Untitled - Septem Ediciones

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37 horas de mayo
Iván de Santiago
37 horas de mayo
37 horas de mayo
E-Septem
© 2014 Iván de Santiago
© de esta edición: Septem Ediciones, S.L., Oviedo, 2014
e-mail: info@septemediciones.com
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Diseño cubierta: Pedro Luis Gómez (Nené)
Compaginación: M&R Studio
ISBN: 978-84-16053-10-0
Disponible en www.casadellibro.com
“Then came the churches,
Then came the schools,
Them came the lawyers …
Then came the rules”
(Telegraph Road)
“ (…) pongo en juego mi vida y pierdo y luego,
vuelvo a empezar sin vida otra partida,
perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido y sigo
… y juego”
(“Donde pongo la vida pongo el fuego”
Ángel González)
El punto jonbar
La primera ucronía fue escrita por Tito Livio en uno de los capítulos
de su “Historia de Roma“, en el que relata una hipotética guerra entre el
imperio de Alejandro Magno y Roma. Siempre resulta apasionante pensar
“qué hubiera pasado si….”, una historia alternativa si en algún punto el
pasado hubiera sucedido de forma diferente, provocando una cascada de
consecuencias inmensurables. Ese momento o acontecimiento que separa
la realidad histórica de la ucronía se denomina “Punto Jonbar”. ¿Qué
hubiera pasado si el cristianismo no se hubiera impuesto en Europa?; ¿qué
hubiera pasado si no se hubiera tomado la Bastilla?; ¿qué hubiera pasado
si hubieran sido los mexicas los que descubrieran la península ibérica…?
Y en lo que concierne a esta novela: ¿qué hubiera pasado en España si el
23F hubiera tenido éxito?
Iván de Santiago ha escrito una novela con plena conciencia de que
el pasado es un país donde todo se haya en constante cambio. Y acierta
al formular sus preguntas, ya que las actuales no son exactamente las
mismas que se podían hacer treinta años atrás. Para permanecer vívida, la
historia debe ser permanentemente escrita, y nuestro autor, partiendo de
un episodio como el asalto al Banco Central de Barcelona, elabora una
ingeniosa trama en la que, con las dosis justas de intensidad, concisión y
suspense, nos propone una lectura paralela a la narración oficial —que,
no olvidemos, no deja de ser otro cuento escrito por diversas miradas,
contaminadas por sus emociones e intereses—. Oficiales golpistas, deudas
de honor, traiciones y ardides, abogados en apuros, cierta épica y cierta
fatalidad, documentos que podrían cambiar el devenir de España. Y una
historia de amor, cómo no, porque, como decía Knut Hamsun, una novela
que no habla de amor no sabe de lo que habla.
En cada línea de este libro se adivina la vocación de Iván de Santiago, la
decisión de dedicar las mejores horas del día a producir algo que no suele
ameritar éxito, dinero o reconocimiento. El apremio de crear una obra
con un estilo propio, de frases limpias, que husmea en un puzzle histórico
que en apariencia es ya un todo, pero que le basta una o dos piezas mal
encajadas para insinuar que nada es completamente seguro.
Instálense pues en el Punto Jonbar, ese aleph donde la historia desborda
los estrictos márgenes de la ortodoxia, y gracias al sortilegio de la literatura,
se vuelve otra realidad viva, agitada, y lo más inquietante, verosímil. Iván
de Santiago oficiará para ustedes un relato que les sumirá en la duda, y
ya saben lo que decía Trotsky, otro enamorado de los procesos históricos:
cuando una balanza está inestable, el más pequeño peso, decide.
Ignacio del Valle, Madrid, 2014.
Nota del autor
Lo que tienen en sus manos es una historia de ficción. Cualquier fecha,
dato, lugar o nombre propio que pueda parecerse a la realidad, es pura
coincidencia. Los nombres y los lugares pueden guardar alguna similitud
con algunos que ustedes conozcan, pero solamente lo harán por la malévola
intención del autor de sumirles en una confusa amalgama de realidad y
ficción.
No se dejen llevar por ella. Al concluir las páginas que ahora comienzan
han de saber que han leído un relato ficticio y que ninguno de los citados
ha participado en modo alguno en los hechos que se les atribuyen.
De ustedes depende saber diferenciar lo real y lo soñado.
Y cuando lean la última de las líneas, no lo duden: lo habrán soñado
de principio a fin.
Cada uno es el único responsable de sus sueños.
Parte primera
De vez en cuando, la vida
(Mario Noel Rodríguez)
1
Oviedo, 16 de agosto de 2011.
