Los Campeonatos del Mundo Por Eduardo Rafael El sueño del dirigente holandés Hirschmann de organizar un torneo mundial de fútbol, finalmente lo concretó el francés Jules Rimet, presidente de la FIFA a partir de la muerte del inglés Woolfall, en 1918. Sobre el plafón de los éxitos de publico en los Juegos Olímpicos de París y Amsterdam, Rimet, ex jugador y desde siempre alentador de una competencia internacional, formo una comisión especial que estudió la posibilidad de organizar un campeonato mundial abierto a los mayores profesionales, no sólo con los que cumplían la regla olímpica. El 28 de mayo de 1928, en Amsterdam, el congreso de la FIFA ratificó la propuesta de Rimet, estableciéndose que se juegue a partir de 1930 cada cuatro años, es decir, dos años después de los Juegos Olímpicos. Para albergar la primera edición del mundial se presentaron las candidaturas de seis países: Hungría, Italia, Holanda, España, Suiza y Uruguay. Las razones del país sudamericano fueron más convincentes: dos títulos olímpicos, celebración del centenario de la independencia política, asunción de todos los gastos (viajes y alojamientos de los participantes), con división de las eventuales utilidades. Frente a los argumentos de la Federación Uruguaya, cayeron las otras candidaturas y el 18 de mayo de 1929, en Barcelona, en ocasión del 18° Congreso de la Federación Internacional, Uruguay fue designado como país organizador del primer campeonato mundial de 1930. Comenzó aquel día la gran aventura de la Copa del Mundo. Los dos trofeos Rimet En el congreso de la FIFA de mayo de 1928, en Amsterdam, además de la institución de la copa del mundo a disputarse cada cuatro años a partir de 1930, fue acogida la propuesta de Rimet de asignar al vencedor una obra de arte. La FIFA comisionó el trofeo al escultor parisino Ábel Lafleur, quién lo realizó en 1929. En la copa, que sería entregada a la federación que hubiera ganado tres veces aunque no consecutivas el titulo mundial, figuraba la diosa alada de la victoria con los brazos alzados sosteniendo una pelota. La estatuilla, fabricada en oro macizo sobre una base de piedra semipreciosa, tiene 30 cm. de altura y cuatro kilos de peso, y costó en la época 50 mil francos suizos, alrededor de 40 mil dólares de hoy. Este trofeo sufrió diversas vicisitudes. El italiano Ottorino Barassi, vicepresidente de la FIFA, durante la Segunda Guerra Mundial logró salvar de las redadas nazis el trofeo que el equipo "azzurro" conquistó por segunda vez consecutiva en 1938, escondiéndolo bajo la cama en una caja de zapatos. El 20 de marzo de 1966, diez años después de la muerte de Jules Rimet y veinte desde que fuera bautizado con su nombre, éste fue robado de una sala donde era expuesto para una muestra filatélica en el Central Hall de Westminster, en Londres, poco más de tres meses antes del mundial de Inglaterra. Intervino Scotland Yard, pero la estatuilla fue recobrada una semana más tarde bajo un árbol de un jardín en la periferia de Londres, gracias al olfato de un perro llamado “Pickles”, que pasó a ser ese día más famoso que Lassie. En 1970 en México, ganándola por tercera vez tras los éxitos de 1958 y 19ó2, Brasil se adjudicó definitivamente la Copa Rimet y parecía que el trofeo iba a encontrar reposo final en la sede la Confederación Brasileña en Río de Janeiro, pero en 1983 fue robada por segunda vez y probablemente fundida por los ladrones. El 30 de diciembre de 1988 en Ipanema, en la zona sur de Río de Janeiro fue asesinado por siete balazos Antonio Carlos Aranha, implicado en el famoso robo de la Rimet. La policía averiguó que fue matado por dos de los cómplices del hurto, por un arreglo de cuentas, dado que Aranha habría revendido el oro obtenido de la fundición del trofeo sin repartir con ellos el botín. La Confederación Brasileña de Fútbol había decidido en 1984, hacer una copia. La FIFA El 12 de junio, en México, el Brasil de Pelé, único jugador del mundo que ganó tres mundiales, se adjudicó definitivamente la Copa Rimet. La FIFA se encontró en la necesidad de poner en juego un nuevo trofeo y para su realización organizó un concurso. Fueron presentados a la Federación Internacional 53 modelos por parte de fabricantes de trofeos deportivos de siete piases. Por