TEORIA Y JUEGO DEL DISENO DE JARDINES Rafael Chanes, arquitecto En un artículo anterior habíamos intentado dignificar la idea del ((paisajismo)) considerándolo no como simple decoración, exhibición de plantas o ((relleno de los espacios vacíos entre los edificios)), sino como una disciplina que posee características muy similares a la arquitectura. Habíamos planteado el diseño de parques y jardines (y en general la transformación del paisaje geográfico) como una verdadera ((arquitectura del espacio exterior)). Y como tal creación de espacios, de una trascendental importancia en la determinación de nuestro «Habitatn, decíamos que su punto de partida residía en un profundo conocimiento del ser humano y de sus circunstancias. Ahora intentaremos esbozar una teoría del diseño de jardines teniendo siempre como punto de partida las exigencias del hombre en los espacios abiertos, y como fin último, la respuesta adecuada a estas necesidades. El diseño y la planificación, ya sea en la arquitectura, en el diseño industrial o en el urbanismo, implican siempre una idea de decisión. Y para tomar esta decisión, para ((resolver el problema)), la tarea primera consistirá en definir exactamente la calidad de éste. Creemos que mientras más claramente se planteen los «datos», y cuanto más profundo sea el conocimiento que de ellos se tenga, más acertada y segura será la ((solución)). Para simplificar la comprensión de lo que intentamos expresar, vamos a referirnos en los ejemplos concretos, solamente al diseíío de jardines y parques, subentendiendo que la re-creación del paisaje geográfico posee, a otra escala, los mismos determinantes, y puede, recíprocamente, ser abordada con los mismos criterios. L A PRIVACIDAD. Maravillosamente «construida» en nuestros patios, que han inspirado muchos espacios de la arquitectura contempodtnea. A l enfrentarnos con el problema del proyecto de un jardín se nos plantean tres aspectos fundamentales, por orden correlativo: A. B. C. ¿QUE HACER?, que implica la teoría,del disetio y la concepción de la idea de acuerdo a cada caso específico. ¿COMO HACERLO?, que es eljuego con los diversos conceptos hasta organizarlos en relaciones espaciales. ¿CON QUE HACERLO?, es decir, la elección de los elementos y materiales que van a dar forma real a las relaciones estructurales definidas en el juego. l. TEORIA. El ((que hacer)). La Biblia, en su maravillosa y sabia sencillez, nos dice que el hombre fue creado en un jardln, en un estrecho contacto con la naturaleza. A medida que nuestra civilización se ha ido tecnificando, el hombre ha ido perdiendo poco a poco, muchas de sus capacidades físicas y psíquicas; las ciudades han crecido en forma inconsciente, envolvi~ndonosen un laberinto absurdo de piedra y asfalto. Estas y mil consideraciones más, están dichas ya en todos los tratados de urbanismo. El hombre de hoy es un ser desgraciado que, desde el duro pavimento de sus ciudades, vive soñando el momento en que podrá huir hacia la naturaleza para volver a ser BI mismo. A reconquistar su ((paraíso perdido)). Y esto es, en parte, lo que intentamos producir con nuestras áreas verdes y jardines. Pensamos especialmente en el hombre de la ciudad, abrumado por la soledad entre la muchedumbre, por las calles estrechas, sin perspectivas. Antes habíamos hablado de funciones biológicas; no hablaremos más de ellas. Pondremos nuestro acento en las funciones psíquicas del jardín, que son las más descuidadas por ser difíciles de comprender en toda su validez. El disetiador de jardines es un dios poderoso que podrá producir diversos «agrados» al espíritu del hombre, si aprende a dar forma a algunos principios básicos: 1. El espacio abierto y la vista a horizontes lejanos, que para el hombre de la ciudad significa un verdadero alivio y reposo. Y que con cierta habilidad puede lograrse aun en los jardines más pequeños. 2. La privacidad, «agrado» que se opone al anterior, pero de urgente necesidad en las áreas verdes colectivas; los dan los pequeños espacios necesarios al encuentro o a la soledad buscada. 3. El ritmo de la naturaleza. Los jardines han de acentuar la comprensión de las estaciones, las variaciones de la luz durante el día, el efecto del viento; han de saber digni- ficar alguna cualidad característica de ciertas especies (las de hoja caduca, con su aspecto tan cambiante, o las que producen sus flores antes de las hojas). 4. La imaginación, que puede estimularse sólo con un diseño ((imaginativo)); generalmente se logra ofreciendo sorpresas en la interrelación de los recintos y no recurriendo a formas demasiado evidentes. 5. La posibilidad de elección, máxima libertad del hombre, y que le hace sentir su personalidad. Es fácil permitir esta posibilidad con diferentes tipos de avenidas, de trazados, de espacios grandes y- pequeños, de . . colores y materiales diversos para elementos iguales (bancos y pavimentos, por ejemplo). Paralelamente a estos principios que hemos llamado «agrados» creemos poder enunciar otros tres que se refieren, respectivamente: 1. A l hombre como ser intelectual. 