REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs. 57-77 Historia del psicoanálisis estadounidense desde sus orígenes hasta la Segunda Guerra Mundial *Jaime Nos Llopis Introducción La revisión histórica de las primeras cuatro décadas del psicoanálisis de los Estados Unidos, que se extienden de principios del siglo XX hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, nos muestra que un acontecimiento decisivo en la historia de Europa –el ascenso al poder en 1933 del Partido Nacional Socialista en Alemania– dividió este período en dos fases claramente diferenciadas. Durante la primera fase, de 1900 a 1933, el psicoanálisis estadounidense fue un satélite de las sociedades psicoanalíticas centroeuropeas en las que había surgido el psicoanálisis. En la segunda fase, de 1933 a 1945, la situación anterior se invirtió: durante esos años, el psicoanálisis centroeuropeo fue trasplantado a los Estados Unidos por los psicoanalistas que se exiliaron en este país escapando de la persecución nazi, lo cual determinó el ulterior auge del psicoanálisis estadounidense. En este trabajo, describiré los hitos y protagonistas fundamentales de estas dos etapas y, complementariamente, revisaré ciertos aspectos de la cultura de los Estados Unidos que influyeron en la orientación del psicoanálisis estadounidense de ese período y determinaron su evolución histórica posterior. * Dirección: Rambla de Cataluya 106, (08008) Barcelona, España. 12875jnl@comb.es JAIME NOS LLOPIS 58 I. Los orígenes del psicoanálisis estadounidense: de 1900 a 1933 A diferencia de lo que ocurrió en Europa, las ideas de Freud tuvieron una rápida aceptación y difusión en los Estados Unidos desde el inicio del siglo XX. El primer reconocimiento internacional del psicoanálisis provino de los Estados Unidos de un modo honorífico: en 1909, Freud fue invitado por el psicólogo Stanley Hall, presidente de la Clark University (en Worcester, Massachussets), con motivo de la celebración del vigésimo aniversario de esa universidad, a dar cinco conferencias en alemán sobre psicoanálisis (Freud, 1910). Freud aceptó la invitación y zarpó desde Bremen rumbo a Nueva York acompañado de Jung, Jones y Ferenczi, sus más fieles colaboradores de ese período. La visita de Freud a los Estados Unidos en 1909 le permitió extraer algunas conclusiones que se reflejan en estos comentarios suyos: Con gran sorpresa comprobamos que todos los miembros de aquella Universidad [...] conocían los trabajos psicoanalíticos y los habían dado a conocer a sus alumnos. Así, pues, en la pudibunda América, podían discutirse y examinarse científicamente con toda libertad, por lo menos dentro de los círculos académicos, cosas que en la vida individual eran objeto de violenta repulsa [...] La falta de una arraigada tradición científica y la menor rigidez de la autoridad oficial han sido decisivamente ventajosas […] Otra circunstancia característica fue la de que, desde el principio, los profesores y directores de manicomios mostraran por el análisis un interés tan grande como el de los médicos independientes. Y a continuación, Freud compara la actitud receptiva hacia el psicoanálisis de los Estados Unidos con el rechazo de Europa: “[...] es evidente que la lucha por el psicoanálisis ha de decidirse allí donde ha surgido la mayor resistencia, o sea en los viejos centros de cultura” (Freud, 1914, págs. 1909-1910). Dos años más tarde, en 1911, cuando tan sólo existían en el mundo tres sociedades psicoanalíticas –las de Viena, Berlín y Zurich– se fundaron la Sociedad Psicoanalítica de Nueva York y la Sociedad Americana de Psicoanálisis; y en 1914 se fundaron las sociedades de Boston y Washington D.C. Los analistas pioneros americanos fueron, en su mayoría, académicos de prestigio de las universidades más elitistas del nordeste del país (Columbia, Harvard, Philadelphia, Johns Hopkins, etc). La lista de analistas fundadores de las primeras sociedades psicoanalíticas de los Estados Unidos incluye algunos nombres conocidos: el psicoanalista británico Ernst Jones, biógrafo de Freud y uno de sus más fieles colaboradores; Abraham Brill, que se formó con Bleuler en Zurich, donde se in- REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs. 57-77 HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS ESTADOUNIDENSE [...] 59 teresó por el psicoanálisis, y tras su retorno a los Estados Unidos tradujo las obras de Freud al inglés, los Collected Papers; o el eminente neurólogo James Jackson Putnam, a quien Freud dedicó dos trabajos cortos que aparecen en la Standard Edition. De 1900 a 1930, un período en el que todavía no existía ningún instituto psicoanalítico en los Estados Unidos –el primero se fundaría en Nueva York en 1931–, numerosos psiquiatras estadounidenses hicieron su peregrinaje a Europa para obtener una formación psicoanalítica con Freud y el resto de psicoanalistas pioneros. Diversos biógrafos de Freud (Jones, 1955; Gay, 1988) e historiadores del psicoanálisis (Oberndorf, 1953) describen la rápida difusión del psicoanálisis en los Estados Unidos a principios del siglo XX, así como la ayuda económica y los numerosos gestos públicos en defensa de Freud y el psicoanálisis que hicieron los psicoanalistas norteamericanos, en sociedades profesionales y periódicos. Comparemos esta actitud con la del establishment médico vienés de ese período: en su autobiografía, Elias Canetti (1982) narra que en la culta y burguesa Viena de las décadas de 1910 y 1920, en la que surgieron tantas figuras innovadoras en diversos campos del arte y la cultura –Gustav Mahler; Klimt; Otto Wagner y el grupo arquitectónico vienés Sezession, con Loos, Hoffmann y Olbrich; Arthur Schnitzller; Karl Krauss; Wittgenstein y los positivistas lógicos del Círculo de Viena–, las ideas de Freud eran discutidas apasionadamente por los estudiantes e intelectuales vieneses más avanzados, pero ignoradas o ridiculizadas por las figuras más prominentes de la universidad. Razones históricas de la rápida aceptación del psicoanálisis en los Estados Unidos Si el psicoanálisis había encontrado tanta resistencia en los círculos académicos e intelectuales europeos, ¿cuáles fueron las razones de que tuviera una aceptación tan inmediata en los Estados Unidos? En mi opinión, un amplio sector de la sociedad estadounidense era particularmente receptivo a nuevas ideas. Veámoslo. Desde una perspectiva centroeuropea, la cultura norteamericana a menudo se concibe como radicalmente distinta de la europea; pero en realidad, los Estados Unidos es un producto de la cultura europea moderna, que a su vez era el fruto de una profunda transformación causada por los cambios políticos, religiosos, económicos y sociales ocurridos a lo largo de un periodo de tres siglos, del XVII al XIX: reforma protestante, liberalismo, revolución francesa, ilustración, revoluciones anticoloniales