v.7 - 2 LUIS GUARNER Autenticidad y crítica Romancero espiritual" de Lope de Vega - ^ ^i!C Publicado en la REVISTA DE BIBLIOGRAFÍA NACIONAL, tomo III, fascículos i.° y 2.a MADRID 1 9 4 2 AUTENTICIDAD Y CRITICA DEL ^ R O M A N C E R O E S P I R I T U A L D\i LOPE DE VEGA I Quienes hojeen cualquier bibliografía moderna (i) de las obras de Lope de Vega, encontrarán - entre sus obras no dramáticas— una que, titulada J\omaiiccro cspirilita!, repite su edición hasta ocho veces ya en el siglo x v n y ha de seguir reeditándose, total o parcialmente, hasta nuestros días (2). Indudablemente, para ellos es ésta una obra indiscutible del Fénix. Pero para quienes sigan las obras de nuestro poeta nacional con desvelado propósito crítico v en. su investigación acudan a las bibliografías que el propio Lope dejó de sus obras, no pudran considerar en modo alguno indiscutible la citada atribución Su existencia, pues, plantea un problema de autenticidad que conviene aclarar. ¿ E s ciertamente éste un libro de Lope? ; Lo hizo el Fénix dando articulación v distribución bibliográfica a los romances —indiscutiblemente suvos-• - que lo integran? Sabido es que Lope —vitalidad dinámica desbordante—• esparcía como a voleo a lo largo de todas sus obras abundantes noticias v datos de su vida v aun de sus más íntimos sentimientos (1) Muy buenas bibliografías se han publicado de las obras de Lope, y, entre ellas, merece especial mención la titulada "Apuntes para una bibliografía de las obras no dramáticas atribuidas a Lope de Vega", Revue Hispanique, N u e v a Y o r k - P a r í s , 1028. (2) Véase nuestra reciente edición crítica del Romancero espiritual, con prólogo y notas (Valencia, 1941). <M [>] Como queda bien patentizado en sus famosas epístolas poéticas, a cuyo género llegó a infundir caracteres de su personalidad propia. En ellas comunica Lope, con aquella su peculiar cíusividad, a los amigos a quienes las dirige, los sentimientos de su alma, sus confidencias, sus inquietudes espirituales de cada día y de cada hora, así corno, oirás veces, les cuenta lances y sucesos de su vida cotidiana y de las de sus amigos o adversarios; los recuerdos de su pasado y las esperanzas de su porvenir (3). En otras muchas obras ••- además de las citadas epístolas- pueden hallarse rasgos biográficos del poeta. Pero de un modo explícito y con deliberado propósito hace Eope mención de sus obras en dos de ellas, que vienen a ser como catálogo tic commiia para los eruditos que intenten penetra]- en la selva inmensa de la poesía lopesca. En ellas se puede reconstruir la bibliografía más completa. dc sus obras no dramáticas, y con la garantía de haber sido hecha por el propio autor. Estas tíos obras poéticas, que son a la vez confidencia literaria y repertorio bibliográfico, son el poema La filomena (1621), y la llamada impropiamente L.<j¡ü<ja a Claudio, que viene a ser una larga epístola dirigida a Claudio Conde, hacia 1631, y publicada, postumamente, en La Vaja del Parnaso (1637) (4). La Filomena, poema de tema v asunto mitológico erudito, al gusto de la epopeya renacentista italiana, tiene una segunda parte en la que el poeta, acudiendo al artiluglo de la alegoría, hace una defensa de su estética y aun de su persona centra los ataques de cierto Pedro de Torres Ránula, contestando así a la Spongia (1Ó17), que este pedante escribiera contra el l'cnix por instigación de sus enemigos, que no se atrevían a arrostrar las (3) Véase el prólogo a nuestra selección de epístolas fie hope en Poesía lírica (t. I, Madrid, 1935). Estas epístolas se publicaron en su mayor parte en los libros misceláneos La Liíomcmi (1621) y La Circe (1(124). (4) Véase nuestra edición de ambas obras en Poemas y Poesia líricJ (t II). Madrid, 1935. [2] 65 posibles y contundentes replicas de Lope (5). E n la