El hundimiento del “Samurai de Hierro”. El naufragio del Yamato en su aniversario Publicado por Javier Noriega el abr 8, 2015 Compartir El Yamato, símbolo de poder naval que proporciona a nuestros oficiales y marineros por igual, un profundo sentido de confianza en su armada». Shigeru Fukudome, jefe de la Sección de Operaciones del Estado Mayor de la Armada Imperial Japonesa. Columna de humo de la explosión del Yamato a las 14.27 del 7 de Abril de 1945 Tal día como ayer, en la madrugada del 7 de abril de 1945, hace justo 70 años, la tripulación del Yamato ya se encontraba en sus puestos de combate completamente listos para enfrentarse al mayor temor que tenían comprobado hundían sus barcos; el de los bombarderos en picado y los torpederos navales americanos. A las 14.23, precisamente en estos mismos instantes en el que publicamos este post, el acorazado Yamato desaparecía sumergiéndose entre las aguas. Dejaba de ser una de las más poderosas naves de guerra de todo el Pacífico, para convertirse en pecio. En estos mismos instantes, pasado el mediodía y hace 70 años atrás, aquel inmenso acorazado se arrastraba hasta el fondo marino para quedar depositado en el lecho marino para siempre jamás. La historia de su hundimiento, si no la conocen, es toda una epopeya. Increíble su resistencia. Su caída. Esta es su historia. El Yamato, ya herido de muerte, obsérvese que se hunde por la popa en su última estela La primera aeronave aliada contactó con la Fuerza Especial de Ataque de Superficie a las 08:23 y poco después llegaron dos hidroaviones para comprobar la señal. El pájaro había encontrado al dragón. Bingo. Sobre las 12:30, 280 aviones bombarderos y torpederos llegaban furiosos sobre la formación japonesa, en donde el Yamato actúa como columna vertebral de defensa. Una imagen de película. El primer avión se precipitó a atacarlo a las 12:37. A las 12:45 haría impacto un único torpedo en la parte delantera a babor del Yamato, conmocionando a todo el navío. El ataque finalizó a las 12:47, dejando al acorazado con una terrible escora de 5-6° a babor que quedó en sólo 1° gracias a la contra inundación y que sería el principio del fin. Una de las salas de calderas seria deshabilitada, reduciendo ligeramente la velocidad del acorazado, y el fuego terrible de metralla sobre la cubierta había incapacitado a muchos operadores de los cañones antiaéreos de 25 mm, los principales valedores y defensores eficaces en ese momento del buque. Sin ellos, la nave comenzaría su lenta agonía, el paraguas que la protegía de aquellos pajáros de acero que arrojaban bombas y torpedos estaba menguando. El segundo ataque dio comienzo justo antes de las 13:00 y sería el definito. Foto aérea del Yamato en la batalla naval del golfod e Leyte. Se puede apreciar uno de los impactos en la cubierta de una de las bombas de las aeronaves norteamericanas Otra de las fotos de detalle del momento de la explosión y columna de humo que hirió mortalmente al Yamato En una ofensiva coordinada, bombarderos en picado sobrevolaron la zona a gran altura para comenzar sus pasadas, mientras los torpederos se aproximaban por todas direcciones justo al nivel del mar, era la forma de zafar y cazar a aquel monstruo marino con eficacia certera. Atacado por todos los lados, y con la sala del timón ya bajo el agua, el barco perdió toda maniobrabilidad y quedó desahuciado para siempre con un desesperante y eterno giro a estribor, cuestión por otro lado que también que tubo que sufrir el Mushashi, su gemelo, en el momento de su hundimiento un año atrás. Es curioso. El golpe de gracia del destino de las dos moles de acero, los dos buques insignias más famosos de toda la Segunda Guerra Mundial, tanto el Bismarck, como el Yamato, quedaban abandonados a su suerte y naufragarían para siempre, por la ingobernabilidad del buque en el momento de la incapacitación de gobierno y maniobralidad. Una “danza de la muerte”, esa circular, y en este caso a babor, que metafóricamente podemos ver como sus últimos momentos en la superficie marina. Minutos antes de entrar para siempre el el Reino de Tanathos y de Poseidón. Un mundo frío y oscuro bajo el azul del mar. Fotografía áerea de los últimos momentos del Yamato, en maniobra evasiva A las 14:02 se dio la tardía orden de abandonar el barco. Los incendios ardían sin