LA PREEMINENCIA DEL ARCA DEL PACTO Gino Iafrancesco Servir en novedad de vida Lectura bíblica: Números 4:1-3. Que nos sirva este pasaje de introducción. “1Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: 2Toma la cuenta de los hijos de Coat de entre los hijos de Leví, por sus familias, según las casas de sus padres, 3de edad de treinta años arriba hasta cincuenta años, todos los que entran en compañía para servir en el tabernáculo de reunión”. Fíjense cómo el Señor establece aquí el requisito de los 30 años. Yo pienso que a todos nos recuerda al Señor Jesús. Recuerden que en Lucas 3:23, allí donde aparece la genealogía del Señor Jesús, dice: “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años”; es decir, que Él esperó para acercarse a servir en el ministerio público, y los 30 años representaba en Israel la mayoría de edad, y los levitas no podían entrar antes de cumplir esa edad; incluso estaban allí, pero no participaban de ciertas labores que solamente a los 30 años se podían realizar. De manera que estos 30 años de Números y Lucas es diciente, y cuando leemos Números a la luz del Nuevo Testamento mismo, y entendemos que lo que está diciendo el Espíritu para el Nuevo Testamento a través de Números es que para servir al Señor hay que estar en Cristo. Cuando dice hasta 50 años, quiere decir que el viejo hombre no participa legítimamente del servicio a Dios; hay que participar entre 30 y 50, lo cual significa en novedad de vida, es decir, en Cristo Jesús, en el nuevo hombre. Para entrar a servir en compañía en la casa de Dios, hay que hacerlo de 30 a 50 años, pero en el Antiguo Testamento era figura, hoy en el Nuevo Testamento, no importa la edad de la persona, puede tener ochenta años, pero si está en Cristo Jesús está en novedad de vida, no tiene nada de viejo en sí, con Cristo no pasa nunca de 50 años. Dice que entra en compañía para servir en el tabernáculo de reunión. Esta es una palabra importante; el servicio del Señor en Su casa es en compañía, es en comunión unos con otros. El Señor estableció compañías, por eso era que el apóstol Pablo decía a los Corintios en la segunda carta: “Teniendo nosotros (plural) este ministerio” (singular); ahí se refiere al ministerio del nuevo pacto, al ministerio del Nuevo Testamento, al ministerio del Espíritu, al ministerio de justificación, al ministerio de la reconciliación, al ministerio de la Palabra, al ministerio de la edificación del Cuerpo de Cristo, de la casa de Dios. Entonces ese ministerio es un ministerio corporativo; ningún miembro es suficiente en sí mismo, todos tenemos que participar en la comunión del cuerpo de Cristo; por eso dice: entrar en compañía para servir. ¡Qué curioso! Uno diría: ¿servir para entrar? Pero ¿entrar en compañía para servir en el tabernáculo de reunión, al cuerpo de Cristo? Solamente se puede servir en compañía, en comunión; y este capítulo 4 de Números se escribió para enseñarnos el orden de prioridades, las disposiciones divinas para el avance del campamento de una etapa a otra. Por eso dice lo siguiente: “4El oficio de los hijos de Coat en el tabernáculo de reunión, en el lugar santísimo, será este”; se ofrece en el espíritu. El apóstol Pablo dice en el capítulo 1, versículo 9 de la epístola a los Romanos: “Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo”; no solamente a quien sirvo, sino a quien sirvo en mi espíritu, que son dos cosas. Servir en espíritu, servir en compañía y en Cristo. Aquí tenemos tres requisitos del legítimo servicio a Dios en Cristo, en comunión y en compañía; son tres centralidades concéntricas, o sea que en el puro centro está Dios mismo, el Padre que mana para nosotros Su Espíritu a nuestro espíritu y de ahí al cuerpo de Cristo, la Iglesia. Tres centralidades Dios mediante de mi parte, porque creemos que Dios nos dará otras partes con otros hermanos, estaremos siguiendo una secuencia sobre estas tres centralidades: En Cristo, en el espíritu y en el cuerpo. Son tres cosas que Dios estableció como requisito para servir. En Cristo de 30 a 50 años; en el espíritu en el Lugar Santísimo, y en el oficio, en compañía. Entonces son tres cosas centrales de las cuales nunca debemos olvidar, y que tenemos que tener siempre en el centro de nuestro corazón. Dios siempre estará purificando nuestro servicio