Giordanengo, Carina Universidad Nacional de

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Giordanengo, Carina
carig@infovia.com.ar
Universidad Nacional de Villa María
Área de interés: Comunicación e identidades
Palabras claves: Identidad – Cuerpo – “Tecnologías del yo”
“CUESTIÓN DE PESO”: EL DISCURSO DIETÉTICO-ESTÉTICO EN TELEVISIÓN
INTRODUCCIÓN
El tema de esta investigación es comunicación e identidades en relación con el cuerpo y la
tecnología1. De este modo, la investigación se propone el estudio de ciertos discursos de los
medios de comunicación entendidos como espacios de producción de sentidos sociales asociados
a la transformación y emergencia de identidades contemporáneas, para poder profundizar y hacer
aportes teóricos en el debate actual sobre el concepto de identidad en relación con lo mediático.
De manera específica, se busca avanzar en el conocimiento del discurso televisivo del reality
show que tematiza sobre la transformación del cuerpo a través de la dietética2 y sus
complementos, entre los cuales se incluyen la gimnasia y la cirugía estética, como instrumentos
de construcción de nuevas identidades de los sujetos sociales.
Para indagar en estas tendencias generales, se ha delimitado un fenómeno o caso particular que
resulta significativo y que permite corroborar y producir datos a través de una materialidad
discursiva determinada. Así, se realiza un análisis del programa nacional “Cuestión de Peso”, en
cuanto discurso televisivo actual que muestra el cambio corporal a través de ciertas prácticas
“autodirectivas” que la industria del cuerpo ofrece como forma posible de (re)configurar la
propia identidad. Se toman como unidades de análisis las emisiones correspondientes al 21, 22,
23, 24 y 25 de mayo de 2007 del programa de Canal 13; aunque otros capítulos anteriores incluso del año 2006- y posteriores fueron considerados también como universo de estudio a los
fines de contextualizar el análisis. Este recorte obedece a que se considera que al interior de esas
emisiones se pueden encontrar regularidades que permitan extraer ciertas conclusiones.
Este trabajo de investigación cualitativa de tipo descriptivo -apoyado en el análisis del citado
corpus audiovisual- forma parte de una investigación más amplia desarrollada en el marco del
proyecto en curso “Discurso social, espacios mediáticos y nuevas identidades. Transformaciones
y emergencias” subsidiado por el Instituto de Investigación de la Universidad Nacional de Villa
María. Por lo tanto, para el análisis, sólo se presentará aquí la aplicación metodológica de la
“sintaxis actancial” al corpus propuesto, categoría semiótica ligada al nivel de significación
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narrativo (Greimas y Courtés, 1990; 1991) (Floch, 1993) (Charaudeau, 1993), aunque esté
previsto aplicar también en el futuro otras categorías de análisis que conduzcan a los objetivos
propuestos en base a las categorías teóricas investigadas.
El programa estudiado puede clasificarse como reality show, formato relativamente nuevo dentro
de la televisión, en el cual se muestra de manera espectacular la vida “real” actual de un
determinado número de participantes del público que se prestan para tal fin, quienes pueden
conseguir con esa participación algún tipo de beneficio aportado por la producción del programa.
Esa difusión televisiva de historias particulares desconocidas se realiza siempre dentro del
segmento temático que propone el programa y a través de una pormenorizada muestra de la
intimidad de los participantes, que generalmente se relaciona con el encierro -aunque no
siempre-. Por esto mismo, el reality se podría vincular en varios aspectos con el panóptico de
Bentham que describe Foucault, quien lo presenta como una figura arquitectónica y óptica,
“como un modelo generalizable de funcionamiento; una manera de definir las relaciones del
poder con la vida cotidiana de los hombres, (...) una figura de tecnología política que se puede y
que se debe desprender de todo uso específico” (1976: pp. 208 y 209), ya que es polivalente en
sus aplicaciones. Si bien el autor está refiriéndose a ámbitos penitenciarios, fabriles, hospitalarios
y estudiantiles donde mediante este dispositivo se instalaba la disciplina en otros tiempos, la
definición misma abre las puertas para indagar en las nuevas formas del panóptico en nuestros
días -más allá de esas formas tradicionales que aún siguen existiendo-. El reality show podría
aparecer como el ejemplo más novedoso de esta figura, cuyos principios son la individualización
y la visibilidad constantes que hacen posible la vigilancia continua. Así, el ojo de la cámara
funciona como el vigilante del panóptico, los espectadores son el condimento democrático de
control que evita la caída en la tiranía del dispositivo disciplinario, y el participante es el punto
de observación que es mirado continuamente desde todos los ángulos posibles durante las
veinticuatro horas del día o en ciertos momentos importantes de su vivencia cotidiana.
Más específicamente, y en alusión a los nuevos géneros que se producen en los espacios
mediáticos, Silvia Tabachnik sostiene que “los rituales de testimonio son los juegos de
interrogación que regulan y administran el acceso de las voces anónimas al orden de lo que debe
ser dicho y escuchado” (1998: p. 94)3. Haciendo un paralelismo con las figuras históricas del
inquisidor y del confesor derivadas de la institución eclesiástica y de sus rituales de veridicción,
que la institución mediática reemplaza con la figura del periodista o “comunicador social” como
portavoz de la opinión pública o del “ciudadano común” -como “la Norma”-, la autora destaca
en el otro polo del diálogo contemporáneo instaurado en los medios a sujetos sufrientes
desconocidos -como “el Desvío”- que acceden de este modo al orden de lo visible/enunciable,
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aunque manteniendo siempre una posición enunciativa inferior en relación a su contraparte
discursiva. Y agrega sobre la figura de los interrogados que “en los rituales de testimonio se
ilumina la zona oscura de lo cotidiano para que sea narrada en primera persona la leyenda de los
desolados, los tristes, los que están de duelo, los exiliados de la euforia, los que buscan consuelo,
los extraviados” (p. 95), los representantes del “Desvío” que -en nuestro caso- no poseen los
atributos del cuerpo ideal legítimo y mediante el ritual mediático pretenden acceder a la
“Norma”, lo cual implica el paso de la desdicha a la felicidad. Esa escucha de los condenados al
silencio y la invisibilidad por parte de nuestra cultura, en tanto apertura “democrática”, es el
gesto altruista por el cual los medios legitiman ante sí mismos y ante la sociedad esa
pormenorizada inquisición del malestar. A tal punto el interrogador de los realities sobre el
cuerpo se otorga la posibilidad de penetrar en los aspectos más íntimos de la vida personal del
testimoniante, que éste llega a mostrarse con su cuerpo desnudo frente a cámara y, más aún, a
veces también con sus entrañas al descubierto en pleno proceso de cirugía, lo cual acentúa
enormemente el régimen asimétrico del dispositivo de enunciación de este tipo de género. Es
importante también en estos espacios mediáticos la figura del “especialista” -que en el caso que
nos ocupa está representado por los profesionales de la salud del panel-, quien junto al
interrogador no sólo interpreta y descifra la palabra del testimoniante -aunque desde un saber
autorizado y ya no consensual como el del conductor del programa-, sino que además opera en
su propio cuerpo, decide su aspecto corporal como clave de acceso a la constitución de un
“nuevo yo”.
