Arquidiócesis de Monterrey Inicio del año de la Fe 1 REFLEXIONES SOBRE LA FE DESDE LA PORTA FIDEI “La fe se fortalece creyendo”. Esta cita que el Papa nos comparte nos puede ayudar a comprender el sentido del año de la fe: ejercitarnos en el acto de creer, pues sólo así se fortalecerá nuestra fe. Así como a caminar se aprende caminando, y a amar se aprende amando; de la misma manera, este año hemos de crecer en nuestra fe, creyendo. ¿Cómo ejercitarnos en la fe? La siguiente reflexión pretende ayudarnos a profundizar en el camino que hemos de seguir este año para alcanzar a fortalecer nuestra fe. La fe es un don que sólo hace posible Dios La experiencia de fe sólo es posible porque Dios abrió la puerta de la fe para que el hombre pudiera acceder a la Vida Eterna. Es la puerta de la fe a la que hace alusión Pedro cuando ve que el Espíritu Santo desciende sobre los paganos. En esa ocasión, al regresar de su misión, Pedro comparte con su comunidad cómo Dios había actuado a través de ellos y cómo había abierto a los paganos la puerta de la fe (Hch 14,27). La puerta de la fe, es una experiencia de gratuidad por parte de Dios hacia el hombre. Es la experiencia de ser amados gratuita e incondicionalmente. Esta puerta no se puede abrir con nuestros sacrificios imperfectos o con el cumplimiento de una Ley; es una puerta que sólo puede ser abierta por Dios, por su inmenso amor por su creación. Es la puerta de la eternidad, de la salvación, de la comunión con el Novio que viene a encontrarse con su novia, la comunidad de fieles que buscan adorar a Dios en Espíritu y Verdad. Esta puerta que Dios ha abierto para nuestra salvación, tiene un rostro y un nombre: Jesús de Nazaret, el Cristo, el Señor. En el Evangelio de san Juan escuchamos a Jesús presentarse como la puerta (Jn 10, 7-­‐9) por la que han de entrar las ovejas para encontrar la salvación: “Yo soy la puerta. Todo el que entre en el corral de las ovejas por esta puerta, estará a salvo, y sus esfuerzos por buscar el alimento no serán en vano”. “Yo soy la Puerta por la que deben entrar las ovejas” Jn 10,7 Arquidiócesis de Monterrey Inicio del año de la Fe 2 La fe, respuesta al Amor gratuito de Dios El Papa Benedicto XVI fundamentó su pontificado en el Amor de Dios al compartirnos en su primera encíclica esta verdad eterna que es fundamento toda la experiencia cristiana: Dios es Amor, Deus caritas est. Esta experiencia de ser amados por Dios es el punto de partida de nuestra fe, la opción fundamental de nuestras vidas y el sentido último de ésta. “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16). Por eso no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, determina la opción fundamental de nuestra vida. “El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10). Esta experiencia de amor gratuito y divino, nosotros los cristianos la hemos conocido a través de Jesucristo. En su Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna” (Jn. 3, 16). (Cfr. Deus Caritas Est 1) Tener fe por lo tanto no es creer en algo, sino en Alguien. Tener fe es confiar toda nuestra vida en manos de Dios, tal como Jesús lo hizo en el Padre; todavía más, tener fe es unirnos, como el sarmiento a la vid a Jesús, de tal manera que su sangre corra por nuestras venas y nuestro cuerpo forme su Cuerpo, que es la Iglesia. Por eso, el culmen de la vida de un cristiano es la Eucaristía, pues en ella se realiza sacramentalmente la comunión que anhela nuestra fe. Así, la fe es una respuesta a la seductora propuesta de Dios de hacerse uno con nosotros. La fe es un don de Dios que nos permite aspirar a una comunión que jamás alguna experiencia humana nos podrá otorgar. La fe es creer que la comunión con Dios es posible porque Él nos ha amado primero. La fe lleva al hombre a “experimentar” que su anhelo más profundo de comunión con su creador comienza a realizarse ya en esta tierra. “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14,23). “Yo soy la Puerta por la que deben entrar las ovejas” Jn 10,7 Arquidiócesis de Monterrey Inicio del año de la Fe 3 La Fe es un camino de seguimiento El Papa Benedicto XVI nos recuerda que atravesar la puerta de la fe supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna. (PF 1) Por es nadie puede decir que ya posee en plenitud la fe, pues ésta no se limita al cumplimiento de una Ley ética o el conocimiento de un conjunto de verdades que pudiéramos memorizar. La fe es ante todo un seguimiento de Cristo que supone abandonar todas nuestras seguridades y confiar sólo en él. Así lo planteó Jesús a aquel joven que anhelaba la Vida Eterna: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme.” (Mt 19,21). En este año de la fe, el Papa nos invita a redescubrir el camino de la fe y