segunda parte del poema incluye el poeta —en defensa de su obra— una detallada relación de sus libros publicados, llegando a citar hasta once títulos diferentes,, algunos de ellos de muy relativo interés; mas para nada cita ni alude en sitio alguno al Romancero espiritual, que de haberse publicado en 1619, según algunos sostienen, venía a ser una obra reciente entre las del poeta, y no era, por consiguiente, verosímil su exclusión ele una lista de sus obras. De no haberse publicado todavía al tiempo de salir La filomena —si la primera edición es de 1624, como otros ahrman—•, la lógica de su exclusión de dicha lista es obvia ; pero, en este caso, no lo es el que también se excluyera de la relación que de sus obras hace Lope en la citada liyloga a Claudio, que, escrita hacia 1631, es posterior, por consiguiente. Tampoco lo menciona Lope ni aun alude a él en sus cartas, donde tan rico arsenal de datos biográficos y bibliográficos espera el trabajo del investigador que sepa aprovecharlo para llevar a cabo la definitiva biografía de nuestro poeta nacional (ó). El olvido del Romancero, por otra parte, de su autor, excluyéndolo de cuantas relaciones de obras hiciera, pudo quedar subsanado por Juan Pérez de Monialván en la ditirámbica biografía que de su amigo y maestro publicara a raíz de su muerte; como encabezamiento a la Fama postuma de Lope de Vega (7). Pero es el caso que Montalván —tan conocedor de las obras de su maestro, como familiarizado con todos los libros de su Í5) P a r a el estudio de esta lamosa polémica literaria debe consultarse el libro fundamental Lope de Vega y los preceptistas aristotélicos, de Joaquín de Entramhasa^uas. Madrid, 1932. (6) Obra definitiva en este sentido es la en publicación dei ilustre investigador 1). Agustín G. de Amexúa, Lope de Vega eu sus carias, de la cual lian salido ya 1res volúmenes de los cinco de que lia de constar (i<Vv, I O -0 y i^dO. (;) Véase nuestra edición de la Lama Prosa i'aria. Madrid, 1935. 66 postuma en el tomo I I de [31 tiempo, por haberse criado en la librería de su padre— tampoco alude ni una vez a este Romancero espiritual del Fénix, de quien reseña escrupulosamente todas las obras no dramáticas que dieron las prensas a lo largo de la vida del poeta. Este silencio de Lope en torno a su obra, así como el de su discípulo y biógrafo, bastarían para asegurar con fundamento que el Romancero no es obra preparada y escrita como tal, bU biográficamente independiente, hecha por el Fénix, no obstante ser auténticos todos los romances que la integran. Si estos silencios no fueran aún suficientes para probar nuestro aserto, nos daría su evidencia el detenido examen del libro. Veamos. No lleva dedicatoria alguna, y ello constituye una excepción en las obras de Lope, que acostumbraba dedicar todas sus producciones a amigos y magnates, como mero homenaje de amistad unas veces y con miras interesadas otras. El Romancero salió de los tórculos sin llevar al frente dedicatoria alguna. Carece también —y ello es más extraordinario— de prólogo, contra la costumbre que tenía Lope de encabezar sus obras con introducciones más o menos extensas en prosa, en las que solía explicar el propósito de la obra que a continuación seguía. Todos sus libros llevan esas palabras preliminares, y cuando el poeta no cree oportuno enfrentarse directamente con el público lector, lo hace a través del seudónimo, como ha descubierto la ciática moderna, con el fin de poder decir con más soltura de lengua cuanto cree oportuno sobre el libro, y también sobre su i.utor. Así, en las Rimas sacras prologa el tomo un tal Antonio Elórez, nombre desconocido en el mundo de las letras, que oculta el famoso y verdadero nombre del poeta (o). En los Triunfos divinos, Lope se oculta bajo c! seudónimo de Luis de la Carrera, que