Estas narrativas del yo se inscriben dentro de lo que Leonor Arfuch (2002) denomina “el espacio
biográfico”, que remite a un universo de géneros discursivos canónicos o consagrados como
biografías, autobiografías, confesiones, memorias, diarios íntimos, correspondencias, informes
etnográficos que circulan desde hace poco más de dos siglos; pero también en la trama de la
cultura contemporánea mediática y globalizada incluye otros géneros y formas disímiles tales
como entrevistas, conversaciones, perfiles, retratos, anecdotarios, testimonios, historias de vida,
relatos de autoayuda y variantes del show como el talk show y el reality show. La subjetividad
que ponen en juego estos relatos -cada vez más presentes en la escena actual, y que abarcan una
trama de hibridaciones de lógicas mediáticas, literarias y académicas- se traduce en la insistencia
en las “vidas reales” -las cuales tienen un suplemento de sentido-, en la autenticidad de las
historias contadas por sus propios protagonistas que sale al cruce de la ficción. Y estas historias
son actualmente tanto de ilustres y famosos, como de “vidas corrientes” -las cuales van in
crescendo en los medios- ofrecidas en espectáculo en el detalle de su infelicidad, ya que nuestra
identificación con alguien no necesariamente es del orden de lo glamoroso, sino que también
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puede ser del orden de la falla y la debilidad, aspecto éste que caracteriza a las infinitas variables
del talk show y el reality show. “Esa visibilidad de lo privado, (...) aparece como uno de los
registros prioritarios en la escena contemporánea, si bien ya casi no es necesario atisbar por el
ojo de la cerradura: la pantalla global ha ampliado de tal manera nuestro punto de observación
que es posible encontrarnos, en primera fila y ‘en tiempo real’ ante el desnudamiento de
cualquier secreto. Pero además, la retórica de la autentificación, de borramiento de las marcas
ficcionales, también parece haberse desplegado de manera incansable a través de los siglos,
prometiendo una distancia siempre menor del acontecimiento...” (Arfuch, 2002: p. 42). Ese
metafórico “desnudamiento de cualquier secreto” al que alude la autora, se torna literal para
nuestro objeto de estudio cuando se muestra el cuerpo sin vestiduras arrojado a la crudeza de las
cámaras; siendo mucho más que el propio cuerpo “en proceso de (re)construcción” aquello que
el relato vivencial pone en evidencia, ya que se trata del intento de (re)configuración de la propia
identidad del sujeto que transita una existencia poco deseada o feliz debido a su imagen corporal
no ajustada a los cánones sociales más difundidos -especialmente por los medios de
comunicación-.
Si bien Arfuch señala que existe un “borramiento de las marcas ficcionales” en los géneros
biográficos, la cuestión se revela un tanto paradójica según la propia autora porque aunque existe
en ellos una fuerte persistencia de los géneros primarios, simples o de la comunicación oral e
inmediata, su efecto de credibilidad es aportado a través de los mismos procedimientos retóricos
que caracterizan a los géneros de ficción, sobre todo a la novela. “...Aún cuando esté en juego
una cierta ‘referencialidad’, en tanto adecuación a los acontecimientos de una vida, no es eso lo
que más importa. (...) No es tanto el ‘contenido’ del relato por sí mismo -la colección de sucesos,
momentos, actitudes- sino, precisamente, las estrategias -ficcionales- de auto-representación lo
que importa. No tanto la ‘verdad’ de lo ocurrido sino su construcción narrativa...” (2002: pp. 59
y 60). Así, la autora llega a definir al talk show y al reality show como “tecnologías de la vida
real (...) ficciones de la vida que intentan disolver la idea misma de ficción” (p. 129). Atendiendo
entonces a lo señalado sobre los géneros biográficos mediáticos como fronteras entre la realidad
y la ficción, el reality que es objeto de esta investigación es altamente espectacular debido a su
puesta en escena puramente televisiva, aunque supone una idea del cambio corporal en términos
de estética y salud y se autodenomina como un “programa de servicios”. En efecto, este nuevo
género del reality show “...ofrece la posibilidad de saltar la valla que va de la narración de un
suceso de la propia vida a su actuación directa en pantalla” (p. 82), a través de la reconstrucción
en cámara de la peripecia vivida con sus propios protagonistas, traspasando de este modo los
límites de la cámara secreta en tanto ya no está en juego la captura imprevista de una “imagen
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real”, sino la desaparición de toda mediación con el fin de obtener el acontecimiento en “estado
puro”4.
En definitiva, los reality shows que tematizan sobre el cuerpo, lo muestran de manera
cada vez más espectacular y pormenorizada. Se trata de conseguir un efecto de visibilidad a
través de la pantalla donde la dietética asociada a la gimnasia y la cirugía estética aparecen como
los medios para transformar el cuerpo y conseguir entonces la salud y la apariencia que conducen
a la aceptación social y el éxito. Por lo tanto, si bien el cuerpo humano siempre se ha constituido
como materia significante que construye significados y define una identidad, aquí se trata del
cuerpo en su carnalidad misma en tanto posibilidad de transformación que lleva entonces a una
nueva conformación de la identidad. De este modo, en la pantalla televisiva se desnaturaliza el
cuerpo y se diluyen las fronteras que antes lo definían de una manera estable determinada,
“Cuestión de Peso” muestra que se puede dejar de ser gordo y empezar a ser feliz.
En la actualidad, el cuerpo aparece entonces como un espacio privilegiado en la construcción de
identidades. Cada vez más, se constituye como sede en la cual se define el “yo” a partir de
prácticas que aparecen como resultado de elecciones de los sujetos. Se desarrollan así regímenes
de subjetivación que se asientan en “tecnologías del yo”; los cuales, según mecanismos
“autodirectivos”, regulan el modo como los individuos experimentan, entienden, juzgan y se
conducen, prescribiendo una relación consigo mismos y con los otros. Por eso se considera
importante intentar documentar con este trabajo los procesos actuales de construcción de la
identidad de los sujetos sociales, describiendo una práctica en auge pero relativamente novedosa
o poco conocida como la transformación del cuerpo a través de la dietética, la gimnasia y la
cirugía estética, que se presenta en un formato televisivo de aparición reciente y con
características particulares adaptadas al caso. En fin, si consideramos a las identidades -en partecomo construcciones discursivas, el análisis de ciertas zonas semiósicas significativas permite
una comprensión en profundidad de esos procesos actuales de los cuales se pretende dar cuenta.
ALGUNAS CONSIDERACIONES TEÓRICAS
Desde una perspectiva posestructuralista, podemos decir que la identidad como proceso de
sujeción del individuo ha recorrido en los últimos tiempos un trayecto que va desde la “esencia”
a la “construcción”, volviéndose fragmentada por muchos modelos o patrones, relacionados por
ejemplo con los cánones dominantes aunque no exclusivos5 de lo saludable, lo bello y lo joven;
quedando inmersa en la contingencia por estar sujeta a la historización y el cambio permanente;
y construyéndose de múltiples maneras a través de la interpelación de discursos, prácticas y
posiciones diferentes generalmente antagónicos, en donde los medios de comunicación -y en
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especial la televisión- buscan tener un papel privilegiado fomentando la creencia de que uno
puede ser quien quiera ser.
