgos diferenciales
con los (otros) determinantes, tratándolo como una unidad sustantivadora de lo que
viene detrás (si no es un sustantivo), consideración que tiene sus mayores defensores en Alarcos Llorach y sus discípulos (Gutiérrez Ordóñez, Álvarez Martínez,
Martínez, Iglesias Bango), pero que, de un modo menos extremado, (sin relegar el
artículo a la condición de morfema sustantivo, y hablando en la mayoría de los
casos de sustantivación ‘funcional’) también defienden autores como Lenz (1920, §
172), Gili Gaya (1943, §§ 231-232, ciñéndose a las estructuras relativas), Lope
Blanch (1962) o Alcina-Blecua (1975, § 3.4.0.2). Se pueden incluir aquí algunas
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
31
consideraciones más matizadas como las de Briz (1989). Frente a la visión anterior
se sitúan los que de un modo más o menos generalizado otorgan al artículo una
naturaleza pronominal y, con ello, un valor subordinante con respecto a la unidad a
la que acompañan, que se convierte así en una precisión de la referencia indicada
por el pronombre. Esta visión está relativamente extendida cuando se trata de analizar la unidad neutra lo, pero también se aplica en algunos casos a manifestaciones
de las unidades el, la, los, las y, en posturas extremas, a todo el paradigma y en
todos los casos. Sostiene esta opinión, así expresada en términos generales, Bello
(1847, § 277 y §§ 973-981) quien habla claramente del artículo como una unidad
pronominal y muy particularmente, del pronombre lo. Fernández Ramírez (1951, §
158) sigue la misma idea y la extiende de un modo algo vago a las formas masculinas y femeninas (cfr. §§ 140 y ss.). Y lo mismo encontramos en Lázaro Carreter,
(1975, § 14.1). Lapesa (1966, 1970, 1979, 1984) habla de función sustantiva del
artículo (no solo lo) en ciertos casos, si bien –como veremos (§ 4.6, infra)– destaca
su naturaleza articular y no parece darle a esa función sustantiva la dimensión
sintáctica que vemos en otros autores. Garrido Medina (1986) habla de núcleo
pronominal en el caso de lo y de las relativas sin antecedente. Finalmente, y de un
modo más categórico, Bosque-Moreno (1990) defienden, en la práctica, la inexistencia de un artículo salvo como nombre de lo que consideran pronombres clíticos
de valor nuclear en el sintagma en el que funcionan. En (§ 3.3, infra) revisaré con
cierto detalle estas propuestas. Si ahora hago alusión a ellas es porque en las dos
posturas mencionadas, con pocas excepciones –como la de Lapesa–, el artículo se
ve como algo cualitativamente distinto de los determinantes, y no como un miembro general y con mayor grado de gramaticalización de un paradigma más amplio.
Veamos, por tanto qué rasgos diferencian al artículo de los demás determinantes y
en qué medida estas diferencias justifican la habitual separación entre el primero y
estos últimos.
A la hora de establecer los paradigmas de unidades analíticas en una lengua
hay que tener muy en cuenta que sus miembros, palabras estructurales creadas a
partir de unidades inicialmente léxicas, suelen tener orígenes parcial o totalmente
distintos y períodos de formación igualmente variados. No hay más que echar un
vistazo al inventario de preposiciones del español actual. Estas unidades, además,
se han ido creando para cubrir necesidades expresivas concretas, por lo que la lengua no siempre necesita que los nuevos miembros tengan las mismas posibilidades
de aparición o los mismos efectos que las unidades ya existentes. De nuevo remito
a las diferencias de comportamiento entre, por ejemplo, la preposición de y la preposición según, sin que a nadie –que yo sepa– se le ocurra poner en duda la pertenencia de una y otra a la categoría preposicional. Podemos concretar las diferencias
32
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
fundamentales que podemos encontrar en las unidades estructurales (analíticas) con
valores básicamente comunes, en los rasgos (a-c):
(a) el grado de gramaticalización de cada miembro;
(b) el ámbito de uso dentro de un valor uniforme, y
(c) su valor sintagmático-paradigmático, esto es, su actuación en relación
con el texto y en relación con otras unidades de su mismo valor sintagmático.
Los dos primeros permiten ver variaciones en el interior de un paradigma
y, por tanto, establecer subgrupos dentro del mismo. El tercero define propiamente
el paradigma. Veámoslos por separado.
2.3.2. Grado de gramaticalización
Las distintas clases y subclases de palabras pueden clasificarse, entre otros
criterios, según el grado de gramaticalización que hayan sufrido. Un sustantivo es,
en principio, una unidad de gramaticalización 0, esto es, un elemento que no ha
sufrido una restricción en su sintagmática general que le imposibilite para actuar
como tal. Empieza a sufrirla en el caso de las colocaciones, pero hasta que pierda la
posibilidad de comportarse dentro de los contextos donde habitualmente lo haga
como lo hacen los sustantivos, o vea restringida su estructura morfológica, seguirá
siendo una unidad no-gramaticalizada o, al menos, no recategorizada en virtud de
su gramaticalización. Y lo mismo diremos de las demás palabras ‘plenas’ (adjetivos, verbos o, con mayor cautela, adverbios). En Jiménez Juliá (2006, § 4.4.1. tabla
XIX) se hacía una aproximación al grado de gramaticalización que podía atribuirse
a las distintas clases de palabras en español, según su comportamiento en relación
con distintos rasgos, y más adelante (id., § 4.4.2., tabla XXII) veíamos una gradación más sutil que permitía establecer diferencias de grado de gramaticalización
dentro de los propios determinantes. Pues, bien, podemos decir que el carácter
gramaticalizado o no de una unidad (en este caso, de un determinante) viene dado
por el grado de integración de la unidad en la palabra o palabras con las que se
relacionan como elemento de carácter instrumental, definiéndose el tipo concreto
de categoría instrumental según su actuación sintagmática con respecto a estas
unidades. En este sentido, el artículo y los demás determinantes no observan diferencias relevantes entre sí, pues uno y otros tienen un similar grado de integración
en la unidad a la que se adjuntan y unos mismos efectos sintagmáticos, pese al
valor de ‘sustantivador’ que se otorga al primero por su distinto ámbito de actuación. Unidades como el, mi o un no solo comparten grado de gramaticalización,
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
33
sino incluso desgaste fónico y, en gran medida semántico. Unidades bisílabas como
este o algún), o trisílabas (como alguna) conservan el acento secundario en el sintagma (//ésteNiño//, //algúnaKOsa//) pero el grado de gramaticalización es similar
al de los anteriores. Otra cosa, que puede confundir a quien no observe estos fenómenos adecuadamente, es la pervivencia de la unidad origen de la gramaticalización como unidad plena: la utilización de un demostrativo antepuesto, pospuesto y
pronominal, o de un posesivo abreviado antepuesto y otro pleno pospuesto o nominalizado da la impresión de la existencia de un juego de unidades en este caso que
no concurre en el artículo. Pero esto, como sabemos, es simplemente falso. El correlato tónico del artículo es el pronombre personal, y si no hay un correlato adjetivo pospuesto es porque las formas adjetivas pervivieron solo como los demostrativos originales que eran, y no, lógicamente, como formas del recién creado artículo. Pero aunque hubiera diferencias en este sentido –que, insisto, no las hay–,
ello no tendría mayor relevancia: tanto la unidad de como la unidad según son
justamente incluidas dentro del paradigma de las preposiciones por los aspectos
antes indicados (grado general de gramaticalización y actuación sintagmática). No
hay duda, sin embargo, de que existen diferencias tanto en el ámbito en el que
pueden actuar como en ciertas condiciones relativas a sus términos (forma de incidir en los verbos, caso de los pronombres, posibilidades de elisión del término).
Igualmente, tan verbo auxiliar es he en (13) como tengo en (14):
(13) Te he dicho mil veces que no hagas eso.
(14) Te tengo dicho mil veces que no hagas eso.
El hecho de que tener conserve sus usos léxicos y haber los haya perdido
no incide en absoluto en la consideración de uno y otro como verbos auxiliares de
formas perifrásticas en igualdad de condiciones. La generalización de haber y el
carácter más restringido de tener tan solo influyen en el ámbito de actuación de
uno y otro, pero no en la actuación en sí.
De todo ello podemos concluir que artículo y demás determinantes, pese a
las diferencias que podemos hallar en otros ámbitos, no observan diferencias relevantes en cuanto a su gramaticalización, siendo todos ellos unidades
caracterizables como formas de un primer grado de gramaticalización que se
adjuntan a una unidad, sin integrarse en su estructura morfológica, con el fin de
convertirlas en formas nominativas, esto es, con capacidad presentadora, y
formando un paradigma de miembros mutuamente excluyentes.
34
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
2.3.3. Ámbito de uso.
El ámbito de uso es el factor que en mayor medida ha contribuido a separar
el artículo de los demás determinantes y considerarlo como un ‘sustantivador’,
dado que mientras (al menos, en principio) los determinantes ‘plenos’ solo podían
asociarse a (unidades interpretadas como) sustantivos, el artículo podía asociarse a
cualquier cosa, siendo el resultado sintagmático igual al de un determinante (de
cualquier tipo) y un sustantivo. Esto es, mientras encontramos este chico o mi
padre y no (?) este agradable o (?) mi de Murcia, podemos encontrar sin problemas el chico, el padre, el agradable y el de Murcia. Ello –se suele concluir– implica el carácter sustantivador del artículo.
2.3.3.1. Antes de nada hay que decir que la diferencia de ámbito de uso es
relativamente habitual entre los paradigmas estructurales, sin que los elementos
más limitados en cuanto a sus posibilidades sean considerados distintos del general
(normalmente, uno) sino, tan solo, como elementos marcados. Por poner un ejemplo de otro ámbito, en castellano tenemos coordinaciones como (15-16) o (19-20),
que tienen una equivalencia tanto estructural como semántica, pero no podemos
decir lo mismo de (17-18) o (21-22):
(15) Mis padres y mis hermanos llegaron ayer
(16) Tanto mis padres como mis hermanos llegaron ayer
(17) Dos y dos y tres son siete
(18) Tanto dos como dos como tres son siete.
(19) Ana estudia y trabaja
(20) Ana tanto estudia como trabaja
(21) Ana estudia y Luisa trabaja
(22) (?) Tanto Ana estudia como Luisa trabaja
¿Cuál es el problema? Pues, sencillamente, que en el paradigma de las
conjunciones coordinativas copulativas la unidad y constituye el elemento general,
no-marcado, que puede unir todo tipo de valores semánticos asociativos (acción
paralela, como en (15), o asociación necesaria, como en (17)), y todo tipo de unidades (frases nominales, como en (15), pronombres numerales, como en (17), frases verbales, como en (19) o claúsulas, como en (21)). Tanto ... como, en cambio,
pese a ser una conjunción correlativa sólidamente asentada como tal, producto de
la gramaticalización de una construcción relativa13, supone una forma marcada
13
Para el estudio de la formación de construcciones con como es ineludible Cano Aguilar (1995). Para los usos de como en español actual vid., asimismo, Jiménez Juliá
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
35
limitada en su ámbito contextual, tanto semántico como sintagmático. Semánticamente solo expresa coordinaciones con valor de ‘acción paralela’, de ahí la inadecuación de (18) como equivalente de (17). Sintagmáticamente puede usarse con
todo tipo de unidades, frases verbales incluidas, pero por razones en las que ahora
no es pertinente entrar, no con cláusulas, de ahí la poca viabilidad de (22). Ello, sin
embargo, no supone ninguna merma en el carácter de conjunción coordinativa
(correlativa) de tanto ... como, que viene a expresar con un contenido específico lo
que de un modo más general, semántica y sintagmáticamente también puede expresar y. O, dicho más brevemente, y aparece en todos los contextos de tanto ... como,
pero no viceversa14.
2.3.3.2. En el caso de los determinantes, la diferencia entre el artículo,
como actualizador ‘vacío’ (según término de R. Lapesa, 1973) y los demás (actualizadores ‘llenos’) reside, como recordaba Lázaro Carreter (1975, 40 y ss.), en que
mientras el primero, por su propio vacío semántico, se limita a presentar una unidad dentro del universo (físico, empírico o natural) conocido por el interlocutor, los
(demás) determinantes aluden a elementos que no se hallan dentro de ese universo
y, por tanto, no son conocidos como tales elementos, sirviendo el determinante,
precisamente, para dicha actualización15. Sabemos, igualmente, que los
determinantes son inicialmente los herederos nocionales de las marcas de caso
nominativo y, como tales, se asocian a elementos referenciales, esto es, a unidades
susceptibles de actuar como temas –papel primordial de los nominativos– y, por
tanto, reconocibles como entidades. Es evidente, por otro lado, que las unidades
que expresan la realidad como entidad y que, por tanto, son susceptibles de adquirir
inmediatamente el valor referencial son los sustantivos. Unidades como casa, niño,
gente o verdad son sustantivos porque son nombres que designan clases de unidades (aunque sean clases abstractas), y no propiedades de las mismas. No ocurre lo
mismo con las demás unidades, que designan primariamente propiedades, como
pueden ser adjetivos, como bueno, desconcertado o inteligente, o frases preposicionales16, como de aquí, sin tierra o con suerte, que carecen de la posibilidad de
ser tomadas por sí mismas como indicadores de entidades, precisamente por su
(2003).
14
Sobre esta restricción vid. Jiménez Juliá (1995a, § 3.1.1.2).
15
O, dicho de otro modo, el artículo no aporta un contenido, por lo que presupone el
conocimiento de lo determinado, mientras que los determinantes ‘llenos’ aportan un
tipo concreto de presentación semánticamente diferenciado. Uno y otros, sin embargo,
tienen un mismo resultado sintagmático como habilitadores nominales.
16
O, si quisiéramos hablar con propiedad, una unidad oblicuamente caracterizada mediante un procedimiento analítico, de carácter ‘paramorfológico’, como es la preposición en castellano.
36
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
inicial especialización en la designación de propiedades y no de entidades. O, de un
modo más gráfico, nadie, en principio, tiene en mente una clase de entidades que se
denomine de aquí, desconcertado o que llegó ayer. Estas unidades, por tanto,
aunque pueden llegar a servir como indicadoras de entidades, no figuran
inicialmente, como tales, como destinadas a tal fin. De ahí su necesaria ‘actualización’.
De acuerdo con esto, cuando utilizamos un sustantivo lo identificamos
inmediatamente como designativo de una entidad, por eso podemos considerarlo,
bien como algo ya presente de algún modo en el universo de discurso y, en consecuencia, actualizarlo ‘sin más’, o nombrarlo como algo no presente en el universo
del discurso, que necesita ser introducido con respecto a algún parámetro. Esto es,
podemos hablar de el hombre, considerando su presencia en el universo discursivo,
o introducirlo en él mediante un determinante que, además de actualizar, lo identifique con respecto a algún rasgo (posesión, deixis espacial, cantidad indeterminada), como en mi/este/algún hombre. Pues bien, estos rasgos de contenido asociados a los sustantivos a través de los determinantes ‘llenos’ no dejan de ser propiedades asociadas a entidades, aunque no tengan un carácter extensivo o intensivo.
No en vano son valores expresados adjetivalmente en latín, y, asimismo, expresables adjetivalmente en castellano mediante las formas tónicas de los propios determinantes. Ello hace que la unidad determinada haya de ser, de entrada, decodificada como entidad, pues es en las entidades en las que inciden oblicuamente las
propiedades. De ahí la extrañeza de secuencias como mi inteligente o tu maravilloso, pues maravilloso e inteligente no son nombres que habitualmente se utilicen
para designar clases de elementos definidos por tener tal propiedad (esto es, como
sustantivos) sino tan solo para designar la propiedad (esto es, como adjetivos).
Cuando los nombres adjetivos (señaladores de propiedades) se utilizan normativamente como sustantivos (señaladores de clases definidas por la propiedad designada), como en americano o impertinente, entonces no hay problema en asignarles
un determinante (ese americano, tus americanos, un impertinente, etc.), y no porque sean éstos ‘más’ sustantivos que los otros, o que éstos tengan una doble cualidad formal (adjetiva y sustantiva) de la que carezcan los otros, sino porque estos
nombres, indicadores de propiedades y usados consiguientemente como adjetivos
son, a diferencia de los anteriores, normativamente utilizados para identificar
clases de entidades, o, si se quiere, ‘como sustantivos’. Es más, un adjetivo
habitualmente usado solo como tal, puede coyunturalmente adquirir valores
‘sustantivos’ en razón del contexto, y, en consecuencia, admitir determinantes
llenos: en un contexto familiar, un padre orgulloso puede decirle a su hijo pequeño
en plan cariñoso ¡mi aplicado!; está claro, sin embargo, que esto solo es posible si
previamente se ha caracterizado que aplicado no solo es un rasgo del niño, sino
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
37
que es lo definitorio de él: él es un aplicado, concretamente, mi aplicado.
Frente a esta asociación de rasgos necesariamente aplicada a entidades,
propio de la determinación ‘llena’, el actualizador ‘vacío’ –el artículo– aparece
asociado a una unidad lingüística sin aportación de otros rasgos que la misma
actualización, esto es, la ‘nominativización’ de la unidad a la que se asocia. No
exige, como los actualizadores llenos, que la unidad sea concebida de entrada como
una entidad, porque no va a asociarle propiedades de ningún tipo. Se trata,
simplemente, de una actualización ‘nominativizadora’. La consecuencia más
inmediata de ello es el tratamiento de lo actualizado como una entidad referencial,
concretamente, como una unidad definida por los rasgos de la unidad determinada.
Es importante tener en cuenta que lo que hace el artículo, como unidad vacía –y en
este sentido, también el otro determinante con cierto grado de ‘vaciedad’
semántica, el indefinido un– es tratar la unidad como una entidad, pero no como un
sustantivo. Un sustantivo es algo que designa entidades, cierto. Es más, es la
unidad que las lenguas especializan en la designación de (clases de) entidades. Pero
estas unidades ‘no-sustantivas’ tienen unos rasgos estructurales y unas
posibilidades sintagmáticas globales que ni son abandonadas cuando son tratadas
como entidades reales en virtud de su actualización a través del artículo, ni son
adquiridas por otras unidades cuando se actualizan. En el caso de que lo
determinado sea un nombre adjetivo, la diferencia con respecto a la determinación
de un sustantivo es escasa, pues se trata de unidades formalmente iguales con
diferencias normativas de uso (vid. Jiménez Juliá, 2006 § 4.1.2.2). Pero aun así, las
rasgos típicamente adjetivos (indicadores de propiedades) no se pierden y las
posibilidades derivadas de ellos tampoco: Cuando decimos el muy tonto, tonto está
siendo tratado como un adjetivo, no como un sustantivo, por mucho que se exprese
como designador de una entidad: es una entidad definida por la propiedad ‘(ser)
tonto’, y más concretamente, ‘(ser) muy tonto’ o, dicho de otro modo, es un
adjetivo que, gracias a su uso con actualizador, designa tanto una clase como la
propiedad por la que se define, y gracias a seguir siendo utilizado como tal, puede
graduarse. En realidad, en este caso, la variabilidad podría discutirse no tanto por la
acción del artículo, que en ningún momento cambia la entidad como tal, sino por la
identidad formal de adjetivos y sustantivos, que hace posible el uso virtual de
cualquiera de los primeros para designar entidades o de los segundos para designar
propiedades: un ladrillo es claramente una entidad. Si tomo ciertas propiedades que
asocio con la naturaleza de la unidad (tanto real como lingüística) ‘ladrillo’, puedo
hacer, sin cambios formales, un adjetivo: ese profesor es muy ladrillo; lo ladrillo
que resultan sus clases, etc. Solo es necesario conseguir que el sustantivo en
cuestión tenga propiedades que puedan elevarse (en una extensión metafórica de la
designación) al rango de definitorios de una propiedad, al igual que los adjetivos
38
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
pueden usarse como sustantivos si se convierten en definitorios de una clase de
entidades, llegando en este caso a normativizarse (con lo que se dice que ya son
sustantivos). De ahí que, recogiendo el ejemplo de Briz Gómez (1989, 106) (y
antes, de Bello)17 con una interpretación algo distinta, una misma unidad, como
pobres, pueda ser vista como clase de entidad que tiene un rasgo, con lo cual le
podemos aplicar una modificación típicamente sustantiva (los verdaderos pobres),
o vista como una propiedad que define una clase, con lo que su tratamiento gramatical será el de un adjetivo (los verdaderamente pobres). Y el artículo no ha tenido
nada que ver en uno y otro caso.
Ahora bien, esto que podemos decir de los adjetivos es aplicable a las demás unidades, con la particularidad de que en este caso sus diferencias formales
con los sustantivos no permiten su asimilación a dicha categoría en ninguno de los
casos. Cuando decimos los de Jaén, por ejemplo, estamos haciendo que un rasgo,
en este caso expresado por una unidad preposicionalmente caracterizada, designe
una clase. Y podemos hacerlo precisamente por el vacío semántico del artículo, que
permite interpretar una propiedad actualizada como indicadora de una clase por no
existir ninguna otra operación ‘de contenido’ que lo entorpezca 18. No podremos
decir, en cambio, *mis de Jaen, pues estamos introduciendo, a la par que con el
determinante actualizador, un rasgo ‘adjetivo’ (la posesión) que presupone la comprensión de ese sintagma como ‘entidad’, y eso normativamente no ocurre. Pero
puede llegar a ocurrir si se crea esa caracterización, sin necesidad de que se llegue
a una ‘lexicalización’ de la frase preposicional. En cualquier caso, ese conjunto
‘preposicion + sustantivo’ no se convierte en un sustantivo por el hecho de
designar una clase de entidades, ya que conserva todas sus posibilidades –las que
sean– y no adquiere las de un ‘sustantivo’, sino, las de una ‘entidad’, propiedades
que afectan solamente a sus posibilidades de expansión.
La actualización de una unidad y su consiguiente interpretación como entidad o clases de entidades referenciales es, por tanto, lo que desde siempre se ha
intuido y lo que se ha identificado de un modo ciertamente poco riguroso con la
‘sustantivación’, identificando ‘sustantivo’ con ‘carácter nominal’ o valor de entidad, y asimilando las unidades actualizadas a los sustantivos formales como pertenecientes todos ellos a una sola categoría ‘funcional’. Dejaré aquí cualquier comentario amplio sobre el carácter sustantivador del artículo, en el sentido utilizado
17
Y utilizado en su momento por I. Bosque (1989, 185).
Insisto, operación ‘de contenido’, pues aporta rasgos al conocimiento de la referencia,
pero no rasgos extensivos o intensivos, sino ubicadores.
18
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
39
por los defensores de las transposiciones, 19 limitándome a señalar que tal
consideración no es más que una confusión entre el valor semántico exigible a una
unidad determinada, un valor referencial solo aplicable a entidades, y la categoría
de sustantivo que, aunque creada para designar entidades, no agota las posibilidades de expresión de éstas y posee unos rasgos formales y sintagmáticos que nada
tienen que ver con otras unidades susceptibles de recibir el actualizador ‘vacío’,
esto es, el artículo.
Resumiré este primer factor, de carácter semántico, responsable de la
diferencia de uso de los determinantes llenos (inicialmente con sustantivos) y el
vacío (con otras unidades), diciendo que todo determinante, vacío o lleno, supone
la nominativización, por tanto, la referencialidad, de la unidad en cuestión y con
ello, su capacitación para actuar como ‘tema’.
Los determinantes llamados ‘llenos’ actúan sobre la unidad proyectando
sobre ellos unas ciertas propiedades, propiedades que solo se pueden proyectar
sobre entidades existentes. Eso conlleva que para usar uno de estos determinantes
(un mi, un este, un algún), las unidades determinadas deben ser usadas regularmente para designar entidades, lo cual ocurre con los sustantivos o con adjetivos
normativamente sancionados como nombres clasemáticos, además de alguna frase
preposicional20.
19
I. Bosque (1989) resume con bastante acierto los problemas de la consideración de la
sustantivación y, en general, de la transposición. Así, hablando de la consideración de
sustantivo para todo lo que pueda ser sujeto (lo cual coincide con la filosofía que lleva a
llamar transpositor a sustantivo al artículo), considera que el hecho de que dos o más
unidades
“puedan desempeñar funciones análogas en ciertos contextos no significa que
pertenezcan a la misma categoría. Obviamente no existe ningún sustantivo que no
pueda ser sujeto de algún verbo, pero de eso no se deduce que podamos llamar
“sustantivo” a todo lo que pueda ser sujeto, o –dicho de otra forma– que ganemos
algo con esa denominación” (1989, 44).
Esta clasificación resulta inútil porque la reunión en una sola categoría de unidades tan
dispares llevaría a la necesidad de hacer ‘subclasificaciones’ que “probablemente serían
los grupos de los que hemos partido (oración, frase prepositiva, frase nominal, etc.)”
(1989, 45), por lo cual,
“A menos que optemos por excluir de la gramática” una serie de hechos que delatan diferencias categoriales,
“no parece que se pueda evitar el mantener las diferencias entre las distintas categorías
sintagmáticas, aunque se acepte que estas “unidades de construcción” diferentes desempeñan funciones semejantes” (1989, 45).
20
Dada la indistinción formal entre sustantivos y adjetivos, podemos hablar aquí de
40
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Frente a ellos, el artículo se ha desposeído de expresión de propiedad alguna, se ha ‘desemantizado’ en este sentido, siendo tan solo una determinación
actualizadora pura (anafórica o genérica). Ello hace que su adjunción a una unidad
permita interpretar esta unidad como algo ‘referencial’, algo ‘determinado’ y, por
tanto, como una entidad o clase de entidades. Sea lo adjuntado un sustantivo u otra
cosa, el resultado es similar en cuanto a la designación, pero en ningún caso el
artículo cambia las propiedades categoriales de la unidad determinada. La confusión entre carácter referencial de lo determinado y carácter ‘sustantivo’ no tiene,
pues, mayor justificación, y las propiedades que los defensores de ésta aducen para
convertir lo determinado en sustantivo son las propiedades semánticas de toda
unidad con valor referencial.
2.3.3.3. La segunda razón, de carácter formal –en concreto, como resultado
de una confluencia de unidades– que ha frenado el uso de los determinantes ‘llenos’ con unidades no sustantivas es, precisamente, la existencia de usos pronominales de estas mismas unidades –a excepción del posesivo–. Acabamos de ver la
poca probabilidad de encontrar un posesivo átono asociado a una unidad no sustantiva por el valor semántico del primero y la ausencia de valor referencial en el
segundo, aunque ese valor referencial se pueda adquirir por el contexto. Sin embargo, aun cuando unidades no sustantivas puedan tener una interpretación clasemática, lo cierto es que no solemos encontrar dichas unidades con un determinante lleno. Esto es, secuencias como un inteligente se da con poca frecuencia o, al
menos, con mucha menos frecuencia de lo que el posible uso clasemático de inteligente haría esperable. La razón está en la posibilidad de sustituir una secuencia
‘marcada’ por otra ‘no-marcada’, por suponer una utilización diferente de la
regular para un cierto tipo de unidad. En efecto, en principio, un nombre cuyas
características semánticas designen primariamente propiedades –lo que llamamos
un adjetivo– se adjunta a otra unidad que exprese una entidad para establecer una
relación de oblicuidad. La posibilidad de expresar una entidad con un adjetivo (o
una propiedad con un sustantivo) está siempre presente, pero no deja de ser una
extensión del uso inicial no-marcado (aunque pueda institucionalizarse en la lengua). Si queremos expresar una serie de clases que tengan como rasgo definitorio
la posesión de, respectivamente, las propiedades inteligente y (ser) de Jaen, podré
decir
(23) el inteligente
(24) el de Jaén
adjetivos sustantivados.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
41
lo cual resulta totalmente adecuado por las razones vistas. Si ahora, dándose las
circunstancias oportunas, quiero expresar estas entidades con, por ejemplo, el indefinido cualquier, tendré dos posibilidades, una marcada y otra no-marcada. La
primera será la que utiliza el determinante (por tanto, átono) cualquier y la unidad
inteligente como adjetivo con valor clasemático (cualquier inteligente). La segunda, la que aprovecha la posibilidad de expresar el indefinido de modo pronominal (cualquiera) para señalar una entidad, dado el valor actualizador que tiene todo
pronombre, utilizando inteligente como expresión de una propiedad asociada a esa
entidad, esto es, como adjetivo (cualquiera inteligente). En esquema:
CUADRO IV
DETERMINACIÓN DE ADJETIVOS Y MODIFICACIÓN DE PRONOMBRES
SECUENCIA MARCADA
UNIDAD
DETERMINANTE
ADJETIVO
SECUENCIA
NO-MARCADA
PRONOMBRE ADJET.
CLASE DE
VALOR
DISCURSIVO
ACTUALIZADOR
ENTIDAD
(DEFINIDA POR
ENTIDAD
PROPIEDAD
UNA PROPIEDAD
Ejemplo
Cualquier inteligente
Cualquiera inteligente
En el ejemplo señalado ambas posibilidades están más o menos equilibradas por cuanto la utilización de un adjetivo como inteligente para designar una
clase (esto es, su utilización como sustantivo) está bastante normalizada 21. Pero si
cambiamos de tipo de unidad, veremos que las posibilidades de uso se decantan
claramente en favor de las secuencias no-marcadas (siempre que no haya lexicalizaciones); las secuencias (a) son esperables, las (b) son prácticamente imposibles:
(25a) Cualquiera con dos dedos de frente lo entendería
(26a) Cualquiera de mi pueblo sabe de qué hablo
(25b) (?) Cualquier con dos dedos de frente
21
En realidad, con cualquier se suelen usar adjetivos de fácil uso como sustantivos, por
lo que puede haber cierta tendencia a utilizar la forma marcada en este caso; ahora bien,
si le añadimos una modificación claramente adjetiva, la situación cambia sustancialmente, siendo solo utilizada la secuencia no-marcada: decimos cualquiera medianamente inteligente, pero mucho más raramente cualquier medianamente inteligente.
42
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(26b) (?) Cualquier de mi pueblo sabe de qué hablo.
En los determinantes sin apócope (los demostrativos), la posibilidad de
encontrar la secuencia (demostrativo/indefinido + unidad no-sustantiva) es prácticamente nula, pues la coincidencia de formas entre las átonas y las tónicas resuelve
siempre la balanza hacia la forma no-marcada aunque, teniendo en cuenta la poca
fiabilidad de la entonación –por sí sola– como recurso de identificación de la tonicidad de las unidades gramaticales, no hay manera de probar el carácter
pronominal de estas unidades. Parece obvio, sin embargo que en las secuencias
(27-30), las unidades iniciales son pronominales y las demás actúan como
modificaciones, y no como unidades caracterizadas por un actualizador previo:
(27) Esa de la derecha, que venga (frente a la de la derecha)
(28) Aquél amarillo me gusta más (frente a el amarillo)
(29) Deme algÚnos maduros (frente a los maduros)
(30) No vi llegar a ningÚna de mi pueblo (frente a la de mi pueblo).
En el caso de los posesivos, esta preferencia por el pronombre para indicar
un contenido determinativo se sustituye, ante la ausencia de formas pronominales,
por las formas tónicas adjetivas con otro determinante, preferentemente el artículo,
recurso que en el caso de posesivos e indefinidos adquiere un valor semántico ligeramente diferente al del uso de las formas átonas o de las formas pronominales de
las otras series. En este caso, dado su carácter adjetivo, el posesivo tónico acompañará sustantivos o unidades que designen entidades, si no va solo con el determinante. Así, ante la imposibilidad de (31-32), usamos (33-34):
(31) *Me gusta tuya /(tuya) casa (tuya)
(32) *Quiero tu de ayer
(33) Me gusta la (casa) tuya
(34) Quiero el/lo tuyo de ayer / el/lo de ayer tuyo.
En relación con las unidades de relativo nominalizadas (sin antecedente), el
español ha elegido el artículo con unos criterios probablemente similares a los que
llevaron a elegirlo para las frases preposicionales y adjetivos no normativizados
como clasemáticos. De todos modos, aquí pesa la tradición histórica, y al igual que
el francés retuvo en la construcción relativa su demostrativo original (celui que, ce
que, celle que), el español acabó utilizando el heredero directo del demostrativo
ille, el artículo, y lo colocó al frente de dichas construcciones. Ahora bien, que esto
es una construcción normativa derivada de una fijación histórica lo prueba la pervivencia del demostrativo reforzado eccille en su forma pronominal (actualmente
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
43
aquél) para actuar como alternativa al artículo ante antecedente de las relativas con
subjuntivo, en claro contraste con la –inicialmente injustificada– imposibilidad de
usar los otros demostrativos éste, ése para un mismo fin: tenemos (35), pero no
(36) ni (37)22:
(35a) El que venga tendrá un premio
(35b) Aquél que venga tendrá un premio
(36) *Éste que venga tendrá un premio
(37) *Ése que venga tendrá un premio
Sobre la dualidad el que / aquél que volveré en. § 4.4. infra, y trataré sobre los
relativos sin antecedente a lo largo de § 4, infra.
2.3.4. Valor sintagmático-paradigmático
Como hemos ido viendo a lo largo de los parágrafos anteriores, la
determinación de la naturaleza categorial de las llamadas palabras estructurales, a
diferencia de la de las palabras plenas, está directamente ligada a su actuación
sintagmática, puesto que es la progresiva especialización en una cierta actuación la
que las convierte en lo que son a través del correspondiente proceso de gramaticalización. Es éste, por tanto, el criterio fundamental para dilucidar cuáles son los
rasgos definitorios de un paradigma y qué elementos, cualesquiera que sean sus
diferencias en otros ámbitos, pertenecen a él.
Dado que es el valor sintagmático el que decide la naturaleza de los
paradigmas, los rasgos que deberemos tener en cuenta a la hora de establecer la
naturaleza de aquéllos y las características relevantes de sus miembros serán los
dos siguientes:
1) las relaciones sintagmáticas, de carácter externo, que mantiene con el
contexto en el que aparece; como hablamos de un caracterizador, deberemos tener
en cuenta el tipo de valor que proporciona a las unidades a las que se adjunta; y
2) las relaciones de mutua exclusión que genera esa unidad, que evidencian
la identidad de valores y, por tanto, la imposibilidad de coexistir en el mismo sin-
22
Para un estudio sobre el relativo con determinación (aunque se pueda discrepar de las
conclusiones) Vid. Lapesa (1966).
44
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
tagma. O, dicho más brevemente, las relaciones paradigmáticas que mantiene con
los miembros de su propio grupo.
Unas y otras han sido objeto de atención en Jiménez Juliá (2006), por lo
que aquí solo queda resumirlas muy brevemente diciendo que artículo y determinantes tienen un valor sintagmático específico que es la ubicación de una referencia
en el ámbito de lo conocido dentro de un parámetro determinado (presentación
referencial simple, mostración deíctica, posesiva o presentación indefinida) y, con
ello, la habilitación del elemento caracterizado (nominalizado) como unidad temática. Naturalmente la lengua tiene otros recursos para realizar esta labor, de los
cuales el más semejante y proclive a confundirse con los determinantes es el de los
adjetivos determinativos. La lengua ha hecho una selección y discriminación entre,
por una parte, unidades determinantes, gramaticalizadas y alternativas al artículo,
por tanto, de su mismo paradigma, y, por otra, unidades adjetivas, posibles sustituidoras de los determinantes en contextos concretos, pero nunca bloqueadoras de su
aparición, por tanto, ajenas al paradigma determinante como tal. En esa selección
la actuación de los llamados determinantes ‘plenos’ ha venido a enriquecer el paradigma del artículo con unidades más específicas en cuanto a su valor semántico, y
menos extensas en cuanto a su ámbito de actuación, pero claramente identificadas
con los rasgos del paradigma.
Este tipo de características, por lo demás, son las que definen no solo los
determinantes, sino cualquier otra categoría de tipo estructural: sabemos qué es una
conjunción, un relator, una preposición o un relativo, precisamente, por estas cuestiones. O, con ejemplos, sabemos que las unidad si y la unidad como pertenecen al
mismo paradigma (e incluso subparadigma) en si vienes te divertirás y en como
vengas te divertirás y al tiempo, que la forma pese a que ha dejado de ser una
construcción verbal para entrar en el paradigma general de las conjunciones,
además de por la inanalizabilidad de todos ellos, por su misma forma de actuar en
los contextos en los que participan. Lo mismo nos ocurre con las mismas formas si
y como en contextos como no sé si iré o en vi como llegó tarde, donde las formas
homófonas de las anteriores son ahora relatores (completivos) que entran en relación paradigmática con el que de casos como vi que llegó tarde. Y, para no prolongar la ilustración más de la cuenta, la misma unidad como puede encontrarse en
contextos como en trabaja como secretario en relación paradigmática con
unidades como de (trabaja de secretario), esto es, incluida en el paradigma
preposicional. Unidades relativas como donde, cuando, participios como salvo
excepto o incluso sustantivos como boca o calle pueden sufrir un proceso de
gramaticalización, coyuntural o permanente, que los convierta en unidades
estructurales de distinto tipo. Y será siempre su actuación sintagmática concreta y
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
45
el paradigma (o subparadigma) en el que entren, y no la necesidad de un grado
máximo de gramaticalización, o una aplicación de su actuación a todos los ámbitos
de sus compañeros de paradigma, lo que las defina como uno u otro tipo de unidad.
2.4. El endocentrismo y la representación estructural de la frase
nominal
2.4.1. La frase nominal y el endocentrismo
Aunque los aspectos arriba mencionados pretenden señalar los temas relevantes para establecer la estructura dotada de un determinante (articular o de otro
tipo) y una unidad nominalizada, existen, obviamente otras formas de entender este
estudio y otros focos de atención primarios. Bosque (1989, § 9.2), por ejemplo,
analiza las ‘opciones sintácticas’ de estas unidades partiendo del prejuicio del endocentrismo (toda unidad gramatical es endocéntrica y, por tanto, tiene un núcleo),
por lo que considera que dichas opciones, ante un sintagma como el libro, pasan
por buscar el núcleo y encontrarlo en, (a) el sustantivo libro, (b) el artículo el o (c)
el pronombre el. Y ahí centra el problema. Por lo que a mí concierne, sin embargo,
para la descripción de la frase nominal la cuestión del endocentrismo o exocentrismo de las frases nominales carece de excesivo interés práctico, y ello por dos
razones fundamentales:
(a) En primer lugar, los términos, como tales son poco rentables. No tanto
el de ‘endocentrismo’, que hace referencia a un mecanismo constructivo claro,
siempre que se entienda el concepto de núcleo de un modo diáfano, apropiado a los
fines descriptivos y coherente23, como el de ‘exocentrismo’, mecanismo que, en los
términos en los que fue formulado en su momento por Bloomfield (1933), resulta
excesivamente general y ambiguo, permitiendo interpretaciones del mismo muy
diferentes y, en el mejor de los casos, pudiendo acoger en su interior estructuras
gramaticales de lo más variopinto24.
(b) En segundo lugar, si partimos de la base de la naturaleza paramorfoló23
Sobre este concepto y ciertos abusos del mismo he tratado en Jiménez Juliá (2000b).
Trato sobre las posibilidades de uso de los términos ‘endocentrismo’ y ‘exocentrismo’
en una visión funcional de la gramática en Jiménez Juliá (1997), si bien posteriormente
he abandonado el uso de ‘exocentrismo’, no por considerar que toda estructura es endocéntrica, sino por entender que para la descripción es más útil el uso de términos más
específicos, correspondientes a las estructuras que cabrían dentro de aquél.
24
46
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
gica, propia de las unidades ‘caracterizadas’ esto es, analíticamente completadas
con elementos que matizan su valor y posibilitan su integración sintágmática, bien
como unidad nominativa (los determinantes), bien como unidad oblicua (las preposiciones), pero que carecen de la independencia contextual y la capacidad de expansión propia de toda unidad sintáctica, el mecanismo constructivo de estas unidades queda fuera de los mecanismos endocéntrico y exocéntrico. El mecanismo
que es lícito oponer al endocentrismo debe tener, como él, una naturaleza sintáctica. Ello implica que debe servir para la construcción de unidades cuyos constituyentes posean dicha naturaleza sintáctica, esto es, contextualmente no fijada, y este
mecanismo es únicamente la parataxis. Las unidades carentes de autonomía, como
los caracterizadores (determinantes y preposiciones), se adhieren a la unidad que
caracterizan de un modo contextualmente rígido y secuencialmente fijado, convirtiéndose en unidades paramorfológicas de construcciones cuya estructura interna
no tiene carácter sintáctico, aunque la –sin duda, desafortunada– denominación de
‘frases’ nominal y preposicional, parezca indicar otra cosa. No son estructuras
morfológicas en sentido estricto, pues los caracterizadores no representan morfemas definitorios o asociados necesariamente a un tipo específico de estructura
léxica, pero están más cerca del comportamiento de los morfemas en una estructura
léxica que de los elementos funcionales en una estructura sintáctica. Su mecanismo
constructivo se sitúa por tanto, fuera del que define tanto la construcción endocéntrica como la paratáctica, pues se trata –insisto– de simples unidades ‘caracterizadas’ esto es, analíticamente completadas con elementos gramaticalizados que matizan su valor y posibilitan su integración sintagmática. Pese a la consideración bloomfieldiana de las ‘frases preposicionales’ como representantes del exocentrismo,
creo que la descripción de la estructura interna, tanto de éstas como de las frases
nominales se debe situar en el terreno de la caracterización analítica de unidades
gramaticalizadas y no mediante un mecanismo ‘exocéntrico’ que se oponga al
endocéntrico. Y solo se las puede incluir entre las endocéntricas y, por tanto, considerar la existencia de un núcleo en el conjunto ‘determinante + unidad’, o ‘preposición + unidad’ flexibilizando el concepto de núcleo, se elija como tal la unidad que
se elija, hasta límites teóricamente inaceptables y descriptivamente poco útiles. La
perspectiva desde la cual Bosque considera oportuno enfocar la caracterización de
las frases nominales con artículo, por tanto, está contaminada por un prejuicio
metodológico que, como tal, resulta totalmente estéril para una descripción
coherente y generalizable de la unidad, aunque sea útil para satisfacer ciertos principios teóricos ajenos a los que guían el presente estudio
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
47
2.4.2. Problemas en la representación de la frase nominal
De acuerdo con lo dicho, una representación gráfica de las distintas
estructuras gramaticales incluidas en las secuencias que nos ocupan, tal como las
hacemos habitualmente25 (vid. 11’-12’, de § 2.2.5 supra), no reflejaría demasiado
claramente sus diferencias. Según las convenciones que utilizamos, todo lo que
está por encima de la estructura morfológica de las palabras se representa de un
modo similar en los diagramas arbóreos sintácticos, mientras que nada de lo que
ocurre dentro de dicha estructura queda reflejado. Existen, sin embargo dos
problemas en este tipo de representaciones: el primero es que prevén el reflejo de
unidades y funciones sintácticas, y no otra cosa, lo cual implica que todo lo que se
representa se trata como si fuera una unidad sintáctica con una función
consiguientemente sintáctica. El segundo es la inconsistencia observada en la
práctica a la hora de seguir esta regla, que hace que existan lagunas y soluciones ad
hoc para estructuras específicas. Así, cuando queremos hacer un diagrama que
refleje la estructura sintáctica –pues eso pretenden reflejar estas estructuras– de
(38-40) haremos algo como (38’-40’):
(38) Ayer llegó Valentín
(39) Las truchas del río
(40) No puede haberlo reconocido sin ayuda
(38’)
frase verbal
MODIFICADOR
NÚCLEO
adverbio
Ayer
25
NÚCLEO
SUJETO
verbo
nombre propio
llegó
Valentín
Una explicación, no excesivamente puesta al día, pero, al menos, explícita sobre el
sistema de representación usado aquí se encuentra en Rojo-Jiménez Juliá (1989), Cap.
3.
48
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(39’)
frase nominal
DETERM.
NOMINAL
artículo
frase sustantiva
NÚCLEO
MODIFICADOR
sustantivo
frase preposicional
DIRECTOR
TÉRMINO
preposición
frase nominal
DETER.
NOMINAL
artículo sustantivo
Las
(40’)
truchas
del
río
frase verbal
NÚCLEO
MODIFICADOR
verbo
frase preposicional
No puede haberlo reconocido
DIRECTOR
TÉRMINO
preposición
sustantivo
sin
ayuda
En (38’) encontramos tres funciones sintácticas jerarquizadas y adecuadamente representadas desde una óptica constitutivo-funcional. En (39’), en cambio,
encontramos un tratamiento similar para realidades gramaticales diferentes. Para
empezar, las preposiciones y los determinantes no tienen el mismo estatus categorial, ni valores sintagmáticos equiparables a los de los sustantivos o verbos, y, sin
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
49
embargo, nada hace pensar en el diagrama que haya diferencias. La contracción de
los dos caracterizadores, oblicuo y nominativo, por otra parte, se trata como un
fenómeno ‘del habla’, lo cual, en principio, parece adecuado, si bien es evidente
que dicha contracción es posible por las peculiaridades fónicas de las unidades
atonizadas26. Sin embargo, pese al reconocimiento teórico de las diferencias entre
caracterizadores y palabras plenas, nada de eso se recoge en el diagrama, con la
consiguiente merma de su eficacia y detrimento de la coherencia teórica de la exposición. Este problema se muestra más crudamente en (40’), con el agravante de
que se produce una evidente contradicción en la representación de cada uno de los
dos constituyentes de los que consta la secuencia global. Así, mientras el caracterizador (casual) sin está bien diferenciado en el árbol, hay una serie de elementos
analíticos asociados al verbo, de distintos niveles de gramaticalización, que no
solemos diferenciar, y cuando lo hacemos, utilizamos una caracterización inadecuada. En concreto, en este verbo tenemos: 1. No: morfema verbal de polaridad, sin
valor sintáctico, pero, como las preposiciones, utilizable en contextos diferentes,
siendo incluso susceptible de adoptar el valor de proforma verbal sustitutoria de
todo el conjunto léxicos (por ejemplo, en respuesta a preguntas polarizadas); 2.
puede: verbo auxiliar de un conjunto perifrástico, que, frente a los compuestos con
haber, conserva usos considerables como léxicos, sin necesidad de suponer omisiones (Mi primo es muy fuerte y te puede; Yo no puedo contigo, etc.); como tal
verbo auxiliar, porta los valores flexivos requeridos por el verbo; 3. haber-: verbo
auxiliar integrado en el paradigma verbal por cuanto (a) ha eliminado usos léxicos,
y (b) carece de alternativa para la expresión de valores temporales opositivos; 4.
