mismo objeto voy a dar un extracto de los principios del autor, que siendo como el anuncio de su preciosa obra, podrá tal vez contribuir a que se vaya extendiendo su doctrina en beneficio del género humano. Desde su llegada a Santa Fe a principios de 61 comenzó el Sr. Mutis a tomar conocimientos botánicos de la quina por esqueletos de la especie corriente en el comercio, regalados por su ilustre amigo el señor Santisteban, Superintendente de la Real casa de Moneda, en cuyas conferencias y manuscritos se impuso de todo lo concerniente al tráfico del ramo. Nueve años antes había sido comisionado aquel hombre estimable para averiguar en Loja los desórdenes de este comercio; pero como no profesaba las ciencias naturales, sólo han servido sus preciosas noticias para ilustrar con otras bien averiguadas la parte económica del específico. Tiene ésta no pocas relaciones con la científica, a que, no sin sentimiento, debo por ahora ceñirme. Apenas tenían los Botánicos alguna idea de la quina hasta el año 64, en que por las noticias del autor y esqueletos de la especie (5) que reynaba ya en la Medicina, corrigió Linneo el carácter genérico diseñado por la estampa y descripción de otra distinta (6), publicada por la Condamine. Anisoado por las exhortaciones de aquel sabio, y ansioso de fixar el conocimiento de la verdadera quina oficinal, de que hablaban tan diversamente los Médicos, dió principio a sus ensayos con varias porciones escogidas en Loja por los llamados inteligentes, regaladas al Virrey de Santa Fe, de quien era íntimo amigo. Pero advirtiendo que sus mismas experiencias parecían confirmar las opiniones opuestas de los profesores, como que las hacía sin conocimiento de que ellos habían reunido a la idea de una especie las virtudes repartidas en varias por la naturaleza, tomó otro rumbo, dedicándose a observar las especies y variedades del género, y los efectos que producían, hasta encontrar los ciertos de la primitiva. Bien comprobados éstos en las calenturas intermitentes, en que obra como por encanto y a golpe seguro, en expresión del autor, reconoció que no desmintiéndose jamás en los casos determinados por los antiguos prácticos, era ineficaz o dañosa en los otros a que sucesivamente fué extendiéndose su aplicación. Concluyó de aquí que los profesores en diversas épocas han ido atribuyendo a la especie primitiva, ya ignorada, las virtudes que habían de hallarse repartidas en otra u otras varias. ¿Pero por qué señales habían de reconocerse? ¿Cómo había de adivinarse la virtud característica de cada una, ni cómo era posible separar en plantas indeterminadas, propiedades tan confundidas? Casi es tan glorioso el haberlo emprendido como haberlo executado. Deduciendo por analogía las virtudes de cada especie; comparando sus conjeturas con las varias doctrinas de los autores, y éstas con los datos confusos del comercio; y recurriendo luego a la experiencia, ha llegado a determinar las épocas sucesivas en que cada una ha prevalecido en la Medicina, y aquellas en que mezcladas sembraban entre los profesores la discordia y la confusión. Profundizando más sus descubrimientos, reconoció en el género especies oficinales, y especies que no lo son; distinguió las virtudes comunes de las propias; y demarcó el imperio de cada quina, o digámoslo así, el teatro de sus operaciones. Para evitar en este punto la nota de sistemático, que más bien se le pondría a la naturaleza que al observador, no sólo convida, sino que ruega a los profesores imparciales examinen sus descubrimientos en la práctica. Semejante apelación a la experiencia debe confundir a los críticos especulativos. Al fin, han de convenir ellos mismos en que una de las quatro quinas oficinales exerce su imperio sobre los nervios, otra sobre los músculos, otra sobre los humores, y la última sobre las entrañas. Doctrina averiguada por el Sr. Mutis, y comprobada por una larga serie de experiencias. De modo que la quina viene a ser aquella panacea o remedio universal tan ansiosamente buscado en todos los siglos, y por lo mismo merece el nombre de árbol de la vida que le dieron y le quitaron las contradicciones pasadas. Siete son las especies legítimas de Cinchona descubiertas por el Sr. Mutis (7) con unas quantas variedades, que siendo de las oficinales, poseen igualmente sin modificación ni diferencia alguna la virtud de aquella a que pertenecen. Por la