unanimidad, fue elegido el proyecto del escultor milanés Silvio Gazzaniga, presentada por la firma italiana Bertoni. La nueva Copa del Mundo FIFA, puesta por primera vez en juego en la décima edición del mundial en 1974 en Alemania, fue fabricada en oro macizo de 18 kilates, pesa 4.950 gramos y tiene 36 centímetros de altura. Esta es la descripción que de ella hizo él artista: "Las líneas suben desde las bases alzándose en espiral, para dilatarse para recibir al mundo. De las tensiones dinámicas en relieve sobre la masa compacta de la escultura, emergen las figuras de dos atletas en el extasiante momento de la victoria". No está prevista ninguna asignación definitiva de la Copa, que queda en propiedad de la FIFA. El equipo ganador del título recibe una copia, no en oro matizo sino en plata bañada en oro. La superficie en la base de la Copa y por su disposición permite 17 inscripciones de nombres de equipos ganadores. Hasta ahora figuran inscriptos los de ALEMANIA FEDERAL(1974), ARGENTINA (1978), ITALIA (1982) y ARGENTINA (1986). El último espacio útil para inscripciones será ocupado en el año 2.038. El costo del trofeo fue de 20 mil dólares. Uruguay 1930 El mundo en 1930 El1930 el mundo vivía la pesadilla de la "gran crisis". Todo había comenzado el 24 de octubre de 1929, entre los rascacielos de Nueva York, en un paraíso terrestre artificial llamado Well Street. Es el corazón de la economía mundial, sede de la bolsa y de los más poderosos bancos. Por años los hombres de negocios, y hasta los pequeños ahorristas, consideraron a Wall Street como la catedral del bienestar, recogiendo dividendos de unos papeles llamados acciones. Pero un buen día corrieron voces que las acciones habían llegado al punto máximo de su parábola y el imperativo de todos fue “vender”. Sólo algunos, unos pocos, recobraron su dinero, pero en poco tiempo, éste se esfumó. Fue el famoso crack del 24 de octubre de 1929, día que pasó a la historia como el 11 jueves “negro”. Quebraron 640 bancos, 75.000 ahorristas perdieron su dinero, el número de banqueros suicidados y de industrias cerradas fue muy grande. En los Estados Unidos los desocupados eran cuatro millones y medio, pero la plaga era mundial. En Alemania los desocupados eran tres millones y medio y los nazis de Hitler, que acusaron la caída de la bolsa a los banqueros judíos, obtenían en las elecciones 6.500.000 de votos y crecieron de 12 a 107 escaños en la Reichtang. Mientras tanto, en Latinoamérica, se vivían momentos de efervescencia política y las consecuencias del Wall Street también se harían sentir. En Centroamérica Rafael Trujillo sucedía a Horacio Vázquez, iniciando de este modo una larga paternidad en la República Dominicana. En el vecino Haití, en tanto Stenic Vincent ganaba las elecciones. Los grandes de América del Sur, Brasil y Argentina, se conmovían en sus estructuras políticas. Argentina con el golpe del general Uriburu, que abrió la brecha a otros levantamientos militares posteriores. En Brasil, con la marcha de Getúlio Vargas, aparece el “varguismo” como fenómeno político que marcaría sus próximos años. Uruguay, Primer Campeón Se jugó del 13 al 30 de julio. Participaron: Brasil, Argentina, Chile, México, Bolivia, Perú, Paraguay, Estados Unidos, Francia, Yugoslavia, Bélgica, Rumania y Uruguay. Desde el anuncio de Tobidabo (Barcelona), cuando en mayo de 1929, la FIFA le asignó la organización del Primer Mundial, Uruguay multiplicó sus esfuerzos para presentarse dignamente a la cita del año próximo a pesar de que la situación económica del país, que iba hacia una crisis como consecuencia del crack de Wall Street. El proyecto fue hacer jugar todo el Mundial en Montevideo (que en 1930 contaba con 600.000 habitantes, más de un tercio de la población del país) y un sólo y gigantesco estadio a construir en el campo "Chivero" y que se llamaría “Centenario”, por el aniversario de la independencia nacional. Mientras ocho meses antes se comenzó la construcción de las instalaciones con trabajos siempre más febriles para recuperar retrasos debidos a la lluvia y a la existencia de una capa de agua debajo del terreno -equipos de obreros trabajaron en turnos nocturnos a la luz de reflectores- Europa en plena crisis económica no manifestaba