-lo: clítico verbal que expresa una valencia acusativa. No es, como se dice desde
las ecuaciones alarquianas, un ‘complemento directo’, pues ni es una unidad
sintáctica ni bloquea la aparición de tal función. Se trata de la expresión
morfológica de una valencia que puede expresarse igualmente mediante unidades
sintácticas (léxicas); 5a re-: morfema prefijal derivativo que incorpora un
significado al del semema de la raíz léxica, cambiando globalmente el signo; 5b.
-conoc(ido): raíz del verbo léxico dentro de la unidad verbal perifrástica, que
aporta el contenido léxico del mismo.
Hay que reconocer, por tanto, que nuestros árboles adolecen del mismo
defecto que vemos en las descripciones gramaticales habituales: no reconocer nada,
en la práctica, entre la palabra plena (autónoma en el sentido de no dependiente
26
Lo cual no quiere decir que siempre que se dé esa coyuntura se refleje en la escritura:
las ocasiones en las que un ejemplo como los peces de ese río se expresa contrayendo la
preposición y el demostrativo (dese) son aproximadamente las mismas que las ocasiones en las que de el se expresa como del. Sin embargo las convenciones escritas en español actual, a diferencia de muchos textos antiguos, (todavía) no lo reflejan.
50
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
contextualmente) y el morfema, con la consecuencia de encasillar las unidades de
grados de gramaticalización intermedios entre estos dos extremos en una u otra
categoría. En los ejemplos anteriores, las preposiciones y los determinantes caen,
por razones históricamente explicables, pero teóricamente no justificadas, en el
terreno de las palabras plenas (como conjunciones, relativos y relatores); morfemas
derivativos o verbos auxiliares, en el de los morfemas flexivos. Los clíticos, en el
caso de las descripciones que los consideran lisa y llanamente una función sintáctica, caen en el saco de las palabras plenas. En la descripción que sigo, en el de los
morfemas flexivos. En ambos casos, la inadecuación es manifiesta. Si quisiéramos
representar la estructura gramatical de (38-40) –prescindiendo de la estructura
flexiva– sin simplificar el lugar de las unidades con distintos grados de gramaticalización, tendríamos que adaptar de algún modo nuestros diagramas para no
reflejar de modo uniforme lo que tiene un comportamiento sintagmático
diferenciado. A falta de cambios más profundos, y como simple ilustración de las
diferencias de las unidades, podemos utilizar el cambio tipográfico: si en los
diagramas habituales la convención usada es la de representar en mayúsculas los
valores funcionales, y en minúsculas las unidades sintácticas (en cursiva los
elementos léxicos terminales), podemos ahora reflejar estas diferencias de estatus,
según el grado de gramaticalización, en el cuadro (V). Los morfemas flexivos
(grado 4º de gramaticalización) quedan excluidos:
CUADRO V
REPRESENTACIÓN DE UNIDADES SINTÁCTICAS Y SUBSINTÁCTICAS
GRADO DE GRAMATICALIZACIÓN
Nulo (unidades plenas)
1º
Palabras
2º
estructurales
3º
REPRESENTACIÓN DE VALOR SINTAGMÁTICO
SUJETO, NÚCLEO, MODIFICADOR, etc.
DIRECTOR, DETERMINANTE, NEXO
RELATOR, VERBO AUXILIAR
Clítico acusativo, afijo derivativo, etc.
De acuerdo con esto, una posible representación que, con un mínimo de cambio en
el diseño, pudiese incorporar las diferencias de estatus gramatical de las unidades
en (41-42) sería (41’’-42’’):
(41) Las truchas del río
(42)
No puede haberlo reconocido sin ayuda
(43)
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
(41’)
51
unidad nominalizada
DETERMINANTE
NOMINAL
artículo
frase sustantiva
NÚCLEO
MODIFICADOR
sustantivo
unidad caracterizadada
DIRECTOR
TÉRMINO
preposición
unidad nominal.
.
DETERM NOMINAL
artículo
Las
truchas
del
sustantivo
río
52
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(42’)
frase verbal
NÚCLEO
MODIFICADOR
unidad verbal perifrástica27
unidad caracterizada
morf. polar.
marcado
DIRECTOR
TÉRMINO
preposición
sustantivo
Soporte verbal
unidad verbal perif.
Complejo léx.
Forma aux
Unidad verb. Perif.
Forma aux.
Forma léx.
verbo
verbo
Raíz
No
puede
haberlo
Clítico
Morf.der. Raíz verb.
re
conoc(ido)
sin
ayuda
Naturalmente, una representación como ésta se aleja de los fines para los
que diseñamos un diagrama: la representación rápida y cómoda de los aspectos
sintácticos relevantes presentes en la teoría. A cambio, sin embargo, permite reconocer las numerosas simplificaciones que se esconden en dichos diagramas y plasmar gráficamente el puesto de los determinantes en la representación gramatical y
sus diferencias con los constituyentes de las frases endocéntricas propiamente
sintácticas (sustantivas, adjetivas, verbales …).
De lo visto en el presente parágrafo (§ 2) se desprende que (a) determinación y modificación son dos operaciones gramaticales distintas, subsintáctica y
sintáctica, respectivamente, que, sin embargo, pueden tener una misma consecuen27
La jerarquización de las unidades no sintácticas es obviamente más discutible que las
de las unidades plenas, como lo es las etiquetas de los distintos componentes. La representación aquí mostrada es solamente ilustrativa, sin que me parezca oportuno incluir
aquí una discusión sobre su justificación.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
53
cia en la ubicación sintagmática de las unidades nominales; (b) que las diferencias
entre el artículo y los determinantes marcados son solamente de ámbito de uso, y
no de naturaleza categorial, siendo esta diferencia común a los miembros de otros
paradigmas cuya uniformidad categorial no se discute, y (c) que la naturaleza subsintáctica de los determinantes, al igual que la de otras unidades estructurales, ha
quedado oscurecida en las descripciones habituales, incluidas las de quien esto
escribe, por primar la simplicidad –a veces simplismo– comodidad y afán de claridad frente al rigor y la exactitud descriptiva.
54
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
55
3. LA NATURALEZA CATEGORIAL DEL ARTÍCULO Y EL PREJUICIO DEL SUSTANTIVO
Aunque a estas alturas parece extemporáneo plantearse la naturaleza
categorial del artículo, no puedo dejar pasar el hecho de que la mayoría de los
problemas surgidos en los estudios sobre la frase nominal, entendida como la unión
de un determinante y una unidad, se centran en los aspectos (4) y (5) vistos al comienzo del § 2. En efecto, prácticamente inatendida la frase nominal como tal, los
estudios en torno a este tema se han centrado, sobre todo, en la naturaleza categorial del artículo, para la cual se han propuesto diversas, e incluso opuestas alternativas que, lógicamente, condicionan la propia descripción de la frase nominal. Es
curioso, sin embargo, el hecho de que en todas ellas suele subyacer un prejuicio
común: el ‘prejuicio del sustantivo’, esto es, el de que todo artículo supone la existencia de un sustantivo, si no se trata el propio artículo de un sustantivo. El problema, por tanto, surge de manera más clara en los usos del artículo sin sustantivos,
esto es, con adjetivos (el bueno, lo mío) unidades preposicionales (la de Ciudadela,
lo de tu ascenso) o estructuras relativas, (el que vengas, lo que quieras), describiéndose estos casos de tres modos diferentes:
(1) como estructuras elípticas (falta el sustantivo), opinión ésta sostenida
por Lázaro Carreter (aunque sin justificarla) (1975, § 13.8), Garrido Medina
(1986), excepto para los casos de relativo sin antececedente (vid. §§ 3.2, infra) o
Trujillo (1990, 23-27). Bosque (1989, §§ 2.4 y 9.2) apunta la viabilidad de los
núcleos sustantivos nulos, que ve en cierto sentido equivalentes a su opción prioritaria (los núcleos pronominales), y Briz (1989, 92) considera la elipsis del sustantivo como el primer paso bien para la sustantivación del adjetivo, bien para la pronominalización del artículo;
(2) como estructuras con unidades ‘sustantivadas’, con diferencias, a su
vez, en lo relativo al significado del término ‘sustantivación’, opinión tradicional
radicalizada por Alarcos y seguidores;
(3) como estructuras con un pronombre átono (el artículo) en distribución
complementaria con su correspondiente tónico, opinión de Bello y, modernamente,
de Bosque y Moreno. Naturalmente, existen soluciones mixtas que combinan las
alternativas anteriores, siendo particularmente frecuente la combinación de la primera y esta tercera.
56
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Es obvio que hay más estudios sobre el valor del artículo y sus relaciones
con los determinantes de los aquí citados, pero no quiero convertir este repaso a las
posturas fundamentales en un análisis exhaustivo de propuestas28. Tan solo me
interesa justificar los aspectos sintácticos que veo relevantes en la actuación del
mismo, por lo que parece oportuno analizar los que considero argumentos más
significativos o extendidos de cada una de ellas. Dedicaré, pues, los próximos
parágrafos a examinar los argumentos de las visiones arriba esbozadas.
3.1. El artículo como morfema sustantivador La visión de A. Alonso y de
E. Alarcos.
La consideración del artículo como un espécimen absolutamente único dentro de los presentadores ha calado en algunas descripciones del funcionamiento de
la lengua, más que nada, por lo atractivo de la sencillez de la idea. Esta singularización no se basa tanto en la descripción de su comportamiento sintagmático, donde
hay aspectos únicos (su ámbito de uso), pero también otros claramente
uniformadores con otras unidades, sino en la asunción de la existencia de una
oposición semántica y paradigmática (el artículo solo se opone a su ausencia) y en
un carácter morfemático no asimilables a ninguna otra unidad. El primer paso
importante para la consideración del artículo como algo totalmente separado de los
determinantes es, dejando a un lado las observaciones de Correas (1625), el
conocido trabajo de Alonso (1933), quien, en su minucioso análisis de los valores
del artículo en español, establece las bases sobre las que asentará su tratamiento del
tema Alarcos, y tras él, sus seguidores, quienes profundizarán y radicalizarán sus
ideas. Hay que destacar que en la idea (pos)alarquiana del artículo se conjugan dos
aspectos diferentes: su carácter morfemático, por una parte, y su valor
sustantivador, por otra. Este último es ciertamente común a otras aproximaciones,
aunque la de Alarcos y seguidores se caracteriza por lo drástico de su formulación.
El primero, sin embargo, es específico de esta corriente.
28
Una visión general de algunas de ellas se encuentran, entre otros lugares, en Briz
(1989, 91-93), en lo relativo a la elipsis, y Bosque (1989 § 9.2.), más en general. Y Para
un tratamiento de las diferentes ópticas desde las que se ha estudiado el artículo según
los aspectos que se quieran enfatizar, vid. el interesante trabajo de López García (1987).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
57
3.1.1. Alonso (1933)
3.1.1.1. Alonso considera que el artículo ha dejado de ser un determinante
como, según él, lo era en latín, cuando todavía era un demostrativo, pues sus valores ya se han transformado tras el proceso de gramaticalización sufrido. Para él, el
artículo en español no determina (se entiende, semánticamente), pues ni precisa el
sustantivo entre sus congéneres ni lo da por consabido por el interlocutor (vid.,
1933, 152). Así,
“Aquí llevan artículo los abstractos y los nombres individuales (la virtud,
el sol). Decimos que se quitó el sombrero un hombre que puede contar con
docenas en su guardarropa (y no se puede decir que el es determinante porque se refiere de entre todos sus sombreros al que tenía entonces puesto,
pues eso no lo expresa el sino que aparece en la reflexión, y además interpretado así resultaría también un, ein etcétera determinante: cuando nos dicen que se comió una manzana ya entendemos que fue precisamente la que
se comió). Indistintamente decimos extendió la mano o una mano en
ademán implorante (…) La idea de la determinación falla, pues, como
esencial, porque no es un valor idiomático, sino uno lógico al que a veces
sirven los valores idiomáticos del artículo” (1933., 152-153).
El artículo no es determinante porque carece de la capacidad ubicadora
concreta que se les supone a los determinantes, siendo su valor mucho más genérico o variable que el de, por ejemplo, un demostrativo, un indefinido o un posesivo. En este sentido, A. Alonso contrasta las características del artículo con las del
indefinido un(o), tratando de demostrar el carácter significativo del segundo y el
carácter cuasivacío, gramaticalizado y debilitado del primero.
3.1.1.2. En segundo lugar, este proceso de gramaticalización es visto como
único en el caso del artículo, y no se da en ninguna medida en los demás determinantes del español. Para Alonso,
“El artículo, en cada lengua, es un antiguo pronombre demostrativo reducido en su cuerpo fonético, despojado de su originario acento de intensidad
y de cuyo funcionamiento se ha borrado y desvanecido toda asociación
implícita con sus antiguos compañeros de sistema (un proceso de gramaticalización)” (1933, 159).
58
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Esta gramaticalización ha dejado al artículo solo en un sistema cuya única
oposición es la ausencia de artículo, y no los demás determinantes, ni siquiera el
indefinido un, con el que tiene oposición solamente en algunos contextos:
“El artículo, en español, ha constituido, ciertamente, un nuevo sistema estricto y bilateral, pero no con un, ni con ningún otro elemento de la lengua;
el nuevo sistema está formado por la presencia y ausencia del artículo, o si
se quiere, por la aparición del sustantivo con y sin artículo” (1933, 131),
añadiendo, en nota a pie de página, que “con un forma un sistema, no semántico,
sino de empleo” (1933, 131, nota 1).
3.1.1.3. Por lo que se refiere al valor que Alonso atribuye al artículo, lo
fundamental es su virtud “marcadora y realzadora de unidades de representación”,
que “obra en todo nombre que lo lleva” (1933, 154). Hay que destacar que Alonso
no habla de que el artículo sustantive nada, sino tan solo de que realza. A este respecto es significativo su comentario a propósito de un texto de Feijóo:
“El pone aquí un marco todo alrededor de la frase (…) haciendo así resaltar
la íntima conexión con que sus elementos forman una unidad mental superior, una representación multimembre independiente, con la independencia
y soltura de movimientos propia de su función sustantiva en la articulación
idiomática del pensamiento” (1933, 154).
Para Alonso, por tanto, y frente a lo que sucederá en Alarcos y –sobre
todo– sus discípulos (vid. infra), el valor fundamental del artículo no será la sustantivación, sino el realce de la unidad a la que se une. Así, a continuación del
párrafo arriba mencionado, leemos:
“No se trata de sustantivar la frase, pues sin estos el ambas frases serían
sustantivas, (…); pero sin el artículo, la unidad superior formada por la interdependencia de sus significaciones en sucesión no resulta para nuestro
sentido idiomático tan formalmente acusada” (1933, 154-155)29.
3.1.1.4. Los determinantes, por su parte, son caracterizados como pronombres, sin hacer ningún tipo de diferencia entre las formas tónicas nucleares, las
29
Alarcos, que cita el párrafo anterior para apoyar sus tesis sobre el artículo –sobre la
base de la validez de las de Alonso–, prescinde de este último (vid. Alarcos Llorach,
1967, 230).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
59
adjetivales pospuestas y las más atonizadas antepuestas a la unidad que caracterizan, entre otras razones porque Alonso duda de su atonicidad30. Así, tanto el un
acompañado de sustantivo como el pronombre uno son vistos como una única
unidad.
La aguda descripción del artículo de Alonso se ve empañada por afirmaciones drásticas o apreciaciones francamente desviadas de la comprobable realidad de
la lengua; en concreto, su división tajante entre el artículo y las demás formas determinantes, postulando una única oposición semántica entre la ‘actualización
pura’, propia del artículo, y la ‘no-actualización’, propia de su ausencia, sin contemplar ‘actualizaciones marcadas’31, o, desde un punto de vista formal, considerando el artículo el como una unidad átona, pero no así formas como mi o un, y
utilizando como argumento para ello la existencia de formas tónicas (pronominales) de los determinantes, pero, sin aludir en ningún momento a los pronombres
personales como correlato tónico del artículo.
3.1.2. El punto de vista de Alarcos
La visión de Alonso o, más concretamente, los aspectos antes reseñados,
fueron asumidos por Alarcos quien acepta prácticamente todo, salvo
probablemente el aspecto más interesante, el carácter ‘realzador’ del artículo,
cambiando ligeramente su filosofía y haciendo hincapié en, precisamente, aquello
en lo que Alonso se mostraba algo reticente: el papel sustantivador del artículo. En
concreto, Alarcos refuerza dos aspectos de la visión de Alonso estrechamente
30
Sobre el valor de la atonicidad en las unidades del primer modo de articulación y,
concretamente, sobre la atonicidad de los determinantes, he tratado en Jiménez Juliá,
2006, § 4.2.
31
Aunque la cuestión no sea excesivamente trascendente, hay que señalar que en su
afán de diferenciar el artículo de la forma un, realiza afirmaciones ciertamente inexactas. Así, considera que frente a la expresión del género propia de el, un nunca introduce
el género, “sino sólo sus individuos: “el perro es el amigo del hombre”, pero “le ha
mordido un perro””(1933, 189). Con esto se excluyen ejemplos como un perro es un
cánido, y por extensión, combinaciones como un perro es un amigo para el hombre,
pero ayer el perro me mordió. Para analizar adecuadamente ejemplos como éstos, es
preciso tener en cuenta que las formas de expresión de la clase y del individuo no son
rígidas, y que el valor tanto del artículo como de los demás determinantes, como actualizadores que son, puede luego matizarse en distintos sentidos a partir del contexto,
siendo más o menos matizables según su valor significativo sea menos o más preciso.
El y un, en este sentido, son más flexibles en su interpretación que, por ejemplo, mi o
este.
60
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
ligados: (1) el carácter debilitado del artículo como unidad, que en Alonso adquiría
un papel de ‘realzador’ de la unidad representada, y que Alarcos convierte ni más
ni menos que en un morfema (sustantivo) de la misma naturaleza que el género o el
número y, a consecuencia de ello, (2) su valor transpositor a la función nominal.
En relación con (1), Alarcos ve con claridad el carácter gramaticalizado del
artículo –para él, mero morfema32–, definiéndolo como “signo dependiente”, y
considerando que
“pertenece al tipo de signos que se agrupan en paradigmas o inventarios
limitados o cerrados: los signos morfológicos, cuyos contenidos -o morfemas- constituyen el sistema gramatical, en oposición a los signos léxicos,
caracterizados por constituir inventarios abiertos, ilimitados” (Alarcos
Llorach, 1967, 225)33
Asimismo, en relación con (2), Alarcos repasa los valores del artículo en
español y, apelando a la ‘tradición académica’, detecta dos fundamentales, la determinación y la sustantivación. Sobre la primera, Alarcos transcribe las palabras
de la Gramática de la R.A.E. (de 1931, aunque no mencione datos de la misma)
según las cuales aquél
“sirve principalmente para circunscribir la extensión en que ha de tomarse
el nombre al cual se antepone, haciendo que éste, en vez de abarcar toda
clase de objetos a que es aplicable, exprese tan sólo aquel objeto determinado ya y conocido del que habla y del que escucha” (Academia, 1931, §
77, apud Alarcos Llorach, 1967, 223-227).
La otra función, de la cual Alarcos afirma que “no admite reparos” (1967,
229) es la de la sustantivación, que define de un modo estrictamente funcional:
32
Alarcos llega a considerar el artículo como un morfema sustantivo de idéntica naturaleza al género o al número:
“la independencia gráfica del artículo es engañosa (a diferencia de su aglutinación
escrita en danés o en rumano) y parece conferirle una situación diferente a otras
variaciones del nombre (como por ejemplo la de ‘singular-plural’, cuyas expresiones se aglutinan gráficamente), cuando en realidad se trata de lo mismo: de signos
morfológicos que ‘determinan’ de cierta manera los signos léxicos con que se asocian” (1967, 225).
33
En la visión de Alarcos, la gramática estudia contenidos (vid., sobre todo, Alarcos
Llorach, 1977), frente a la visión aquí mantenida según la cual son los significantes, y
no los contenidos ni los significados, el objeto de la misma.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
61
“cuando un artículo se antepone a elementos cuya función habitual no es la
de nombre, el papel de aquél evidentemente consiste en trasponer tales
elementos a la función que el nombre desempeña en la oración. Sin duda,
pues, el artículo es un traspositor a nombre de cualquier otro elemento funcional” (1967, 229, cursiva mía).
Y más abajo,
“El papel, pues, del artículo es simplemente en estos casos la indicación de
que lo que sigue funciona como nombre” (1967, 229-230, de nuevo cursiva
mía).
Y, finalmente, en su recapitulación final, considera que el artículo, además de
identificar (determinar),
“traspone a función nominal los segmentos que originariamente desempeñan otra función” (1967, 233).
Su visión de los determinantes como unidades pronominales de distinta
naturaleza del artículo, y entre ellos, el indefinido un, sigue las pautas de Alonso
antes descritas, lo que le permite ahondar en las diferencias gramaticales que ve en
la actuación éstos frente a la del artículo.
En realidad, la descripción de Alarcos no suponía una novedad. Desde
siempre se ha destacado la singularidad del artículo como actualizador, con peculiaridades únicas dentro de las posibles determinaciones, y con tendencia a ligarlo
necesariamente al sustantivo. Alarcos y seguidores reflejan la opción más extrema
a partir de las características anteriores, identificando valor debilitado o gramaticalizado (frente al origen demostrativo), con naturaleza morfemática (esto es, con
gramaticalización extrema), y actualizador de entidades, con recurso sustantivador.
Para Alarcos, por tanto, dos son los rasgos definitorios del artículo que, además, lo
singularizan frente a cualquier otra unidad (a) su carácter de morfema dependiente,
que determina su comportamiento diferente de los (demás) determinantes y (b) su
valor sustantivador o, en términos de los más significados defensores de la idea, de
transpositor de adjetivos (y adverbios y frases preposicionales, según autores) a
sustantivos. Es preciso resaltar que aunque la visión de Alarcos llevaba el germen
de la identificación entre unidad con artículo y ‘sustantivo’ como categoría, lo
cierto es que, en general, él se limitó a afirmar la identidad funcional entre las unidades determinadas y los sustantivos (siguiendo en eso a la Real Academia). Sin
62
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
embargo, la doctrina que se extendió entre sus seguidores fue la de la transcategorización de cualquier unidad a ‘sustantivo’ cuando se veía precedida del artículo o,
dicho más rápidamente, la del carácter sustantivador del artículo. A partir de ahí, la
distancia entre el artículo y cualquier determinante se hizo insalvable pues, además
de la evidente diferencia entre uno y otros en ese aspecto, el artículo pasaba a formar parte, junto a las preposiciones, el que y alguna otra unidad, de la categoría de
los ‘transpositores’, lo que obligaba, por imperativos teóricos, a que fuese otra
cosa muy distinta de los determinantes. La doctrina alarquiana sobre el artículo y
su valor transpositor se consolidó mediante una serie de trabajos de sus discípulos
–directos e indirectos–, de entre los que se pueden destacar los de Álvarez Martínez
(1986), Gutiérrez Ordóñez (1985, 1991 y 1993) o Iglesias Bango (1986a y 1986b).
En general, los discípulos de Alarcos radicalizan la visión del artículo y lo convierten ya no en un reforzador de la representación de la unidad. Ni siquiera en un
transpositor a la función nominal, sino directa, lisa y llanamente en un conversor de
unidades en sustantivos. En defensa de su posición, rebaten con fuerza cualquier
argumento que acerque otras unidades al artículo, considerando tal tipo de opinión
como un mantenimiento irreflexivo de la tradición, como una confusión entre estudio diacrónico y sincrónico o como un trasvase al español de los estudios sobre el
artículo en inglés34, y mantienen, por el contrario, el carácter del artículo de paradigma único (con su ausencia como miembro opositivo) visto hace un momento.
Los contrargumentos utilizados, sin embargo, se basan en sus propias premisas, a
saber, la existencia de sustantivación y, en general, la transposición35; la identidad
entre adjetivos (‘adyacentes’) y pronombres y la radical diferencia de actuación –
comprobada sobre la base de lo anterior– entre artículo y determinantes, por lo que
solo pueden resultar convincentes si se aceptan de entrada sus presupuestos metodológicos.
3.1.2.1. La evidente gramaticalización del demostrativo latino y su conversión en artículo –siguiendo así la trayectoria habitual en la formación de artículoses lo que ha hecho que Alarcos y seguidores lo consideren un morfema, identificándolo con unidades cuyo carácter sintagmático tiene serias diferencias con él.
Que el artículo no es el adjetivo que fue en latín es obvio. Que ello lo convierta en
un morfema solo se puede aceptar si tan solo se consideran dos tipos de unidades:
34
Vid., por ejemplo, de Álvarez Martínez, 1986, 23 y ss.o 51, nota 80.
La aceptación del propio concepto de transposición es probablemente fundamental
para aceptar la visión (pos)alarquiana del artículo y, a su vez, esta visión del artículo es
útil para reforzar el concepto de transposición. No es este el lugar para desarrollar una
crítica a dicho concepto, por lo que me limitaré a dejar constancia de mi convencimiento de que con él el funcionamiento de la lengua no solo no se explica mejor, sino
que se trivializa y deja grandes lagunas sin posibilidad de tratamiento.
35
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
63
palabras plenas y morfemas, sin unidades estructurales intermedias. Sabemos, sin
embargo, que existen grados de gramaticalización diferentes36, y que llamar ‘morfema’ al artículo solo se justifica como modo de diferenciarlo de palabras plenas,
como sustantivos o adjetivos, pero nunca si le aplicamos un tratamiento similar al
de las unidades morfológicamente integradas en estructuras léxicas como parte de
la definición de las mismas (lo que es el caso del género o el número, a los que
Alarcos hace equivaler al artículo). En este sentido, son acertadas las palabras de
Trujillo cuando, discutiendo este valor morfemático, afirma:
“Si el artículo puede separarse de su “base” y acompañar bases no sustantivas, al tiempo que forma frases sustantivas en concurrencia con otros determinantes (la bella, una bella, otra bella), parece claro que eso lo aleja
de signos como los de tiempo, persona, género o número, cuya situación
sintáctica es totalmente diferente” (Trujillo, 1987, 357).
Al margen de la poco acertada identificación entre la bella y otra bella (además de
la ambigüedad de una bella), parece evidente que el artículo no es parte de la estructura de ningún tipo de unidad –ni siquiera parte de la estructura potencial,
como podrían ser muchos afijos derivativos– y que, por tanto, difícilmente se
puede integrar en la clase de unidades que conocemos como morfemas37. El
carácter morfológico que se debe ver en el artículo, como, por lo demás, en el resto
de los determinantes, se deriva, por tanto, de su naturaleza no léxica, esto es, no
plena (al igual que las preposiciones) y, por tanto, no expandible ni libremente
utilizable en el orden sintagmático, pero no como una auténtica morfematización,
extremo al que, al contrario de ciertos prefijos, previamente preposiciones (ante
poner > anteponer) no se pudo llegar en español porque frente al carácter
invariable, monomorfemático de éstos, que favorecía su integración en la raíz
léxica como prefijo, el artículo opone una naturaleza flexiva, lo que dificulta su
integración proclítica. O, en dos palabras, su carácter no es morfemático, sino algo
que podemos calificar de paramorfológico. Hablar de morfema es simplificar el
problema y, lo que es más grave, cerrar los ojos a la realidad de la lengua y su
36
Hay muchas tentativas más o menos detalladas de establecer escalas de gramaticalización de las unidades. En sentido general, esto es, sin aplicarla a lenguas concretas, cabe
citar Lehmann (1985, 304), Hopper & Traugott (1993, 7) o, de un modo resumido,
Jiménez Juliá (2001a).
37
Pero si de lo que se trata es de afirmar su función de caracterizador de la base (que
Hjelmslev atribuía a los morfemas), Trujillo considera que, entonces, lo que no podemos hacer es circunscribirla a los artículos, pues esta función “puede aparecer tanto en
el género como en el artículo, como en el demostrativo (esta bella) como en el distributivo (cada bella), etc” (1987, 357).
64
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
creación de formas de transición para la satisfacción de valores concretos, y,
aunque pueda considerarse la ubicación exacta de este tipo de unidad dentro de la
escala de gramaticalización como algo secundario, no deja de evidenciar una
ausencia de rigor en una cuestión –la identificación de la naturaleza de las
unidades– clave para cualquier análisis gramatical ulterior.
3.1.2.2. El carácter sustantivador del artículo es probablemente una de las
cuestiones que menos controversia suscita, pese a la existencia de críticas al tipo de
‘transposición sustantiva’ de Alarcos y seguidores. Casi todo el mundo parece
aceptar que el artículo acompaña a sustantivos y que, de un modo u otro, donde hay
artículo hay una noción sustantiva. Las críticas a esta idea, aunque existen, son
minoritarias y llenas de matices38. En el caso de Alarcos, el artículo convierte en
sustantivo cualquier cosa con la que pueda asociarse, creando así la categoría ‘funcional’ sustantiva (como existe la adjetiva o la adverbial) que se distingue de la
categoría ‘morfológica’ correspondiente. Así, el de Ciudadela es un sintagma en el
que la frase preposicional (ya adjetivo funcional por acción de la preposición) se ha
convertido en sustantivo ‘funcional’ por la acción del artículo, pero no en un sustantivo morfológico, del mismo modo que en Quiero que vengas el sintagma en
función de complemento directo es un sustantivo funcional (aunque no, obviamente, morfológico) por la acción del ‘transpositor’ que. Esta idea del papel sustantivador del artículo ha tenido igualmente fuerza fuera del ámbito alarquiano,
aunque las posiciones suelen ser más matizadas. La sustantivación se concibe a
menudo de un modo puramente nocional, identificando ‘sustantivo’ con un valor
que puede adquirir una unidad cuando se le adjunta a un artículo, como en Lapesa
(1968) o Fuentes Rodríguez (1990)39, frente a la versión posalarquiana más extrema, como ‘transpositor’ a la categoría de sustantivo de las unidades no sustanti38
Como veremos enseguida, Briz (1989, 103) critica, con argumentos de Bello, la
necesaria sustantivación de lo asociado con el artículo. Bosque hace algo similar, aunque se muestre ciertamente ambiguo en sus argumentos (vid. infra).
39
Para Lapesa, el artículo “ha pasado de ser índice del sustantivo a serlo de lo sustantivo”, indicando que lo que sigue funciona como un sustantivo (1968, 144), opinión que
suscribe Fuentes Rodríguez, asumiendo incluso los postulados alarquianos sobre la naturaleza sustantiva de la unidad en cuestión, aunque matizando que “es una capacitación
transitoria, sólo funcional” (1990, 92, nota 14). En este sentido, resulta más completa (y
parcialmente distinta) la descripción de Alcina Franch y Blecua (1975), para quienes el
artículo puede provocar sustantivaciones léxicas (el pagaré), semántico funcionales (el
amigo) o funcionales (el lápiz negro y el rojo), pues, aunque el adjetivo mantiene su
contenido predicativo, existe en el artículo un “valor anafórico pronominal como signo
que alude al antecedente sustantivo” (1975, 553), lo cual parece, a su vez, acercarles a la
consideración del artículo como núcleo pronominal.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
65
vas a las que se adjunta. Hay que decir, no obstante, que el papel ‘sustantivador’
del artículo, sin aceptar su carácter morfemático, ha sido defendido en bastantes
ocasiones, y, de uno u otro modo, está mayoritariamente presente en las gramáticas
tradicionales40, donde es frecuente hablar de su papel para la sustantivación ‘pasajera’ (cfr. Lenz (1920, 73, 79); Gili Gaya (1943, § 232, para las relativas), o
Alcina-Blecua (1975, § 3.4.0.2)), y la sustantivación ‘funcional’ es mantenida por
autores como Lope Blanch (1962) o los propios Alcina-Blecua (1975) (vid.nota
38), con diferentes matices, entre otros.
Frente a estas posturas, existen otras que mantienen un notable rechazo a la
idea de la sustantivación como tal. Los argumentos son variados, y van desde los
que aluden al hecho de que existen sustantivaciones sin artículo (por ejemplo, Lapesa (1970, 83) o Lázaro Carreter (1975, 32)), argumento que no deja de ser un
tanto débil por cuanto no niega que el artículo sustantive, sino tan solo que sea el
único sustantivador, pasando por el igualmente precario de quienes afirman que el
artículo no sustantiva, sino que incide sobre sustantivos (que ya lo son de por sí),
mantenido igualmente por Lapesa (ibid.) y por Briz (1989, 43 y ss), quien sigue en
esto a Lapesa, y, de un modo más vago, Bosque (1989, 184). En todos estos casos
persiste, de un modo más o menos explícito, la idea, compartida con los defensores
de la transposición, de la necesidad de que el artículo vaya asociado a un sustantivo, aunque ahora no se responsabiliza al artículo de la posibilidad de la presencia
del sustantivo o de su creación.
Más incisivos son los argumentos contrarios a la necesaria acción
sustantivadora del artículo que muestran el comportamiento interno de las unidades
que lo llevan. Briz (1989) recoge algunos argumentos tendentes a deshacer la identificación entre unidad con artículo y sustantivo, y Bosque (1989, 185) se hace eco
de ellos, dentro de su contestación a la teoría de la transposición en la que se enmarca la sustantivación alarquiana. De momento, y mientras no volvamos sobre la
cuestión, podemos decir que la idea de la sustantivación asociada al artículo es
básicamente el resultado de la confusión entre la categoría formal de ‘sustantivo’,
por una parte, y el valor nombrador de entidades asociado a él, por otra, lo cual
hace crear la categoría ‘funcional’ sustantivo a todo aquel elemento que observe
una capacidad nombradora similar a la que se atribuye a dicha categoría formal.
3.1.2.3. Consecuencia directa del estatus morfemático y transpositor del
artículo es su radical diferencia con los determinantes, diferencia que conlleva, de
acuerdo con la visión de Alonso, su pertenencia a un paradigma diferente. Concre40
Como origen de esta visión, dentro del siglo XX, cabe citar a Lenz (1920, 139-158).
66
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
tamente, a un paradigma que tiene como miembros el propio artículo y su ausencia.
La postura ‘oficial’ derivada de las ideas de Alarcos en cuanto a las diferencias
entre artículo y determinantes puede resumirse como sigue:
1) El artículo no es un determinante, sino un morfema actualizador que,
además constituye el transpositor a la categoría de sustantivo de otras unidades.
Para Gutiérrez Ordóñez, por ejemplo, dos de las características del artículo son el
hecho de que
“b) (…) es un signo no autónomo, lo que no significa que sea forzosamente
dependiente o subordinado.
c) Posee doble función
-Morfema nominal (o, para otros, determinante, actualizador … de
sustantivos)
-Nominalización de adjetivos (fundamentalmente) y adverbios”
(1993, 235).
Aunque utilice el término ‘nominalización’, y aunque a veces aluda a la
‘función nominal’ del conjunto41, como hacía Alarcos, se trata naturalmente de una
‘sustantivación’, esto es de una transcategorización42, como, por otra parte, se hace
evidente a partir del propio título de su trabajo.
2) Frente al artículo se sitúan los determinantes, considerados como simples adjetivos y, al tiempo, pronombres (al menos, con posibilidades de uso nuclear
sustantivo autónomo)43 caracterizados, de acuerdo con Prado Ibán, por
41
“Los adjetivos que vienen precedidos por alguna de las formas del artículo forman un
conjunto capacitado para desempeñar cualquier función nominal y sólo una función
nominal” (Gutiérrez Ordóñez, 1993, 6)
42
“La transposición, hemos de insistir en ello, produce cambio de categoría sintáctica,
no de función. Los cambios de función sintáctica que se derivan de una transposición
son consecuencia de la variación efectuada sobre la categoría” (Gutiérrez Ordóñez,
1985, 96).
43
No entro aquí en la contradicción que parece suponer para el funcionalismo
‘transpositorio’ la existencia de una unidad con una doble posibilidad funcional, que no
necesita ningún tipo de transpositor. La naturaleza polifacética del pronombre (o adjetivo II), como categoría ajena a las cuatro unidades primarias, no encaja con la rigidez
de planteamientos propio del funcionalismo (pos)alarquiano, pues, ignorado el carácter
diferencial de sus formas antepuestas, y su relación opositiva con el artículo, se convierte en una categoría un tanto ad hoc, muchos de cuyos miembros no llevan artículo
en unas posiciones (precisamente las del artículo) pero lo llevan en otras y, en defini-
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
67
“(i) desempeñar autónomamente la función de Adyacente Nominal:
Esta casa
La casa verde (…)
(ii) funcionar como atributo en el marco del sintagma verbal:
Juan es ése
Juan es inteligente (…)
(iii)
poder aparecer cumpliendo las funciones propias del sustantivo, en unos
casos de forma aislada, es decir, autónomamente,
Estos están enfermos
Algunos son huérfanos (…)
y en otros, necesariamente sustantivados por el artículo:
Quiero el nuevo
Trajo el azul (…)” (Prado Ibán, 1993, 249-250)
De lo visto se desprende que tan adjetivo es verde como esta (antepuesto),
o inteligente como ése o algunos (en Algunos son huérfanos). Esto es, los adjetivos
y los llamados pronombres determinativos pertenecen a una misma clase funcional,
la del adjetivo. Dentro de esta clase general se reconoce la distinción entre ‘calificativos’ y ‘determinativos’, según la reformulación de Alarcos (1968) en Adjetivos
de tipo (I) –los primeros– y de tipo (II). Las diferencias entre uno y otro tipo se
enumeran sin mayores explicaciones en los trabajos dedicados al tema desde esta
perspectiva, sin reparar, al parecer, en los cabos sueltos o contradicciones de la
enumeración (vid. Prado Ibán, 1993, 251 y ss.).
La base de esta doctrina, que cifra sus antecedentes en el Arte de la lengua
española castellana de Gonzalo Correas (1625)44, con el escalón comentado de
Alonso (1933) hasta su verdadero punto de partida, Alarcos, es la mencionada
radical separación entre el artículo y los determinantes45. La defensa de este
planteamiento está hecha sobre la base de la existencia de una ecuación axiomática
tiva, en algo cuya descripción requiere de una casuística muy poco acorde con la generalización y simplicidad que se supone que buscan los defensores de esta postura. Vid,
por ejemplo, Álvarez Martínez (1986, cap. IV), como ilustración de la inmanejable cantidad de comportamientos con respecto al artículo que se obtienen cuando se mete en un
saco una serie de unidades de comportamiento heterogéneo con la etiqueta común de
‘determinantes’.
44
Quien, sin embargo, admitía como artículo (indeterminado) la forma un.
45
Entre ellos hay que mencionar Álvarez Martínez (1986) o Prado Ibán (1993). De
acuerdo con esta última, los determinantes se caracterizan por los siguientes rasgos:
(a) la posición de los calificativos es libre (pre o posnuclear); la de los determinantes es,
bien nuclear, bien antepuesta, o pospuesta con artículo ante el sustantivo, y nunca en
posiciones intermedias o ante un calificativo: (Estas azules aguas / estas aguas azules;
Estas aguas / *aguas estas / las aguas estas; Estas azules aguas / *azules estas aguas)
68
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
según la cual el artículo, o es morfema, o es adjetivo (de tipo II). Como el debilitamiento evidente del demostrativo prearticular invita a pensar en su carácter nosintáctico, debilitamiento que no se reconoce en grado alguno en los determinantes,
entonces –se concluye– es evidente que artículo y determinantes son cosas distintas. Este rechazo a cualquier relación paradigmática entre artículo y determinantes,
por otro lado, tiene argumentos algo sorprendentes. Álvarez Martínez, por ejemplo,
afirma que toda la justificación de la consideración del artículo como un determinante es simplemente una secuela del punto de vista tradicional según el cual era
una parte de la oración, pues se pensaba que podía tener una función sintáctica en
la frase (adyacente nominal o núcleo) (vid. 1986, 51, nota 80). Lo sorprendente del
argumento es que, exceptuando Bello, que considera que el pronombre personal es
una sustantivación del artículo (vid. 1847, § 273), nadie aduce el papel ‘pleno’ del
mismo para defender su valor determinante. Ni siquiera los griegos, en su caracterización del ¨rqron como mšro$ toà lÒgou, aludían a dicho carácter, sino, más
bien a su valor caracterizador y dependiente46. Parece, más bien, que el argumento
está viciado por el prejuicio de que si algo es determinante, entonces podrá funcionar como sustantivo, y si no funciona como tal, entonces es otra cosa. Claro que
para eso han tenido que cerrar los ojos al hecho de que la ecuación que están dispuestos a hacer entre ‘este niño’ y éste, se da, exactamente del mismo modo, en ‘el
niño’ con respecto a él (ecuación que reconocía Bello y que no es sino una evidencia histórica). Por otro lado, la misma caracterización de los determinantes es un
(b) Los calificativos funcionan como sustantivos si llevan artículo. Los determinantes
no lo necesitan (Los nuevos están ahí / algunos no han venido).
(c) Los calificativos admiten gradación (muy/más blanco) y los determinantes no, si
bien establece la excepción de los posesivos con formas analíticas (muy mío).
(d) Los calificativos constituyen inventarios abiertos. Los determinantes, inventarios cerrados.
(e) Tienen diferencias en sus posibilidades de coordinación: mientras los calificativos se
coordinan en función de adyacente de un mismo sustantivo, los determinantes solo lo
hacen si se aplican a distintos referentes: Esos y aquellos niños, pero *Estos, algunos y
tus juegos de azar.
(f) Finalmente, los calificativos conmutan con elementos “transpuestos a la categoría
adjetivo” (Prado Ibán, 1993, 251-253). Los determinantes, según ella, no. No está muy
claro qué quiere decir exactamente esto último, pero parece implicar que se excluyen
expresiones como La casa SUYA /QUE LE PERTENECE; Ese niño MÍO / Ese niño DE MADRID, lo
que no parece muy adecuado.
46
En la sintaxis de Apolonio Díscolo, el artículo (¨rqron) es, como lo fue desde los
estoicos, una parte asociada al nombre y al verbo, y nunca a la oración (al lÒgo$) aunque fuese, como las conjunciones (sÚndesmoi) descrita dentro de los mšroi toà
lÒgou , sin que ello implicase en ningún momento que fueran constituyentes directos
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
69
conjunto de rasgos heterogéneo que deja sin explicar las diferencias de
comportamiento de las unidades que se supone que incluye47 (aunque esto no sea
exclusivo de los posalarquianos48).
3.1.3. El prejuicio del sustantivo.
La mera observación de los distintos usos del artículo nos permite
comprobar que lo que hace en todos los casos (como cualquier otro determinante
con sustantivos) es habilitar la unidad a la que se adjunta para convertirla en ‘nombrador’. Pero, pese a la insistencia en la idea contraria, ‘nombrador’ no es sinónimo
de la misma (vid. a este respecto, Apolonio Discolo, s. II d.C., Lib. I, sobre todo §§ 36 y
37, págs. 89-90).
47
Así, es fácil comprobar que para cada rasgo distintivo de los determinantes de entre
los señalados por Prado Ibán (1993) (a-f), y mencionados en la nota 45, además de su
dudosa adecuación, se toman rasgos de categorías distintas según convenga en cada
caso. Por poner un ejemplo, con respecto a la primera característica (a), se menciona la
existencia del artículo en el caso del determinante pospuesto, pero no que en lugar del
artículo pueden estar otros determinantes y que, en definitiva, lo que hay es una distribución complementaria propia de los miembros de un paradigma; (b) tan solo constata
el carácter pronominal de las formas tónicas con valor determinativo según su comportamiento latino. Sobre la gradación (c), poco hay que decir: no depende tanto de la categoría (muchos adverbios la admiten) como de la cualidad semántica de la unidad. En
este sentido, un adjetivo como presbiteriano solo admitirá gradación si se resemantiza.
Pero el rasgo en sí, como diferenciador de estas unidades, es bastante irrelevante. Más
interesante sería que se explicase por qué mío (excepción a la regla) puede admitir gradación, pero no mi, si se trata en uno y otro caso de la misma unidad. La característica
(d) se explica por sí sola. Los determinantes provienen (del latín) de series cerradas, y
como determinantes antepuestos constituyen paradigmas cerrados y separados. Como
adjetivos constituyen igualmente paradigmas formales cerrados, pero asimilados más o
menos parcialmente al comportamiento de otras unidades léxicas. Y como pronombres,
personales, demostrativos e indefinidos (subclasificables estos últimos), pero en ningún
caso posesivos, constituyen asimismo el grupo de los pronombres tónicos en uno y otro
caso. Y, finalmente, sobre la coordinación (característica (e)) se han dicho muchas cosas, pero, como ya expliqué en su momento (vid. Jiménez Juliá, 1995a, § 3.2.1.2.1.2.),
la coordinación entre determinantes no es muy factible por su propia entidad gramatical.