corola vellosa se distinguen constantemente, sea qual fuere su variedad, las especies activas y virtuales, de las que no teniendo más que las propiedades del género en gra- do muy remiso, quedan excluidas de aquel número. Esta observación podrá servir de regla para sospechar en las que se vayan descubriendo si son o no de las oficinales. Las quatro que hasta ahora se conocen son la naranjada, la roxa, la amarilla y la blanca; denominaciones sencillas, tomadas del color interno de la corteza, para evitar los errores que los nombres vulgares dados comúnmente, aun en la misma provincia, a plantas de diversos géneros, pueden ocasionar. Desea el autor que los profesores no las pidan sino por estos nombres al comercio, con la mira de deterrar los muchos que se dan a una misma quina, señaladamente los del lugar nativo, que se multiplican cada día, y sólo sirven de propagar preocupaciones estúpidas de preferencias puramente mercantiles, repugnantes a los principios físicos, y desmentidas por la observación. La primera quina que se conoció, y que por sus prodigiosos efectos en las intermitentes mereció extraordinario aprecio, fué la naranjada. Siendo esta especie sumamente rara, por ciertas causas agenas del asunto, no es extraño que casi extinguida, quando había tomado más vuelo en el comercio, se substituyesen en su lugar las cortezas del árbol que se encontró más parecido. Este fué por desgracia de aquellos tiempos de ignorancia la quina roxa, cuyas virtudes desconocidas entonces, y muy diversas de la naranjada, causaron los estragos que nos ha transmitido la historia. No obstante, a fuerza de inculpables yerros se fueron descubriendo sus verdaderas aplicaciones, siendo propia de Rushwort la gloria de haber conocido su virtud antiséptica, y hecho tentativas felices que inmortalizarán su nombre en los fastos de la Medicina. Como los primeros profesores no habían tenido la advertencia de describir y caracterizar la corteza primitiva, ni la sucedánea, que tuvier n por la misma, aunque la creían otra suerte del mismo árbol, pasaron a la posteridad reunidas a la idea genérica de quina las virtudes de la naranjada y roxa; a estas dos especies se siguió la amarilla, que por fortuna participa de las eminentes qualidades de una y otra en grado tan remiso que no había que temer grandes estragos. Así es que las épocas en que ésta ha dominado son las más felices de la quina. Solamente le notaban los profesores cierta debilidad; y de aquí la preocupación de pedirla cada día más fresca, y unas veces del tronco, y otras de las ramas. Desconocían su virtud propia, y errando las aplicaciones, querían que obrase en la gangrena como la roxa, y en las intermitentes como la naranjada. Resultaba de aquí el inconveniente de aumentar la dosis hasta cargar el estómago, dificultar la digestión, y disminuir las fuerzas del enfermo, aunque no con las tristes consequencias de la roxa, en cuya época se creyó con sobrado fundamento que la quina substituía un mal grave a otro menor, atribuyendo al género los defectos de la especie mal aplicada. Como esto mismo sucedía con las otras, ha resultado un cuerpo de doctrina lleno de contradicciones y de incertidumbres. No tuvo parte en tan grandes acontecimientos la blanca, última especie oficinal que hubiera disputado a sus compañeras la gloria de sus buenos efectos; bien que por otra parte hubiera contribuido a aumentar la confusión que ha resultado de aplicarlas sin dis cernimiento. Consta que en diversas épocas han intentado los cosecheros introducirla en Europa; pero siempre ha sido rechazada sin examen. A los trabajos felices del Sr. Mutis debemos el descubrimiento de sus eminentes virtudes, confirmadas por el doctor Clarke en su tratado de la fiebre amarilla, citado por el Sr. Lambert; y aunque no he logrado leerlo; con todo, la circunstancia de tratar determinadamente de esta quina, cuyas virtudes describe y recomienda, hace creer que la aplicó con felicidad a aquel mal tan terrible. Adelantaba cada día el Sr. Mutis sus descubrimientos, y para consolidarlos observaba la mayor o menor actividad de una misma quina, según que provenía del tronco, de las ramas tiernas, de renuevos o de árboles viejos, y a medida que era más o menos añeja, indagando los caracters más constantes para su (5) Cinchona cordifolia Mutis, MS. Cinchona pubescens Vahl. (6) Cinchona officinalis. Linn. sys. veg., edit. 10, pág. 929. (7) Y son las únicas que hasta ahora se conocen en Santa Fe, pues las que se dicen descubiertas por D. Sebastián López son las oficinales del Sr. Mutis. El Sr. López podrá colectar plantas nuevas, mas no determinarlas hasta que se dedique a la Botánica. (8) La descripción que el Sr. Carminati hace de una porción — 99 — reconocimiento en Europa. De estas observaciones resulta: Primero.