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CONMEMORACIÓN DEL 8 DE MAYO DE 1945
DISCURSO
DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA,
NICOLAS SARKOZY
(Colmar, 8 de mayo de 2010)
Señor Primer Ministro,
Señor Presidente del Senado,
Señor Vicepresidente de la Asamblea Nacional,
Señores Ministros,
Señoras y Señores Parlamentarios,
Señor Alcalde de Colmar,
Señoras y Señores Cargos Electos,
Señoras y Señores:
Hace 65 años, el 8 de mayo de 1945, acababa la Segunda Guerra Mundial.
El 19 de marzo, el último soldado alemán abandonó el suelo alsaciano.
El último acto de liberación de Francia tuvo lugar aquí, en Colmar, última ciudad francesa
ocupada, a principios de febrero.
El 26 de enero, el General de Lattre de Tassigny firma su orden de operación nº247: la bolsa
de Colmar donde estaba retirado el 19º ejército alemán debe eliminarse mediante una
operación de desbordamiento para evitar enfrentamientos destructores en la ciudad.
El 2 de febrero de 1945, la 5ª división blindada francesa entra en Colmar. El tanque del
General Schlesser que la dirige lleva el nombre de Austerlitz…
En su proclamación a los habitantes de Colmar, el General de Lattre escribe: “Tras cuatro
años y medio de opresión y de sufrimientos, tras cuatro años y medio de una separación tan
cruel para nuestros corazones, la ciudad se reencuentra con su madre patria y con la bandera
tricolor”.
A continuación, todo se sucede. El 6 de febrero, Neuf-Brisach es liberado. A partir del 9 de
febrero, el General de Lattre puede escribir: “En el vigésimo primer día de una dura batalla
durante la que las tropas estadounidenses y francesas han luchado con ardor, tenacidad y
sentido de la maniobra, el enemigo ha sido expulsado de llanura de Alsacia”.
Cuatro semanas después, el último pueblo alsaciano ocupado es liberado.
El 19 de marzo, los tiradores tunecinos llegan a suelo alemán.
Hicieron falta cuatro meses de heroicos combates para liberar toda Alsacia desde que en
noviembre de 1944 los tanques del General Leclerc franquearon el puerto de Dabo, tomaron
la llanura de Alsacia y se dirigieron rápidamente a Estrasburgo.
El 23 de noviembre, la bandera francesa se izó en el campanario de la catedral.
En Koufra, el General Leclerc había hecho jurar a sus soldados y oficiales que sólo se
detendrían cuando la bandera francesa hondease en la catedral de Estrasburgo. El 23 de
noviembre de 1944, puede escribir: “Lo hemos logrado”.
Pero las desgracias de Alsacia no terminaron. Los nazis la consideraban parte integrante del
Reich y lucharon por ella con encarnizamiento.
El 31 de diciembre a las 11 de la noche, Hitler ordena a Von Rundstedt que lance una
ofensiva contra las Ardenas.
El objetivo: reconquistar Estrasburgo.
El 7 de enero, tras detenerse en Bastogne, los tanques de Rundstedt se dirigen veloces hacia la
brecha de Saverne. Para hacer frente a la amenaza que pesa sobre su 6º cuerpo de ejército,
ubicado en el saliente de Wissembourg, el comandante estadounidense ordena un repliegue
general al oeste de los Vosgos.
Ello implicaría ceder Estrasburgo a los nazis.
El General de Gaulle se opone y el 1 de enero escribe a de Lattre: “Es evidente que el ejército
francés no podría consentir el abandono de Estrasburgo”.
Se roza una de las crisis más graves entre Francia y sus aliados, pero se salva Estrasburgo.
Durante tres meses más, cuando el país ya había recobrado la libertad y la paz, los combates
mortíferos prosiguen entre la nieve y el barro con un frío glacial que alcanzaba los 20 grados
bajo cero.
***
He acudido aquí, a esta tierra de Alsacia, tan querida por los franceses, ante todo para rendir
homenaje, en nombre de toda la Nación, a todos los que murieron por su libertad durante el
terrible invierno de 1945.
Eran jóvenes y valientes.
Venían de todas las regiones de Francia y del Imperio.
El primer ejército desembarcó en la Provenza, remontó hacia el norte y se incorporó a las FFI
y a las FTP. Luchó junto a los hijos de Argel, de Túnez y de Rabat, junto a los tiradores
tunecinos, a los tabors marroquíes, a los spahis y a los cazadores de África, que tanto sufrían
por el frío.
Luchó junto a los hijos de Kentucky, de Oklahoma, de Pensilvania, cuyo sacrificio Francia
nunca olvidará.
Quiero rendir homenaje a la Resistencia alsaciana, a los deportados, a los muertos en los
maquis de los Vosgos y a todos aquéllos que la Gestapo persiguió, detuvo, torturó y asesinó.
A todos los refugiados de Alsacia y de Lorena que entraron en la clandestinidad.
A los combatientes voluntarios de la Brigada Alsacia-Lorena, en la que los más jóvenes tenían
a penas 16 años.
Pero al elegir celebrar este año el 8 de mayo en Colmar, no sólo he querido evocar el recuerdo
de los combatientes a los que tanto debemos y cuyos nombres se borran lentamente de las
memorias a medida que la muerte hace desaparecer a los últimos testigos.