particular interés por el Mundial. A dos meses del comienzo del torneo, ningún país del viejo continente había aún confirmado su participación, mientras que en América la adhesión era entusiasta con la inscripción de Brasil, Argentina, Chile, México, Bolivia, Perú, Paraguay y Estados Unidos. Cuatro europeos, pese a la presión sobre la FIFA, aceptaron finalmente cruzar el océano: Francia, Yugoslavia, Bélgica y Rumania, llevando así a 13 el número de participantes. Hubo amargura en el Río de la Plata por la renuncia de Italia, país que cuenta con muchos inmigrantes en ésas tierras y que sufriera cuatro años más tarde el boicot de Uruguay como represalia. Inglaterra estaba fuera de la FIFA desde el congreso de Amsterdam por la disputa entre amateurismo y profesionalismo. A bordo de la nave italiana "Conte Verde", que zarpó de Villafranche Sur Mer, viajaron rumanos, franceses y belgas, en companía de Jules Rimet y de los delegados de la FIFA, con la Copa del Mundo. Cumplieron la travesía sobre el Atlántico en casi un mes, comprometiendo su mejor forma. Lo mismo le sucedió, aunque en menor medida, a los yugoslavos que navegaron a bordo del Florida, zarpado de Marsella. En Uruguay era invierno y dado que el estadio Centenario no pudo ser utilizado el domingo 13 de julio, para dar comienzo al torneo, se decidió inaugurarlo con dos partidos: Francia-México y Estados Unidos-Bélgica en los estadios de Nacional (Parque Central) y Peñarol (Pocitos). El primero de los 1.328 goles de los Mundiales de Fútbol fue marcado por un francés, Lucien Laurent, insider izquierdo (como se decía antes), los 13 minutos, cuando batió al arquero mexicano Bonfiglio. Los Estados Unidos, reforzados con siete escoceses naturalizados, le infligieron 3-0 a Bélgica. El fútbol europeo se redimió con Yugoslavia y Rumania, que vencieron respectivamente a Brasil y Perú. El día del centenario de la independencia oriental, 18 de julio, el Centenario estuvo finalmente listo (costó un millón y medio de pesos uruguayos) y fue inaugurado con el partido Uruguay-Perú ante 80.000 espectadores. Los locales ganaron con un gol del “Manco” Castro, a los 30 minutos del segundo tiempo. Argentina y Uruguay pasaron a la final tras eliminar en la semifinal a Estados Unidos y Yugoslavia, respectivamente, ambos con el marcador 6-1. La final se jugó el 30 de julio: fue la repetición de la final da los Juegos Olímpicos de Amsterdam, en 1928. El encuentro fue minuciosamente preparado por las autoridades uruguayas. Desde Buenos Aires llegaron entre la niebla diez embarcaciones con casi 15.000 hinchas argentinos. Algunos buques quedaron bloqueados por la niebla y atracaron tarde con más de mil "porteños" que intentaron en vano entrar en un estadio repleto: se calcula que fueron 80.000 los espectadores. Se temían incidentes. En los ingresos, policías de civil revisaban a los espectadores. El mismo árbitro, el belga John Langenus, que había dirigido Uruguay-Perú, Argentina-Chile y Argentina-Estados Unidos y que, reclamado desde Buenos Aires para la final, había pedido un seguro de vida y la protección de por lo menos un centenar de policías, también fue revisado a la entrada del estadio. Antes de salir al campo de juego, los capitanes de los dos equipos, discutieron por la pelota a utilizarse en el partido. Los argentinos querían imponer la suya, más liviana que la uruguaya. Por fin, el arbitro decidió, salomónicamente, utilizar una pelota por tiempo y el sorteo determinó que se jugaría la primera etapa con la pelota argentina. Esta situación hizo que la iniciación del encuentro se demorara media hora. Los argentinos tenían buenos motivos para querer jugar con su pelota, ya que se fueron en ventaja al descanso por 2-1, después de haber sido sorprendidos por un gol de Dorado, a los 12 minutos, el formidable ataque argentino pasó a ganar con un, gol de Carlos Peucelle (20') y con otro de Guillermo Stabile (37'). Los uruguayos, comandados por José Nasazzi, considerado el primer jugador polifuncional de la historia del fútbol mundial, primero delantero, después defensor, y por un espléndido Leandro Andrade (la “Maravilla Negra”, como fue definido en los Juegos Olímpicos de París de 1924), pusieron en dificultades a los defensores