la vida religiosa: líneas para una verdadera renovación

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EDUARDO PIRONIO
LA VIDA RELIGIOSA: LÍNEAS PARA UNA
VERDADERA RENOVACIÓN
La vio religieuse dans I'Eglise et dens le monde, Vio consacrée 54 (1982) 67-80 (1)
LA IGLESIA Y EL MUNDO EN QUE VIVIMOS
Después del Vaticano II podemos caracterizar a la Iglesia como una Iglesia que escucha
la Palabra de Dios (DV) y la celebra en la Eucaristía (SC), una Iglesia que redescubre su
identidad (LG) y que es enviada al mundo (GS). La dimensión contemplativa, de
escucha y de adoración de la Iglesia es el aspecto más importante de la vida religiosa
hoy. Y así como la Iglesia es enviada especialmente al mundo de los pobres, 'la vida
religiosa se ve acuciada por la llamada a estar entre los más marginados.
Podríamos caracterizar al mundo de nuestro tiempo como un mundo que cambia
profundamente, y cuyas mutaciones son una llamada para la vida religiosa que, por
fidelidad al carisma propio, lo ha de concebir con una fidelidad dinámica, que lleva a
preguntarse dónde están los pobres y necesitados de hoy, cuáles son les demandas
específicas de hoy a la vida contemplativa, etc. Un mundo en qué la violencia es la
forma normal de existencia y que pide que el religioso exprese la experiencia de un
Dios amor y reconciliación. Un mundo donde la injusticia y la opresión exigen que la
vida religiosa sea testimonio de los valores evangélicos de pobreza, libertad, caridad,
don total de sí mismo.
ASPECTOS MÁS IMPORTANTES DE LA VIDA RELIGIOSA HOY
Podemos señalar los siguientes:
Una búsqueda más profunda de Dios. Deseo de vivir una auténtica dimensión
contemplativa, una espiritualidad apostólica basada en el evangelio, en las inspiraciones
de los fundadores y en las exigencias de los tiempos nuevos. Necesidad de una fuerte
vida interior que evite las dicotomías.
Una inserción más fuerte en las Iglesias locales. A pesar de que puedan surgir
problemas entre fidelidad a la realidad concreta y al espíritu universal (de la vida
religiosa o de la Congregación). A veces los problemas nacen del conocimiento
insuficiente que los obispos tienen de la identidad específica de los religiosos.
Una búsqueda más verdadera de los valores esenciales. La vida religiosa no concebida
primariamente en un contexto jurídico, sino como alianza de amor, en un contexto
evangélico y teológico. El misterio pascual encuentra en la vida religiosa una
celebración concreta. En las celebraciones pascuales que son los capítulos se da una
profundización del carisma y de la espiritualidad propias.
Un sentido particular de la justicia. Y una verdadera opción por los pobres, insertándose
en la realidad popular, a la vez que se mantiene la fidelidad al propio carisma. Es un
desafío pascual, que comporta riesgos evangélicos; se trata de "perder la vida" para
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reencontrarla en Cristo. Cierto que ha habido desviaciones que han hecho perder la
propia identidad, pero el Espíritu de fuerza y de coraje es, también, el Espíritu de
sabiduría y prudencia. Hay que interrogarse nuevamente, a la luz del propio carisma,
sobre el sentido actual y concreto de los nuevos pobres. ¿Quiénes son? ¿Dónde están?
¿Cómo ir a ellos? ¿Cómo ser evangelizado por ellos?
Una valorización especial de la profecía en la Iglesia, como anuncio del Reino y como
denuncia de una realidad que se opone a este Reino de verdad, de gracia, de justicia, de
amor y de paz. La vida religiosa es un grito evangélico continuo.
La búsqueda de una auténtica comunidad, de una comunidad pascual y de una
comunión auténtica en el interior del Instituto, reconociendo los carismas y
temperamentos diversos, que llevan al reconocimiento de un pluralismo legítimo. En
ocasiones se ha ido demasiado rápido, sin la debida prudencia y sin sabiduría. En otras
ha habido un estancamiento en una fidelidad estática y material, preocupada más bien
por la seguridad. Y ha provocado tensiones y divisiones que la pobreza -que busca en la
oración y el diálogo- y el espíritu de verdadera comunión eclesial, habrían podido
evitar.
ALGUNAS LÍNEAS DE VERDADERA RENOVACIÓN
Quisiera subrayar tres líneas esenciales, siguiendo los tres últimos documentos de la
Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares: Mutuae Relationes
(MR), de 1978, Optiones evangelicae (OE) y Dimensio contemplativa (DC), de 1980.