Ahora bien, la dificultad se centra en la coordinación de los determinantes propiamente
dichos. No hay problema de coordinación entre los pronombres de un mismo paradigma
(éstas y aquéllas) o entre adjetivos determinativos (muchos y míos), incluso con un
mismo referente, siempre que exista una cierta identidad de clase semántica (que no categorial) entre ellos, identidad esta que constituye el verdadero requisito de la coordinación. Finalmente, la última característica diferencial, referida a la conmutación de los
calificativos, no acabo de entenderla bien, por lo que desisto de comentarla
70
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
de sustantivo, y considerarlo así no es más que una muestra del prejuicio del sustantivo que está igualmente presente en la hipótesis de la elipsis y, junto con otros
factores, en la de la naturaleza pronominal del artículo. Este prejuicio puede describirse en términos generales como una doble creencia, tan extendida como injustificada, a saber (a) que toda acción de nombrar se ha de hacer a través de un sustantivo o de una unidad que equivale a un sustantivo, y (b) que siempre que hay un
artículo hay, bien un sustantivo, bien un antecedente justificable gramatical-mente
como tal.
3.1.3.1. La primera objeción a este planteamiento se centra, precisamente,
en la identificación entre ‘sustantivo’ y capacidad nombradora. Una cosa es admitir
que toda unidad con artículo tiene capacidad designativa de entidades sin necesidad
de otra caracterización sintagmática49 y otra que ésta sea una característica del
sustantivo. Los sustantivos son la clase de palabra destinada primariamente a designar la realidad vista como entidad (esto es, a designar clases de unidades con
existencia independiente), frente a, por ejemplo, los adjetivos que designan propiedades y, por tanto, rasgos dependientes de las entidades que los portan. Ahora bien,
‘designar (clases de) entidades’ no significa ‘nombrar’, por lo que esa identificación de la labor nombradora de las unidades con artículo y la designadora de (clases de) entidades de los sustantivos no es en absoluto adecuada. Los sustantivos no
nombran. Lo que hacen es designar (clases de) entidades, pero no pueden identificar por sí solos entidades contextualmente situadas. Nombrar es ‘presentar’ una
entidad dentro de la esfera posible de conocimiento del interlocutor, posibilitarle su
identificación como entidad real. Esta capacidad solo la tienen por sí mismas aquellas unidades, normalmente carentes de valor semántico clasemático, dotadas de
valor puramente referencial (los nombres propios), anafórico-identificador (pronombres personales o indefinidos) o deíctico (pronombres demostrativos); todas las
demás necesitan de un ‘actualizador’ que los convierta en nombradores en contextos en los que sus marcas sintagmáticas no las sitúan suficiente o adecuadamente, o
en los que carece de ellas (como en la función subjetiva). En esto los sustantivos no
difieren de otras unidades con valor léxico pleno, como adjetivos, estructuras relativas o elementos preposicionalmente marcados. Y para esto sirve primariamente el
artículo, así como los demás determinantes y adjetivos determinativos, con las
diferencias de ámbito de uso señaladas en § 2.3.3. supra. Con éstos, o solamente
con el artículo si se trata de unidades no-sustantivas, las unidades pueden nombrar
48
Leonetti (1999, 14-15), por ejemplo, incide en estos mismos rasgos, apoyándose en la
‘gramática tradicional’.
49
De ahí que el artículo posibilite a un sintagma el ser sujeto de estructuras verbales, o,
lo que es lo mismo, realizar la función carente de indicación sintagmática sustancial en
sí misma.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
71
(esto es, presentar) entidades y habilitarlas para un cierto uso sintagmático, conformando entonces la unidad que llamamos ‘frase nominal’, constituida por la
adjunción de una unidad determinante a otra con valor designativo (lo nominalizado).
Si, por tanto, lo que se quiere decir cuando se afirma que el artículo sustantiva es que permite a la unidad que lo recibe nombrar en el mismo sentido que lo
hace un sustantivo, eso es ciertamente inexacto. La anteposición de un artículo a
una secuencia como de Albacete, para formar una unidad nombradora autónomamente no es más necesaria que la anteposición de un determinante a niño para que
el sustantivo se constituya en una unidad de esas características. O, dicho con
ejemplos, (43-44) no es posible porque pese a que hay una indicación de entidades
perfectamente reconocidas como tales, no están capacitadas para nombrar. En este
sentido, no hay diferencia entre la imposibilidad de (43-44) y la de (45-47). Esta
necesaria determinación (genérica o específica) puede adquirirse por la posición
sintagmática de la unidad, como en (48)50, mediante la flexión casual distintiva,
como en (49) o, finalmente, mediante un procedimiento analítico determinativo,
como el artículo, como en 50-55:
(43) (?) Niñas suelen ser aplicadas, pero niños a menudo no
(44) (?) Sillón es más práctico que sofá
(45) (?) De Albacete es muy estudioso
(46) (?) Mayor es muy estudioso
(47) (?) Que llegó ayer es muy estudioso
(48) Miro por la ventana y solo veo campo / árboles
(49) Homo mortalis est
(50) Las niñas suelen ser aplicadas, pero los niños a menudo no
(51) El Sillón es más práctico que el sofá
(52) El de Albacete es muy estudioso.
(53) El mayor es muy estudioso
(54) El que llegó ayer es muy estudioso.
(55) Lo del otro día me dejó pensando
Lo que los ejemplos muestran, en definitiva, es que independientemente de
la clase de unidad de la que se trate, lo que hace el artículo es capacitarla para que
50
En Jiménez Juliá (2006, § 1.3.2.) vimos que los recursos para determinar pueden ser
variados, incluyendo los morfológicos (el plural en posición posverbal –no temática– en
español). Cuando la unidad queda identificada en cuanto a su valor actual en el contexto, tampoco requiere de determinación analítica, aunque siempre sea posible.
72
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
se convierta en nombrador. E insisto, ‘nombrador’ no es ‘sustantivo’, porque el
sustantivo, por sí solo, designa clases de entidades, pero no nombra. A la hora de
nombrar algo, podemos hacerlo por la clase de entidad a la que pertenece, en cuyo
caso ‘nominalizamos’ (esto es, convertimos en nombrador) un sustantivo (los niños, esta casa, la mesa), por una propiedad (el bueno, el desagradable), por un
rasgo expresable a través de una estructura predicativa (el que vengas) –en este
caso, redundantemente– o de otro tipo (el de Mercadal), y en todos los casos estamos cumpliendo una misma finalidad comunicativa con medios idénticos. Nada
nos permite decir ni que falte algo ni que las unidades caracterizadas estén actuando como un sustantivo. En absoluto. Salvo en situaciones sintagmáticas determinadas, ilustradas en (48), el sustantivo sin un caracterizador determinante está
tan huérfano de capacidad nombradora como cualquier otra unidad, con la circunstancia añadida de que cuando las unidades reciben artículo, todas se comportan de
un modo similar y de un modo que solo pueden mostrar las unidades específicamente diseñadas para nombrar, esto es, los pronombres (tónicos) y los nombres
propios. Si somos rigurosos, nada justifica la asimilación de las unidades con artículo al sustantivo, por lo que hay que concluir que la llamada sustantivación mediante el artículo, salvo en el caso de verdaderas lexicalizaciones sustantivas (un
sinvergüenza, ese estudiante, etc.), no es sino uno más de los prejuicios enquistados en la tradición gramatical.
3.1.3.2. Tan importante como el carácter no nombrador de las unidades no
específicamente deícticas o identificadoras, es la ausencia de rasgos internos y
sintagmáticos de carácter sustantivo en muchas unidades nominalizadas con el
artículo y, por tanto, la inadecuación de la consideración de las unidades con artículo como elementos transcategorizados en sustantivos. Briz (1989) es, de lo que
conozco para el español, quien mejor ha señalado diferencias internas relevantes
entre sustantivos y unidades con artículo, si bien se ciñe en su comentario a los
adjetivos. Entre el conjunto de argumentos aducidos destacan aquéllos destinados a
mostrar que las posibilidades de variación específicas de los adjetivos no se alteran
con el artículo si no se ha producido una sustantivación léxica. Así, frente a los
útiles de trabajo, que no admite la variación *los más útiles de trabajo, tenemos
Los rojos y los fascistas o los blancos y los negros, donde existe la posibilidad de
graduar: los más rojos y los más fascistas; los más blancos y los más negros (1989,
105-106). Las distintas posibilidades sintagmáticas de sustantivos y adjetivos se
manifiestan claramente en la modificación y en la determinación. Con respecto a la
modificación ya Bello había señalado la diferencia entre el mero necesario y lo
meramente necesario, o el verdadero sublime y lo verdaderamente sublime, considerando, de acuerdo con su visión del artículo como pronombre, que
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
73
“Necesario, sublime, en la primera construcción están usados como sustantivos, y son modificados por adjetivos. En la segunda el sustantivo es lo,
modificado por necesario y sublime, que conservan su carácter de adjetivos
y son modificados por adverbios” (1847, § 277)
En la misma línea, Briz considera que los ejemplos (cuya numeración original respeto, al lado de la correspondiente a nuestros ejemplos)
(56)
(57)
(56’)
(57’)
(13) Los verdaderamente ricos
(14) El verdaderamente hombre
(13’) Los verdaderos ricos
(14’) El verdadero hombre
muestran diferencias de categoría y contenido, pues
“Mientras la modificación adverbial que aparece en (13) indica que el adjetivo mantiene su carácter”, y en (14) que el sustantivo se ha adjetivado, la
especificación adjetiva en (13’) y en (14’) demuestra que en el primer caso
nos encontramos con un adjetivo sustantivado y en el segundo ante un sustantivo que permanece intacto” (1989, 106)
Independientemente de la interpretación sintáctica que se le dé a cada secuencia (con la consideración o no del valor sustantivo del propio artículo), lo
importante es la pervivencia de la diferencia de modificación tras la
nominalización de cada uno mediante el artículo, según el nombre se trate como
adjetivo o como sustantivo.
Similares diferencias se observan en lo relativo a la admisión del
indefinido un/una, solo posible con los sustantivos por las razones vistas en §
2.3.3.3. Así, los ejemplos (15-17) (de nuevo, numeración del autor):
(58)
(59)
(60)
(15) El coche nuevo y el viejo
(16) Un coche nuevo y uno viejo
(17) Un coche nuevo y (*un) viejo
evidencian la imposibilidad de caracterizar un adjetivo mediante el indefinido,
debiéndose sustituir por el pronombre uno con respecto al cual el adjetivo viejo
74
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
sería modificador (1989, 106-107)51. Ya vimos que esta imposibilidad de utilizar el
indefinido un/una con unidades no-sustantivas es extensible a todos los determinantes marcados, esto es, todos excepto el artículo, que se constituye en el recurso
nombrador general y, por ello, utilizable sin restricción de categorías (tónicas)52. El
propio Briz incluye entre sus argumentos el comportamiento de adjetivos y sustantivos con las unidades cada y todo (vid. 1989, 109).
Una cuestión diferente e igualmente ilustradora de la pervivencia de los
valores adjetivos (por tanto, referencialmente dependientes) en adjetivos nominalizados es la del orden de los elementos coordinados. De nuevo con sus ejemplos:
mientras (29’-30’ en su numeración) son perfectamente intercambiables, porque se
trata de verdaderas sustantivaciones léxicas:
(61)
(62)
(29’) El/un joven y el/un señor viejo
(30’) El/un señor viejo y el /un joven,
no ocurre lo mismo en (32-32’’’), donde el adjetivo azul se mantiene como tal y,
por tanto, no puede usarse sin una especificación contextual (previa o situacional)53
de la referencia (de ahí la inadecuación de (32’)), o determinarse mediante un indefinido (lo que explica la de (32’’’).
(63)
(64)
(65)
(66)
51
(32) Compré el lazo rojo y el azul
(32’) *Compré el azul y el lazo rojo
(32’’) Compré un lazo rojo y uno azul
(32’’’) *Compré un azul y un lazo rojo
Aquí Briz vuelve a mostrar una visión del papel del artículo como pronombre (a mi
juicio, de un modo sumamente ambiguo), al afirmar con respecto a (15-17): “En todos
estos casos viejo mantiene su carácter adjetivo y encuentra en el y en uno los soportes
pronominales necesarios para poder funcionar” (1989, 107).
52
Como veremos más adelante (§ 4).el artículo se antepone a unidades tónicas, con la
única salvedad de las unidades relativas (el/la/lo que, el/la/lo cual) donde, ante la necesidad de dotar a estas unidades anafóricas de contenidos de género y número, la lengua
optó por la solución más a mano: la de utilizar el caracterizador no marcado, asimilando
la construcción a las frases nominales, solución a todas luces más sencilla y económica
que la remorfologización de estos relativos invariables o semi-invariables.
53
Briz, como Bello, y, como veremos posteriormente, Bosque, mantiene que el núcleo
sobre el que se apoya el adjetivo azul es el artículo-pronombre el, aunque en el caso de
el lazo rojo no parece tan claro que el artículo el siga siendo el núcleo de todo el sintagma. Esta postura se hace explícita en Bosque-Moreno (1990) (vid. § 3.3.3, y particularmente, § 3.3.3.7, infra).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
75
Entre algunas otras pruebas de menor relevancia54, Briz añade la posibilidad de los sustantivos de ser término de preposición (se supone que sin determinación alguna) (1989, 109-110), lo cual es matizable: el propio autor señala excepciones con los adjetivos de color, y podrían añadirse otros: No veo razón para considerar sustantivos ejemplos como se fue de vacío o lo di por bueno y, en cualquier
caso, aunque la norma es que la caracterización casual analítica que suponen las
preposiciones tiene mayor rentabilidad asociada a sustantivos, ya que los adjetivos
se benefician de la caracterización de aquéllos, lo cierto es que el papel de las preposiciones trasciende el de la caracterización casual (cfr. Jiménez Juliá, 2002), por
lo que no se puede excluir a los adjetivos como posibles portadores de caracterización preposicional y, por tanto, resulta arriesgado utilizarlo como prueba. Resulta,
en cambio, sugerente, aunque se trate de una cuestión aparentemente fónica, la
ruptura de la norma según la cual todo sustantivo iniciado por /’a/ (tónica) utiliza la
forma el55 para evitar la coincidencia fónica (1989, 110-111): frente a los sustantivos el águila, el alma, el ala, el aula o el ábaco, tenemos el águila torpe y la ágil
(no el ágil), (ejemplo de Briz), si bien, por mi parte, tan solo puedo constatar la
diferencia sin aventurar una explicación medianamente convincente. Bosque (1989,
184-186), por su parte, añade algunos argumentos contra la sustantivación, en el
marco general del rechazo a la teoría de la transposición, si bien algunos de ellos
están ligados a presupuestos teóricos muy concretos y no parecen tener validez
fuera de ellos (el axioma del endocentrismo, la posibilidad de núcleos clíticos o el
propio carácter pronominal de todo artículo).
3.1.3.3. Podemos resumir las líneas anteriores diciendo que si resulta ya
problemático el término ‘sustantivación’ en un sentido general, por la falta de similitud –pese a las apariencias– entre la acción referencial y valores sintagmáticos
de los sustantivos, por una parte, y las unidades con artículo (esto es, las frases
nominales), por otra, la total identificación de cualquier unidad ‘nominalizada’ con
una categoría funcional sustantiva resulta mucho más problemática. Los argumen54
Briz señala hasta diez pruebas, si bien algunas resultan algo discutibles: la identificación de las respuestas a los interrogativos quien/qué con sustantivos, y el cuál con adjetivos (prueba X, id., 110) no resulta excesivamente útil. Y tampoco la posibilidad de
llevar adjuntos (prueba VI, id., 109), pues podemos encontrar ejemplos como, Naranjas
quiero de las buenas que llevé ayer y de las pequeñas muy rojitas, en los que un adjetivo nominalizado identifica claramente una clase a través de un rasgo y, con ello puede
ser posteriormente modificado con nuevas expansiones.
55
Forma igualmente femenina procedente de illa, al igual que la, que sufrió apócope, en
lugar de aféresis, en los casos de coincidencia fónica con la vocal tónica de la palabra
que caracterizaba.
76
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
tos de Briz en relación con las diferencias entre adjetivos y sustantivos son extensibles, con más argumentos, a estructuras relativas y frases preposicionales nominalizadas.
Esta suposición de que siempre que hay un artículo hay un sustantivo, real
o convertido, tiene como variante la idea de que en los casos en los que al artículo
le sigue una unidad no sustantiva, el artículo no convierte dicha unidad en sustantivo, sino que éste está implícito, tácito o elíptico y, por tanto, el antecedente de
forma sustantiva está igualmente presente. Trataré esta variante del ‘prejuicio del
sustantivo’ en el apartado dedicado a la consideración de la elipsis en estos casos
(vid. § 3.2. infra).
3.1.4. Recapitulación
Podemos concluir brevemente este apartado § 3.1 afirmando que los tres
pilares en los que descansa la idea alarquiana del artículo, a saber, su carácter morfemático, su papel sustantivador y, como consecuencia de ambos, su radical diferencia con los determinantes, resultan inaceptables si queremos ofrecer una explicación funcional sincrónica global (e históricamente documentada).
En primer lugar, el artículo solo se puede incluir entre los morfemas trivializando el concepto de morfema. Existen grados de gramaticalización que explican
los diferentes comportamientos de las unidades y las adaptaciones que la lengua
introduce en su inventario para satisfacer sus necesidades. Seguir llamando morfema al artículo simplemente porque no es una unidad plena es ignorar todo el
trabajo que, con mejores o peores resultados, según casos, se ha desarrollado en los
últimos veinticinco años sobre los procesos de gramaticalización, además de ser
descriptivamente poco útil (lo cual, sin duda, es peor).
En segundo lugar, y pese a su implantación en la tradición, decir que el
artículo sustantiva, es, ante todo, un error en la valoración de los procesos sintagmáticos, pues en ningún caso asimila el comportamiento del conjunto (artículo
+ unidad) al de un sustantivo, sino al de otros elementos nombradores (pronombres
o nombres propios). De ahí el más adecuado término de ‘nominalización’ como etiqueta que hace referencia a un proceso sintagmático, frente al de sustantivación,
que hace referencia a una transformación categorial, y, con ello, la justificación del
término ‘nominal’, que designa un valor gramatical (más que función), y no una
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
77
categoría56. Y dado que lo que hace el artículo es ‘nominalizar’ tanto sustantivos
como otras unidades (en exactamente la misma medida), la identificación de unidades o secuencias con la categoría sustantiva es, simplemente, un error injustificado.
Otra cosa, que no tiene que ver con la transcategorización, es que las categorías plenas, vivas y distintas como categorías textuales57, puedan tener sus límites
formales borrosos o inexistentes. Las lenguas pueden no sentir la necesidad de
diferenciar formalmente una categoría de otra, dejando al contexto sintagmático su
interpretación de la clase de palabra que corresponda en cada momento. Así lo que
llamamos ‘sustantivo’, por ejemplo, es en algunas lenguas, como en español
(dígase lo que se diga), algo formalmente idéntico al adjetivo. En otros casos, es el
adverbio el que es igual formalmente al adjetivo (en inglés, por ejemplo) y en otras
lenguas, como en japonés, se podría asimilar las categorías de verbo y adjetivo
sobre la base de ciertos rasgos formales comunes. Que un adjetivo inglés se pueda
usar como modificador verbal y se convierta así en un adverbio (Do it good!) está
en relación con la indiferenciación formal de adjetivos y adverbios en esta lengua.
Y el mismo habitual salto se da, como acabo de mencionar, entre adjetivos y sustantivos en castellano, de ahí la frecuentemente irrelevante cuestión de si palabras
como americano o millonario son sustantivos o adjetivos: de hecho pueden verse
de uno u otro modo según designen entidades o propiedades de entidades, pues sus
rasgos formales no cambian58. Ahora bien, esto tiene poco que ver con considerar
56
De ahí la total irrelevancia de la crítica a la ‘inflacción terminológica’ que, de un
modo más interesado que desinformado, leemos en Gutiérrez Ordóñez (1994).
57
Vid. en este sentido la conocida idea de E. Coseriu (1955) de las que podemos llamar
clases de palabra ‘plena’, idea que suscribo en sus aspectos más importantes.
58
Un caso distinto, pero igualmente significativo de lo idiosincrático de la fijación de
marcas formales y posibilidades sintagmáticas en las categorías lo tenemos en las unidades japonesas ilustrables mediante kirei (bonito), yoki (alegre), suki (‘que gusta’, favorito, ...), entre otras, que solemos traducir al castellano como adjetivos o estructuras
de relativo. Su actuación, claramente adjetiva, pero sujeta a condiciones diferentes de
las de los adjetivos ‘propiamente dichos’ hace que su denominación por parte de los
gramáticos resulte conflictiva: las gramáticas japonesas las consideran keiyoo dooshi
(verbos adjetivales), mientras que en las gramáticas occidentales de japonés es usual la
denominación ‘adjetivos nominales’ (cfr. Martin, 1975; Shibatani, 1990, 215), siendo
también habitual entre los japoneses la denominación de ‘cuasi-adjetivos’. A. Alfonso
(1966) —una de las mejores gramáticas de japonés para extranjeros existentes, y, sin
duda, la mejor en sintaxis— prefiere llamarlos Qualitative nouns (cfr. Alfonso, 1966, I,
93). Entre las gramáticas de japonés destinadas a hispano-hablantes, la diversidad es
total: Isihara (1985) los denomina ‘adjetivos adverbiales’, mientras que Planas-Ruescas
(1984) preferían considerarlos ‘nombres adjetivales’. Aray-Hanae-Ezaki (1981, I, 102 y
ss.), por su parte, los incluyen dentro de los adjetivos, estableciendo dos tipos: los i-
78
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
que las unidades se convierten, de un modo asimétrico, en miembros de una categoría cuando se les asocia un artículo que, curiosamente, también necesita esta
categoría para homologarse a aquéllas.
Finalmente, no ver la relación paradigmática entre el artículo y las formas
determinantes antepuestas y en gran medida gramaticalizadas de posesivos, demostrativos e indefinidos, supone cerrar los ojos a una evidencia lingüística. No se
trata de homologar el artículo a los demás determinantes, ya que aquél es el miembro general y más gramaticalizado del paradigma, sino de, reflejando claramente
las diferencias, fundamentalmente de ámbito, establecer el modo en que se oponen
en la realización de un mismo valor sintagmático en la lengua, tras seguir caminos
históricos similares en su naturaleza, aunque, naturalmente, no en su grado. Considerar que el artículo solo entra en relación paradigmática con su ausencia es, por
tanto, y como mínimo, un enfoque parcial del tema pues, por un lado, olvida que
pese a su gramaticalización, continúa entrando en oposición paradigmática con, en
palabras de Alonso antes citadas, “sus antiguos compañeros de sistema”, lo cual
resulta obvio. Pero es que, además, esa oposición que mantiene el artículo con su
ausencia no deja de ser secundaria con respecto a la primaria mantenida con los
demás determinantes, de carácter ‘pleno’, pues mientras la oposición, entendida
como posibilidad de conmutación en un contexto, es constante con los demás determinantes59, no lo es con su ausencia, con la cual no suele conmutar en posición
preverbal ni en muchos contextos preposicionales (entre otros). Tenemos, por
ejemplo, (67-68), pero no (69-70):
(67) Los / esos / unos / mis niños acaban de llegar
(68) Dale los regalos al / ese/ algún / mi niño
keiyooshi (o adjetivos ‘propiamente dichos’) y los na-keiyooshi, a los que corresponde
los que estamos comentado. Finalmente (aunque la lista podría aumentarse considerablemente), el Diccionario básico japonés español (= Japón, Fundación, 1992) considera
una palabra como kirai un ‘adjetivo verbal’. ‘Verbos adjetivales’, ‘adjetivos verbales’,
‘adjetivos adverbiales’, ‘cuasi-adjetivos’, ‘adjetivos en na’, ‘adjetivos nominales’,
‘nombres adjetivales’,‘nombres cualitativos’ ... prácticamente se agotan las posibilidades matemáticas de combinación. En realidad, lo que esta unidad del japonés nos está
mostrando más claramente que las de otras lenguas es que las categorías plenas pueden
tener subdivisiones, incluso fijadas formalmente, cuyo valor semántico y sintagmático
trasciende los rasgos prototípicos de la categoría.
59
Salvo casos en los que el contexto idiomático exige un determinado valor semántico
que solo puede proporcionar el artículo (dio la cara / ?dio su cara / ?dio una cara),
equivalentes, por otra parte, a otros casos en los que es otro determinante el que no
puede ser sustituido sin perder el valor de lengua (de profesión, sus labores / …?las labores / …??unas labores).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
79
(69) ?? Niños acaban de llegar
(70) ?? Dale los regalos a niño
Que el artículo sea singular en su grado de gramaticalización y en su carácter de determinante genérico es una cosa. Que ello le aparte del paradigma de los
demás determinantes, más específicos, con menor grado de gramaticalización y de
menores posibilidades sintagmáticas, otra muy distinta.
Como resumen en dos palabras del presente parágrafo podemos decir que
la visión del artículo como un morfema transcategorizador y sin más oposición que
su ausencia no encaja ni con la trayectoria histórica del conjunto de los determinantes ni con la realidad de la lengua desde un punto de vista sincrónico.
3.2. El artículo y la elipsis del sustantivo
3.2.1. Generalidades
Las dificultades que entraña la hipótesis de la sustantivación, sin más, han
hecho que, desde siempre, se busque el sustantivo sentido como necesario tras todo
artículo en otra parte, en concreto, en una existencia virtual o elíptica, con lo cual
evitar ciertas dificultades derivadas de las distintas formas de sustantivación. El
problema es que cuando el artículo se adjunta a adjetivos, estructuras relativas o
estructuras preposicionales, no siempre es fácil buscar un sustantivo elíptico que
encaje adecuadamente, de ahí que lo más habitual entre los defensores de la elipsis
sea la adopción de varias soluciones, según los casos. Bello, por ejemplo, punto de
partida fundamental en la defensa del artículo como variante pronominal, parece
aceptar, al tiempo, sustantivos ‘tácitos’, sin dejar de hablar de ‘sustantivación’. Así,
partiendo de su idea de la identidad entre artículo y pronombre, afirma que el uso
de formas tónicas (él, ella) o átonas (el, la) está condicionado contextualmente:
para que se utilicen las que denomina “formas sincopadas del artículo”, esto es, las
formas articulares átonas, frente a las pronominales (tónicas), considera que
“es necesario o que se construya con sustantivo expreso, o que se ponga al
sustantivo subentendido alguna modificación especificativa “Alternando el
bien con el mal, consuela a los infelices la esperanza, y hace recatados a
los dichosos el miedo” (Coloma): dícese el bien, el mal, la esperanza, el
miedo, sincopando el artículo, porque lo construimos con sustantivo expreso; en los infelices, los dichosos, se entiende hombres, y no se dice
80
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
ellos, sino los, por causa de las especificaciones infelices, dichosos” (Bello,
1847. § 274),
lo cual podría entenderse como una aceptación de la hipótesis de la elipsis unida a
la de la pronominalización, aunque la falta de especificaciones deja la puerta
abierta a interpretaciones. En alguna ocasión, esta hipótesis parece que con lo que
se funde es con la sustantivación:
“A veces se calla el sustantivo a que se refiere el adjetivo, como cuando
decimos los ricos, subentendiendo hombres (...) o como cuando después de
haber hecho uso de la palabra capítulo decimos, el anterior, el primero, el
segundo, subentendiendo capítulo. En estos casos el adjetivo parece revestirse de la fuerza del sustantivo tácito, y se dice que se sustantiva” (1847. §
56).
En Bello, como se ve, las distintas hipótesis habitualmente manejadas para la
explicación de la frase nominal con artículo están contempladas y fundidas, si bien
de todas ellas, la del valor pronominal del artículo es claramente la dominante y
desde la que se contemplan las demás.
Igualmente ‘mixta’ es la idea de Hansen (1913), si bien ahora la hipótesis
prioritaria es la de la elipsis. Así, en el epígrafe Adjetivos que se convierten en
Sustantivos (que venía tras el de Sustantivos que se convierten en Adjetivos), decía
escuetamente,
“Adjetivos se sustantivan por elipsis: el negro en lugar de el perro
negro. La sustantivación puede llegar á ser usual, y así se forman
verdaderos sustantivos: el negro = el individuo de raza negra”
(1913, 182).
Esta idea de sustantivación por elipsis (lo cual no deja de ser una contradicción60), muy difundida posteriormente, es defendida, entre otros, por Lázaro Carreter (1975), Garrido (1986) o Trujillo (1987), y es claramente mayoritaria entre los
60
Salvo que se considere (como Briz, 1989, vid. infra), que la elipsis es un primer paso
para la posterior sustantivación (léxica), la afirmación de Hansen encierra la misma
contradicción que la de Halliday & Hasan, cuando afirman:
“In non-elliptical nominal group, the Head is the Thing, the noun designating the
individual or class referred to (...). In an elliptical nominal group, this element is
not expressed, and one of the other elements (Deictic, Numerative, Epithet or
Classifier) functions as Head” (1976, 147).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
81
gramáticos ingleses (vid., por ejemplo, Halliday-Hasan, 1976, 147; Huddleston,
1984, 284 y ss.), si bien es habitual que, dados los problemas que conlleva, se utilice conjuntamente con otras alternativas. Garrido Medina (1986), es un buen
ejemplo de la diversificación de explicaciones según los casos. En su estudio sobre
el con adjetivo o relativo Garrido distingue hasta tres casos distintos de el que, a
los que hay que añadir el caso de lo que y, finalmente, los de ‘artículo +
preposición o adjetivo’. El primer caso, donde parece apuntar hacia un carácter
morfológico del artículo es, según Garrido, propio tanto de secuencias explicativas,
en las que la reposición del sustantivo es posible, aunque no entre el artículo y el
relativo, sino antecediendo al grupo (Un galán vocablo, (vocablo) del que yo (...)
estoy muy enamorado), como de secuencias especificativas en las que –siempre
según el autor– el artículo es prescindible (La persona a (la) que enviaste
recado...)61. De estos casos, que incluyen la forma lo que, dice el autor
“las formas el, la, lo, etc., son indicadoras de concordancia (...), en lo que
se asemejan a otros usos, pero parecen haber perdido su estatuto de elementos con entidad propia, aunque sean un resto marginal (pero interesante
como tales indicadores de concordancia o de su ausencia) de la evolución
general de las formas latinas de ille” (1986, 30).
Un segundo el que, que coincidiría con el comportamiento de ‘el + adjetivo /
preposición’ es el que se produce en secuencias como Los libros de aventuras son
los que más me gustan, en los que
“las formas el, la, los, las concuerdan con un sustantivo, presente fuera de
la construcción, o por lo menos disponible, “fresco en la memoria”, por inferencia a partir del contexto verbal o del entorno social o cultural. La cláusula de relativo, especificativa, tiene entonces la misma función de modificador que la observada en el caso del adjetivo, y que la del sintagma con
preposición de como en (37):
(37) Los libros que más me gustan son los de aventuras” (1986, 31).
Finalmente,
Evidentemente, si hay un elemento elíptico, estructuralmente seguirá siendo el núcleo.
Si el núcleo es cualquiera de los demás elementos, más que elipsis lo que tenemos es
desaparición estructural del sustantivo.
61
Ejemplos estos de los que Garrido dice extrañamente que “no admiten antecedentes”
(1986, 60), cuando lo que probablemente quiere expresar es que no admiten interpolación del sustantivo que identifica la referencia que sustenta la concordancia del artículo.
82
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
“encontramos las formas el, la, los, las, con la significación de persona, y
también la forma lo, con la significación correlativa de no persona, es decir, de cosa o asunto para la que no existe o no se encuentra denominación
léxica apropiada, o, si existe, y se dispone de ella, se decide no emplearla”
(1986, 31-32),
formas ilustradas con ejemplos como El que estudia aprobará, en donde Garrido
opta por la función nuclear del artículo, sin valor puramente indicador de la concordancia (ahora no es prescindible) ni existencia de elipsis62. Se apoya en A. Bello
para justificar el doblete pronombre átono / tónico en
Ellos, que estaban cansados, se fueron a dormir
Los que estaban cansados se fueron a dormir
como resultado del carácter explicativo del primero, separado fónicamente de la
modificación explicativa, y el carácter especificativo del segundo, unido a la modificación. Pese a la proliferación de explicaciones según la casuística, Garrido encuentra dificultades para encajar casos como
Cuando el cuervo da voces (...), no es el cuervo el que te avisa, sino Dios
El rayo es el que te avisa de la tormenta
que considera como “probable excepción” (1986, 67) sin llegar a dar una solución
clara.
La postura de Garrido es indicativa de por dónde se mueven los partidarios
de la elipsis: ante la imposibilidad de explicar todos los casos de ‘artículo + unidad
no-sustantiva’ mediante la interpolación de un sustantivo, sin caer en ficciones
inaceptables, establecen una casuística que varía de unos a otros autores. Briz
(1989), por ejemplo, tiende a pensar en la elipsis como en el primer paso de un
proceso que luego puede llevar a la sustantivación, pero en el que también puede
implicarse la pronominalización (nuclearización) del artículo. En sus palabras
62
Más abajo resume: “en el uso anafórico a un sustantivo presente o disponible en el
contexto las formas el, la, los, las no funcionan como término primario, sino como modificadores concordantes con dicho sustantivo. Lo se emplea correferencialmente con
otra forma análoga, como esto, o con un atributo, sintagma verbal, cláusula u oración.
En el uso no anafórico, es decir, sin un sustantivo que sirva de antecedente, las formas
el, la, los, las, por una parte, y lo, por otra, funcionan como núcleo, siendo término secundario la modificación especificativa con la que se construyen” (Garrido, 1986, 65)
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
83
“Ciertamente, la sustantivación del adjetivo deriva de un proceso de supresión o elisión. La elipsis influye en el proceso de sustantivación de elementos no sustantivos (sobre todo adjetivos). Este proceso de sustantivación se inicia u origina de estructuras elididas, aunque de dicha sustantivación sólo pueda hablarse cuando este proceso de supresión haya terminado;
esto es, cuando el hablante no pueda señalar de forma precisa el elemento
elidido” (Briz, 1989, 92)
Y continúa
“No es posible hablar de sustantivación de pequeño en
(4) El libro grande y el pequeño
si al mismo tiempo, como se observa aquí, es necesaria la presencia de un
sustantivo en el contexto verbal. Si tal sustantivo está expreso en el discurso, el adjetivo seguirá funcionando como tal, es decir, como adyacente
del sustantivo en cuestión. Así, en el ejemplo anterior, el adjetivo pequeño
actúa como “modificador” del artículo-pronombre el, que se refiere anafóricamente a libro” (1989, 92)
Como se ve, en Briz la sustantivación es básicamente un proceso de categorización formal. Cuando no se puede hablar de tal cosa, hay que suponer un sustantivo elidido, si bien entonces el estatus del “artículo-pronombre” resulta un tanto
confuso en cuanto a su naturaleza gramatical.
3.2.2. Problemas y alternativas
Pese a que lo atractivo y aparentemente sencillo de la propuesta ha hecho
que la opción de la elipsis63 fuera la preferida en ciertos ámbitos, lo cierto es que
63
Aunque sea una cuestión secundaria, el uso del término elipsis en estos casos me parece inapropiado. Como ya indiqué en ocasiones anteriores (Jiménez Juliá, 1991, 1995a,
cap. IV) hay que distinguir dentro de las omisiones dos tipos cualitativamente distintos:
la elipsis y la elisión. La primera es la eliminación de una unidad estructuralmente presente con el fin de destacar lo no eliminado. Esta asociada, por tanto, a unas estructuras
informativas y situaciones del foco determinadas, tiene un carácter sistemático, y no
busca primariamente la economía sino el énfasis. La elisión, en cambio, es la mera omisión de algo por razones de simplificación discursiva, y no supone ningún tipo de estructuración informativa concreta. La consideración de sustantivos ausentes en las estructuras “Artículo + unidad no-sustantiva” supondrían, por tanto, un caso de elisión,
nunca de elipsis, tal como lo planteo.
84
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
tropieza con demasiados problemas, algunos de los cuales ya han aflorado al describir las posturas de Bello, Garrido o Briz.
3.2.2.1. La consideración de la existencia de omisión de sustantivo viene
justificada normalmente por la evidencia de la posibilidad tanto de sobrentender la
referencia de un determinado sustantivo en la estructura con artículo como de incluirlo dentro de la misma. Así, parece claro que las secuencias en cursiva de (7173)
(71) Los días lluviosos y los soleados ...
(72) Los chicos de Cuenca y los de Alicante ...
(73) Las personas que lleguen hoy, y las que lleguen mañana ...
no solo se están refiriendo, respectivamente, a días, chicos y personas, sino que
esos sustantivos son perfectamente integrables dentro de las secuencias en
cuestión. Además, el propio género femenino (por tanto, marcado) de (73) parece
apoyar la idea de la existencia ‘estructural’ de un sustantivo omitido.
Y si en (71-73) la situación parece clara porque el propio contexto lingüístico proporciona inequívocamente el referente, lo mismo puede ocurrir cuando,
aunque no exista su paralelismo referencial, el contexto situacional facilite su comprensión, como en (74-75):
(74) En este río hay muchas truchas. Las arco-iris son las más numerosas
(75) El kanji chino es, en su origen, un dibujo. El japonés es una herencia del primero,
donde truchas y kanji son fácilmente interpretados (e interpolables) en la secuencia, con la particularidad de que en (74), como en (73), la referencia a esta unidad
justifica el género femenino y número plural del artículo.
El problema surge cuando la recuperación de este sustantivo no es tan fácil
o, incluso, cuando es materialmente imposible, por no existir ninguno en el inventario de la lengua que se adecue a las exigencias referenciales de la secuencia. Es el
caso de (76-79):
(76) El que quiera peces, ya sabe lo que tiene que hacer.
(77) Se armó la de Dios es Cristo
(78) La xenofobia es el rechazo a los de fuera.
(79) Pese a las recomendaciones, hablaré con todo el que me dé la gana,
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
85
a los que hay que añadir, naturalmente, los ejemplos con neutro, en donde los defensores de la elipsis suelen acudir a la hipótesis pronominal. En (76) podríamos
interpolar un sustantivo genérico de persona, pero tendría que ser masculino (no
podría ser persona), y los existentes en el inventario (individuo, tipo, etc.) serían
difícilmente utilizables en este contexto, con lo que la interpolación se convertiría
en algo bastante alejado de los usos lingüísticos y –lo que es peor– de la propia
secuencia supuestamente ‘omisiva’. Y algo parecido ocurre en (78), pues la reposición de palabras como habitantes, o similares, resultaría de lo más artificial. En
(77) ocurre lo mismo, y aunque aquí se puede aducir un sustantivo presente en el
origen de la expresión, lo cierto es que el hablante medio que la utiliza desconoce
totalmente cuál pueda ser y, en todo caso, no está pensando en ella al expresarla 64.
Es más, en estos casos puede aducirse la existencia inicial de un sustantivo como
justificación del género femenino de la secuencia, aunque también puede verse
como un uso típico del femenino presente en otras expresiones (tener la negra,
prometérselas felices, etc.). Finalmente, en (79) la presencia de todo impide cualquier interpolación sustantiva. Los defensores del carácter pronominal de el, en
estos casos, lo justificarían diciendo que (76) equivale a toda persona que llegue,
aunque tendrían que explicar a qué sustantivo remite el género masculino de la
secuencia, con lo que tendríamos problemas similares a los de (76) y (78). Los
defensores de la elipsis tendrán aquí un problema más.
Como acabo de comentar (cfr. § 3.1. supra) lo habitual entre los que han
optado por la elipsis es recurrir a la solución mixta elipsis-pronominalización del
artículo. Es interesante, sin embargo, observar el argumento sintáctico con el que J.
Garrido Medina, claro exponente de este grupo, defiende la existencia de la elipsis
en contra de la consideración del valor ‘nuclear’ de la unidad no-sustantiva que
sigue al artículo. Según Garrido:
“En las construcciones en que para comprenderlas necesariamente se recupera el sustantivo, no se puede pensar que el adjetivo sirva de núcleo. Si lo
fuera, ¿qué papel tendría el sustantivo una vez recuperado? Y si se supusiera que el adjetivo es núcleo hasta que se procesa en la comprensión, el
sustantivo, no se dispondría de ninguna indicación sintáctica para poder recuperar el sustantivo, puesto que ya habría un término primario, el
adjetivo. La instrucción sintáctica de recuperar el núcleo de la construcción
64
Solo en una consideración de la elipsis como paso inicial a una ‘sustantivación’ de la
unidad con artículo, como la defendida por Briz (1989), podría mantener la existencia
de una omisión aquí. Pero, claro está, entendida como algo sincrónicamente no vigente.
86
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
consiste precisamente en indicar que el adjetivo es modificador.” (Garrido
Medina, 1986, 54).
Aunque no cabe dudar de la existencia de casos en los que argumentos de
este tipo tienen vigencia, no parece que aquí sean adecuados. Esto es, y aunque no
es éste el momento oportuno para profundizar en ello, podemos decir que este tipo
de argumentos es relevante para determinar, por ejemplo, el carácter subjetivo (y
no predicativo) de la secuencia en cursiva en (80)
(80) Parece que va a llover,
(81) Lo parece
(82) Parece evidente que va a llover,
pese a su aparente conmutación con lo, pues si en dicha secuencia reemplazamos el
predicativo interno (sobrentendido en este contexto), del paradigma semántico de
‘evidente’, ‘seguro’, ‘claro’..., queda en evidencia el carácter de sujeto de la secuencia con que: No parece razonable pensar que haya un cambio de valores en la
secuencia que va a llover en (80) y en (82); parece más lógico pensar que en (80) el
predicativo, explícito en (82), se sobrentiende a modo de un predicativo interno,
como existen acusativos internos y no necesariamente de raíz léxica similar al
verbo65. Y parece, por tanto, que el lo de (82) hace referencia a ese predicativo y
no, pese a las apariencias, a la secuencia con que, que funciona como sujeto66. En el
caso del artículo y unidad no-sustantiva, sin embargo, la situación es bien distinta.
Dedicaré el siguiente subapartado a comentar la naturaleza de esta construcción.
3.2.2.2. Es necesario empezar resaltando el hecho de que en este tipo de
construcción no estamos ante funciones dentro de una estructura propiamente
sintáctica, sino ante unidades caracterizadas como nombradoras a través de un
artículo (esto es, a través de una unidad altamente gramaticalizada). Como mencioné en § 3.1.3 supra, este proceso de ‘nombrar’ una referencia puede hacerse a
65
Por ejemplo, el verbo escribir seguido de un dativo se reinterpreta como escribir una
misiva, sin que la expresión explícita del tipo de misiva altere ni la estructura ni el significado. O, dicho de otro modo, entre escribí a mi tío y escribí una carta a mi tío, solo
existe una diferencia: el acusativo explícito de la segunda se incorpora al significado
léxico de la primera, en un caso parecido al de vivir (la vida), en el que solo se resemantiza metafóricamente el verbo vivir cuando se explicita el acusativo del verbo como
algo distinto de una vida: vivió los años sesenta con gran intensidad, vivió un infierno,
etc. Para lo relativo a constituyentes internos vid. Jiménez Juliá, 2005a.
66
De hecho, podemos decir, aunque por razones normativas no sea frecuente, que va a
llover, lo parece. Sin embargo, no es posible encontrar *lo parece evidente.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
87
través de una etiqueta individualizadora (un nombre propio) o deíctico (un pronombre), a través de la alusión a la clase de entidades a la que pertenece (un sustantivo) o a través de una propiedad que lo caracterice (un adjetivo, una frase preposicional, una estructura relativa). Si en los dos primeros casos la capacidad nombradora es parte inherente de la clase de palabra (nombre propio y pronombre), en
el resto de los casos podrá, o deberá, ser el artículo el caracterizador analítico que
permita esta ‘habilitación’. Y si el artículo permite convertir tanto sustantivos
como adjetivos en unidades nombradoras, independientemente de que su valor
semántico habitual sea designador de entidades o de propiedades, lo mismo hará
cuando la expresión de la propiedad que define la clase se efectúe mediante una
frase preposicional o una estructura relativa. Esto es, si no necesitamos un
sustantivo en el caso de
(83) Los misericordiosos obtendrán misericordia
tampoco lo necesitaremos en el caso de (76-79), o de (84-86):
(84) El alumno que llegue pronto irá a la excursión y el que llegue tarde se quedará
sin ella.
(85) La hermana de Pedro y la de Luis se llevan muy bien
(86) Me gustan las manzanas verdes, y también las maduras.
En (83-86), a diferencia de (76-79), hay unos referentes, susceptibles de expresarse
como sustantivos, muy claros. Nadie duda de que con las unidades en cursiva nos
estamos refiriendo a un ‘alumno’, a una ‘hermana’ y a ‘manzanas’, respectivamente. Lo que se niega es que esas referencias estén lingüísticamente aludidas a
través de sus correspondientes sustantivos (elípticos). La referencia se hace directamente a través de sus propiedades, sin sustantivo alguno en la estructura gramatical. Que en este caso la realidad designada esté previamente aludida mediante un
sustantivo y facilite así la interpretación de que la referencia caracterizada como la
de Luis se corresponde con la realidad expresable con el sustantivo ‘hermana (de
Luis)’ no añade nada a los casos en los que no existe un sustantivo a mano que
interpolar (como en (76-79)), aunque la interpretación de la referencia sea a menudo igualmente clara por razones contextuales. O como cuando la interpolación es
posible, pero solo a través del contexto situacional, y no del contexto lingüístico
previo. Como el fontanero que le dice a su ayudante:
(87) Dame la del doce.