argentinos. El empate llegó a los 57 minutos, cuando Pedro Cea superó a Botasso con un disparo cruzado. Diez minutos después, Iriarte volvió a vencer al arquero argentino con un remate desde 30 metros. Argentina reaccionó y Andrade salvó sobre la línea un tiro de Varallo, pero un minuto antes del final, el “Manco” Castro, reemplazante de Anselmo, quién inexplicablemente se negó a jugar la final, selló el 4-2 con un gol de cabeza. Uruguay celebró el triunfo como una fiesta nacional. Es imaginable la decepción que se apoderó de la afición argentina: acusaron a sus jugadores de cobardía en la final y el Consulado de Uruguay en Buenos Aires fue objeto de la furia argentina. El resquemor que dejó el resultado y el trámite del juego determinó que las asociaciones de Uruguay y la Argentina suspendieran futuros enfrentamientos. Recién volvieron a jugar cinco años más tarde, en Lima, y con una condición: ninguno de los dos equipos podía usar sus colores oficiales (el celeste los uruguayos; el celeste y blanco de los argentinos), hacerlo hubiera sido una incitación a la violencia. Ese fue el precio que debieron pagar por ser protagonistas de la primera final de la Copa del Mundo. Italia 1934 En 1934, cuando se jugó en Italia la segunda edición de la Copa del Mundo de fútbol, era la época del moñito, de los zapatos con punta, del corte de cabello al estilo Rodolfo Valentino. “La Gran Crisis” parecía tiempo pasado, aunque en los Estados Unidos existían 13 millones de desocupados, pese a que Franklin Delano Roosvelt había lanzado el “New Deal”. Pero el viejo continente estaba en ebullición. En Alemania, Adolfo Hitler era Jefe de Estado después de la muerte del viejo presidente Von Hinderburg. Diarios, radio y cine eran un solo monopolio, manejado hábilmente por Joseph Goebbels, y quién se oponía a los planes del "Fuehrer" era eliminado. Tal vez el caso de Ernst Rohm, jefe de la SA, una fuerza paramilitar que había facilitado la llegada de Hitler al poder. Rohm quería tener el control del ejército, mientras que los generales le pidieron a Hitler "liberarlos de tal peste". Hitler, quién ya tenia proyectadas sus conquistas bélicas, apoyó esta vez a los militares y ordenó a la polic1a y a las "SS", las guardias creadas por el fiel Adolf Himmler, liberarlo de Rohm. En la “Noche de los cuchillos largos”, 1076 personas fueron asesinadas. Benito Mussolini, el "Duce", que en aquel momento estaba en el poder en Italia y había creado el fascismo, no tenía por entonces simpatías por los nazis. Envió divisiones a la frontera con Austria, donde el canciller Dollfus fue asesinado, para dar a entender a Hitler que Italia no estaba dispuesta a ser una provincia del Reich. Y mientras Mao Tse-Tung iniciaba la "larga marcha" y la Liga de las Naciones aceptaba a la URSS como estado miembro, América Latina se desangraba en una lucha fratricida, la que enfrentaba a paraguayos y bolivianos en "la Guerra del Chaco", iniciada en 1932 y que acabaría en 1935. Cerca de allí, en la Argentina, de desarrollaba un acontecimiento histórico para el mundo católico: el Congreso Eucarístico Internacional, que reunió a un millón de personas en una misa. En el Ecuador iniciaba su presidencia José Velasco Ibarra, mientras en Brasil la Constitución concedía a Getulio Vargas un amplio margen de acción. La oposición brasileña se nuclearía en torno a Luis Carlos Prestes, fundador del Partido Comunista brasileño, quién realizaría un levantamiento el año siguiente. En Nicaragua moría Augusto Sandino, víctima de una intriga urdida por Anastasio Somoza, quien impondría una larga dictadura en el país de Rubén Darío. Italia Campeón. El Mundial de 1talia se disputó entre el 27 de mayo y el l0 de junio de 1934. Participaron estos 16 equipos: Austria, Bélgica, Checoslovaquia, Francia, Alemania, Italia, Holanda, Rumania, España, Suecia, Suiza, Hungría, Argentina, Brasil, Estados Unidos y Egipto. A pesar de la escasa resonancia que tuvo en Europa la primera edición, la FIFA previó un mayor número de inscriptos en la segunda, y en el congreso de Berlín de 1931 aceptó la propuesta española y húngara de fijar en 16 los participantes. Un año después, el 13 de mayo de 1932, en Estocolmo, se asignó la organización del Mundial a Italia. Giovanni Mauro