para que no sea en la carne, sino en el espíritu, para que no sea en Adán, sino para que sea en Cristo; que no sea en división, sino en comunión, en el cuerpo; trabajo legítimo que el Señor merece, tiene que ser en Cristo, en el espíritu y tiene que ser en el cuerpo de Cristo. Ahora también aparece un orden de prioridad en la marcha, y dice así: “5Cuando haya de mudarse el campamento”; porque el campamento siempre se está mudando, siempre está avanzando, la nube guía al campamento, y el Señor comienza a moverse en Su pueblo, y el Señor hace un movimiento en una determinada dirección, y entonces dice que cuando la nube se levantaba, entonces el pueblo se levantaba. Yo sé que algunos hermanos ya conocen esto, pero otros todavía no lo conocen, de manera que vamos a honrarlos siguiendo estos versículos delante de ellos. La nube guiadora Estamos en Números 9:15; allí dice: “15El día que el tabernáculo fue erigido (la casa de Dios, ese es el cuerpo de Cristo, la Iglesia), la nube cubrió el tabernáculo sobre la tienda del testimonio; y a la tarde había sobre el tabernáculo como una apariencia de fuego, hasta la mañana”. Así como en el día de Pentecostés, aquellas columnas de fuego se repartían en lenguas de fuego sobre el verdadero tabernáculo, que es la Iglesia. “16Así era continuamente: la nube lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego. 17 Cuando se alzaba la nube del tabernáculo, los hijos de Israel partían; (había que adelantarse) y en el lugar donde la nube paraba, allí acampaban los hijos de Israel”. Debían parar, porque la nube guiaba la pueblo por varias estaciones. Estaban un tiempo en un lugar, mientras estaban aprendiendo una determinada lección en ese lugar; y cuando el Señor juzgaba que era hora de dar un paso adelante, entonces la nube los guiaba a otra estación, a otro lugar. Entonces por eso dice: “17Cuando se alzaba la nube del tabernáculo, los hijos de Israel partían; y en el lugar donde la nube paraba, allí acampaban los hijos de Israel. 18Al mandato de Jehová los hijos de Israel partían, y al mandato de Jehová acampaban”. Ese es el caminar del pueblo de Dios. A veces la nube se detenía por un período de tiempo en una estación hasta que Dios juzgara que ya habían aprendido la lección. Cuando el Señor juzga que esa sazón ya está en su punto. Porque sólo en su potestad están los tiempos y las sazones. Cuando ya juzga que hay que darle la vuelta a la torta porque ya está cocinada por un lado, ahora hay que cocinar el otro lado, entonces la nube se levanta y baja a otro lugar que Él conoce y ahí en ese lugar se comienza un nuevo proceso; porque lo que estaba crudo en otra parte empieza a cocinarse. Entonces dice: “18Todos los días que la nube estaba sobre el tabernáculo, permanecían acampados. 19Cuando la nube se detenía sobre el tabernáculo muchos días, entonces los hijos de Israel guardaban la ordenanza de Jehová ,y no partían (se estaban ahí). 20Y cuando la nube estaba sobre el tabernáculo pocos días, al mandato de Jehová acampaban. y al mandato de Jehová partían. 21Y cuando la nube se detenía desde la tarde hasta la mañana, o cuando a la mañana la nube se levantaba, ellos partían; o si había estado un día, y a la noche 1a nube se levantaba, entonces partían”. A veces había que partir de día, a veces había que partir de noche, a veces al día siguiente, a veces era después de un tiempo, dos días, un mes, un año, mientras la nube se detenía en el tabernáculo sobre los hijos de Israel, seguían acampados. Había que dejar al Señor empollar esa situación, como la gallina empolla sus polluelos; no se levanta antes de tiempo porque se le mueren los pollitos que están en los huevitos, y que sabe cuánto tiempo tiene que quedarse ahí sentada, y cuando ya es la hora, los pollitos empiezan a picar y a abrir el huevito y ya nacen los pollitos; entonces se levanta la gallina, empieza a andar y los pollitos detrás. Así el Señor sabe cuándo es el tiempo en que tiene que empollar sobre nosotros. Él nos comparó cuando dijo: Cuántas veces quise juntarlos como la gallina junta a sus polluelos; porque es que en el libro del Éxodo estaban acostumbrados a hacer cada uno como bien le parecía. Además después de ser esclavos en Egipto, salieron en tropel, pero entonces Dios empezó a poner orden; así como en el principio