2. A su parte emotiva, y 3. A la adecuación del proyecto a todas las circunstancias en que el hombre vive. 1 1 II. JUEGO. El «cómo hacer)). Pero aun cuando hayamos comprendido verdaderamente lo que nos es posible lograr en un jardín para hacer de él una «vuelta al paraíso)), no seremos capaces de concretar en obras todos estos conceptos, si no nos proponemos un método, un «orden» en la consideración de nuestro problema. Existen muchos métodos para la creación y el diseño. Unos más intuitivos, otros más razonados. En nuestro afán de clarificar ideas, vamos a intentar un esquema, sin PRINCIPIO ORDENADOR. Un trazado preciso y... 1. Verdad y sencillez del diseño. El hombre de hoy, más que nunca, ha colocado la autenticidad y la sencillez en la cumbre de sus valores. Cuando el diseñador del jardín es honrado y ha creado una obra de acuerdo a sus premisas primeras, sin alejarse de ellas un solo momento, cuando el resultado final posee un concepto engendrador (o principio ordenador, del que hablaremos más adelante), cuando no hay artificialidad en la forma ni en los efectos, el jardín nos hace vibrar con un placer intelectual. Nuestro afán de cosas verdaderas no se siente frustrado, y aun cuando no logremos entender esta realidad, ella nos moverá por impulso natural. 2. Belleza en el diseño. Junto con la verdad y la sencillez, el hombre de hoy comienza a valorar muy alto las ((formas funcionales)) y la belleza incorporada en los elementos útiles. La eterna cualidad de la proporción, la unidad y la variedad, el arte de los contrastes, la subordinación y la jerargula de elementos, el ritmo y la escala en relación al hombre, son importantes aspec- tos que se han de considerar cuidadosamente durante la elaboración de toda composición paisajística. 3. Adecuación a las circunstancias. Hay una cierta ((bellezau y una cierta «verdad» .. en . todo jardin que ha cónsiderado la geografía y el clima, que se ha construido en el estilo y materiales de su época (con respeto del pasado y mirando hacia el futuro) y cuyo costo no ha ido más allá del que el propietario podía financiar; un jardin, en suma, que ha considerado posibilidades y limitaciones. ... un camino elevado sobre grupos de flores dan caractera cada uno de estos jardines. ninguna pretensión de ser absolutos, sino sólo como un posible camino. A. Estudio de relaciones en el espacio exterior. 1. E l espacio exterior y el hombre. Lo hemos repetido en forma majadera: lo primero es el ser humano en todas sus dimensiones. Y entendemos por dimensiones, todos los alcances de sus sentidos, sus reacciones psíquicas y emotivas, su manera de percibir el espacio. Para analizar suficientemente cada una de las facetas de la compleja realidad del hombre, tendríamos que tomarnos mucho tiempo. A modo de ejemplo, sólo vamos a recordar aquí los aspectos dimensionales que se refieren a la relación de su tamaño (su «escala física))) con el de las plantas, material básico para la definición espacial que pretendemos: a) Plantas hasta la altura de los tobillos del hombre, para cubrir la tierra (césped y cubresuelos). b) A la altura de su rodilla, para definir una dirección. c) A la altura de su cintura, para impedir el paso. ADECUACION A LAS CIRCUNSTANCIAS. La topografía es una excelente inspiradora de formas nuevas. d) A la altura de su pecho, para dividir el espacio. e) Sobre la altura de sus ojos, para encerrar recintos con una marcada definición. f) Sobre el alcance de su mano levantada, para crear ((techos vegetales)) con un carácter protector. 2. El espacio exterior y la arquitectura. Habíamos dicho que veíamos como ideal el que los espacios abiertos se imaginaran como verdadera arquitectura, por lo que el momento de su generación habría de ser paralelo al de los edificios y al del diseño urbanístico. Sin embargo, en la práctica, lo más frecuente es que el proyecto del jardín se aborde una vez finalizada la edificación. Nos encontramos así, con la casa, el terreno, y el espacio geográfico circundante; y hemos de conocerlos. a) Recorreremos el sitio y sus alrededores con los ojos bien abiertos. Anotaremos todo lo que veamos, haremos esquemas y fotografías. b) Luego cogeremos un papel y haremos un plano; en él ubicaremos: - la orientación geográfica. - la dirección de los vientos predominantes en invierno y en verano. - las dimensiones del sitio y su topografía; sus necesidades de drenaje. - el soleamiento, con las zonas de iluminación y las de sombra. - la ubicación de la casa en el sitio, con sus puertas y ventanas; y anotando a qué recintos éstas pertenecen. - las circulaciones necesarias. - las vistas hacia el jardín; cuáles conviene destacar y cuáles hacer desaparecer. - la ubicación de los árboles existentes, con su nombre, su altura y diámetro. - la distribución de todas las instalaciones (agua, alcantarillado, electricidad, teléfono). c) Volveremos al sitio varias veces, siempre a horas distintas, para ver cómo cambia la luz, cómo juegan las sombras. d) Observaremos los alrededores para conocer