había presentado a FIFA un compromiso del gobierno italiano (el régimen fascista había intuido el relieve político del acontecimiento) diciendo que su país podía hacerse cargo de los gastos en el caso que se produjera un déficit y “utilizar las numerosas y florecientes ciudades italianas dotadas de magníficos estadios”. Frente a estos argumentos, Italia le ganó la puja a Suecia (que retiró la candidatura) y designó ocho ciudades sedes: Roma, Florencia, Turín, Génova, Milán, Bologna, Nápoles y Trieste. Esta última, 56 años después, es la única de las ocho sedes que no fue incorporada a Italia ’90. Al Mundial de 1934 adhirieron 32 de las 50 federaciones afiliadas a la FIFA y los 16 finalistas salieron de doce grupos eliminatorios. No estaba aún en vigencia la norma de clasificación automática para el anterior campeón. Uruguay, como protesta por las defecciones europeas a su Mundial de 1930, no se inscribió, y fue la única vez que en un Mundial faltó el último ganador. Tampoco estuvo presente Inglaterra, en desacuerdo con la decisión de la FIFA. De los países británicos sólo se anotó Irlanda, luego eliminado por Bélgica. Por un problema de distancia geográfica (la que hay entre nueva York y México) Estados Unidos y México jugaron su clasificación en Roma, el 24 de mayo, tres días antes del comienzo del Mundial, algo realmente insólito. Fue casi un campeonato exclusivamente europeo, porque de allende los mares sólo, llegaron Brasil, Estados Unidos y la Argentina. Y ésta última con una formación semiamateurs, en razón de sus mejores jugadores habían emigrado a Europa y en el medio local se había logrado recientemente la unificación de las dos Asociaciones, mientras que por el continente africano sólo estuvo Egipto. Los tres equipos sudamericanos y el africano fueron eliminados enseguida, en los octavos de final. Los favoritos, que eran Austria y Checoslovaquia seguidos de España, Alemania e Italia, en ese orden, confirmaron sus pronósticos clasificándose para la ronda siguiente. Los partidos más intensos fueron los que jugaron Checoslovaquia y Rumania en Trieste, con los rumanos en ventaja en el primer tiempo y la levantada de los checos en el segundo para terminar ganando 2-1 y, sobre todo, Austria-Francia, en Turín, con el “Wunderteam” (“equipo maravilla”, como se los llamó a los austríacos) puesto a prueba por la dura WM de los franceses. El encuentro necesitó un suplementario (habían finalizado 1-1 en los 90’) y gracias a un gol de Schall, sospechado de haber sido señalado fuera de juego, los austríacos ganaron 3-2. Italia no tuvo problemas en superar en el primer turno a Estados Unidos por 7-1, pero en cuartos de final debió medirse, en Florencia, con los españoles de Zamora y Lángara, uno de los favoritos. El partido se jugó el 31 de mayo y terminó 1-1. Zamora, el “Divino Zamora”, famosísimo arquero español, ese día hizo milagros y su colega italiano Combi lo imitó. El partido se debió jugar de nuevo, mientras en los cuartos se clasificaban Austria (2l sobre Hungría), Alemania (2-1 a Suecia) y Checoslovaquia (5-2 con Suiza). Italia y España volvieron a medirse en Florencia el l° de junio y en el equipo ibérico no estuvo Zamora, quien fue reemplazado por Nogués. Nunca se sabrán los motivos de esa renuncia, pero aquel día se insinuó que el arquero español había sido raptado, comprado o escondido, que había desaparecido por razones políticas. La explicación oficial fue que Zamora tenia un brazo dolorido por una fuerte falta de Schiavo bajo los ojos condescendientes del árbitro belga Baert. Italia consiguió su gol y la clasificación por un cabezazo de Meazza, a los 12 minutos. Los españoles estaban disminuidos por una lesión del puntero izquierdo Bosch y por el gol que les anuló el árbitro suizo Mercet, por estar Regueiro fuera de juego. En la semifinal, Italia debió medirse contra el "Wunderteam" austríaco, en el que jugaba "Catarvelina" Sindelar, considerado el mejor delantero del mundo. Se jugó el 3 de junio, en San Siro, Milán, donde se registró el récord mundial de recaudación para aquellos tiempos (811.526 liras), y el oriundo argentino Enrique Guaita, a quien llamaban “El Corsario Negro” de la Roma, marcó el único gol del partido. Mientras sombras de sospechas de