El cruce del Atlántico

Anuncio
El cruce del Atlántico
Un libro de lectura de Reading A–Z
Nivel W • Número de palabras: 2,330
LECTURA • W
El cruce del
Atlántico
Escrito por Troy Wolff • Ilustrado por Marcy Ramsey
Visite www.readinga-z.com
para obtener miles de libros y materiales.
www.readinga-z.com
El cruce del
Atlántico
Escrito por Troy Wolff
Ilustrado por Marcy Ramsey
El cruce del Atlántico
(Atlantic Crossing)
Libro de lectura Nivel W
© Learning A–Z
Escrito por Troy Wolff
Ilustrado por Marcy Ramsey
Traducido por Lorena F. Di Bello
Todos los derechos reservados.
www.readinga-z.com
www.readinga-z.com
Contenidos
La partida desde la bahía de Dublín . . . . . . . . . . 4
Promesa de una vida mejor. . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
Mares tormentosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
La llegada a América . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Glosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
La partida desde la bahía de Dublín
Patrick Kelley observaba los barcos que flotaban
en la bahía de Dublín. Debajo de él, veía cientos de
personas amontonadas en el puerto buscando lugar
en uno de los barcos que se dirigía a América. Era
el año 1846 y muchos irlandeses, la mayoría de los
cuales eran campesinos, se estaban muriendo de
hambre. Durante los últimos dos años, la plantación
de patatas de Irlanda se había arruinado por
una enfermedad, trayendo como consecuencia
una gran hambruna.
3
4
Para no morir de hambre, familias irlandesas
como la de Patrick compraban pasajes en barcos
de todos los tamaños para navegar hasta los Estados
Unidos y Canadá. El viaje era peligroso, pero
la promesa de una vida mejor en América,
donde había más tierra para cultivar y no había
enfermedades que destruyeran las plantaciones,
atrajo a muchos al puerto. Patrick escuchó a su padre
hablar de trabajos en grandes ciudades como New
York y Boston. Su padre, quien era herrero, esperaba
poder encontrar un trabajo en el que pudiera trabajar
con su oficio en New York, donde había miles de
caballos tirando de carruajes y vagones por las calles.
Por esa cantidad de trabajo, el padre de Patrick estaba
dispuesto a dejar Irlanda.
5
Patrick sabía que su familia estaba sufriendo,
y sabía que América podía llegar a ofrecer una vida
mejor, sin embargo Patrick no quería abandonar
Dublín. Este era su hogar. No quería dejar a sus
amigos, a pesar de la falta de comida, y no quería
dejar la bahía de Dublín, su lugar preferido.
Frecuentemente se sentaba en la orilla frente a la
bahía durante una tormenta y sentía la espuma
del mar en la cara, y solía escuchar las historias
de navegantes tostados por el sol cuando volvían
de sus viajes por todo el mundo.
6
Promesa de una vida mejor
Patrick quería ser un marinero en el cálido
océano Pacífico sur; no quería ser uno de los muchos
pasajeros a bordo de un barco de inmigrantes
que cruza el frío Atlántico.
Por esto, Patrick se sentó solo en el muelle,
enojado con su familia, especialmente con su padre,
por obligarlo a partir. Se protegió los ojos del sol que
se estaba poniendo en el horizonte y buscó el alto
mástil del Donegal, el barco que llevaría a su familia
a América la mañana siguiente. Divisó al Donegal
un poco más lejos del muelle; era fácil de distinguir
porque era más grande que la mayoría de los
otros barcos. Pudo ver el nombre pintado con
letras doradas en la popa del barco mientras éste
se balanceaba en el agua. Patrick miró con furia al
enorme barco, deseando que se hundiera al fondo
de la bahía de Dublín. Cerró los ojos, eliminando
la imagen.
7
Para cuando Patrick finalmente decidió volver
a casa, había oscurecido. Patrick vivía en el borde
de Dublín, donde su casa se conectaba con el gran
taller y con la tienda de herrería de su padre. Después
de que abandonó la orilla del agua, que reflejaba
las lámparas de aceite a lo largo de los muelles
y la tenue luz de la luna que estaba en lo alto, las
calles y los callejones que lo llevaban a su casa
estaban tan oscuros que sólo podía ver a unos pocos
pasos. El tenue resplandor que venía de las ventanas
de las casas apenas alumbraban su camino.