Esta tendencia está ligada a cambios políticos, económicos y sociales, y también se evidencia en
nuestro país a partir de los últimos años. En este sentido, el fenómeno de la globalización, en el
campo político, ha desdibujado las fronteras entre países con la consiguiente crisis y
transformación de las identidades nacionales; mientras en el campo económico las actuales
condiciones de trabajo están modificando la identidad del trabajador a través de la flexibilización
laboral existente. Por su parte, los grupos sociales emergentes como los nuevos movimientos
ciudadanos y las nuevas tribus urbanas -que son producto de la multiplicación de los estilos de
vida centrados en el mundo del consumo y no ya en el del trabajo-, así como la modificación del
sistema de género debido a la aparición de nuevos modos de poder ser hombre o mujer -como
política de la diferencia-, nos presentan un nuevo escenario que deja atrás las modalidades
identitarias clásicas.
Estos cambios nos hablan de la aparición de sistemas cambiantes y complejos de “posiciones de
sujetos”, que reemplazan al tradicional criterio cerrado de establecimiento de identidades
amplias, homogéneas y duraderas en “su esencia” propias de la modernidad como la
nacionalidad, la clase o el género. “...Las identidades son puntos de adhesión temporaria a las
posiciones subjetivas que nos construyen las prácticas discursivas (...) Son, por así decirlo, las
posiciones que el sujeto está obligado a tomar, a la vez que siempre ‘sabe’ (...) que son
representaciones, que la representación siempre se construye a través de una ‘falta’, una división,
desde el lugar del Otro, y por eso nunca puede ser adecuada -idéntica- a los procesos subjetivos
investidos en ellas” (Hall, 2003: pp. 20 y 21). De este modo, la identidad no es un proceso
unilateral sino una articulación entre los discursos y prácticas que intentan interpelarnos o
convocarnos y los procesos que producen subjetividades o nos invisten en la posición de sujetos
sociales -identificación que nunca se construye plena y definitivamente, porque no siempre se
corresponde con esas interpelaciones y porque se reconstituye de manera incesante-. Por lo
demás, puede decirse entonces que la identidad del sujeto se construye desde la diferencia, desde
la relación con lo que él no es o su “afuera constitutivo”. Por lo tanto, la unidad que el término
identidad proclama como propia es una forma de cierre naturalizada o construida y no inevitable
o natural.
En este plano de construcción de la subjetividad, el cuerpo tiene un protagonismo cada vez más
notorio, ubicándose en el centro de la escena contemporánea como un tema privilegiado del
discurso social. La dieta alimenticia, acompañada del ejercicio físico y la cirugía plástica, como
instrumentos de consecución de una salubridad y una estética corporal que conducen a una
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felicidad definida en términos de autoestima y reconocimiento social son las “disciplinas” de
nuestra época, no ejercidas a través del poder político, económico o militar diluido en la
microfísica que denuncia Foucault (1976); sino de un poder más difuso aún ejercido desde los
medios de comunicación social y desde la sociedad en su conjunto. En este sentido, Lipovetsky
(1986) plantea que en la era posmoderna el amaestramiento social ya no se realiza por
imposición disciplinaria sino por autoseducción, postulando al narcisismo característico de la
época como una nueva tecnología de control flexible y autogestionado. Para Foucault, el cuerpo
es construido y modelado por la conjunción de una serie de prácticas discursivas disciplinarias
en estrecha relación con la historia, por lo cual se vuelve infinitamente maleable y contingente;
aunque este constructivismo extremo o radical que él propone puede ser en parte refutado desde
el punto de vista que el cuerpo siempre actúa de alguna manera -acertada o no- como significante
de la condensación de las subjetividades en el individuo, por lo cual posee cierta estabilidad que
lo constituye como su último refugio.
Otra perspectiva, como la de Pierre Bourdieu, que -aún intentando evitarlo- pone énfasis en las
estructuras, se relaciona con la anterior en lo que tiene de constructivista en su mirada sobre el
cuerpo -si bien no lo postula de una manera radical-, colaborando en este sentido con un
pensamiento antiesencialista. Bourdieu (1986) sostiene que el cuerpo es un producto social ya
que varía de acuerdo a las condiciones laborales en las cuales se inserta y a los hábitos de
consumo de los sujetos; aspectos de complexión que se ven magnificados por los diferentes
comportamientos o maneras de estar, así como por los diversos tratamientos aplicados al cuerpo
con la finalidad de transformarlo, que en nuestro trabajo se manifiestan a través de la dietética, la
gimnasia y la cirugía estética como productos sociales típicos de nuestra cultura occidental
posmoderna. De todos modos, Bourdieu también acepta que a veces la herencia biológica juega
un papel importante en la constitución del cuerpo. Por otra parte, cuando el autor habla de la
mirada social, no le otorga un poder universal y abstracto de objetivación, sino un poder social
eficaz en cuanto que encuentra en aquél al que se dirige el reconocimiento de categorías de
percepción y apreciación que ella misma le confiere. Por eso es que aquellos sujetos que más se
alejan con su cuerpo real del cuerpo ideal legítimo establecido socialmente como representación
dominante, más incómodos y tímidos se muestran con su contextura corporal.
Por lo dicho anteriormente, podríamos afirmar entonces que existe un cuerpo real que se
construye socialmente, aunque hay ciertos rasgos biológicos individuales que inciden en su
constitución; mientras que también existe un cuerpo ideal en cuanto representación construida de
manera estrictamente social, que puede tomar la forma de cuerpo legítimo si expresa las
características sociales dominantes, o de cuerpo alienado si representa las condiciones sociales
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de los dominados. Sería en esta última dicotomía representacional donde operarían desde hace
algunas décadas los medios de comunicación, especialmente la televisión, aumentando la
autoconciencia del cuerpo y el deseo de su conservación y transformación. Así es como el
cuerpo se convierte en nuestra posesión más íntima, pero al mismo tiempo y fundamentalmente
se erige como parte de nuestro patrimonio sociocultural.
Desde una perspectiva antropológica, David Le Breton (1995) se refiere al culto del cuerpo
contemporáneo invirtiendo los términos del dualismo cartesiano. La filosofía mecanicista de la
modernidad, postula fundamentalmente a través de Descartes la autonomía del cuerpo con
respecto al alma y privilegia de modo absoluto el polo espiritual. Así, el individuo moderno se
encuentra ontológicamente dividido en dos partes heterogéneas como el cuerpo y el alma,
mientras que la dimensión corporal de la persona recoge toda la carga de decepción y
desvalorización. Lo racional es una de las categorías del alma, la más importante; y el cuerpo,
como factor de individuación y aún siendo considerado como una máquina, no es lo
suficientemente confiable y preciso en la percepción de los datos del entorno. Le Breton sostiene
que ese modelo dualista persiste en el actual estadio del individualismo occidental de la sociedad
de consumo caracterizada por la atomización de los sujetos y la sensibilidad narcisista -que se
inaugura a finales de la década de 1960-, con la diferencia que ahora el cuerpo se convierte en el
refugio y el valor último, en lo único que puede darle una certeza relativa al sujeto cuando todo
lo demás se desvanece. “Este imaginario del cuerpo crece como un brote nuevo en la cepa del
dualismo hombre-cuerpo perteneciente a la vida social occidental desde los siglos XVI y XVII.