favoritismo por parte de los árbitros se cernían sobre los italianos, éstos se aprestaban a enfrentar a Checoslovaquia (que le había ganado a Alemania en Roma con tres goles de Olda Neyedly, quien pasó a ser el goleador del Mundial) en la gran final. Después que en Nápoles Alemania se adjudicara el tercer puesto superando a Austria 32, a las 17 del 10 de junio en el estadio Nacional del partido “Nazionale Fascista” (actual estadio Flaminio de Roma), Italia y Checoslovaquia se enfrentaron por el título. Los checos se pusieron en ventaja a los 71 minutos, a sólo 19 minutos del final, con gol de Puc (diabólica pelota rematada casi desde la lineal de fondo y que entró por el ángulo inferior izquierdo de Combi). “El gol de Puc – escribiría el entrenador Vittorio Pozzo en “La Stampa”- fue el fustazo al caballo. Hizo falta esa herida al amor propio, esa sensación de riesgo supremo, para hacer salir las dotes físicas y morales acumuladas por los “azzurri” en el periodo de preparación”. A nueve minutos del final, después que el checoslovaco Sobotka estrellara un remate en el palo, Mumo Orsi, otro oriundo argentino, al recibir un pase de su connacional Guaita, remató desde 20 metros batiendo a Planicka. Fue necesario el tiempo suplementario. Schiavo, al extremo de sus fuerzas (era el más veterano con 29 años, en aquella época se los consideraba veteranos), pidió a Pozzo pasar a la derecha dejando a Guaita en el centro. “En los primeros cuatro minutos no toqué la pelota – recordaría Schiavio – porque el juego fue todo por la izquierda donde estaba Orsi en un gran partido, pero a los 5' Guaita consiguió la pelota en la mitad de la cancha y corrió hacia la valla adversaria. Lo seguí y le pedí la pelota con un grito. Guaita me la pasó. Avancé. Controlé el balón y superé a Cambal en velocidad. Cuando salía Planicka, con las últimas fuerzas que me quedaban tiré al arco. El arquero checo intentó atajar, pero sólo pudo ver como la pelota entraba en el arco”. Fue el 2-1 para Italia y el titulo, y el decimoquinto gol del delantero boloñes. También seria su último partido en la selección italiana. Con el aporte del fútbol argentino, Italia se consagraba campeón por primera vez. Francia 1938 El mundo en 1938 Lejos de la euforia y la alegría que despierta un Mundial de fútbol, 1938 fue uno de los años más sombríos y angustiantes que se recuerden en este siglo. Es que mientras España se desgarraba en una guerra civil que se inclinaba poco a poco a favor de los rebeldes falangistas, Austria pasaba a ser una provincia de la Alemania nazi y en Munich se sellaba la suerte de Checoslovaquia: todo ello desembocaría en la Segunda Guerra Mundial, que comenzarla el año siguiente. En España las tropas del general Francisco Franco reconquistaban Teruel, el 22 de febrero, y tras resistir la ofensiva de la república, cuyos efectivos habían cruzado el Ebro, los obligaron a volver tras el río. El 23 de diciembre Franco iniciaba la ofensiva final contra Cataluña. En Munich, Inglaterra, Francia, Italia y Alemania decidían la suerte de Checoslovaquia sin su participación. Las demandas alemanas fueron aceptadas casi por completo y los checos perdieron los Sudetes. Cuando la Cámara de los Comunes británica aprobó días después los acuerdos Munich, el enviado checo, Jan Masaryk, dijo a Chamberlain, primer ministro inglés, y a Lord Halifax, su canciller: “Si ustedes han sacrificado a mi patria para la paz del mundo, soy el primero en aprobar su conducta. Pero si no es así, Dios tenga piedad de vuestras almas”. En América Latina, en cambio, todo parecía diferente. El 8 de enero, los presidentes de Argentina y Brasil, Agustín Justo y Getulio Vargas, inauguraban el puente internacional sobre el río Uruguay, que unía ambos países. En Julio, Paraguay y Bolivia firmaban un tratado de amistad y limites definitivo, como colofón de la Guerra del Chaco. Argentina y Uruguay tuvieron nuevos presidentes: en Buenos Aires asumía Roberto Ortíz, un civil en una etapa de militares autoritarios, calificada como la "década infame". En el Uruguay llegaba al poder Alfredo Baldomir, quien junto a Juan José de Amezaga -que lo sucedería harían retornar la tradicional democracia uruguaya, mellada antes por el totalitarismo de Gabriel Terra. En