americanas, revolución industrial, etc. 60 JAIME NOS LLOPIS El término “liberalismo” hace referencia a una nueva actitud que se desarrolló en Europa en el siglo XVII tras la reforma protestante, como fuerza de liberación de todas las tiranías –religiosas, políticas, sociales, económicas e intelectuales– residuales del período medieval. La actitud liberal incluye diferentes rasgos: rechazo de cualquier injerencia en materia de conciencia; rechazo de la autoridad de la Iglesia en cuestiones relacionadas con la ciencia y la filosofía; individualismo en la esfera económica, que se tradujo en una actitud de laisser-faire; oposición de las nuevas clases medias al poder regio de origen divino y a los privilegios arbitrarios de la aristocracia y monarquía; confianza en la razón y la ciencia como fuentes de progreso; importancia de la educación y la ética del trabajo (Max Weber, 1904-1905); y un sistema político democrático basado en el derecho a la propiedad privada. Desde un punto de vista histórico, los Estados Unidos fueron –a diferencia de los países europeos– la primera nación occidental que se constituyó desde su inicio como una nación “moderna”, sin un pasado feudal-aristocrático y sin una tradición religiosa y cultural propias. La revolución anticolonial, la declaración de independencia y la Constitución de los Estados Unidos de América de 1787 estuvieron inspiradas –al igual que la revolución francesa y la corriente intelectual de la ilustración en Europa– en los principios del liberalismo: libre expresión de pensamiento, libertad de asociación, libertad de prensa, libertad religiosa, separación Iglesia-Estado, laicidad o no-confesionalidad del Estado, etc. El ideal liberal se convirtió en el ideal nacional de los Estados Unidos, que estaba reflejado en su Constitución e impregnaba la cultura estadounidense de finales del siglo XIX. Pero este ideal –como suele suceder con los ideales– no fue siempre alcanzado durante ese período: la lucha política y económica planteada entre los estados del Norte y del Sur sobre la extensión del esclavismo a los nuevos estados del Oeste del país, derivó en 1861 en una sangrienta Guerra Civil o Guerra de Secesión (1861-1865) de cuatro años de duración. Esta confrontación violenta puso de manifiesto de forma trágica que la sociedad estadounidense no había asimilado global y homogéneamente los principios liberales del pensamiento moderno europeo, sino que dentro de ella coexistían –y todavía coexisten–, en tensión dialéctica y frágil equilibrio, dos tendencias opuestas. Intentaré diferenciar esas tendencias, a riesgo de simplificar una realidad muy compleja. Un numeroso sector de la población –la “mayoría moral”– tenía una actitud profundamente conservadora, cuyas raíces históricas se remontaban a los emigrantes “pioneros” de origen europeo que se vieron obligados a salir de sus países de origen por pertenecer a minorías religiosas discrepantes. Los rasgos que definen esta actitud conservadora son varios: rechazo de las ideas liberales; religiosidad fundamentalista y antiREV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs. 57-77 HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS ESTADOUNIDENSE [...] 61 científica; puritanismo; nacionalismo aislacionista y desconfianza de ideas nuevas y culturas “extrañas”, no americanas; y una visión idealizada de América como tierra de promisión elegida por Dios. En cambio, otra parte de la población norteamericana –no menos numerosa que la anterior– había asimilado profundamente los ideales liberales y los principios ilustrados en los que se sustentaba la democracia americana. Al inicio del siglo XX, parte de este sector liberal, ilustrado y progresista se había convertido en una elite cultural –minoritaria dentro del país, pero numéricamente considerable– que, comparada con la burguesía europea culta de ese período, estaba mucho más abierta que ésta a cualquier innovación que ofreciera esperanza de progreso, ya que carecía de la rigidez que, a menudo, genera en el europeo la idealización acrítica de su tradición histórica e identidad cultural nacionales, que se consideran inmutables e incuestionables. Esta mayor permeabilidad a lo nuevo de un sector de la sociedad norteamericana explica hechos paradójicos como el siguiente: la monografía sobre la sexualidad humana del psicólogo victoriano inglés Havelock Ellis (Studies in the Psychology of Sex, 1900) fue publicada por una editorial de la puritana Filadelfia, tras haberse prohibido su publicación en Inglaterra por considerársela obscena. Fue esta elite progresista e ilustrada de la sociedad estadounidense de principios del siglo XX la que aceptó rápidamente el psicoanálisis. Las ideas revolucionarias de Freud sobre la sexualidad infantil y el funcionamiento mental inconsciente, y sobre su conexión con aspectos tanto psicopatológicos como normales y creativos del ser humano –como el humor o el arte–, despertaron un interés inmediato por el psicoanálisis entre dos grupos concretos de este sector de la sociedad: por un lado, intelectuales con una actitud progresista utópica –típicamente americana– que estaban abiertos al psicoanálisis como movimiento cultural y a las corrientes vanguardistas europeas del momento; y por otro, los círculos académicos médicos, cuya actitud pragmática –también característicamente americana– les hacía especialmente receptivos a nuevos métodos que pudieran tener utilidad terapéutica. Freud expresó abiertamente su gratitud por el apoyo que recibió de los psicoanalistas estadounidenses, que le ayudaron de forma generosa desde el principio. Pero su gratitud estaba mezclada con otros sentimientos contrapuestos (Gay, 1988): Freud sentía un intenso prejuicio antiamericano –típico del europeo culto decimonónico– que se manifestaba en sus críticas del materialismo tosco y anti-intelectual, el puritanismo sexual, y la superficialidad que él atribuía a América, un país que apenas conocía; igualmente, Freud temía que el fundamentalismo religioso y anticientífico del sector conservador de la sociedad estadounidense, la popularización del psicoanálisis, y la medicalización de la prác- JAIME NOS LLOPIS 62 tica psicoanalítica en los Estados Unidos, diluyeran los aspectos revolucionarios de sus ideas y contaminaran el desarrollo del psicoanálisis en ese país. La historia posterior demostró que algunos de los miedos de Freud estaban fundados. II. El psicoanálisis estadounidense desde 1933 a 1945: diáspora del psicoanálisis centroeuropeo hacia los Estados Unidos En la década de 1930, un acontecimiento fundamental de la historia moderna de Europa iba a afectar para siempre el desarrollo posterior del psicoanálisis en los Estados Unidos. En Alemania, tras el agitado período de la República de Weimar (1919-1933), el Partido Nacional Socialista –de ideología pangermanista