Excesos verbales

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Domingo 09.06.13
EL DIARIO VASCO
OPINIÓN
IÑAKI ADÚRIZ
CARTAS AL DIRECTOR
CATEDRÁTICO DE FILOSOFÍA Y LETRAS
Excesos verbales
A
menudo la lengua, comentarios en voz alta y
transcritos casi siempre
en papel o en soporte
digital, tiene ciclos tormentosos
de los que apenas sale nada bueno. ¿Un claxon intempestivo en
medio del silencio del caminante? Pues algo parecido. Tras escucharlo uno va perturbado y cuesta recobrar la tranquilidad inicial.
Con esas salidas de tono de las palabras, lo mismo. Cuando uno las
escucha o las lee termina un tanto revuelto por dentro, sin la paz
que antes le acompañaba. Pues
bien, estos días acabamos de observar el paso de ese período huracanado, aunque a uno le da la
impresión de que hemos entrado
en uno largo, dada la incesante retroalimentación del mismo. Ahora puedo señalar algunos ejemplos, pero seguro que mañana ya
habrá otros nuevos esperando su
turno. ¿Una sociedad crispada?.
Seguramente. Ahí van, pues, unos
cuantos del lenguaje convertido
en una madeja hiriente e incomprensible. Los recordarán.
Un líder latinoamericano, recién elegido ‘in extremis’ en las
urnas, con una permanente prédica insolente en público hacia el
líder de la oposición. Un ministro
español que por un instante relaciona el tema del aborto con el de
la banda ETA. Una víctima del terrorismo etarra que, tras conocer
el permiso concedido a uno de los
participantes en el asesinato de su
padre, exclama que le gustaría que,
justo al salir ese individuo de la
cárcel, le atropellara un camión.
Y, para finalizar, una exconcursante vasca de un conocido programa televisivo –GH14- que, al
hablar de recortes y manifestaciones con sus compañeros, suelta
eso de que «yo sólo he ido a una,
a la de que vuelva ETA», exconcursante, claro está, por haber sido
expulsada a causa de decir eso. Al
mismo tiempo, la pulsión colectiva en las redes sociales afloró
otro caso de otro día del programa, a cargo esta vez de otro de los
participantes: «estás más perdido
que Marta del Castillo», dijo. De
esto último, no se han tomado me-
T
odavía no la han enterrado, pero no da señales de vida y se teme eso
que llaman un fatal desenlace. Estados Unidos acaba de
reconocer que lleva casi seis años
recolectando información, no
porque la información sea poder,
sino por lo que le pueda pasar si
no lo tiene. Ahora se dispone a
vigilar correos, llamadas de grandes empresas y chats en todo el
ancho mundo. No quiere que le
sea ajeno. Si no le ponen un micrófono en el bidé a cada ciuda-
:: FOTOLIA
didas, a pesar de la petición del padre de la aludida. No comment.
Es cierto, como digo, que estas
rachas en las que las palabras se
retuercen hasta lo inimaginable,
suelen desaparecer y dan pie al uso
de unas voces más amables, pero
la verdad es que, por mucho que
algunas reflejen una ira comprensible por ver a un significativo reo
en la calle, resulta difícil digerirlas y, sin más, seguir adelante
como si nada: «ya se olvidarán» o
«ya nadie se acuerda». Pero –qué
quieren que les diga– a uno le da
la impresión de que tales usos de
la palabra dejan mucho que desear
y que, aun no volviéndolos a escuchar, el rastro de inhumanidad
que queda atrás perdura como una
llaga incurable, sobre todo, si lo
vemos desde el punto de vista del
entramado social, desde el punto
de vista de que, en mayor o menor medida, el discurso diario a todos nos atañe. Y es que es eso: no
es meramente el discurso o la lengua –en cualquier idioma– de unos
días, no es su tinta deteriorada y
ya está, o su navegar electrónico
perdido en el universo digital y
ahí se queda, sino que va más allá,
es que la lengua daña a quien se
dirige el mensaje y a quien lo invoca, en especial, por su enorme
VUELTA DE HOJA
MANUEL ALCÁNTARA
Muerte de la
intimidad
desprecio al otro y, de rebote, porque la cosa se nos vuelve como un
boomerang.
Estas mismas líneas se habrían
de interpretar en esta dirección
de saber que la lengua es algo más
que un conjunto de rótulos fluorescentes de corta y pega, para lo
que sería casi obligado subrayar
un aspecto de la misma que suele
pasar inadvertido, y es su poder
de connotar otras realidades que
las que a simple vista se enuncian.
Determinadas siglas, nombres de
pila y apellidos, determinados gentilicios y un largo etcétera de vocablos de distinta índole, sugieren
a una mínima o a una gran parte
de los que los leen o escuchan, vivencias, recuerdos y sensaciones
diferentes, según las experiencias
habidas con dichas voces. Eso de
que hay que tener cuidado con lo
que se dice o que «las palabras hieren» lo refrenda.