Pero el valor del cuerpo se invierte. En lugar de ser el signo de la caída, se convierte en la tabla
de salvación” (1995: p. 155). Aquí se encuadran entonces los innumerables procedimientos que
pone en juego el hombre de nuestro tiempo para cuidar esa posesión tan preciada que es su
cuerpo, y para cambiarla cuando no se ajuste a los deseos personales y a las representaciones
sociales dominantes. “El cuerpo ya no es un destino al que uno se abandona sino un objeto que
se modela a gusto. (...) El imaginario contemporáneo subordina el cuerpo a la voluntad...” (p.
156).
Foucault se refiere en un sentido amplio a aquellas técnicas que los hombres utilizan para
entenderse a sí mismos, que están relacionadas con las distintas ciencias en cuanto “juegos de
verdad” específicos; y se detiene especialmente en un tipo particular de estas técnicas que él
denomina “...tecnologías del yo, que permiten a los individuos efectuar, por cuenta propia o con
la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos,
conducta, o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de
alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad” (1990: p. 48). Esta forma
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de dominación individual que el autor investiga en dos contextos históricos diferentes pero
contiguos como la filosofía antigua y el ascetismo cristiano, constituidas por entonces como el
“cuidado de sí” y el “conócete a ti mismo”, puede echar luz sobre las prácticas contemporáneas
de “actuación sobre sí mismos” encarnadas en este trabajo principalmente por la dietética y la
gimnasia corporal aunque también por la cirugía estética, en tanto modos actuales de
reconfiguración del cuerpo que permiten reconstruir la propia identidad y alcanzar un
determinado estado de felicidad6. Así, esta noción del autor francés permite articular aquí de
manera singular cuerpo y subjetividad, ya que estas técnicas se aplican sobre el cuerpo y sobre el
alma y en ambos casos repercuten en la subjetividad, conformando distintas identidades según el
momento histórico -actualmente centrado en el privilegio de la corporalidad- y permitiendo por
lo tanto pensar la constitución de sujetos en una constante tensión entre lo social y lo individual.
De este modo, esta categoría foucaultiana que da cuenta de cierta autonomía relativa de los
sujetos para poder constituirse como tales a partir de estas tecnologías del yo, introduce una
especie de respuesta a quienes observaron en los inicios de la obra teórica de este autor una
sobredeterminación de los sujetos desde el exterior.
La transformación del cuerpo realizada con el objetivo de poder otorgarle un nuevo aspecto,
requiere no sólo de la dietética y la gimnasia corporal sino también y cada vez con mayor
frecuencia del uso de la tecnología médica. Y el cambio que esta tecnología permite -que a veces
va más allá de la reparación y apunta a la transformación en cuanto tal- pretende darle un nuevo
rumbo a la existencia compleja y vacía de sentido del hombre actual que busca construir su
propia identidad lejos del sufrimiento. Christian Ferrer (2003) -desde una postura que se acerca a
la foucaultiana- hace un análisis de la sociedad de consumo contemporánea y la relación del
hombre con su cuerpo, y dice que en nuestro tiempo los sujetos pretenden mitigar el miedo al
dolor con el confort doméstico. Sostiene el autor que hasta el comienzo de la edad moderna la
desprotección del cuerpo era inmensa y la intemperie -no obstante- era más tolerable que en la
actualidad. Una época en la cual el sufrimiento era constante y siempre proveniente de un afuera
identificable, por lo cual se adiestraba el alma para prepararla para el dolor que no se podía
evitar. El cuerpo era el escudo del alma y la resistencia espiritual luego del sufrimiento era
considerada un bien. Por el contrario, en el desarrollo de la edad moderna y más aún en la
actualidad se huye del dolor a través de conductas adictivas que demuestran que no se ha
disciplinado el alma para la experiencia del sufrimiento. Con el avance del capitalismo, el cuerpo
se transformó en un valor mercantil de primera importancia, y en vez de servir de ‘escudo’,
recibe el impacto del dolor; mientras que la subjetividad dañada sólo puede aspirar a la ayuda
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que pueda ser proporcionada por asistentes tecnológicos que el autor denomina “acolchonadores
artificiales”, que permiten tolerar el contacto con el dolor para que el cuerpo no se derrumbe.
Es que el debilitamiento de las instituciones típicamente modernas, como el Estado que fue
siendo reemplazado en sus funciones por el mercado, dejaron al sujeto desconcertado y librado a
sus propias fuerzas, quien encuentra en el cuerpo el único lugar seguro de la existencia. Por lo
tanto, del mismo modo que el Estado de Bienestar moderno protegió en su momento a los
pobres, Ferrer explica que las industrias del cuerpo -que aparecen a partir de las demandas de
placer de la década de 1960- se dedican a compensar la posición desfavorecida de quienes se
encuentran en el extremo débil de la nueva coordenada cuyos valores son la belleza y la
juventud, y que desplaza a la anterior coordenada económica de la modernidad, que a su vez
había desalojado al antiguo parámetro estamental. Algo similar expresa Gilles Lipovetsky
cuando sostiene que el actual estadio del individualismo, caracterizado por el narcisismo, es
propio de las sociedades democráticas avanzadas o de la era posmoderna signada por la
indiferencia y el vacío. El capitalismo autoritario cede el paso a un capitalismo hedonista y
permisivo, y la propia esfera privada, emancipada de cualquier marco de referencia, queda
expuesta únicamente a los deseos cambiantes de los individuos que buscan sobrevivir a los
peligros inminentes de un afuera amenazador. “Después de la agitación política y cultural de los
años sesenta, que podría verse aún como una inversión masiva en los asuntos públicos
sobreviene un abandono generalizado que de una manera ostensible se extiende por lo social,
cuyo corolario es el reflujo de los intereses en preocupaciones puramente personales (...).
Únicamente la esfera privada parece salir victoriosa de ese maremoto apático; cuidar la salud,
preservar la situación material, desprenderse de los ‘complejos’ (...): vivir sin ideal, sin objetivo
trascendente resulta posible” (1986: pp. 50 y 51). Es que cuando el futuro se presenta peligroso e
incierto, no queda más que preocuparse por el presente que se protege y se recicla en una
juventud infinita. Y a la vez, el narcisismo devalúa el pasado para abandonar cualquier tipo de
anclaje de la sociedad. Así, nace un “hombre psicológico” interesado sólo en su bienestar y
desprovisto de los últimos valores sociales y morales que coexistían aún con el reinado del
“hombre económico y político” de los primarios tiempos de la sociedad de consumo de la
modernidad. Y para atender a ese reclamo interno de bienestar, las técnicas dedicadas a reciclar
el cuerpo son indispensables, ya que el miedo a envejecer y morir es constitutivo del narcisismo
posmoderno, despegado de cualquier posición trascendente que otorgue sentido y aferrado por
ello a una existencia puramente actual.