Luego de unas pocas cuadras, Patrick sintió pasos
detrás de él. Las calles estaban generalmente desiertas
después del oscurecer, y Patrick se preguntaba quién
estaría en la calle esa noche. Las pisadas se acercaban
más y más, y a medida que las escuchaba, Patrick
detectó un extraño ruido metálico junto con las
pisadas. Asustado, Patrick mantuvo la cabeza hacia
abajo y comenzó a caminar más rápido.
Una cuadra más adelante, las pisadas y el ruido
metálico se acercaron todavía más. Desesperadamente,
Patrick trató de recordar un callejón o una entrada
en la que pudiera esconderse para poder escapar
del extraño que lo seguía.
De repente, Patrick sintió un pequeño golpe en
el hombro. Se le heló la sangre del terror.
8
Aún con miedo, Patrick se dio vuelta lentamente.
Parado a su lado lo observaba un hombre mayor que
tenía una barba color plateada que resplandecía con
la luz de lámpara y una espada militar en su mano
derecha.
—¿Quién es usted? —Patrick preguntó, tratando
de sonar seguro de sí mismo.
—Soy el Primer Oficial de Cubierta Thomas
O´Brien, oficial del Donegal, a su servicio —contestó
con tono serio.
—¡Discúlpeme joven! —escuchó detrás de
él. Patrick se quedó quieto, temeroso de darse vuelta.
—¡Joven, dije! ¿Dónde se dirige? Vi que observaba
al Donegal abajo en los muelles.
9
—¿El Donegal? —repitió Patrick—. Mi familia
y yo vamos a navegar en el Donegal mañana.
—Ah, muy bien —contestó O´Brien—. Es un
excelente barco y está en mejor estado para navegar
que la mayoría de los otros barcos en estos días.
10
—Pero escuché que las condiciones de vida son
malas en estos barcos —dijo Patrick.
—Sí, señor. Eso es lo que mi padre me dice
siempre. Tal vez él tenga razón —admitió Patrick.
—Bueno, frecuentemente los son —contestó
Thomas—. Algunos barcos son peores que otros.
Desdichadamente, las condiciones usualmente
dependen de cuánto dinero una familia gasta en
el pasaje.
—Por supuesto que tiene razón, hijo —respondió
Thomas. Luego miró hacia el puerto—. Bien,
jovencito, se hace tarde. Deberías ir a dormir.
Después de todo, ésta puede ser la última noche
de sueño tranquilo que tengas en varias semanas
—dijo guiñándole el ojo.
—Sí, ya sé —Patrick lo interrumpió—. Mi
padre gastó la mayor parte de nuestros ahorros
en este viaje.
—Tu familia viajará en un barco que se destaca
por llevar a sus pasajeros a salvo a América, aunque
el viaje sea de todas maneras difícil e incómodo
—dijo O´Brien—. El Atlántico es un océano enorme,
y el clima puede ser peligroso en mar abierto.
—Bien, señor. Gracias por el consejo. Tal vez
lo vea en el barco —dijo Patrick a medida que
se daba vuelta para ir a su casa.
Patrick pensó en esto por un momento. —No
recuerdo la última vez que me fui a la cama sin
sentir hambre. No quiero vivir así mucho más.
—Exactamente —Thomas respondió—. En una
emergencia, la gente debe tomar decisiones difíciles
para mejorar su vida. Pero escúchame, jovencito.
Vi América muchas veces y creo que una vida mejor
te está esperando a ti y a tu familia. Tendrás que
trabajar muy duro, pero si lo haces, no debería haber
límite en lo que llegues a lograr.
11
12
El primer día de la tormenta, Patrick observaba
con emoción desde la cubierta como gigantes muros
de agua se elevaban y se acercaban al barco. A Patrick
se le subía el estómago a la garganta cuando el
Donegal se elevaba, se quedaba suspendido en el aire
durante un espantoso segundo en la cresta de la ola,
y luego caía a toda prisa en la otra punta de la ola.
Esto era emocionante, pero la tormenta se estaba
tornando más fuerte, y el constante subir y bajar del
barco estaba agitando el estómago de los pasajeros,
muchos de los cuales, como la hermana de Patrick,
se mareaban.