Puede que alguien piense que
todo esto es exagerado. No, desde
luego, el que suele leer y escribir,
ni tampoco el que vive de la lengua -¿no lo hacemos todos?–, cualquiera que ésta sea, ni el que la traduce a otro idioma, ni el que por
medio de ella escucha y oye, habla, desea comunicar, acordar, compartir, provocar interés o quiere ir
en busca de ideas nuevas, anhela
mejorar, crear, reflexionar, razonar, interpretar y hacer crítica más
o menos sosegada. Nunca habrá
de resultar exagerado para éste o,
si se quiere, para todos los que practican esas facetas de manera habitual. Al contrario. Dirán que algo
se está quebrando cuando se ensalza con palabras la intransigencia y la violencia, cuando la discriminación y la rebaja del otro es el
santo y seña, en fin, dirán que pasa
algo cuando ya no nos inmutamos,
tras la ráfaga verbal sin medida y,
en definitiva, de actitudes lingüísticas, la verdad, no muy halagüeñas. Como casi siempre, al final,
habrá que echar mano de la educación, de la familia y sus allegados, de la sociedad adulta, a la hora
de gestionar como se merece el
tema de dichas actitudes, que,
como se ve, no es otro que el de
las actitudes morales.
dano no será por falta de fontaneros en la Casa Blanca. El presidente Obama lo ha dejado bastante claro: «No puede haber
cien por cien de privacidad y de
seguridad». En una forma de justificar el espionaje. Las paredes
oyen y a veces para que confiesen hay que derribar los más altos muros. El Estado tiene razones que la razón no quiere conocer. A nuestra modesta escala de
provincia del Imperio, también el
Gobierno ha puesto sus grandes
orejas asnales para escuchar lo
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Ikerbasque y el profesor Tello
Me ha decepcionado mucho el bajísimo nivel del artículo del profesor Manuel Tello del 2 de junio sobre Ikerbasque, sus investigadores y su repercusión en la sociedad vasca, comparando con la
UPV/EHU. En vez de un hacer un análisis crítico serio, que sería
bienvenido, el profesor Tello se basa en generalizaciones zafias y
medias verdades (por llamarlas algo) ofensivas y denigrantes para
mí y muchos otros. Yo no he venido de una cátedra de la Universidad de Cambridge a subordinarme en mi labor a ningún profesor
local ni a inflarle el currículum a nadie, como dice el autor que hacemos los investigadores de Ikerbasque. Sí que me dedico a hacer
la mejor ciencia que puedo, a transmitirla, a intentar transferir
oportunidades a empresas y a formar jóvenes al más alto nivel que
puedo darles. Las comparaciones UPV/EHU-Ikerbasque en el artículo son burdamente sesgadas y rezuman resentimiento, estimulando confrontación y recelo mutuo perjudicial para todos. Llega
a conclusiones falsas y dañinas, tocando temas muy sensibles hoy
en día. El profesor Tello tiene derecho a expresar su opinión, por
supuesto, pero es gravemente irresponsable por parte de alguien
con acceso a tan alta tribuna publicar algo tan sesgado, burdo y pernicioso en un periódico serio como el suyo. Normalmente yo refutaría o discutiría puntos concretos, pero para eso hace falta un mínimo de seriedad en el análisis, que no hay. Sería una pena que este
artículo y actitud deterioraran la relación entre la UPV/EHU e Ikerbasque, que deben aspirar no a la excelencia del uno o del otro, sino
a la de la educación, investigación y desarrollo vascos, para beneficio de la sociedad que nos apoya.
:: EMILIO ARTACHO INVESTIGADOR DE IKERBASQUE EN NANOGUNE
El ‘antifranquismo’
Tiene mucha razón Manuel Montero en su artículo ‘Vuelve el antifranquismo’, cuando este ya hace
tiempo que desapareció. Opino que
es una coartada que justifica el no
hacer nada para corregir o mejorar
‘esto’ (¿se llama democracia?) que
tenemos. Ya puede haber paro, corrupción, inseguridad, un futuro
desesperante, o avecinarse el caos
más espantoso que, los ‘antifranquistas’ seguirán con su discurso
contra algo que ya no existe. Hay
hay otra motivación de índole religioso-moral. El franquismo promovía un ‘nacionalcatolicismo’ que interesaba al régimen, pero que, atención, ya estaba enraizado en la ge-
que dicen en todas partes, sobre
todo en la parte que le toca. El Supremo inicia el sendero para juzgar al exministro Pepiño Blanco,
menos conocido como don José
Blanco, por tráfico de influencias.
No se le imputan ni el delito de
cohecho, ni el de prevaricación,
que pedía el fiscal. Es el segundo
exministro de la historia de la democracia que va a sentarse en el
banquillo. Su antecesor fue José
Barrionuevo, que fue condenado
hace dieciocho años.
No la hagas y no la temas. Esa
neralidad de la población española
y vasca desde siempre o desde hace
siglos. Los ‘progres’ que, en general, no son ni católicos ni nacionalistas, jamás perdonan una doctrina o un modo de vida que les recuerde, aunque sea caprichosamente o
a medias, las tradicionales virtudes
cristianas. Su ‘antifranquismo’ mata
dos pájaros de un tiro: rechaza la religiosidad y la moralidad de antes
y, también, les es una excusa para
permanecer pasivos ante la descomposición de la sociedad. Han expulsado a Dios pero no para asumir la
responsabilidad de mejorar el mundo sino, precisamentem, para no tener que asumirla.
:: JUAN CIPRESA SAN SEBASTIÁN
norma sería la más segura, pero
la desmienten quienes la han hecho muchas veces y no sienten el
menor miedo. A lo hecho pecho,
que tendrán que apartar porque
lo tapan las condecoraciones. Si
se desvían hacia el bolsillo interior de la chaqueta, los inspectores encontrarán el cuerpo del delito, que es el de siempre: el dinero. En sus múltiples formas y en
sus variados seudónimos. El único prefijo que no admiten es el
de exricos. Por mucho que vigilen su intimidad.
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