Y es, sin duda, de lo más forzado pensar que, ante recursos gramaticales idénticos
–que, en definitiva, es de lo que se trata– hay una construcción si el hablante se
88
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
apoya claramente en el contexto lingüístico previo, y otra distinta cuando lo hace
en el contexto situacional, o una cuando existe un sustantivo susceptible de designar la referencia a la que se alude, y otra cuando no sucede esto, pues en todos
estos casos estamos ante la misma construcción, que denominamos frase nominal,
y que consiste en la posibilidad explotada en español (en mayor medida que otras
lenguas, como el inglés67), de nominalizar cualquier cosa a través del determinante
general que es el artículo. En efecto, la gramaticalización del artículo, en mayor
grado que otros determinantes, lo ha convertido en una unidad paramorfológica
presentadora de cualquier unidad, que queda así habilitada como nombradora de
una realidad a través de sus propias características. O, dicho de otro modo, a la
lengua le resulta sumamente rentable disponer de un modo de nombrar aplicable a
cualquier unidad tónica, sin que el uso de ésta presuponga la existencia o aparición
de un sustantivo por el hecho de que la capacidad designadora de entidades de esta
clase de palabras parezca más susceptible que otras para referirse a entidades de la
realidad. Y no es en absoluto descriptivamente rentable simplificar el asunto diciendo que todos estos elementos se convierten en sustantivos cuando se les adjunta un artículo.
Quedan algunos argumentos utilizados por los defensores de la elipsis para
justificar su defensa de la existencia de un sustantivo, entre los que destacan la
elección del género del artículo, que remiten al desaparecido sustantivo, pero dado
que este tipo de argumento es común a las demás hipótesis, y muy particularmente,
a la de la naturaleza pronominal del artículo, trataré primero ésta y recogeré, en §§
4.1 y 4.5. infra estos argumentos comunes a las distintas posturas descritas.
3.3. El artículo como núcleo pronominal.
3.3.1. La estela de A. Bello
Las posturas favorables a la consideración de las unidades átonas el, la y,
sobre todo, lo como el núcleo del sintagma al que pertenecen han sido diversas y
con diferentes implicaciones. Uno de los puntos de partida fundamentales de la
67
De acuerdo con Jespersen (1914, 231 y ss.), el inglés rechaza en mayor medida que,
por ejemplo, el alemán, la utilización del adjetivo sin artículo (cfr. al. ein armer; ing. a
poor man; al. der alte, ing. the old man), salvo casos de verdaderas sustantivaciones
léxicas: the dead, si bien –añade– coloquialmente sigue siendo preferible the dead man.
Lapesa (1970, 78-79) apunta en la misma dirección en su breve alusión a las diferencias
entre los recursos nominalizadores de diversas lenguas.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
89
idea es, sin duda, Bello68, quien considera las formas átonas articulares y las tónicas
pronominales como variantes de una única forma básica derivada de ille, illa, illud:
unas formas son íntegras, y se utilizan cuando su modificación es explicativa, y
otras, sincopadas, para cuando hay modificadores especificativos69:
“Cuando la modificación es puramente explicativa se usa la forma íntegra
del artículo, no la sincopada; “Ellos, fatigados de tan larga jornada, se fueron
a dormir”” (1847, § 275)
La denominación de “forma íntegra del artículo” para ellos evidencia el carácter de
variante combinatoria que Bello otorga a artículo y pronombre personal, carácter
explícitamente expuesto más abajo70:
“Así como de los demostrativos este, ese, aquel, nacen los sustantivos esto,
eso, aquello, de él o el nace el sustantivo ello o lo, empleándose la forma
abreviada lo cuando se sigue una modificación explicativa: “En las obras
de imaginación debe mezclarse lo útil con lo agradable (...)”
Dícese el mero necesario y lo meramente necesario, el verdadero
sublime y lo verdaderamente sublime. Necesario, sublime en la primera
construcción están usados como sustantivos, y son modificados por adjetivos. En la segunda, el sustantivo es lo, modificado por necesario y
68
Un análisis breve, pero sumamente preciso de la postura de Bello (y tras él, la Real
Academia y Fernández Ramírez), y de la de Cuervo, Lenz y Gili Gaya, se encuentra en
Vázquez Rozas (1996).
69
Bello denomina artículo a unas y a otras, independientemente del valor concreto que
adquieran en el contexto. En § 274 habla de la existencia de formas sincopadas del artículo, que se dan con sustantivo ‘expreso’ o ‘subentendido’ con alguna modificación especificativa. Así, sobre el ejemplo “No cría el Guadiana peces regalados, sino burdos y
desabridos, muy diferentes de los del Tajo dorado” dice:
“dícese sincopado el Guadiana, el Tajo, porque no se subentiende el sustantivo, y
lo, no ellos, subentendiéndose peces, por causa del complemento especificativo
del Tajo dorado”.
70
Es de destacar que para Bello forma abreviada y no abreviada no implica forma átona
y tónica, respectivamente, sino que unas y otras vienen a corresponderse con los artículos y pronombres. Así, en § 279 considera que “las forma íntegras él, ella, ellos, ellas
(no las abreviadas el la los las) se declinan por casos”, siendo las formas lo, la, le, los,
las, les las formas acusativas y dativas de las formas íntegras.
En general, creo que la forma de presentar Bello la evolución de los herederos de
ille, illa, illud en castellano, siendo históricamente correcta, resulta equívoca en cuanto
al valor gramatical adquirido por las distintas formas (vid. §§ 279.291), y algo parecido
le reprochan Fernández Ramírez (1951a, § 163. nota 471) y Cuervo (1945, nota 54).
90
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
sublime, que conservan su carácter de adjetivos y son modificados por
adverbios” (1847, § 277. Vid asimismo § 971).
En similar idea se mueve Fernández Ramírez al hablar del artículo neutro:
“El artículo neutro actúa siempre como término primario, asociado a términos secundarios nominales, I, a términos subordinados introducidos por de,
II, y a oraciones de relativo introducidas por que, III.” (1951a, § 159.1).
Y este papel de unidad nuclear (‘término primario’) la extiende a otras manifestaciones no neutras del artículo:
“En contraste con el artículo, los demostrativos que desempeñan función
sustantiva –demostrativos concordantes y neutros– pueden actuar sin ninguna clase de términos secundarios o de complementos preposicionales o de
ampliaciones relativas. El artículo está privado enteramente de esta capacidad. Funciona siempre como término secundario o como término primario
agrupado con un nombre adjunto o con un complemento preposicional o relativo” (1951a, § 163.1. Vid. también § 141).
Como en el caso de Bello, Fernández Ramírez ve en lo una variante combinatoria de aquello. Esta última forma se utiliza “cuando el pronombre relativo se
halla regido por una preposición”, como en “No hace falta probar la existencia de
aquello de que se tiene experiencia inmediata”, pero también “fuera de estas condiciones” (id., § 159.4).
En la misma idea de Bello y Fernández Ramírez inciden García de Diego
(19703)71 y Lázaro Carrerer (1975)72. Alcina Franch-Blecua (1975), por su parte,
71
“El artículo neutro lo con los calificativos tiene la equivalencia de un sustantivo, “lo
bueno”, y añade
“también tiene este valor algunas veces el artículo masculino, pero es que en este
caso no es adjetivo el que le acompaña, sino sustantivo (...) compárese la alternativa entre el ridículo y lo ridículo” (García de Diego, 19703, 342)
con lo que parece que interpreta, en estos casos, el sustantivo como unidad que precisa
el ámbito aplicable al artículo.
72
Lázaro Carreter, en su presentación confusamente transformacional, afirma:
“el artículo, para nosotros, posee el estatuto gramatical de palabra “fronteriza”,
junto con otros signos del idioma. Y constituye una misma categoría funcional con
el pronombre personal de tercera persona: él siempre contiene el, aun en el caso de
que sustituya a un nombre propio. Ambos signos, en las manifestaciones de super-
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
91
aluden a la vacilación de los gramáticos entre la adscripción del lo a la categoría de
los pronombres o a la del artículo, tomando el camino del medio y considerando
que pertenece al sistema de los artículos, pero que también tiene carácter pronominal. Así, al ilustrar la ‘orientación semántica del lo’, (en concreto, su naturaleza
‘selectiva’ y ‘colectiva’)73 afirman que el lo posee un carácter “primario y
pronominal” que “dirige (...) la atribución expresada por el adjetivo que le acompaña como adjunto hacia una realidad no lexicalizada” (vid. § 3.4.5.1), con lo cual
se opone al artículo propiamente dicho (el, la), caracterizado previamente como
‘–pronominal’ y ‘+ caracterizador’ (vid. § 3.4.0.2), realizando su labor como
“término primario” (vid. § 3.4.5.2). Todo lo cual no les impide considerar que el lo
tiene una función sustantivadora.
En todos los casos citados, el carácter ‘nuclear’ del lo, o el de otras manifestaciones articulares (con adjetivos, frases preposicionales o relativos) viene dado
por el papel central que se atribuye a la referencia que implica, y no tanto por
haberse definido de un modo teórico riguroso dicha nuclearidad en la estructura del
sintagma en el que se inscribe. Así, Bello se limita a indicar que el artículo es un
sustantivo, sin justificar que no se ajuste en modo alguno a los rasgos que previamente había mencionado como definitorios de dicha clase de palabra74. Fernández
Ramírez, quien habla de su valor como ‘término primario’, tampoco establece unas
condiciones definidas para la realización de dicha función 75. Es más, su mezcla de
ficie, se hallan en distribución complementaria. Lo posee el rasgo categorial [neutro], funciona siempre como término primario (a diferencia de lo que ocurre con el
artículo) y está en distribución complementaria con ello. Este signo y lo constituyen con algunos otros, como algo, la clase funcional de los sustantivos neutros,
claramente diferenciada de la del artículo (y la del pronombre personal). Lo prueba
el hecho de que lo + adjetivo y lo + sintagma preposicional funcionan sin la existencia de un nombre en la estructura profunda, lo cual no sucede en las construcciones supuestamente equivalentes el + adjetivo y el + sintagma preposicional”
(Lázaro Carreter, 1975, § 14.1).
73
En lo bueno, por ejemplo, se dice que “es aquello que es bueno dentro de un todo en
el que se da lo que es bueno y lo que no lo es” –valor selectivo–, y que reúne los aspectos “de los que es verdad la predicación bueno” –valor colectivo– (Alcina-Blecua, §
3.4.5.1).
74
“El SUSTANTIVO es, pues, una palabra que puede servir para designar el sujeto de la
proposición. Se dice puede servir, no que sirve, porque además de esa función, el sustantivo ejerce otras” (1847, § 41). “Los sustantivos significan directamente los objetos
que pensamos” (Bello, 1847, § 43).
75
La idea de ‘pronombre’ de S. Fernández Ramírez está alejada de la de una clase de
palabra concreta, siendo más bien una “magnitud lingüística” que afecta “longitudinalmente” a todas las demás (cfr. Fernández Ramírez, 1951b § I.11). Para más detalles so-
92
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
criterios entre valores funcionales y rasgos categoriales le hace hablar de “la falta
de función pronominal de los indefinidos cuando actúan como términos secundarios” (1951b, § I.5. Cursiva mía)76. Lo que en realidad hace Fernández Ramírez es
utilizar la identificación entre término primario y sustantivo, término secundario y
adjetivo, y término terciario y adverbio, propiciada por Jespersen (1924), a cuya
obra alude explícitamente en varias ocasiones77. El uso prácticamente equivalente
de término primario y sustantivo es constante78, y la asimilación de los pronombres
a éstos también, pese a la diferenciación que establece entre sustantivo y pronombre79. O, dicho más brevemente, el carácter nuclear que Bello o Fernández
Ramírez, entre otros, atribuyen a lo (o a el o la) tiene su origen en la asimilación
del artículo a la clase de los pronombres y, con ello, su identificación con el sustantivo y sus funciones, sin otras consideraciones sobre las diferencias formales o
posibilidades sintagmáticas entre un pronombre átono y un sustantivo, sobre todo
porque los fundamentos sobre los que basan su estudio gramatical (y, muy particularmente, el de los pronombres) son prioritariamente referenciales, y solo secundariamente formales. Y esta misma idea es la que preside la opinión de Lapesa (1966,
1970) quien afirma :
“En la anáfora y la catáfora parece clara la sustantividad del artículo; pero
cuando éste no representa a ningún término expreso es muy difícil
dilucidar si la noción de persona o entidad ha sido aportada por él o si está
contenida en el adjetivo o participio, que en tal caso ejercerían la función
sustantiva” (Lapesa, 1970, 80),
bre la noción de pronombre del autor vid § 3.3.2.2, infra).
76
Para la fecha de la referencia (1951) he seguido las indicaciones del editor de la obra
de Fernández Ramírez, José Polo, que la da como desconocida, advirtiendo que “lo
único seguro es que no es anterior a 1951” (Fernández Ramírez, 1985, 279, nota 115).
77
Vid., por ejemplo, (Fernández Ramírez, 1951b, §§ I.8 y I.9), donde identifica
explícitamente sustantivos y adjetivos con los términos primario y secundario. Para mayor documentación sobre las alusiones de Fernández Ramírez a Jespersen, vid. la nota
123 de Polo en Fernández Ramírez (1985, p. 303).
78
Los demostrativos sustantivos se agrupan menos frecuentemente que el artículo
sustantivo con términos secundarios (1951a, § 123.1. Cursivas mías)
79
“Todos los demostrativos de la serie este ese aquel pueden funcionar indistintamente
como término primario o secundario, a excepción de los neutros esto eso aquello, que
solo actúan como término primario. La doble posibilidad de actuar o bien INDISTINTAMENTE como término primario o secundario o EXCLUSIVAMENTE en una u otra función
es la propiedad formal que caracteriza a los pronombres frente a los nombres, dotados
por su parte de la capacidad de actuar PREFERENTEMENTE en una u otra de estas funciones”
(Fernández Ramírez, 1951a, § 123.2. Vid. igualmente, 1951b, § I.9).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
93
esto es, Lapesa, quien ve ‘función sustantiva’ del artículo en básicamente los mismos casos que Bello y Fernández Ramírez, identifica –una vez más– ‘anáfora’ y
‘función sustantiva’. También Garrido Medina (1986), con algunas variaciones,
sigue las ideas anteriores. Garrido considera que el artículo tiene carácter de
‘término secundario’ cuando precede al relativo explicativo que (con antecedente
antepuesto posible) como en (88), o especificativo, como en (89a-b):
(88) Un galán vocablo, (vocablo) del que yo (...) estoy muy enamorado
(89a) La persona a la que enviaste recado.
(89b) Los libros de aventuras son los que más me gustan
También son términos secundarios los artículos ante frase preposicional o
ante adjetivo, como en (90) y (91):
(90) Los libros que más me gustan son los de aventuras
(91) Los buenos se salvarán,
todos ellos casos de elipsis, según vimos hace un momento (cfr. § 3.2), en los que
considera que existe un sustantivo elíptico con respecto al cual tanto el artículo
como los relativos, frases preposicionales o adjetivos funcionan como términos
secundarios. Caso diferente es el de (92) o (93):
(92) El que estudia aprobará
(93) Lo que quieras hacer, lo harás
donde, al igual que Bello, Fernández Ramírez o Lapesa (aunque de un modo más
restringido que ellos), considera el artículo como el elemento nuclear 80. No llega a
calificarlo claramente de pronombre, aunque considera, como Bello, que en estos
casos el artículo mantiene con las formas pronominales tónicas (él, ella, ellos,
ellas) y con las formas artículares con sustantivo, que considera de algún modo
distintas, “estrechas relaciones semánticas y sintácticas”, formando en su caso tres
categorías relacionadas pero, al tiempo, diferenciadas. Hay por tanto, artículos
adnominales con sustantivo explícito o elíptico, artículos nucleares (con relativos
80
“Del mismo modo que es artificial la reposición de sustantivos como cosa o asunto
en el caso de lo (e impracticable si se desea mantener la forma lo), resulta poco plausible la de hombre o persona en los casos de el. Es más, no está justificado hablar de
sustantivo cuando no es posible precisar de cuál se trata, es decir, cuando no es imprescindible uno en particular para comprender o producir la construcción” (1986, 36)
94
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
sin antecedente disponible y todos los casos de lo), y pronombres tónicos, obviamente nucleares81. Las conclusiones del propio autor, que transcribo en su integridad, suponen el mejor exponente de una postura que aúna las explicaciones del
artículo sin sustantivo apelando a la existencia de elipsis de un sustantivo, y las
que, tras Bello, lo consideran nuclear:
“Las formas el, la, los las, construidas con adjetivo o con relativo (o con
sintagma con preposición de) modificadores especificativos, funcionan
como modificadores concordantes con un sustantivo que el oyente recupera
a partir del contexto verbal, situacional o cultural (incluyendo en este
último tanto conocimientos lingüísticos como generales acerca de la realidad). Las formas el, la, los, las, por una parte, y lo, por otra, sin sustantivo
antecedente con el que concordar, funcionan en dichas construcciones
como núcleo, sin anáfora a sustantivo alguno; tienen entonces los mismos
rasgos sintácticos que diferencia a él, ella, ellos, ellas, por una parte, y ello,
por la otra, en las construcciones de adjetivo o de relativo con función de
modificación explicativa. Las primeras, concordantes, y entre las que no fi81
Garrido ilustra la diferencia entre los ejemplos (88-91) y (92-93) como sigue:
“Nos encontramos, por tanto, ante dos usos diferentes. En uno, las formas el, la,
los, las concuerdan con un sustantivo, presente fuera de la construcción, o por lo
menos disponible, “fresco en la memoria”, por inferencia a partir del contexto verbal o del entorno social o cultural. La cláusula de relativo, especificativa, tiene
entonces la misma función de modificador que la observada en el caso del adjetivo, y que la del sintagma con preposición de como en (37):
(37) Los libros que más me gustan son los de aventuras
En el segundo uso, encontramos las formas el, la, los, las, con la significación de
persona, y también la forma lo, con la significación correlativa de no persona, es
decir, de cosa o asunto para la que no existe o no se encuentra denominación
léxica apropiada, o, si existe, y se dispone de ella, se decide no emplearla” (Garrido Medina, 1986, 61-62).
De este modo, la contraposición de ejemplos como (38) Esta mesa es la que te quiero
regalar (39) Esta mesa es lo que te quiero regalar consiste en que
“en (38) la concuerda con mesa, y está unido como término secundario a la construcción con relativo, también término secundario, especificativo, mientras que en
(39) lo carece de antecedente y no han sustantivo “subentendido” que pueda funcionar como núcleo” (1986, 62)
Y continúa
“En las construcciones en que no hay antecedente, el relativo tiene carácter de modificador especificativo, como sugiere la comparación con las construcciones con
antecedente (...). No queda más opción que atribuir a el, la, lo, etc., el carácter de
núcleo” (1986, 62-63).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
95
gura lo, constituyen, como las que se construyen con sustantivo, las formas
del artículo el. Mantienen con las segundas, y por tanto también con las correlativas formas plenas del pronombre, estrechas relaciones semánticas y
sintácticas, además de la relación analizadas aquí” (Garrido Medina, 1986,
68).
En todos estos casos la nuclearidad (o carácter sustantivo o primario) de la
unidad lo (o el, la) viene dado por la consideración de la concentración en el artículo de los valores anafóricos o referenciales de la entidad que se nombra, y a la
cual se atribuye algo en forma de adjetivo, frase preposicional o estructura relativa,
sin que en ningún momento se plantee la naturaleza del concepto de núcleo ni, por
tanto, la justificación de las identificaciones establecidas (valor anafórico = ‘valor’
sustantivo (o pronominal) = núcleo / término primario)82. Ni que decir tiene que
esta fluctuación entre lo que se identifica como pronombre y lo que no, incluso en
un mismo autor, proviene de la históricamente inestable entidad del pronombre
como clase de palabra. Justificar que unidades como el, la o lo sean o no pronombres dependerá de la previa justificación de lo que se deba entender por tal. Veamos −someramente− cuáles han sido los ejes fundamentales para la consideración
del pronombre, y, a continuación, cuál creo que debe ser su lugar en la descripción
funcional. Ello nos permitirá considerar la relación entre el valor pronominal y los
artículos sobre una base descriptiva más firme.
3.3.2. Sobre la noción de pronombre
Es evidente que considerar el artículo lo (o en su caso el, la, los, las), como
un pronombre, pese a lo implantado de la idea en ciertos sectores, tiene problemas
teóricos a los que no han sido ajenas las distintas visiones que de esta unidad se
han tenido. Escavy Zamora (1987) ha trazado un exhaustivo panorama de las
82
Esta identificación también lleva al caso contrario: la falta de reconocimiento de un
antecedente cuando no puede considerarse el núcleo de la relativa. Vázquez Rozas
(1996, 247) alude a este hecho (aunque también destaca el que autores como Bello
(1847 § 304) o Alcina-Blecua (1975, 1023) se refieran al antecedente como a un “concepto”, y no necesariamente a un elemento léxico textualmente identificable), y lo ilustra con ejemplos en los que no se incluyen como relativas con antecedente secuencias
como (negritas de la autora): Este año y el que viene (Academia, 1973, 219); Porque
ellos vinieron a Barcelona con una ilusión opuesta a la que a mí me trajo (Alcina-Blecua, 1975, 1035); La historia más inverosímil de cuantas se conocen (Academia, 1973,
221), concluyendo la necesidad de “desligar la función anafórica del antecedente de la
función de núcleo sintáctico de la construcción relativa” (Vázquez Rozas, 1996, 247).
96
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vicisitudes del pronombre en la tradición hispana a lo largo de la historia, lo que
me exime de entrar en más detalles de los estrictamente necesarios para abordar los
relativos al artículo y su consideración como pronombre. Existen dos factores,
además del origen demostrativo del artículo, que han justificado históricamente la
inclusión del neutro (y en casos extremos, todos los artículos) en la categoría de los
pronombres: en primer lugar, la versatilidad de la propia noción de pronombre; en
segundo, ciertas necesidades de explicación gramatical en las estructuras en las que
interviene el artículo neutro lo.
3.3.2.1. La enorme variedad de consideraciones sobre qué se debe entender
por pronombre puede incluirse en dos visiones básicas: (a) la que considera que el
pronombre es una clase de palabra definible frente a las otras clases de palabra, y
(b) la que lo concibe como una categoría transversal, destinada a sustituir otras
categorías, de las que toma ciertos rasgos. En este último caso el pronombre no
sería una clase de palabra sino un rasgo asociado a formas que pertenecerían a
alguna de las clases existentes (sustantivos, adjetivos, verbos o adverbios). Naturalmente, existen visiones que se sitúan en un punto intermedio entre éstas, si bien
todas tienden hacia una u otra concepción.
La visión del pronombre como una más de las clases de palabras, a veces
incluida dentro de la del artículo, otras veces independizada, viene de la gramática
clásica83, cuando la separación propiciada por Dionisio de Tracia entre ¨rqron y
¢ntonimia sancionó la existencia del pronombre como categoría diferenciada,
aunque la propuesta de fusión de ambas se reproduzca una y otra vez hasta hoy día.
Los rasgos asociados a esta categoría pronominal varían de unos a otros autores,
dependiendo en gran medida de las unidades que se incluyan. Escavy Zamora
(1987, cap. II) incluye como rasgos históricamente asociados a la esencia del
pronombre los siguientes: persona, locución, sustitución, deixis y relación. La
descripción de estas características, incluso superficial, además de llevarnos
tiempo, sería redundante, dada la detallada explicación que encontramos en el texto
mencionado, por lo que me limitaré a constatar que dicha relación no ha servido
para cerrar definitivamente la definición de pronombre. La razón, más que
probablemente, se debe a su variedad y heterogeneidad, que hacen que, por una
parte, debiera excluir de entre los pronombres unidades tradicionalmente incluidas
(yo, normalmente, no sustituye; mucho, algo, carece de indicación personal, etc.) y,
por otra, y muy fundamental, que incluya rasgos que exceden con mucho los que
83
Para una visión detallada de la historia del pronombre dentro del contexto de las clases de palabras son todavía indispensables los trabajos clásicos de Robins (1957, 1966,
1986), así como el ya mencionado de Escavy Zamora (1987), centrado en esta unidad.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
97
pueden considerarse específicos de los pronombres: la sustitución, la deíxis, o la
relación (como quiera que se especifique esta última) no son en absoluto privativos
de una clase de palabra; más bien están en la base de la cohesión textual o relación
anafórica. Como es sabido, la ana/cataforicidad es un rasgo ‘cohesivo’84, basado
en la presuposición, que implica que el contenido una unidad se apoya siempre en
el de otra unidad (la presupuesta), que puede ser lingüística o situacional. Las
unidades ‘(ana/cata)fóricas’, si son puras, carecen de significado propio, y solo
tienen valor referencial prestado (caso, por ejemplo, de los pronombres
personales). El carácter anafórico, por otro lado no implica ninguna imposición en
cuanto a la categoría que las realice: cualquier unidad puede tener rasgos ‘fóricos’
independientemente de la clase de palabra a la que pertenezca. En (94-96), todas
las palabras en cursiva tienen o pueden tener valor anafórico, si bien pertenecen a
clases muy diferentes, con posibilidades sintagmáticas muy distintas:
(94) Aquí la gente hace lo que quiere
(95) El coche ese es muy bonito. Éste no me gusta tanto.
(96) Tú siempre preguntas quién puede hacerlo mejor85.
En (94-96) tenemos una palabra pronominal personal (tónica) tú, otra deíctica (éste) y una interrogativa (quién); y una palabra adjetiva deíctica (ese). Incluso
un verbo ‘comodín’ cuyo significado en este contexto es claramente cohesivo
(hacer). Todas ellas tónicas. Pero también tenemos unidades átonas: artículos (la,
lo, el), un relativo (que) y un clítico verbal (_ lo), sin que estos ejemplos agoten el
inventario posible. Es evidente, pues, que salvo que nuestras generalizaciones se
guíen por criterios absurdos, el rasgo (ana)foricidad no supone de mucha ayuda
para describir el comportamiento gramatical de las unidades.
84
Halliday & Hasan (1976, 4) definen la cohesión como sigue:
“Cohesion occurs where the INTERPRETATION of some element in the discourse is
dependent of that of another. The one PRESUPPOSES the other, in the sense that it
cannot be effectively decoded except by recourse to it”.
El concepto de presuposición, por tanto, está ligado al de ‘anáfora’ (vid. 1976, 23)
y ambos definen la ‘cohesión’.
85
Creo que no se debe confundir anaforicidad con valor relativo. Para Halliday &
Hasan, unidades como más, mejor o mañana son anafóricas. En realidad, son relativas,
pues tienen una referencia con respecto a la cual se interpretan, pero no anafóricas, pues
no toman prestado un contenido de otra unidad o situación. En ese sentido observo una
diferencia entre las unidades señaladas y los deícticos espaciales aquí, ahí, allí.
98
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Más concretamente, existen unidades con valor anafórico potencial para
cada una de las palabras plenas (sustantivos, verbos, adjetivos y adverbios) 86: los
pronombres deícticos demostrativos (éste, ése, aquél) representan entidades sustantivas, al igual que los personales (yo, tú, él). Las mismas unidades demostrativas, con los mismos rasgos deícticos, en posición pospuesta a su núcleo, o las unidades posesivas tónicas, tienen naturaleza adjetiva (el niño ese, el valor tuyo), aunque en este caso no hablaríamos de carácter pronominal, pues se adjuntan a un
nombre sustantivo. Podemos hablar, en cambio de verbos anafóricos o proformales
(el verbo hacer en contextos como (96))87. De acuerdo con la visión tradicional del
pronombre como aquello que ‘sustituye al nombre’, se suelen excluir de entre los
pronombres aquellas unidades anafóricas que acompañan a un sustantivo y, por
tanto, no tienen un valor sustitutivo del mismo. Sin embargo, si definimos la
(ana)foricidad como el apoyo de una unidad en otra para adquirir un valor referencial, tan anafórica es la unidad este en (97) como en (98):
(97) Éste me está fastidiando
(98) El chico este me está fastidiando.
Dado el carácter pluricategorial de la anáfora88, denominar pronombre a
cualquier cosa que pueda tener carácter anafórico es introducir el caos en la clasificación de las palabras. Tradicionalmente el término ‘pronombre’ se utiliza para
referirse a una serie de unidades que, además de tener carácter anafórico, tienen la
capacidad de ocupar el puesto gramatical del elemento que les otorga su valor referencial. Eso ocurre con los personales, demostrativos e indefinidos, o con las partículas interrogativas, cuyo valor tónico les permite un calco sintáctico de la unidad
que les sirve de referencia89. Y se suele aplicar el mismo carácter a las unidades
86
Sobre las clases de palabra y sus jerarquías vid. Jiménez Juliá (2006, CUADRO I en §
1.1.1.1). En Jiménez Juliá (2001a) se comenta este cuadro brevemente.
87
Mucho más claramente el auxiliar do en inglés en ejemplos como I like apples and
you DON’T.
88
Es evidente que los distintos recursos cohesivos reconocidos por Halliday & Hasan
(1976), pese a su valor ‘dependiente’, incluyen unidades que no suelen entrar en lo caracterizado como ‘pronombre’, caso de lo que los autores denominan referencias espaciales (lo vi allí), las cohesiones léxicas (Llegué al restaurante y me encontré el local
vacío) o las sustituciones plenas (ing, I work everyday and you don’t) o elípticas (A ti te
gusta el arroz y a mí ∅ la pasta).
89
Aunque la sustitución por una unidad referencial no siempre sea viable
comunicativamente: ocurre con los pronombres personales de primera y segunda persona del singular (como pone de manifiesto Jespersen, 1924, 82. Vid. infra), y con los
interrogativos en modalidad interrogativa.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
99
átonas (personales clíticos y relativos). Estas unidades han recibido la denominación de pronombres por su carácter proformático, y no tanto por su carácter
(ana)fórico. El carácter (ana)fórico debe ser condición necesaria para que hablemos
de pronombres, pero no suficiente, pues lo que realmente los singulariza, como a
cualquier unidad no-plena creada por la lengua, es su valor sintagmático, no sus
propiedades cohesivas. Hay unidades con evidente carácter (ana)fórico que no
tienen los valores gramaticales que se atribuyen a los pronombres, y que no deben
considerarse como tales: ese en (95) no tiene la condición pronominal, por mucho
que la unidad sea etimológicamente la misma que el pronombre (y el determinante)
del mismo cuerpo fónico, y que haya quien considere más económico este tipo de
descripción90. Su condición adyacente es equivalente a la de un adjetivo (blanco),
una estructura preposicional (de Carlos) o relativa (que compré), y la
clasifiquemos como adjetivo, o como algo aparte, no puede quedar encuadrada en
la clase de los pronombres, salvo por la mencionada identificación entre carácter
(ana)fórico y categoría pronominal.
Las dificultades que se han encontrado para definir de un modo unívoco y
útil la categoría del pronombre provienen, por tanto, del número y cualidad de
rasgos con los que se ha querido asociar la unidad. Cualquier otra unidad que se
quisiese caracterizar con la variedad de criterios que se ha utilizado con los pronombres estaría condenada a mantenerse en una nebulosa de imposibles contornos
y con un cierto número de miembros dudosos. La conciencia del problema, unido
al hecho de que lo que realmente ha sido el eje central de ‘lo pronominal’ desde
siempre ha sido su carácter anafórico (a menudo confundido con su valor sustitutivo, pese a las veces en las que la sustitución del pronombre por otra expresión de
su referencia no sea posible) es lo que llevó, también desde muy temprano, a considerar el pronombre, no como una clase de palabra, sino como categoría ‘transversal’, esto es, un subtipo de las distintas categorías que actuaría como sustitutivo de
las unidades ‘plenas’, y que, en la práctica, no sería más que una variante de cada
categoría en la que el valor léxico ha sido sustituido por el anafórico (de carácter
deíctico o personal). De este modo, llegamos a una tipología de definiciones del
pronombre que va desde la mera homologación a otras categorías, en un inventario
plano al modo de las partes orationis clásicas, hasta la consideración de lo pronominal como un rasgo abstracto que incluso se puede manifestar morfológicamente
(caso de Hjelmslev, 1937, 1938), pasando por estados intermedios.
90
Jespersen (1924), o Bosque (1989), por poner dos casos muy diferentes y ya
mencionados..
100
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Dado que lo que aquí nos interesa no es la posible ‘esencia’ del pronombre,
ni la descripción de valores que no determinen directamente sus posibilidades sintagmáticas, por muy importantes que sean para otras consideraciones, señalaré tres
formas básicas de entender el pronombre como categoría gramatical, relevantes
para el problema concreto que nos ocupa, esto es, para la identificación o no de las
formas articulares como unidades pronominales. Estas tres formas serán.
(a) El pronombre como clase de palabra de carácter nominal o subsidiaria
del nombre, con valores sustantivos y adjetivos.
(b) El pronombre como categoría transversal, no homologable a ninguna
‘parte de la oración’, que puede adoptar valores nominales, adverbiales o verbales,
y que puede manifestarse de muchos modos, incluidos los morfológicos.
(c) El pronombre como clase de palabra con valores deíctico-referenciales
que, por tanto, no admite determinación externa, y funciona como cualquier otra
unidad deíctico-referencial (frases nominales o nombres propios).
3.3.2.2. La visión del pronombre como subtipo del nombre (sustantivo y
adjetivo) ha sido defendida con fuerza por algunos autores, entre los que debe destacarse, por la importancia de su figura, a Jespersen (1924), quien, además, representa un caso claro de identificación total entre los términos ‘pronombre’ y ‘valor
anafórico-deíctico’. Jespersen comienza poniendo en evidencia las carencias de la
definición tradicional de pronombre como aquello que sustituye al nombre (1924,
82). Según el autor, dada la variedad de proformas existentes podríamos hablar de
“pronombres”, “proadjetivos”, “proinfinitivos”, etc., pero “it could hardly be called
a real grammatical class” (id., 83). Sin embargo, y pese a sus críticas, en ningún
momento proporciona una definición o, siquiera, un conjunto de rasgos aplicable a
la totalidad de las unidades que llama pronombres. Es más, lo único que parece
tener claro el, por lo general, clarividente danés, es su frontal rechazo a distinguir
pronombres y adjetivos entre los diferentes resultados de un mismo étimo (mine,
my, por ejemplo), si bien la vehemencia en su rechazo no va acompañada de argumento alguno.
“The term pronoun is sometimes restricted (generally in French books, but
also in the Report of the Joint Committee on Terminology) to those words
which function as what (...) I shall call “primary words”, while my is called
a “possessive adjective” and this in this book a “demonstrative adjective”.
There is, however, not the slightest reason for us tearing asunder my and
mine, or, even worse, his in “his cap was new” and “his was a new cap” or
this in “this book is old” and “this is an old book” and assigning the same
form to two different “parts of speech” especially as it then becomes neces-
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
101
sary to establish the same sub-classes of adjectives (possessive and demonstrative) as are found in pronouns” (1924, 84),
rechazando (a mayores) a pie de página que both pueda ser un adjetivo en both
boys y un pronombre, con un modificador apositivo, en both the boys (ibid.). Sin
embargo, Jespersen, ni entra en los argumentos de quienes defienden tal dualidad,
ni proporciona un análisis (ni convincente ni de otro tipo) que dé cuenta de los
distintos ejemplos enfrentados que él postula como idénticos. En este sentido, el
autor defrauda y se muestra inusualmente trivial.
Opinión similar había ofrecido Bello (1847) para quien si el artículo no es
más que una variante combinatoria del pronombre, éste a su vez, es una variante de
un nombre. Toda explicación sobre la naturaleza de los pronombres en la 1ª edición
de su gramática es la sucinta definición en § 229:
“Llamamos PRONOMBRES los nombres que significan primera, segunda o
tercera persona ya expresen esta sola idea, ya la asocien con otra”.
En la edición de 1857, según apunta Trujillo, se añade una nota donde, entre otras
cosas, considera que ,
“El pronombre, a semejanza del nombre, se divide en sustantivo y adjetivo,
tiene número y género como el nombre, se declina (según dicen) como el
nombre; no le falta, en suma, ninguno de los oficios y caracteres de los
nombres. Y si es al uso de las palabras a lo que debe referirse su clasificación, no comprendo cómo han podido colocarse el nombre y el pronombre
en categorías diversas” (Bello, 1847, 751).
Así, los demostrativos o posesivos podrán ser nombres sustantivos o adjetivos,
mientras que el artículo será siempre nombre adjetivo (vid. 1847, § 233).
Y visión parecida es la que encontramos en otra figura de la gramática hispana, Fernández Ramírez. En realidad, Fernández Ramírez se muestra contradictorio en los dos lugares donde trata –con distinta amplitud– el pronombre. En la parte
correspondiente de su Gramática española (1951a), su visión es paralela a la de
Bello o Jespersen, definiendo el pronombre como sigue:
“Desde un punto de vista rigurosamente sintáctico podemos considerar la
categoría del pronombre como un grupo nominal de semantemas caracteri-
102
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
zados por el doble hecho de que actúan INDISTINTAMENTE como término
primario y secundario o EXCLUSIVAMENTE en una u otra función” (1951a, 19)
“Frente al nombre, que actúa
secundario” (1951a, 19 nota 4).
PREFERENTEMENTE
como término primario o
Según Fernández Ramírez, los pronombres tienen una forma de referencia
particular, la deixis, pero no siempre son deícticos, si bien en algunos casos no hay
deixis, sino insistencia en
“una mención nominal anterior en virtud del carácter de PALABRA VICARIA que
poseen los pronombres o aluden a algo que está presente en la conciencia y
en la situación, de tal manera que se trata, más que de una indicación o
REFERENCIA, de lo que podríamos llamar deducción o EFERENCIA” (1951a, 21)
En otro trabajo, y frente a esta visión, Fernández Ramírez se situará en la
órbita de Hjelmslev, según veremos dentro de un momento.
En esta primera visión, por tanto, el pronombre es una unidad nominal no
distinguible de sustantivos y adjetivos (conjuntamente), que tiene como rasgo fundamental el carecer de rasgos semánticos intensivos y poseer solamente rasgos
deícticos o, en todo caso, necesariamente apoyados en una referencia externa para
poder referir.
3.3.2.3. Aunque las visiones ‘transversales’ del pronombre están presentes
a lo largo de la historia (vid. una vez más, Escavy Zamora, 1987, § 1.8), quizá sea
la visión de Hjelmslev (1937) la más ilustradora –y extrema– de entre las del siglo
XX. Los rasgos fundamentales del pronombre para Hjelmslev se pueden sintetizar
en (a) ser una categoría con un contenido positivo “purement MORPHÉMATIQUE”
(1937, 52), (b) que tiene como rasgo fundamental el haber absorbido al artículo
(1937, 53), de modo que todo pronombre lo contiene (por tanto lo excluye analíticamente, como en ™gè) o lo exige, bien el artículo mismo (Öde‹na), bien “un terme
connexe à l’égard des articles (cf. oáto$ Ð ¢n»r, such a thing, mon amí), sans
aucun autre article possible dans le terme régi” (1937, 53 y, (c), siguiendo a H.G.
Wiwel, constitutivo de una categoría transversal:
“Le pronom se subdivise d’une façon naturelle selon les catégories
dans lesquelles il entre. De même qu’il y a des pronoms nominaux, des pronoms verbaux et des pronoms-participes, il y a aussi des pronoms-subs-
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
103
tantifs, des pronoms-adjectifs, des pronoms-adverbes. Il peut avoir des souscatégories fonctionelles, comme le nom propre à l’intérieur des pronomssubstantifs” (1937, 57-58).
También Fernández Ramírez, en una obra más especulativa que su Gramática española, contempla una visión del pronombre como un tipo de categoría cualitativamente diferente a las demás clases de palabras (‘partes de la oración’), y
definido con otros criterios. En sus palabras:
“Tanto en la gramática antigua y tradicional como en la de nuestros días, el
concepto de lo pronominal, cualesquiera que sean las posiciones de las distintas escuelas, resulta ser una magnitud lingüística que no afecta a una categoría de partes de la oración frente a otras categorías, sino que afecta a
todas, o dicho con otras palabras, es una categoría que corta longitudinalmente a las demás. Supone otro plano distinto de ordenación. Existen adverbios deícticos, pronominales. Existen proverbos (...). En estas otras categorías o subcategorías pronominales no actúa el principio de la rección,
naturalmente. ¿Qué haremos entonces? ¿Diremos que existen dos subclases
de nomina –así lo hacen otros autores–, una afectada y otra no por el
carácter de lo pronominal? ¿Sería entonces, dentro de su clase, la naturaleza de la rección el carácter diferenciador de una subclase, mientras que la
posibilidad de funcionar deíctica o anafóricamente vendría a ser el dato
externo a la clase y al mismo tiempo el caracterizador de todas las clases
que en él participan?” (1951b, § I.11).
Ese carácter abstracto de ‘lo pronominal’ con el que especula Fernández
Ramírez, entronca con la consideración de Hjelmslev (1937, 1938, y también
1929) de que el artículo definido está absorbido en la base de los pronombres en
forma de morfema convertido (cfr. Fernández Ramírez, 1951b, § II.13).
Y esta idea de “lo pronominal” como prioritario al “pronombre” está igualmente en la base de la descripción de Bosque (1989), pese a que su fuente directa
explícita sea Bello. En realidad, Bosque, pese a dedicar su monografía a las clases
de palabra, no define en ningún momento los pronombres, centrándose en describir
de un modo general sus propiedades designativas y sus concomitancias con el artículo. Y aunque no lo dice abiertamente en ningún lado, el carácter pronominal
parece ser para él una propiedad semántico-referencial, de carácter muy abierto, y
no está ligada a un comportamiento sintagmático o a una forma determinada. En
esa línea, niega que, en contra de la idea generalizada, el artículo se haya desgastado o degradado con respecto a su antecedente demostrativo, sosteniendo que ha
104
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
adquirido un significado más abstracto “(abstracción” no es “degradación”)”
(Bosque, 1989, 182). La identificación que Bosque hace entre artículo y pronombre
no proviene, naturalmente, de una defectuosa percepción de los hechos históricos o
un conocimiento insuficiente del funcionamiento de la lengua91, sino de un enfoque
del estudio y unos intereses descriptivos concretos y, dicho sea de paso, muy
alejados de los que aquí se proponen. Mientras aquí se trata de presentar y justificar, histórica y sincrónicamente, el funcionamiento gramatical, por tanto, significante, de unidades que, en virtud de los cambios producidos en el sistema y las
necesidades expresivas de la lengua, han adquirido un valor y un estatus nuevo,
Bosque pretende establecer correlaciones entre unidades que tienen valores referenciales similares, independientemente de su diferente comportamiento gramatical
(en algunos aspectos, radicalmente diferente). Esta pretensión está explícitamente
expresada en el texto, según leemos a continuación:
“Entre los lógicos el concepto de determinación no es tan básico como el
de referencia. Es más, ante sintagmas tan simples como el libro no es de
extrañar que el lingüista hable de la forma en que el especifica a libro,
mientras que el lógico hable con frecuencia de la forma en que libro especifica a el. Ello es debido a que en la tradición de la lógica de predicados es
frecuente analizar los pronombres personales de las lenguas naturales como
variables libres, que estarían categorizadas porque sus rasgos morfológicos
las restringen a un cierto tipo de entidades. Por el contrario, los nombres
comunes se interpretan en esa tradición como predicados. En dicha concepción resulta extraño que el precisa la referencia de libro porque libro no
tiene referencia desde el momento que es un predicado (...) En el análisis
del neutro lo que proponemos en Bosque y Moreno (1988) [= BosqueMoreno (1990) T.J.J.] se acude a esta idea para mostrar que el adjetivo
bueno en lo bueno representa el elemento que restringe el rango de la variable que corresponde a lo núcleo del sintagma y para sugerir incluso que
91
Muy al contrario, señala explícitamente que los estudios indican que la creación del
artículo tiene que ver con factores como
“la pérdida de la flexión casual latina, la necesidad de introducir marcas de identificación discursiva de la información nominal que se presenta para predicar algo
de ella (...) En realidad, al igual que algunas marcas aspectuales son en varias lenguas el resultado de la evolución de formas que solo fueron apropiadas en un principio para expresar relaciones espaciales deícticas, también los artículos representan tipos de identificación mucho más abstractos que las relaciones locativas o
anafóricas que los demostrativos permiten” (1989, 182),
lo cual apunta de un modo muy preciso a las circunstancias y procesos que explican la
diferenciación paradigmática que doy aquí por sentada.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
105
el papel del sustantivo en los sintagmas definidos no neutros puede ser el
de restringir el rango de la variable que el artículo definido representa. Esta
es una de las formas posibles de reinterpretar la clásica y polémica hipótesis de Andrés Bello, para el que los artículos determinados eran “formas
abreviadas” de los pronombres personales.” (1989, 182-183)
Al margen del “salto” que supone identificar los artículos como pronombres, sin más, antes de cualquier justificación, para aplicarles la fórmula de la especificación lógica y llegar a conclusiones sobre núcleos gramaticales, las palabras de
Bosque explican varias cosas, y muy principalmente: (a) su objetivo relacional,
alejado de la descripción las formas y paradigmas gramaticales y centrado en la
formalización de relaciones de contenido de diverso tipo, y (b) que sus generalizaciones sobre conceptos como “núcleo” o “carácter pronominal” de una unidad
difícilmente pueden aceptarse como generalizaciones gramaticales, al tiempo que
muestran sobre qué base se suelen sustentar la idea del pronombre como categoría
‘transversal’. Ello no resta a esta visión interés para el conocimiento de los procedimientos de referencia deíctica, pero no hay duda de que nos aleja de una descripción gramatical –significante– de las unidades, para adentrarnos en las redes de
rasgos semánticos o capacidades deícticas que permiten subclasificar unidades
según sus capacidades referenciales, atendiendo a supuestos rasgos internos. O,
dicho de otro modo, la visión transversal es útil para mostrarnos lo común entre
distintas categorías sintagmáticamente bien diferenciadas, pero es inoperante para
encontrar justamente lo contrario, a saber, la delimitación de categorías distintas,
aunque puedan tener un punto de unión en aspectos diferentes de los estrictamente
sintágmáticos92.