y racista– ganó las elecciones y accedió al poder: el 30 de enero de 1933, el presidente Hindenburg nombró Canciller a Adolf Hitler, quien en varios meses barrió toda oposición e instauró el régimen totalitario del III Reich. A partir de entonces, la situación se fue haciendo irrespirable en Alemania para los psicoanalistas de origen judío, sobre todo si estaban vinculados con partidos políticos de izquierdas. El 10 de mayo de 1933, en la Universidad de Berlín, una turba de estudiantes quemó públicamente miles de libros de la biblioteca que eran considerados perniciosos, entre ellos las obras de Freud. La práctica del psicoanálisis se convirtió en peligrosa: sirva de ejemplo el que Edith Jacobson –que por entonces ejercía el psicoanálisis en Berlín– fue encarcelada por negarse a dar información a la Gestapo sobre un paciente. A partir de este período comenzó un éxodo constante y masivo de psicoanalistas europeos hacia los Estados Unidos. Los analistas del Instituto de Berlín fueron los primeros en exiliarse: al principio de la década de 1930, Franz Alexander, Sandor Rado y Karen Horney –que durante los años veinte habían formado parte del claustro de enseñanza del Instituto Psicoanalítico de Berlín– emigraron a los Estados Unidos. Posteriormente, conforme la ocupación nazi y la persecución de los judíos se fue extendiendo al resto de países centroeuropeos, les seguirían los analistas de Viena, Budapest, Praga, etc. El 12 de marzo de 1938, los nazis entraron en Viena, y Austria fue anexionada a Alemania. Durante los días siguientes, en toda Austria se desató un reinado del terror de pogroms antisemíticos, planeados y espontáneos, cuya crueldad y violencia presagió lo que ocurriría después en Alemania: muchos judíos fueron arrestados, linchados o asesinados; sus viviendas, comercios y sinagogas saqueadas; sus cementerios profanados. Ni siquiera un científico del prestigio internacional de Freud estuvo a salvo: los nazis hicieron varios registros de su domicilio en busca REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs. 57-77 HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS ESTADOUNIDENSE [...] 63 de información comprometedora, su hijo Martín fue detenido y su hija Anna interrogada en la sede de la Gestapo, donde tuvo que demostrar que la Sociedad Psicoanalítica Internacional era una sociedad científica sin implicación política alguna. Hasta entonces Freud se había resistido a abandonar Viena, pero finalmente reconoció la gravedad de la situación: su estado de ánimo de ese momento se refleja en una breve nota suya, “Finis Austriae”, que escribió en su diario personal. Ese mismo año, con la ayuda de una red de personas influyentes –entre ellas, la princesa Marie Bonaparte y el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt–, Freud consiguió un pasaporte para salir de Austria y se exilió en Inglaterra junto con su familia. El 23 de septiembre de 1939, Freud moría en Londres. Semanas antes, el 1 de septiembre de 1939, Alemania había invadido Polonia y no atendió un ultimátum de Inglaterra y Francia exigiendo la retirada de sus tropas. El 3 de septiembre estos países declararon la guerra a Alemania: comenzaba la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Estos acontecimientos históricos provocaron una diáspora de científicos, artistas e intelectuales europeos que supuso la pérdida irreparable de lo mejor de una generación de la cultura europea. De esta catástrofe humana y cultural se beneficiaron los países receptores del exilio y, en especial, los Estados Unidos: Otto Fenichel, en sus cartas (Rundbriefe) dirigidas a su círculo de amigos psicoanalistas durante su exilio americano al final de la década de los años treinta, describe las reuniones de la comunidad de exiliados alemanes de Los Ángeles, a las que acudían escritores como Thomas Mann y Bertolt Brecht, miembros de la escuela de Frankfurt como Theodor Adorno y Max Horkheimer, físicos como Robert Oppenheimer. Mientras tanto, Einstein se había instalado en la Universidad de Princeton (New Jersey), Carnap en la Universidad de Chicago. Y así, una lista interminable de exiliados ilustres de todos los campos: escritores; pintores; músicos; directores de orquesta, cine y teatro; arquitectos; médicos; científicos; filósofos. Asimismo, esta diáspora diezmó el psicoanálisis en los países de Europa central. Durante la década de 1930 y principios de 1940, emigraron a los Estados Unidos la mayoría de la segunda generación de analistas (nacidos alrededor de 1900) formados con Freud en Viena, o con los analistas pioneros de Berlín y Budapest (Oberndorf, 1956). Ésta es una breve lista de algunos de los psicoanalistas que se exiliaron en los Estados Unidos: Franz Alexander, Edmund Bergler, Siegfried Bernfeld, Edward Bibring, Bruno Bettelheim, Helene Deustch, Kurt Eissler, Erik Erikson, Paul Federn, Otto Fenichel, Heinz Hartmann, Karen Horney, Edith Jacobson, Ludwig Jekels, Ernst Kris, Heinz Kohut, Margaret Mahler, Herman Nunberg, Sandor Rado, Annie Reich, Paul Schilder, Ernst Simmel, René Spitz, Richard Sterba, Robert Waelder, y tantos otros. 64 JAIME NOS LLOPIS Hinshelwood (1989), en la entrada “Ego psychology-classical psychoanalysis” de su diccionario del pensamiento kleiniano, afirma que la psicología del yo americana fue trasplantada a los Estados Unidos e Inglaterra por el grupo de Viena. Quizá esto fuera así en Inglaterra, pero en los Estados Unidos la historia fue más compleja: como ya he dicho, muchos psicoanalistas del Instituto Psicoanalítico de Berlín –primero Alexander, Horney, y Rado; posteriormente, Otto Fenichel, Ernst Simmel y otros– emigraron a los Estados Unidos y tuvieron un papel esencial en la organización de los nuevos institutos psicoanalíticos, que siguieron el modelo y currículum del Instituto de Berlín (el “modelo Eitingon”, en referencia a Max Eitingon, uno de los fundadores de ese instituto). Estos detalles históricos no carecen de importancia: el Instituto de Berlín había sido fundado en 1920 siguiendo el modelo de la Sociedad Psicoanalítica de Viena y fue el primer instituto oficial de formación psicoanalítica. En la década de 1920, el Instituto de Berlín era conocido por todos los analistas jóvenes como más abierto e innovador que la Sociedad de Viena, ya que los analistas más originales de ese período surgieron en Berlín, o se mudaron a esa ciudad en algún momento de sus carreras (Jacobi, 1983): con Abraham como maestro, el grupo de Berlín incluyó a Wilhem Reich, Annie Reich, Edith Jacobson, Otto Fenichel, Melanie Klein, Karen Horney, Franz Alexander, Eric Fromm, y otros. En cambio, en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, la abrumadora presencia intelectual y transferencial de Freud generó una actitud más comedida: allí estaban analistas como Anna Freud, Heinz Hartmann, Erik Erikson, Ernst Kris, Helene Deustch, Richard Sterba, Robert Waelder, y otros, cuyas aportaciones no fueron menos brillantes que las del grupo de Berlín, pero sí más clásicas. Es cierto que tras su exilio a los Estados Unidos, los analistas vieneses –agrupados alrededor de Hartmannn en el New York Psychoanalytic Institute– fueron más conocidos porque detentaron el poder político en la Sociedad Americana de Psicoanálisis durante varias décadas y elaboraron la doctrina oficial de la psicología del yo, que a partir de la década de 1950 se convertiría en la corriente dominante (o mainstream) del psicoanálisis estadounidense; pero los analistas procedentes del Instituto de Berlín –Alexander, Horney, Jacobson, Annie Reich, etc.