No hay que exagerar pidiendo favores. “¿Puedes hacerme un gran favor?” ¿Esto te suena familiar viniendo de ti o de tus amigas? O siempre lo pides o siempre te lo piden. Cualquiera que sea el caso, a las mujeres les gusta intercambiar favores. Aceptamos cuidar del bebé de una amiga mientras ella está en la peluquería; aceptamos cocinarle a una amiga que no se siente bien; aceptamos recoger los hijos de una amiga una vez por semana para que ella pueda tener más tiempo para sus asuntos. ¿Cuántas veces hemos pedido a nuestras amigas o familiares: me prestas tu collar negro o tu pañuelo rosa? ¿O decimos: me compras un litro de leche ya que vas de compras? El intercambio de favores indica una relación natural, sana y feliz con los demás. Hacer favores a los demás nos reporta una gran gracia y bendición de Al-lah y aumenta nuestro crédito en el “Banco de favores”. El “Banco de favores” es un banco imaginario donde están consignados los favores que prestamos a otros. De aquí es de donde retiramos cuando sentimos que podemos pedir a alguien un favor. Este mismo banco tiene consignadas nuestras deudas también. Cuando alguien nos hace un favor queda registrado en este mismo banco hasta que devolvamos el favor. Cuando las personas intercambian favores entran en un sistema que les permite acceder a un favor o verse obligadas a devolverlo. El “Banco de favores” existe, lo sepamos o no. Muchos de nosotros no nos damos cuenta; pero sabemos que si alguien nos hace un favor, se lo debemos. Sin embargo, a diferencia de nuestras cuentas en los otros bancos, el “Banco de favores” no tiene un sistema que impida sobregirarnos. ¿Qué pasa cuando tú eres quien pide favores todo el tiempo y tus amigas no piden nada de ti? ¿Se “secarán” tus depósitos? Literalmente, no; pero tu amistad tal vez. ¿Qué favores no son favorables? Pedir favores constantemente no es en sí malo, ni mucho menos pecaminoso. Cuando necesitamos ayuda ¿a quién más podemos recurrir sino a quien nos va a ayudar? El problema de pedir favores sólo aparece cuando no son devueltos con reciprocidad o cuando los pedimos sabiendo que incomodamos a alguien. Demasiado de algo bueno es malo A veces, tenemos alguna amiga que siempre está dando de sí. Le gusta ayudar a los demás y siempre lo hace con una sonrisa. Nunca dice no y por eso pensamos que a ella le gusta ayudar. De hecho, nos convencemos de que la estamos ayudando al permitirle ayudarnos. “Le gusta tanto” nos decimos, “si no le gustara tanto ¿podría decir que no, no es cierto?” nos repetimos. Lo hacemos así constantemente y siempre estamos pidiéndole favores. ¿Es correcto que lo sigamos haciendo hasta que ella explote? Claro que no. Como sinceras y respetuosas amigas, a veces debemos tomar decisiones por el bien de nuestras amigas. En este caso, la decisión que hacemos por esta amiga es no pedirle favores. No debemos ponerla en la posición de tener que negarnos el favor o tener que aceptar hacernos el favor de mala gana. La verdad es que seguramente todos conocemos a una persona que está siempre ahí para nosotros, ofreciendo una mano; y la verdad es que nunca debemos tomar ventaja de esto. Si nos acostumbramos a siempre pedirle favores a esta amiga, pues nos hacemos dependientes de ella al extremo de pensar que ella debe estar disponible siempre que la necesitemos. Al contrario, nosotras debemos sopesar nuestras necesidades y determinar cuándo realmente necesitamos ayuda y cuándo lo hacemos solo por comodidad. Incluso aquellos que creemos que viven para ayudar a los demás se sienten incomodados por las frecuentes solicitudes de favores. Como buenas amigas y mejores musulmanas debemos saber cómo manejar nuestros intercambios relacionados con la amistad y el “Banco de favores”. Lee entre las líneas (incluso si no hay palabras) Pedir demasiados favores muy seguido no es la única manera de liquidar nuestro crédito en el Banco de favores, a veces podemos estar forzando un favor porque estamos muy ciegos para ver la verdad o muy sordos para oírla. Imagínese tener que llamar a una amiga y preguntarle qué haría y cuáles eran sus planes para el día. Ella prosigue diciéndote que estará en casa: “He estado en correteos toda la semana y anoche trasnoché cocinando y limpiando, así que hoy me tomaré todo el día libre. No puedo esperar para ponerme al día con mis lecturas, darme un largo baño, incluso tomarme una siesta. ¡No he tomado una siesta en años!”, dice emocionada. Claramente ella está muy feliz por las pocas horas que tendrá para ella misma antes de que sus hijos vuelvan del colegio. “Ella estará en casa”, es lo único que te repites. Tu hijo tiene tres meses y no anda arrastrándose por la casa, y la mayor parte del tiempo se porta bien. Entonces, le preguntas si se lo puedes dejar por una hora para que te lo cuide mientras tú vas de compras. Ella guarda silencio por unos segundos. “¡Hola! ¿Sigues ahí?”, preguntas. “Sí, mmm bueno; pienso que me puedes dejar a ‘Ali por un rato”, replica ella, obviamente con dudas. “Gracias, pasaré por allí en unos veinte minutos”. Y ahí lo tienes; así es como no se pide un favor. Puede sonar como algo que nunca haríamos, pero debemos tener mucho cuidado la próxima vez que pedimos un favor. Si sentimos que estamos forzando a alguien a hacer algo por nosotras bajo presión, debemos leer entre líneas y retirar nuestro pedido. Si debemos elegir entre incomodarnos un poco por llevar a nuestro hijo a la verdulería o pedir que nuestra amiga deje su tiempo de descanso por nuestra culpa, pues debemos respetarnos y respetar a nuestra amiga. Es muy fácil tomar ventaja de la buena voluntad de los demás; pero también no es difícil intercambiar favores y buenas obras con las amigas. Si somos conscientes de la frecuencia, la clase y la duración de nuestros pedidos estos serán mejor recibidos y seremos, en general, mucho mejores amigas. Debemos recordar que el Banco de favores no tiene seguro de sobregiro; pero también debemos recordar que está asegurado por Al-lah que cada favor que hacemos nos será devuelto en muchas maneras.