Comunión
"Todos los miembros, pastores, laicos y religiosos participan, según su manera propia,
de la naturaleza sacramental de la Iglesia: cada uno, según su papel, debe de ser signo e
Instrumento de la unión con Dios y de la salvación del mundo" (MR,4). Cuando se
habla de comunión eclesial no se trata sólo de la cooperación elemental entre los
religiosos y los pastores para una mayor eficacia pastoral, sino de una realidad
sacramental querida por Cristo, que ha fundado la Iglesia sobre el fundamento de los
apóstoles y los profetas (Ef 2,20) y ha enviado al Espíritu para que habite en la
comunidad de los creyentes, como principio de unidad y de comunión (LG,13).
En esta comunión orgánica hay que subrayar el ministerio de los obispos (MR, cap. 2),
como vicarios y legados de Cristo jefe, como principios de unidad y de animación. Y la
naturaleza eclesial de los religiosos, llamados a dar en la Iglesia un testimonio evidente
de total donación a Dios, en fidelidad perfecta a su carisma, don del Espíritu (MR,14).
Subrayemos los diversos niveles de la "comunión":
- Comunión íntima con Dios viviendo en la escucha de la Palabra, guiados por el
Espíritu, en fecunda dimensión contemplativa.
- Comunión en el interior del Instituto: En la comunidad local que se manifiesta en la
simplicidad y el gozo, como la comunidad primitiva, unida en la oración, la fraternidad
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y la misión. Insertada en la comunidad más universal - la del Instituto- buscando la
comunión en la fidelidad al mismo carisma y espiritualidad, y a los mismos superiores
legítimos.
- Comunión intercongregacional, fraterna, de los diversos institutos, para vivir la vida
religiosa y colaborar, unidos, a la dimensión evangelizadora de la Iglesia.
- Comunión en el interior del Pueblo de Dios que preside el Obispo. Se realizará en la
medida en que éste promueva la fidelidad de los religiosos a su propio carisma y los
incorpore a la actividad y programación pastoral. Y que los religiosos sean sensibles a
las urgencias pastorales locales, a la vez que profundamente fieles a su carisma y misión
propios.
- Finalmente, comunión evangelizadora con el mundo: el religioso ha de sentirse parte
de una Iglesia "sacramento de salvación".
Misión (OE)
"Como el Padre me ha enviado, así yo os envío" (Jn 20,21). Es la Iglesia entera quien es
enviada al mundo para realizar un papel específico de plena evangelización y de
promoción humana e integral. Quisiera proponer a vuestra reflexión algunos de los
problemas más graves de este momento.
La opción preferencial par los pobres. Hoy la Iglesia entera está fuertemente
comprometida en esta opción profundamente evangélica. El evangelio no puede excluir
a nadie del Re ino, pero Cristo ha optado: "El Espíritu... me ha enviado a anunciar la
buena nueva a los pobres". Se trata pues de ir a los pobres. Pero, ¿quiénes son los
pobres hoy? ¿cómo ir a ellos? Se trata de partir el pan a los hambrientos (Is 58,7), pero
¿qué pan?
Esta opción pide que se revise el sentido de las actividades y obras sociales de los
religiosos; más profundamente, que se revise el sentido de todas las obras y estructuras
en que la vida religiosa ejerce su misión. Se precisa de una profunda revisión en el
campo de la educación y de la asistencia social. Sin destruir las formas tradicionales
(buscando incluso revalorizarlas), es necesario pensar en formas nuevas de misión
evangélica, siempre en una profunda comunión eclesial (MR,40-43).
La defensa de la justicia. La vida religiosa no puede ser extraña a esta exigencia
evangélica. Pero debe realizarla a la luz de la fe y en plena comunión eclesial.
Indudablemente esto presenta problemas difíciles: Uno de ellos es el de la
instrumentalización política de que se puede ser objeto, pero también hay el peligro de
la evasión cómoda de un compromiso cristiano. Se trata de una cuestión relacionada con
la anterior, la opción por los más pobres. Y sólo en un contexto de auténtica humildad,
pobreza, contemplación y comunión se podrá discernir la voluntad concreta salvífica de
Dios.
Hay dos problemas más: la inserción en el mundo del trabajo y el compromiso directo
en la praxis política. No existe solución fácil para estas cuestiones que han de ser
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examinadas siempre a la luz de la fidelidad al hombre y a nuestro tiempo, a Cristo y al
Evangelio, a la Iglesia y a su misión en el mundo, a la vida religiosa y al carisma del
Instituto (cfr OE, part. I, 3 y 4).
Quisiera subrayar todavía algunos principios.
Los religiosos, participando en la misión evangelizadora de la Iglesia, sienten que hay
una "integración adecuada entre evangelización y promoción humana" (OE, Int.), por
tanto, entre vida religiosa y promoción humana.