En estos tiempos, el sujeto intenta soslayar entonces el miedo a la enfermedad, al
envejecimiento, la insatisfacción y la muerte a través de la dietética, la gimnasia, la cirugía
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estética -que liga estrechamente la medicina con la tecnología-7 y las industrias del cuerpo en
general, en un mundo que teme al dolor y pondera la salud, la belleza y la juventud. El cuerpo
comienza a ser maleable ahora a través de determinadas prácticas que apelan a la voluntad del
sujeto, entre las cuales se incluye el uso de la tecnología médica aplicada al cuerpo de acuerdo a
los propios deseos del sujeto que responden también a parámetros sociales. Así, la identidad
puede moldearse entonces en base a elecciones personales permitiendo de este modo la
movilidad social antes poco posible o nula. Precisamente, éste es un aspecto característico de la
dieta, la gimnasia y -sorprendentemente- también de las cirugías estéticas: los individuos eligen
aplicarse estas últimas, cuáles usar y en qué momento hacerlo, a diferencia de las demás
intervenciones quirúrgicas que se realizan por prescripción médica y en las cuales el margen de
decisión del paciente es mucho más reducido. Pero esa decisión no es totalmente individual, ya
que el discurso social que rodea al sujeto -especialmente el de los medios- construye cánones de
constitución del cuerpo, los cuales entran en juego al momento de tomar una decisión al
respecto. De este modo, el mandato natural sobre el cuerpo deja paso a la opción individual que
busca felicidad como sinónimo de satisfacción sensorial y aceptación social cada vez más
exigente, proceso mediante el cual la corporalidad termina asumiendo la posición suprema de la
existencia. Y los medios de comunicación, en especial la televisión, prestan su escenario para
semejante exhibición, y lo hacen de una manera absolutamente espectacular. Es que en el
discurso televisivo, el espectáculo se torna algo cotidiano y siempre presente.
Gabriela Simón, citando a Tomás Abraham y Mirta Antonelli, se refiere a este proceso
contemporáneo diciendo que vivimos en una “sociedad terapéutica” que produce una
“hipocondría generalizada”, donde existe un “dispositivo de salubridad social” que en la
actualidad es un eje clave para la formación de subjetividades, y funciona como auténtico
“control social” en cuanto determina qué debe ser integrado y qué deber ser rechazado en torno
al parámetro de “normalidad”. La corporalidad asume un lugar de suma importancia, al tiempo
que “...la cultura del cuerpo se inscribe en un concepto amplio de salud que no se reduce a la
ausencia de enfermedad, sino que apela a la calidad de vida y a la prevención” (Simón, 2005: p.
37). En este sentido, y aludiendo específicamente al punto de nuestro interés, la autora señala
que las narrativas mediáticas de los cuerpos8 pueden considerarse teleológicas ya que
“discursivizan un imaginario de ‘progresión’, que tiene que ver con la posibilidad de los sujetos
de estar en mejores condiciones para acercarse a los objetos de valor: belleza, juventud, salud;
aún cuando estos objetos siempre se desplacen, pues la meta siempre es diferida. (...) Narrativas
teleológicas, aún cuando el desenlace está denegado, no hay un final” (pp. 22 y 23). Y habla de
denegación -como negación de una aserción o negación lógicamente anterior-, en tanto lo que se
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deniega es del orden de lo inevitable: la muerte. Por otra parte, Simón agrega -en referencia a
Foucault- que se trata de narrativas “prácticas” ya que están hechas para ser aprendidas,
meditadas y utilizadas; funcionan como una de las formas en que nuestra cultura produce
objetos, sujetos y saberes relacionados con técnicas específicas o “tecnologías del yo”, y se
presentan a modo de recetas que apuntan a la organización de la felicidad. Tienen una función
prescriptiva, en tanto nos enseñan a tomar a cargo el propio cuerpo como objeto de
autovigilancia permanente, autoexamen que siempre tiene incorporada la mirada del otro o la
mirada social.
ORGANIZACIÓN DEL RELATO
Se comenzará aquí con una breve descripción del corpus, para seguir luego con el análisis del
mismo. En primer lugar, se dirá que “Cuestión de Peso” tiene una presentación espectacular y
con música intrigante, donde el espectador puede observar la transformación de tres participantes
del año anterior que ya han sido dados de alta, mostrando la antítesis del antes y el después del
tratamiento. El formato responde a características bien definidas de competencia semanal entre
los participantes, siendo el lunes un día de eliminación para aquellos que no hayan logrado
mantener el mismo peso del viernes -lo cual es algo dificultoso por la intermediación del fin de
semana-. El martes es un día en el cual se dice que siempre hay un efecto de aumento de peso,
debido a la disminución de la presión competitiva. Al miércoles se lo considera un día que marca
tendencia de pesaje para el viernes, mientras que el jueves prácticamente define lo que pasará al
día siguiente. Porque el viernes es el día clave, ya que los participantes deben demostrar que han
bajado el uno por ciento de su peso en relación al viernes anterior para poder seguir en el
programa. De lo contrario, quedan eliminados del juego aunque continúan con el tratamiento en
la clínica del Dr. Cormillot. Los pesajes se hacen entonces todos los días y frente a cámara, al
tiempo que se van presentando distintos temas de discusión cada día a través de tapes, con el
seguimiento de los participantes durante el día y también la noche u horas de sueño con el fin de
controlar su respiración, o con investigaciones periodísticas sobre la obesidad, además de
comentarios en el piso que hacen intervenir permanentemente a los participantes y al panel de
especialistas a través de la conductora que es quien da la palabra -rol muy marcado por ella
misma-.
Los participantes obesos “juegan” a llegar a su peso de alta indicado por los médicos, haciendo
una estricta dieta y ejercicios físicos. Algunos, los menos, además son intervenidos
quirúrgicamente para lograr bajar de peso, practicándoseles la cirugía de by pass gástrico; y a
muchos se les realizan cirugías estéticas al final del proceso para poder quitarles los colgajos de
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piel que les quedan después de semejante disminución de peso, ya que hay quienes llegan a bajar
más de ochenta kilos. Ellos integran una comunidad terapéutica en la que viven juntos como
parte del tratamiento, cuentan con la posibilidad de la internación en la clínica cuando están en
riesgo de salud o de competencia para el pesaje televisivo, y tienen a disposición las viandas de
comida dietética que les preparan especialmente. A veces, se suprimen algunas de estas
cuestiones como parte de las pruebas u obstáculos que deben superar para la competencia. En la
parte superior del escenario, se ubican todos “los que ya lo lograron” que son los participantes
del año anterior que fueron dados de alta y son llamados “guías”. Ellos pueden emitir opiniones
sobre los participantes actuales, dar consejos, contar sus propias experiencias. Por su parte, el
panel está formado por el reconocido médico nutricionista de amplia trayectoria mediática Dr.
Alberto Cormillot, quien representa la autoridad máxima aunque paternal y benévola; por su hijo
Adrián, también médico de la especialidad, quien se convierte en una especie de “sex symbol”
para la conductora que manifiesta permanentemente su agrado por él a través de chistes; por el
profesor de gimnasia, Verón, que representa la autoridad “malvada” que persigue a los
participantes hostigándolos a veces; y finalmente el panel también está formado por la
nutricionista que determina las calorías a ingerir y por la psicóloga que brinda el apoyo
psicológico necesario a cada participante. A veces, se incorpora además la cirujana plástica, en el
caso de tener que presentar algún caso preciso. Todos los especialistas forman parte del staff de
la clínica del Dr. Cormillot. En algunas ocasiones, aparece también en escena la especialista en
moda Claudia Pandolfo, que asesora a las participantes mujeres a la hora de vestir sus cuerpos.