Mares tormentosos
Una semana más tarde, Patrick y su familia
estaban ya en camino hacia América a bordo
del Donegal.
—¡Todos los hombres a cubierta! ¡Todos los
hombres a cubierta! —Patrick escuchó que venía
de arriba. En la oscuridad debajo de la cubierta,
Patrick escuchó a su hermana gemir. Ella había
estado enferma durante tres días, como muchas
de las personas del barco. Luego de varios días de
mares calmos desde que había partido de Dublín,
el Donegal se había topado con una violenta tormenta.
13
—¡Todos los hombres a cubierta! ¡Debemos bajar
las velas, muchachos! —Patrick escuchó estas órdenes
otra vez en lo alto. Sabía que “los hombres” eran
sólo los marineros, no todos los pasajeros, pero sentía
que no podía soportar quedarse abajo en la oscuridad
un momento más. Quería desesperadamente ver
a los marineros manejar la tormenta. Así fue que,
cuando nadie lo estaba mirando, Patrick abrió de
un golpe la escotilla principal y se dirigió hacia
el rugiente viento y la helada espuma.
Había una gran confusión en la cubierta del
barco: marineros corriendo alrededor, oficiales
gritando órdenes, velas agitándose en el viento
y blanca espuma del océano golpeando por sobre
las barandas del barco.
14
Los marineros no habían visto a Patrick todavía,
pero cuando escuchó esto, sólo pensó en lo que
habían dicho un instante.
—¡Discúlpeme, señor! —dijo mientras tiraba
de la chaqueta del capitán. El capitán se dio vuelta
rápidamente y al ver a Patrick gritó—. ¡Niño! ¿Qué
estás haciendo en cubierta? Baja ahora mismo con
los otros pasajeros.
—Pero, señor —protestó Patrick—. Puedo subir
por el mástil y desenredar la vela.
—¡Capitán! ¡Una de las velas se ha enroscado
alrededor del penol superior! —Patrick escuchó
a uno de los marineros gritarle al capitán.
—Bueno, dígale a alguien que suba y la
desenrede. ¡Necesitamos que esa vela esté baja antes
de que el viento la rompa! —vociferó el capitán.
—No podemos, señor —gritó el marinero—.
El penol ha sido dañado con el viento y no puede
soportar el peso de un marinero. Necesitaríamos
alguien mucho más pequeño.
15
16
—¿Qué? ¿Tú? ¿Qué te hace pensar que puedes
hacer esto? Aquí afuera está terrible. Este no es
clima para un pasajero.
—Realmente no hay problema, señor. Me crié
cerca de la costa toda mi vida. El viento no me
molesta, y tengo que trepar las vigas del taller
de herrería de mi padre todos los días para colgar
las herramientas —dijo Patrick fingiendo tanta
seguridad como pudo, pero el furioso viento
y el agua lo asustaban. No se atrevía a realmente
mirar hacia el mástil.
Antes de que el capitán pudiera contestar, otro
marinero los interrumpió.
—¡Señor, debemos hacer algo rápidamente,
la vela está comenzando a romperse!
El capitán se asomó para ver el tormentoso mar,
luego se agachó y tomó a Patrick de los hombros.
—Está bien, muchacho. Ten cuidado, sube despacio
y NO mires para abajo. Sólo concéntrate en el mástil
que tienes por delante. ¡Tú puedes hacerlo! Ahora,
sube.
Subir por el mástil no le dio miedo a Patrick al
principio, siempre y cuando mirara hacia arriba.
Sin embargo, en la mitad del camino hacia la punta,
Patrick no pudo resistir la tentación y, tomándose
fuerte del mástil, miró para afuera y hacia abajo.
17
A través de un enredo de sogas silbando en el
viento, vio las puntas blancas de las olas y las cabezas
pequeñas de los marineros corriendo a toda prisa
alrededor de la cubierta del barco. Por un instante
pensó en su familia que estaba debajo de cubierta
sin poder verlos, y en cuán preocupada su madre
estaría en este momento si lo viera allí arriba. Este
pensamiento se esfumó rápidamente, no obstante,
Patrick sintió que un mareo se apoderaba de él.