había también desorden y la nube del Señor, o sea el Espíritu del Señor comenzó a moverse sobre la faz de las aguas y empezó a poner orden, empezó a traer luz, separaba el día de la noche, separaba lo de arriba y lo de abajo, y luego hacía brotar la vida y edificaba para sí mismo una casa, al hombre a Su imagen y semejanza; hizo el trabajo del mover del Espíritu de Dios. Poniendo orden en el pueblo Cuando Israel salió de Egipto parecía más o menos un caos, pero el Señor comenzó a moverse sobre ellos, los liberó, comenzó a ponerlos en orden, les empezó a pedir que le hicieran un Santuario con determinadas disposiciones, que Él va a morar en medio de ellos y luego de que más o menos hicieron eso, entonces una etapa tenía que ser seguida por otra, la de Levítico; y ahí en Levítico era necesario que el pueblo empezara a vivir en función de la casa de Dios, conforme a los arreglos de santidad de parte de Dios, conforme a las ofrendas establecidas por Dios, los distintos aspectos de la cruz de Cristo, del sacerdocio del Señor, la coordinación del ministerio. De eso se habla precisamente en el libro de Levítico; cuando esa etapa ya estaba, entonces se llegaba al libro de Números. Si usted compara la situación del pueblo en Éxodo, cuando están recién saliendo y con lo que el Señor estaba poniendo en orden en Su pueblo a través de sus distintas jornadas, verá que a través de cada nueva revelación el Señor va trayendo a luz para ir poniendo en su lugar todas las cosas para que todas las cosas estén en su lugar. Entonces en este libro de Números se comienza a poner en orden al pueblo. Primero se iban para donde querían; pero esperen, ustedes juntos van a hacerme un tabernáculo y ese tabernáculo no se va a mudar cuando ustedes quieran; yo les voy a decir cómo yo los voy a entrenar, cuándo levantarse y cuándo quedarse. Al principio todo era un caos, cada uno salía para donde quería; como en el libro de los Jueces, que no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía; pero en Deuteronomio ya el Señor les dice: No haréis más como habéis hecho vosotros hasta ahora, cada uno como bien le parezca, sino en el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere para poner allí su Nombre, allí iréis y le serviréis, allí ofreceréis los holocaustos, o sea en Cristo, en el Espíritu y en el Cuerpo de Cristo. Porque eso es lo que representa el Santuario de Dios, donde Dios pone Su Nombre; representa primeramente a Cristo, representa también nuestro espíritu en el Lugar Santísimo y representa también la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo. Un solo santuario, y allí le serviréis; no haréis como lo habéis hecho hasta ahora; cada uno como bien le parezca, sino como el Señor se va moviendo en medio de Su pueblo, y va enseñando a Su pueblo el orden de marcha. Entonces, por eso dice aquí: “23Al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían, guardando la ordenanza como Jehová lo había dicho por medio de Moisés”. Esto es lo que nos explica el capítulo 4 del libro de Números, verso 5, la frase en que nos detuvimos. Números 4:5: "Cuando haya de mudarse el campamento", porque el Señor sabía que hay jornadas de Su pueblo; había varias mudanzas del campamento, todas dirigidas por el Señor, pero cada una era una etapa nueva y había que mudar el campamento cuando era la hora, cuando el Señor daba la señal y la nube se levantaba y comenzaba a moverse en algún lugar, en algún sentido, entonces había que levantarse, seguir a la nube en un orden establecido por Dios, y ese orden es el que está aquí en el capítulo 4 de Números. Justamente como es el libro que pone orden, por eso se llama Números, porque es para poner orden: primero, segundo, tercero, cuarto, quinto; lo de quinto no debe ir primero, lo primero no debe quedar de once, lo séptimo no puede ir de cuarto; lo primero es lo primero, lo segundo es lo segundo, lo tercero es lo tercero, lo cuarto es lo cuarto, y luego lo que viene. El orden establecido por Dios Hay un orden en el que el Señor se está moviendo sobre Su pueblo, está un poco desordenado para ponerlo en orden; entonces lo primero con lo que hay que tratar es el traslado del campamento como lo dice el verso 5: “Cuando haya de mudarse el campamento, vendrán Aarón y sus hijos y desarmarán el velo de la tienda, y