Por su parte, la conductora Andrea Politti es una actriz devenida en presentadora, que siendo de
una contextura corporal “normal” siempre viste ropa muy ajustada y escotada que remarca sus
visibles curvas. Ella siempre se encarga de hacer notar su rol de “administradora de la palabra”,
transformándose con frecuencia en un personaje autoritario en este sentido. Su presencia es muy
fuerte dentro del programa, imprimiéndole un marcado estilo de show al mismo. También existe
la figura del locutor off encargado de abrir y cerrar los bloques, leer publicidades no tradicionales
o los vulgarmente llamados “chivos” que tematizan sobre salud y dietética, y hacer determinadas
alocuciones dentro del programa como por ejemplo en el caso de los pesajes.
En un nivel más profundo de análisis, y según el esquema que propone Jean-Marie Floch (1993)
en la perspectiva de Greimas (1990; 1991), y también Charaudeau (1993), podemos mencionar
algunas cuestiones sobre la narración desde la cual se articulan los conceptos arriba señalados en
el programa de televisión que nos ocupa. En “Cuestión de Peso”, el relato se organiza en torno a
sujetos que están en disjunción con objetos como la salud física aunque también psicológica en
primer lugar, además de la belleza o la estética corporal como su correlato directo -ambos
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relacionados con “el cuerpo ideal legítimo” ligado a la autoestima y cierta performance social-; y
que por lo tanto participan en el programa televisivo para conseguir esos objetos a través de la
dieta, la gimnasia y la vía quirúrgica. Guadalupe, una participante del año anterior que ya fue
dada de alta, dice en este sentido: “El sueño que más quise en la vida es ser flaca. Me cuesta
creer que esto es cierto”. Y agrega frases como: “El programa me ayudó a ser una mejor
persona”, o “Yo encontré la felicidad en este programa”. Esa relación de los actantes
sujeto/objeto es la que crea la tensión necesaria para la puesta en marcha del relato. Por lo tanto,
la isotopía que se construye fluctúa de lo saludable a lo estético, de manera que representa una
posición más equiparable a la idea de reparación de la modernidad que las que presentan otros
realities sobre el cuerpo como “Extreme Makeover” y “Transformaciones”9, que ponen más
énfasis -o todo el énfasis en el caso del programa estadounidense- en torno a lo puramente
estético establecido en forma individual y al mismo tiempo social, por lo cual se presentan como
una construcción típicamente posmoderna. Así, la presentadora de “Cuestión de Peso” señala
que importa “más que nada estar sano, porque lo del buen cuerpo depende de la moda”.
La otra relación fundamental de la narración es la compuesta por los actantes
destinador/destinatario para comunicar el objeto en cuestión. Hay que destacar que el destinador
tiene siempre una relación de superioridad con el destinatario. Por nuestra parte, en la mayoría de
los casos el destinador está representado por la sociedad en su conjunto que provee al sujeto
destinatario el mandato de la transformación física para conseguir incorporarse adecuadamente al
mundo social en general -de la familia, del trabajo, de “la calle”-. En este sentido, y en cuanto al
ámbito de la familia, se pueden observar casos en los cuales se muestra que los obesos son una
carga para el entorno familiar que tiene que cuidar de ellos como de niños pequeños, a tal punto
de tener que atarles los cordones de las zapatillas porque ellos mismos no llegan a hacerlo debido
a sus enormes barrigas, o también tener que bañarlos. Incluso es notorio el caso de Guadalupe,
quien ya fue dada de alta y recién ahora pudo quedar embarazada porque antes su obesidad se lo
impedía. Por otro lado, generalmente se presenta a los participantes aislados del ámbito laboral,
como si esa faceta estuviera prácticamente anulada para ellos. En el caso de Lucio, un
participante del año anterior que ya fue dado de alta después de haber bajado más de ochenta
kilos, e incluso le fue practicada una cirugía estética para eliminar colgajos de piel y es
presentado en el piso después de la cirugía, se muestra permanentemente en varias emisiones
cómo se reactivó su actividad de bombero gracias al adelgazamiento. En cuanto a “la calle”, en
varias oportunidades los participantes -y una vez también lo hizo la conductora- se visten con un
“traje de gordo” para demostrar que, por ejemplo, los asientos públicos no están preparados para
soportar a un obeso. Carina, una participante a punto de obtener el alta, realiza esta prueba y se
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siente muy mal al hacerlo mientras manifiesta: “No entrás en la silla, ni en el asiento del auto, ni
en la cabina telefónica. Con este traje reviví nuevamente la soledad que yo tenía cuando estaba
gorda”. Por otra parte, el destinador también está representado aquí por los medios de
comunicación, que destinan el cambio físico mediante la permanente proyección de imágenes de
cuerpos ideales legítimos -o más que eso, casi perfectos-. Esta destinación es particularmente
visible en el caso del comentario del Dr. Cormillot en referencia a las “teens”, cuatro
participantes adolescentes con sobrepeso “en busca de una figura real y de un cuerpo y una
belleza posibles” según palabras del locutor. Cormillot alude a la presión de las revistas y de la
televisión, diciendo que “las adolescentes de hoy tienen el mensaje permanente de los medios
que les dicen ‘tenés que ser flaca o si no, no serás’, tienen una exigencia muy grande. Pero esa
figura que ven en las revistas o en la tele es de una mujer en quinientas mil, entonces las más
frágiles anímicamente son las que más sufren frente al espejo”. Además, en todos los casos
existe también una autodestinación que parte del propio deseo del sujeto de poder tener un
cuerpo saludable que le brinde satisfacción y bienestar espiritual, o al menos psíquico. “No
quiero volver a ese peso”, dice Carina. Por último, se puede señalar un supradestinador que
destina los programas narrativos dentro del ámbito del programa de televisión, y que está
representado por la figura del Dr. Alberto Cormillot, quien además de médico se transforma en
juez y consejero. Él prescribe: “Hay que decirse, esto corresponde al pasado. Hay que ponerse a
trabajar de ahora en adelante para cambiar esto que a mí me da bronca -ser gordo-”.
Pero también hay otro tipo de relación actancial que sostiene la acción del “héroe” o sujeto
protagonista, y es la del ayudante que se presenta en primer lugar a través de la figura de los
especialistas del panel, quienes aparecen ligados a un espacio utópico como la clínica del Dr.
Cormillot donde el sujeto entra en conjunción con los objetos buscados. Es reveladora la frase de
Guadalupe cuando dice en alusión a su nueva figura, a su nuevo matrimonio y a su reciente
embarazo: “Gracias al Dr. Cormillot y al programa, porque sin ellos no hubiera podido lograr
esto”. En algunas ocasiones hay también otra ayudante ligada indirectamente a la acción de los
especialistas en salud que es la especialista en moda, quien aconseja a las participantes mujeres a
vestirse adecuadamente para resaltar sus virtudes corporales y ocultar sus defectos. En segundo
lugar, el programa presenta como sujetos ayudantes a los familiares de los operados. Tal es el
caso de Maxi, un participante del año anterior que todavía sigue en competencia, quien agradece
a través de la lectura en cámara de una carta escrita por él a su madre presente en el piso,
mientras la conductora destaca que ella fue quien lo trajo al programa el año anterior y el panel
habla de la importancia del apoyo familiar para el tratamiento. También los “guías” pueden ser
considerados como ayudantes. Al igual que en los programas “Extreme Makeover” y
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“Transformaciones” -que fueron analizados en una investigación anterior a ésta-, es llamativo
que no existan sujetos oponentes, ya que todos los allegados a los sujetos protagonistas desean la
recuperación de los participantes obesos y después se muestran muy conformes con los
resultados obtenidos. O en todo caso, existe un sujeto oponente que no es un sujeto-otro y que
tiene una temporalidad anterior a la de la narración, que es el propio sujeto protagonista antes de
tomar la decisión de cambiar su cuerpo, ya que todos los participantes aluden al daño que se
hacían ellos mismos con la comida. En este sentido, Carina, cerca del alta, dice: “No quiero
volver a ese peso, no quiero volver a lastimar mi cuerpo”.