control en varias secciones del navío y las alarmas de incendios comenzaron a sonar en el puente advirtiendo de las temperaturas críticas en los almacenes de municiones de las torretas llegaban a temperaturas insoportables. Los testimonios que han legado algunos de los pocos marinos supervivientes son esclarecedores. Almacenes que estaban hasta los topes de munición, ya que en aquellos días aciagos de los últimos meses de guerra, aquella operación a mar abierto seria la ultima que realizaría, porque su destino era convertirse en baterias flotantes estáticas. Pasase lo que pasase, la nave debía ser fondeada en un arrecife cercano, para servir de defensa fija. No solo los Kamikazes y su viento divino habitaban en las cabinas de los aviones. Uno de los mayores y más modernos acorazados de la historia terminaría como le ocurrió al viejo Neva ruso, en la defensa de Leningrado en el frente soviético. Pero no quiso guardarle este destino de can cerbero. En su lenta agonía, hacia las 14:20 se extinguió la energía eléctrica y sus baterías de 25 mm comenzaron a caer al mar. Tres minutos después el Yamato volcó. Sus torretas principales de 460 mm se desprendieron de las barbetas, y el volteo del acorazado creó una fuerza de succión que atraía a los tripulantes que intentaban nadar lejos de él. Cuando el giro alcanzó aproximadamente los 120° uno de los dos almacenes de proa detonó en una tremenda explosión. La nube negra con forma de hongo resultante, que llegó a alcanzar los 6 km de altura, se pudo ver en Kyusu, a 160 km de distancia. Ayer nos lo recordaba detalladamente en Twitter el gran e inteligente historiador naval Phil Weir. El Yamato en reparacion del dique seco en la base naval de Kura Impresionante detalle de la replics del Yamato en el puerto y astilleros de Kure. Véase la importante cantidad de piezas de defensa antiaérea. A pesar de esto no fue posible evitar su derrota. Impresionaba 70 años después ver en nuestras pantallas de los smartphones que nos acompañan cada día, aquellas fotografías en blanco y negro de tiempos tan lejanos, a la vez tan cercanos. Era el fin de un símbolo para la cultura militar japonesa. La de uno de sus principales esfuerzos por dominar los mares en plena época contemporánea. En una en la que chocó frontalmente con el sentido pragmático y profesional de la superpotencia que posiblemente a partir de la victoria en esa guerra, alcanzaría el el liderazgo mundial hasta la fecha. Diorama e nos explica la situación exacta del naufragio del Yamato en el lecho marino en la actualidad A las 12.23 aproximadamente el Yamato se hundió rápidamente llevándose consigo la vida de unos 2055 hombres de una tripulación de 2332, incluido el vicealmirante Ito, comandante de la flota que moría con su barco, como mandan los antiguos canones en las marinas de guerra. Precisamente a esa misma hora, y de forma simbólica, 70 años después, publicamos en espejo de navegantes esta historia para servir de recordatorio de la historia. Dicen que recordar es vivir dos veces, en el post de hoy analizaremos su hundimiento, su símbolo y especialmente lo que hacemos en espejo. Su naufragio y condición de yacimiento arqueológico submarino. En este caso, y en atención de los héroes que murieron en heroico acto de valor. También como tumba de guerra. Recuerdo nostálgico del “Samurai de hierro” Es curioso, en el 2005, el director de cine Toei estrenó la película Yamato, de 143 minutos de duración y basada en un libro de Jun Henmi, para conmemorar el 60.º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Desconozco si seria el mismo día y a la misma de su hundimiento, como nos permitimos hoy hacer en espejo de navegantes, pero lo que si sabemos, es que la película fue todo un éxito de taquilla y sobre todo de crítica. La película, a los que gusten del cine bélico, no tiene desperdicio y magníficamente asesorados desde un punto de vista histórico, recrea los últimos momentos de este símbolo de la industria militar japonés. Y lo hace de una manera muy cercana, y sobre todo, gracias a los impresionantes efectos especiales, de una manera muy real. Japón se apunta y en este sentido recordamos el recién post de Jesus Calero, aquí en espejo de navegantes, sobre cine y memoria naval. Poderoso y evocador recuerdo que sirve para hacer películas sobre