– siguieron contribuyendo a la evolución de la teoría y técnica psicoanalíticas con ideas de gran originalidad. La diáspora de psicoanalistas europeos durante la década de 1930 supuso una “colonización” del psicoanálisis estadounidense por el psicoanálisis centroeuropeo, que fue transplantado a los Estados Unidos: debido a ello, a partir de la Segunda Guerra Mundial, el psicoanálisis estadounidense comenzó un período de auge, que tuvo su cenit en la década de 1950 y comenzó a declinar en la década de 1970. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs. 57-77 HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS ESTADOUNIDENSE [...] 65 Entre 1930 y el final de la Segunda Guerra Mundial se fundaron los nueve primeros institutos psicoanalíticos de los Estados Unidos, en el siguiente orden cronológico: Nueva York (1931); Chicago (1932); Boston (1933); Baltimore-Washington D.C. (1933); Filadelfia (1940); San Francisco (1942); Topeka (1942); Columbia University (1944), el primer instituto psicoanalítico integrado en una universidad, la de Columbia en Nueva York; y Los Ángeles (1946). A la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el epicentro del psicoanálisis se había desplazado del mundo germano a los países angloparlantes, especialmente a Inglaterra y los Estados Unidos, donde la emigración había sido más numerosa; debido a ello, el inglés se convirtió en la lingua franca de transmisión del conocimiento psicoanalítico. Los modelos psicoanalíticos que los psicoanalistas centroeuropeos exiliados introdujeron en los Estados Unidos fueron los que Freud había elaborado durante la década de 1920: la segunda tópica del aparato psíquico o teoría estructural (la “psicología del yo” freudiana) y los modelos de ansiedad y conflicto coherentes con esta teoría y con el modelo de dualismo pulsional. Estos modelos son el fundamento teórico y técnico de la escuela de la “psicología del yo” clásica, que predominó en el psicoanálisis estadounidense hasta la década de 1970 (Paniagua, 2009, en este mismo volumen). Impronta de la cultura de los Estados Unidos en el desarrollo del psicoanálisis estadounidense de las décadas de 1930 y 1940 El proceso de transplante del psicoanálisis europeo a los Estados Unidos fue extremadamente complejo debido a un conjunto de factores culturales y psicológicos que están relacionados entre sí: por un lado, la cultura estadounidense (su tradición científica, filosófica, humanista, médica) fue desigualmente receptiva a los diferentes ingredientes de la Weltanschauung freudiana (Gay, 1978, 1988; Jacobi, 1983; Rapaport, 1960; Sulloway, 1983); por otro lado, la experiencia de la persecución nazi y el exilio generó una profunda inseguridad en los psicoanalistas refugiados, quienes –debido a ello– concentraron su atención en validar el estatus científico del psicoanálisis y amoldarlo a la cultura científica y la práctica médica normativas en los Estados Unidos. Revisaré estos factores y la influencia que tuvieron en la orientación del psicoanálisis estadounidense de este período. 1. Durante la segunda mitad del siglo XIX, el empirismo, positivismo y evolucionismo darwinista se convirtieron en los ingredientes fundamentales de la ciencias positivas modernas, y reemplazaron al idealismo y vi- 66 JAIME NOS LLOPIS talismo de la Naturphilosophie romántica germánica, predominante al principio de ese siglo. El objetivo de las ciencias modernas –como el evolucionismo y el psicoanálisis– era elaborar sistemas teóricos generales que describieran “verdades objetivas” y explicaran de forma coherente y sistemática la realidad. La ciencia moderna intentó desprenderse de cualquier residuo de pensamiento especulativo y creencia religiosa: la observación empírica de los hechos se convirtió en la autoridad última, como lo refleja un aforismo de Charcot (“las teorías son buenas pero no impiden que los hechos existan”) que tuvo gran influencia en Freud. Luego veremos que la vertiente empirista de Freud coexistía con otra especulativa. La visión darwinista conectó al ser humano con el reino animal a través del proceso de evolución filogenética, lo cual cuestionó el pensamiento religioso tradicional y el narcisismo antropocéntrico de la ciencia anterior. La conexión darwinista de lo humano con lo animal o biológico orientó el pensamiento freudiano. Freud invirtió radicalmente la relación cuerpo-mente del dualismo cartesiano y substituyó el “pienso luego existo” de Descartes por una nueva visión evolucionista y psicoanalítica que podría formularse así: “pienso y descubro que mis verdaderos motivos, mi más auténtico yo, es de origen corporal, inconsciente e instintivo” (Draenos,1982). Como ya he dicho, la escuela predominante en los Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial –la psicología del yo clásica– eligió el modelo de las ciencias naturales, una elección que conllevó un énfasis de las motivaciones pulsionales de la conducta humana y un descuido de otros aspectos complementarios, lo cual provocó las críticas de psicoanalistas de diversas orientaciones, que luego mencionaré. Durante este mismo período –final del siglo XIX y principio del XX– se desarrolló en los Estados Unidos una corriente filosófica autóctona denominada “pragmatismo”, que tuvo gran influencia en el pensamiento de ese país y cuyo objetivo era reinterpretar la filosofía de acuerdo a la ciencia moderna. El pragmatismo surgió entre 1872 y 1874 en el seno de un grupo de académicos de la Universidad de Harvard, en Boston, conocido como Metaphysical Club (grupo de los metafísicos), en el que destacan Charles Peirce –que desarrolló formalmente la doctrina pragmática– y William James –que popularizó las ideas de Peirce– (Russell, 1962; Menand, 2002). Peirce elaboró una teoría general de la investigación que denominó “falibilismo”, según la cual la verdad de una aseveración depende de su verificación empírica, y por lo tanto no puede considerarse como definitiva, ya que nuevas pruebas pueden mostrar que es errónea; Peirce adoptó una concepción instrumental de la verdad, que considera que la verdad de una aseveración se evalúa por sus consecuencias prácticas. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs. 57-77 HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS ESTADOUNIDENSE [...] 67 William James –profesor de psicología y hermano de Henry James– traspuso las ideas de Peirce del terreno científico-metodológico al ético y psicológico. En sus Principios de psicología (1890), James criticó el dualismo tradicional entre sujeto y objeto –una confusión racionalista que, según James, no responde a criterios empíricos– y propuso un empirismo radical: el conocimiento humano sólo puede basarse en lo que él denomina “experiencia pura” y no en las posteriores reflexiones abstractas sobre ella. Esta postura es visible en su visión psicofisiológica de las emociones, la “teoría James-Lange”: las emociones son la experiencia subjetiva de una reacción corporal y, por lo tanto, su origen es puramente físico; es decir, estamos tristes porque lloramos, enfadados porque pegamos, asustados porque temblamos; y no al revés. Esta visión de las emociones influyó a algunos sectores del psicoanálisis estadounidense, entre ellos el grupo de medicina psicosomática del Instituto Psicoanalítico de Chicago, liderado por Alexander, que relacionó los factores somáticos y psicológicos que intervienen en la etiología de ciertas enfermedades. Un discípulo de James, John Dewey, en su obra Human Nature and Conduct (1921), criticó el concepto freudiano de instinto: según Dewey, no existe una conciencia o “dimensión psíquica” individual sino sólo “impulsos”, que son una potencialidad neutral que no tiene efecto hasta que se convierte en un “hábito” social integrado en la cultura; por lo tanto, la naturaleza humana no puede entenderse en términos de instintos, sino de conducta social y adaptación a la organización social (Rieff, 1979). Las ideas de Dewey tuvieron gran influencia en la psicología social moderna y en los psicoanalistas neofreudianos (Horney, Fromm, Sullivan) que resaltaron los aspectos culturales e interpersonales de la mente, como reacción al énfasis unilateral que ponía el psicoanálisis clásico en la dimensión pulsional e intrapsíquica; la excepción dentro del psicoanálisis clásico fue Hartmann (1939), quien ya antes de emigrar a los Estados Unidos destacó la importancia psicológica de la adaptación al medio. Más recientemente, Richard Rorty (2000), un filósofo de la corriente neopragmática estadounidense actual, ha desarrollado una visión posmoderna del pragmatismo que resalta sus aspectos antiesencialistas y constructivistas: según Rorty, la corriente filosófica pragmática nos muestra que las ideas son productos construidos socialmente, herramientas para enfrentarse a la realidad que nos permiten construir diferentes versiones de ella que dependen de la perspectiva del observador. Esta corriente neopragmática ha tenido gran influencia en el psicoanálisis contemporáneo de orientación relacional e intersubjetiva, que adopta una postura epistemológica constructivista y considera que las categorías que describen la realidad no son verdades absolutas, sino cons- 68 JAIME NOS LLOPIS trucciones generadas en un contexto interaccional de naturaleza sociopolítico-cultural. 2. La identidad liberal y pionera de Freud fue un ingrediente central en su vida y su obra. Durante el último tercio del siglo XIX y principios del XX, la liberalización de los sistemas políticos en el área geográfico-cultural de Mitteleuropa (Magris, 1961, 1973) produjo cambios sociales importantes: más oportunidades de ascenso social y económico; mayor porcentaje de ciudadanos con derecho a votar; mayor integración de diferentes etnias y religiones, etc. Estos cambios afectaron de forma especial a los ciudadanos de origen judío, a quienes se les permitió residir fuera de sus guetos y practicar ciertas profesiones y actividades que antes les estaban vetadas, como, por ejemplo, medicina, derecho, periodismo, o teatro. Ello impulsó el crecimiento de una nueva clase media de judíos “asimilados”, que no basaban su identidad en su propia religión y cultura sino que habían integrado la cultura de la nación en que vivían: inevitablemente, su ascenso social fomentó desconfianza y rivalidad en el resto de la población y echó leña al fuego del antisemitismo, perenne en las ciudades centroeuropeas. Todos estos ingredientes de la cultura centroeuropea de principio del siglo XX eran también parte de la sociedad liberal, democrática y secularizada de las ciudades en las que surgieron las primeras sociedades psicoanalíticas estadounidenses (Nueva York, Boston, Chicago, Washington D.C., Filadelfia, San Francisco, Los Ángeles), donde las minorías étnicas y religiosas iban conquistando, paso a paso, el derecho a ser tratadas como norteamericanos “auténticos” por los emigrantes ya asentados. Freud mantuvo una actitud social y política belicosamente liberal y sus maestros más admirados eran científicos abiertamente liberales (Nothnagel, Brücke, etc.). La ambición social y científica de Freud era típica de un judío asimilado que consideraba la “meritocracia” como un progreso sobre el sistema de prebendas de la aristocracia vienesa, una clase social que hasta entonces había monopolizado los puestos de poder en el gobierno, la universidad, etc. La competición y el desprecio de Freud hacia la aristocracia se reflejan claramente en un sueño suyo que aparece en La interpretación de los sueños (1900), en el que presenta a un ilustre conde vienés –el Conde Thun– como un perfecto mentecato que goza de privilegios debido a su origen aristocrático, no a su valía personal. Sabemos que hasta el final de la primera década del siglo XX, Freud no tuvo suficientes pacientes que le proporcionaran seguridad económica. Igualmente, sus primeras publicaciones tuvieron una mala acogida inicial: seis años después de haberse publicado la primera edición de La REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs. 57-77 HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS ESTADOUNIDENSE [...] 