México, Lázaro Cárdenas seguía con sus reformas radicales, y mientras se aceleraba el proceso de distribución de las tierras y de nacionalizaciones, se creaba el Partido Revolucionario Mexicano (PRI). En Chile iniciaba su mandato Pedro Aguirre Cerda, quien crearía el “CORFO”, una organización para el desarrollo que favorecería la industrialización del país. Y en el campo de los descubrimientos, Hahn y Strassrnan se asomaban por primera vez a la fisión nuclear artificial, mientras que Schlack y Carother se convertían en los padres de un invento que cambiaría al mundo: el nylon. El “Bí” de los italianos El Mundial de Francia se jugó del 4 al 19 de junio. Estos fueron sus 15 participantes: Italia (clasificada por ser el último campeón), Francia (país organizador), Bélgica, Brasil, Checoslovaquia, Cuba, Alemania, Indias Holandesas (hoy seria Indonesia), Noruega, Holanda, Polonia, Rumania, Suecia, Suiza y Hungría. Austria, clasificada para la fase final, se retiró antes de la competencia tras el "Anschluss", la anexión a la Alemania nazi. En el congreso de agosto de 1936, en Berlín, en ocasión de los Juegos Olímpicos, la FIFA asignó la tercera edición del Mundial a Francia en homenaje a sus dirigentes Robert Guerin, Jules Rimet y Henri Delaunay. Rechazada la tímida candidatura argentina y la propuesta de Rimet de dividir el económico entre Francia, Bélgica y Holanda, el Comité Ejecutivo de la FIFA impuso a la federación francesa llevar a 65.000 personas la capacidad del estadio de Colombes, a 35.000 la del Parque de los Príncipes y construir nuevos escenarios en otras ocho ciudades destinadas a ser sedes del Mundial. Por primera vez, en la ocasión se introdujo la fórmula del "ingreso por derecho", es decir el del último campeón, en este caso Italia, en el torneo siguiente, sin tener que pasar por la etapa clasificatoria. El mismo derecho le correspondió al país organizador. Otros 34 países se enfrentaron en eliminatorias divididos en 12 grupos, que produjeron 14 finalistas, además de los dos admitidos por derecho. No se inscribieron los equipos británicos, (continuaban con su aislamiento en contra de la FIFA), Uruguay (todavía como represalia por el boicot europeo a la primera edición del 1930), Argentina (como reacción por haber sido rechazada la candidatura de país organizador y por diferencias con la federación brasileña) y España (en plena guerra civil). Se retiraron después de haberse inscripto Estados Unidos, Colombia, Costa Rica, México, El Salvador, Surinam y Japón. La situación política europea estaba plena de contrastes, que en un breve lapso desencadenarían en la Segunda Guerra. El 5 de marzo se formaron las parejas para la fase final (fue la segunda y última vez que la Copa Jules Rimet utilizó el método de la eliminación directa en primera ronda) y una semana más tarde, el 11 de marzo, las tropas alemanas entraron en Austria, anexándola al Tercer Reich. Un mes después, el 13 de abril, a dos meses del comienzo del Mundial, Austria, como Alemania ya había ganado la clasificación, comunicó su forzada renuncia a la Copa Rimet. Hitler, que sabía de la importancia propagandística del deporte (sobre lo cual tenia una fresca confirmación por los Juegos Olímpicos del 36 en Berlín) le impuso al director técnico Nerz también una "anexión futbolística" de Austria a la “Gran Alemania”, lo que motivó su renuncia. Fue reemplazado por Seep Herberger, quien convocó a siete jugadores austríacos. Pero el Mundial confirmó que las razones de Estado poco tienen que ver con la técnica. La formación alemana, una especie de síntesis entre la depurada técnica de austríacos y la fuerza tradicional de los alemanes, fue sorprendentemente eliminada por Suiza en el primer turno, tal vez porque los suizos habían asimilado el "catenaccio” impuesto por el técnico austríaco Rappan en el Servette de Ginebra. En sólo dos partidos el fútbol se tomó revancha sobre la política. El primero terminó 1-1 y en el segundo Suiza se impuso 4-2. Los dos se jugaron en el Parque de los Príncipes, en París. También fue sorprendente el éxito de Cuba sobre Rumania, en los partidos jugados en Toulouse. El primero finalizó 3-3 y el segundo 2-1 favorable a los latinoamericanos. Necesitaron ir a tiempo suplementario