3.3.2.4.
La visión del pronombre como categoría nominal no-adjetiva
ha convivido en la tradición con la que la identificaba con todo lo que tenía
capacidad deíctica, si bien las descripciones no siempre han sido muy acertadas. La
tradición británica ha sido mayoritariamente partidaria del pronombre como unidad
con valores ‘primarios’ (esto es, no adyacentes), pese al rechazo de Jespersen. Es
habitual que se considere como, simplemente, un subtipo de nombre. Así, resulta
altamente ilustrativa la clasificación de las clases de palabra de Halliday-Hasan,
(1976, 41):
92
Dado que en el trabajo aludido por él como Bosque-Moreno (1988) –en realidad,
(1990)– insiste en su visión para elevar sus conclusiones al terreno estrictamente gramatical, dedicaré el § 3.3.3 a revisar sus argumentos.
106
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
word classes
verb
noun2 (=substantive)
common noun proper noun
noun1
adjective
adverb
numeral determiner
pronoun
que permite ver que los autores no hilan muy fino en la caracterización del paradigma funcional al que pertenecen los pronombres, pero sin que esto sea privativo
de ellos93. Al lado de estos pronouns, que incluyen personales e ‘indefinidos’,
entendidos estos últimos como categoría amplia, Halliday-Hasan hablan de pronouns (1976, 102 y ss.), que tiene como unidades más prototípicas one y thing, e
incluye sus compuestos (something, nothing, etc.) y formas interrogativas, y cuyo
puesto en el diagrama anterior difiere según contextos, al menos en el caso de one
(cfr. 1976, 106).
Y algo similar vemos en R. Huddleston (1984), quien, siguiendo una clasificación como la anterior, afirma, a propósito de los pronombres:
“We analyse them as nouns because the phrases they head are like those
headed by common or proper nouns in terms of their functional potential
and, though to a lesser degree, their internal structure” (1984, 272),
asimilando “common” y “proper nouns” en una sola categoría funcional muy lejos
de su actuación real. Hay que reconocer, sin embargo que este autor se muestra
más explícito en su explicación. Por un lado ve al pronombre como miembro de
una clasificación de distinto nivel de las que llamamos palabras ‘plenas’
“pronouns should not be a distinct primary class on the same taxonomic
level as noun, verb, adjective, etc.,” (1984, 96),
93
En las transposiciones alarquianas vemos identificaciones similares (‘artículo + adjetivo’ = sustantivo), en lugar de “‘artículo + adjetivo’ = ‘artículo + sustantivo’/ ‘pronombre’ / ‘nombre propio’”
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
107
considerándolo como una subdivisión del nombre. Así, a continuación de las
palabras anteriores, afirma: “but [it] should be regarded as a subclass of an
enlarged primary class ‘noun’” (1984, 96)
Más adelante, precisa algo más estas unidades, caracterizándolas como ‘potencialmente’ anafóricas, pero usables también con valor deíctico (1984, § 7.2.) y,
desde el punto de vista gramatical, como equiparables a los nombres:
They are like other nouns in having the property (a) above -they function
as head of phrases filling the position of subject, object, etc.- and insofar as
they take any dependents at all within the phrase, they are like those found
in Nps rather than phrases of other classes” (1984, 232)
Y más abajo,
“Functionally, pronoun headed phrases are like other Nps in that they occur
as subject, object, complement of a preposition, and so on” (1984, 272).
La diferencia con los nombres, aparte de su carácter anafórico o deíctico,
parece limitarse a que “they do not combine with determiners (or at least with the
central determiners)” (id., 272). Esto excluiría de entre los pronombres unidades
anafóricas que no tengan funciones nominales (más que sustantivas, en el sentido
aquí utilizado), con lo cual, en último término, el pronombre queda caracterizado
para Huddleston (y, en general, para la tradición británica), como una unidad cuyos
dos rasgos definitorios son la ‘anaforicidad’ (o deixis), y su carácter nominal (o
posibilidad de ocupar las mismas posiciones nucleares que un nombre-sustantivo).
Casi veinte años mas tarde, Huddleston afina su definición de pronombre,
situándolo sintagmáticamente al lado del nombre propio y ya no del sustantivo (o
nombre común). Ahora dirá que
“Syntactically, pronouns function as head in NP structure, and for that
reason belong to the larger category of nouns” (Payne & Huddleston, 2002,
425),
considerando que las dos características que los separan de los common nouns son
la imposibilidad de llevar determinantes (id., 429), así como una mucho más restringida posibilidad de adquirir expansiones (id., 430). En cualquier caso, lo importante de esta visión ‘británica’ del pronombre es su alineación inequívoca con la
visión (c) reflejada en § 3.3.2.1, esto es, con la que excluye de entre las posibilida-
108
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
des del pronombre otra cosa que el valor nuclear autónomo de la estructura nominal en la que se integra.
En nuestra tradición hispana, y además de las poco explícitas indicaciones
de la G.R.A.E. (1920)94, o de Gili Gaya (1943), quien parece considerar el
pronombre como unidad con ‘función primaria’, o la intermedia de Lenz (1920,
Cap. VII), vemos las tres posturas muy habitualmente entremezcladas, incluso en
obras colectivas supuestamente unitarias y coherentes. Así, en la Gramática descriptiva de la lengua Española, coordinada por Bosque y Demonte (1999), se trata
de la naturaleza del pronombre en el capítulo dedicado al pronombre personal (I,
cap. 19, 1209-1273 = Fernández Soriano, 1999), quien, aunque reconoce la dificultad de su caracterización y la diversidad de definiciones que se han dado, aventura una descripción que, en realidad, se circunscribe al pronombre personal, y que
tiene los siguientes rasgos:
(1) Pertenece a la clase del sustantivo por sus rasgos formales95.
(2) “desempeña las mismas funciones sintácticas que el sustantivo (que los sintagmas nominales)” (id., 1999, 1211).
(3) A diferencia del sustantivo, no posee rasgos semánticos inherentes.
(4) Denota inequívocamente, por lo que no puede llevar determinantes, modificadores ni complementos96.
Para lo que ahora nos importa, queda claro que el uso que en este capítulo
se hace del término ‘pronombre’ es el más restringido (y, sin duda, el más adecuado) tanto de los usos habituales como de los que encontramos en la obra en la
94
“Pronombre es la parte de la oración que designa una persona o cosa sin nombrarla, y
denota a la vez las personas gramaticales” (Academia, 1920, § 39).
95
El párrafo que describe este rasgo es ciertamente farragoso: “El nombre pertenece a la
clase del sustantivo, al menos en un sentido: tiene propiedades comunes con los nombres y adjetivos, así como con el artículo, categorías estas que conforman la expansión
máxima canónica de las expresiones nominales” (Fernández Soriano, 1999, 1211).
96
Aunque ahora no sea oportuno entrar en profundidad en ello, hay que destacar que la
capacidad denotativa, propia de los pronombres, excluye su uso con determinantes, pero
no así con modificadores. En el caso de los personales podemos encontrar modificaciones explicativas (ella, que no quería jaleos, se fue) o, como la propia autora admite, los
mismos adyacentes que los nombres propios (mismo, solo, juntos), además de cuantificadores (vid. 1999, 1211-1212); en demostrativos o indefinidos, la modificación puede
ser especificativa (esa de ahí, alguno sin nada que hacer, etc.). La modificación no está
ligada necesariamente a un contenido léxico, sino a cualquier referencia cuyos rasgos se
quieran explicar, especificar o ampliar en algún sentido, razón por la que la lengua no
excluye su expresión, aunque establezca ciertas limitaciones de uso.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
109
que se inserta: son proformas, con todo lo que ello conlleva en relación con la
identificación anafórica o deíctica, con rasgos formales y valores sintagmáticos
nominales, que se usan –para decirlo con los conocidos términos de Jespersen– en
funciones ‘primarias’, no como adyacentes. Aunque nada se dice explícitamente, se
da a entender que las formas átonas articulares no son pronombres y, por extensión,
cabe pensar que tampoco considera pronombres las formas demostrativas adyacentes (esta casa, el chico aquel). El pronombre queda delimitado como una forma
léxicamente vacía, con capacidad designativa fijada por el contexto, y con valor
sintagmático nominal global. Insisto en que aunque la caracterización se hace a
partir del pronombre personal –lo que, sin duda, ayuda a fijar los rasgos anteriores–
la introducción al concepto habla del pronombre como clase de palabra, sin restringirlo a un tipo concreto. Esta forma de definir el pronombre como categoría, aunque pueda adolecer de falta de explicitud en algunas cuestiones clave, parece adecuada para establecer los límites sintagmáticos de la palabra en relación con otras,
y no solo sus similitudes de valor de contenido. Lástima que la obra colectiva no
sea coherente a la hora de tratar el tema en otros capítulos que inciden en aspectos
relativos al pronombre y se convierta en una auténtica trampa para el incauto lector
que busque coherencia teórica dentro de la claridad descriptiva97.
No deja de sorprender que, observando los argumentos utilizados, la mayoría de las adscripciones del artículo a la categoría pronominal (o sustantiva) que
conocemos se han hecho sin un intento de justificación gramatical teóricamente
consistente. Su justificación suele residir, conjuntamente, en el conocimiento de
sus orígenes latinos, su valor anafórico y –no menos importante– la aparente
imposibilidad de explicar de otro modo la inexistencia de sustantivos (o unidad con
valor similar) en una construcción con artículo, si estamos inmersos en el prejuicio
del sustantivo. Como vimos al comienzo del capítulo, si no hay un sustantivo
explícito, o se considera que el artículo sustantiva todo lo que toca, o está elidido, o
es él mismo un sustantivo. En este sentido, los mayores esfuerzos que conozco para
justificar teóricamente, el carácter nuclear de las unidades el, la, lo, los, las, llegando a eliminar totalmente, y de un modo más explícito que Bello, su carácter de
unidad articular para considerarlo lisa y llanamente un pronombre, son los de
Bosque-Moreno (1990), que constituye la defensa más completa que conozco en
castellano y sobre el castellano de la visión generativa del carácter nuclear del
artículo (considerado como pronombre). Merece la pena, pues, detenerse en su este
trabajo y entrar en la cascada de argumentos con los que los autores defienden su
postura chomskiana, aunque dentro de la heterodoxia y flexibilidad que caracteriza
a sus autores, por lo que antes de continuar con la descripción del pronombre como
97
Vid. § 3.3.2.5. infra.
110
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
categoría gramatical desde una óptica constitutivo-funcional, dedicaré el apartado
3.3.3. a examinarlos. Antes, comentaré brevemente un ejemplo altamente ilustrativo de los problemas de identificación del concepto de pronombre a través de su
uso en una obra pretendidamente unitaria: la Gramática descriptiva del español
editada por Bosque y Demonte (1999).
3.3.2.5. Como acabo de apuntar hace un momento, el uso del término ‘pronombre’ de Fernández Soriano (1999) que acabamos de ver, (aparentemente) restringido y bien delimitado por rasgos formales y sintagmáticos, no es común en la
obra –que se supone conjunta y unitaria– en la que se incluye su trabajo como uno
de sus capítulos, y cada uno de los dedicados a los diferentes tipos de pronombre
supone casi una nueva opción en la consideración del término (y el concepto). Así,
si en el denominado “Pronombres y adverbios demostrativos. Las relaciones deícticas” (cap. 14, I, 929-972), de Eguren, no parece haber excesivo contraste (aunque
tampoco total coindencia) con el de Fernández Soriano, en el uso del término, en
otros la cosa cambia notablemente. Eguren se refiere a la “clase relativamente cerrada de unidades o expresiones lingüísticas –los llamados “deícticos” –” (1999,
931), aglutinando en esa clase unidades que tienen como vínculo primario su
carácter deíctico. En esta clasificación, por tanto, lo primario, lo que permite hablar
de una clase de unidades, es el valor deíctico, viniendo en segundo lugar la división
en pronombres y adverbios y, después, ulteriores subdivisiones. Eguren, aunque
sea en nota a pie de página (1999, 937, nota 21), distingue entre pronombres demostrativos y ‘determinantes’ demostrativos (que considera ‘adjetivos’), sin entrar
en una definición rigurosa y distintiva de pronombre, probablemente por dar por
supuesto que es aquello que ‘sustituye a un nombre’. Esta distinción, en cambio,
está ausente en el siguiente capítulo del mismo libro (cap. 15, I 973-1023), en el
que Picallo & Rigau (1999) –de orientación igualmente chomskiana– hablan de
‘pronombres posesivos’, pese al valor siempre adyacente (o predicativo) de los
posesivos, distinguiendo, después, entre pronombres posesivos ‘antepuestos’ (átonos) y ‘pospuestos’ (tónicos) al nombre. Al hablar de los cuantificadores en el
siguiente capítulo (cap. 13, I, 1025-1128), Sánchez López vuelve a la distinción
entre categorías (distribucionales), considerando que
“la clase de los cuantificadores no puede tener una base categorial. Dado el
diferente estatuto de tales elementos en cuanto a las categorías a las que
modifican habría que considerarlos como una clase sincategoremática a la
que pertenecen determinantes, adverbios y adjetivos, con el agravante de
que un mismo elemento puede pertenecer a todas las clases a la vez”
(Sánchez López, 1999, 1035),
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
111
con lo que, de nuevo, tenemos una caracterización de etiquetas como ‘determinante’ o ‘adjetivo’ como conceptos distintos a diferencia de lo que ocurría en el
capítulo 14, en la que ambos conceptos se daban como equivalentes. La distinción
entre determinante y adjetivo, aunque nunca explícitamente explicada, se deduce
de su cuadro y sus ejemplos (1999, 1036), y parece referirse a la necesidad de los
adjetivos de llevar otro determinante (con lo que solo los ordinales son adjetivos),
frente a la imposibilidad de los determinantes de aglutinarse. El problema para
casar los conceptos teóricos de estos tres capítulos está en los pronombres: si en el
capítulo 14 (Eguren) se distinguían pronombres de determinantes-adjetivos, y en el
15 (Picallo-Rigau) se hablaba de pronombres posesivos, aunque su valor fuera
siempre adyacente, ahora (cap. 16) el pronombre será una categoría transversal
caracterizada por su función primaria, pero que, siempre a tenor de los ejemplos, se
superpone a la categoría adjetiva o a la determinante (salvo en el sintagma cada
uno y las unidades algo, alguien, nada, nadie, que solo son pronombres). Es de
destacar que unidades como uno (o alguno o ninguno) sean vistos como determinantes, incluso en casos como uno de nosotros. Pero es más de destacar la incongruencia en el uso del término ‘pronombre’ (y sus implicaciones teóricas) en tres
capítulos sucesivos de una obra descriptiva que pretende ser de referencia.
Mareante referencia, al menos teórica. Todo ello independientemente de la coherencia interna de cada capítulo, aisladamente, o de su utilidad parcial como guía
descriptiva.
Las desigualdades en el tratamiento de los pronombres no acaban ahí:
Rigau (1999) (= cap. 5, I, 311-362) distingue entre pronombres neutros y artículo
neutro (1999, 321), pero, al tiempo, considera que las formas masculina y femenina
de los determinantes demostrativos “pueden combinarse con un SN o aparecer
solas”, caso este último en el que “el determinante actúa como un pronombre en el
sentido de que no requiere complemento” (1999, 328), con lo cual se está diciendo
que (a) pronombre no es una categoría propiamente, sino un valor equivalente a
‘función primaria’, y (b) los determinantes pueden ‘actuar’ como tales, si bien al
indicar anteriormente que el SN complementa al demostrativo, Rigau está asumiendo el valor nuclear del determinante y, con ello, su valor pronominal, al igual
que los que consideran el artículo un pronombre, todo lo cual no encaja demasiado
bien con la distinción entre artículo (lo) y pronombre (ello) neutros hecha anteriormente ni con la propia distinción de estatus que parece reconocer entre Aquella es
mi hermana y Este no lo sabía. Queda, pues, la duda ¿qué estatus categorial tienen
realmente los determinantes? Si son pronombres ¿cómo se define un pronombre? si
solo lo son cuando no acompañan a un sustantivo ¿cómo puede ser que el SN los
complemente?
112
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
3.3.3. Una visión extrema: Bosque & Moreno Cabrera (1990)
La idea que preside todo el trabajo es la del carácter pronominal del neutro
lo (y, en general, de todo artículo) y, con ello, su carácter nuclear. Hasta ahí se
inscriben en la tradición de los autores vistos en § 3.3.1, con la única diferencia de
su mayor radicalismo. Lo que distingue a estos autores de sus predecesores en la
idea es su justificación teórica del concepto de núcleo a partir de las tendencias
chomskianas de los últimos veinticinco años, llegando a un compromiso metodológico difícilmente digerible desde una óptica ajena a los postulados en los que se
apoyan. Sin embargo los autores utilizan toda una cascada de argumentaciones de
lo más heterogéneo, que pueden dar la idea de firmeza en los postulados, por lo que
conviene asomarse a los pilares de la defensa de su tesis con el fin de ver su consistencia real.
3.3.3.1. Bosque-Moreno comienzan defendiendo la existencia de dos los
distintos:
(99) Lo pequeño del local
(100) Lo pequeño que era el local
*Lo pequeña de la casa (Lo pequeño de la
casa)
*Lo pequeño que era la casa (Lo pequeña
que era la casa)
Según los autores, en (99) estamos ante un pronombre, núcleo del sintagma. En (100), ante un “cuantificador adjetival”98 (1990, 8). El argumento utilizado es el de la concordancia; esto es, la imposibilidad de decir *Lo pequeña de la
casa implica que pequeño está regido por lo en (99), aunque no en (100). Rechazan, por tanto, la idea de que el lo sea un artículo nominalizador pues, en ese caso,
afirman,
“habría que proponer que los artículos deciden el género de los núcleos
nominales o, en general, que son los complementos los que deciden el
género y número de los núcleos. No se nos ocurre cómo se podría justificar
independientemente tal propuesta” (1990, 9).
Parece claro que desde una óptica ajena a los presupuestos desde los que se
formulan estas cuestiones su enfoque resulta irrelevante e, incluso, erróneo en
cuanto a su análisis gramatical.
98
En el resto del trabajo no se vuelve a mencionar la existencia de tal tipo de categoría,
incidiéndose más bien en su negación.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
113
Es irrelevante (y etnocéntrico) por cuanto se toma como axioma lo que se
supone que todavía debe demostrarse, y eso ocurre cuando deciden que el carácter
átono de lo y su naturaleza dependiente (admiten que es un clítico), no son obstáculo alguno para su carácter nuclear y regente. Al no valorar adecuadamente el
significado y trascendencia de los procesos de gramaticalización en la creación de
unidades nuevas, en este caso, del artículo, no calibran el papel estrictamente instrumental del mismo, subvirtiendo la jerarquía de los procesos. Así, del mismo
modo que el ablativo de in Roma no proviene, en sentido estricto, de in, sino de la
unidad de la que el conjunto preposicional dependa, que puede decidir que la unidad Roma se convierta en acusativo (Romam), el género neutro de estas secuencias
(coincidente sustancialmente con el masculino) y número invariable en singular del
adjetivo en (99), no viene directamente del artículo, sino que es una forma que se
le impone al articulo en razón del contenido que se quiere expresar. En concreto, de
la nominalización de un valor abstracto (ni masculino ni femenino) que tiene como
recurso analítico el resto neutro del artículo (que sobrevivió justamente para este
tipo de nominalizaciones). Esto es, el neutro aquí es resultado del valor global del
sintagma nominalizado en virtud de su naturaleza semántica (como ve muy clarividentemente Lapesa, 1984, 187, según veremos en § 4.3.3.), y no responsabilidad de
una unidad que aisladamente no existe99. Que lo bueno es una forma invariable
creada, por su rentabilidad expresiva, mediante la unión de una unidad léxica –no
sustantiva– y un caracterizador neutro, para aprovechar este artículo tras la atonización del illud original y la desaparición de sustantivos neutros en romance, es un
hecho histórico, y no puede aducirse como argumento para proclamar la nuclearidad del artículo la invariabilidad del género, pues, en casos como éste, y dada la
naturaleza de lo nominalizado, no tiene alternativa. Por otra parte –continúan–,
“Las propiedades referenciales de lo de Pedro, cualesquiera que estas sean,
no provienen, como parece lógico, de de Pedro, sino de lo” (1990, 12)
99
Naturalmente, en la actual visión chomskiana, muy lejos ya de sus orígenes
distribucionales, detalles como el carácter libre o ligado de una unidad no tienen ninguna incidencia para su consideración como núcleo de una unidad sintáctica y, como
veremos dentro de un momento, el ver el artículo como núcleo, pese a ser clítico y, por
tanto, ‘no aislable’, está en consonancia con proponer las preposiciones o la flexión verbal como núcleos de las unidades preposicionalmente caracterizadas (las llamadas
frases preposicionales) y de la frase verbal (oración), respectivamente. Responsable en
gran medida de esta visión es el axioma del endocentrismo, que obliga a buscar
unidades nucleares donde no las hay y, consiguientemente, a ensanchar el concepto de
núcleo hasta extremos –en mi opinión– absurdos (para estas cuestiones vid. Jiménez
Juliá, 2000b).
114
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Sin entrar en cuestiones que se tratarán más abajo (vid. § 4.5 infra), hay
que decir, de nuevo, que las propiedades referenciales de lo de Pedro, como de lo
bueno, no provienen de lo, sino del carácter abstracto que la lengua asigna a la
referencia nominalizada. En castellano, la lengua ha considerado oportuno elegir la
unidad lo como vehículo expresivo de dicho carácter, como elige el o la para la
nominalización de referencias (tratadas como) no abstractas, probablemente porque
la desaparición de sustantivos neutros en romance dejaba esta unidad en una situación idónea para la expresión de lo abstracto a partir de cualquier unidad no (necesariamente) abstracta100. Por ello lo se emplea con unidades de género cambiable
(adjetivos –lo bueno– o sustantivos ‘adjetivados’ –lo señor que es Don Matías–) en
cuyo caso el neutro coincide sustancialmente con el masculino, como ocurría en
algunos casos de la flexión latina, o con unidades sin expresión genérica (frases
preposicionales o estructuras relativas), lo que hace que todo el peso de la expresión del mismo recaiga en el artículo, pero de ninguna manera que por ello se convierta en núcleo o director de lo que sigue. Y son las circunstancias históricas del
lo (frente al illud) las que explican también su carencia de plural. Si creemos en la
lengua como instrumento de comunicación que ajusta sus recursos a las necesidades expresivas del hablante, y que la gramática refleja estas prioridades, es absurdo
–o, en todo caso, distorsionador de la realidad de la lengua– pensar que es lo quien
‘elige’, en términos gramaticales, a de Pedro101. Y mucho más absurdo, otorgarle el
carácter de núcleo, siempre y cuando usemos un concepto de núcleo razonable y
con límites abarcables. El lo –insisto– no es sino un instrumento caracterizador
nominativo y neutro, que en castellano excluye sustantivos (por haber desaparecido
los sustantivos neutros), y no es más núcleo que la desinencia identificadora del
nominativo neutro de templum o bonum (o bona), aunque entre el recurso flexivo
latino y el analítico castellano hay un diferente grado de gramaticalización que no
nos permite hablar de éste como de un morfema. Concentrar en el lo las ‘propiedades referenciales’ de los sintagmas para los que ha sido utilizado es invertir la je100
De este modo, podemos expresar de modo analítico, no necesariamente léxico, la
diferencia entre lo concreto (masculino o femenino: el/la bueno/a) y lo abstracto (neutro: lo bueno). En inglés, ante la indiferenciación genérica del artículo la diferencia entre el bueno y lo bueno tiene que hacerse mediante unidades léxicas (por ejemplo, the
good one vs. the good thing) ¿Habría que decir que el papel gramatical del artículo en
inglés es radicalmente diferente al del español o el del griego por no estar capacitado
para expresar el género?
101
Lo cual no quiere decir que no pueda haber expansiones de unidades anafóricas, como en pronombres tónicos castellanos: yo, el rey; uno de Avila (no *un de Avila), Ella,
maldita alma. Pero para esto la lengua habilita otros recursos, con otras restricciones, y
mezclarlos es hacerle un flaco favor a la descripción lingüística.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
115
rarquía de la expresión de las prioridades comunicativas que debe describir la
gramática.
Sin embargo, lo que más sorprende en el análisis anterior no es la consideración del valor nuclear de lo –que, como sabemos, se inscribe en la visión chomskiana del concepto de los últimos veinticinco años- sino la justificación de los autores de la diferencia entre (99) y (100). En efecto, si la valoración de (99) puede
llegar a explicarse por una peculiar concepción del concepto de núcleo, de flexibilidad categorial y nocional ilimitada, el análisis de (100) resulta sorprendente, por
cuanto la explicación de su variación genérica es de lo más simple: si en (100) el
adjetivo pequeña concuerda con casa es porque el adjetivo es antecedente de un
relativo en función de predicativo (de sujeto), y ello obliga a su concordancia con
el sujeto (en este caso, casa), y no porque este lo sea distinto del otro (un ‘cuantificador adjetival’ encabezando una oración, nada menos102). Desde el punto de vista
de su constitución, no hay diferencias, pues en ambos casos se trata de una frase
nominal expandida; en el primer caso preposicionalmente; en el segundo, mediante
una estructura relativa cuyo relativo funciona como predicativo. Dicho de otro
modo, la diferencia entre (99) y (100) no está en la existencia de diferentes los,
sino en un distinto ámbito designativo y relacional que condiciona la inexistencia y
existencia, respectivamente, de concordancia. En ambos casos el núcleo no es lo,
sino lo pequeño/a. En (100) esa unidad se convierte en el antecedente de un relativo que funciona como predicativo dentro de una estructura copulativa (de relativo) en función modificadora de lo pequeño, por lo que se adapta catafóricamente
–como no podía ser de otro modo− a las características del sujeto del que predica
algo. En (99), en cambio, la referencia a la cualidad abstracta no está sujeta a ninguna otra relación sintagmática de la que dependa, por lo que nada justifica su
adaptación a otro género y número que no sea el equivalente al neutro. El mantenimiento del artículo lo en (99), por otra parte, viene dado por la necesidad –tanto
en (99) como en (100)− de expresar una cualidad abstracta, como bien decía
Trujillo (1987, 359) –sin asomo de vaguedad o impresionismo−, sin una identificación espacial. Aunque un esquema puramente sintáctico (constitutivo-funcional)
no reflejaría directamente esta diferencia, podemos ilustrarla a través de la siguiente modificación del diagrama arbóreo de (100):
102
No me queda claro que quieren decir exactamente cuando afirma que el lo de lo pequeño que era el local es un adjetivo que encabeza una oración. Si se refieren a su posición, la cuestión es obvia. Si se refieren a que la segmentación de la secuencia es ‘[[lo]
[pequeño que era el local]], la justificación me parece difícil desde los postulados que
alcanzo a entender.
116
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(101)
fn (expandida)
NÚCLEO
MODIFICADOR
frase preposicional
DET
NOMINAL
DIR.
art
adjetivo
prepos.
Lo
pequeño
(102)
de
TÉRMINO
fn
DET.
NOM.
poses.
sust.
tu
casa
fn (expandida)
NÚCLEO
MODIFICADOR
est. relativa (copul.)
DET
NOMINAL
RELATOR
Art.
adjetivo
PVO
relativo
PRED.COP.
SUJETO
verbo
fn
DET. NOM.
poses. sust.
Lo
pequeña
ANTECEDENTE
que
es
tu
casa
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
117
3.3.3.2. Aunque el rechazo de los autores a la consideración de lo como sustantivador, en el sentido alarquiano del término, es suscribible, algunos de sus argumentos no, pues lo que vienen a rechazar, en el fondo, es el carácter no pronominal del lo. Así, en un momento dado consideran que el que lo nunca aparezca con
complementos se debe a su carácter clítico (átono), pero sin que ello hipoteque su
carácter nuclear, y ponen un símil de lo más desafortunado, pero sumamente indicativo de la laxitud de sus criterios:
“Algo parecido sería afirmar que la partícula latina –que no es conjunción,
sino sufijo por el hecho de que siempre es un morfema ligado. El que –que
sea una partícula enclítica no impide, obviamente, que sea conjunción”
(1990, 10)
La verdad es que el argumento solo sirve para consumo interno de quien
comparta esta visión del núcleo y de las unidades; desde una óptica funcional resulta deficiente filológica y gramaticalmente, puesto que el hecho de que el coordinador enclítico latino –que sea considerado conjunción o sea visto como recurso
morfológico conjuntivo es bastante irrelevante y en ningún caso comparable a las
diferencias que suponen su visión como unidad átona o como pronombre nuclear.
El enclítico -que y, por ejemplo, la conjunción et, son ambos recursos estructurales,
esto es, unidades gramaticalizadas para la expresión de una relación paratáctica.
-que está gramaticalizado en mayor medida que las conjunciones, que pueden
mantener una mayor libertad posicional (aunque muy pequeña ya en latín) pero
ambas poseen un valor similar en la lengua, llamémoslas ‘conjunciones’ o no. Ni
una ni otra, en una visión funcional, pueden ser núcleo de nada, porque no pueden
expandirse y, por tanto, formar unidades en las que el conjunto tenga la naturaleza
semántica y sintagmática del núcleo, como no lo puede ser ninguna unidad átona
(que carecen de otras muchas posibilidades propias de las unidades sintácticas que
el propio Bosque puso de manifiesto (cfr. 1987 § 2), como la imposibilidad de
coordinación (cfr. asimismo Jiménez Juliá, 1995a § 3.2.1.2.1). Comparar el doble
carácter de unidad enclítica y conjuntiva del -que latino y la posibilidad de que lo
sea unidad clítica y, simultáneamente, núcleo de algo, no es de recibo salvo, una
vez más, con la laxitud con la que se utiliza el concepto de núcleo del que los autores se sirven.
3.3.3.3. Sobre cómo hay que entender la atonicidad en sintaxis me remito a
lo dicho en Jiménez Juliá, 2006, § 4.2. Solo insistiré en que me parece indiscutible
que el carácter átono y el carácter nuclear son incompatibles en una misma unidad.
Una palabra pierde su valor tónico y se convierte en el margen pre o postónico de
118
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
otra con la que forma una única unidad fonológica, precisamente, porque se ha
convertido en subsidiaria, dependiente y, a menudo, fijada secuencialmente. La
atonicidad es pues la manifestación de una pérdida de carácter autónomo y, por
tanto, de posibilidades de nuclearidad (dentro de un concepto sintáctico de núcleo).
Atribuir a una unidad un valor clítico (por tanto darle un carácter átono y carente
de autonomía) y, al tiempo, nuclear solo se explica, una vez más, por el peculiar
uso del concepto de núcleo que los generativistas han difundido.
3.3.3.4. Para justificar estructuras imposibles frente a otras posibles, BosqueMoreno se remiten constantemente a las propiedades del ‘pronombre lo’, sin tener
en cuenta que lo que dicen de lo debe aplicarse a la secuencia ‘lo + adjetivo’, esto
es, al adjetivo nominalizado como entidad abstracta. Así, consideran que la posibilidad de lo de Pedro frente a la imposibilidad de, por ejemplo, lo desde lejos, se
debe a que en el segundo caso desde lejos no actúa como complemento del nombre
(por tanto, tampoco como ‘complemento de lo’103), afirmando
“Los (adjetivos y participios) que rechazan núcleos nominales de persona
quedan excluidos (*lo sonreído/*las cosas sonreídas) (...). En suma, la selección de los contextos distribucionales de la forma lo no puede determinarse si se parte de que este elemento es un artículo sustantivador” (1990,
15-16).
E insisten en la idea del carácter pronominal (por tanto, de la nuclearidad) del lo,
aduciendo la similitud estructural entre Lo de que ibas a llamarme y Lo de que
Juan está loco con, respectivamente, La idea de que ibas a llamarme y La afirmación de que Juan está loco, que, según los autores,
“explica de forma simple por qué tales sintagmas admiten los mismos predicados que sustantivos como hecho, idea, afirmación, etc., es decir falso,
increíble maravilloso ...” (1990, 24)
Se puede (y, en mi opinión, se debe) estar de acuerdo en que lo no es un
‘sustantivador’, en el sentido alarquiano del término, pero, frente a la afirmación de
Bosque-Moreno, no veo que el hecho de que lo fuese hipotecase necesariamente la
existencia de restricciones a la sustantivación (aunque sus defensores no las hayan
descrito ni, probablemente, pudieran hacerlo con sus instrumentos metodológicos
habituales). No podemos decir, por tanto, que el que existan estas restricciones
103
Es de suponer que para Bosque-Moreno, algo como ¡lo desde lejos que llegaste! sería
un caso de lo adjetivo.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
119
evidencie el carácter pronominal de lo. Lo que parece evidente es, más bien, que el
que unidades como desde lejos o sonreído no puedan tener núcleo nominal es consecuencia de la dificultad que tenemos de ver estas unidades como una característica inherente y definitoria de una entidad, aunque sea abstracta, y ello es lo que
dificulta (más que imposibilita) su codificación como ‘entidad definida por su cualidad’ a través de la secuencia ‘Artículo neutro lo + Adjetivo’. La base del problema, por tanto, es que los autores atribuyen al carácter pronominal de la unidad
lo lo que se deriva de las posibilidades de nominalización de los sintagmas como
entidades abstractas. O, como señala Lapesa, en estos casos, “/lo/ no existe sino
como componente del sintagma: fuera de él no tiene lugar ni en el sistema de la
lengua ni en el discurso” (1984, 187), por lo que “Sólo el sintagma entero es plenamente sustantivo” (ibid.) (vid. § 4.6.3 infra). Es un error considerar que lo equivale sintácticamente a la idea, u otros sustantivos genéricos (más bien otras frases
nominales con sustantivos genéricos) por el hecho distribucional de que tras uno y
otro cabe un mismo tipo de sintagma preposicional (por ej. de que ibas a llamarme). Precisamente el que lo se utilice como articulo nominalizador para elementos no animados (o abstractos) facilita la coincidencia de estas unidades nominalizadas con las complementaciones de sustantivos de estas mismas características
semánticas. Si pretendemos describir hechos gramaticales, sin embargo, lo importante será el carácter gramatical de los recursos que se utilizan para expresar un
contenido. En este sentido, decir que lo en lo de tu primo equivale en todo lo relevante, valor nuclear incluido, a la cuestión/el problema .... de tu primo supone
confundir términos en el mismo sentido en el que se confunden cuando se hace
equivaler la preposición con y la forma verbal en gerundio teniendo en el contexto
___ la ventana abierta, como núcleos similares del sintagma que forman (vid.
Bosque, 1989, 31-32 y Jiménez Juliá, 2000, 92). El error, en último término, proviene, además de por una peculiar forma de análisis, de no ver diferencias entre las
formas átonas y las tónicas derivadas de ille, y pasar por alto el cúmulo de procesos
claramente distintos que implica la atonización de la serie con respecto a las formas
que se conservaron como tónicas. Lo que puede asimilarse a la estructura de La
idea de que ibas a llamarme / la afirmación de que Juan está loco es
aquello/eso de que ibas a llamarme / de que Juan está loco.
Eso o aquello, (en español no ello, limitado a términos de preposición o
usos rectos sin posibilidad de modificadores preposicionales; y, por cuestiones
normativas, tampoco esto) son los verdaderos pronombres neutros que equivalen a
núcleos nominales del tipo la afirmación o la idea, y difieren de la estructura formada por la nominalización de la frase preposicional (lo de que ...), del mismo
modo que aquél es el pronombre que difiere de la nominalización con el en el par
120
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
aquél que quiera venir / el que quiera venir (cfr. § 4.4. infra), perdiendo, en este
caso, sus posibilidades de oposición en el plano de la deixis (*ese que quiera
venir; *este que quiera venir). Estos pronombres (tónicos) son los que heredan el
valor sintáctico del (ecce) illud o (ecce) ille latinos como antecedente del relativo y
los que se comportan como pronombres (como, por otra parte, señalan los propios
autores más abajo (vid. Bosque-Moreno, 1990, 27). Álvarez Martínez (1986) tiene
razón al decir que la consideración de lo como pronombre supone establecer dos
estructuras similares para un mismo fin, aunque no son idénticas comunicativamente, si bien su ejemplo quizá no fuese el adecuado104.
3.3.3.5. Un último ejemplo de la subversión argumentativa de los autores
lo proporciona su explicación de casos como (incluyo también la numeración de
los autores):
(103)
(104)
(105)
(18)a
(18)b
(19)a
(19)b
(20)a
(20)b
*Es lamentable que aceptó el soborno
Es lamentable que aceptara el soborno
Lo lamentable es que aceptó el soborno
Lo lamentable es que aceptara el soborno
El hecho lamentable es que aceptó el soborno
El hecho lamentable es que aceptara el soborno
ante los que señalan:
“Desde la hipótesis que estamos defendiendo, estos ejemplos tienen una
explicación relativamente sencilla: el adjetivo no es el núcleo del sintagma
nominal en (19), por lo que no selecciona el subjuntivo (...) la gramaticalidad de los ejemplos de (19) debe relacionarse con la de los de (20), en los
que el sustantivo que funciona como núcleo es compatible con los dos modos” (1990, 24-25).
Como se puede observar, a través de un análisis de la secuencia tan peculiar como interesado, de nuevo atribuyen exclusivamente al lo (y a su carácter nuclear) el que no haya bloqueo del indicativo en (19), y no a la nominalización como
104
Álvarez Martínez (1986, 48) aduce la posibilidad de utilizar lo y ello indistintamente
en secuencias como por lo/ello mismo, a lo que los autores replican considerando la
existencia de dos unidades mismo y deshaciendo así la identidad de estructuras aludida
por Álvarez Martínez (Vid. Bosque-Moreno, 1990, 16 y Garrido, 1990, 97-98). Sin embargo, y dadas las enormes restricciones de uso del neutro pronominal en castellano, se
puede aducir el mismo caso de doblete estructural en el que venga y aquél que venga,
dado el carácter pronominal que Bosque-Moreno atribuyen a la forma átona.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
121
tal, esto es, a la frase nominal: si en (18) el adjetivo lamentable es un predicativo
de una estructura copulativa para cuyo sujeto de carácter verbal se requiere el
modo subjuntivo, en (19-20) el predicativo es una entidad expresada en forma de
frase nominal; en (19), lo nominalizado es un adjetivo (lamentable), que por tanto,
adquiere las características de cualquier frase nominal (ya no las del adjetivo que se
nominaliza); en (20), una frase sustantiva, con similares consecuencias. Es, por
tanto indiferente, el tipo de frase nominal que funcione como predicativo: en
ningún caso ‘seleccionará’ un modo concreto en el verbo de la estructura que funcione como sujeto. Y es una falacia atribuir esto al lo, como núcleo pronominal105.
Con argumentos como éstos es como se puede llegar a considerar el acusativo
como núcleo en la secuencia [vixit] decem annos, o la preposición ad el núcleo de
[eo] ad Romam (Bosque, 1989, 61 y ss.) pues, siguiendo esta lógica es este caso y
esta preposición, respectivamente los que plasman la configuración morfológica
final de la secuencia, con lo que estaremos subvirtiendo la consideración de lo que
son causas y lo que son consecuencias en la lengua (cfr., a este respecto, Jiménez
Juliá 2000).
Podemos decir, para resumir los dos últimos parágrafos, que en general los
autores atribuyen al lo los rasgos que se derivan de la entidad nominalizada y, muy
particularmente, nominalizada como abstracta (‘en neutro’)106.
105
Las soluciones ad hoc para hacer recaer en el lo la responsabilidad de todo proceso
gramatical son numerosas. Así, para explicar la imposibilidad de los ejemplos (b) –
frente a los ejemplos (a)–
(11)a.
Lo muy caro
(11)b
*Lo tan caro
(12)a
Nunca he visto [la casa][tan bonita]
(12)b
*Nunca he visto [la casa tan bonita]
consideran, además de la similitud de lo y la casa, que
“lo único que es necesario añadir para excluir (11b) es que un pronombre átono no
puede ser proclítico de una categoría ajena al sintagma al que pertenece” (Bosque
& Moreno, 1990, 15)
lo cual es bastante de perogrullo, pues lo mismo se puede decir de un determinante
(unidad átona directamente unida a la unidad que nominaliza). Lo que afirman los autores establece, ni más ni menos, el carácter dependiente del lo, pero no dice nada sobre
su valor pronominal. Y según cómo se entienda este carácter dependiente, el argumento
puede volverse en su contra.
106
Este cambio de óptica con respecto a lo que en una lógica funcional son las causas y
lo que son sus efectos la vemos claramente afirmaciones como la siguiente:
“Una particularidad interesante del lo cuantitativo afecta al adjetivo que lo modifica. Los que pueden hacerlo constituyen un grupo muy restrictivo de adjetivos
epistémicos ...” (id., 1990, 34).
122
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
3.3.3.6. La defensa del lo pronombre requiere a veces de manipulaciones,
muy habituales en ciertos trabajos lingüísticos, relativos a lo aceptable y no aceptable. Bosque-Moreno utilizan con gran ligereza los asteriscos a propósito de ejemplos como *[[la puerta de la casa][de madera]], frente a [[la puerta][de la casa de
madera]], o la ‘imposibilidad de *La de Cervantes que más me gusta (id., 40-41).
Independientemente de las conclusiones que saquemos al respecto, parece evidente
que el español está muy lejos de prohibir estas estructuras. Una cosa es que exista
una gradación lógica y más o menos habitual en el habla, que lleve a preferir, en
condiciones comunicativas no marcadas, La que más me gusta de Cervantes, y otra
muy diferente que el español no permita la nominalización de la frase
preposicional (La de Cervantes) y, posteriormente, la modificación relativa del
conjunto ([[La de Cervantes][que más me gusta]]). De hecho, y como he señalado
en otro lugar (Jiménez Juliá, 2001b), habría que enmendarle la plana al mismísimo
Cervantes cuando se atreve a contravenir las reglas que tan bien sirven para este
tipo de generalizaciones al subvertir el orden lógico ‘sustantivo + calificativo +
relativo’ y decir cosas como:
(106) Él dijo que sí llevaría y que ansimesmo pensaba llevar un asno que tenía muy
bueno, porque él no estaba duecho a andar mucho a pie (Quijote, I, VII).
Pero estas distorsiones de la realidad de la lengua a la hora de describirla
son necesarias cuando se quiere forzar la teoría hasta convertirla en un juego lógico
más o menos coherente con independencia de su adecuación a la descripción de los
datos lingüísticos.
3.3.3.7. Toda la justificación del carácter pronominal de Bosque-Moreno
reside en la necesidad de considerar el lo (y, como veremos dentro de un momento,
todo artículo), como núcleo del sintagma. Ésta, a su vez, se basa en la evidente
Esto es, no dicen: “los adjetivos que pueden nominalizarse con el artículo neutro y tener
acepción cuantitativa son un número restringido”, sino lo contrario, es el lo el que ‘selecciona’ adjetivos según sus conveniencias. Hay casos, sin embargo, donde no pueden
explicar todo a partir del lo. Así, la imposibilidad de decir *Duermo lo muy necesario
les sugiere que “esta limitación es de naturaleza diferente y excede a la gramática de lo”
(id., 1990, 37), admitiendo que ocurre lo mismo en ejemplos como Tómate el tiempo
(*muy) necesario. Es de destacar lo por los pelos –siempre desde mi perspectiva– que
están cogidos los argumentos para afianzar el carácter nuclear de lo sobre la base de
ejemplos como lo estrictamente necesario, lo de antes en relación con Tomaba la
misma cantidad de antes y un, a decir de los autores, imposible Tomaba la misma cantidad de Pedro (cfr. 1990, 37.)
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
123
poca idoneidad de la consideración de la unidad que acompaña al artículo como
núcleo del todo. El razonamiento, entonces, es claro: si en una secuencia ‘lo (el/la)
+ X’, X no es núcleo, lo (el/la) asumirá ese papel. El argumento es impecable
siempre que se acepte un prejuicio del endocentrismo ya aludido, según el cual
toda construcción sintáctica es endocéntrica y, por tanto, tiene una unidad nuclear.
De hecho, los autores dan por supuesto que hay que aceptar el ‘principio de la
endocentricidad’ porque “Abandonar este principio traería problemas de muy difícil solución, si se manejan categorías sintagmáticas” (1990, 12). Naturalmente, no
mencionan qué tipo de problemas ni parece fácil, para quien no esté inmerso en esa
idea, ver no solo qué problema supone aceptar que no todas las categorías sintagmáticas son endocéntricas sino, muy al contrario, llegar a vislumbrar cómo
describir el funcionamiento de la lengua real con tamaño prejuicio. A partir de ahí
se explica (que no justifica) la ampliación del concepto de núcleo y la búsqueda
desesperada de argumentos para una mejor justificación del carácter nuclear de
palabras estructurales y dependientes, así como una total falta de atención de todos
aquellos aspectos que pudieran poner en videncia lo inoportuno de la propuesta.