D. Cayetano A. de la Darrera sospechó que fuera el propio (S) Recuérdese que la madre del poeta se llamó Francisca Fernández - , Flores, lu que bien pudo sugerirle al poeta cí seudónimo. |4l Ó7 Lope, y modernamente Renncrt y Mille Giménez han demostrado que fué seudónimo de Lope (9). Solamente el Romancero carece de prólogo, cuando precisamente este libro, por ser espigado de otros anteriores, necesitaba con más razón de unas palabras preliminares que pusieran en antecedentes al lector sobre la naturaleza y formación del conjunto de versos que lo integraban. Carece este libro también de los acostumbrados versos laudatorios al poeta y su obra, como era costumbre anteponer a los libros ile cualquiera naturaleza que fueran, y Lope solía acostumbrar en loda.s cuantas obras publicara, que fueron siempre celebradas con versos de ilustres y conocidos ingenios, que prestas tuvieron siempre sus plumas para ensalzar al que fué considerado como fénix de todos ellos. N o faltan, a veces, versos propios laudatorios escritos con nombres supuestos (10). Y si aun estas circunstancias tan significativas no fueran suficientes a evidenciar la inhibición absoluta de Lope en la confección del Romancero, habría de bastarnos la forma en que están redactadas la aprobación del libro y la licencia para su publicación, en las que no se hace elogio alguno de Lope, entonces en la cumbre de su fama, ni se dice de mudo taxativo que a él se da la licencia, ni aun se da a entender que el libro "sea libro de Lope", sino que está compuesto con romances suyos y que lo imprime el editor Juan de Oteyza, "a quien se da la licencia y aprobación para editarlos". Pero nada se dice que Lope hubiera solicitado (o) Cayetano Alberto de !a Carrera, Nueva biografía, publicada en el tomo I de Ohras de Lope, de Vega publicadas por la Rcat Academia Española. Madrid, 1S90.—Renncrt y Castro: Vida de Lope de Vega. Madrid, igio.—Juan Mille y Giménez: "Apuntes para una bibliografía de las obras no dramátivas atribuidas a Lope de Vega", Revue Hispanique. Nueva York-l'arís, 1028. (10) Llega a publicar versos preliminares con el nombre de sus hijos tmturales, aun de corta edad a la sazón. 68 Í5| talcs licencias y aprobación, como puede leerse en otras licencias que encabezan otros libros del fénix. Estas cuatro razones bastarán con exceso para demostrar que el Romancero espiritual, "compuesto por Lope de Vega Carpió, a devoción de los Hermanos de la Tercera Orden del Seráfico Padre San Francisco", no es, en modo alguno, obra pensada, escrita y, en una palabra, compuesta por Lope, que soba cuidarse de todos estos extremos en las obras que él mismo preparaba, aunque algunas veces figurase como hemos visto-- con nombre ajeno en su papel de colector. El Romancero espiritual, que como obra de Lope comenzó a correr entre manos devotas cuando el poeta estaba en la plenitud de sus facultades y de su gloria literaria y a raíz de vestir los trajes talares, no fué escrita por él como obra unitaria y con este título, aunque todos los romances que la integran son, indiscutiblemente, nacidos del fervor más acendrado de la pluma del poeta. El Romancero espiritual, que, "para recrearse el alma con Dios, y redención del género humano", publicó con licencia en Pamplona Juan de Oteyza, impresor del reino de Navarra, no es sino un devoto devocionario -—y de ahí el subtítulo que le puso-^-, en el que el editor reunió o mandó reunir a un colector anónimo una selección de los romances más populares de Lope, que, escrixos con devoción y fervor por su autor, pudiesen servir como guia espiritual a los devotos Terciarios Franciscanos, a quienes —al mismo tiempo— ofrecía el editor unas Estaciones del Via Crucis, una Letanía para después de aquel ejercicio piadoso, y un acto de contrición, además de un ejercicio de