Brasil-Polonia (6-5) en Estrasburgo, e Italia-Noruega (2-1) en Marsella. El primer partido llevó a la fama al centrodelantero brasileño Leónidas, considerado el mejor antes de Pelé, y al desconocido Ernest Willimowski, quien señaló los cinco goles polacos (5 de junio de 1938). La hazaña sólo sería igualada en 1950 por el uruguayo Juan Schiaffino, autor de cinco de los ocho goles con que su equipo apabulló a Bolivia. Italia, que viajó a este Mundial en medio de tensiones políticas. La selección recibida en el Palazzo Venezia por Mussolini con los jugadores vestidos paramilitarmente, fue a Francia donde tenían asilo y voz los antifascistas italianos. Debió esforzarse en el tiempo suplementario para imponerse a Noruega con un gol de Piola (2-1). Otro de los favoritos, Checoslovaquia, fue al suplementario con Holanda, tras resistir 0 a 0 en los 90 minutos, cayó 3-0 en la media hora final. Hungría y Francia, por su parte, tuvieron un camino más accesible contra Indias Holandesas (6-0), primer equipo asiático presente en un Mundial, y Bélgica (3-1), mientras que Suecia se clasificó directamente al quedar afuera Austria. En Italia se hicieron algunos retoques para los octavos de final. El técnico Vittorio Pozzo reemplazó a Pasinati y Ferraris por Biavati y Colaussi, y puso a Foni en el lugar de Monzeglio, quien parecía intocable porque era compañero del Duce en tenis. De los campeones mundiales de cuatro años atrás sólo quedaban Peppin Meazza y Giovanni Ferrari (en Marsella, había jugador el desplazado Monzeglio, otro sobreviviente del ‘34). En Colombes, París, delante de 61.000 espectadores, una Italia vestida con casaca negra por imposición de Benito Mussolini como venganza a la actitud hostil de los exiliados en Marsella cuando el equipo hizo el saludo fascista, venció a Francia 3-1 con un doblete de Piola. La gran batalla de los cuartos de final se desarrolló en Bordeaux, entre Brasil y Checoslovaquia. Fue un encuentro en donde abundaron los golpes. El árbitro húngaro Hertze debió expulsar a tres jugadores y cinco terminaron en el hospital. El partido finalizó 1-1 y en el tiempo suplementario persistió el resultado. Fue necesaria una repetición dos días después en el mismo escenario. Ganó Brasil 2-1. En los otros cuartos de final, la Hungría de Sarosi se impuso a la Suiza de Rappan (2-0), mientras que la Suecia guiada por Wetterstroen batió a los cubanos (8-0), redimensionados tras su éxito frente a Rumania. En la semifinal de Marsella, Italia se encontró con Brasil, mientas que en París se midieron Suecia y Hungría. Brasil, privado de los talentosos Leónidas y Tim, a quienes Ademar Pimienta les había dado descanso previendo la final, perdió 1-2 y debió jugar por el tercer puesto con Suecia. En París, los magyares sé impusieron fácilmente a los suecos por 5-1. En un tren sin camarotes, partió Italia desde Marsella a París para jugar la final del 19 en Colombes, frente a Hungría, todo un clásico del fútbol europeo. Seguía aun vivo el éxito obtenido por los italianos hacía ocho años en Budapest, en las finales de la Copa Internacional. El partido comenzó con una Italia exitosa: Colaussi abrió el marcador a los 6’, pero Hungria empató enseguida por intermedio de Titkos. A los 16 minutos la velocidad de Piola le permitió aprovechar un pase de Meazza y batir a Szabo: 21. Tres goles en el primer cuarto de hora. Los 60.000 espectadores estaban electrizados. Pozzo, el director técnico italiano, quien había sido expulsado, impartía instrucciones desde la tribuna a su segundo, Burlando. A los 35 minutos, otro gol italiano: Colaussi, otra vez aprovechando un pase de Meazza. La reacción húngara no se hizo esperar, pero la firme defensa italiana sustentada en Andreolo, más los laterales Foni y Rava, resultó impenetrable aún para Zsengeller y sus compañeros. Sólo Sarosi pudo conseguir el milagro del descuento. Pero allí estaba Piola para poner el 4-2 definitivo con el cual Italia se coronó bicampeón mundial. La supremacía del fútbol italiano, con innegable presencia del talento argentino, en la década del ‘30 quedó establecida. Así termina la primera parte de los Mundiales. La Segunda Guerra Mundial impondría un paréntesis obligado. Doce años después, en Brasil, se reanudaría la historia.