El balanceo del barco sobre las olas era el doble
de fuerte en la parte superior del mástil, y el ver
todas las olas a su alrededor hizo que le comenzara
a dar vueltas la cabeza. Luchando contra este
mareo, Patrick se concentró en el mástil que tenía
por delante. Rápidamente despejó su cabeza y subió
lo que le quedaba de mástil.
18
En la punta, pudo ver la grieta en la madera
del penol, pero no parecía muy grande, así que
sabía que si tenía cuidado, estaría bien. Al mirar
hacia fuera, pudo ver la parte superior de la vela
agitándose en el viento y el sujetador que tenía
que desenganchar para bajar la vela.
19
—Bien —se dijo a sí mismo—. Aquí va.
Con cuidado Patrick se separó del mástil
y estiró la mano hacia el sujetador. Echando
un vistazo hacia abajo por un momento, pudo
ver las caras del capitán y de la tripulación
mirándolo desde abajo. Estirándose un poquito
más lejos, sintiendo el mástil tambaleándose
peligrosamente debajo de él, tomó el sujetador.
Jalando con toda la fuerza que pudo encontrar
en esta incómoda posición, sintió que el sujetador
cedía y la vela cayó debajo de él. Se escuchó
una ovación de los marineros que estaban abajo
y con alegría el capitán le hacía señas para que
bajara del mástil.
20
La llegada a América
Tres semanas después Patrick estaba parado en
la cubierta del Donegal con su familia. Ante ellos
aparecieron los edificios de la ciudad de New York.
¡Al fin habían llegado a América! En el puerto,
Patrick pudo ver la actividad mientras otros barcos
descargaban luego de sus propios viajes por el
océano. Patrick podía sentir la energía y el bullicio
de esta nueva ciudad en crecimiento, tan diferente
de la antigua calma de Dublín.
—¡Bien, Patrick, muchacho! —escuchó una voz
conocida detrás de él. Era el primer oficial de cubierta
Thomas O´Brien, a quien no había visto por muchos
días. Thomas se acercó a Patrick y puso su mano
en el hombro de Patrick.
21
22
—Mirando al padre de Patrick —dijo Thomas—.
Usted sabe, Sr. Kelly, que ninguno de nosotros estaría
aquí en New York ahora si no fuera por su hijo.
Miró a Patrick y lo sacudió amistosamente de los
hombros. —Lo que hizo allí arriba en el mástil
fue muy valiente. Muy notable.
—¡Gracias, señor! —dijo Patrick, un poquito
avergonzado.
—Bien, todos estamos orgullosos de Patrick
—el Sr. Kelly dijo mirando a su hijo con amor—.
Y también estamos muy agradecidos a usted
y al resto de la tripulación del Donegal continuó.
—Gracias a usted, mi familia tiene ahora una
oportunidad de una nueva vida, una vida mejor,
aquí en América.
—Le deseo toda la suerte del mundo —contestó
Thomas—. Y, Patrick, espero verte en el puerto
siempre que el Donegal esté aquí. Tienes las
condiciones de un buen marinero, y eres bienvenido
a la cubierta del barco en cualquier momento.
Patrick sonrió entusiasmado a esta invitación
e imaginó su futuro, navegando los océanos del
mundo, pero siempre regresando a su familia
y a América, su nuevo hogar.
23
Glosario
bullicio (s.)
actividad ruidosa (pág. 21)
condiciones (s.)
cualidades necesarias para
hacer algo (pág. 23)
cresta (s.)
punto más alto de algo (pág. 14)
desesperadamente
(adv.)
actuar violentamente, con
emoción (pág. 8)
escotilla (s.)
tapa de la apertura que conduce
de la cubierta del barco hacia las
áreas que están debajo (pág. 14)
hambruna (s.)
gran escasez de comida (pág. 4)
herrero (s.)
alguien que trabaja con acero,
inclusive los que hacen herraduras
de caballos (pág. 5)
inmigrantes (s.)
gente que ha ido a un nuevo país
a vivir (pág. 7)
mástil (s.)
un palo alto hecho de madera
que está ubicado en la cubierta
de un barco para sostener la vela
(pág. 7)
penol (s.)
la punta extrema de una viga
horizontal que soporta una vela
cuadrada sobre un barco (pág. 15)
popa (s.)
el final posterior de un barco
(pág. 7)
vigas (s.)
tablas de madera que sostienen
un techo (pág. 17)
24
Descargar