Izquierda socialista: la izquierda como baluarte de la derecha Luis E. Sabini Fernández* Decir “izquierda socialista” sonó a lo largo del siglo XX como una ubicación irreductiblemente antiburguesa que procuraba asimismo diferenciarse de todas las variantes socialistas más o menos de derecha, desde las nacionalistas (simplificadamente los nazis, nacionalsocialistas) hasta los socialdemócratas y el estalinismo. El desgaste de palabras, consignas y políticas permite hoy en día que se autocalifiquen así quienes llegan a hablar de “movilizaciones masivas que desbordaron incluso a las entidades agrarias”, para referirse a la concentración en Palermo de la Argentina de Billiken. Ya el calificativo de entidades agrarias, tan neutro como parece, escamotea su carácter patronal, y mencionar “el masivo acto en Palermo” sin otro calificativo que el de “masivo” para “enterrar el proyecto recaudador del gobierno” y no mencionar en pasaje alguno como se construyò semejante encuentro, entre el cauce mediático principal, la prédica antiKa vaciada de todo otro contenido, la defensa a rajacincha del modelo sojero, es decir del enriquecimiento de los ricos y el empobrecimiento de los pobres, la actitud gorila visceral, rebrotada tras algunas décadas de contenido silencio, el nucleamiento de todo el espectro de la derecha blanca y genocida, significativamente festonada por estos nucleamientos de la izquierda que tanto recuerdan a la Unión Democrática, es también una definición. Cambian los componentes de dicha UD. En los ’40 eran los estalinistas del PC los que se agrupaban en el bando aliado contra Perón (que a su vez tenía sus simpatías fascistas). No sabemos donde andaban entonces los trosquistas de la recién creada Cuarta Internacional. Hoy, en Argentina, el PCA en intenso proceso de desovietización, adhiere a los Ka o al peronismo, y este agrupamiento de la IV Internacional, después de haber pasado –dicha Internacional- por épocas extraterráqueas (con el inefable Posadas) está ahora dentro de la Unión Democrática modelo s. XXI y muy orondos. En su periódico del 23 de julio se preguntan: “¿Fue un triunfo popular o un triunfo de la derecha? Fue un claro triunfo popular porque fundamentalmente alejó el peligro de hacer desaparecer a miles y miles de pequeños y medianos productores.” El papel soporta cualquier cretinada. Ni que decir lo que soporta el adverbio “fundamentalmente”. Si algo ha logrado el nucleamiento en Palermo, la retracción de senadores peronistas o aliados como Cobos, las cuatro organizaciones patronales del campo, la tarea del publicista Huergo y el güiner Grobocopatel, es precisamente acercar el final para los campesinos con poca tierra, porque “el triunfo” sojero significa avanzar en el camino en que se encuentra el agribusiness en Argentina: concentración, expulsión de campesinos y trabajadores rurales, exclusión y marginación, y finalmente, contaminación directa con lo cual no hay población rural que pueda seguir en sus pequeños predios cuando los sojeros van fumigando y matando toda la flora (y la fauna) que no es transgénica y por tanto resistente al herbicida con que inundan el territorio. ¿Cómo se atreven a decir que se aleja el peligro de desaparición de pequeños y medianos productores? ¿Qué es lo que no saben? ¿Aritmética, toxicología, ver, sencillamente ver? ¡Qué triste es tomar partido en un forcejeo por márgenes de rentabilidad entre sectores capitalistas, por parte de quienes se autocalifican de izquierda y socialista! Este miniexamen nada tiene que ver con el gobierno Ka. Quien esto firma no tiene una particular simpatía por el gobierno, que ha sido, con sus torpezas, pero no sólo con ellas, coautor de todo este cuadro de situación. Pero con torpezas, y hasta con histeria recaudadora, el gobierno llegó a ver como problema un proceso que en la última década ningún elenco político siquiera rozaba: la sojización. Aunque no haya llegado a asumir su propia responsabilidad, llegó a nombrar siquiera –tarde y mal- algunos de los verdaderos términos del conflicto. Con lo cual tuvimos que presenciar un pugilato entre quienes aunque usufructuando el “sistema de la soja” procuraban “vivir de él” pero limitarlo y la reacción iracunda de quienes son los usufructuarios de la sojización galopante cada vez más similar, si la juzgamos ambientalmente y no financieramente, a una metástasis. Izquierda socialista ha hecho una ingente labor de diccionario… y aritmética. Califica de “rebelión popular” al restauracionismo oligarca que aplaude la decisión del Senado como otro “1955”. * Miembro del equipo docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, Facultad de Filosofìa y Letras de la Universidad de Buenos Aires, periodista y editor de la revista semestral futuros del planeta, la sociedad y cada uno. Declara que “la gran mayoría de la población” (¿80 %, 90%, 95%?) apoyó la protesta rural, cuando muchos datos y signos nos llevan a pensar que “la opinión pública” se partió al medio. Y esto, tanto en la capital como en pequeñas ciudades de provincia. Peroran sobre la necesidad de la Federación Agraria de “levantar su programa histórico” que es algo así como invitar al Partido Comunista soviético a que rehaga la toma del Palacio de Invierno… Bajo el especioso calificativo de “pequeños productores” nombran a los miembros de la FAA y entienden que son “aliados de la clase obrera”. ¿Pequeños qué? Para la FAA son tales los propietarios de, por ejemplo, 300 ha. Que en la provincia de Buenos Aires cotizan sus predios en cuatro o cinco millones de pesos… Sin decirlo claramente IS propende a la alianza de obreros y millonarios… deberían ser más explícitos. Sostienen, sin ponerse colorados (rojos, por lo visto, menos) que: “Carrió, Macri […] quieren que Cristina remonte y ‘gobierne’ para que sigan los jugosos subsidios […]”. ¿Que Macri y Carrió quieren preservar el gobierno de Cristina? Habría que avisarles. Para que se indignen o carcajeen. Hablan de que “al gobierno no le alcanzó la campaña mentirosa que se venía un golpe, ni las patotas, ni la billetera para comprar legisladores”. Y pregunto: el enérgumeno de De Angeli haciendo de Rey Sol decidiendo por sí y ante sí qué vehículos podían pasar y cuáles no, ¿no patotea? ¿Y los sojeros no tienen dinero para comprar voluntades, cerebros, votos? ¿Es que todos los monjes negros los tienen los gobiernos y las empresas son virgencitas descalzas? De pronto sí, no lo sé, pero pregunto, por la cantidad de guita en juego. Y por los avisos con que las empresas del “país de la soja”, como Monsanto y otras suelen regar semanarios, cotidianos como Crítica, La Nación o Clarín, programas televisivos, audiciones radiales, supermodernas y diz que racionales como las del inefable Mactas o el filosofante Grondona, o progres burgueses como en su momento lo hicieron con Eliaschev y hasta progres socialistas, como también lo llegaron a hacer con Aliverti o López. Tanta bizquera junta es demasiado. Sobre todo, cuando se pretende hablar desde la revolución, la ciencia, el objetivismo o alguno de esos “mandatos históricos” a los que son tan afectos los exégetas de las biblias del socialismo científico…