69 interpretación de los sueños (1900) sólo se habían vendido 351 ejemplares; la segunda edición tuvo que esperar hasta 1909. Asimismo, la promoción de Freud como Profesor de la Facultad de Medicina se eternizó por razones poco claras, pero todo hace pensar que Freud obtuvo algún tipo de satisfacción aferrándose a un mito personal (Kris, 1956) rebelde y agraviado, ya que se negó a aceptar las reglas del juego y evitó buscar padrinos que facilitaran su promoción académica: sólo tras la muerte de su padre, Freud decidió aceptar la influencia de un aristócrata vienés que había sido paciente suyo, lo cual le permitió conseguir el nombramiento de profesor, que iba acompañado de prestigio social y un flujo seguro de pacientes. Estos aspectos de la identidad de Freud se tradujeron en una visión mítica de él como un héroe innovador, y del psicoanálisis como una ciencia y filosofía revolucionaria que generaba rechazo porque amenazaba la cultura establecida (Sulloway, 1983). Como enseguida veremos, la vertiente revolucionaria del psicoanálisis centroeuropeo se fue diluyendo en América 3. La compleja y contradictoria relación que tuvo Freud con su identidad judía también influyó en el desarrollo histórico del psicoanálisis. A lo largo de siglos, el antisemitismo había forzado a la comunidad judía asquenazí del centro y este de Europa a una constante movilidad geográfica que le obligó a asimilar las diferentes culturas de las naciones en las que se asentaba. La identidad del judío “asimilado” representaba una amalgama de actitudes contradictorias: su actitud moderna y cosmopolita (caracterizada por valores urbanos y no rurales, globales y no parroquiales, que le permitían adaptarse a la cultura burguesa de las ciudades centroeuropeas) coexistía con otra tradicional, de naturaleza ahistórica y basada en valores eternos (transmitidos a través del “libro” de los judíos, el Antiguo Testamento). Estas dos actitudes coexistieron en Freud, prototipo del judío asquenazí asimilado: por un lado, Freud se había distanciado de lo judío como cultura particular, cerrada, y consideraba exóticas las prácticas religiosas, las costumbres, la estructura familiar conservadora, y los rituales del judaísmo jasídico ortodoxo; pero su vertiente secularizada y universalista se mezclaba con su orgullo de ser judío, de pertenecer a un grupo que había superado el principio de nacionalidad. En mi opinión, el temor constante de Freud a diversos peligros que acechaban al movimiento psicoanalítico y a que se desintegrara todo lo que había construido a lo largo de su vida, se debió no sólo a las resistencias que generaban sus ideas, sino también a la inseguridad y el pesimismo inherentes a su perspectiva de judío centroeuropeo asimilado, en un momento de grandes cambios en la cultura occidental: el período de entreguerras. 70 JAIME NOS LLOPIS El período posterior a la Primera Guerra Mundial supuso el fin de una tradición y el comienzo de la atomización y secularización del mundo moderno, lo cual generó una profunda inseguridad y crisis de valores en los europeos, como lo reflejan los personajes de las novelas de Kafka, Musil y otros autores de ese período, tanto judíos como “gentiles”. Pero la desorientación e inseguridad del inicio del mundo moderno las vivió de forma especialmente dramática e intensa la comunidad judía centroeuropea, desde la Primera Guerra Mundial hasta la persecución nazi, el Holocausto y el éxodo: ésa es la razón de que los intelectuales de origen judío de ese período ejercieran anticipadamente una función metafórica de “reveladores” de la situación de la cultura occidental (Magris, 1971). ¿Cómo afectó la persecución y la diáspora a la comunidad judía? Ante la angustia catastrófica que le generaba la total desintegración de su mundo, el judío centroeuropeo que se exiliaba para escapar de la persecución nazi, estuvo tentado a adoptar actitudes defensivas antitéticas: o bien idealizar el judaísmo y la familia judía tradicional, unos marcos que transmitían valores eternos y le protegían ante la nueva cultura; o bien, intentar adaptarse a toda costa a las nuevas culturas que les acogían, aunque fuera adoptando una máscara. Inevitablemente, los psicoanalistas exiliados debieron sentirse tentados por estas soluciones defensivas: o aferrarse a una tradición de verdades incuestionables y crear una ortodoxia psicoanalítica, que interrumpiría la experimentación y el progreso del psicoanálisis; o adaptarse miméticamente al nuevo medio, a costa de una convencionalidad y superficialidad de pensamiento. Posiblemente, Freud lo intuyó y ello debió acrecentar su temor de que, tras su muerte, el psicoanálisis se decantara por una de ellas. La historia posterior demostró que la experiencia traumática de pérdidas materiales y humanas que habían sufrido los psicoanalistas exiliados durante la persecución nazi, influyó en el desarrollo del psicoanálisis estadounidense. Los Estados Unidos acogieron generosamente a los analistas exiliados, que inmediatamente obtuvieron posiciones académicas en los departamentos de psiquiatría de universidades y centros hospitalarios, lo cual les garantizó un flujo de pacientes, seguridad económica y prestigio científico y social; pero, como contrapartida, se hicieron más cautos y perdieron la creatividad contestataria que había caracterizado al psicoanálisis en Europa. Diversos autores (Eissold, 1994, 1998; Bergmann, 1997; Kernberg, 1997) han descrito cómo esta actitud conservadora propició la formación de una ortodoxia académica-médica que se otorgó a sí misma la función de preservar el “auténtico” pensamiento freudiano contra cualquier innovación que fuera considerada revisionista o crítica. Igualmente, los psicoanalistas exiliados decidieron mantener su pensamiento político al margen de su actividad profesional en los Estados REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs. 57-77 HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS ESTADOUNIDENSE [...] 71 Unidos, un país menos politizado que las naciones de donde ellos provenían: sólo un grupo reducido de psicoanalistas que habían estado conectados en Europa con partidos de izquierdas –Fenichel, Federn, Edith Jacobson, Helene Deustch, Annie Reich, Bruno Bettelheim, y otros– mantuvieron contactos secretos entre ellos sobre sus ideas políticas a través de las famosas Rundbriefe de Fenichel (Jacobi, 1983). 4. Freud sentía una profunda admiración por la cultura germánica y, cuando le concedieron el premio Goethe de Literatura, se reconoció culturalmente “germano”. Ello explica que la orientación empirista y positivista de Freud coexistiera con su afinidad por el espíritu especulativo de la Naturphilosophie romántica alemana de la primera mitad del siglo XIX: la influencia de esta perspectiva es particularmente evidente en su modelo de creatividad artística y en su método patobiográfico (Nos, 2000), en los que prevalece una visión romántica que concibe la creatividad como el resultado de una descarga de pasiones irracionales relacionada con la locura. Freud siempre reconoció su tendencia a dejarse llevar por la imaginación y la necesidad de autoimponerse una disciplina que le forzara a observar los hechos y a contrarrestar la “querencia” metafísica de su pensamiento. La vertiente especulativa de Freud se refleja en su propia vida: Freud prolongó sus estudios de medicina para obtener una formación humanística y filosófica; y en su vejez, reconoció que su interés siempre había sido la filosofía y el estudio de la cultura, como lo prueban sus obras más especulativas. Esta tensión dialéctica entre idealismo romántico y empirismo científico-positivo está presente en toda su obra, que es una genial mezcla de