Era un día caluroso. Un día caluroso en Asturias, en pleno verano, era
el equivalente a una mañana plomiza, en la que el sol luchaba tenazmente
con las nubes por abrirse paso, acaso mínimamente. Es una lucha desigual,
en la que el sol ha de saberse condenado a perder, y se conforma, con
un mohín de desagrado, con desprender su calor, atravesando las masas
nebulosas que, en esa tierra tras las montañas, se saben dueñas del paisaje.
Es decir, el verano típico asturiano. Un día sin sol pero con calor. Ese calor
húmedo y pegadizo de las novelas de Tenesse Williams, del Sur de EEUU, de
aquel Vietnam de las historias de guerra, de tantos sitios del mundo en los
que la humedad del mar se adentra muchos kilómetros en tierra. De tierras
que se han ido robando al mar, que rebelde, sigue dejando su huella en ellas.
David del Valle acababa de llegar a su despacho de abogados hacía no
más de una hora. Aquella era, sin duda, la peor fecha del año: el primer
día después de vacaciones. El día en que uno se quitaba las bermudas y
volvía a hacerse el nudo de la corbata, comprobando que los excesos del
verano se notaban en la cintura de los pantalones.
David saludó a una de las secretarias del despacho, comentó con ella
las vacaciones, se contaron dónde habían estado y qué habían hecho y
se tomaron un café juntos hasta que el teléfono, ese aguafiestas enemigo
acérrimo de las conversaciones distendidas, les interrumpió. Algún cliente
[ 12 ]
había recordado que David se reincorporaba ese día y quería algo tan urgente
que no podía esperar siquiera a aquel primer café. Una cuestión tan urgente
que sin duda se le había ocurrido en ese momento, y sin duda podría haber
esperado semanas, o meses, pero que necesitaba inaplazable consejo legal.
Y ese motivo era suficiente para perturbar a un hombre en su primer día
postvacacional.
David atendió al cliente con ligero desagrado, pero cumplió con su
primera obligación post-estival. Le informó de lo que debía hacer si no quería
exponerse a que le demandaran y colgó el teléfono pensando que aún le
quedaban 350 días por delante para poder volver a apagar el teléfono móvil y
desconectar el correo electrónico. Para volver a sentirse libre. Aunque, a estas
alturas de la vida, quizá soñemos con la libertad pero no estemos dispuestos
a aceptarla en nuestra alcoba en caso de que quisiera permanecer, aunque
fuera una sola noche. Quizá la libertad sea preciosa como idea abstracta, y
se vea constantemente rechazada cada vez que aterriza en un alfeizar.
Encendió el ordenador. Se quitó la corbata. Consideraba que nadie tendría
la osadía de ir a visitarle el primer día de trabajo. El mes de agosto es inhábil
judicialmente, y una cosa es que uno se reincorpore para hacer lo que quedó
pendiente y aquello que, durante el año no ha encontrado tiempo de atender,
y otra muy distinta que el cliente —ese bien cotizado en la crisis más grande
que el humano moderno haya conocido— pueda pensar que todo el monte
es orégano y que pueda plantarse allí a contar problemas a quien aún tenía
su mente, únicamente, en las enormes extensiones de arena que se ubican
junto al faro de Trafalgar.
Se dispuso a contestar correos electrónicos, esos que no tenían tanta
urgencia como para ser atendidos desde la Blackberry durante las vacaciones
o que requerían una respuesta más allá de un simple “Ok” o una contestación
de trámite que postergase el problema. Allí los encontró, en negrita en su
servidor de entrada, aguardando a que un hombre concentrado, alejado de
la paz que da el Océano Atlántico sobre la costa de Cádiz, les prestase la
atención que requerían. Solicitud de consejo de aquel que había decidido,
durante las vacaciones, que no aguantaba más a su mujer; esposas que habían
comprendido que no debían malgastar más su vida al lado de aquel individuo
que nada les aportaba; dueños de inmuebles a quienes el inquilino no pagaba
la renta; empresas incapaces de atender las nóminas de sus empleados, y
hasta una artista que había discutido con su representante por privarla de
una importante cantidad de royalties.
Índice
El punto jonbar........................................................................................................ 7
Nota del autor......................................................................................................... 9
Parte primera
De vez en cuando, la vida (Mario Noel Rodríguez)................................... 11
Parte segunda
Mi nombre es legión (Evangelio de San Marcos, capítulo 5, versículo 9)......49
Parte tercera
Dios no juega a los dados (Albert Einstein)................................................ 87
Parte cuarta
El amor es como El Quijote. Solamente recobra la cordura para morir
(Jacinto Benavente)....................................................................................... 129
Parte quinta
No llores por un mundo que lucha. Lucha por un mundo que llora.... 167
Parte sexta
“Si vis pacem, Para bellum” (Flavio Vecegio Renato).................................. 205
Parte séptima
“Soy falso… Pero sinceramente falso” (Gabrielle D´ Annunzio)........... 229
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