Si he elegido Alsacia, es porque además del sufrimiento que ha compartido con todos los
franceses a causa de la guerra y de la ocupación, hay un sufrimiento terrible que sólo ella,
junto con la Moselle, han tenido que padecer y que ha dejado en el corazón de todos sus
habitantes una herida profunda y secreta cuyo dolor perdura.
Era necesario que un Presidente de la República viniera algún día aquí para contar a los
franceses el drama de Alsacia y de la Moselle.
Era necesario que un Presidente de la República viniera a decir a los alsacianos que su dolor
es el dolor de todos los franceses, porque Francia es indivisible y porque Alsacia es francesa,
porque lo ha querido, porque su alma es francesa, porque su corazón es francés, porque
ningún francés, al mirar la historia, puede imaginar Francia sin Alsacia.
Hoy he venido a Alsacia para remediar una injusticia.
***
En 1940, Alsacia y Moselle fue anexionada de hecho. Todo lo que recordaba a Francia, todo
lo que podía expresar la voluntad de sus habitantes de ser franceses, fue prohibido, perseguido
y castigado. En este Colmar donde la lengua francesa fue proscrita, donde se tuvieron que
cambiar los nombres y los apellidos, todo lo que unía a nuestros compatriotas con Francia, del
modo más íntimo y más personal, todo desapareció.
Las ciudades fueron divididas en secciones, células y bloques para controlarlas mejor. La
población fue enrolada en las organizaciones nazis. Los adultos, en el servicio de trabajo del
Reich en 1941. El año siguiente, llegó el turno de los más jóvenes de 10 a 18 años, obligados
a afiliarse a las juventudes de Hitler. Pero el peor sufrimiento fue el más oculto. El silencio se
sumó al dolor porque ese silencio era como una sospecha.
A partir de 1942, los habitantes de Alsacia y de Moselle fueron enrolados a la fuerza en el
ejército alemán. Se les puso un uniforme que no era el del país que llevaban en su corazón y
al que eran fieles; se les mandó a combatir por una causa que no era la suya y que odiaban. Se
les obligó a actuar contra su patria, su sermón, su conciencia.
Fueron 130.000.
30.000 muertos en combate. 10.000 desaparecidos. Los “malgré nous” no fueron traidores.
Las amenazas de represalias que pesaban sobre sus familias no les dejaban más elección.
Fueron víctimas. Víctimas del nazismo. Víctimas del peor régimen de opresión de la historia.
Las víctimas de un verdadero crimen de guerra.
Se les envió al frente del Este.
A su sufrimiento moral, se sumaron los peores sufrimientos físicos.
Quienes fueron apresados vivieron en condiciones de detención espantosas.
A sus familias, a sus hijos que también sufrieron, a los supervivientes de esta tragedia, quiero
decirles que quienes les abandonaron, quienes no hicieron nada para evitar esa ignominia
perpetrada contra las ciudades francesas, traicionaron los valores de Francia y la deshonraron.
Vichy traicionó a Francia y la deshonró. La colaboración fue una traición y una deshonra.
Quiero decir a todos los franceses que el destino trágico de esos hombres forma parte de
nuestra historia nacional, de nuestra memoria colectiva y que su dolor merece ser entendido y
respetado. La comprensión y el respeto que debemos a quienes nos une el sentimiento
profundo de pertenecer a una misma nación fraternal y que han superado tantas pruebas.
Si los refugiados alsacianos fueron acogidos en masa en todas las provincias francesas desde
el principio de la guerra,
Si los judíos de Estrasburgo encontraron un refugio seguro en las granjas del Périgord donde
los campesinos los escondían poniendo en peligro su vida,
Si Alsacia fue liberada por soldados que nunca habían visto la nieve, pero para quienes
Francia no podía ser libre hasta que el último soldado enemigo regresara al otro lado del Rin,
Francia encontró en Alsacia una de las figuras más hermosas de la Resistencia y uno de los
patriotismos más ardientes.
***
Alsacia, porque conoce el valor del sacrificio, conoce el valor de la paz.
La que fue atravesada por tantas invasiones.
La que fue escenario de tantos conflictos.
Por la que se derramó tanta sangre.
No tiene ninguna duda sobre su identidad: es alsaciana.
No tiene ninguna duda sobre su fidelidad: es francesa.
No tiene ninguna duda sobre su ideal: es europeo.
Por este motivo, este 8 de mayo adquiere un significado tan particular y tan profundo: el de
una Nación que se funda en ella misma para sacar la fuerza necesaria y abrirse a los demás,
sin olvidar nada de su pasado y mirando hacia el futuro.
Me gustaría concluir dirigiendo a la juventud de Francia estas palabras que algunos de ustedes
conocen de memoria.
“Teníamos dieciocho años o un poco más.
Amábamos la vida, el ruido y un poco más.
Amábamos nuestra casa, nuestro pueblo y un poco más (…)
Amábamos a nuestros padres, a nuestras madres y mucho más (…)
Amábamos a nuestras hijas, sus sonrisas y mucho más (…)
Pero nos rompieron nuestros sueños, nuestras esperanzas y mucho más (…)
Nos robaron nuestras alegrías, nuestras esperanzas y mucho más (…)”.
No los olvidemos.
¡Viva la República!
¡Viva Francia!
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