La consecuencia lógica de hacer de lo el núcleo y, de paso, otorgarle un
carácter pronominal107 es la de hacer extensivo dicho carácter a todos los miembros
del paradigma al que pertenece lo. Aquí los autores se muestran coherentes con la
postura adoptada desde un principio, afirmando:
“Sintagmas como el bueno, la de María o el hombre pueden desempeñar
las mismas funciones sintácticas y además poseer carácter referencial. La
pregunta es ahora: ¿de dónde obtienen esas propiedades? Parece claro que
no es del presunto núcleo nominal, ya que éste ni es capaz de desempeñar
esas funciones, ni posee en sí mismo capacidad referidora alguna. Resulta
pues evidente que la capacidad referidora de el hombre no puede provenir
de hombre sino de el (independientemente de la categoría que asignemos a
esta partícula) y que la de la de María no puede provenir de de María sino
de la” (1990, 43)
y continúan:
107
Para Bosque-Moreno, carácter nuclear supone valor pronominal. Por eso rechazan la
postura de Eguren (1990) quien, desde una óptica igualmente generativa, defiende un
Sintagma Determinante (SDET) en el que el núcleo es el artículo, coincidiendo con su
postura “en considerar el el núcleo de el libro de Pedro, pero no exactamente en que el
sea un ‘determinante’” (id., 47).
124
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
“Nuestro punto de vista es que el artículo, como variante pronominal que
en realidad es, puede ser concebido como una variable categorizada (...)
cuyo rango es restringido por el sustantivo, que a su vez denota una propiedad y no una entidad. Ello tiene la ventaja de reducir la llamada ‘determinación’ a un proceso de precisión de la referencia que consiste esencialmente en restringir el rango de una variable categorizada. Creemos que esta
concepción (...) ayuda a comprender la naturaleza deíctica del artículo, la
tradicional analogía entre artículo y pronombre, e incluso la evolución diacrónica del primero a partir del segundo” (1990, 44).
En su explicación de la naturaleza de la relación entre artículo y su ‘complemento’, aparece una ecuación de carácter lógico que, aunque pueda ser adecuada como ‘equivalencia’ parece lejana a una descripción de las relaciones gramaticales que realmente se dan en la lengua, pero, en cualquier caso, muy acorde
con el tipo de argumentaciones manejadas por los autores:
“Nuestra propuesta sugiere además una relación, que creemos sistemática,
entre pares como el hombre y Él es hombre o la de María y Ella es de
María. Debe reconocerse un tipo de relación atributiva ‘implícita’ entre el
y hombre en el hombre” (1990, 45).
Por todo ello, concluyen:
“Los argumentos que aducimos nos llevan a sugerir una extensión de
nuestro análisis del pronombre lo a los sintagmas encabezados por el o la
en la dirección que hemos señalado. Más concretamente, puede afirmarse
que el hombre, el alto y la de María son sintagmas endocéntricos con
núcleo pronominal y modificador nominal, adjetival o preposicional.”
(1990, 45-46).
A este sintagma lo denominan “sintagma pronominal”, como cabe esperar.
Con esta propuesta, se rechaza la hipótesis del ‘núcleo nominal nulo’, considerando
ahora (frente a Bosque 1989 § 9.2, en el que se le otorgaba un probable carácter
equivalente a ambas propuestas) que la ∅ de Pedro no es un análisis adecuado:
“Desde nuestra propuesta no es fácil justificar la introducción de un sustantivo nulo (o una proyección nominal) que modifique al núcleo en la ∅
de Pedro, porque no parece que un elemento nulo pueda restringir el rango
de una variable categorizada” (1990, 46).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
125
En suma, que llegamos a la conclusión de que todo artículo es un pronombre (en esto Bello se había adelantado), y que, como tal, es el núcleo del sintagma,
siendo la unidad que sigue (sea la que sea) una extensión modificadora especificativa de la identidad de la referencia aportada por este pronombre.
Como se ve, las tesis de Bosque-Moreno se basan, en gran medida, en una
serie de presupuestos sin los cuales sus argumentos no se sostienen. Estos presupuestos provienen, en muy buena parte, de postulados chomskianos o filochomskianos, pero en otra, de una serie de prejuicios comunes a todos los defensores del
carácter pronominal del artículo (o, al menos, del lo neutro). La realidad de la lengua, sin embargo, aconseja explicar estas construcciones sin tales prejuicios y, por
tanto, sin las consecuencias que conllevan. En el próximo parágrafo estableceré
brevemente qué noción de pronombre se puede considerar útil para la descripción
gramatical y, posteriormente, las razones por las que el artículo (y los determinantes en general) han dejado de ser pronombres.
3.4. El pronombre como categoría gramatical
Parece claro que cualquier discusión que se inicie sobre el pronombre
puede resultar interminable y, llegado un momento, sería difícil determinar si la
discusión giraba en torno al pronombre o en torno a marcos teóricos y fines descriptivos. Por tanto, la noción de pronombre aquí considerada y, con ello, mis razones para rechazar tanto la inclusión del artículo en la categoría de los pronombres,
como de la posibilidad de aquél de ser núcleo de un sintagma (o de éste de ser
adyacente) se basarán en una serie de consideraciones sobre el pronombre como
categoría sintagmática que expongo brevemente a continuación.
3.4.1. Pronombres y proformas
Para determinar un concepto de pronombre útil en la descripción gramatical, y sin afán alguno de originalidad, es preciso, por una parte, tener una idea clara
de la jerarquización relativa de las distintas clases de palabra y, por otra, de las
diferencias esenciales que se establecen entre el conjunto de unidades que podemos
llamar genéricamente ‘proformas’, en el interior de los cuales se encuentran los
denominables, con carácter restringido, ‘pronombres’. Sobre la primera cuestión, la
clasificación general de las palabras, no es éste el momento de extenderse, pues es
en sí mismo un tema merecedor de una monografía más amplia que la presente. Me
limitaré a recordar el CUADRO I incluido en Jiménez Juliá, 2006, § 1.1.1.1., y remitir
126
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
a Jiménez Juliá (2001a § 2) para unas breves indicaciones sobre esta caracterización108. Me fijaré, algo más, por el contrario, en el conjunto de las ‘proformas’ que,
globalmente, se opone al de las palabras ‘plenas’ y al de las palabras ‘estructurales’. De aquel esquema reproduzco por comodidad la parte correspondiente a las
proformas:
CUADRO VI
PROFORMAS EN CASTELLANO
TONICAS
ÁTONAS
Pronombres
(con flexión nominal)
Personales
Demostrativos
Indefinidos
Partículas interrogativas
Particulas relativas
[Clíticos]
Del cuadro se desprende que para una explicación gramatical de las unidades significativas es preciso hacer una serie de distinciones –en lugar de esconder
las diferencias bajo una etiqueta común, sea ‘pronombre’ u otra–, la primera de las
cuáles es el carácter tónico o átono de los elementos. Como señalé en Jiménez
Juliá, 2006 § 4.2., ‘tonicidad’ es sinónimo de carácter independiente, interpretando
la independencia como libertad contextual (y secuencial) y, con mayores o menores
restricciones, posibilidad de expansión109. La atonicidad, por su parte, es siempre
consecuencia de la pérdida de autonomía de una unidad, si bien la ausencia total de
sílaba tónica en una unidad ‘atonizada’ depende a menudo de factores fonotácticos:
tan ‘atono’, esto es, tan ‘dependiente’ es el en el niño, como ese en ese ángulo.
Fónicamente, sin embargo, unidades como ese, este, algún o cualquier, conservan
un acento (aunque en el conjunto formado con la unidad que caracterizan se convierta en secundario) por su carácter no monosilábico. Pues bien, las proformas
pueden ser tónicas y átonas, siendo ésta una diferencia básica, no solo entre las
proformas, sino entre cualesquiera unidades de la lengua.
108
Para una visión muy pertinente sobre las clases de palabra, con observaciones sobre
los criterios de clasificación, son sumamente útiles los capítulos XIV y XV de Adrados
(1992).
109
Bosque (1989,33) prefiere el término de clítico para las unidades gramaticales
atonizadas, reservando el de átono para el terreno de la prosodia.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
127
3.4.2. Proformas átonas
Las proformas átonas son de dos tipos: ‘clíticos’ y relativos. Los clíticos,
en realidad, son meros morfemas verbales, diferenciados de los llamados morfemas
flexivos solamente por no ser parte definitoria de la estructura del verbo. Las partículas relativas (tanto los tradicionalmente llamados ‘pronombres relativos’ como
los denominados ‘adverbios relativos’) son unidades anafóricas, primitivos demostrativos o interrogativos (indirectos) con modalidad declarativa, presentadores de la
unidad que luego se especificaba apositivamente, que perdieron su carácter independiente y se quedaron en meros introductores anafóricos y desambiguadores de
la unidad sobre la que se atribuía un proceso verbal110. En estas circunstancias,
clíticos y relativos, como unidades especializadas, gramaticalizadas y atonizadas
que son, carecen de cualquier posibilidad nuclear y se alejan de cualquier homologación gramatical con las unidades tónicas de idéntico origen: los pronombres
personales nominativos y las partículas interrogativas, respectivamente.
3.4.3. Proformas tónicas
Las proformas tónicas, por su parte, son los únicos verdaderos sustitutos de
unidades plenas (palabras o construcciones sintácticas) con su mismo valor y, en
cierta medida, sus posibilidades sintagmáticas. En efecto, como acabo de mencionar, los clíticos no son sino unidades morfológicas que no podrían soportar la más
mínima operación sintáctica111, y los relativos índices de una unidad funcional, que
bloquean la aparición de la misma, pero que carecen de las posibilidades de movi110
Aunque las hipótesis sobre la creación de los relativos en las lengua IE son variadas
(cfr. Delbrück (1900, III, 415 y ss.), Hirt (1934, 202 y ss.), Lehmann (1974, 58 y ss.),
Justus (1973) o Costello (1983)), los datos parecen corroborar la idea (defendida por
Brugmann, Delbrück o Costello) de la derivación de las relativas de secuencias verbales
independientes y las partículas relativas, en concreto, de temas pronominales (del IE
*yo-) o –probablemente– de interrogativos indirectos (tema en *kwi *kwo). Para esta
compleja cuestión cfr., además de las arriba mencionados, Mendoza (1999, 224 y ss).
Las lenguas germánicas o el griego muestran claramente el origen demostrativo de los
relativos, sin duda a partir de construcciones apositivas (cfr. Adrados (1992, 331). Para
una excelente revisión histórica de las construcciones relativas en inglés antiguo, con
descripción pormenorizada de las teorías al respecto, vid. Suárez Gómez (2006), especialmente cap. 2.
111
Sobre el carácter morfológico de los clíticos, véase Bosque (1987, §§ 4 y 5), y Jiménez Juliá (1995a, 110-112 y 120-123).
128
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
lidad y expansión de los elementos a los que se refieren (y solo se dejan flexionar
analíticamente mediante el artículo), siendo, por tanto, meros sustitutos ‘referenciales’ de las unidades indicadas, pero en absoluto equivalentes sintácticos. Frente
a todo ello, las proformas tónicas adoptarán el valor gramatical que tendría la unidad referida de estar expresada léxicamente, aunque suelan variar las condiciones
textuales y modales de las secuencias según se expresen con unidades léxicas y con
proformas. Las proformas tónicas son de dos tipos: las ‘partículas interrogativas’ y
los ‘pronombres’ (propiamente dichos). Las partículas interrogativas son unidades
de variada estructura formal (desde la flexión nominal total, en algunas lenguas,
hasta la invariabilidad) cuyo vacío de contenido referencial autónomo está directamente conectado con la modalidad a la que sirven. No es casual que gran parte de
las unidades relativas vengan de una atonización, y consiguiente descontextualización gramatical y modal, de primitivas unidades interrogativas. Los pronombres,
por su parte, son verdaderos nombres sin rasgos significativos intensos (a no ser
que consideremos como tales la ‘deixis’, la ‘cuatificación’ y demás) y con valor
referencial abierto. Insisto en que aunque tradicionalmente el término ‘pronombre’
se ha aplicado a la totalidad de las proformas, parece conveniente reservar una
etiqueta para este tipo concreto, dadas sus características tanto formales como sintagmáticas, y qué mejor para ello que la de ‘pronombre’ (dejando la genérica de
proformas, con el correspondiente apellido, para las demás), teniendo en cuenta
que son las únicas que conservan las características formales de los nombres
(sustantivos y adjetivos), además de sus valores sintagmáticos. Serán pronombres,
pues, los ‘personales’, ‘demostrativos’ e ‘indefinidos’, incluyendo numerales y
cuantificadores (y no otros). A diferencia de las demás proformas, estas unidades
se comportan como verdaderos ‘sustitutos’ de otras formas (no solo nombres),
según algunas definiciones tradicionales, en el sentido de que pueden ocupar el
lugar de una unidad léxica que le sirva de referencia en prácticamente cualquier
contexto. Frente a ellos, las partículas interrogativas (tanto en su uso directo como
indirecto), además de tener un flexión limitada (en castellano) a solamente el
número, o ser invariables (los llamados tradicionalmente ‘adverbios interrogativos’
o la forma qué), no pueden ser sustituidos en el sintagma por su referente sin variar
aspectos cruciales de la enunciación. Su libertad, tanto posicional como expansiva,
aunque limitada con respecto a los pronombres, contrasta con la rigidez de las
formas átonas en este aspecto. De las líneas anteriores se desprenden ciertas
características propias de los pronombres o, para ser más exactos, de la noción de
pronombre más productiva para la descripción gramatical, que, entre otras cosas,
excluyen la posibilidad de considerar como tal a cualquier manifestación articular o
átona en general. Estas características se pueden resumir en las siguientes:
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
129
3.4.3.1. Los pronombres personales son siempre tónicos. Es cierto que la
denominación tradicional para los clíticos verbales ha sido y es la de ‘pronombres
personales átonos’, pero, sigamos denominándolos así, o utilicemos la etiqueta
diferenciadora de ‘clíticos’, lo importante es saber que estamos ante unidades provenientes de un mismo paradigma (él y lo, ella y la, etc.), pero sincrónicamente
bien diferenciados por su actuación gramatical.
3.4.3.2. Los pronombres tónicos son siempre referenciales, en el sentido en
el que decimos que el tema de una cláusula es siempre una unidad referencial:
señalan entidades identificables como existentes en la esfera de conocimiento de
los interlocutores. Ello excluye, muy particularmente, valores intensivos, como
propiedades, características o circunstancias, que no estén tratadas como entidades.
Cuando decimos éste, esto, alguno, él, bastantes, etc., nos referimos a entidades,
concretas o abstractas, vistas en su singularidad o como plurales, pero, en definitiva, entidades referenciales. Ello implica, a su vez, su homologación con unidades
nominalizadas (el niño, mi casa) o determinadas adjetivalmente (muchas cosas,
cinco días), o con nombres propios, pero no con sustantivos aislados. De ahí,
igualmente, la exclusión de los posesivos tónicos como pronombres, pues en español, como adjetivos que son, solo pueden aparecer en posición nuclear si están
nominalizados, a diferencia de, por ejemplo, el inglés112.
3.4.3.3. La anterior característica implica que los pronombres, que no estén
subordinativamente caracterizados (por ejemplo, mediante una preposición), nunca
tienen valores de modificación, esto es, nunca son dependientes de otra unidad no
verbal. Por el contrario, son siempre nucleares. Naturalmente, para afirmar esto es
necesario tener una cierta noción de ‘nucleo’ o, más exactamente, rechazar el uso
del concepto de núcleo mencionado a lo largo del apartado 3.3. (supra), lo cual se
puede hacer simplemente, tratando de mantener cierto rigor en el uso de los términos y coherencia en el de los conceptos. Un pronombre nunca es un adyacente (y,
menos, un adjetivo). Otra cosa es que ciertas unidades, por sus características referenciales, puedan integrarse en un doble paradigma (como pronombres y como
adjetivos). Es lo que sucede con las unidades con valor semántico determinativo,
tanto determinantes como adjetivos determinativos. Ahora bien, hay que tener en
cuenta que, pese a la identidad fónica e histórica entre determinantes (esta casa es
grande), o adjetivos determinativos (llegaron dos niños), por un lado, y pronom112
No hay más que observar la diferencia entre el uso del posesivo tónico con valor
subjetivo en español y en inglés: mientras en español decimos Mi coche es muy bueno
pero el tuyo es mejor (cfr. *... pero tuyo es mejor), en inglés diremos My car is good,
but yours is better ( ... *the yours is better).
130
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
bres (ésta es grande, llegaron dos) no se trata en modo alguno de la misma unidad
gramatical. De hecho, como sabemos, las diferencias de paradigma pueden acabar
provocando diferencias de forma, y en el caso de los determinantes, de tonicidad.
No parece pertinente volver a la vieja polémica de la dualidad o unicidad de categorías, ya comentada en § 4.1.2. supra, sino de constatar el hecho de que, independientemente de cómo denominemos unidades como este, poco o cualquiera, su
actuación en cada paradigma se explica mucho más adecuadamente como una
adscripción a unidades diferentes que como unidades multifuncionales, del mismo
modo que, pese a su origen común, no hablamos de una unidad con múltiple función en partículas como que, como, si, etc., o, en un plano teóricamente menos
relevante, decimos que unidades plenas como torero en es un buen torero, y en el
niño torero sean ambas sustantivos o ambas adjetivos, sino un nombre sustantivo,
en el primer caso, y un nombre adjetivo en el segundo.
3.4.4. Recapitulación
Las anteriores observaciones nos permiten fijar la naturaleza de los problemas a los que lleva incluir la actuación de los artículos –sean solamente los
neutros, sean todos los demás, la cuestión es siempre la misma– dentro de las
pronominales. El origen histórico del artículo y la pervivencia de sus posibilidades
anafóricas no justifican su homologación con unidades tónicas (como él, mucho o
esto) independizables de las unidades con las que pueden relacionarse directamente
(él solito, mucho de lo que vi, esto que me cuentas) y de las que siempre son
subordinantes, por no haber sufrido el proceso de gramaticalización propio de los
determinantes, en general, y del artículo en especial.
3.5. La naturaleza del artículo. Recapitulación
Podemos resumir como sigue las conclusiones fundamentales sobre la
naturaleza categorial del artículo y, con ello, sobre el prejuicio de la necesaria presencia de un sustantivo dondequiera que se encuentre:
1) El artículo es una unidad atonizada especializada en la presentación de
unidades anafóricas o genéricas y, por tanto, muy útil para la expresión del contenido nominativo. Sirve como determinante general, en oposición a otros determinantes específicos y, en contextos no temáticos puede oponerse a su ausencia, con
valores de contenido variables según contextos. La asociación del artículo a una
unidad, sea sustantiva o no, da como consecuencia una unidad ‘caracterizada’ que
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
131
denominamos frase nominal, sin que el artículo, como tal, haga otra cosa que habilitar la unidad siguiente como nombradora. Como veremos en § 4 infra, su forma
genérica y numéricamente articulada le permite asociarse con partículas de relativo
actuando como unidades referenciales (frases nominales de valor puramente anafórico) a las que dota de los contenidos de los que carece por su ausencia de flexión.
2) En cuanto a su naturaleza categorial, se trata de una unidad sumamente
gramaticalizada, por tanto sin carácter ‘pleno’ en sentido alguno, aunque tampoco
puede considerarse un morfema, por no estar integrado en la estructura
morfológica de ningún tipo de unidad. No es, pues, adjetiva, aunque tenga un
carácter adyacente, ni pronominal, entendiendo por tal una unidad tónica con valor
referencial autónomo, aunque pueda ser potencialmente anafórica
3) Finalmente, el artículo ni convierte unidades en sustantivos ni
presupone su existencia implícita. Como determinante general, el uso del artículo
ante diferentes tipos de unidad es el mecanismo que la lengua utiliza para
habilitarlos como nombradores, sin alterar ni la naturaleza semántica ni los rasgos
internos de estas unidades, esto es, sin modificar lo definitorio de las categorías.
Por tanto, la acción del artículo no es ‘transcategorizadora’ en sustantivos, sino
‘nominalizadora’, entendiendo por tal habilitadora para nombrar. Su papel es
similar al de otras formas nominalizadoras –que no sustantivadoras– de otras
lenguas, como la del japonés no113 o, en cierta medida, a la acción combinada de
DET _ one en inglés (the good one).
En suma, se trata de un recurso que la lengua ha habilitado para convertir
en unidad referencial y potencialmente temática cualquier otra unidad, incluyendo
los propios sustantivos, que necesitan de la determinación externa tanto como cualquier otra unidad para poder ser empleados temáticamente –nominativamente, en
sentido estricto–.
Las diferencias gramaticales del artículo con los determinantes plenos, por
otra parte, residen, como vimos en § 2.3.3 supra, en que éstos solo actualizan unidades (sentidas como) sustantivas, mientras que el artículo lo hace, en principio,
con todo tipo de unidades. Ello supone una diferencia de ámbito pero no, en sen113
Por ejemplo, para nominalizar adjetivos: kanojo wa hoshii no wa, atarashii piano
desu. Lit.: ella (FOCO) + deseable + no (TEMA) + nuevo + piano + es (‘lo que ella
quiere es un piano). O para nominalizar verbos: gaikoku-go o manabu no wa,
muzukaxhi desu ne. Lit.: Lengua extranjera (ACUS) aprender + no (TEMA) +dificil +
es + PARTIC. EXPRES. (‘Aprender una lengua extranjera es dificil). Ejemplos extraídos de Chino (1991, 70).
132
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
tido estricto, de comportamiento. Y ello es normal, la lengua no tiene recursos
superfluos, y con tener uno solo de carácter general le llega para satisfacer sus
necesidades nominalizadoras generales.
En dos palabras podemos decir que el artículo no es ni pronombre ni
transpositor, sino marca analítica y general de unidad nombradora y
potencialmente temática.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
133
4. LA FRASE NOMINAL CON ARTÍCULO. EL ARTÍCULO CON RELATIVO
Hemos visto en los dos capítulos anteriores que las distintas visiones de las
secuencias precedidas por artículo, particularmente, cuando no sucedía un
sustantivo, han estado presididas por lo que he denominado el ‘prejuicio del
sustantivo’, del cual se derivan las consideraciones de aquél como unidad
sustantivadora, introductora de un sustantivo elíptico, o su valor pronominal o
sustantivo, apelándose a menudo a soluciones mixtas según los casos. El problema
tiene varias caras, como ya hemos ido viendo, pero la raíz del mismo en relación a
esta última solución (‘pronominal’) se halla en la ausencia de consideración, en la
práctica, de la pérdida de naturaleza sintáctica del artículo, y, con ello, su
imposibilidad de adoptar papeles reservados a unidades plenas (sustantivos o
adjetivos), palabras con las que observa una radical diferencia de comportamiento.
4.1. El relativo y su antecedente
4.1.1. Antecedentes y marcas flexivas
La primera cuestión que requiere aclaración es el supuesto papel
‘sustantivo’ del artículo cuando se usa el neutro lo, o en casos como el de ayer, el
que llegó, o el bueno. Parece evidente que al hablar de este papel ‘sustantivo’, tanto
Bello como Lapesa o Bosque están mezclando peligrosamente dos cuestiones muy
distintas. Por una parte, se dice que el artículo es aquí sustantivo porque conlleva el
peso de la indicación de la referencia, a través de sus rasgos genéricos y numéricos
–como si eso no lo hiciera siempre–, esto es, se le da un carácter sustantivo por su
valor anafórico o simplemente presentativo. Pero, en segundo lugar –y esto es más
grave–, se supone que gramaticalmente actúa como el sustantivo a cuyo referente
designa, convirtiéndose, por tanto, en el verdadero antecedente, en el caso de los
relativos (el que llegó), y en el núcleo del sintagma en los demás casos (lo bueno,
el de ayer o la buena). Un análisis medianamente riguroso de la actuación del
artículo en estos casos, nos permitirá ver cuán lejos está de actuar como
antecedente de nada. Observemos los ejemplos (107-111):
(107) El hombre que vi ayer
(108) El hombre a quien vi ayer
134
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(109) El hombre al que vi ayer
(110) El hombre al cual vi ayer
(111) *El hombre a aquél que vi ayer
¿Por qué resultan naturales (107-110), pero no (111)? La razón hay que
buscarla en el diferente comportamiento de aquél con respecto al de el: mientras el
no es en modo alguno un antecedente, sino una unidad átona que sirve como
caracterizador analítico de los rasgos de género y número del relativo, aquél es una
unidad tónica y que actúa como tal, en este caso, como deíctico antecedente del
relativo. Ello impide que aquél se pueda integrar en una secuencia especificativa
que ya tiene antecedente explícito. En los otros casos (107-110), que incluyen el
que y el cual (y el genérico que), la construcción es perfectamente lícita porque no
se repite antecedente alguno. La repetición de un antecedente solo es posible
cuando se produce una aposición explicativa, pero entonces el antecedente precede
al conjunto ‘preposición + relativa’:
(112) El hombre del maletín, aquél al que vi ayer.
Véase, en cambio, la imposibilidad de utilizar este último esquema con el
artículo (secuencias (b) de 113-115), posibilidad que sería, no solo esperable, sino
obligada, si la unidad articular fuera realmente el antecedente del relativo. Ni
siquiera el pronombre personal tónico tendría sentido aquí, pues dicha estructura
está ya ocupada en la lengua por la forma con el demostrativo genérico aquél:
(113a) El hombre del maletín, aquél a quien vi ayer
(113b) *El hombre del maletín, el/él a quien vi ayer
(114a) El hombre del maletín, aquél al que vi ayer
(114b) *El hombre del maletín, el/él a que vi ayer
(115a) El hombre del maletín, aquél al cual vi ayer (menos frecuente)
(115b) *El hombre del maletín, el/él a cual vi ayer114.
Es más, si el fuera el antecedente en el que vi ayer, difícilmente podríamos
decir algo como (112), pues repetiríamos tres veces el antecedente, dos de ellas
114
Es cierto que, frente a lo que ocurre con el que, el relativo el cual tiende a verse como con un mayor grado de gramaticalización, siendo todo él un conjunto relativo, todo
ello avalado por la necesidad de utilizar el cual siempre con un relativo explícito, frente
a lo que observamos en el que (Cfr., por ejemplo Lapesa, 1966). Veremos dentro de un
momento (§ 4.1.2. infra) que la utilización necesaria o no necesaria de antecedente
explícito no es concluyente para estos casos, y que, por lo que a su valor gramatical se
refiere, el artículo en el que y en el cual tiene un valor similar.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
135
pronominalmente, lo cual sería gramaticalmente redundante y comunicativamente
absurdo. Podemos justificar (116), pues en todos los casos habría un antecedente
léxico y, tras él, un relativo con especificación numérica y genérica (con el recurso
analítico del artículo):
(116a) El hombre del maletín, al que vi ayer;
el mismo caso, con indicación solo numérica, mediante el relativo sintético (a)
quien:
(116b) El hombre del maletín, a quien vi ayer;
o, como mucho, una repetición pronominal del antecedente, dado el carácter
explicativo de la estructura relativa, bien con relativo genérico:
(116c) El hombre del maletín, aquél que vi ayer,
bien con relativo personal:
(116d) El hombre del maletín, aquél a quien vi ayer,
pero difícilmente se justificaría (112), secuencia que, sin embargo, es
perfectamente posible y de ningún modo redundante.
El valor del artículo, se trate del neutro lo o de los personales el/los/la/las,
y se adjunte a que o a cual, es el mismo. Se trata de dotar a estos relativos de
información de la que carecen por el desarrollo evolutivo de sus formas, para lo
cual se aprovecha esa unidad paramorfológica que permite presentar
nominativamente a las unidades plenas, y caracterizar a los relativos con rasgos
pertinentes, como el género y el número, por ser los que permiten la identificación
del antecedente. No se debe confundir, por tanto, el carácter de portador de los
rasgos del antecedente (flexivamente expresados en los relativos latinos o, en el
caso del número, en relativos como quien o cual), con el antecedente mismo: el
artículo es −insisto− el encargado de expresar esos rasgos, mediante una unidad
paramorfológica que los contiene flexivamente y que se adjunta analíticamente al
relativo, para una mejor identificación de su antecedente, pero ello no convierte al
relativo en antecedente de sí mismo, pues, en sentido estricto, no se puede hablar
136
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
de relativo que o cual cuando llevan artículo, sino del conjunto relativo el que o el
cual115.
4.1.2. Presencia y ausencia de antecedente.
Para apoyar la diferencia entre la actuación del artículo ante los relativos
que y cual se ha aducido la posibilidad de utilizar la unidad el que sin antecedente
explícito, frente a la imposibilidad de hacer lo mismo con el cual (vid. Lapesa
(1966) y § 4.1.3. infra). Con ejemplos, (117) es posible, pero no (118):
(117a) El que llegó es Juan
(117b) He encontrado al que buscaba
(117c) Dale eso al que te lo pidió
(118a) *El cual llegó es Juan
(118b) *He encontrado al cual buscaba
(118c) *Dale eso al cual te lo pidió
En realidad, esta característica diferencial dice poco en relación con el
valor del artículo. Lo único que indica es que el cual, probablemente por su
aparición tardía116, surgió cuando formas como quien y el que ya ocupaban las
posiciones de relativos sin antecedente (personal y general, respectivamente),
quedando delimitada la actuación de el cual a introductor de modificaciones
explicativas. En cualquier caso, el dato relevante no es que el que pueda utilizarse
sin antecedente explícito (y, menos, porque éste sea el artículo el). Eso ocurre con
otros relativos: cuando y quien solo llevan antecedente si funcionan en estructura
apositiva.
Si el relativo temporal tiene un antecedente concreto, el castellano
tiende a sustitir la forma cuando por la estructura preposicional en que, por lo que
(119d) se ha convertido en el recambio habitual de (119c). La forma cuando, por
otra parte, puede utilizarse sin antecedente (119a) o con él, en estructuras
apositivas (119b):
(119a) Eso se hará cuando todos estemos de acuerdo
(119b) Eso se hará en el momento oportuno, cuando todos estemos de acuerdo
(119c) (?) Eso se hará en el momento cuando todos estemos de acuerdo
(119d) Eso se hará en el momento en el que todos estemos de acuerdo.
115
116
Y esta es la visión, más implícita que explícita, adoptada en Brucart (1999).
En El Cid todavía no aparece la forma el cual, aunque es frecuente la forma cual.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
137
Algo similar ocurre con quien cuando no lleva preposición, con la
particularidad de que ni siquiera en estructuras apositivas parece aceptar
naturalmente el antecedente, a no ser en las que introducen delimitaciones en éste
(como 120c), con lo que su actuación es similar a la de estructuras sin
antecedente117:
(120a) Quien hizo eso no es trigo limpio
(120b) (?) Ya llegaron todos, quienes acabaron cansadísimos
(120c) Llegaron todos, quienes habían salido a las cinco y quienes lo hicieron más
tarde.
(120d) (?) Llegó la persona quien nos podrá ayudar
(120e) Llegó la persona que nos podrá ayudar.
El relativo donde, por su parte, permite todo tipo de estructuras, con o sin
antecedente explícito, en estructuras apositivas y no apositivas:
(121a) Nos vemos donde quieras
(121b) Nos vemos en el parque, donde están los patos
(121c) Nos vemos en el parque donde hay patos
Las posibilidades, por tanto, son variadas y dependen de las fijaciones
normativas que el uso de estos relativos ha ido adquiriendo. Todo esto, sin
embargo, no altera el hecho de que los relativos pueden actuar sin antecedente
explícito, sin que sea necesario –ni razonable– buscar un supuesto antecedente en
la parte del relativo destinada a expresar analíticamente la carga flexiva del mismo,
esto es, en el artículo. Además, lo relevante del caso no es que el cual se haya
acomodado en el uso como relativo de un antecedente expreso, y el que pueda
actuar sin él. Lo importante es que uno y otro, cuando no llevan preposición, solo
117
La ausencia de antecedente explícito es algo que no deja de perturbar a los influidos
por el ‘prejuicio de sustantivo’. La solución de Bello (1847, § 328), Academia (1931, §
367) o Fernández Ramìrez (1951a, 219) es la de considerar que quien lleva consigo simultáneamente el valor anafórico y el valor de antecedente. Algo parecido viene a decir
Lapesa cuando afirma que “quien era ante todo un pronombre sustantivo, aunque secundariamente admitiese, también otros empleos” (Lapesa, 1966, 399). Esta paradoja es
contestada por Vázquez Rozas (1996, 244) con lógica aplastante:
“La noción de antecedente de una unidad anafórica, sea cual sea el carácter que
atribuyamos a tal antecedente, es incompatible con la posibilidad de que un elemento caracterizado como anafórico ‘lleve en sí mismo su antecedente’”
138
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
pueden actuar con antecedente expreso en estructuras apositivas. Esto es, todas
ellas (el cual, el que, pero también, quien o cuando) pertenecen a este tipo de
relativos que no admiten la adjunción directa a un antecedente subordinante, por lo
que, o bien se presentan sin él (posibilidad presente en el que, quien y cuando), o
bien lo hacen en estructuras apositivas de carácter explicativo, esto es, estructuras
que se adjuntan a su subordinante de forma menos directa que la de las estructuras
especificativas118. Así pues, que el cual –frente a el que– tenga siempre un
antecedente explícito, al que se adjunta apositivamente, no implica que el artículo
de el que tenga un carácter diferente. Tan solo que la batalla entre ambas formas
para la expresión relativa sin antecedente explícito fue ganada de antemano por el
que119.
4.2. Relativos y preposición
4.2.1. Preposición y determinantes vs. casos oblicuos y nominativo flexivo
Antes de tratar la acción de la preposición en los relativos con artículo
conviene hacer una breve precisión, no por obvia menos conveniente, sobre el
papel de las preposiciones y los distintos casos en una lengua como el castellano.
Aunque preposiciones y artículo (o determinantes, en general) son los herederos de
la indicación casual, oblicua y nominativa, respectivamente, su expresión analítica,
118
Sobre la diferencia entre las estructuras relativas especificativas y explicativas ha tratado acertadamente Trujillo (1990, 30 y ss.), en su respuesta a Lope Blanch (1984), si
bien sobre la falsa base de la identidad pronominal entre los y ellos, de acuerdo con las
indicaciones de Bello.
119
Lapesa explica perfectamente la situación entre las formas el que y el quien, y el
resultado final:
“La más ejemplificada entre todas estas correlaciones es el quien; pero razones
internas impidieron que prosperase, a diferencia de lo ocurrido con el que. Por sí
sólo, que no se podía usar sin antecedente expreso; para hacerlo necesitaba la
compañía de un determinativo que contuviese la función sustantiva: de aquí la
fortuna de el que. Por el contrario quien era ante todo pronombre sustantivo, aunque secundariamente admitiese también otros empleos: contenía en sí la noción
sustantiva de persona, con lo que se bastaba para usos sin antecedente. El quien,
consecuentemente, es rarísimo salvo cuando había preposición interpuesta: entonces la oración de relativo podía exigir la presencia de un demostrativo pleno o de
el, la sustantivos que le sirvieran de apoyo (“Son muy pocos los de quien nos fiamos”, Guevara, Menosprecio de Corte, 85, 12), o formaba parte de una construcción enfática, expresiva (“Vos soys la por quien perdí/ todo mi franco albedrío”
Santillana (...))” (1966, 399-400).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
139
derivada de la gramaticalización de diversas unidades, conlleva claras diferencias
con respecto al comportamiento de la expresión casual latina. El nominativo, como
se ha repetido muchas veces (vid. Jiménez Juliá, 2006 § 2.2), no es tanto un caso
como la ausencia del mismo; es la presentación pura y, por ello, la forma apropiada
para la expresión del ‘tema’ y, posteriormente, su gramaticalización en sujeto.
Cuando el nominativo se expresaba flexivamente dentro de un sistema general y
único de casos, se oponía a los demás por ser parte de un paradigma flexivo común
a los demás casos: una unidad no podía tener los rasgos flexivos pertenecientes al
caso presentativo y a un caso oblicuo al mismo tiempo o, dicho de otro modo, el
caso recto y el oblicuo no podían contrastar en el sintagma en una misma unidad.
En esa época tampoco las que iban a ser herederas de los casos oblicuos, las
preposiciones, podían encontrarse con el nominativo, pues éstas estaban destinadas
a especificar, enriquecer o desambiguar casos concretos (en latín clásico solo
acusativo o ablativo) lo que impedía su unión con cualquier caso distinto de los
previstos. Es cuando el sistema flexivo se debilita, en gran medida por la
importancia creciente de las preposiciones para el valor semántico final del
sintagma cuando éstas comienzan a adjuntarse de modo más laxo a formas casuales
empobrecidas, culminando el proceso cuando la ausencia de variación casual deja
la palabra desnuda de caso alguno y a total merced del contenido y valor
sintagmático que le aporte la preposición. En este momento el nominativo deja de
oponerse a los casos oblicuos y se revela claramente su naturaleza cualitativamente
diferente de los demás casos, esto es, su naturaleza de caso ∅, o caso presentativo.
Así, al igual que en japonés la indicación casual analítica, por medio de partículas
pospuestas constituye un paradigma de miembros opositivos que no incluye entre
ellos la indicación del nominativo (tema), en las lenguas indoeuropeas la
indicación casual oblicua (preposicional) y nominativa (determinante) contrastarán
140
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
en el sintagma sin problema120. O, con ejemplos, en japonés encontramos casos
como (122-123),
(122)
(123)
Niwa-ni-wa
hana-ga
arimasu
Jardín-DAT-TEMA
flor(es)-FOCO hay
(En el jardín hay flores)
kono hen-de-wa
kore wafutsuu desu
Esta zona-LOCAT-TEMA
esto-TEMA
(En esta zona, esto es normal)
normal es
esto es, casos en los que la indicación temática, puramente presentativa, se ve
integrada en un contexto casual, pues el elemento indicador del tema no es, en
sentido estricto, una marca casual, y en las lenguas en las que no forma parte del
paradigma flexivo común con los casos (oblicuos), las marcas de nominativo y de
casos oblicuos se pueden integrar en un mismo sintagma sin problema. O, dicho de
otro modo, en casos como (122-123) podemos decir que estamos ante temas
‘transitivizados’, esto es, ante unidades inicialmente nominativas que se ven
subcategorizadas con una indicación de su valor como participantes en el proceso.
En este sentido la posible diferencia entre niwa-ni-wa (‘con respeto a en el
jardín ...’) y, simplemente, niwa-wa (‘con respecto al jardín …’) es paralela a la
que podríamos establecer en español en la respuesta a una pregunta como ¿dónde
están los niños?, que podría ser algo como A los niños acabo de verlos, con tema
transitivizado y, por tanto, portador de la preposición propia del complemento
directo de persona, o, simplemente Los niños, acabo de verlos, con tema puro. Esta
superposición es posible, precisamente, por el distinto eje constructivo al que
pertenece el tema nominativo, por una parte, y los casos oblicuos, por otro (cfr.
Jiménez Juliá, 1995b), que hace que si no comparten vehículo expresivo –como es
120
No es casual que estas partículas japonesas, que en algunos casos identificamos como
claras expresiones casuales analíticas (ni, ‘dativo’; o ‘acusativo’, de ‘instrumental/locativo’, e ‘locativo direccional’ etc.) se fundan en su comportamiento con otras
que traduciríamos como preposiciones, por no tener en los sistemas indoeuropeos más
familiares contenidos casuales claramente homologables (kara ‘hasta’, made
‘desde’ ...). Aunque no es éste el momento de profundizar en la cuestión, es de destacar
que dentro de las marcas no contrastables con los casos oblicuos (por tanto, opositivas),
se encuentra la partícula ga, considerada a menudo como marca de ‘sujeto’, pero, sin
duda, más propiamente describible como marca de la unidad focalizada, con lo cual,
dentro de los casos habría uno cualitativamente distinto de los demás, si los miramos
con ojos indoeuropeos, a saber, el ‘foco’, que, sin embargo, se opone a todos los demás
en el sentido de que una unidad con ga no admite ninguna otra caracterización casual: ni
la temática (wa) ni las oblicuas (o, ni, de … etc.).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
141
el caso en el paradigma flexivo latino– puedan combinarse sin oponerse. En los
casos en los que las unidades con determinantes (o, en su caso, los adjetivos
determinativos no gramaticalizados) ocupan posiciones no-temáticas y, por tanto,
necesariamente subordinadas, la caracterización preposicional es no solo posible,
sino muy esperable. La ‘desnudez’ de la palabra aislada en romance hace que,
salvo ciertas convenciones (plurales posverbales como indefinidos genéricos, por
ejemplo), la determinación analítica sea también necesaria con mucha frecuencia
(cfr. *la araña está en pared). En este sentido la situación es similar a la de las
preposiciones latinas que caracterizaban unidades con adjetivos determinativos,
aunque no idéntica121.
Frente a la independencia de paradigmas de las dos expresiones
‘paramorfológicas’ herederas del paradigma unificado de los casos latinos 122, el
comportamiento de relativos con preposición muestra un evidente contraste,
encontrándose en él una clara prueba del valor del artículo como forma
paramorfológica destinada a asegurar la expresión de rasgos flexivos en el relativo,
muy lejos de cualquier papel gramatical de antecedente (por tanto, núcleo) del
conjunto. Observemos las siguientes secuencias:
(124a) El amigo en quien más confío eres tú
(124b) En quien más confío es en ti
(124c) En el que más confío es en ti
(124d) *El en quien más confío es en ti
Los ejemplos muestran un hecho conocido de la lengua actual: el artículo
no puede anteponerse a la preposición, como lo haría si fuera antecedente, esto es,
como lo hace el amigo en (124a), siendo, en cambio, obligatoria su anteposición
inmediata al relativo y, por tanto, su actuación conjunta con él, formando un todo
como término de la preposición. O, dicho más rápidamente, la actuación de el que
es idéntica a la de quien, salvo por el hecho de que su expresión es más analítica123.
Volveré sobre esto en breve.
121
Aunque en latín encontramos casos como adversus eum pontem, aparentemente
similares a su traducción ‘hacia el puente (ya mencionado)’, estos determinativos latinos serán facultativos, existiendo siempre la posibilidad de su ausencia (adversus pontem = ‘hacia el/un puente’), lo que contrasta con la mayoría de los contextos del romance donde, aun en contextos no temáticos, la determinación normalmente debe expresarse explícita y analíticamente (cfr. *hacia puente).
122
Sobre el carácter residual del sistema casual latino con respecto a etapas anteriores
vid., por ejemplo, Bassols (1945, §§ 25, 79 o 155) o Moralejo (1986). Las lenguas eslavas, en este sentido, muestran un grado muy superior de conservación del sistema casual
del IE.
142
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
4.2.2. Del antecedente pronominal al soporte flexivo
Sabemos, sin embargo, que esto no siempre fue así. La gramaticalización
del demostrativo en artículo fue un hecho relativamente antiguo en lo que se refiere
a la adopción de un papel semántico puramente presentativo, esto es, despojado de
los matices deícticos o anafóricos de su étimo latino, pero gradual en la
desaparición de los valores gramaticales inicialmente asociados a éste. Lapesa
(1966) ha recogido ejemplos que muestran la evolución desde la posibilidad de
intercalar una preposición entre la unidad el y el relativo, posibilidad frecuente en
la Edad Media y los siglos de Oro, citándose casos –aunque anecdóticos y
arcaizantes– incluso de los siglos XVIII (Jovellanos) y XIX (Alcalá Galiano), hasta
llegar a la situación actual. Entre los ejemplos citados por Lapesa encontramos:
(125) Los en qui él más se diaua eran dos uiles omnes (Primera Crón. Gen., 128ª
10)
(126) Qualquier mal que avenga, ver quiero lo por que viene (Amadis I,98, 655)
(127) Todos los con que vuestra merced ha enviado dineros han sido hombres de
verdad (St. Teresa, Epistolario I, 11).
(128) Desta manera me volbi al aldea, con tan differente coraçon del con que había
salido, que yo mesma de mí mesma me marauillaua” (Cervantes, Galatea,
I, 59)
(129) Materia como la en que hemos informado (Jovellanos, apud Bello (1847, §
803) y RAE (1931, § 354)).
(130) No son días de fe los en que vivimos (Alcalá Galiano, apud Bello (1847, §
803)
Ahora bien, de acuerdo con Lapesa, quien ha mostrado con claridad
meridiana la evolución de los hechos
123
Vázquez Rozas (1996, 243) lo expresa claramente, cuando, a propósito de ejemplos
como (12) Tuvo una discusión de la que salió malparado, y otros similares, pone objeciones al análisis de Bello, Academia y Fernández Ramírez, en los siguientes términos:
“La propuesta de Bello (...) no es aplicable a ejemplos como (12), pues considerando el artículo como antecedente del relativo, y por tanto perteneciente a la cláusula dominante, difícilmente se puede explicar la anteposición de la preposición al artículo, y no simplemente al relativo (está claro
que la preposición introduce un argumento de la cláusula relativa, no de la
cláusula dominante”
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
143
“desde muy pronto se había difundido la costumbre de anteponer la
preposición a el, la, lo, que así quedaban más unidos al relativo “ (1966,
397)
citando casos desde Berceo y El libro de Apolonio124. Y continúa:
“Las construcciones con preposición interpuesta han desaparecido, y
cuando era imposible anteponerla a el, la, lo por llevar éstos otra
preposición, han sido sustituidos por aquel, aquella, aquello, que siempre
habían tenido lugar en tales casos (...) El abandono de el en que, la por
que, lo de que, etc., en beneficio de con el que, por la que, de lo que revela
una progresiva tendencia a unir los dos elementos de el que tan
indisolublemente como los de el cual” (1966, 397).
La explicación no puede ser más clara: la gramaticalización del artículo
imposibilita su papel como antecedente. Cuando el antecedente debe forzosamente
estar presente, anteponiéndose –lógicamente– a la preposición, entonces se toman
los pronombres correspondientes, nunca el artículo125, pues
“En estos últimos casos, donde el que no era ya la suma de un el
determinativo y su correlato que, sino una sola unidad sintáctica que
funcionaba como puro relativo con antecedente fuera, no pudo darse la
preposición intercalada que tanto duró en las construcciones donde el tenía
valor sustantivo” (1966, 398).