capitanes de mar y de guerra, almirantes holandeses, y en este caso marinos de la armada Imperial japonesa. Y el cine japonés lo hace magistralmente sobre uno de sus más recientes e imponentes hechos históricos y navales, que no necesariamente tiene que apuntalarse en siglos de antigüedad. La valentía parece que no tiene edad ni fronteras. Y el homenaje que Toei realiza al Yamato queda registrado en esa memoria visual tan importante que es el cine, además de servir para sensibilizar y dar a conocer al ciudadano su historia. Incluso la conocida marca de modélismo japonés, Tamiya, lanzó una edición especial de modelos a escala del acorazado en conjunción con el estreno de la película Basada en el libro Yamato de Jun Hemi, el filme es una historia sobre los marinos a bordo y los conceptos del honor y el deber. El largometraje fue exhibido en más de 290 salas de cine de Japón, recaudando en poco tiempo más de seis milones de yenes. Un símbolo, Un concepto anticuado para una guerra moderna Japón se preparaba, como su bandera, a forjar un nuevo amanecer en la geopolítica mundial y en esto de la hegemonía de los mares, sus principales centinelas y estandartes, así como esfuerzos, se concentrarían en sus acorazados. El Yamato, su principal exponente junto a su hermano gemelo. El Mushashi. Con estas dos moles acorazadas, el país del sol naciente hacia un gran esfuerzo para asegurarse de que su construcción se realizase bajo total secreto y así prevenir que la inteligencia estadounidense supieran de su existencia y especificaciones. Y esto se debía a una cuestión muy sencilla. Su estrategia se basaba en el poderío de los cañones que portarían sus dos acorazados. La artillería más potente de toda la Segunda Guerra Mundial. Y es curioso, llegaban tarde y no lo sabían. El concepto de disponer como eje vital de su estrategia a llegar mas lejos y más potente en su golpe de cañón, llevaría parejo un esfuerzo de diseño y construcción sin parangón, que si tenemos en cuenta los resultados, no tendría efecto. Las doctrinas navales comenzarían la guerra ancladas aún con el lejano retumbar de los cañones de las míticas batallas navales de Jutlandia y Port Arthur. Con esas enseñanzas navales, se enseñaría en las academias militares Navales a los futuros oficiales de la Armada imperial. Y junto a esas enseñanzas, que resultarían estáticas en un mundo de cambios (y en donde la fuerza aeronaval se alzaría como verdadero vector determinante en la guerra del Pacífico), junto a las doctrinas teóricas, iba paralelo a la construcción de sus armas definitivas. Como parte del secreto, los japoneses se referían a su armamento como cañones de 406 mm, y no fue hasta el fin de la guerra cuando se supo el verdadero desplazamiento y calibre de las armas de esta clase de acorazados, de la que el Yamato fue el líder. Algunos aún se preguntan como los japoneses no repitieron las tácticas de acoso al comercio, que Dönitz hizo célebre con sus lobos grises, pero que en el caso de los acorazados, como el Graf Spee, llegaban hasta las postrimerías del Sur de América. Desde luego en el pacífico no había poortaviones suficientes para controlar la inmesidad de unocéano que era mucho mayor que el Atlántico. En suma, y sin poder volver atrás a la historia, la ceremonia de la botadura del Yamato, fue más austera de lo habitual, porque los japoneses continuaban ocultando las características de su acorazado. En silencio, y saliendo de su puerto y base matriz en silencio, aquella maquina de guerra comenzaba a realizar sus primeras travesías de adiestramiento y verificación. Y lo hacia a toda prisa. La guerra imponía su salida meses antes de lo previsto. Preciosa fotografía de maniobra evasiva del Mushashi. Los dos acorazados gemelos en maniobras. El Mushashi se diferenciaba respecto al Yamato en una sola cuestión. Mayor capacidad de baterias antiaéreas Una semana después de Pearl Harbour… Todo tiene un porque.. La inteligencia y sus ingenieros partían de una base bien clara, reconocer que Japón no podría competir con la producción de los astilleros de los Estados Unidos una vez estallara la guerra, por lo que diseñaron a los buques de la clase Yamato para ser capaces de enfrentar numerosos tipos de buques enemigos al mismo tiempo. Los acorazados desplazaron cada uno 70 000 toneladas y se esperaba