ISAAC ASIMOV La Enciclopedia Galáctica mantenía las persianas bajadas. Se levantaba temprano e inmediatamente se embarcaba en lo que más amaba: trabajar de diez a doce horas al día frente a la máquina de escribir. Escritor compulsivo, tenía una razón por la que trabajaba tan duro, razón que tenía poco que ver con la fama o el dinero. «Sigo demostrándole a mi padre que no soy un folyack», un vago. Podía ser arrogante con respecto a su trabajo y a sus habilidades naturales y nunca ocultó el hecho de que se consideraba un prodigio. También era sensible y considerado, y en más de una ocasión ayudó a otros escritores a investigar para sus historias. Fue acusado de utilizar personajes estereotipados en sus historias, y a veces lo hacía. Pero también creó a Bayta de la serie de la Fundación, al Mulo, a Elijah Baley, a R. Daneel Olivaw, y a la fría robopsicóloga Susan Calvin. No destacaba por la emotividad de sus historias, pero, entonces, ¿cómo explicar «El niño feo» y «El hombre del bicentenario»? Una de sus grandes contribuciones a la ciencia ficción fue la creación del universo exclusivamente humano, y hubo críticos que supusieron que no era capaz de crear alienígenas. Demostró que se equivocaban con Los propios dioses. El secreto del éxito de su ciencia ficción no radicaba sólo en la enormidad de sus despliegues, sino en la interacción de ideas y filosofías. Si el género tiene algún valor, aparte del de simple entretenimiento, es ése, y Asimov fue su máximo exponente. Abandonó la Universidad de Boston, convencido de que le gustaba más escribir que enseñar. En lugar de enseñar a un aula llena de estudiantes, enseñó a un mundo lleno de ellos. Asimov y sus historias de robots iban a convertirse en la inspiración de muchos de los actuales «genios de la informática» y científicos que trabajan en robótica. Era brillante, arrogante y pagado de sí mismo, y probablemente -como afirmaban algunos críticos- creó la imagen bulliciosa del «buen doctor» como tapadera de sus inseguridades interiores. Pero como diría su madre, denúncieme... Una gran parte de su autobiografía está dedicada a hacer dinero. No había duda de que era un Autor Muy Rico, pero el dinero era una forma de aplauso, no tenía un uso real para él. No tenía yates ni mansiones, y, cuando se le presionaba, no se le ocurría nada que quisiera realmente porque ya tenía todo lo necesario: una máquina de escribir y una habitación tranquila donde usarla. Quizá lo más importante que se puede decir de él es que no es sólo la comunidad de la ciencia ficción la que lamenta su pérdida. Es el mundo. 18