70 B O L E T Í N D E LA S O C I E D A D IBÉRICA Los brutos animales no saben hablar, no nos pueden comunicar sus impresiones interiores, si no es, a lo más, por gritos y sonidos inarticulados, equivalentes a nuestros gritos e interjecciones, que sólo sirven para expresar afectos puramente sensitivos, de dolor, de bienestar, de júbilo, de llamada, de espanto. Sólo podemos deducir si raciocinan o no. por los hechos exteriores que observamos en ellos, los cuales hemos de interpretar rectamente, objetivamente, no subjetivamente o antropomórficamente; es decir, como si los brutos obrasen y pensasen a nuestra manera. Observando estos hechos, vemos que nunca han dado señal de que conozcan objetos no materiales los animales, aun los superiores, como por experiencia los conocemos los hombres. Sus conocimientos versan exclusivamente sobre objetos materiales y singulares, son exclusivamente prácticos, sin ideas abstractas, sin conocer la relación d é l a s causas con sus efectos, ni de los medios con sus fines. No se puede contar la historia real del progreso de los animales; una historia fantástica, que nadie ha observado, claro que no hay ninguna dificultad en poder inventarla. Todos los individuos de una especie animal son igualmente peritos en su arte; las hormigas, las abejas, las avispas obreras, todas saben perfectamente sus oficios desde que nacen, sin necesidad de que nadie se los enseñe. Esto prueba evidentemente que los animales no poseen la inteligencia que posee el hombre racional, el cual, precisamente por esto, de u n a manera principal, se distingue de los animales. Pero, en fin, si los animales no tienen la inteligencia de los hombres, no se deduce de esto que no la puedan tener en grado inferior. ¿Por ventura no podremos admitir un término medio, es decir, u n a facultad verdaderamente superior al instinto, aunque inferior, por mu-