que su enorme potencia de fuego compensara la mayor capacidad de producción naval estadounidense. Se demostraría que no fue así. Incluso la metáfora del enjambre de aviones navales americanos, fruto de las cadenas de montaje norteamericanas, serían su verso final. Pero eso sería unos años después en nuestra historia. En aquellos momentos de preparación y temerosos de que los Estados Unidos supieran de las especificaciones del acorazado, los japoneses cubrieron con un pabellón una parte de la grada para ocultarlo. La batería principal del Yamato consistió en nueve cañones de 460 mm, el mayor calibre de artillería naval jamás montado en un buque de guerra. Nombrado en honor de la antigua provincia japonesa de Yamato, el barco fue puesto en grada el 4 de noviembre de 1937 y entregado formalmente una semana después del ataque japonés a Pearl Harbor 1941. El principal rival marítimo de America en el Pacifico al poco tiempo seria bautizado por las tripulaciones de los cruceros y destructores estacionados en el Pacífico Sur como «Hotel Yamato». La historia de este particular hotel seria curiosa. Planimetria naval de los ingenieros de la Armada Imoerial Japonesa. En el caso del Yamato su construcción fue una operación titánica del Imperio. En su clase se depositaban las esperanzas de futuro La historia “hotel Yamato”. El acorazado testigo del ocaso A lo largo de 1942 actuó como buque insignia de la Flota combinada japonesa, y en junio de 1942 el almirante Yamamoto tuvo el honor de dirigir desde su puente la desastrosa batalla de Midway. Es curioso porque el Yamato seria testigo, como no lo pudo ser en Pearl Harbour de la victoria, del inicio del fin, del primer paso para la pérdida de la hegemonía Imperial sobre el Pacífico. La desastrosa derrota para la fuerza de portaaviones de Japón, con cuatro portaaviones hundidos y 332 aviones destruidos, inclinaría estratégicamente y para siempre la balanza de la estrategia en la guerra entre Estados Unidos y el imperio del sol naciente. Y curiosamente en esta batalla. Los acorazados no pudieron hacer sencillamente nada. A un buen observador que podría abstraerse del momento, con el tiempo se vería más fácil, darse cuenta que los verdaderos protagonistas, como decíamos antes eran las impresionantes operaciones aeronavales y la inteligencia de los estrategas de dichas operaciones. La batalla de la mar, se ganaba por el aire. Y es precisamente por esto. Por la terrible derrota que vino del aire, lo que condicionaría la nueva configuración del acorazado. También la muerte del mito del Bismarck en Europa, con su toque mortal por los torpedos de los Swordfish del Ark Royal Británico sobre el buque insignia alemán, lo que incidiría, junto con el desarrollo de la guerra, de incluir mejoras en el blindaje de sus torretas antiaéreas (comenzaría con un número de 25 para terminar con un total que sumaba los dos centenares) y en los controles del timón. Posteriormente y casi de forma anecdótica, gracias a su gran capacidad de almacenamiento y su grueso blindaje de protección, el Yamato y el Musashi fueron empleados como barcos de transporte. Les ocurría, en este tablero de ajedrez que suponía los mares, como a la partida del almirante Lutjens en el teatro bélico Europeo. Eran tan poderosos, pero a la vez tan frágiles aquellos acorazados, que había que moverlos con suma prudencia. Y con esta prudencia nunca se ganan guerras, y digo esto, porque en el caso del Yamato, tras el impresionante esfuerzo que supuso su construcción, apenas, como veremos entraría en combate, principalmente ante el miedo a perderse. Fotomosaico de la victoria estratégica norteamericana por excelencia; Midway. Sus repercusiones fueron el salto adelante del ejército estadounidense Fruto de su fragilidad, el ejemplo de un encuentro de combate. En esta ocasión con el submarino norteamericano Skate, que disparó una salva de cuatro torpedos al Yamato y uno le hizo impacto a estribor cerca de la popa. La consecuencia, la apertura un agujero de 25 metros de ancho en su casco, destrozando la unión entre los cinturones acorazados superior e inferior. Increíblemente, y es una de las cosas que mas impresiona en comparación con los teatros europeos navales, la reparación del Yamato fue rapidísima. Hacia falta que entrase urgentemente en acción y los