124
Al que tu deneguisti e busquesti pesar / non nos querrá oir” (Berceo, Milag., 780cd);
“Contáronsse huno a otro por lo que avién passado” (Apolonio, 590a) (vid. Lapesa,
1966, 397, para más ejemplos). Lapesa considera que esta ‘ampliación’ del relativo tuvo
tres fases (la primera de las cuales ya la sitúa en las primeras manifestaciones literarias
del romance castellano) (1966, 398):
1) Aposiciones del tipo “Martín Muñoz, el que ganó a Mont Mayor” (Mío Cid
738)....
2) Lo que Lapesa llama “tránsito incompleto”, ilustrado con ejemplos como
“Hivan troçir los montes, los que diçen de Luzón” (Mío Cid 2653)
3) El proceso se consuma en casos como “Un muy galán vocablo, del que yo, por
buen respeto, estoy muy enamorado” (Valdés, Diálogo de la lengua, 192, 12).
Debo confesar que no acabo de ver el criterio de Lapesa para establecer diferencias entre 1) y 2).
125
“Pero al mismo tiempo que se producía la creciente inseparabilidad de sus dos
elementos, el que se ha ido propagando a construcciones con antecedente en otra palabra, y entonces la autonomía significativa de el sufre esencial menoscabo o queda, como
en el caso de el cual, anulada por completo” (1966, 397-398).
144
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Es más, las especialización de esta unidad como mero indicador de formas
como (el) que y (el) cual se hace evidente por cuanto el artículo, en su etapa
prearticular, podía ser antecedente de otros relativos (como no deja de ser lógico),
perdiendo esta posibilidad, precisamente, cuando dejó de tener esta potestad:
“Hasta el siglo XVII, el, la, lo pudieron servir de antecedente a relativos
distintos de que; sobre todo a quien, aunque se combinaron también con
cuyo, do, donde, como y hasta con el cual, hubiera o no preposición”
(1966, 399).
Poniendo como ejemplos, entre otros, (vid. ibid.): “E era rey delos Perdicas
el contra quien tendiera Alexandre el Grande la sortija” (Prim. Crón. Gen., 149 Ib.,
2, 7); “El quien dixo que la vida/ perder fues estremo danyo ....” (Pedro de Santa
Fe, Camc. de Palacio, 202); “Olvidar la cuyo só es muy grand pensar,/ porque su
par non nasció” (Carvajales, Canc. Stúñiga, 343); “Dejar esta Tierra e ir a la do
nascí” (Alonso Enríquez de Guzmán, Vida y Cost., 273, 30); “Esperaua que él
paresciese a los donde él benía” (Díaz de Gámez, Victorial, 85, 23); “Meresció
auer el nombre del planeta Venus. E creýan ser el por el qual los amores se
gouernauan” (Fernando de la Torre, Canc., 15); “A los por quien tú le niegas/ de
entre sus llamas los sacas” (Tirso, Sta. Juana, Parte I, III, esc. 17), avanzando,
incluso, una explicación a la pervivencia del artículo con que y no con las demás
(salvo cual), explicación a la que solo se puede objetar que confunda el valor del
artículo como indicador de los datos flexivos de la referencia del antecedente, con
una función “sustantiva”, si bien, dada la claridad y rigor de su reconstrucción
histórica, este lapsus interpretativo (tan común, por otra parte) es perfectamente
aceptable126.
126
Según Lapesa:
“La más ejemplificada entre todas estas correlaciones es el quien; pero razones
internas impidieron que prosperase, a diferencia de lo ocurrido con el que. Por sí
sólo, que no se podía usar sin antecedente expreso; para hacerlo necesitaba la
compañía de un determinativo que contuviese la función sustantiva: de aquí la
fortuna de el que. Por el contrario quien era ante todo pronombre sustantivo, aunque secundariamente admitiese también otros empleos: contenía en sí la noción
sustantiva de persona, con lo que se bastaba para usos sin antecedente. El quien,
consecuentemente, es rarísimo salvo cuando había preposición interpuesta: entonces la oración de relativo podía exigir la presencia de un demostrativo pleno o de
el, la sustantivos que le sirvieran de apoyo (“Son muy pocos los de quien nos fiamos”, Guevara, Menosprecio de Corte, 85, 12), o formaba parte de una construcción enfática, expresiva (“Vos soys la por quien perdí/ todo mi franco albedrío”
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
145
Como conclusión final, Lapesa reafirma su idea de la pérdida del carácter
de antecedente de el en el que (como en el cual) y, de algún modo, contradice lo
que parecía su idea inicial, sosteniendo que, pese a la inicial posibilidad de utilizar
el con distintos relativos (cuyo, donde, etc.), el español actual “ sólo admite el que,
y éste sin posibilidad de escindir sus componentes por interpolación de otra
palabra” (1966, 400), además de ampliar su uso como “relativo adjetivo” (esto es,
no como ‘pronombre’), caso en el que “el carece de función independiente” (1966,
401).
4.2.3. Relativos precedidos y no precedidos de preposición.
De las anteriores líneas se desprende que, vicisitudes históricas aparte, la
naturaleza de el que y de el cual en lo relativo al valor del artículo en su interior es
en el estado actual de la lengua exactamente la misma. La formación de el cual es
más tardía, lo que explica que no existiera la fase donde el (o, más exactamente, él)
fuese considerable como antecedente de cual. Ello también explica que no se
encuentren casos de ‘el + preposición + cual’, como en el caso de el que, pues en el
periodo en el que se formo el cual, ya estaba totalmente regularizada la
anteposición de la preposición al conjunto el que. Hay que destacar el hecho de
que, precedidos de una preposición, los relativos, sean el que, el cual, quien, o
cualquier otro, se convierten en unidades con un valor oblicuo que se superpone al
de su valor dependiente como relativos. Ello explica que existan relativos que
puedan aparecer ligados directamente a su antecedente si van precedidos de
preposición, pero no en caso contrario. Esto es, los ejemplos (b) son posibles, pero
no los ejemplos (a)
(131a) *El hombre el cual llegó es amigo mío
(131b) El hombre con el cual llegué es amigo mío
(132a) *Las cosas las que no me gustan son éstas
(132b) las cosas con las que no me gusta jugar son éstas
Santillana (...))” (1966, 399-400).
Naturalmente quien no es ni más ni menos ‘pronombre sustantivo’ que cualquier otro
relativo. Lo que le hace considerarlo como tal es su posibilidad de aparición sin antecedente, lo cual se produce sin duda por su información flexiva, información de la que carece que, que requiere del artículo para expresarla. Obsérvese que el comportamiento de
los llamados adverbios relativos donde, cuando, como es similar al de quien cuando no
llevan antecedente expreso, y al de que (en el caso de donde y como), cuando lo llevan,
con la única diferencia de que carecen de posibilidades flexivas que, por otra parte, no
necesitan.
146
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(133a) *La mujer quien vio lo sucedido ha desaparecido
(133b) La mujer con quien vi lo sucedido ha desaparecido
lo cual supone que los relativos incapacitados para ligarse directamente a su
antecedente se comportan en este caso como si fueran unidades plenas
(evidentemente, sin serlo), y su actuación es similar a la que observamos con
sustantivos que modifican otros sustantivos, que requieren necesariamente de la
marca de oblicuidad que exprese de modo explícito su carácter subordinado. (134a)
es de difícil interpretación y, en cualquier caso, nunca se identificará con (134b):
(134a) (?) El perro la casa de al lado no me deja dormir
(134b) El perro de la casa de al lado no me deja dormir
4.3. Estructuras relativas y análisis sintáctico
Establecido el carácter de unidad paramorfológica del artículo en los
relativos, incrustada en ellos como expresión analítica de sus rasgos flexivos,
conviene ver cuál es la mejor manera de representarlos en los diagramas que
usamos habitualmente para reflejar las distintas estructuras sintácticas. En este
sentido, y como vimos anteriormente (vid. § 2.4.2, supra), la forma en que
representamos el valor de preposiciones y determinantes es inadecuada, por cuanto,
tal como se refleja en los diagramas, parece hacerse equivaler al de una función
sintáctica realizada por una unidad plena. Así, una unidad como (135) se representa
en los diagramas que utilizamos como (136):
(135) Leí un cuento con los niños
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
(136)
147
frase verbal
NÚC
MOD
frase prep.
NÚC
COMP.DIR.
DIR
TÉRMINO
verbo
Frase nominal
prepos.
frase nominal
DET.
NOMINAL
NOMINAL
DET
indef. sustantivo
Leí
un
cuento
con
art.
sustantivo
los
niños
No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que estos diagramas
en gran medida contradicen lo que he tratado de resaltar constantemente a lo largo
de las páginas precedentes, a saber, el carácter cualitativamente diferente de la
actuación de las unidades paramorfológicas y el de las unidades propiamente
sintácticas. Como vimos en § 2.4.2. supra, el mantenimiento de este diagrama –al
menos de momento– se basa en cuestiones didácticas: la introducción de matices
en la acción obligaría a hacer lo propio con otras unidades (conjunciones y
relatores) y a reformular otras cuestiones (los relativos no son elementos
funcionales, sino índices de los mismos que bloquean su aparición), todo lo cual
complicaría sobremanera la representación gráfica e instantánea que se quiere
hacer mediante los diagramas127. La otra alternativa, contraria a la complicación,
sería la de su simple eliminación como elementos sintácticos, al igual que he hecho
con los clíticos verbales. Esto es, del mismo modo que algo como no me lo hubiera
podido creer nunca se representa como (137), por razones en las que ahora no
puedo entrar, pero que son fácilmente deducibles:
127
En Rojo-Jiménez Juliá (1989, cap. 3) se explica con detalle el sistema de representación empleado.
148
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(137)
frase verbal
NÚC
MOD
verbo
adverbio
No me lo hubiera podido creer
nunca
lo mismo podríamos hacer con con los niños e, incluso, con con los niños,
adoptando representaciones como (138-139)
(138)
unidad determinada
los niños
(139)
unidad caracterizada (oblicua)
con los niños
El problema es que con (138-139) perdemos demasiada información y, en
este caso, parece pedagógicamente preferible representar información de forma
inadecuada (que luego habrá de matizarse) a prescindir de ella128.
128
Podría considerarse que en el caso de los clíticos me y lo de (137) debería adoptarse
una solución similar, atribuyéndosele las tradicionales (y alarquianas) equivalencias
con, respectivamente, el complemento indirecto y el directo. Sin poder entrar ahora a
fondo en la cuestión, debo decir claramente que en este caso no se trata de una decisión
guiada por el afán de simplicidad, sino por el deseo de no falsificar la realidad de la lengua. Los clíticos no son unidades ‘paramorfológicas’, sino unidades morfológicas, con
un grado de gramaticalización superior al de preposiciones y determinantes, y totalmente integradas en el verbo –aunque no en su estructura definitoria–. Su valor es el de
indicador de valencias o afecciones, nunca el de realizar funciones sintácticas, pues, ni
bloquean la expresión sintáctica de los valores que expresan, ni tienen ninguna de las
características que definen una unidad sintáctica (posibilidad de expansión, tematización o movilidad dentro del sintagma). No hay que confundir, por tanto, identidad de
valor referencial (entre un clítico y una unidad sintáctica) con identidad de valor sintagmático. Los clíticos son, por tanto, morfemas verbales con valores diatéticos o valenciales, pero no funciones sintácticas. Inexistentes como tales en latín, su creación en
romance es una manifestación más de las tendencias analíticas de los dialectos neolatinos, al lado del artículo y otros determinantes, pero alcanzando un grado de gramaticalización mayor debido probablemente a su especialización en el contexto verbal.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
149
De acuerdo con estas convenciones, que nos llevan a hablar de ‘función’ de
‘determinante’ de una frase nominal, o de ‘director’ de una frase preposicional 129,
los relativos dotados de artículo para la expresión de sus morfemas flexivos se
representará como una unidad caracterizada más. Así, (140) tendrá la
representación de (141)130:
(140) Llegó el que faltaba
(141)
frase verbal
NÚCLEO
SUJETO
verbo
estructura relativa (fv)
RELATOR
Llegó
SUJETO
NÚCLEO
frase nom.
verbo
DET.
NOM.
art.
relativo
el
que
faltaba
Esto es, del mismo modo que un artículo se adjunta a una unidad y le da un
carácter presentativo expresando los rasgos de género y número de la referencia
que, en caso de ser un sustantivo o adjetivo lo determinado, ya los contienen en su
estructura morfológica, al unirse a un relativo hace exactamente lo mismo, con tan
solo las limitaciones impuestas por la naturaleza átona del relativo:131.
129
Una concesión, en este caso, a la tradición de régimen y concordancia, y su tendencia
a considerar que la preposición ‘regía’ el caso de su término y, por tanto, lo dirigía.
130
Con respecto al análisis mostrado, parece evidente que el artículo se liga al relativo
por las razones explicadas, y no tiene sentido considerar, con Gili Gaya (1943, § 231), y
a propósito del ejemplo Hay cierta manera de discurrir de la que muchos sujetos no se
dan cuenta, que el artículo determina (‘sustantiva’) la totalidad de la estructura relativa.
No se puede sino estar de acuerdo con Vázquez Rozas (1996, 246) cuando, con respecto
al análisis de este ejemplo, afirma: “la preposición tiene como término sólo el segmento
ARTÍCULO + que: no podía ser de otro modo, ya que está regida por el predicado de la
relativa”
150
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
4.4. Artículo vs. pronombre: EL QUE vs. AQUÉL QUE
Como es sabido, las similitudes referenciales entre las formas el que y
aquél que, así como el origen demostrativo del artículo, han hecho que el análisis
más común de estas formas sea el mismo. Pero según se desprende de lo visto
arriba, se trata de dos formas muy distintas en cuanto a su estructura gramatical, y
bien diferenciadas en sus valores informativos, que se han mantenido,
precisamente, por su distribución en distintos contextos comunicativos. Como ya
sabemos, entre otros por los magníficos estudios de Lapesa (por ejemplo, 1966), el
demostrativo antecedente del relativo, que en latín clásico era la forma anafórica is,
empieza a dejar paso en la época imperial a otros pronombres: primero hic y, más
adelante, ille, que pasó a las lenguas románicas como apoyo del que (fusión de
quid y quod) en su forma ya atonizada o en vías de atonización. Mientras esta
forma fue pronominal, esto es, tónica, existía una sola estructura relativa, aunque
con el tiempo pudieran variar las unidades pronominales que sirvieran como
antecedente al relativo: en todos los casos teníamos un pronombre nuclear (is, hic,
ille), y una estructura introducida por un relativo que, hasta su pérdida de flexión,
ya tardíamente, concordaba con el relativo ((is) quid, (eos) quos ...).
Cuando la forma ille perdió su tonicidad, período más o menos paralelo al
de la pérdida de la flexión del relativo (quid), su mantenimiento ante éste se
produce, no ya como antecedente del relativo, pues su comportamiento ha dejado
de ser tal, sino como indicador de los rasgos flexivos del relativo ya perdidos,
necesarios para poder ser utilizado sin antecedente. Y fue esa desaparición del
valor pronominal de ille / el la que facilitó la habilitación de un nuevo pronombre
como antecedente deíctico del relativo, pronombre que ya no podía ser él, pues la
nueva forma el que provenía de un anterior *él que, y no tenía sentido una vuelta
131
El tema de la representación de los relativos con artículo nos lleva fácilmente al de la
representación de casos de enorme interés para el conocimiento de las estrategias de la
gramática en su afán de conjugar economía y expresividad, así como de la propia naturaleza de los relativos y sus limitaciones. Me refiero a los casos de fusión de preposiciones iguales ante relativos con artículos, como en Ayer nos acordamos de lo que
habíamos estado hablando, o –ahora sobre relativos sin artículo– de estructuras complejas, aunque perfectamente normales en el habla, provocadas por la necesidad del relativo de ir inmediatamente tras su antecedente cuando éste está presente, como en el libro que te dije que quería que alguien se decidiese a regalarme ya está agotado. Sobre
estos últimos casos he tratado en Jiménez Juliá (2005b).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
151
atrás. El nuevo pronombre antecedente del relativo fue, y no de manera casual, la
forma aquél (< accu ille), esto es, la forma reforzada que había reemplazado a ille
cuando ésta desapareció del cuadro de los demostativos para rellenar dos huecos
inexistentes en latín: por una lado, el pronombre personal de tercera persona él; por
otra, y tras atonizarse, la forma artícular el, según se muestra en el cuadro VII:
CUADRO VII
RESULTADOS DE ILLE
LATÍN
Demostrativo
(3ª persona)
CASTELLANO
∅
él
Pron. Pers. 3ª pers.
∅
el
artículo
Ille
demostrativo
Accu-ille
aquel
(3º grado lejanía)
Pero –nos preguntaremos– ¿qué justifica todo este terremoto de
estructuras? ¿por qué la lengua mantiene dos formas relativas estructuralmente
distintas, en lugar de conservar un antecedente tónico (como en inglés o francés), o
quedarse solo con el átono? Para que una lengua tenga dos estructuras distintas
para un mismo valor referencial, tiene que haber una diferencia comunicativa
relevante en el uso de cada una de ellas, y eso es precisamente lo que ocurre en el
caso de la duplicidad de estructuras relativas con el que y con aquél que. Veamos
los dos siguientes ejemplos:
(142) Los que vengan se divertirán
(143) Aquéllos que vengan se divertirán
Si expresamos cada una de las secuencias (142-143) en dos unidades
informativas, que es, por otra parte, la forma más habitual de expresarlas en
condiciones no marcadas, obtendremos (142’-143’):
152
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(142’) // los que vengan // se divertirán //
FOCO
FOCO
(143’) // aquéllos que vengan // se divertirán //
FOCO
FOCO
Salvo en situaciones contrastivas muy marcadas, que incluyen la
posibilidad de focalizar sílabas átonas si son portadoras de un valor distintivo 132, en
(142’) solo hay una posibilidad de focalización, pues solo hay una unidad tónica, la
incluida en el verbo. La primera unidad informativa de (143’), por su parte, tiene
dos sílabas tónicas, la del verbo y la del pronombre. Sin embargo, es prácticamente
impensable, por no haber contextos adecuados, que (143) se exprese de otro modo
que mediante el foco en el pronombre y acento secundario en la sílaba tónica del
verbo. O, dicho de otro modo, nunca vamos a utilizar la forma aquéllos si nuestra
intención no es focalizar el pronombre antecedente del relativo. Es más, es sabido
que en español la mera expresión de un pronombre personal recto solo se justifica
si va ser focalizado: no decimos al levantarnos de una reunión, no puedo quedarme
porque yo me tengo que ir si no lo estamos contrastando con los que se tienen que
quedar y, consecuentemente, utilizamos una entonación contrastiva con foco en yo.
La desaparición del estatus de pronombre de la forma el (como de la forma lo) dejó
la estructura sin expresión del antecedente y, por tanto, sin posibilidad de
focalizarlo. Perder esta posibilidad resultaba muy oneroso para las necesidades
expresivas de la lengua, por eso, creada la estructura relativa sin antecedente, con
el artículo como mero indicador de los valores flexivos de la referencia del relativo
(el/la, personales, lo no personal), la forma original ille quid se mantuvo echando
mano del verdadero equivalente demostrativo de ille: aquél133.
Los datos de los usos de el que y de aquél que, no ya de la lengua actual,
sino incluso de la lengua medieval, no hacen sino confirmar esta distribución
comunicativa. Elvira (1986) hace un estudio comparativo entre los usos de estas
dos formas de relativo en castellano medieval, y entre sus conclusiones más
significativas para el tema que nos ocupa encontramos las siguientes:
132
Por ejemplo, si queremos oponer los a las en casos como que levanten la mano los
que vengan, no las que vengan, si bien éste es un recurso poco utilizado en español.
133
Que otras lenguas utilizaran derivados de otras formas indica, simplemente, que sus
preferencias las llevaron a adoptar otra trayectoria. vid., Lapesa (1966, § 1).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
153
(a) en los usos que Elvira denomina correlativos, y que define como
“aquellas estructuras bimembres en las que la mención definida que el grupo el que
establece en un miembro es reproducida en el otro por un elemento anafórico”
(Elvira, id., 186), esto es, en los que la referencia presentada por el relativo se
repite enfáticamente mediante un pronombre tónico (el que ... él ...), el uso de la
forma el que es prácticamente único. Elvira solo cita un ejemplo del Cid y otro del
Libro de Buen Amor de estos usos correlativos con la forma aquél que. La razón –
aunque Elvira no la explique de este modo– es evidente: el énfasis de la forma
pronominal tónica posterior atrae el foco de su unidad informativa; dicho énfasis
sería comunicativamente absurdo si la misma referencia ya hubiese sido focalizada
antes. Para asegurar el mero papel presentador de esta referencia no hay más
remedio que utilizar la forma el que puesto que, como acabo de señalar, la forma
aquél que conlleva necesariamente el foco. Así, ejemplos citados por Elvira como
La torr de Babilon, los que la empeçaron,/ mal grado ayan ellos ca no la
acabaron (Berceo, El duelo de la Virgen, 200ab)
El que fizo el çielo, la tierra E el mar, / el me done su graçia e me quiera
alumbrar (Libro del Buen Amor: 12 ab)
El que tenie la mitra e la croça en la mano, / essi fue el apostol de san
Juhan ermano (Berceo, Vida de San Millán, 447 cd).
El que no es cobdiçioso esse a la riqueza que paresçe (Libro de los Buenos
Proverbios: 59)
El que fuere mas cerca a la parte de oriente, aquel es almubtez (Libro
Conplido en los judizios de las estrellas I-22b: 41-42).
u otros con preposición:
E de las que fueren en cayentes de angulos otrossi iudga derramamiento
d’aquellas cosas (Libro Conplido en los judizios de las estrellas III- 101d:
31-33)
a los que lo passaron, a esos lo dexemos (Libro de Apolonio: 628b).
serían comunicativamente extraños si las formas relativas con artículo fueran
sustituidas por las referencialmente equivalentes con demostrativo.
(b) La ubicación de la preposición en aquellas secuencias en las que el
relativo está subordinado preposicionalmente –cuestión que ya vimos en § 4.2–
también separa significativamente una y otra forma relativa. En síntesis, Elvira
muestra que la tendencia a anteponerse es clara cuando la forma el que va regida
154
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
simultáneamente por el verbo principal y el subordinado 134 o cuando el regente es
solamente el principal135, por razones fácilmente explicables. Cuando la
preposición es regida solo por el verbo subordinado, entonces, la tendencia inicial,
mientras la forma el no culmina su proceso de gramaticalización, es a intercalarla.
La pugna entre la situación gramaticalmente esperable (la intercalada), y la pérdida
de valor antecedente del artículo, que obliga a su anteposición, se refleja, según los
datos de Elvira, en la fluctuación anteriormente comentada 136. Con la forma aquél
que, sin embargo, ni Elvira (ni Keniston, 1932) documentan caso alguno de
anteposición de la preposición en el mismo período en que ésta se estaba
imponiendo para la forma el que. Esto es, formas como
Deuen fazer quanto pudieren porque aquel con qui se han de confesar sea
el mas entendudo et el mas letrado (Don Juan Manuel, Libro del Cauallero
et del escudero-XXXV: 37-38)
no tenían todavía la derivación popular hoy frecuente “... porque con aquél que se
han de confesar ...”, lo que indicaba –una vez más– la diferencia de estatus que los
hablantes ya concedían a el y a aquél ante relativo137.
c) Finalmente, Elvira indica que los datos medievales muestran con
respecto a los parámetros estudiados una total identidad de comportamiento ente
el/la que y lo que, por un lado, y entre aquél/aquélla que y aquello que por otro, lo
que confirma, como es lógico, la identidad de evolución de las distintas formas
genéricas de cada uno de los paradigmas átono articular y tónico demostrativo,
respectivamente. Estas diferencias comunicativas y gramaticales quedan bien
reflejadas en los diagramas arbóreos correspondientes a cada una de las estructuras.
Así, mientras la unidad el que forma un relativo sin antecedente directo, al igual
que quien, aunque con la diferencia de la expresión analítica de sus rasgos
134
“Mando mio Cid a los que ha en su casa / que guardassen el alcaçer” (Cid, 1570-1);
“matas al que mas quieres” (Libro Buen Amor 420c).
135
“en las humanas cosas al Fijo ministravas,/ en las que son durables a El comendavas”
(Loores 41cd); “e quitose ya d’aquel a quien enuieraon e uino pora’l qui’l enuio” (Libro
Conplido en los judizios de las estrellas I-40d: 37-39).
136
Así, en un mismo texto, encontramos las dos soluciones: “ si non fuere recebida del
a quien llega, di que otro sennor ...”(Libro Conplido en los judizios de las estrellas I58d: 3-4); “ esta es la que usamos e en la ques acuerdan los más de los omnes”(id., I15c: 20-22). Ejemplos como este último, según Elvira, “sugiere(n) que, en tales casos,
el que es analizado ya como una unidad” (1986, 186).
137
Para una explicación de este tipo de secuencias, con la preposición cambiada, cfr.
Jiménez Juliá, 2005b.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
155
genéricos y numéricos a través del determinante, aquél que no forma un todo
unitario, sino que es la asociación de un demostrativo y una modificación relativa
que comienza con el relativo (de antecedente explícito obligado) que. O, con
ejemplos, el análisis de (144a-b) es el reflejado en (144-a’-b’), mientras que (145)
supone la estructura (145’):
(144a) El que lo haya hecho (lo pagará)
(144b) Quien lo haya hecho (lo pagará)
(145) Aquél que lo haya hecho (lo pagará)
cláusula138
(144a’)
SUJETO
PREDICADO
estructura relativa (fv)
REL
SUJETO
verbo
NÚCLEO
relativo nominalizado (= fn) verbo
DET
art.
el
138
NOM
partícula relativa
que
lo haya hecho
lo pagará
Para la noción de ‘cláusula’ y su diferencia con la frase verbal remito una vez más a
Jiménez Juliá (1995b).
156
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
(144b’)
cláusula
SUJETO
PREDICADO
estructura relativa (fv)
REL
SUJETO
verbo
NÚCLEO
partícula relativa
verbo
quien
lo haya hecho
(145’)
lo pagará
cláusula
SUJETO
PREDICADO
demostrativo expandido
verbo
NÚCLEO
MODIFICADOR
demostrativo
estructura relativa (fv)
REL
SUJETO
partícula relativa
aquél
que
NÚCLEO
verbo
lo haya hecho
lo pagará
Los diagramas reflejan claramente la diferencia gramatical de una y otra
estructura sin necesidad de ulterior comentario.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
157
4.5. Relativos y marcas flexivas. La fuente de la concordancia del
relativo
4.5.1. Generalidades.
Llegados a este punto hay que decir que, pese a la evidente
prescindibilidad del sustantivo para explicar las frases nominales con artículo como
determinante, subsiste un hecho que permite sostener el prejuicio del sustantivo en
cualquiera de sus variantes (sustantivación, elipsis o carácter pronominal del
artículo), y es el siguiente: ¿De dónde salen los rasgos de género y número del
artículo en casos como el/lo bueno, la buena, los buenos, las buenas,
el/la/lo/los/las de Mercadal, el/la/lo/los/las que te dije? En cualquiera de las
hipótesis, la respuesta se encuentra siempre en un sustantivo (elíptico, convertido o
incluido en los rasgos del artículo). Ya vimos en su momento (§ 3.3. supra) que en
los casos en los que no hay un sustantivo que interpolar, casos que incluyen todos
los del artículo neutro, se suele considerar que éste conserva un carácter
pronominal. En los demás, se supone que el sustantivo está, bien tras el artículo,
bien omitido, pero estructuralmente presente.
4.5.2. Sustantivos y referencia
Si observamos el modo de describir todo lo relativo a los rasgos flexivos de
los sustantivos por parte de las gramáticas, llegaremos a la conclusión de que éstos
surgen de los propios sustantivos, en lugar de ser simplemente el reflejo lingüístico
de propiedades que se perciben en la referencia. Dicho de otro modo, en lugar de
decir que un nombre (sea adjetivo o sustantivo) en español es una unidad que
consta de un lexema, que refleja propiedades léxicas, y dos morfemas, de género y
número, ordenados en su manifestación, y cuya concreción de cuál de los dos
elementos de cada paradigma genérico o numérico se expresa en cada caso
depende de una fijación histórica a partir de la referencia que se quiere reflejar,
parece como si los hechos se produjeran de forma inversa: el sustantivo decide por
sí mismo el género y número expresado en cada caso. En efecto, cuando decimos
algo como niñas apelamos a una referencia plural y de seres de sexo hembra que el
sustantivo castellano –románico, en general– permite expresar flexivamente dentro
de su paradigma genérico. Y lo mismo cuando decimos buenas. Los nombres en
español están preparados para ello, y tienen la obligación de reflejarlo. Cuando un
nombre, por cuestiones históricas o fonotácticas, pierde esa posibilidad, la cualidad
genérica o numérica (o ambas) queda inexpresada directa y explícitamente.
158
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Palabras como valiente, tenaz o aprendiz carecen de expresión genérica
fonemática. Otras palabras, como crisis, ni siquiera marcan el número. En estos
casos decimos que lo que falta es la ‘realización sustancial’ de los morfemas
flexivos, aunque éstos estén presentes por ser parte de la estructura de todo nombre
en español139. Ese género y número, cuyo origen está en los rasgos de la referencia
(los que sean), se plasman, sin embargo, cuando ponemos estas unidades en
relación con otras que tienen que expresar necesariamente los valores de género y
número: la valiente investigadora, el aprendiz interesado o las crisis nerviosas.
Entonces ¿qué ocurre cuando la unidad que nombra algo, en virtud de su
actualización mediante el artículo, no es un sustantivo o un adjetivo, esto es, no
tiene la posibilidad de expresar morfológicamente estos rasgos de género y
número? pues, simplemente, que no los expresa, aunque lo hagan las palabras que
se relacionen con ella que estén obligadas a definirse en relación con estos valores
expresivos (el artículo u ocasionales modificadores adjetivos). La única diferencia
entre unidades como (el/la) que viene o (los/las) de Bombay, por un lado y (las)
crisis, por otro, es que esta última unidad puede llegar a expresar género y número
(por deformación analógica, por ejemplo), por pertenecer a una clase de palabra
que contiene estas unidades morfemáticas en su estructura, mientras que las
estructuras relativas o las frases preposicionales nunca podrán hacerlo. Cuando
decimos la nueva, el que quieras o los de allá, por tanto, no necesitamos sustantivo
alguno que justifique el género y número del artículo
Y, llegados a este punto, la cuestión que surge es ¿De dónde sale ahora la
decisión del género y número que se asocia al artículo? La respuesta es simple: del
mismo lugar que origina el género y número de los sustantivos (aunque ahora
indirectamente), esto es, de la referencia. En efecto, es la referencia, fuente en
última instancia del género y número del sustantivo, la que obliga al artículo y
posibles modificadores flexivos a adoptar un género y un número. Como es la
referencia, y solo ella, la que dota de contenido y, por tanto, de forma, a los
pronombres yo, nosotros, ellas, algunos etc. Y no hay que confundir el hecho de
que nuestra conceptualización de la realidad está condicionada por su codificación
139
No todo el mundo estaría de acuerdo con esto. Martínez (1977), desde una óptica
alarquiana, considera que los morfemas son figuras de contenido y, por tanto, cuando no
hay alternancia de contenido, tampoco habrá alternancia morfemática. Desde el punto
de vista descriptivo, sin embargo, parece más rentable y adecuado a la realidad que se
describe decir que todo nombre tiene una estructura morfemática determinada, que unas
veces se expresa fonológica y segmentalmente, y otras no, a decir que los nombres en
español pueden tener estructuras morfológicas diversas (nombres con género y número;
nombres con solo número, nombres invariables ...).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
159
lingüística, que, en castellano, implica asignar género a todo lo identificable como
entidad (y expresable como sustantivo), con el hecho de que siempre que nos
refiramos a una realidad tengamos que incluir estructuralmente un sustantivo en
nuestro discurso. Que para un castellano hablante la leche sea un concepto
femenino y el niño masculino, porque así han quedado plasmados en los
sustantivos correspondientes, mientras que un gallego hablante considere o leite
masculino, y un germano hablante das Kind neutro, por, exactamente, las mismas
razones, condiciona que cuando se haga alusión a las referencias respectivas se
utilicen esos géneros en las palabras que tengan que estar genéricamente marcadas,
pero en absoluto que se estén utilizando lingüísticamente los sustantivos
correspondientes140.
4.5.3. Artículo neutro y sustantivo elidido
Las líneas anteriores explican, asimismo, la pervivencia del neutro en el
artículo. Tras la desaparición de los sustantivos neutros, alineándose en el
paradigma masculino o femenino en lenguas como el español, el mantenimiento
del neutro, tanto en la serie tónica pronominal como en la átona articular, solo tiene
sentido como una forma de permitir la alusión a aquellas referencias sin posibilidad
de distinción genérica relevante, que en este caso, sería básicamente la distinción
sexuada141. Si hubiese un sustantivo ‘elidido’ en cada secuencia “artículo +
140
Un hombre despistado que escriba una carta a una mujer de la que ha advertido un
despiste podrá decirle: “Me alegro de encontrar a alguien tan despistado como yo”, o
bien, “Me alegro de encontrar a alguien tan despistada como yo” ¿De dónde sale la
elección del género en cada caso? pues de que en la comparación mental el hombre se
tenga a sí mismo como referencia o tenga a la destinataria de su escrito. Los condicionamientos a la hora de elegir el género son siempre referenciales, siendo el sustantivo
indicador de una referencia asexuada la pauta de la elección. Pero en ningún caso ello
implica la presencia del sustantivo en la estructura lingüística.
141
Ello explica la elección del neutro asociado a adjetivos para la designación de
realidades abstractas (lo bello, lo absurdo, pero también lo ladrillo que es ese profesor o
lo armario que es ese jugador), o del masculino no marcado para la nominalización redundante de procesos verbales (el que vengas me alegra mucho). O, igualmente, de la
forma genérica masculina no marcada cuando se alude a un colectivo de personas sin
especificación sexual, y muy a menudo, sin sustantivo posible interpolable (el que
quiera venir, que venga). En casos de nominalización de estructura verbal, tan absurdo
es otorgar al artículo un coyuntural carácter pronominal, como proponer elipsis (como
la de el hecho de) que no son sino paráfrasis, nunca reproducción de una estructura lingüística.
160
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
adjetivo/ relativo/ preposición” ¿qué sentido tendría incluir entre las posibilidades
de la construcción un artículo que, por definición, no puede llevar sustantivo
alguno, como es el neutro? Si la lengua actuase con sustantivos elididos, elegiría
siempre unidades, bien masculinas, bien femeninas, de modo que siempre
podríamos encontrar algún sustantivo (genéricamente marcado) que sirviese de
núcleo omitido, sin necesidad de introducir un elemento extraño (un artículo para
el que no hay sustantivo) y provocar una injustificada disimetría en el sistema: en
lugar de *lo ∅ que quieras, que supone incluir un elemento imposible en el
paradigma constructivo, podríamos decir, simplemente, el (hecho, estado ...) que
quieras, o la (acción, situación ...) que quieras.
4.5.4. Artículo neutro y paradigma articular
Por otra parte, arreglar el problema anterior diciendo, como es habitual,
que lo que ocurre es que ese lo es pronombre, supone establecer una paradoja
sistemática, así como una situación históricamente inexplicable, según la cual el
paralelismo que se da en masculino y femenino entre las formas átonas y sus
equivalentes tónicas se rompería innecesaria y absurdamente en el caso del neutro,
provocando una reduplicación de estructuras de imposible justificación. O, dicho
con un breve esquema. El paralelismo que, sin duda, se da, reflejado en el cuadro
VIII:
CUADRO VIII
EL GÉNERO EN FORMAS ARTICULARES Y PRONOMINALES
Formas átonas
(articulares)
Formas tónicas
(pronominales)
MASCULINO
//el de allí//
acento 1
//aquél /de allí//
ac.1º
ac.2
FEMENINO
//la de allí//
acento 1
NEUTRO
//lo de allí//
acento 1º
frase nominal
//aquélla /de allí// //aquello /de allí//
ac.1º
ac.2
ac.1º
ac.2
pronombre expandido
se rompe por la única (en el fondo, verdadera) razón de no poder encontrar un
sustantivo que justifique elipsis alguna en el caso del neutro, con lo cual se postula,
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
161
o bien el carácter pronominal del artículo neutro, bien el carácter pronominal de
todo artículo, creyendo así que, por ser pronombre(s) y no artículo(s), quedará más
justificada la elección del género y del número. Lo cierto es que la distribución
genérica tripartita del indoeuropeo, que se conserva en los sustantivos del alemán,
pero no de las lenguas románicas, se mantiene en la denominación, no solo a través
de los pronombres, sino a través de las unidades referenciales analíticas, esto es, las
frases nominales cuyo elemento nominalizado no es un sustantivo. Ello permite
seguir disfrutando de la rentabilidad de un tercer género, para unidades no
sexuadas (el/la de allí vs. lo de allí; el bueno/la buena vs. lo bueno, con flexión
masculina en el adjetivo por asimilación del paradigma neutro) sin la complejidad
de tres clasificaciones sustantivas. Y ello explica que, como se suele decir, el
artículo neutro se use con adjetivos para formar ‘nombres abstractos’, esto es,
denominación de cualidades obviamente no sexuadas (lo bueno) si bien, en sentido
estricto, esta construcción, como tal, no difiere en absoluto de la que encontramos
con otras unidades (lo de tu ascenso, lo que (quieras)), y sirve para los mismos
fines, como no podía ser de otro modo.
4.5.5. Conclusión
Las líneas precedentes nos permiten afirmar, tan breve como contundentemente, que la consideración del género y número del artículo en las frases
nominales por la necesaria existencia de unidades lingüísticas (pro)nominales en o
tras cada artículo está lejos de estar justificada. Ni sustantivo elíptico, que dejaría la
forma neutra sin posibilidad de recuperación del sustantivo, ni carácter pronominal
de lo que es una forma articular átona y altamente gramaticalizada. Hay simple
nominalización (no sustantivación), esto es, determinación nominativa,
nombradora o presentadora, de unidades mediante el artículo. Las unidades con
capacidad referencial toman sus rasgos genéricos y numéricos de la propia
referencia, traduciéndolos del modo que la lengua considere oportuno. Cuando lo
nominalizado puede expresar estos rasgos (caso del sustantivo y el adjetivo), los
hace explícitos; cuando no, la expresión de los mismos queda limitada al artículo,
que no puede desembarazarse de ella (los de allí) o, en la escasa medida en que
esto se produce, al artículo y modificadores adjetivos (la de la esquina, apoyada en
la pared). Y en todos los casos la fuente de la expresión flexiva es el conocimiento
de la referencia. Que este conocimiento esté obviamente filtrado por su
codificación lingüística no implica que el sustantivo que codifique esa referencia
esté estructuralmente presente tras cada artículo. No deja de ser curioso, y
contradictorio, que la explicación de los rasgos en el caso de los pronombres (yo,
ellos, esto, mucho –ing. mine– etc.), así como el de otras unidades anafóricas, como
162
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
los interrogativos (¿quiénes vienen?) se encauce siempre por la vía de la referencia
(no, obviamente, por la de un sustantivo interpuesto), pero no se haga así en el caso
de las frases nominales, unidades de valor global equivalente a aquéllos, aunque
ese valor se haya adquirido de forma analítica, y donde no se puede identificar una
parte del mismo (el determinante articular) con lo que corresponde al conjunto (la
unidad nominalizada).
Hay que concluir, pues, que tanto cuando es ‘posible’ interpolar un
sustantivo como cuando no lo es, la estructura que nos ocupa carece de elementos
elípticos, y se trata en todos los casos de la explotación por parte de la lengua de un
recurso sumamente rentable, cual es la nominalización de todo tipo de unidades,
mediante un caracterizador analítico, átono (por tanto no autónomo ni nuclear) y
creado, precisamente con ese fin, mediante gramaticalización de unidades
inicialmente tónicas. Todo ello para permitir una riqueza nombradora que sería
absurdo empobrecer limitándola a los sustantivos (quienes, por otra parte, también
necesitan de la determinación para poder nombrar), siendo el instrumento de la
‘nominalización’ una unidad –el artículo– que, por conservar las opciones
morfemáticas de género y número (frente a, por ejemplo, el invariable the del
inglés), debe optar sobre sus posibilidades paradigmáticas, guiándose para ello de
la referencia, sea ésta susceptible de convertirse en un sustantivo o no142.
142
Existen otros casos, ajenos en gran medida al problema que ahora nos ocupa, en los
que se manifiesta cómo la referencia, como guía de rasgos formales concordantes, se
impone a otros criterios que habitualmente se consideran prioritarios. Si observamos
ejemplos como los siguientes, tomados, en el caso de (3-7), de Jiménez Juliá (1995a, §
3.2.2.), aunque con algunas variaciones, (1) Eso son tonterías, (2) Paco y Ana llegaron
ayer, (3) Ni Paco ni Ana llegaron/*llegó ayer, (4) Acaba/acaban de llegar un hombre y
una chica , (5) Eso lo hizo/hicieron tanto Paco como Ana, (6) Ayer no llegaron/llegó ni
Paco ni Ana, (7) Eso lo hizo/hicieron o Paco o Ana, (8) La mayoría de los presentes
votaron/votó en contra, comprobaremos que en (1) se produce un conflicto entre dos
unidades que deberían concordar: el neutro (invariable singular, en español) del sujeto y
la pluralidad del predicativo. La lengua ha normativizado el uso del número que más
pesa en la concepción del hablante: la pluralidad de la referencia. Que esa pluralidad referencial no pueda aplicarse formalmente en el sujeto, porque el heredero de la idea de
conjunto, que en latín se expresaba mediante el neutro plural, es en castellano un neutro
singular invariable, no impide que el conflicto se resuelva haciendo que el verbo se
adapte a (concuerde con) el plural formal del predicativo, que coincide con el plural
‘nocional’ del demostrativo neutro del sujeto. Los siguientes casos son distintos tipos de
coordinación en los que, si bien la idea de pluralidad en principio propia de estas estructuras ha inclinado la concordancia verbal hacia el plural, como vemos tanto en (2)
como en (3), esta tendencia se rompe fácilmente cuando la individualidad en la referencia prevalece sobre la idea de pluralidad, y esto se produce a menudo si el verbo precede
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
163
4.6. El artículo y la frase nominal en Rafael Lapesa
Entre los estudios sobre el artículo en este tipo de unidades, los más
interesantes, al menos para quien esto escribe, son, todavía hoy, los de R. Lapesa.
Lapesa estudió a fondo la evolución, e incluso el valor del artículo en español,
dejándonos un conjunto de interesantísimos trabajos ahora felizmente accesibles en
un volumen conjunto (Lapesa, 2000). Tres de estos trabajos (Lapesa, 1966, 1970 y
1984) inciden directamente en el problema de la naturaleza de la frase nominal
cuando ésta tiene al artículo por determinante y una unidad no sustantiva como
nominal, por lo que me detendré en cada uno de ellos.
4.6.1. Lapesa (1966)
El primero de los trabajos (1966)143 rastrea el papel del artículo como
heredero del pronombre demostrativo antecedente de relativa con función
meramente señaladora. Según Lapesa,
“En la correlación de un demostrativo con un pronombre relativo la
función señaladora del primero puede consistir sólo en apuntar al segundo,
sin indicar situación espacial, temporal ni psíquica. Para este empleo el
latín clásico disponía de is, mientras que los otros demostrativos poseían
privativas significaciones locales. Tal diferencia hubo de hacerse menos
firme desde los comienzos de la época imperial: Séneca, por ejemplo, usa
a la estructura coordinada en casos de coordinación disyuntiva (7), sobre todo si es exclusiva, o, incluso, en coordinaciones copulativas de ‘acción paralela’, tanto de miembros afirmados (4-5) como negados (6) (Para los distintos valores de los coordinadores,
vid. Jiménez Juliá, 1995a, § 3.1.). Finalmente, en (8) un nombre colectivo, formalmente
singular, especificado por un complemento en plural provoca la doble posibilidad en el
verbo, según, una vez más, demos prioridad a la pluralidad nocional o a la singularidad
formal del núcleo del sujeto. A propósito de (1), y como ya señalé en 1995a, 125, nota
40, esta secuencia es muy diferente de Esas son tonterías, donde, a diferencia de aquélla, el foco recae en el sujeto, lo cual, a su vez, está indicando que en uno y otro caso lo
que reclama la concordancia verbal es la unidad que centra la atención (la focalizada), y
no tanto el sujeto como tal. En todos estos ejemplos se hace evidente que la concordancia verbal es, inicialmente, ad sensum, y que la concordancia formal, históricamente la
adaptación del verbo a los rasgos flexivos (de número) del tema, puede verse alterada si
otros elementos u otros factores pesan más en la conceptualización del proceso verbal
por parte del hablante.
143
En § 4.2.2. supra ya me he referido a algunos aspectos de este trabajo, que ahora recojo por comodidad.
164
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
alguna vez hos quos en lugar de eos quos. La progresiva eliminación de is,
seguida por la de hic, fue punto de partida para la transformación de todo el
sistema de los demostrativos en latín vulgar.” (1966, 388).
Tras un período de inestabilidad, las lenguas románicas otorgaron este
papel al artículo, si bien mostraron diferentes tendencias cuando lo que se mantenía
era un demostrativo144. En el caso del castellano, el uso demostrativo (este que, ese
que, eso que), utilizado para indicar que “incluyen al hablante o señalan al
interlocutor” (1966, 389), dejó paso al artículo (el/la/lo que) desde finales de la
Edad Media.
