John LeCarré, el chico que escapó de casa y se

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LATERCERA Domingo 11 de septiembre de 2016
Sociedad
Cultura
[MEMORIAS] El autor de novelas de espionaje más célebre del siglo XX, ex
miembro del M16, publica su autobiografía, Volar en círculos. En ella recrea
episodios de su infancia junto a su padre, estafador profesional, y lejos de su
madre. Relata su ingreso al servicio secreto británico, su éxito literario y
encuentros con peligrosos personajes. Por Andrés Gómez Bravo
John LeCarré, el chico
que escapó de casa
y se convirtió en espía
S
U padre era un estafador profesional que entraba y salía de
la cárcel. Ronnie Cornwell, el
papá de John LeCarré, tenía
una personalidad simpática y
extrovertida, pero cuando bebía más de la cuenta perdía los
estribos y solía golpear a su esposa. LeCarré
aún era un niño y se propuso defender a su
madre. “Lo hacía tan a menudo y con tanta
determinación, y a unas horas tan intempestivas, cuando volvía a casa por la noche, que
por un impulso de caballerosidad me autoerigí en su ridículo protector y por eso dormía en un colchón, delante de la puerta de
su dormitorio, con un palo de golf en la
mano, para que Ronnie tuviera que enfrentarse conmigo antes de acceder a ella”.
Cuando David Moore Cornwell, el verda-
dero nombre del escritor y ex espía, cumplió
5 años, su madre abandonó la familia. Desapareció sin dejar rastro. LeCarré no supo
más de ella hasta 16 años después: entonces
ella tenía otros dos hijos. “Todavía hoy sigo
sin saber qué clase de persona fue”, escribe
hoy LeCarré, de 84 años, en sus memorias
Volar en círculos.
El libro acaba de aparecer en el Reino Unido, Estados Unidos y España, y ha despertado gran interés en la crítica y los lectores.
En el volumen el escritor de novelas de espionaje más importante del siglo XX recrea
su biografía pública y privada, desde imágenes de su infancia a su paso por el M16, su
trayectoria literaria y su encuentro con tipos peligrosos y con líderes mundiales como
Margaret Thatcher y Yasser Arafat.
Nacido en Poole, Dorset, en 1931, Le Carré
creció junto a su hermano bajo la tutela de
un padre jugador, bohemio y conquistador. “Ciertamente Ronnie también me pegaba, pero solo unas pocas veces, y con poca
convicción. Era el proceso de preparación lo
que realmente asustaba: el descenso y recolocación de los hombros, la mandíbula que
se adelantaba”, recuerda el novelista.
Con tal figura paterna y sin el cuidado de
su madre, LeCarré tuvo una infancia poco
feliz: en su hogar el amor no abundaba. “Mi
hermano era el único padre que conocí”,
anota. De ahí que a su padre solo lo llama por
su nombre de pila: Ronnie.
Desde luego esa infancia determinó el carácter y acaso el destino del escritor. “Vivíamos continuamente entre mentiras”, dice Le
Carré. Muchas veces él y su hermano contaban que su padre estaba de vacaciones,
cuando en realidad cumplía una condena en
la cárcel. De ese modo LeCarré se acostumbró a inventar historias, cuentos, fantasías
que alimentaban su imaginación.
De la misma manera, el escritor vivía simulando: en Sherborne School, el colegio
donde estudió, se esforzaba por integrarse
y mostrarse como un estudiante seguro,
carismático, aplicado. Pero en la intimidad
sufría por la estricta disciplina inglesa, los
habituales castigos escolares y por su situación familiar.
Así, cuando cumplió 16 años, decidió emprender vuelo. Un día le dijo a Ronnie: “Padre, puedes hacerme lo que quieras, no voy
a regresar”. Partió entonces a Berna, Suiza.
“Y muy probablemente le echaba la culpa de
mis males a la escuela -y a Inglaterra con
ella- cuando mi motivación verdadera era
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