62 LATERCERA Domingo 11 de septiembre de 2016 Sociedad Cultura [MEMORIAS] El autor de novelas de espionaje más célebre del siglo XX, ex miembro del M16, publica su autobiografía, Volar en círculos. En ella recrea episodios de su infancia junto a su padre, estafador profesional, y lejos de su madre. Relata su ingreso al servicio secreto británico, su éxito literario y encuentros con peligrosos personajes. Por Andrés Gómez Bravo John LeCarré, el chico que escapó de casa y se convirtió en espía S U padre era un estafador profesional que entraba y salía de la cárcel. Ronnie Cornwell, el papá de John LeCarré, tenía una personalidad simpática y extrovertida, pero cuando bebía más de la cuenta perdía los estribos y solía golpear a su esposa. LeCarré aún era un niño y se propuso defender a su madre. “Lo hacía tan a menudo y con tanta determinación, y a unas horas tan intempestivas, cuando volvía a casa por la noche, que por un impulso de caballerosidad me autoerigí en su ridículo protector y por eso dormía en un colchón, delante de la puerta de su dormitorio, con un palo de golf en la mano, para que Ronnie tuviera que enfrentarse conmigo antes de acceder a ella”. Cuando David Moore Cornwell, el verda- dero nombre del escritor y ex espía, cumplió 5 años, su madre abandonó la familia. Desapareció sin dejar rastro. LeCarré no supo más de ella hasta 16 años después: entonces ella tenía otros dos hijos. “Todavía hoy sigo sin saber qué clase de persona fue”, escribe hoy LeCarré, de 84 años, en sus memorias Volar en círculos. El libro acaba de aparecer en el Reino Unido, Estados Unidos y España, y ha despertado gran interés en la crítica y los lectores. En el volumen el escritor de novelas de espionaje más importante del siglo XX recrea su biografía pública y privada, desde imágenes de su infancia a su paso por el M16, su trayectoria literaria y su encuentro con tipos peligrosos y con líderes mundiales como Margaret Thatcher y Yasser Arafat. Nacido en Poole, Dorset, en 1931, Le Carré creció junto a su hermano bajo la tutela de un padre jugador, bohemio y conquistador. “Ciertamente Ronnie también me pegaba, pero solo unas pocas veces, y con poca convicción. Era el proceso de preparación lo que realmente asustaba: el descenso y recolocación de los hombros, la mandíbula que se adelantaba”, recuerda el novelista. Con tal figura paterna y sin el cuidado de su madre, LeCarré tuvo una infancia poco feliz: en su hogar el amor no abundaba. “Mi hermano era el único padre que conocí”, anota. De ahí que a su padre solo lo llama por su nombre de pila: Ronnie. Desde luego esa infancia determinó el carácter y acaso el destino del escritor. “Vivíamos continuamente entre mentiras”, dice Le Carré. Muchas veces él y su hermano contaban que su padre estaba de vacaciones, cuando en realidad cumplía una condena en la cárcel. De ese modo LeCarré se acostumbró a inventar historias, cuentos, fantasías que alimentaban su imaginación. De la misma manera, el escritor vivía simulando: en Sherborne School, el colegio donde estudió, se esforzaba por integrarse y mostrarse como un estudiante seguro, carismático, aplicado. Pero en la intimidad sufría por la estricta disciplina inglesa, los habituales castigos escolares y por su situación familiar. Así, cuando cumplió 16 años, decidió emprender vuelo. Un día le dijo a Ronnie: “Padre, puedes hacerme lo que quieras, no voy a regresar”. Partió entonces a Berna, Suiza. “Y muy probablemente le echaba la culpa de mis males a la escuela -y a Inglaterra con ella- cuando mi motivación verdadera era