cubrirán con él el arca del tabernáculo”; lo primero que tiene que ver es el velo. ¿Se dan cuenta? Todo comienza por el Lugar Santísimo; desarmar el velo para colocar allí los paños, el arca, y cubrir el arca con paños azules y seguir avanzando. Es un orden establecido por Dios. Lo primero que se trata aquí es en re1ación con Cristo, incluso antes de la mesa de los panes, incluso antes del candelero, incluso antes del incensario, es el asunto del arca, es el asunto del Lugar Santísimo; comienza todo por el Lugar Santísimo. “Vendrán Aarón y sus hijos y desarmarán el velo”. Hay cosas que están en una situación determinada, y hay que trasladarlas a una situación más avanzada, porque hay que mudar el campamento, pues hay una manera de hacerlo mudar, una manera que es la que está aquí en figura. Dice: "Vendrán Aarón y sus hijos", o sea, el sacerdocio; todo el pueblo del Señor es sacerdote, pero aquí se está representando la autoridad delegada del sacerdocio de Cristo, y dice: "desarmarán el velo de la tienda, y cubrirán el arca del testimonio". Lo primero es el arca, porque la parte que corresponde con la nube es primeramente el arca. Es todo el tabernáculo, pero primeramente el arca; es todo el mobiliario del tabernáculo, pero primero el arca. Cuando vemos en Éxodo 25, "y haréis santuario para mí", lo primero que describe es el arca; después describe la mesa y el candelero, uno frente al otro; como en Hechos de los Apóstoles dice en el capítulo 2 que la Iglesia perseveraba primero en la doctrina de los apóstoles, que era acerca de Jesucristo, en la comunión unos con otros y en el partimiento del pan, o sea, en los panes, el candelero y en las oraciones, o sea en el altar de oro y el incensario; es decir, que ese orden que aparece aquí, esas cuatro cosas, el arca, la mesa, el candelero y el altar del incienso con el incensario, es el orden. Las primeras cosas que se trasladan, y esas cuatro cosas que se corresponden con aquellas cuatro del libro de los Hechos de los Apóstoles. Para los hermanos que son más nuevos, vamos a leer esos versos. En Hechos 2:42 está el camino de la Iglesia, lo que la Iglesia desde que fue fundada perseveraba en estas cuatro cosas, en las cuales andaban; y dice: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. Ahí están las cuatro cosas. Esas cuatro cosas empiezan por la doctrina de los apóstoles. Ahora, ¿en qué consiste la doctrina de los apóstoles? Aquí mismo en Hechos 5:42 dice de los apóstoles: “Y todos los días en el templo y por las casas, no cesaban de predicar y enseñar a Jesucristo”. Claro que hablaban otras cosas, pero todo en relación con Jesucristo; entonces era como si sólo hablaran de Jesucristo; porque ninguna cosa tiene ningún sentido si está separado de Jesucristo; no tiene ni sentido ni valor. En Cristo las cosas tienen sentido y tienen valor, tienen realización, tienen redención, porque Jesucristo es el centro de la doctrina de los apóstoles. Claro que cuando nosotros leemos las cartas de ellos, ahí encontramos que hablan de muchas cosas, pero en todas ellas está siendo revelado Dios por Jesucristo; o sea que Jesucristo es el tema central de los apóstoles; Jesucristo siendo enseñado y predicado. La palabra didaké y la palabra kerigma. Es la enseñanza didáctica corriente ordenada de todo lo relativo al Señor Jesús, a Su persona, a Su obra, a Su doctrina; lo esencial. La Iglesia no puede tener otro centro; la iglesia no puede estar girando a través de ninguna otra cosa, la iglesia tiene que tener esta primera centralidad, la Iglesia no debe ser descuidada en nada de lo relativo a Cristo. El tesoro de la iglesia es Jesucristo; lo que la Iglesia tiene que entender es a Jesucristo; a quien la Iglesia debe conocer es a Jesucristo; a quien la Iglesia debe vivir es a Jesucristo; a quien la Iglesia debe testificar es a Jesucristo; a quien la Iglesia tiene que glorificar es a Jesucristo; o sea que la Iglesia está centrada es en Jesucristo. A veces nos centralizamos en otras cosas; a veces organizamos algo en función de algo particularista, donde el centro no es Jesucristo, pero aquí dice la Palabra del Señor que los apóstoles todos los días en el templo y por las casas, no cesaban de hacer dos cosas: de enseñar (aspecto didáctico) en forma ordenada, secuenciada, que es lo que está