El modo más válido de evangelización para los religiosos es su existencia consagrada
(cf EN,69); por consiguiente su mejor contribución a la promoción humana es su vida
misma, vivida en una dimensión verdaderamente profética de anuncio, de gozosa
fidelidad a su carisma y a la llamada de Cristo muerto y resucitado.
La opción por los pobres y por la justicia, la preocupación por la situación social,
económica y política, entra plenamente en la misión evangelizadora de la vida religiosa,
y va profundamente unida a su consagración. Hay que unir fuertemente, sin caer en
dicotomías, consagración y misión.
Todo debe ser vivido en un profundo clima eclesial. Y por tanto buscando la comunión
real, a veces dolorosa, cuando existen posturas radicales de una y otra parte. Más que
nunca hay que proclamar y vivir el misterio pascual de muerte y resurrección, de cruz y
de esperanza. La búsqueda de comunión supone un gran espíritu de fidelidad, de
pobreza evangélica y de oración.
Las opciones evangélicas de los religiosos suponen un largo camino de discernimiento:
personal, comunidad local, Instituto, comunidad cristiana presidida por los pastores.
Este discernimiento eclesial exige una sincera fidelidad al Señor por las dos partes.
Cuando los obispos se hacen humildes oyentes de la, Palabra (y por tanto verdaderos
discípulos), se muestran inmediatamente como maestros generosos, profetas, pastores,
servidores de sus hermanos. Me agrada recordar esta enseñanza de MR (9,d): "Que los
pastores se acuerden de la advertencia apostólica de no ejercer su dominio sobre
aquellos que les ha tocado cuidar, sino mostrándose modelos del rebaño (iP 5,3), que
sean conscientes de la primacía de la vida en el Espíritu, reclamando de ellos que sean, a
la vez, guías y miembros, verdaderos padres, pero a la vez hermanos; maestros de la fe,
pero sobre todo condiscípulos ante Cristo; maestros de perfección para los fieles, pero
también testimonios de su santificación personal".
Contemplación (DC)
No se puede hablar de vida religiosa si no se parte de una profunda configuración al
Cristo muerto y resucitado, una comunión íntima con él en la oración y la cruz, en una
contemplación serena y gozosa. Comunicación con el Dios invisible que hemos visto,
escuchado y tocado (1Jn 1,1-4).
Sólo los verdaderos contemplativos (hombres pobres, guiados por el Espíritu) pueden
descubrir la profunda realidad de los hombres (la pobreza y la miseria, la injusticia y la
opresión) y servirla con eficacia.
EDUARDO PIRONIO
Quisiera subrayar los puntos siguientes.
Se trata de una verdadera contemplación (don del Espíritu Santo) que no se despega,
sino que se inserta, en la realidad histórica. Como María, la contemplativa, que en Caná
y en la Visitación, descubre los problemas y trae rápidamente la salvación
Supone una unidad interior (don también del Espíritu) que no hace dicotomías entre
oración y acción, porque su actividad apostólica es el fruto, el medio y el principio de la
verdadera contemplación.
Supone siempre tres elementos: la Palabra, viviendo en su continua escucha; el desierto,
buscando momentos intensos de desierto y trabajando para que el desierto se instale en
nuestro corazón; la comunidad, formando verdaderas comunidades evangélicas.
Para terminar quisiera recordar algunos de los medios prácticos que cita DC: Escucha
de la Palabra de Dios y riqueza de la liturgia de las horas. Celebración de los
sacramentos: Reconciliación, Eucaristía. Ascesis personal y comunitaria. Dirección
espiritual. Presencia íntima e irremplazable de María.
Conclusión
Quiero concluir con la figura luminosa y sencilla de María, modelo de consagración.
Ella es la Madre de la Iglesia, la mujer nueva, la madre del hombre nuevo. Su "sí", fiel a
la Palabra, a la cruz y al Espíritu, ha dado nacimiento a la novedad pascual. Es la Virgen
de la interioridad contemplativa y del servicio, que trae al mundo el gozo y la paz.
Comencemos con María una nueva etapa de nuestro camino como testigos y profetas,
profundamente renovados en el Espíritu de Jesús, para ser testimonios del Reino y
profetas de esperanza.
Notas:
1
Añadimos, como autorizada nota complementaria, un extracto (esquemático en los dos
primeros apartados y amplio en el último) de la conferencia pronunciada el 15.10.81 por
el Cardenal EDUARDO PIRONIO, Prefecto de la Sagrada Congregación para los
Religiosos y los Institutos Seculares, a la Asamblea general de Superiores Mayores de
Francia (N. de la R.).
Tradujo y extractó: FRANCESC RIERA I FIGUERAS
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