El demostrativo qual, quale, por su parte, se utilizaba con sentido
pronominal o adjetivo (= el + sustantivo + que) hasta Berceo, donde ya se empieza
a utilizar la forma el cual, preceptiva en castellano moderno (aunque en El Cid
todavía no aparece). Cual no sobrevive más allá del siglo XVI. El cual “surge con
el Mester de Clerecía y la prosa jurídica” y “se pone de moda en el siglo XV como
relativo literario y enfático” (1966, 392). Hoy día la fórmula el cual es el relativo
único, mientras que cual se conserva tan solo con valor modal, de cualidad o
condición. Para Lapesa,
“Desde estos primeros ejemplos puede advertirse la fusión de el y qual en
un solo instrumento sintáctico donde el carece de todo valor autónomo”
(1966, 391).
Para ello se apoya en dos hechos: 1) “el cual, a diferencia de quien y de el
que, no pueden emplearse sin antecedente expreso: en “quien bien te quiere te hará
llorar” podemos sustituir quien por el que: el no conserva en el cual la capacidad
de desempeñar la función sustantiva como en el que” (1966, 391). Y 2) “la
preposición no se ha interpuesto nunca, que sepamos, entre el y cual, mientras
144
Francés e italiano solo emplean descendientes de ille en los compuestos lequel, il
quale, ‘fundiéndose’ de un modo similar al español el cual (o el que, aunque Lapesa no
mencione este último). Como pronombre correlativo puro suele usar demostrativos: celui qui, celle qui, ce que. Colui che, colei che, quegli che, quella che. El italiano antiguo
y clásico también usaba formas del pronombre personal: lui che, lei che, loro che.
Según Lapesa, el francés solo antiguamente y como excepción, tiene artículo en ‘función sustantiva’. En los romances de la Península Ibérica, el artículo se ha mantenido
con firmeza, primero, ante cualquier relativo, y desde principios del siglo XVII, ante
que fundamentalmente, aunque tiene algunas interferencias con aquel, el demostrativo
“más propenso a usarse como puro término de correlación” (id., 389).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
165
construcciones como “no son días feos los en que vivimos” han tenido larga
duración” (1966, 391)145.
También en la lengua medieval y clásica se usaba a menudo que en lugares
que hoy se usaría el que. Entre los ejemplos que cita Lapesa están “los vtibios a
que tenien cercados los sueuos” (Prim. Cron. Gen. 64a, 32), perdurando
especialmente el que en el caso del neutro lo que: “Et fizo y con aquel çepeion que
seria mucho para lo fazer con todas las otras armas que traer podiese” Prim. Cron.
Gen. 728a, 19), y se encuentran a menudo en la lengua moderna, aunque, como
señala Lapesa, “el progreso de lo que es indudable” (1966, 392-393).
Ahora bien, como vimos anteriormente (§ 4.2.2, supra) Lapesa admite que
en esta construcción el artículo se desgasta hasta hacer muy difícil su consideración
como verdadero antecedente, llegando a realizar la afirmación previamente citada
de que:
“En estos últimos casos, donde el que no era ya la suma de un el
determinativo y su correlato que, sino una sola unidad sintáctica que
funcionaba como puro relativo con antecedente fuera, no pudo darse la
preposición intercalada que tanto duró en las construcciones donde el tenía
valor sustantivo” (1966, 398).
Su conclusión es que difícilmente se puede equiparar el papel del artículo
en las secuencias el que del castellano actual con las de su ancestro latino is quid o
herederos posteriores, ni con el actual aquél que. El artículo, como, por otra parte,
le corresponde por su propia gramaticalización, ha dejado de ser una unidad apta
como antecedente, si entendemos este concepto como núcleo sintáctico de la
construcción en el mismo sentido en que lo es el demostrativo aquél en la
construcción aquél que.
145
Entre los ejemplos citados, que llegan hasta fechas muy recientes, si bien con marcada tendencia a la desaparición desde la época clásica, se encuentran Los en qui él más
se diaua eran dos uiles omnes (Primera Crón. Gen., 128ª 10); Qualquier mal que
avenga, ver quiero lo por que viene (Amadis I,98, 655); Todos los con que vuestra merced ha enviado dineros han sido hombres de verdad (St. Teresa, Epistolario I, 11);
Desta manera me volbi al aldea, con tan differente coraçon del con que había salido, que
yo mesma de mí mesma me marauillaua” (Cervantes, Galatea, I, 59); No son días de fe
los en que vivimos (Alcalá Galiano, apud Bello, 1847, § 803)
166
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Esto es lo que viene a admitir el autor, si bien explícitamente solo reconoce
la pérdida de esta función en las que denomina ‘relativas adjetivas’ (con
antecedente previo), dejando en el aire su valor en las otras. En sus palabras:
“el ha experimentado un progresivo descenso como antecedente de
relativos. Desde muy pronto perdió su función sustantiva originaria
en el compuesto el cual. Hasta el siglo XVIII la conservó ante los
demás relativos; hasta entonces fueron posibles sintagmas como los
en que, la de que, los a quienes, “la cuyo soy”, el donde, etc., pero
ya estaban a punto de sucumbir ante en los que, de la que, aquellos
en que, aquella de que, aquellos a quienes, “aquella cuyo soy”,
aquel donde. La lengua moderna sólo admite el que, y éste sin
posibilidad de escindir sus componentes por interpolación de otra
palabra, salvo excepciones arcaizantes. La principal ampliación de
usos lograda por el que ha sido como relativo adjetivo, donde el
carece de función independiente” (1966, 400)
Teniendo en cuenta lo anterior ¿qué papel se deduce que debemos otorgar
al artículo en estas secuencias? Antes de responder a esta pregunta, veamos qué
ocurre con otras apariciones del artículo sin sustantivo según Lapesa.
4.6.2. Lapesa (1970)
En (1970), Lapesa da por sentado que el artículo tiene función sustantiva
en una serie de casos, aunque duda en otros, pero todo ello sin entrar en
argumentaciones justificativas. El fin del trabajo es ver los distintos papeles del
artículo en distintos contextos no-sustantivos, considerando, en definitiva, que los
empleos vistos del artículo
“responden a la función común a todo presentador determinativo: la de
actualizar el nombre, indicado que no representa categorías o esencias sino
realidades existentes” (1970, 412),
Pero además de esto, reconoce otras funciones, a saber, como “índice de la
sustantivación del adjetivo y de que éste designa personas”, insistiendo, sin
embargo, en que no es un sustantivador, pues no “contiene en sí la representación
de noción sustantiva alguna” (1970, 412), en una idea de la sustantivación
ciertamente distinta de la de Alarcos y seguidores. La aparición del artículo (a) se
hace necesaria con “adjetivos sustantivados en sentido individual”, frente a los
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
167
genéricos, que pueden sustantivarse sin él (Quando buenos e malos prendan el
galardón (Berceo, Milag, 794d). Y esto desde los orígenes del idioma. (b) En la
anáfora, y con el superlativo relativo también en la catáfora, casos en los que
“el artículo146 representa al sustantivo o pronombre calificados por el
adjetivo; por lo tanto no es índice de sustantivación, sino portador de la
noción sustantiva” (1970, 412),
con ejemplos como “E avie Labán dos fijas: la mayor, Lía; la menor, Raquel”
(General Historia, I, 180a, 45) (1970, 409) y, finalmente, (c) En la sustantivación
‘por antonomasia’ y ciertas construcciones apositivas. Por lo que se refiere al valor
sustantivo del artículo (portador de la noción sustantiva, (b)), Lapesa considera que
existe cuando precede a preposiciones (vid. 1970, p. 403); deja la puerta abierta
para algún caso con relativos y añade los de anáfora, superlativo relativo y
aposiciones. Con respecto a la primera se muestra, sin embargo, algo vacilante:
“En la anáfora y la catáfora parece clara la sustantividad del artículo; pero
cuando éste no representa a ningún término expreso es muy difícil
dilucidar si la noción de persona o entidad ha sido aportada por él o si está
contenida en el adjetivo o participio, que en tal caso ejercerían la función
sustantiva” (1970, 404),
considerando, en este sentido, que
“Claramente sustantiva es la función del artículo cuando reitera la noción
contenida en un sustantivo expreso. Ya hay ejemplos latinos: illam
minorem, illa accida. Ejemplos españoles: “Enpeçóli a dar de grandes
palancadas; / non podién las menudas escusar las granadas” (Berceo,
Milag., 478 b) (...) “Passé aquel día no tan alegre como el passado”
(Lazarillo, Alcalá, 1554, 17)” (1970, 409),
y refrendando su idea con el argumento de que
146
El original dice “el adjetivo representa al sustantivo o pronombre ...”, en una clara
confusión tipográfica entre adjetivo y ‘artículo’, que es lo que debería poner. Esta confusión no ha sido corregida en la edición de los trabajos de Lapesa de R. Cano y M. T.
Echenique (Lapesa, 2000) (vid. 1970 I, 412).
168
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
“El carácter sustantivo que aquí tienen el, la se manifiesta en que el francés
y el italiano, si bien usan normalmente en estas anáforas las formas del
artículo, ofrecen también ejemplos con demostrativo” (1970, 84),
argumento que ha llevado a equiparar otros tipos de construcciones en castellano
(el que venga / aquél que venga) o en ingles (the present ones / those present).
Ejemplos de superlativo relativo serían: Merced ya, rey, el mejor de toda España!
(Mio Cid, 3271), aunque no tenga sustantivo expreso: “Esto lidiaré a tod el más
ardido (Mio Cid, 3359) o “Yo soy el menos indicado para ocuparme del asunto”
(Lapesa, 1970, 409-410 y 403). Como ejemplos de aposición: Pedro el cruel, en el
caso de encabezar una aposición con adjetivo sin pausa, y Galín Garciaz, el bueno
de Aragón, con ella (1970, 411).
Lo que no queda claro en Lapesa (1970) es qué papel sintáctico adquiere el
artículo cuando tiene eso que denomina ‘valor sustantivo’. O, dicho de otro modo,
dado el carácter referencial con el que se define el papel del artículo, queda saber si
ello implica asimismo su carácter nuclear desde el punto de vista sintáctico. No hay
excesivos datos al respecto, aunque Lapesa parece inclinarse por una respuesta
negativa. Más explícito parece mostrarse en un tercer trabajo, referido al uso del
neutro lo con adjetivos (Lapesa, 1984).
4.6.3. Lapesa (1984)
Este trabajo comienza aludiendo al hecho de que desde muy temprano el
artículo se ha utilizado para formar sintagmas de valor nominal con unidades
adjetivas o adverbiales:
“Desde la Edad Media existe el empleo del artículo el ante calificativos,
determinativos o adverbios con los cuales forma grupos de función
sustantiva y significado colectivo o abstracto. A veces estos grupos son
locuciones adverbiales o parte integrante de ellas, pero en multitud de
ocasiones no se trata de unidades léxicas complejas, sino de realizaciones
sintagmáticas de un paradigma abierto” (1984, 173)
Son ejemplos de lexicalizaciones al menos, por el contrario ...; y de
realizaciones sintagmáticas de un paradigma ‘abierto’: “El poco que yo me he
abonda más que a ti el mucho que has” (Bocados de oro); “Mis calabaçadas han de
ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleven nada del sofístico ni del
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
169
fantástico” (Quijote I, 25) (Lapesa, ibid.). Este el coincidente en castellano con el
proveniente del masculino illum, es, de acuerdo con Lapesa, heredero de illud147, se
mantiene en muchos casos en castellano moderno (el absoluto, el infinito) y
coexiste con la forma lo en muchos casos, aunque a menudo con cambio de
significado; cfr. el ganado ≠ lo ganado; el escrito ≠ lo escrito, el físico ≠ lo físico,
con coincidencias diversas muy bien descritas (vid. 1984, 178-187)148. El uso de lo
como antecedente de relativo, como soporte de complementos introducidos por de
y formando grupo con posesivos o indefinidos aparece en los primeros textos
literarios castellanos, desde el siglo XII (vid.1984, § 4.1.), escaseando, en cambio,
con adjetivos calificativos y participios. En los ultimos decenios del XVI cunde la
construcción adverbial de modo /a lo + adjetivo/ (1984, § 4.2. y
§ 6.3.), y
posteriormente, /+ adverbio adjetivado/ (derivado de la primera). Tras la detallada
descripción del origen, evolución, usos y vicisitudes del artículo neutro, Lapesa
considera que “no es posible soslayar” el problema de la naturaleza y función del
neutro /lo/ cuando va agrupado con adjetivo o equivalente (1984, 205), de cuyas
diferentes explicaciones (elemento sustantivo, artículo con carácter morfemático,
elemento dependiente del adjetivo, unidad desligada de las formas /el, la, los, las +
147
Lapesa (1984, § 6) defiende y explica la existencia de un el neutro en castellano moderno sobre la base del castellano antiguo (el < elo < illum e illo en el medio y similares), casos análogos a los femeninos (el < ela < illa en el hacha, el águila o el alma).
Más abajo afirma:
“creo que el elo procedente de illud (y, por lo tanto, neutro) tuvo el mismo doble
resultado el, lo que el elo masculino prodecente de illum (...). Ante sustantivos
neutros latinos que pasaron a masculinos en castellano, el artículo el se hizo también masculino y lo desapareció muy pronto, en época preliteraria (...). Ante adjetivos y participios neutros fue temprana la preferencia por el para la sustantivación
léxicamente consolidada con referencia a realidades concretas (el llano, el yermo,
el ganado, el poblado), mientras lo prevalecía como soporte neutro del adjetivo o
participio, marcando la referencia conceptual, colectiva, delimitativa o abstracta de
éste (lo incentitu, lo agudo, lo llano, lo ganado, lo poblado)” (1984, 190).
La coexistencia de el y lo fue tolerada , bien por diferencias de distribución, o porque el
riesgo de confusión del uso de el con la referencia a persona o cosa concreta (el más, el
menos, el máximo, el mínimo, el infinito, etc.) era mínimo. Si había riesgo, la diferencia
se mantenía (el mío / lo mío; el otro / lo otro, etc.) (vid. 1984, 190).
148
“Estos casos donde el desciende directa o indirectamente de illud y donde el adjetivo
hereda caracteres significativos propios del neutro latino sirvieron de modelo para nuevas agrupaciones con el mismo cuño. Puede haber relación entre el illud honestum ciceroniano y el honesto usado por el Comendador Griego, pero el sofístico, el fantástico, el
verosímil, el desnudo, el natural, el útil, el sublime, el ideal, el ridículo, etc. son italianismos o galicismos fácilmente admitidos porque su molde sintáctico existía desde antes en español” (Lapesa, 1984, 186-187).
170
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
adjetivo/, etc.) se hace eco, tomando postura de manera clara y, como cabe esperar,
con enorme sensatez: no considera la existencia de sustantivación del adjetivo, sino
del conjunto:
“Mediante la presencia de lo el sintagma adquiere el significado de
‘conjunto indefinido’, ‘parte indefinida de un conjunto’ o ‘cualidad
abstracta’ caracterizados o especificados por el segundo componente, al
que /lo/ sirve de soporte. Por lo tanto ha de reconocerse a /lo/ la
representación del elemento sustantivo gracias al cual el sintagma entero se
sustantiva. Pero /lo/ no existe sino como complemento del sintagma: fuera
de él no tiene lugar ni en el sistema de la lengua ni en el discurso. Esta
carencia de autonomía hace que su sustantividad consista sólo en ser
instrumento sustantivador del sintagma. Solo el sintagma entero es
plenamente sustantivo” (1984, 207. Cursiva mía).
Y esta misma característica se aplica, según Lapesa, a los adjetivos con el, la, los,
las:
“Las formas masculinas y femeninas del artículo definido coinciden con lo
en agruparse sintagmáticamente con adjetivos o equivalentes de adjetivo
sirviéndoles de soporte y representando la noción sustantiva; asimismo
coinciden con lo en la imposibilidad de funcionar como sustantivos en
otros contextos” (1984, 207).
La diferencia fundamental estriba en que la agrupación de estas formas con
adjetivo es “ocasional”, mientras que la de lo es “forzosa”. Diferencias secundarias
se encuentran en el tipo de contenido que aportan:
“la noción sustantiva aportada por los artículos masculino y femenino en
sintagmas no-anafóricos ni catafóricos es la de ‘persona’, con el género y
número correspondientes: “sueña el rico en su riqueza” (...) “eres la menos
indicada para reclamar” (1984, 207-208).
En contextos anafóricos o catafóricos, en cambio, estos artículos
“son vicarios de sustantivos, indicadores de seres animados o cosas que
han sido mencionados o se mencionarán después en el discurso: Dó mi
gallina, la ruuia de la calça bermeja o la de la cresta partida?””
(1984,208).
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
171
Frente a ello se sitúa el lo, que
“nunca puede referirse a seres o cosas concretas, sino a conjuntos globales:
“Le di cuenta de lo ocurrido” (1984,208),
si bien concluye atinadamente que esas diferencias son menos importantes y se
deben fundamentalmente a la ausencia de neutro en los sustantivos del español
(ibid.).
Esta consideración del valor dependiente y fuertemente gramatical del
artículo tiene como colofón dos interesantes afirmaciones finales a propósito de las
diferencias entre demostrativos y artículo. En primer lugar:
“los demostrativos son palabras autónomas y generalmente tónicas, que
cuando desempeñan función sustantiva lo hacen sin limitaciones; el
artículo definido es siempre dependiente y átono, con sustantividad
restringida: la que inyecta a los sintagmas con adjetivo y adverbio. Me
atrevería a caracterizarlo como determinativo átono y no autónomo que,
adjunto al sustantivo, lo actualiza o identifica sin referencia local,
temporal ni posesiva, y que, combinado con adjetivos, equivalentes de
adjetivo, o adverbios, forma sintagmas de función sustantiva, en los cuales
les sirve de soporte” (1984, 208-209. Lapesa entrecomilla lo que he
resaltado en cursiva);
extendiendo lo dicho a todos los usos del neutro, incluidos los preposicionales y los
relativos:
“En esta definición entra, creo que sin dificultad, el neutro lo de lo blanco,
lo de siempre, lo que quieras, lo felices que fuimos, lo lejos que estás”
(1984, 209).
Finalmente, Lapesa incluye al final del artículo un par de notas sumamente
reveladoras. La primera establece que el uso del término ‘pronombre’ en el autor es
puramente referencial, y no conlleva ningún tipo de valor sintáctico concreto
asociado: un artículo puede ser pronombre sin dejar de ser artículo. Así, en la nota
70 de la página 208 dice:
“He rehuido hablar de artículos y demostrativos adnominales o
pronominales por entender que todos los determinativos son pronombres,
ora acompañen al sustantivo, ora hagan sus veces”
172
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
Y lo mismo, consecuentemente, cabría decir, de la llamada ‘función sustantiva’. La
otra es más significativa, si cabe, sobre el carácter categorial de lo:
“Para decidir cuál sea la naturaleza de nuestro lo, los vínculos y afinidades
que tiene con ello y no con el, la, los, las (hermandad etimológica por ser
ello y lo descendientes de illud; género neutro y carencia de plural) son
menos y de menor importancia que los compartidos con el, la, los, las y no
con ello (parentesco que perpetúa la triple noción genérica de ille, illa,
illud; ser determinativos; carecer de autonomía sintáctica, poseída, en
cambio, por ello; tener sustantividad limitada -frente a la plena de ello- con
capacidad solo de servir de soporte a adjetivos con los cuales forma
sintagmas sustantivos, cosa vedada a ello). Nótese, además, que el no tener
plural no es exclusivo de ello y lo, sino común a todos los neutros
pronominales (esto, eso, aquello, algo, todo)” (1984, 209, nota 71)149.
4.6.4. Observaciones finales
4.6.4.1. Resumiendo el contenido esencial de estos tres trabajos
complementarios, podemos decir que en (1966) estudia el inicial carácter de
antecedente de el/la/lo (+ relativo que) en su), admitiendo la pérdida de estatus del
artículo origen. En ningún momento utiliza el término núcleo del sintagma (o
similar) para hablar del valor del artículo, aunque esporádicamente habla de su
‘función sustantiva’. Deja claro su valor como antecedente en un primer momento,
pero no cuándo se puede decir que deja de serlo, aun cuando de sus palabras se
deduce claramente la pérdida de estatus. En (1970) Lapesa habla de empleos
sustantivos del artículo, ante preposición, en anáfora, en superlativos relativos y en
aposiciones, pero sin aportar ninguna explicación del alcance sintáctico de este
término, si bien, como en el caso anterior, no parece que lo identifique con
‘función nuclear’. Finalmente, en (1984) niega el carácter sustantivo del artículo
neutro, remitiendo dicho valor al conjunto del sintagma del que forma parte, y
extiende dicha consideración a la totalidad del paradigma articular. Asimismo, deja
clara la diferencia sintáctica entre las formas átonas articulares y las tónicas de
igual origen (él, ella, ello), pero, una vez más, no llega a especificar los valores
sintácticos exactos que hay que atribuir a las unidades en cada caso, salvo por el
149
Y lo mismo debe decirse del clítico verbal neutro lo (< illud) que hace referencia al
valor expresable sintácticamente mediante un complemento predicativo en una estructura copulativa: “Son simpáticos; lo son”.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
173
contraste que establece entre la autonomía y plenitud de las formas tónicas, frente a
las limitaciones y dependencia de las átonas.
4.6.4.2. Los estudios de Rafael Lapesa arrojan luz sobre los procesos
históricos que nos han llevado a la actual situación, y, pese a alguna que otra
afirmación equívoca, refuerzan la idea del artículo como unidad paramorfológica
que sirve para ‘nominalizar’ cualquier cosa sin necesidad de mantener el prejuicio
del sustantivo en ninguna de sus formas. Naturalmente en Lapesa se han apoyado
algunos de los que hablan del artículo como pronombre, pero, leído con atención,
en Lapesa solo encontramos apoyo de la hipótesis pronominal si no interpretamos
sus términos en su justo valor. Para empezar, el término pronombre, poco usado
por él, no hace referencia a una clase de palabra única, sino a toda aquélla que tiene
un valor anafórico. En este sentido, se sitúa a medio camino entre la actitud de
Jespersen (1924) (cfr. § 4.2.1.1. supra) y la transversal de Fernández Ramírez
(1951b) (cfr. § 4.2.1.2. supra), aunque más cercana al primero: todo determinativo
es pronombre, independientemente de su función (“ora acompañen al sustantivo,
ora hagan sus veces”), (cfr. Lapesa, 1984, 208, nota 70). Para Lapesa –al parecer–,
una unidad con ‘propiedades pronominales’, tiene, a su vez, ‘función sustantiva’
cuando se convierte en la principal responsable de la identificación referencial.
Esta responsabilidad, a su vez –se sigue deduciendo–, viene dada por la posesión
de rasgos flexivos que permiten individualizar la referencia. Cuando el artículo
acompaña a un sustantivo, lógicamente con sus mismos rasgos flexivos, éste se
convierte en el responsable principal de la identificación referencial, dejando al
artículo labores de enmarque situacional. Cuando lo acompañado es un adjetivo –
sin valor referencial de entidades–, o una unidad sin rasgos flexivos (frases
preposicionales, estructuras relativas), entonces, el artículo aporta dicha referencia
anafóricamente. Función sustantiva es para Lapesa, por tanto, equiparable a
‘responsable principal de la identificación referencial’, esto es, de lo que se supone
hacen los sustantivos por sus rasgos semánticos inherentes, sin ninguna otra
trascendencia sintáctica. Utilizar el término ‘valor sustantivo’ de Lapesa para
afianzar la consideración del artículo (cualquiera de ellos) como núcleo sintáctico
de un sintagma es un error.
4.6.4.3. Pero si los trabajos de Lapesa nos traen esta pequeña confusión
terminológica, a cambio nos proporcionan una descripción, apoyada en sólidos
aportes históricos, de la gramaticalización del artículo y sus consecuencias, y, sin
llegar a describirlo, del paralelismo entre las formas articulares y los pronombres
personales de tercera persona, por una parte, y las formas átonas y tónicas de
demostrativos, posesivos y parte de los indefinidos. En efecto, Lapesa establece
una clara relación entre el comportamiento de la serie pronominal tónica (ello, y,
174
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
por tanto, él, ella), y la serie articular átona (lo, el, la) y, además, nos pone en el
camino de una segunda diferenciación paralela a la primera: la que divide no sólo
las formas tónicas y átonas de los derivados de ille, sino también las de derivadas
de iste, ipse, meus, aliquis-unus, etc. Así, si, como vimos hace un momento, los
vínculos y afinidades de lo son superiores con sus ‘compañeros’ átonos que con su
‘hermano’ etimológico (ello), concretados dichos vínculos en “ser determinativos;
carecer de autonomía sintáctica, poseída, en cambio, por ello; tener sustantividad
limitada –frente a la plena de ello”(1984. 187, nota 69), exactamente lo mismo se
puede decir de las series antepuestas de demostrativos, posesivos y ciertos
indefinidos con respecto a los demás usos.
4.6.4.4. Los trabajos de Lapesa, éstos, en particular, y también los demás,
pese a lo confuso de su terminología en cuestiones como ‘pronombre’ o ‘función
sustantiva’ (lo que se puede aprovechar para extraer conclusiones alejadas de sus
verdaderas consideraciones), refuerzan la idea de la gramaticalización de todo el
paradigma articular por igual, incluyendo la forma neutra, así como el carácter
paramorfológico y no nuclear sintácticamente de cada uno de sus miembros, que
no son sino el elemento que, unido a otra unidad –sea o no sustantiva– se convierte
globalmente en un sintagma con valores nominales, esto es, nombradores (no
sustantivos), de modo que la forma “artículo + X” (o, de un modo menos general,
“determinante + sustantivo”) se ha convertido en la expresión analítica equivalente
a los formas nominales nominativas indoeuropeas.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
175
5. LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL. BREVE RECAPITULACIÓN
Como es oportuno en un capítulo recapitulatorio, voy a repasar telegráfica
y ordenadamente los aspectos que se han querido destacar en la monografía, que,
básicamente, son los siguientes:
1) El punto de partida de la noción de frase nominal aquí descrito es la
existencia de un proceso de determinación analítica derivado de la creación en
romance de un paradigma de formas determinantes a partir de diversos adjetivos
determinativos latinos, paradigma destinado en su origen a cubrir la vacante del
caso nominativo tras el desmoronamiento de la expresión flexiva del caso.
2) Este paradigma determinante tuvo como primer exponente el artículo,
tanto en cuanto a la cronología de su aparición como en cuanto a su importancia
como guía del resto de sus miembros.
3) Las diferencias entre el artículo, como determinante general, y los
determinantes ‘marcados’, por otra parte, son importantes, pero no se refieren a su
de actuación sintagmática, sino a su ámbito de aplicación (cfr. § 2.3.3): el artículo
incide sobre cualquier unidad. Las demás lo hacen sobre sustantivos. Las causas de
esta diferencia de ámbito son varias, pero pueden resumirse en tres fundamentales.
a) La primera es de tipo económico: la lengua no necesita más que un
nominalizador general, y aunque nada impide que tenga varios, suele especializar
uno en la nominalización de estructuras y unidades no sustantivas150.
b) La segunda razón es de tipo semántico. El artículo no aporta un
contenido a la actualización, siendo precisamente la actualización, entendiendo por
tal la identificación con una entidad nombradora, lo que agota su función desde el
punto de vista semántico. Los determinantes plenos, en cambio, sitúan la referencia
dentro de unas coordenadas (posesivas, deícticas, cuantificadotas indefinidas), por
lo que, en principio, tienen tendencia a presuponer el carácter nombrador de esa
150
Naturalmente al hablar de nominalizador me refiero a un recurso analítico, no léxico.
Léxicamente hay varios recursos que pueden convertir algo en un elemento nombrador:
para los verbos la expresión el hecho de que es siempre una alternativa al mero uso del
artículo.
176
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
referencia (cfr. § 2.3.3.2.), lo que en términos categoriales supone su identificación
con un sustantivo. O, dicho de otro modo, los determinantes marcados adscriben
entidades a un ámbito concreto, razón por la que los sustantivos, designadores
primarios de entidades, son los más proclives a ser sus nominales. Ello contrasta
con el artículo, que al limitarse a ‘presentar’ anafórica o genéricamente, no
presupone la existencia previa de su referencia como entidad, siendo entonces su
papel precisamente el de habilitar unidades como identificadoras de realidades, y
no el de situar entidades en coordenadas específicas.
c) Una tercera razón tiene que ver con las opciones que la lengua ofrece de
expresar una realidad. Los determinantes plenos, salvo los posesivos, tienen formas
pronominales homófonas. Ello hace que cuando se quiere expresar una referencia a
través de una forma no-sustantiva (un adjetivo, una frase preposicional −o
sustantivo caracterizado oblicuamente−, una estructura relativa) y caracterizarla de
forma específica (deíctica o indefinidamente), la lengua haya escogido como
formas no marcadas las constituidas por ‘PRONOMBRE DETERMINATIVO + MODIFICACIÓN’
frente a la posible, pero secundaria y a menudo rara, aunque no inexistente,
‘DETERMINANTE MARCADO + NOMINAL’(cfr. § 2.2.4), o, con ejemplos, la lengua ha
escogido como estructura prioritaria (146) en lugar de (147)
(146a) [Cualquiera con dos dedos de frente] lo haría
(146b) [Uno muy bueno] es el que te comenté
(147a) ?[Cualquier con dos dedos de frente] lo haría
(147b) ?[Un muy bueno] es el que te comenté,
sin que esta elección implique la imposibilidad de, en casos esporádicos, usar la
estructura marcada, a saber, ‘DETERMINANTE + UNIDAD NO-SUSTANTIVA’: Ferrero ya es
un grande (El País, 9/6/2003, 51).
4) La frecuente distorsión de estas diferencias de ámbito entre artículo y
determinantes marcados es la responsable de que uno y otros hayan ido en las
gramáticas por sendas muy diferentes, a menudo asimilando éstos últimos a los
adjetivos (o pronombres) determinativos en calidad de variantes posicionales
(antepuestas) o, en otros casos, arrinconándolos a un terreno de nadie en el que las
propiedades determinantes agrupaban un conjunto de elementos semánticamente
afines, pero categorialmente diversos.
5) La consecuencia de la asimilación de los determinantes a algún tipo de
unidad adjetiva y, en cualquier caso, no gramaticalizada, es la de no contemplar en
sus justas propiedades gramaticales la secuencia formada por un determinante, sea
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
177
artículo o determinante pleno, y una unidad nominalizada, siendo su tratamiento
más común el de una mera frase endocéntrica con núcleo en la unidad
caracterizada (normalmente un sustantivo), como si de la expansión de una unidad
plena se tratara. Esto es, un tratamiento como de la frase sustantiva, y no el de una
frase nominal o unidad caracterizada.
6) Dado que el artículo es la unidad con mayor ámbito de aplicación dentro
de las frases nominales, es natural que los problemas de caracterización, tanto del
artículo como de la estructura de la que forma parte, sean muy superiores a los de
las demás frases nominales, que constan invariablemente de ‘DETERMINANTE +
SUSTANTIVO’.
7) Hay que decir que la mayoría de las descripciones de las estructuras con
artículo han estado presididas por lo que he denominado el ‘prejuicio del
sustantivo’, prejuicio presente tanto en los estudios relativos a la naturaleza
categorial del artículo como en aquéllos centraos en la estructura que forman.
8) En relación con la naturaleza del artículo, las opciones han sido, bien su
consideración como un morfema sustantivador, entendiendo por sustantivación no
la nominalización o habilitación como nombradores de distintos tipos de unidad
(sustantivos incluidos), sino la ‘transcategorización’ de cualquier cosa a un
‘sustantivo’, en un sentido próximo a la translation de Tesnière (1959) (cfr. § 3.1.),
bien la consideración de su naturaleza pronominal, que implica que el ‘valor
sustantivo’ está en el propio artículo, no en la unidad que lo acompaña. La primera
opción cierra los ojos a la similitud sintagmática entre artículo y demás
determinantes; la segunda lo hace con respecto al hecho de que el artículo dejó de
ser una unidad pronominal, con todo lo que ello implica, hace más de doce siglos.
9) Por lo que se refiere a las nominalizaciones con artículo, el prejuicio del
sustantivo está igualmente presente en las explicaciones habituales. Así, lo
encontramos en quienes ven una sustantivación, categorial o funcional, por la
acción del artículo; también entre los que ven en el artículo una unidad pronominal
subespecificada posteriormente en la palabra o estructura que lo acompaña,
equiparando así estructuras como éste, que está aquí y el que está aquí151. Cuando
el artículo es neutro, su consideración como pronombre está particularmente
arraigada, pero en los casos más extremos, su carácter pronominal se aplica incluso
151
Por lo demás, la equivalencia sintagmática que establecen es paralela a la vista en el que
… y aquél que …, o, fuera del terreno del artículo, entre éste, gran amigo mío y este gran
amigo mío.
178
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
a aquéllos en los que lo que le acompaña es un sustantivo (cfr. § 3.3.3.). Y,
finalmente, el prejuicio es obvio entre los que ven la existencia de elipsis de un
sustantivo cuando lo que hay tras el artículo es alguna de las demás unidades. En
este último caso es frecuente combinar la hipótesis de la elipsis con la del valor
pronominal del artículo neutro, dada la imposibilidad de encontrar en español
sustantivos elididos de tal género.
10) Frente a estas posturas, que muestran siempre un flanco débil que
obliga a hacer enmiendas ad hoc, considero que el artículo, como unidad
gramaticalizada destinada a servir como nominalizador general, no varía su
naturaleza independientemente de cuál sea la unidad a la que se adjunte.
11) Con sustantivos, el artículo convierte la referencia a una entidad en
calidad de concepto en una entidad identificable por su pertenencia a una clase
general152, o por su identificación con algo ya conocido, esto es, por su alusión
anafórica.
12) Con adjetivos o frases preposicionales, el artículo hace exactamente lo
mismo que con los sustantivos: convertir la referencia a unos rasgos en la
referencia a una entidad definible, precisamente, por esos rasgos. O, más
sencillamente, actualizar una referencia virtual. La diferencia no está en la acción
del artículo, sino en el punto de partida: en el caso de los adjetivos o las frases
preposicionales, el punto de partida son rasgos de propiedades que solo se pueden
actualizar mediante el artículo. El punto de llegada, sin embargo, es siempre el
mismo: la conversión de conceptos virtuales en referencias a clases o unidades
actuales.
13) En las estructuras de relativo nominalizadas (el que llegue antes …), la
consideración del artículo como antecedente pronominal del relativo está bastante
extendida, basándose tanto en los precedentes latinos como en lo que ocurre en
otras lenguas (fr. Ce que tu veux). Lo cierto, sin embargo, es que el artículo ha
dejado de ser hace muchos siglos el antecedente de relativo que fue cuando se
usaban antecedentes como is (en menor medida hic y, curiosamente, mucho menor,
ille), convirtiéndose en un mero nominalizador que, además, aporta la información
a las partículas relativas que carecen de ella: las de género y número en el relativo
invariable que, o la de género en la forma cual.
152
La indicación de la clase es propia del artículo, pero no exclusiva de él. El indefinido
general un puede usarse en ese sentido (una ballena es un mamífero) y también, según
contextos, los demás determinantes, incluidos los indefinidos específicos.
LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL
179
14) De acuerdo con ello, las unidades relativas el/la/lo que no son, como a
menudo se indica, la asociación de un antecedente el/la/lo (en ocasiones solo se le
da este rango a lo) y un relativo (que), sino un relativo que tiene siempre un
antecedente externo, aunque en estructuras especificativas pueda no aparecer,
como ocurre en español actual con quien o cuando o, por razones similares a el que
−no idénticas− el cual.
15) Consecuencia colateral de la idea del artículo como antecedente, que
delata la falta de reconocimiento general entre formas átonas (y sus consecuencias)
y formas tónicas, es la falta de rigor al analizar diferencias entre estructuras
referencialmente similares pero gramatical y comunicativamente distintas: el es
caso de el que / aquél que (cfr. § 4.4). La realidad es que mientras en aquél que
estamos ante un pronombre que funciona como núcleo y antecedente de una
estructura relativa, en el que existe una secuencia gramaticalmente identificable
con una frase nominal. En efecto, el carácter altamente gramaticalizado del
artículo, además de otorgar un valor presentativo (anafórico o genérico) a las
unidades con las que se adjunta, en caso de que éstas no posean rasgos flexivos, le
proporciona una indicación de los valores flexivos correspondientes a su
referencia (cfr. § 4.5). Es, precisamente, la existencia de esta flexión nominal en el
artículo lo que la ha convertido en especialmente adecuado para dotar al relativo de
esta información, tomando para ello los rasgos del antecedente, real –si se trata de
una relativa explicativa– o virtual, si carece de antecedente explícito o explicitable.
El resultado de la asociación de el + que, como en la asociación del artículo con
cualquier otra unidad, es una forma nominalizada, lo que denominamos una ‘frase
nominal’, capacitada para funcionar en puestos temáticos.
16) Gran parte de las cuestiones tratadas en esta monografía, incluyendo la
de los relativos nominalizados, han sido estudiadas en varios trabajos por Rafael
Lapesa con el rigor y la agudeza que caracteriza su obra. Dado que en algunos
casos sus afirmaciones parecen contradictorias con las expresadas en otras partes, y
dado que, a mi juicio, su planteamiento general del tema, desde una perspectiva
tanto histórica como sincrónica, va en el camino adecuado, he considerado
oportuno dedicar un último apartado a hacer un repaso crítico de sus puntos de
vista.
17) La conclusión final que podemos extraer sobre la frase nominal es que
estamos ante de un tipo de estructura surgido para solucionar con medios analíticos
parte de lo que se había perdido en la expresión sintética casual. El resultado es una
unidad categorialmente nueva y con funcionalidades diversas. Categorialmente se
trata de una estructura subsintáctica, pues uno de sus constituyentes no tiene estatus
180
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
de elemento léxicamente libre, sino de unidad atonizada y dependiente, y esto se
aplica tanto a la frase nominal con artículo como a la que se construye con
determinantes plenos. En lo relativo a su funcionalidad, toda frase nominal permite
(a) presentar una referencia como unidad temática, si bien con determinantes
indefinidos esto solo es posible si tienen un significado genérico (una ballena es
un mamífero)153, y (b) actualizar una unidad sobre la base de un cierto parámetro
relacional (anafórico, genérico, deíctico, posesivo −con todas sus variantes de
contenido− cuantificador-indefinido). Por lo que se refiere a la frase nominal con
artículo, su mayor ámbito de uso le permite (c) habilitar como nombrador unidades
no-sustantivas y (d) añadir a ciertas partícula relativas (que, cual) los rasgos
flexivos que le faltan al tiempo que actualiza el conjunto como nombrador al igual
que cuando se adjunta a unidades plenas. Como he dicho en ocasiones anteriores,
las diferencias semánticas entre los distintos determinantes plenos −en las que no
he entrado−, o de ámbito entre éstos y el artículo no suponen, sin embargo,
variaciones de actuación sintagmática en las distintas frases nominales que
conforman.
153
Naturalmente, también las expansiones limitadoras actúan como habilitadoras
temáticas desde el momento en que concretan una referencia, con lo cual no solo las frases nominales con determinantes indefinidos inicialmente no genéricos (cualquier persona con dos dedos de frente lo entenderá vs. (?) cualquier persona lo entenderá), sino
también unidades sin determinación previa (casa con dos puertas es mala de guardar
vs. (?) casa es mala de guardar).
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190
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
ÍNDICE GENERAL
1.INTRODUCCIÓN …………………………………………………………..... 5
1.1. A modo de presentación ……………………………….……..
1.2. El artículo y los determinantes …………………….…………
1.3. La ‘frase nominal’ y la ‘frase determinante’ …………………
1.4. Plan de la monografía ………………………………………...
2. LA NATURALEZA DE LA FRASE NOMINAL ……….…………………….
2.1. El término ‘frase nominal’ …………………………………...
2.2 Frase nominal y frase sustantiva. ……………………………..
2.2.1. Modificación y determinación …………………….
2.2.2. La habilitación sintagmática ………………………
2.2.3. Recursividad y proceso único ……………………..
2.2.4. Adjetivos calificativos, adjetivos determinativos
y determinantes. Rasgos distintivos …………….
2.2.5. Frase sustantiva vs. frase nominal ………………...
2.3. Diferencias entre el artículo y los determinantes …………….
2.3.1. Generalidades ……………………………………...
2.3.2. Grado de gramaticalización ………………………..
2.3.3. Ámbito de uso ……………………………………...
5
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34
2.3.3.1. Unidades generales y marcadas.
2.3.3.2. Razones semánticas para la diversidad
de uso del artículo y los determinantes plenos. 2.3.3.3.
Razones formales.
2.3.4. Valor sintagmático-paradigmático ……………....... 43
2.4. El endocentrismo y la representación estructural
de la frase nominal ………………………………………………... 45
2.4.1. La frase nominal y el endocentrismo ……………… 45
2.4.2. Problemas en la representación de la frase
nominal …………………………………………... 47
192
TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ
3. LA NATURALEZA CATEGORIAL DEL ARTÍCULO Y EL PREJUICIO
DEL SUSTANTIVO ………………………………………………………
55
3.1. El artículo como morfema sustantivador. La visión de A.
Alonso y de E. Alarcos …………………………………………... 56
3.1.1. Alonso (1933) …………………………………….. 57
3.1.1.1. El artículo no determina. 3.1.1.2. Gramaticalizado
de un modo único. 3.1.1.3. Valor realzador de unidades.
3.1.1.4. Carácter pronominal de los determinantes.
3.1.2. El punto de vista de E. Alarcos …………………… 59
3.1.2.1. El artículo como morfema. 3.1.2.2. El artículo como
sustantivador. 3.1.2.3. El artículo y los determinantes
3.1.3. El prejuicio del sustantivo ……………………….... 69
3.1.3.1. El sustantivo no nombra. 3.1.3.2. Sustantivos y
transcategorización. 3.1.3.3. Breve conclusión.
3.1.4. Recapitulación ……………………………………..
3.2. El artículo y la elipsis del sustantivo …………………………
3.2.1. Generalidades ……………………………………...
3.2.2. Problemas y alternativas …………………………...
76
79
79
83
3.2.2.1. Omisiones recuperables y no recuperables
3.2.2.2. La frase nominal sin sustantivo.
3.3. El artículo como núcleo pronominal ………………………… 88
3.3.1. La estela de A. Bello ……………………………… 88
3.3.2. Sobre la noción de pronombre ……………………. 95
3.3.2.1. Las visiones del pronombre. 3.3.2.2. El pronombre
como subtipo de nombre. 3.3.2.3. El pronombre como
categoría transversal. 3.3.2.4. El pronombre como clase de
palabra con valores deíctico-referenciales y capacidad
sintagmática nominal. 3.3.2.5. Apéndice: la noción de
pronombre en Bosque & Demonte (dirs.)(1999).
3.3.3. Una visión extrema: Bosque & Moreno Cabrera
(1990) ……………………………………………………. 112
3.3.3.1. “Lo” pronominal y “lo” objetivo. 3.3.3.2. Pronombre
y carácter clítico. 3.3.3.3. Pronombre y atonicidad. 3.3.3.4.
Complementos de lo vs complementos de la frase nominal.
3.3.3.5. Acción de lo vs. acción de la frase nominal. 3.3.3.6.
Orden de modificadores y manipulación. 3.3.3.7. Pronombres
vs artículos.
3.4. El pronombre como categoría gramatical …………………… 125
3.4.1. Pronombres y proformas ………………………….. 125
3.4.2. Proformas átonas ……………………………….…. 127
3.4.3. Proformas tónicas ……………………………..
3.4.3.1. Carácter tónico de los pronombres. 3.4.3.2.
Carácter referencial de los pronombres. 3.4.3.3.
Carácter nuclear de los pronombres
127
130
3.4.4. Recapitulación …………………………………….. 130
3.5. La naturaleza del artículo. Recapitulación …………………...
133
4. LA FRASE NOMINAL CON ARTÍCULO. EL ARTÍCULO CON RELATIVO …
133
4.1. El relativo y su antecedente ………………………………….. 133
4.1.1. Antecedentes y marcas flexivas …………………… 136
4.1.2. Presencia y ausencia de antecedente ………………. 138
4.2. Relativos y preposición ……………………………………….
4.2.1. Preposición y determinantes vs. casos oblicuos y
138
nominativo flexivo ………………………………………. 142
4.2.2. Del antecedente pronominal al soporte flexivo ……
4.2.3. Relativos precedidos y no precedidos de
145
Preposición ………………………………………………. 146
4.3. Estructuras relativas y análisis sintáctico ……………………. 150
4.4. Artículo vs. pronombre: EL QUE vs. AQUÉL QUE ………………
4.5. Relativos y marcas flexivas. La fuente de la concordancia
157
del relativo ………………………………………………………… 157
4.5.1. Generalidades ……………………………………… 158
4.5.2. Sustantivos y referencia …………………………… 159
4.5.3. Artículo neutro y sustantivo elidido ………………. 160
4.5.4. Artículo neutro y paradigma articular …………….. 161
4.5.5. Conclusión ………………………………………… 163
4.6. El artículo y la frase nominal en Rafael Lapesa ……………… 163
4.6.1. Lapesa (1966) ............................................................ 166
4.6.2. Lapesa (1970) ............................................................ 168
4.6.3. Lapesa (1984) ............................................................ 172
4.6.4. Observaciones finales ……………………………...
4.6.4.1. Aspectos destacables de cada trabajo.
4.6.4.2. Cuestiones terminológicas. 4.6.4.3. Formas
tónicas y átonas. 4.6.4.4. Conclusión
5. LA FRASE NOMINAL. BREVE RECAPITULACIÓN ……….............…………….175
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
INDICE GENERAL
…………………........……………..........…181
…………………………......……………………………191
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