debajo de la palabra didaké, en forma didáctica, que se traduce enseñanza; y también la palabra kerigma, que quiere decir proclamación, o sea aquel tema coyuntural de aplicación al Señor Jesús a cualquier coyuntura, a cualquier necesidad. La Iglesia en cualquier momento debe predicar a Jesucristo y presentar a Jesucristo como la solución para cualquier cosa que se presente en el camino; pero no sólo se predica, sino que también se enseña; y no solamente se enseña, sino que también se predica. No podemos quedarnos sólo con la enseñanza, porque constantemente tenemos necesidades prácticas y olvidamos el depósito que nos fue encargado a la Iglesia, como un consejo de Dios centrado en el misterio de Cristo para estar constantemente recibiéndolo íntegramente, transmitiéndolo constantemente; por eso se necita que Jesucristo sea enseñado y sea predicado. Ese es el centro de la doctrina de los apóstoles; por eso es que cuando allí dice que la Iglesia es el pueblo del Señor, su perseverar en su camino se centraba en esas cuatro cosas, la primera de las cuales era la doctrina de los apóstoles, o sea, que ellos eran cristocéntricos, porque los apóstoles enseñaban y predicaban a Jesucristo. Cristo, el fundamento Si mis hermanos se fijan conmigo en la primera epístola a los Corintios, capítulo 15, allí vamos a ver cómo el apóstol estableció esas prioridades, y entonces nosotros aquí tendremos estas prioridades. La primera es Cristo, la segunda es el espíritu, la tercera es el Cuerpo de Cristo (la Iglesia). Dice en 1 Corintios, capitulo 15, los primeros versos: “1Además os declaro, hermanos (esta es una declaración apostólica de lo que es el evangelio en su primera esencia), el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; 2por lo cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creisteis en vano. 3Porque primeramente (ahí está el orden de prioridad) os he enseñado lo que asimismo recibí”; es decir, que él también lo recibió de esta manera, de Cristo, ahí está; lo primero es la persona, el Mesías, el Hijo de Dios. “Primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo (ahí está lo primero de esta declaración, lo que es el evangelio, la doctrina apostólica: Cristo; segundo) murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras”, o sea, la muerte de Cristo según todas las riquezas de la palabra de Dios, la persona de Cristo y la obra de Cristo en la cruz. Entonces dice: “4y que fue sepultado (sigue la secuencia de Cristo), y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; 5y que apareció a Cefas y después a los doce”, y ahí sigue dando una lista de todas aquellas personas que fueron testigos oculares de la resurrección del Señor Jesús. Entonces fijémonos, hermanos, que el apóstol Pablo había establecido un fundamento, y nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Lo primero es Jesucristo. ¿Quién es Jesucristo? El evangelio trata de Jesucristo, de presentarnos a Jesucristo; depende de quién puede ser Jesucristo para nosotros, para llegar a aprovechar lo que seamos para Dios. Si Jesucristo es para ti sólo un personaje histórico que pasó por la tierra y enseñó una ética más o menos parecida a la rabínica, muy poco puedes disfrutar de lo que realmente Dios tiene para ti. Todo lo que Dios tiene para nosotros, lo tiene la persona, obra y doctrina de su Hijo Jesucristo, y en Su Espíritu; amén. Entonces, hermanos, el Señor Jesús, lo que Él es, es algo central. Los apóstoles en lo relativo a Jesucristo eran muy cuidadosos. Entre otras cosas, nos dice Juan que no se les reciba en casa a determinadas personas, pero si en relación con Jesucristo están tergiversando los asuntos, dice el apóstol Juan en la segunda carta, no lo recibáis en casa, ni le digáis bienvenido; el que le dice bienvenido participa de sus malas obras. La Iglesia tiene que conocer Su persona. Vamos a Romanos 1, allí nos die 1o siguiente: “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios” (aquí Pablo está memorizando aquel pasaje de Hechos 13: ‘Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado’)”. Ahora dice, ¿apartado para qué? “para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras”. Se refiere al Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento es la preparación de Dios para el evangelio de Dios; el Antiguo