cuáles son las plantas que mejor habitan allí. Pensando así, por adelantado, en las especies más apropiadas, tanto por su mejor aclimatación como por su mejor armonización con el medio circundante. e) Conversaremos mucho con los que habitarán el jardín, para ayudarles a encontrar lo que quieren y lo que realmente necesitan; también lo que pueden costear. Les escucharemos mucho, pero nunca dejaremos de ser ((médicos)) y «psicólogos» de argumentos valederos. B. Definición espacial. Una vez que conocemos bien el problema y lo que realmente precisan nuestros ((clientes)), volveremos a pensar en el «qué hacer)) para recordar todo lo que nos es dado producir. Y aquí comienza la tarea más magnífica: ordenar y subdividir el espacio exterior, crear los recintos más adecuados. 1. Ordenación de funciones. Distribuiremos en nuestro plano las diferentes «funciones» que nuestro jardín habrá de satisfacer, dándole a cada una la ubicación más apropiada de acuerdo a sus condiciones. Así, por ejemplo, ubicaremos zonas de lectura y reposo donde nos sea más fácil proporcionar el silencio; zonas de juegos de niños en lugares soleados o sombreados (según el clima) y controlados por los mayores; zonas de conversación y encuentro en relación con las zonas de estar de la vivienda. A cada espacio le daremos su justa medida, relacionándolos de la manera más exacta. 2. Principio ordenador. Reglas del juego. Una vez hecho nuestro primer esquema, es preciso que le demos vida con un principio ordenador, que nos dé, para nuestra creación, unas ciertas reglas que nos ayuden a definir el juego. Aquí es donde la intuición desempeña su papel más importante. Para lograr un buen diseño hemos de encontrar una intención que dé fuerza y carácter al jardín que pretendemos. ¿ Cuál ha de ser este principio? Dependerá de cada caso particular: un módulo, un ritmo, un trazado en el pavimento, el uso de un solo tipo de línea, de un color dominante, de una intención clara en la adecuación a algún aspecto del hombre. Tal vez esta «ley unificadora)) se haya generado desde el primer momento en que comenzamos a estudiar el problema. Pero no podremos seguir adelante sin antes ha- berla revisado y definido claramente. Nuestro proyecto podrá no ser demasiado espectacular, pero si posee esta «clara intención)) a lo menos tendrá carácter, y esto ya es un valor suficiente. 3. Sistemas de formas. El paso siguiente será la decisión de los elementos que utilizaremos para crear nuestros ámbitos y recintos. Siempre pensando en que hacemos arquitectura, podemos facilitar nuestra tarea imaginando que todos los materiales que empleamos (sin pensar abn en su nombre) se organizan en elementos que pueden clasificarse de acuerdo al papel que desempeñan. Asf, podemos anotar cuatro grandes grupos: a. Planos horizontales. b. Planos verticales. c. Doseles (o planos verticales altos, sobre la cabeza). d. Volúmenes. Todos estos planos y volúmenes que serán los definidores de nuestra ((arquitectura paisajística)) pueden estar constituidos por materiales inertes (piedra, ladrillo, hormigón; en general todos los materiales propios de la construcción de edificios) o bien por materiales vivos, que son todas las plantas. Cuando utilizamos los inertes: a) los planos horizontales los determinan : los pavimentos y el agua en reposo. b) 10s planos verticales, los muros y las verjas. c) 10s doseles: los aleros amplios, los techos, las estructuras de los «parrones». d) los volúmenes: las rocas, los troncos, los asientos, las barbacoas, las esculturas, el agua en movimiento (fuentes), las Iámparas y los juegos infantiles. Cuando utilizamos las plantas: a) los planos horizontales los forman: el césped, las plantas rastreras y enanas. b) los planos verticales: las agrupaciones lineales de árboles y arbustos (las avenidas, los setos). d) los doseles: los árboles aislados de copa alta, las agrupaciones en bosques (((techo vegetal))), las pérgolas y los parrones. d) los volúmenes: las plantas y los macizos aislados. Pero aun cuando hayamos definido las formas, nuestro jardín sólo tendrá solidez de diseño cuando posea una estructura permanente. A ésta hemos de darle gran importancia. Comenzaremos por los árboles, los arbustos y los trazados en el suelo. Todo lo demás podrá venir por añadidura. Esta estructura-forma, definida mucho antes de pensar en un acer platanoides, o en un pavimento de rasilla, será lo que definirá el valor de nuestra obra. Si un grupo de flores es de begonias en lugar de ser de saxifragas, no va a hacer cambiar fundamentalmente nuestra idea y el jardín seguirá siendo el mismo. III. MATERIALES. El «con qué hacen). Será nuestra última etapa. Si nuestra intención se ha hecho decisión objetiva, la tarea de elegir los materiales será muy sencilla. Mientras más profundamente hayamos estudiado las condiciones del problema, más estrecha se hará la gama de posibilidades, y más ráplda la elecclán. Los materiales para jardín forman un capítulo muy extenso e importante, por lo que los dejaremos por ahora, hasta una oportunidad práxima.