observación y especulación metafísica. Igualmente, Freud utilizó la literatura y la mitología no como un simple recurso formal, sino como un vehículo de comprensión del ser humano: Freud recurrió al Antiguo Testamento y a los clásicos europeos –desde los grandes autores de la Grecia clásica a Rabelais, Cervantes, Shakespeare, Moliere, Nietzsche– como fuentes inagotables de información sobre el comportamiento humano. La afinidad de Freud por la literatura influyó en su estilo literario, caracterizado por un lenguaje metafórico, evocador, que evitaba la reificación de sus ideas y teorías. Menos conocida es la influencia que tuvo en Freud la tradición hermenéutica judía (el estudio e interpretación del significado de frases y pasajes del Antiguo Testamento) e, incluso, la tradición cabalística judía, con sus ingredientes de superstición y misticismo: por ejemplo, Freud siempre fue profundamente supersticioso con respecto a la significación de los números como indicadores de la fecha de su muerte. Este aspecto de Freud –contradictorio con su pensamiento ilustrado y secularizado– ayuda a entender su interés por lo oculto. 72 JAIME NOS LLOPIS Todas estas vertientes humanísticas, literarias, políticas y filosóficas de Freud eran ajenas a la cultura de los Estados Unidos y tuvieron poca influencia en la corriente predominante del psicoanálisis estadounidense de las décadas de 1950 y 1960 –la psicología del yo–, que eligió una orientación científico-natural: en cambio, la dimensión humanista del psicoanálisis se mantuvo viva en los departamentos de historia, filosofía, sociología, arte y literatura de la universidades. Un eminente analista vienés exiliado, Bruno Bettelheim (Freud and the Soul, 1982), afirma que el sesgo positivista del psicoanálisis estadounidense de este período tuvo un impacto incluso en las traducciones al inglés de la obra de Freud, en las que su pensamiento humanista quedó diluido y su lenguaje evocador y claro se sustituyó por una jerga científica, abstracta e impersonal. Sólo ulteriormente, en la década de 1970, algunos psicoanalistas estadounidenses (como Roy Schafer o Donald Spence) desarrollaron una perspectiva hermenéutica psicoanalítica, que concibe el psicoanálisis como una ciencia humanista, interpretativa, generadora de narrativas, cuyos criterios de validación son distintos de los de las ciencias naturales. 5. A lo largo de su vida, Freud mantuvo una actitud ambivalente hacia la aplicación terapéutica del método psicoanalítico, ya que temía que la medicalización del psicoanálisis y una formación profesional orientada a la práctica diluyeran las ideas revolucionarias del psicoanálisis, desvirtuaran su vertiente de investigación y lo convirtieran en un simple gremio profesional. Durante las reuniones de los miércoles en su domicilio de Berggasse 19, en Viena, a menudo Freud criticó duramente algunos trabajos de sus discípulos por su tendencia al reduccionismo y a la simplificación de las teorías psicoanalíticas, y vaticinó que esas actitudes acarrearían el descrédito del psicoanálisis. Freud también criticó abiertamente la monopolización de la práctica psicoanalítica por la profesión médica estadounidense, opuesta a los psicoanalistas no-médicos: imaginemos cómo hubiera sido la historia del psicoanálisis sin las contribuciones de psicoanalistas no-médicos como Anna Freud, Ernst Kris, Robert Waelder, o Erik Erikson, por citar sólo algunos Pero la presión hacia una medicalización y profesionalización del psicoanálisis fue enorme: en la década de 1950, en los Estados Unidos, el psicoanálisis ya no era una disciplina individualizada, sino que se había convertido en una rama de la psiquiatría, sujeta a todos los requisitos profesionales de la medicina. REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs. 57-77 HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS ESTADOUNIDENSE [...] 73 III. Conclusiones Un conjunto interrelacionado de factores culturales y psicológicos provocaron una “americanización” (Jacobi, 1981) del psicoanálisis europeo tras su transplante a los Estados Unidos. La atmósfera social, cultural, religiosa, política, científica y filosófica que encontraron los psicoanalistas centroeuropeos exiliados en los Estados Unidos a partir de principios de la década de 1930 fue receptiva a la visión liberal, individualista, secularizada, democrática e igualitaria de Freud y a la orientación científico-positiva, empirista, darwinista, y biológica del psicoanálisis; en cambio, fue mucho menos permeable a la vertiente humanista, filosófica, política, especulativa y hermenéutica de Freud. Complementariamente, la inseguridad de los psicoanalistas refugiados hizo que éstos centraran sus esfuerzos en sistematizar –prematuramente– la teoría psicoanalítica, validar el estatus científico del psicoanálisis y amoldarlo a los modelos de la ciencia positiva y la práctica médica normativas en los Estados Unidos, en detrimento de las vertientes más sociológicas, culturales, filosóficas y humanistas del psicoanálisis. Como consecuencia de todo ello, la orientación del psicoanálisis estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial se caracterizó por los siguientes ingredientes: elección del modelo científico típico de las ciencias naturales; tendencia a la profesionalización y medicalización; actitud eminentemente pragmática; menor influencia de la tradición humanista; sistematización prematura de la teoría y técnica psicoanalíticas; y formación de una ortodoxia psicoanalítica dentro de la escuela clásica de la psicología del yo. En mi opinión, el estudio de las vicisitudes históricas de este período de transplante del psicoanálisis centroeuropeo a los Estados Unidos es imprescindible para entender el desarrollo y las características específicas de la corriente predominante del psicoanálisis estadounidense durante las décadas de 1950 y 1960: la psicología del yo clásica. Pero además, la historia de este período también ayuda a entender las posteriores críticas y ampliaciones del modelo de la psicología del yo, que han llevado al pluralismo teórico y técnico del psicoanálisis estadounidense contemporáneo, en el que –además de la psicología del yo clásica– coexisten diversos modelos teóricos y técnicos: el psicoanálisis neofreudiano de orientación interpersonal y culturalista, elaborado por autores como Horney, Sullivan o Fromm; el modelo de relaciones de objeto de la psicología del yo, elaborado por Mahler, Jacobson, Kernberg y otros, para ampliar el modelo clásico y hacerlo aplicable al tratamiento de pacientes con patología severa de origen temprano; el enfoque técnico de la psicología del yo contemporánea, desarrollado por autores como Paul Gray o Fred Busch; la psicología del self de Kohut, dirigida a la com- JAIME NOS LLOPIS 74 prensión y el tratamiento de la patología de déficit, diferente