Testamento era la intervención divina a través de los profetas para tipificar, anunciar y fundamentar todo lo relativo al evangelio. Pablo en el verso 3 nos dice cuál el tema central del evangelio, de qué es lo que trata el evangelio Dios; dice que Él había prometido antes por Sus profetas a través de las Escrituras, acerca de: o sea el tema central del Evangelio de Dios, es el Hijo de Dios; ahí comienza todo. Ese es el fundamento: nuestro Señor Jesucristo. Cristo es la roca Ahora identifica quién es el Hijo de Dios; dice que es Jesús y que es el Mesías. Lo que dijo Pedro: “16Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 17Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca (y no dice sobre ti) edificaré mi iglesia”. Tú acabas de confesar lo que el Padre te reveló y esa revelación, y esa confesión es acerca de Jesús, como el Hijo de Dios, como el Mesías de Dios, el Cristo; sobre esta roca edificaré mi Iglesia. Ahí está el fundamento sobre el Hijo de Dios, Jesús el Cristo, muerto por nuestros pecados y resucitado y hecho Señor, el Mesías hecho Señor y Cristo; sobre Él está; Él nos tiene que ser revelado, tenemos que conocer al Hijo, cuando agradó al Padre revelarlo. No te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre. La Iglesia tiene que estar centrada, disfrutando al Señor Jesús, conociendo al Señor Jesús, quedando perpleja del Señor Jesús. Hermanos, Dios no recibe otro sacrificio de parte nuestra, sino lo que Jesucristo hizo para nosotros. Nadie se puede acercar a Dios en base a ninguna otra cosa que no sea el Señor Jesús; el mejor sacrificio que se puede presentar es tu fe en el Señor Jesús, es tu aprecio por el Señor Jesús, es tu conocimiento no intelectual solamente; claro que toca lo intelectual, pero prima el conocimiento espiritual del Señor Jesús; el que conozca al Señor Jesús, lo aprecie, lo reciba, lo viva, le agradezca y sólo en él confíe. Ese es el único sacrificio que Dios realmente recibe. ¡Qué aprecio tiene por Su Hijo! No es nada que hay en ti, no es nada que tú mereces, no es nada que tú puedes; es quién es Jesús para ti, qué confiesas de Él, cuál es tu aprecio por el Señor Jesús, hasta qué punto lo conoces, de tal manera que te vayas pareciendo a Él, desde adentro para afuera, es lo que a Dios le importa; eso es lo primero, eso es el fundamento, eso es lo que Dios tiene por valor. Todos los sacrificios que Dios dio para que en el Antiguo Testamento se presentaran delante de Él para poder recibir a Su pueblo, representaban al Señor Jesús. Y ¿cuántos sacrificios eran? eran de muchas clases; se necesitaban cantidad de becerros y de corderos, de toros y de palomillos, tenían que ser sacrificados millares. Cuando había fiesta había que sacrificar muchísimos, porque el sacrificio del Señor Jesús es muy grande, no podía ser representado por mística, tenía que ser representado por abundancia, porque Él es abundantemente, Su obra es abundante. Como Iglesia nos reunimos alrededor del Señor Jesús, a comer del Señor Jesús, a apreciar a1 Señor Jesús, a recibir el testimonio de lo que Él hizo. El evangelio de Dios es acerca de Su Hijo; de eso se trata el evangelio de Dios. Hay algo en lo que Dios tiene complacencia, y es Su Hijo, aún antes de crear todo; y toda la creación la hizo para Su Hijo, y la hizo en Su Hijo, y Su anuncio es acerca de Su Hijo, que conozcamos acerca de Su Hijo Jesucristo, a quien Él ha enviado, Jesucristo, la vida eterna. El evangelio acerca de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David; ahí empieza a tener sentido todo el Antiguo Testamento, que fue declarado Hijo de Dios, empezamos a ver los dos aspectos: Hijo de David según la carne, representado por la madera del arca; declarado Hijo de Dios, ahí está la Divinidad, representada por el oro del arca. Eso es lo primero que hay que tratar en una mudanza del campamento; donde hay que centrarse siempre es en Jesucristo, porque lo que realmente hay que mudar siempre es una posición más avanzada, es nuestro conocimiento en Cristo, nuestro aprecio por Cristo y nuestro seguimiento de Cristo, eso es realmente avanzar, avanzar para con Dios, es el conocer más a Cristo, el apreciarlo más, el vivirlo más y seguirlo más; solamente eso es realmente el seguimiento. El arca representa a Cristo Luego se empieza a hablar ya