del seguimiento de Cristo para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con El. Nos advierte el Papa que los cristianos hemos llegado a considerar la fe como un presupuesto obvio de la vida común en nuestra sociedad. Sin embargo, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. (PF. 2) Por eso hoy no es posible reconocer un tejido cultural unitario, ni ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, a pesar de ser en México una sociedad mayoritariamente cristiana. Ante la crisis de fe que vivimos nos acercamos a Jesús y volvemos a preguntarle, tal como lo hicieron sus discípulos al escucharlo predicar: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que Dios ha enviado» (Jn 6, 29). Seguir a Jesucristo es, por tanto, el único camino al Padre para llegar a puerto seguro. (Cfr. PF. 3) Sin embargo, la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. “Yo soy la Puerta por la que deben entrar las ovejas” Jn 10,7 Arquidiócesis de Monterrey Inicio del año de la Fe 4 Por eso, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Esta renovación tendrá como fundamento a Jesucristo y como criterio el Amor. Así nos comenta el Papa: La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-­‐10; Ef 4, 20-­‐29; 2 Co 5, 17). (PF. 6) La fe es una respuesta comunitaria La profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. Pues no podemos olvidar que el primer sujeto de la fe es la Iglesia. (PF 10) Es una tentación actual hacer de nuestra fe un acto individual, donde cada persona decide a quién creerle y qué creer. Sin embargo, es una convicción del cristiano y una experiencia continua en la revelación de Dios que la fe es siempre un acto comunitario. No decimos “Creo” sino “Creemos”. Durante el Concilio Vaticano II, al estar reflexionando sobre la Iglesia, los obispos llegaron a la convicción que el fundamento de la Iglesia es la comunión de Dios Trino y su expresión histórica más adecuada la de reconocerse Pueblo de Dios. “Quiso el Señor santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados entre sí, sino constituir con ellos un pueblo que le conociera en la verdad y le sirviera santamente”(LG 9). Por eso, la fe en Cristo no sólo es seguimiento, a esta decisión debemos agregarle la experiencia comunitaria. Cuando Jesús llama a sus discípulos, no lo hizo por una cuestión afectiva (no sentirse solo) o eficientista (llevar a más pueblos la Buena Nueva). Jesús elige a su comunidad por una cuestión teológica, por una opción divina: “Que todos sean uno, como tu Padre y yo, somos uno”. Por eso, al primer mandamiento “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y toda tu alma”, Jesús le agregó un segundo inseparable: “y a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,39). Creer es seguir y seguir es amar. Por eso la fe es comunitaria. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: “Creo: Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. Creemos: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o por la asamblea litúrgica de los creyentes” (Cat 167). Nadie puede decir “creo en Jesús” sin participar de la comunidad de “Yo soy la Puerta por la que deben entrar las ovejas” Jn 10,7 Arquidiócesis de Monterrey Inicio del año de la Fe 5 Fe que lo vio nacer a la vida de Dios en el bautismo. Sólo por el testimonio de nuestros padres y nuestros hermanos mayores es que nosotros podemos decir hoy “creo en Dios”. De esta manera, al acto de creer y seguir, se le impone una obligación: compartir el camino con otros. La fe implica un compromiso evangelizador (Kerigma y Nueva Evangelización) La fe nos introduce en la experiencia del amor de Cristo, la cual ha de ser comunicada como experiencia de gracia y gozo. Por eso este año de la fe nos invita “a renovar nuestro compromiso evangelizador para que nuestra fe se vea fortalecida, pues la fe sólo crece y se fortalece creyendo (San Agustín); no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios” (PF 7). Como el Papa nos recuerda, la experiencia de fe deja una impronta de gratitud, de alegría y plenitud que no podemos quedarnos con ella. Es la experiencia gozosa que aquella mujer samaritana fue a compartir con su pueblo cuando se encontró con Jesús (Jn 4,29); es la experiencia de los Apóstoles que se niegan a quedarse callados cuando el Sanedrín se los pide (Hch 4,20); es la experiencia de urgencia que Pablo proclama cuando dice: “anunciar el evangelio no es para mi un motivo de gloria; es una obligación que tengo, ¡y pobre de mí si no anunciara el evangelio!” (I Cor 9,16). Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. (2 Cor 5,14) Por eso, el Papa desea que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Al mismo tiempo, espera que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año. (PF 9) “Yo soy la Puerta por la que deben entrar las ovejas” Jn 10,7 Arquidiócesis de Monterrey Inicio del año de la Fe 6 La fe exige la obediencia a las verdades que Dios ha revelado (Catequesis) Existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. Por eso, la fe exige la una adhesión personal del hombre a Dios y el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado… en otras palabras, la fe es confiarse totalmente en Dios y creer absolutamente lo que el dice. (Catecismo 150; Cfr. PF. 10) La Dei Verbum comenta acerca de la relación entre nuestra fe y los contenidos de ésta: “Cuando Dios revela, hay que prestarle "la obediencia de la fe" (Rom., 16, 26; cf. Rom., 1, 5; 2 Cor., 10, 5-­‐6), por la que el hombre se entrega libre y totalmente a Dios, prestando a Dios el homenaje del entendimiento y de la voluntad y asintiendo a la revelación hecha por El. Para profundizar en los contenidos de la fe, durante este año el Papa nos propone acercarnos a la obra del Catecismo de la Iglesia Católica y reflexionar el mensaje de los documentos del Concilio Vaticano II. “El Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.” (PF 11) La fe es una experiencia de amor que exige renovación continua (Pastoral Social) El Papa también nos invita a interiorizar en nuestro camino de fe, personal y comunitario. Reflexionar nuestra historia de fe, en la que se contempla el misterio de Dios que se entrecruza con nuestra debilidad y nuestro pecado. Nosotros llevamos esta Buena Nueva de Jesucristo en vasijas de barro (2 Cor 4,7). A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado… tendremos la “Yo soy la Puerta por la que deben entrar las ovejas” Jn 10,7 Arquidiócesis de Monterrey Inicio del año de la Fe 7 mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano(PF. 13). Por eso, de los frutos más esperados en este año de la fe será la renovación de nuestro testimonio de amor, pues bien dice san pablo: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? (PF. 14) La fe es así una experiencia que nos introduce en el cielo por la puerta de la fe que es Jesucristo, pero esta experiencia divina no nos saca de este mundo, al revés nos hace vivirlo con mucha más plenitud. En esta batalla por vivir el cielo en la tierra nos encontramos todos aquellos que hemos decidido responder a la invitación de Dios en Jesús: “que todos sean uno, como tu Padre y yo somos uno” (Jn 17,21). La fe celebra la presencia de Dios (Pastoral litúrgica) La comunión propuesta por Dios es ya una realidad sacramental para nosotros. Por eso, este año, “deberá ser una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía (PF 9). “La Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde se deriva toda su virtud. El trabajo apostólico se ordena a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan en asamblea, alaben a Dios en la Iglesia, participen en el Sacrificio y coman la cena del Señor” (SC 10). La Palabra de Dios y la Eucaristía han de ser dos lámparas indispensables en nuestro camino de renovación y proclamación de la fe. Guiados en la fe por los testimonios de amor Es importante dejarnos animar por todos aquellos que han caminado el sendero de la fe con entereza y plenitud. Son los santos, comenzando con María, los que nos animan como testigos de fe, a no dejar de luchar, a no perder la esperanza, a reconocer que vale la “Yo soy la Puerta por la que deben entrar las ovejas” Jn 10,7 Arquidiócesis de Monterrey Inicio del año de la Fe 8 pena dejarlo todo por seguir a Jesucristo. Por la fe ellos fueron testigos de Dios y sembraron el Evangelio no sólo con su Palabra sino sobre todo con su testimonio. Al creer, ellos atravesaron el umbral de la puerta de la fe y se atrevieron a encarnar una vez más a Cristo en su historia. Por la fe, María obedeció y fue la madre del Salvador; por la fe, los Apóstoles iniciaron la comunidad cristiana que hoy nos sostiene; Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio; Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad; por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, la misericordia y la verdad(PF 14). Conclusión Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Finalmente nos exhorta el Papa: “Que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en Él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Confiemos a la Madre de Dios, proclamada ‘bienaventurada porque ha creído’ (Lc 1, 45), este tiempo de gracia”, (PF. 15) y adentré-­‐ monos en la aventura de renovar y fortalecer nuestra fe, viviéndola. Por tu Pueblo, Para tu Gloria, Siempre tuyo Señor. Pbro. Héctor M. Pérez Villarreal 11 de octubre de 2012 “Yo soy la Puerta por la que deben entrar las ovejas” Jn 10,7