de la patología de conflicto estudiada por Freud; la perspectiva hermenéutica psicoanalítica, desarrollada por autores como Roy Schafer y Donald Spence; el psicoanálisis relacional e intersubjetivo actual, representado por analistas de orientaciones diversas (interpersonalistas como Greenberg, Mitchell, Renik; psicólogos del self, como Stolorow; psicoanalistas con una orientación sociolingüística como Aron; psicoanalistas feministas como Benjamín; autores como Ogden, que integra el psicoanálisis clásico con las ideas de Klein, Bion y Winnicott), todos ellos con una perspectiva común constructivista, que concibe el psicoanálisis como una “psicología de dos personas” y al analista como un observadorparticipante en la relación analítica, en contraposición a la perspectiva objetivista del psicoanálisis clásico, que concibe al analista como un observador objetivo y neutral de la realidad intrapsíquica del paciente. Espero que esta revisión del complejo y rico itinerario histórico del psicoanálisis estadounidense sirva para disipar prejuicios sobre su pasado y estimular curiosidad sobre su plural panorama contemporáneo. Resumen El objetivo de este trabajo es la revisión histórica de las primeras cuatro décadas del psicoanálisis estadounidense, desde sus orígenes hasta 1945. En opinión del autor, un acontecimiento decisivo en la historia de Europa –el ascenso al poder en 1933 del Partido Nacional Socialista en Alemania– dividió este período inicial del psicoanálisis de los Estados Unidos en dos etapas claramente diferenciadas. En una primera fase, que se extiende desde principios del siglo XX hasta 1933, el psicoanálisis estadounidense fue un satélite del psicoanálisis centroeuropeo. Durante la segunda fase, que abarca de 1933 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, esta situación se invirtió: un gran número de psicoanalistas centroeuropeos se exiliaron en los Estados Unidos escapando de la persecución nazi y transplantaron a este país el psicoanálisis europeo, un hecho que contribuyó al posterior auge del psicoanálisis estadounidense. El autor revisa los hitos y protagonistas principales de ese período, y los diversos aspectos de la cultura de los Estados Unidos que influyeron en la orientación teórica y técnica del psicoanálisis de ese país durante sus primeras cuatro décadas. El autor sostiene que este período inicial de la historia del psicoanálisis estadounidense permite entender las características de la escuela que predominó en los Estados Unidos a partir de la Segunda Guerra Mundial –la psicología del yo, fundamentada en el modelo estructural freudiano– así como también las posteriores revisiones, críticas y ampliaciones del modelo de la psicología del yo, que han llevado al pluralismo teórico y técnico del psicoanálisis estadounidense actual. DESCRIPTORES: HISTORIA FREUD SIGMUND DEL PSICOANÁLISIS REV. DE PSICOANÁLISIS, LXVI, 1, 2009, págs. 57-77 / NAZISMO / MIGRACIÓN / SOCIEDAD / CULTURA / HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS ESTADOUNIDENSE [...] THE HISTORY OF PSYCHOANALYSIS IN THE 75 UNITED STATES Summary ORIGINS TO THE SECOND WORLD WAR FROM ITS This paper reviews the history of the first four decades of American psychoanalysis, from its origins until 1945. In the author’s view, a central event in European history –the rise to power of the National Socialist party in Germany in 1933– divides this initial period of American psychoanalysis into two clearly differentiated stages. During the first stage, from the turn of the century to 1933, American psychoanalysis was a satellite of European psychoanalysis. During the second stage, from 1933 to the end of World War II in 1945, this situation was inverted: the massive exile of Central European psychoanalysts escaping Nazi persecution transplanted European psychoanalysis to the United States, contributing to the subsequent rise of American psychoanalysis. The author reviews the historical milestones and protagonists of this period, as well as certain aspects of American culture which contributed to the theoretical and technical orientation of American psychoanalysis during its first four decades. The author argues that the history of this period of American psychoanalysis elucidates the characteristics of the psychoanalytic school which prevailed in the United States after World War II –ego psychology, based on Freud´s structural theory– and the subsequent revisions, critiques and expansions of this model, which have led to the current pluralism of American psychoanalysis. KEYWORDS: HISTORY SIGMUND FREUD HISTÓRIA OF PSYCHOANALYSIS / NAZISM / MIGRATION / DA PSICANÁLISE ESTADUNIDENSE DE SUA ORIGEM ATÉ A SOCIETY / CULTURE / Resumo 2ª GUERRA MUNDIAL O objetivo deste trabalho é a revisão histórica das primeiras quatro décadas da psicanálise estadunidense, de sua origem até 1945. Na opinião do autor, um acontecimento decisivo na história da Europa –a ascensão ao poder em 1933 do partido Nacional Socialista na Alemanha– dividiu este período inicial da psicanálise dos Estados Unidos em duas etapas claramente diferenciadas. Em uma primeira fase, que se estende do início do século XX até 1933, a psicanálise estadunidense foi o satélite da psicanálise da Europa Central. Durante a segunda fase, 1933 até o final da 2ª Guerra Mundial em 1945, esta situação se inverteu: um grande número de psicanalistas da Europa Central se exilou nos Estados Unidos escapando da perseguição nazista e transladou, a este país, a psicanálise européia, fato que contribuiu para o posterior auge da psicanálise estadunidense. O autor revisa os fatos e os principais protagonistas desse período, e os diversos aspectos da cultura dos Estados Unidos que influenciaram a orientação teórica e técnica da psicanálise desse país durante suas primeiras quatro décadas. O autor afirma que este período inicial da história da psicanálise estadunidense permite entender as características da escola que predominou nos JAIME NOS LLOPIS 76 Estados Unidos a partir da 2ª Guerra Mundial –a psicologia do Eu, fundamentada no modelo estrutural freudiano– como também as posteriores revisões, críticas e ampliações do modelo da psicologia do Eu, o que tem levado ao pluralismo teórico e técnico da psicanálise estadunidense atual. PALAVRAS-CHAVE: SIGMUND FREUD HISTÓRIA DA PSICANÁLISE / NAZISMO / MIGRAÇÃO / SOCIEDADE / CULTURA / Bibliografía Bergmann, M. S. (1997): “The historical root of psychoanalytic orthodoxy”, International Journal of Psychoanalysis, 78, págs. 69-86. Bettelheim, B. (1982): “Freud and the Soul”, publicado en The New Yorker, 1 de marzo de 1982. Cannetti, E. (1982): The Torch in my Ear, Nueva York, Farrar, Strauss, Giroux, págs. 119-124. Dewey, J. (1921): Human Nature and Conduct, Nueva York, Modern Library. Draenos, S. 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