de la obra de Él, porque recibimos la gracia y el apostolado para la obediencia; la fe en todas las naciones por amor a Su nombre, ahí aparece ya el resultado del seguimiento en Cristo el Rey; de seguir a Cristo es que resulta el Rey. No hay reino sin seguir a Cristo. Entonces volvamos a Números capítulo 4:5: “Cuando haya de mudarse el campamento, vendrán Aarón y sus hijos y desarmarán el velo de la tienda, y cubrirán con él el arca del testimonio”. En Hebreos capítulo 10 nos dice que ese velo es la carne de Cristo; lo primero es conocer al Señor en Su obra, en Su encarnación, cada vez más profunda y dice: “con el él arca del testimonio”; esa arca representa a Cristo, no en una forma simple, sino en una forma completa, los distintos aspectos de Su persona y de Su obra objetiva para con el Padre en la cruz y sustitutivo aplicada a cada uno de nosotros como personas; todos nosotros juntos como un cuerpo; porque la obra del Señor Jesús no es sólo para individuos. El Señor Jesús no sólo murió en la cruz para perdonar pecados de personas, sino como dice Efesios, para purificar la Iglesia; para purificar no sólo personas sino la Iglesia, y para presentar no sólo un Salvador, sino una Iglesia salvada, santa y gloriosa, sin mancha, la obra de Dios corporativa, y no sólo individualismos. Por eso es que después del arca, le toca el turno a la mesa de los panes de la comunión y el candelero, que es el partimiento del pan, o sea la expresión práctica de la vida de la Iglesia y las oraciones en el incensario, que es el ministerio sacerdotal del pueblo del Señor: liturgia sacerdotal del pueblo. Entonces dice en el verso 6: “Y pondrán sobre ella la cubierta de pieles de tejones”, o sea todo el aspecto de la vida del Señor Jesús. Recuerden que cuando se miraba de afuera hacia la casa de Dios, lo que se veía por fuera eran dos cosas: la cortina del atrio, que era de lino fino, y la tienda adentro que estaba cubierta por pieles de tejones; la parte visible que es con apariencias; porque el oro, la plata, el mobiliario, todo esto estaba dentro de la gloria. La parte más visible es las pieles de los tejones. El lino fino son las acciones justas de los santos. Un pueblo celoso de buenas obras. Desde afuera se ve gente común y corriente, presentado así sin hermosura y sin apariencia, como se dice de Jesús. Así como no le conocieron a Él, tampoco a nosotros; ya somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser, por eso el mundo no nos conoce. El mundo ve por fuera personas común y corrientes, como aquellos animalitos en el desierto. Somos tejones, pero haciendo ya buenas obras; es decir, las cortinas, pero de lino fino; Su pueblo común y corriente, celoso de buenas obras. Entonces aquí aparecen los tejones, y dice: “Y extenderán encima un paño todo de azul”; ninguno de los atrios tiene el azul por fuera. Cuando tú ves después, cuando cubren la mesa, cuando cubren el altar, y antes del altar, el candelero, verás que por fuera siempre van los tejones. En e1 único caso donde los tejones y las pieles van por dentro y el paño de azul va por fuera, es en el caso del arca; porque lo azul representa lo celestial. Como el Señor Jesús ya fue glorificado, es nuestro precursor. Entonces Él ya fue glorificado en su carne, en aquel pasaje de Hebreos 2:9. No vemos las otras cosas que sean sujetas, pero aquello que vemos en gloria, o sea que lo azul ya no lo tiene escondido, sino manifestado. Por eso es que corno Él es el precursor, entonces por eso tiene la señal de haber resucitado primero, de haber ascendido en gloria como precursor, de tener lo celestial ya por fuera con un cuerpo glorificado, y ya todos sabemos que el arca es Él. Él es el arca porque es la única que tiene el azul por fuera; lo demás está por dentro todavía. Ya somos hijos de Dios pero todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser. Ya vemos que todas las cosas le son sujetas, pero vemos a Aquel que fue hecho menor que los ángeles, coronado de honra y de gloria, es el Señor Jesús a la diestra del Padre. Por eso queda señalado todos los montoncitos que hay por ahí; esos montoncitos con Él a la cabeza. El Señor es el centro al que hay que seguir. Entonces esta parte es para que veamos el lugar preeminente de Cristo, la primera centralidad que tenemos que desarrollar.