1 Salarios, Precios y Productividad. Julio G. Sequeiros Tizón En los diez años de permanencia en el Euro, España lleva acumulado ya más de un diez por ciento de mayor inflación que la media de la Eurozona. En este sentido, recuperar el equilibrio que teníamos en el momento de entrar (1999) significaría colocar el Euro cerca de las 190 Ptas. por Euro en lugar de las 166 del momento de la conversión. Este mismo ejercicio --que aquí realizamos con el I.P.C.-- lo podemos repetir con los Costes Laborales Unitarios (en adelante C.L.U.). Veamos. Los CLU miden la relación que existe entre el crecimiento de los salarios frente al crecimiento de la productividad. Cuando los CLU aumentan, esto significa que los salarios crecen por encima de los incrementos en productividad, desequilibrando el sistema a través (entre otras) de la generación de inflación. El Gráfico adjunto nos muestra como los CLU españoles han crecido mucho más rápido que los CLU de la zona Euro, acumulando a finales de 2010 un diferencial de un diez por ciento sobre la media de la Unión. Como en el caso anterior, recuperar el equilibrio perdido por los CLU españoles desde la introducción del Euro significaría hoy una tasa de cambio de cerca de las 190 Ptas. por Euro. Unos resultados similares a los del caso anterior. Pero, nos guste o no, el Euro no se puede cambiar. Entramos a formar parte de este club con la tasa de cambio fija e irreversible de 166,386. Antes de la introducción del Euro, en situaciones de este tipo, la solución era sencilla y políticamente muy correcta: se devaluaba la Peseta (en este caso entre un diez y un quince por ciento) y se recuperaba el equilibrio perdido. Pero, ahora, esto no es posible. Sin embargo el problema sigue estando encima de la mesa. En algunos países europeos (y también en España) los salarios crecen al ritmo de la inflación, con el objetivo de mantener el poder adquisitivo de las familias. Este sistema, heredado de las altas inflaciones que estaban asociadas a la Peseta, se ha prolongado a la etapa del Euro de forma automática. En primer lugar, deberíamos discutir con qué inflación se actualizan los salarios: no es lo mismo la inflación española que la inflación de la Unión, es mayor. Cuando esto se hace sobre la inflación de la Unión (media del dos por ciento) se introduce una cláusula de actualización automática en función de la diferencia (desviación) entre las dos inflaciones, con lo cual, al final y en la práctica, los salarios (y las pensiones, alquileres, etc.) se acaban actualizando con la inflación española. Y este mecanismo genera inflación adicional en una dinámica en espiral que nos perjudica a todos. Al mismo tiempo, y en segundo lugar, las actualizaciones vía IPC se dan en un marco de negociación colectiva que agrupa a colectivos enormemente amplios y, en consecuencia, muy heterogéneos. El convenio de oficinas y despachos de la Comunidad Autónoma de Madrid agrupa tanto a una pequeña gestoría de comunidades de propietarios de inmuebles, como a un despacho de consultoría internacional altamente especializada con negocios en todo el mundo. Fijar el mismo crecimiento de los salarios para todo este colectivo parece paradójico. Aún más, la actualización de salarios de forma automática vía IPC es injusta socialmente. Y lo es bajo el punto de vista de la productividad. El salario debe reflejar lo que un trabajador produce y debería crecer al mismo ritmo en que lo hace la producción (CLU próximo a la unidad en el largo plazo) para no introducir tendencias inflacionistas en el sistema. Por lo tanto, un sistema en el cual el crecimiento de los salarios se determina por la productividad tendría que funcionar (casi) empresa por empresa. Si el crecimiento se fija vía IPC, aquellos trabajadores cuya productividad ha crecido más que el IPC se ven 2 perjudicados y pierden incentivos. Mientras que, aquellos trabajadores cuya productividad ha crecido por debajo del IPC se ven beneficiados, como el que se cuela en el cine sin pagar la entrada. Fijar el crecimiento de los salarios vía productividad es un objetivo importante en sí mismo. Los países con inflaciones bajas, y tasas de desempleo aceptables, regulan el crecimiento de los salarios a través de la productividad, al estilo anglosajón. Ahora bien, la aplicación de este sistema a la economía española habrá que hacerla, nos guste o no, porque forma parte de las consecuencias de nuestra incorporación al Euro. Es más, esta es una tarea que se debió iniciar en 1999 con la introducción de la moneda única o, si se me apura, al firmar el Tratado de Maastricht en 1992. Abandonar los viejos hábitos no es sencillo. Sobre todo cuando el nuevo modelo de regulación afecta a un tema central en la articulación de una sociedad madura. Además, regular el crecimiento de los salarios a través del crecimiento de la productividad no va a estar exento de riesgos y dificultades. En primer lugar, y en la versión más extrema de convenios laborales empresa por empresa, los trabajadores deben tener acceso a toda la información contable de la empresa para determinar lo que ha crecido la producción y el empleo (esto es, la productividad). Y esta transparencia hay que mejorarla. Hasta la Agencia Tributaria se queja de las dificultades que tienen sus inspecciones en algunas empresas. Otra dificultad mayor tiene que ver con la naturaleza de nuestra democracia. En una democracia representativa como la nuestra, los ciudadanos establecemos un contrato de delegación de representación con nuestros políticos, contrato que se renueva cada cuatro años. En el mercado de trabajo español (y en otros países europeos) existe también un contrato de delegación de representación entre los trabajadores (con puesto de trabajo en activo) y las cúpulas sindicales. Son éstas cúpulas las que se encargan de las negociaciones con el gobierno de turno para determinar el crecimiento de los salarios en la función pública, con las organizaciones patronales (sectoriales, regionales, etc.) para los trabajadores del sector privado, etc. Incluso se llega a la paradoja de algunos gobiernos negociando con las cúpulas sindicales las pensiones de los jubilados. En un sistema en el que los salarios crecen al ritmo de la productividad, las negociaciones tienen que ser más individuales (en el extremo, empresa por empresa). Y esto significa que gran parte de los trabajadores deben romper el contrato de representación con las cúpulas sindicales y sumir ellos mismos su propia representación frente a su propia empresa. Y esto no es sencillo. No lo es ni para los trabajadores ni para las organizaciones sindicales. Un apunte final. Ajustar los salarios vía productividad, abandonando el IPC, no es un tema nuevo. En el informe de sabios que presenta Felipe González, por encargo de la Comisión Europea a finales de 2010, para renovar el Pacto por la Estabilidad y Crecimiento, se incorporan una serie de medidas de control macroeconómico entre las cuales figura, en un primer plano, la indexación salarial vía productividad para todos, y cada uno, de los países de la zona Euro y un sistema complementario de vigilancia permanente sobre las desviaciones en los costes laborales unitarios de los diferentes países miembros. ____________________________________________ Julio G. Sequeiros Tizón es Catedrático de Estructura Económica en la U.D.C. 3 140,0 Evolución de los Costes Laborales Unitarios, 2000 = 100 Fuente: Banco de España y Banco Central Europeo, datos trimestrales. 130,0 120,0 110,0 100,0 90,0 C.L.U. Zona Euro C.L.U. España 80,0 70,0 1991 1993 1995 1997 1999 2001 2003 2005 2007 2009 2011