—Que quanto más antiguo es el árbol, tanto más eficaz es su corteza. Segundo.—Que la corteza del tronco es más activa; menos a proporción la de los ramos, y débil la de las ramas tiernas y renuevos. Tercero.—Que la quina bien desecada, guardándola en caxones cerrados de modo que no le lleguen el ayre ni la humedad, adquiere cada día nuevos grados de generosidad, debiendo estimarse su bondad por el tiempo y por el cuidado de su mejor conservación. Cuarto.—Que los cortezones están expuestos a degenerar, porque siempre les queda en su interior algún resto de humedad; pero este inconveniente se evita sacándolos en listas cortas, angostas y delgadas, como se practica en Santa Fe (8). Quinto.—Que son engañosas las señales adoptadas en diversos tiempos para el reconocimiento de la mejor quina, como son el color pardo del envés, manchado a trechos por los líchenes; las grietas transversales; la fractura vidriosa o con filamentos, &c.; porque son relativas a los diversos estados del árbol, a su situación más o menos favorecida del sol y a otras circunstancias que nada influyen en el carácter oficinal de la quina, puesto que se extienden a especies que no son oficinales, y aun a plantas de otro género. Sexto.—Que el color propio de cada especie observado en los cortezones y cañas gruesas, y comprobado en las tinturas, la diversa espuma que cada especie forma y el amargo notablemente distinto, son las notas constantes que con otras accesorias bastan para distinguir las especies. Conviene que el reconocimiento y pruebas se hagan en los cortezones y cañas gruesas hasta tener bastante práctica, porque los canutillos, especialmente de la naranjada y amarilla, inducen a error con bastante frequencia. Los límites de este discurso me fuerzan a omitir las nuevas aplicaciones de la quina, y las experiencias en que se apoyan, y por tanto me ceñiré a exponer las virtudes de cada especie, sus caracteres farmacéuticos y la preparación del autor. Es inútil alegar pruebas para las aplicaciones conocidas, pues recetando los profesores indistintamente quina, nada perjudicará el que se les suministre según las determinaciones que aquí se indican por su virtud sobresaliente, puesto que el autor está seguro de que la constancia de los efectos comprobará la necesidad de semejante discernimiento. Como los Botánicos conocen todas las quinas oficinales a que está ceñido este discurso, omitiré aquí sus descripciones para no repetir lo que todos saben; y bastará decir que el carácter genérico dado por el Sr. Vahl parece ser el más correcto (9), y que sus descripciones son muy suficientes para la exacta determinación de las especies. Con todo, como dicho autor las vió secas en esqueletos, y además omitió la descripción de una especie muy importante, el que desease completar los conocimientos en este ramo, podrá consultar el tomo segundo de la Flora del Perú y de Chile. ESPECIE PRIMERA: QUINA NARANJADA CINCHONA LANCIFOLIA.—Mutis, Per. de Santa Fe. Quinquinc -Condam., Act., París, 1738. Cinchona officinalis.—Lin., Sys. Veg., ed. 10, página 929; Spec. plant., pág. 44; Gen. plant., pág. 91, ed. 6. a Cinchona officinalis, foliis ovatu-lanceolatis, glabris capsulis oblongis, Vahl, Act. Soc. H Nat. Haun., fase., pág. 17, t. I. Cinchona officinalis.—Ruiz, Quinol., art. 2°, página 56: «quae est Cinchona nitida, foliis obovatis niti' dis, panícula brachiata, corollis albo-purpureis; limbo parum hirsuto». Ruiz y Pavón, Flor. Peruv. et Chil., t. II, pág. 50, tab. 191. Cinchona glabra.—Ruiz, Quinol., art. 4.0, pág. 59: «quae est Cinchona lanceolata, foliis, lanceolato oblongis glabris, panícula brachiata magna, floribus de quina celebrada por el Sr. Murray en las intermitentes, conviene tan adequadamente a la que de este modo particular se saca en Santa Fe, que no puedo dudar sea de aquel país y de la especie naranjada. Carm. Higiene Terap., &c., vol. 2, pág. 298. Papiae, 1792. (9) Suprimiendo las voces vel linearibus (laciniis), vel integrum (stigma).