zapatos rotos, y tu mirada desgastada y hambrienta y tus mocos congelados, y tu alma enfurecida y tu cuerpo explosivo y violento y desinteresado por el siguiente día horrendo e idéntico… y si dios quiere ¡mortal! A esto juego, jugamos… ¡¿hacia dónde vas?! Hombrecillos verdes y rojos, verdes y rojos, verdes y rojos. Y las filas para comprar la suerte y dar un golpe seco y rabioso a las cuerdas del destino, y las filas para cultivar el cáncer y dar un golpe seco y rabioso a quién quiera que nos esté esperando al otro lado, y reprocharle la falta de justicia y la propagación de cada mentira y la reproducción desmesurada de razas impuras y ajenas. Todo en función del encubrimiento. Todo amontonado y confuso como los disfraces entre la maleta, que casi al descubierto en la máquina que escanea equipajes, revela la monstruosidad del ser… ahora puesto en evidencia. Pero nadie observa. ¡Nadie se da cuenta que no amo!, y me besan y se amontonan en mi agenda electrónica, en mis listas de contactos, y se indignan y me dan la mano, y se ríen conmigo, de mí, de la tele, de las cabezas peladas que observan desde el balcón, de quién sea… ¡¿acaso me importa?! Yo sólo busco el amor por algún lado y por todos los lados. Ya me cansé de oír y buscar en canciones que se acaban o que vuelven a empezar, que no tienen la infinitud que tiene el black metal entre la memoria. Ya me cansé de rimar, de esclavizar las palabras, de llenar los poemas de trombosis. Yo sólo busco el amor por algún lado, como ustedes buscan al