Por otro lado, puede decirse entonces que el objeto auxiliar por excelencia es la dieta alimenticia
-ya que la comida puede ser auxiliar u obstáculo, según cómo se la utilice-, aunque los ejercicios
físicos también lo son ya que siempre se destaca que deben ir “de la mano”, si bien a estos
últimos se les destinan menos minutos de aire que a la dieta. Hay un spot publicitario que los
participantes graban y se muestra en el programa, que dice: “La comida puede ser salud, la
comida puede ser enfermedad. Vos elegís”. Por su parte, los dos médicos Cormillot advierten
que “si no hago gimnasia con la dieta, puedo bajar tejido graso y también magro”. La cirugía
estética es otro auxiliar importante, pero de segunda línea en comparación a los anteriores. Cabe
aclarar que la cirugía también puede presentarse en su variante de cirugía “no plástica” que tenga
luego una repercusión directa en la estética como es el caso de la cirugía de by pass gástrico,
adquiriendo allí mayor importancia que la cirugía para eliminar los colgajos de piel ya que de
aquel modo presenta una funcionalidad en relación con la salud que en este último caso no tiene
por estar vinculada sólo a la estética. Aún así, es de destacar que a la cirugía plástica se la
tematiza dentro de lo saludable por eliminar kilos de peso innecesarios que alivian la columna de
los participantes. Éste es el caso de Lucio, a quien le quitaron siete kilos de colgajo. La
presentación que de eso se hace en el piso es extremadamente espectacular, ya que la conductora
se coloca un simulador de colgajo hecho de tela y dice que no lo soporta porque es muy pesado,
mientras la médica cirujana dice que “cualquiera que tome eso en sus manos sentiría el dolor de
cintura que sentía Lucio”. La vestimenta también se presenta a veces como un auxiliar para las
participantes femeninas en el caso de “los desfiles” que se organizan en el estudio con ellas, las
que ya están avanzadas en el tratamiento, de quienes el locutor dice que “se puede ser sexy aún
con sobrepeso” mientras pasan con transparencias. A tal punto que dentro del programa hay
publicidades de ropa de talles especiales en las cuales la indumentaria es desfilada por las
propias mujeres que han sido dadas de alta. También el peinado y los cosméticos juegan un rol
en este sentido, aunque hay que destacar que sólo en esas ocasiones mencionadas referidas a la
moda, que son muy pocas dentro del programa. Mientras tanto, el gran obstáculo contra el cual
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se lucha es la obesidad tematizada como enfermedad. “La obesidad como enfermedad existe dice la conductora-, y la estamos enfrentando en ‘Cuestión de Peso’. No es tan fácil, no es que
están gordos porque comen, esto tiene muchas más aristas”. A tal punto se muestra como
enfermedad que el programa ha organizado una “cruzada contra la obesidad” a nivel nacional
para juntar firmas y llevarlas al Congreso para que las obras sociales también la consideren de
este modo, cruzada que el año anterior se coronó con un abrazo a la mencionada institución
legislativa. Y como ya se dijo, la comida ingerida en exceso también es un obstáculo. “La
comida era para mí una forma de matarme”, dice Guadalupe refiriéndose a su pasado de gorda.
Por lo tanto, ya no es la propia constitución natural del cuerpo contra lo cual se lucha, tal como
sucedía en los dos programas analizados en la investigación anterior, sino que por el contrario,
aquí hay una aceptación del cuerpo sano tal cual es, sin obesidad pero con la forma que tenga
naturalmente. En palabras de la presentadora: “Es importante más que nada estar sano, porque lo
del buen cuerpo depende de la moda y uno tiene una estructura genética y contra eso no se puede
hacer mucho”. Y en palabras del Dr. Adrián Cormillot: “Hay que aceptar el cuerpo. Uno no
puede pretender quedar perfecto, y menos después de tanto sobrepeso”, dirigiéndose a las
participantes femeninas que ya están en la recta final del tratamiento.
Por todo lo dicho, encontramos dos sujetos de estado en la narración del programa: uno de estado
disjunto al inicio del relato, y otro de estado conjunto al final del mismo que logra estar
conforme con su cuerpo, o al menos medianamente conforme con su cuerpo pero feliz. Maxi, a
mitad de camino del tratamiento, dice en este sentido: “Como gordo no fui feliz, ahora estoy
empezando a ser feliz aunque tenga que cuidarme toda la vida”, en alusión a que la obesidad se
trata pero no se cura definitivamente. Estos sujetos de estado tienen coincidencia con el sujeto
del hacer, ya que son ellos principalmente los que ponen en marcha el proceso con su propia
voluntad. De Carina, por ejemplo, se dice que es “una verdadera luchadora”. De Adrián se dice
que es “un gran ejemplo, demuestra que se puede”. Ellos son unos verdaderos “héroes”. Si
comparamos con los otros dos realities sobre el cuerpos ya mencionados, en “Extreme
Makeover” y “Transformaciones” también se pasa en el relato de un sujeto de estado disjunto a
otro de estado conjunto, pero la diferencia es que en esos dos programas el sujeto de estado -que
es “paciente”- no coincide con el sujeto del hacer -que es el cirujano-. Por lo tanto, se puede
observar cómo en ese caso la intervención es externa y en el caso que nos ocupa actualmente la
intervención parte del propio “yo”.
El programa narrativo que presenta este reality, en cuanto unidad narrativa mínima que implica
una transformación entre estados por circulación de objetos, es la lucha contra el “don” de la
obesidad en cuanto atribución de kilos en exceso, y en cuanto a renuncia a una vida personal y
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social “normal” como privación. Para tal efecto se pone en marcha una “prueba” de apropiación
de la salud y de la aceptación personal y social a través de la desposesión de los kilos demás y
los complejos. En este mismo sentido pero de una manera más general, se puede observar que en
todos los casos la “prueba” sobre el cuerpo es constitutiva de la identidad personal y puede
elegirse individualmente dentro de un determinado contexto sociocultural; al tiempo que la
identidad corporal concebida como “don” natural es rechazada y factible de ser desplazada por el
sujeto, aunque hay ciertos parámetros biológicos que no puedan transformarse que hacen
emerger la aceptación como trabajo personal del individuo. La psicóloga dice al respecto sobre
María Noel -una hiper-obesa que entró al programa con doscientos quince kilos y ya lleva
bajados cuarenta- que “ella va a cambiar la identidad, va a ser alguien que nunca fue, y por eso
va a tener que construir su personalidad”; y Carina afirma: “Yo me veo muy bien ahora, aprendí
a querer este cuerpo con todo el daño que le hice. Estoy tratando de mimarlo con actividad física,
haciendo cosas para que esté mejor. Me estoy empezando a querer, me cuesta todavía pero me
estoy aceptando”. Por su parte, los recorridos narrativos propuestos por este relato televisivo recorridos definidos como combinaciones de varios programas narrativos- se componen de
relaciones hipotáxicas o cascadas de acciones en las cuales el sujeto protagonista hace
determinadas cosas para poder acceder a otras, como la dieta para poder realizar deportes sin
lesionarse y no sólo actividad física, o para poder acceder a la cirugía estética final que muchas
veces también se realiza en etapas. Desde una perspectiva más amplia, la relación hipotáxica
mayor que promueve el relato aquí analizado es la acción transformadora del cuerpo como clave
de acceso a una felicidad fijada en términos de satisfacción individual y aceptación social, lo
cual conduce a la seguridad que se necesita para ser un triunfador en la vida. A propósito de esto,
el flamante esposo de Guadalupe señala que ella con cuarenta kilos menos “pasó a ser una sexy
a los ojos de todo el mundo, quedó hecha una diosa”. Y precisamente se busca anclar a los
personajes en su universo de referencia para crear un efecto de sentido altamente ideológico que
implica que el cuerpo cambia la vida y por lo tanto es en algún punto más importante que el
alma, aunque el discurso explícito del programa de vez en cuando se encargue de destacar lo
contrario. Como en el caso de Analía, una participante que se pregunta cómo su marido puede
quererla con ese cuerpo, a lo que la psicóloga le responde que “no hay que medirse con modelos,
sos valiosa así y por eso tu marido te quiere”.