ingenieros japoneses conseguirían sacarlo del dique seco en tiempo récord. Y tras esto, rápidamente para la batalla del mar de Filipnas, donde el Yamato, de nuevo, no participaría en la misma. La única ocasión en que disparó sus armas principales a objetivos de superficie enemigos fue en octubre de 1944, cuando lo enviaron a atacar a las fuerzas estadounidenses que invadieron las islas Filipnas durante la batalla de la impresionante batalla del Golfo de Leyte. Que junto con Truk y Scapa Flow, sea posiblemente uno de los mayores cementerios marinos del mundo de las flotas de guerra noretamericana y japonesa. Imagen de la batalla de Midway. La gran victoria norteamericana que serviría como punto de inflexión en el Pacífico. Al final de la guerra y en un desesperado intento para frenar el avance aliado, el Yamato fue enviado a la isla de Okinawa con la misión de intentar protegerla de la invasión y combatir hasta el final. Por esas alturas de la guerra ya se habían convertido en experimentados y veteranos combatientes, sorprendiendo incluso algunos detalles en donde se ve el desarrollo de la guerra. De manera taxativa se prohíbe y se eliminan casi todos los elementos inflamables del acorazado, incluyendo linóleo, ropa de cama y colchones. Las pinturas inflamables recibieron una nueva capa de silicona, y se instalaron bombas portátiles y aparatos de lucha contra incendios adicionales. Los incendios, debido a las bombas de penetracion e incendiarias hacían estragos en las cubiertas en los momentos en los que la alcanzaban. Y es curioso, como siempre en pequeños detalles, que en un principio se pasan por alto, determinantes para la victoria. Si la inteligencia británica, con la invención y el desarrollo del soñar y el radar, fue capaz de resolver el principal problema que tenían los aliados cuando los u-boote, con sus hundimientos asolaban los mares y la economía Inglesa, la ingeniería japonesa no supo actuar sobre algo premonitorio y básico. Lo que hoy en día se llaman “eyes”. La capacidad de ver, para adelantarse, proyectar y desarrollar una estrategia en un teatro bélico como es la mar. Pues bien, la mala calidad de los radares navales japoneses durante la Segunda Guerra Mundial provocó que sólo pudieran detectar grandes formaciones de aeronaves. Los pequeños grupos eran normalmente detectados cuando se encontraban a la vista, y esto fue uno, de muchos, de los jaques a los que se vería sometido la armada imperial. La ultima operación del Yamato. El canto del cisne No había más remedio que recurrir al subterfugio y al engaño para acercar a los acorazados, con sus supuesto fuego certero a corta distancia, del paraguas aéreo norteamericano. Y así, que con los tiznes procedentes del carbón de sus chimeneas, como si se tratase de una pintura de guerra, tuvieron que preparar al Yamato, para lo que sería su última operación en el mundo de los vivos. Tras pintarlo de negro, navegar por la noche por el estrecho de San Bernardino y realizar una operación de engaño, el Yamato por fin pudo. Mostrar toda su potencia de fuego, por primera y ultima vez, en la emboscada que realiza a uno de los numerosos grupos de fuerzas norteamericanos. El Yamato y su escolta, compuesta por el crucero Yahagi y ocho destructores, deberían navegar a isla de Okinawa y, en concierto con unidades kamikaze y del ejército allí basadas, atacar a las fuerzas de los aliados desplegadas en y alrededor de Okinawa. Tras esto. En preparación para esta misión, el Yamato había embarcado toda la munición que era posible el 29 de marzo. Era el ultimo canto del cisne. Y así se acercaron los últimos minutos de su existencia, bombas, metralla y fuego con los que comenzaba este post y que tan bien ilustra esa fotografía en la que se ve como la nave va sumergiendose en su estela funeraria, poco a poco por la popa. Descubrimiento del pecio. La exploración y la cuestión de los 100 años de antigüedad La cuestión sobre los centenares de naufragios ocurridos a lo largo y lo ancho de los mares y los océanos en la contienda de la Segunda Guerra Mundial es apasionante. La controversia sobre su naturaleza jurídica e histórica, entre conceptos de buque de estado, tumba de guerra, yacimientos arqueológicos y sobre todo, naciones perdedoras de una guerra a la cual miran de soslayo sus estados, por no querer cargar sobre sus espaldas determinados hechos que aun hacen mella en su memoria colectiva, es todo un debate. Con todo esto, y con una legislación de la UNESCO específica sobre patrimonio cultural subacuática, de total actualidad en estos momentos con el problema de los Cazatesoros que obtienen licencia y permiso de actuación para exploiar el galeón español San José en Panamá, país firmante de la Convencionde UNESCO. Precisamente es en esta convención, donde se establece un punto de partida curioso para algunos arqueólogos e historiadores. La del límite de cien años para considerarlo como arqueología. 