P E R S O N A J E D E L M E S ESTE RETRATO, PINTADO POR MANUEL RODRÍGUEZ LOZANO, SIRVE DE PRETEXTO PARA RECORDAR AL ESCRITOR MEXICANO, EN EL TRIGÉSIMO NOVENO ANIVERSARIO DE SU MUERTE, OCURRIDA EN 1974. E Víctor T. Rodríguez Rangel n la medianía de la década de los setenta del siglo pasado, corrían los cruentos años de la disimulada represión de la administración presidencial del licenciado Luis Echeverría Álvarez contra todo tipo de exaltación socialista (la “Guerra sucia”), cuando el escritor Salvador Novo (1904-1974) falleció en la mismo lugar que lo vio nacer, la Ciudad de México, el 13 de enero de 1974. El poeta, dramaturgo, ensayista e historiador dejó de existir a los sesenta y nueve años de edad, luego de una intensa vida de logros y aportaciones a la cultura nacional y de legar una serie de publicaciones de toda índole: poesía, historia, gastronomía, memorias regionales y crónicas costumbristas de la Ciudad de México; ensayos literarios y novelas. Miembro del grupo de los Contemporáneos y de la Academia Mexicana de la Lengua, Novo fue también cronista oficial de la Ciudad de México en la presidencia de Díaz Ordaz y Premio Nacional de Lingüística y Literatura en 1967 -un hombre y un nombre de primer orden en la historia de las letras en México. En este artículo, a manera de homenaje luctuoso, lo recordamos a partir de una extraña efigie plasmada en una obra artística expuesta en la sala 31 del recorrido permanente del Munal. Novo fue retratado -o más bien reinventado-, a sus juveniles veinte años, de forma idealizada, espigada, andrógina y mistérica, por el polémico y vanguardista pintor Manuel Rodríguez Lozano (1896-1971) en 1924. El artífice representó a su entrañable amigo de modo afeminado, con un estilo bastante espontáneo y deliberadamente ingenuo. En el contexto de la obra, ambos capitalinos –pintor y modelo– eran jóvenes precoces quienes participaban en el inusitado esplendor cultural de la vida del México posrevolucionario. El excéntrico Rodríguez Lozano, protagonista del arte moderno en México y una especie de “profeta” de toda una generación de discípulos y cómplices pasionales –Abraham Ángel, Agustín Lazo, Tebo, Nefero, Julio Castellanos y Francisco Zúñiga–, compuso NÚM. 12 | ENER O | 2013 la silueta de Novo, en más de tres cuartos de figura, recortada y compactada dentro del cajón trasero de un coche de época con una apertura paisajista en el tercer plano que, de manera apegada al dibujo infantil de las escuelas al aire libre de la época, recrea una vista nocturna y cosmopolita de una esquina del Centro histórico de la Ciudad de México bajo la luna llena. Con tonos poco matizados, arcillosos y pardos, la figura sentada porta una bata de noche y, con expresión “vampírica”, observa desafiante al espectador. Por su parte, los labios de intenso rojo carmesí, la nariz y las cejas delineadas, así como el mecanismo para el seguro y apertura de la muerte, son detallados y delicados. Esta pintura obedece a la primera etapa plástica de Rodríguez Lozano, caracterizada por una serie de retratos de intelectuales y escenas de la vida cotidiana. El presente retrato reúne los dos asuntos, la efigie en solitario de Novo y la recreación de un habitual recorrido en taxi por las calles de la capital que se expandía y se redefinía como una urbe cosmopolita y dinámica. Novo siempre amó esta ciudad, valle de pasiones, ideologías, historia y anécdotas. Los proyectos en los que coincidieron Novo y Rodríguez Lozano en esas tempranas décadas del siglo xx, orientados a difundir las novedades vanguardistas del arte, apoyar y divulgar el teatro y promover la cultura, fue la apertura del Teatro experimental Ulises (1927) y su participación en la revista los Contemporáneos (fundada en 1928); a partir de ésta se formó un grupo de nobeles intelectuales con la misma designación que la publicación periódica, integrada por ilustres de las bellas artes y de la literatura que se sumaron a Novo y Lozano, como Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Roberto Montenegro, Antonieta Rivas Mercado, Jorge Cuesta y Jaime Torres Bodet, entre otros. Se trató de un grupo de “joyas” de las esferas “cultas” de la sociedad urbana paralelas y cuestionadoras del contingente que reunió Vasconcelos para su proyecto de redención nacionalista y por el cual inició en el muralismo Rivera, Siqueiros, Orozco, Charlot, Leal, etc. De los Contemporáneos se considera a Novo entre los mejores prosistas y se caracterizó por sus versos satíricos de agudo humor El 13 de enero de 1904, murió en la Ciudad de México, Salvador Novo, poeta, escritor, crítico, publicista y editor; destacado miembro de Los Contemporáneos. Participó en la fundación del Teatro Ulises. descarnado y sus poemas sensuales. Un artículo en uno de los números de la revista Proceso del 5 de abril de 1998 (escrito por José Alberto Castro) habla de asuntos delicados sobre las preferencias sexuales de Novo y Rodríguez Lozano, mientras que el primero asumía abiertamente su homosexualidad el segundo no, y este asunto lo menciono porque definió la recepción de Novo respecto a la fisonomía de su retrato en la pintura que le realizó Rodríguez Lozano: “PARECE QUE EL RETRATO QUE LE HIZO A NOVO NO LE AGRADÓ. ¿HABÍA UNA RIVALIDAD ENTRE ELLOS? EL RETRATO LE GUSTABA. PERO LE MOLESTABA LA ACTITUD QUE TENÍA RODRÍGUEZ LOZANO CON ÉL. PORQUE AUNQUE TENÍAN LA MISMA PREFERENCIA SEXUAL, ÉL LO HACÍA BLANCO DE INSIDIAS Y BROMAS. RETRATÓ A NOVO RUMBO AL LIGUE. LA LECTURA DE ESE CUADRO ES MUY SENCILLA: NOVO VA A LA ALAMEDA, EL LUGAR DE LOS LIGUES FURTIVOS, Y SENTADO ARRIBA DE UN AUTO ESPERA ATAVIADO CON UNA BATA PARA CASI NO PERDER TIEMPO. EL MAESTRO [NOVO] DECÍA QUE LO HABÍA PINTADO MUY AJOTADO”. La revista Memoria del Munal (número 8 del 2000), contiene un profundo estudio de Pilar García que recomiendo, y que profundiza en la relación de Novo con Rodríguez Lozano en el contexto de la presente pintura de retrato. Según la investigadora García, Novo nunca encargó este retrato sino que lo hizo Lozano con la intención de conservarlo, quizá con un cierto valor particular. Al tiempo, el estudio ubica la localidad urbana visualizada en la escena como la esquina de la calle de Tacuba con San Juan de Letrán (Eje Central), con la idealización del Palacio Postal: zona de convergencia entre los monumentos del pasado y el signo de la modernidad cosmopolita de una metrópoli que desentrañó en sus letras Salvador Novo. 1904 17