Podemos afirmar entonces que la sintaxis actancial del programa responde -al igual que en los
realities sobre cirugías estéticas analizados anteriormente- a las características del relato
canónico de la literatura de la modernidad, en el cual encontramos sujetos en disjunción con
objetos, que movilizan la acción hasta alcanzar la conjunción que produce un final feliz. Por lo
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tanto, la organización moderna del relato -lineal, simple- tampoco se corresponde con la
propuesta ideológica posmoderna y posestructuralista acerca de la identidad -de orden
constructivista, complejo- que realiza este programa de televisión. Y subrayamos también que lo
particular de esta sintaxis, es que aquí el sujeto sufre una transformación de tal magnitud que
pasa a ser otro sujeto al momento de lograr el estado de conjunción con el objeto. De Carina, por
ejemplo, pasan un tape del año pasado cuando entró al programa y luego la muestran ahora en el
piso mientras dicen: “¡Es otra!”.
CONCLUSIONES
Para concluir puede decirse que el programa representa la “ideología dietética”, del bienestar
físico o de la forma corporal en función de la salud física y mental, y no en términos de mera
estética. Desde el discurso de este reality se prescriben entonces ciertas “fórmulas o recetas” para
reconstruir el cuerpo y en última instancia la identidad de los participantes -y de los sujetos del
público dispuestos a ponerlas en práctica-.
En el orden de la narración hay un desafío por realizar, y hay varios “héroes” representados por
los participantes del programa que van superando numerosas pruebas -principalmente la dieta,
aunque también la gimnasia y en algunos casos la cirugía de by pass gástrico o la cirugía estética
para eliminar los colgajos después de adelgazar- para lograr el resultado final. El desafío es
entonces del orden de “la propia construcción de la salud”, desde la voluntad o desde el “yo”; a
diferencia de lo observado en el análisis de los programas “Transformaciones” y “Extreme
Makeover” en los cuales la intervención era más bien de orden externo.
En definitiva, si bien “Cuestión de peso” es altamente espectacular, también se presenta como un
programa referencial ya que parece decirnos que no fue creado con fines estrictamente
televisivos sino como un programa de servicios a la sociedad que luego se televisa; y supone una
idea del cambio corporal en términos de salud y no sólo de estética. En este sentido, señala
contundentemente la presentadora: “Esto es un negocio, pero principalmente un servicio para
vos”.
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Voces y Culturas. Revista de Comunicación 13, Barcelona, 1º semestre 1998. Pp. 89-102.
NOTAS
1
En esta investigación se entiende a “la tecnología” en un sentido amplio o foucaultiano del término en cuanto
“tecnologías del yo”, que incluye también el uso de la tecnología médica en sentido estricto. A través de ella se hace
referencia entonces a la dieta alimenticia, la gimnasia corporal y la cirugía estética.
2
Cabe aclarar que en este trabajo se ha tomado “la dietética” en cuanto campo de la actividad nutricional, que en la
actualidad se asocia fuertemente a otros campos relacionados con el cuidado del cuerpo como la gimnasia o
actividad física y la cirugía estética en tanto procedimientos médico-quirúrgicos estrechamente vinculados a la
tecnología que no siempre se aplican por una necesidad estrictamente medicinal. Aún así, no se considera aquí que
estas tres áreas formen parte de un mismo todo al modo del concepto foucaultiano de “dietética” -expuesto en su
obra Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres-, descripto como el saber que se ocupa de la relación con el
propio cuerpo que abre un campo de preocupaciones mucho más extenso que la estricta actividad de comer,
incluyendo en ella los alimentos, los ejercicios, las enfermedades, los medicamentos y la preocupación estética en
general.
3
Si bien la autora funda su análisis en programas televisivos clasificados preferentemente como talk shows, la
mayoría de sus aportes también pueden ser utilizados para echar luz sobre los realities debido a la similitud de
ambos géneros.
4
Esta figura puede adoptar múltiples modalidades como la reconstrucción de los hechos por sus propios
protagonistas o con actores, narración ficcional aunque con nombres y sucesos reales, presentación del propio caso
con entrevistas ante cámaras o micrófonos, combinación entre testimonio y dramatización, etc.
5
Destacar esta cuestión implica afirmar la posibilidad de resistencia a esta tendencia general de conformación de
identidades.
6
Las tecnologías del yo de la antigüedad a las que se refiere Foucault son la contemplación y el diálogo, la escritura
de cartas para revelar el yo, el examen de sí y de conciencia, la askesis consistente en meditación y gimnasia de
abstinencia sexual y privación física como rituales de purificación, y también la interpretación de los sueños, además
de la penitencia y la confesión en sus formas primitivas. Estas técnicas requerían el conocimiento profundo del
sujeto sobre sí mismo y una serie de sacrificios o renuncias a placeres que disciplinaban el cuerpo sobre la base de
una espiritualidad bien cultivada, todo lo cual suponía el largo plazo e incluso el desarrollo de la vida entera. Por el
contrario, las actuales tecnologías del yo como la cirugía estética, la dietética o la gimnasia corporal buscan un
resultado a corto plazo, rápido y efectivo, que implica principalmente la apariencia exterior del sujeto y que en el
caso de la cirugía no involucra ningún tipo de sacrificio o renuncia, y en el caso de la dietética y la gimnasia
corporal el sacrificio es de un grado menor que en las técnicas antiguas.
7
Si bien actualmente es casi imposible separar el ejercicio médico del uso de la tecnología, la cirugía estética es una
especialidad en la cual esta articulación es particularmente intensa.
8
Aunque la autora analice semanarios argentinos de la década del ´90, puede extenderse esta conceptualización
hacia nuestro corpus televisivo.
9
Estos dos realities sobre el cuerpo que tematizan sobre la aplicación de cirugías estéticas, fueron analizados en una
investigación anterior, también subsidiada por el Instituto de Investigación de la Universidad Nacional de Villa
María.
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