100 años que sirven de frontera para determinar y definir en un campo, en el que se escapan otros interesantes factores, que en ocasiones si tienen en cuenta otras legislaciones maduras y sensibles con este patrimonio arqueológico sumergido que tan importante va a ser para los Estados en los años venideros, y que se basa en una sencilla premisa. Si tiene importancia histórica. Tiene importancia arqueológica y patrimonial. Y sin lugar a dudas estas naves de la Segunda Guerra Mundial, con el paso del tiempo, si no ya, tienen una singular importancia a la hora de proteger su legado de la mano de cazadores de souvenirs en estas naves históricas. Impresionante fotografía submarina en donde se aprecia el símbolo de la Armada Imperial Japonesa grabado en la chapa de la estructura del acorazado de la clase Yamato. El hecho de su importancia histórica, el mero hecho de que tenga una relevante y singular importancia histórica, ya establece y se considera a efectos oportunos que es patrimonio arqueológico. Es decir patrimonio sensible a su mimo, protección, investigación, cuidado y puesta en valor. Acaso ¿no sería patrimonio arqueológico el mítico Bismarck, el legendario Ark Royal, el acorazado España, BAleares o el caso de hoy, el Yamato?. Esta cuestión, apasionante en sí, daría lugar a un intenso debate, sobre el cual ya empieza a existir literatura jurídica e historia. No así, apenas intervenciones arqueológicas como tales. Paradójico especialmente cuando las salas de cines se llenan de gentes para escuchar sus historias. Paradójico, cuando en ocasiones su falta de localización por un lado, y por tanto falta de conocimiento sobre su existencia, hacen desconocer su paradero y sobre todo estado actual de grado de conservación, peligro antrópico e incluso expolio sobre el mismo. Tampoco podemos olvidar, y lo traigo a colación una vez mas, el status de tumba de guerra. Como arqueólogo tengo claro su adscripción como yacimiento arqueológico, por lo tanto susceptible de la máxima protección jurídica como bien patrimonial, como historiador tengo bien claro el concepto de tumba de guerra. Sensibilidad obliga, carga histórica y en este caso, miles de almas atrapadas entre el amasijo de ese hierro que aún permanece en el fondo de la historia. Localizando al Yamato Hasta hace poco, la siempre importantísima investigación documental y archivistica se antoja como fundamental en el estudiod e los naufragios históricos. El uso específico, y más tratándose de estas naves provistas de estas dimensiones, les hacen muy fáciles objetivos de la tecnología más reciente en exploración submarina. Dada la profundidad en la que se encuentra el Yamato, los equipos de teledetcción, magnetometros de última generación, así como los soñar es multibeam, hacen modestamente fácil su localización. Museo del Yamato en Kura, Japón. Donde se explica su hundimiento, el lugar del mismo h especificaciones acerca del acorazado A pesar de las confusas circunstancias que siempre rodean a los hundimientos en momentos de guerra (por otro lado cuando se tratan de pecios singulares, como este del Yamato, con tantísimos testimonios valiosos de sus supervivientes), diversos pecios de buques navales japoneses han sido descubiertos e identificados, con el debido equipo de investigación en torno a estos naufragios. Basándose en los registros estadounidenses de la guerra, una expedición al mar de China Meridional, en 1982 produjo algunos resultados, pero los restos que descubrió no fueron claramente identificados. Una segunda expedición volvió al lugar dos años después, y los registros de foto y vídeo del equipo fueron más tarde confirmados por uno de los diseñadores del acorazado, Shigeru Makino. El estudio de su silueta, decenios después de su hundimiento lo dejaban bien claro. Aquel era el lugar donde reposa el Yamato. El pecio se encuentra a 290 km al sureste de Kyūshū, a 340 m de profundidad y en dos partes principales: una sección de proa que comprende los dos tercios delanteros del buque y una sección separada de popa volteada sobre sí misma. Coinciden con los últimos momentos de su existencia, con las últimos recuerdos de como se encontraba aquel mito antes de su hundimiento. “En mis ratos libres exploro acorazados de la Segunda Guerra Mundial”. Paul Allen, cofundador de Microsoft Y así, entre el famoso director de cine estadounidense James Camerón, que se sumerge al Bismarck para poder grabarlo con total detenimiento, que es por otro lado el motivo por el que haga películas como Avatar, películas que hacen taquilla para poder sufragar su verdadera pasión. La océanografía. Y como este, otro diletante, que en su versión amante de la historia y lo acaecido durante la II guerra mundial, se puede permitir lo que el 95% de los Estados de la tierra ni pueden, ni saben hacer. Localizar pecios en profundidad. “Descanse en paz la tripulación del Musashi, se perdieron 1.023 vidas”, escribió Allen en Twitter. Con empeño e interés se dedició a buscar el gemelo del Yamato, el consabido Mushashi. Y lo localizó. El descubrimiento se produjo tras una búsqueda de ocho años, apoyada a nivel documental por cuatro países, para concluir con; “Es un honor formar parte del descubrimiento de un barco clave en la historia naval y honrar la memoria de los hombres que con increíble valentía sirvieron a bordo”. Quedaba dicho. Y al final a muchos le queda la pregunta si trabajó sobre un yacimiento arqueológcio subacuático o sobre un buque de estado, o simplemente sobre una reliquia militar. El caso es que con su localización, realizó un sentido homenaje a la historia. Y a la valentía de los que sirvieron a bordo, que como hemos podido ver, su hundimiento fue toda una gesta. Su papel en la historia. Películas, monolitos y museos. El valor de ese símbolo sumergido Impresionante maqueta del Yamato, pieza central de una de las salas del Museo que le da nombre. Véase a escala los visitantes que se pueden sentar cómodamente a su alrededor Décadas después de la guerra, y con la importancia histórica y simbólica que hemos podido comprobar en este post, el Yamato fue inmortalizado de varias maneras por los japoneses. Y era de Justicia. Históricamente, la palabra «Yamato» fue usada como un nombre poético para el Japón, por lo que el nombre se convirtió en una metáfora para el final del imperio japonés. Como hemos visto, el inicio y el final de uno periodo lo marca este naufragio que posa sobre el lecho marino. En abril de 1968 se erigió un monumento en forma de torre en el cabo Inutabu, en la prefectura de Kagoshima, para recordar las vidas perdidas en la Operación Ten-Gō, y en buena medida, en una sociedad japonesa que gusta preservar sus tradiciones y sobre todo, honrar su memoria, permitir recordar a sus familiares y marinos muertos en aquella batalla. Junto a las ceremonias que acompañan al recuerdo, Japón también ha sido sensible a materializar su puesta en valor, en lo que siempre las culturas se aposentan su discurso narrativo e histórico. Sus museos. Y así, junto a las películas, monolitos e incluso libros, los estudios de los historiadores, muy destacables los de Garzke y Dulin sobre la materia., En 2005, se abrió el Museo Yamato, cerca del antiguo emplazamiento de los Astilleros Navales de Kure que le vieron nacer. No podía existir mejor lugar. Tantas idas y venidas a lo largo de su vida a lo que se consideraba su casa, su astillero, ahora su museo. Un atractivo, un reclamo mas para el turista, el curioso y el investigador que quiera conocer su historia, muestra de su extraordinaria importancia en la cultura del país del sol naciente. Un momento para la reflexión del pasado, de aquellas moles de acero , de aquella terrible Segunda Guerra Mundial. Memorial y ceremonia de la Marina de los Estados Unidos, en conmemoración de uno de los hundimientos norteamericanos en el Pacífico. Historia, memoria y recuerdo, una simbiosis en las marinas de guerra de los países desarrollados. Compartir Copiado de Espejo de Navegantes, blog de Arqueología naval.