la presencia de Dios, que, con otras oraciones latinas, completan el libro, dándole oficio de devocionario, que, en sucesivas ediciones, se fué adicionando con nuevas oraciones y ejercicios piadosos, en el que no llegaron a faltar la relación de indulgencias que se lucraban con el rezo de aquellas preces, aunque sin decir que la letra de los romances también estuviese indulgenciada. i Al <>9 Kl Romancero —en suma—, que no compuso Lope, se formó con romances auténticos que de su pluma salieron. II Nos encontramos, pues, ante un libro que no formó Lope ni escribió nunca como tal con unidad bibliográfica, pero evidentemente ante una obra compuesta con elementos dispersos de indiscutible autenticidad, recopilados por una mano desconocida, que hizo, o intentó al menos, un libro completo con aquellos romances por ella seleccionados. El anónimo compilador espigó en la obra poética sacra de Lope, que tenía, a su entender, carácter popular y estaba en romance escrita, justificando así el título ele romancero que da a su compilación. Consta el libro de treinta y dos romances, que el antologista distribuyó virtualmentc en tres parles distintas con cierta articulación lógica. La primera está compuesta por dos romances dedicados al nacimiento de Jesús el primero y a un episodio de su infancia el segundo. La segunda parte la 1 orinan veinte romances, numerados, en los que se hace la narración completa de la Pasión del Señor, reunidos todos bajo el epígrafe de La redención del género ¡\umano. La tercera parte la integran diez romances, líricos unos, y otros dedicados al Santísimo Sacramento y a Sanios como a San Francisco, tan oportuno cu un libro dedicado a ía devoción de sus terciarios. Lnlre estos romances se intercalan las meditaciones del Via Cntcis y varios actos ele contrición, letanías, oraciones, etc., que son, a todas luces, devociones populares de la época y nada tienen que ver con la pluma de Lope. Los dos primeros romances, consagrados al nacimiento de Cristo y a su infancia, están tomados, el primero de las Rimas sacras; verdadera compilación de la lírica religiosa del Fénix; jo ¡7} Siguiente el segundo, titulado "La buenaventura del Niño Jesús", no procede —y este es el único— de dicho libro, sino que está sacado de aquel original y tan característico libro de Lope Pastores de Belén, que viene a ser una verdadera novela pastoril vertida "a lo divino", en la que, por gracia del genio creador del poeta, se funden maravillosamente las fórmulas clásicas del género pastoril al uso con el sentido cristiano popular tan español por su humanidad y realismo, lo que lia hecho que este libro perdurara como obra única a través de los siglos, que vieron caer en el olvido tantas y tantas novelas pastoriles de elevados ingenios españoles, que no lograron salvar sus obras de aquella vulgaridad que las anegó a todas. En estas páginas, de realismo encantador, se juntan églogas de gusto clásico renacentista, sobre las que perdurarán siempre aquellas cancioncillas, romances, villancicos, nanas y bailes pastoriles, que no son sino los que Lope oyó y eintió vivir al pueblo español en sus regocijos campestres y fiestas tradicionales. El romance elegido está en lenguaje popular, y puesto todo él en boca de la gitana Marauda, que hace el vaticinio de la vida de Jesús, a quien augura la pasión, muerte y resurrección, mas no con palabras herméticas de sibila, sino con el gracejo peculiar de los gitanos españoles, matizado de pintorescas imágenes y valientes hipérboles ( n ) . Acertada es la elección de este romance, porque siendo como es una escena de la infancia de jesús, viene a ser, al propio tiempo, como el pórtico de la parte siguiente del romancero, que lleva por titulo "Redención del género humano". La constituye una colección de veinte romances, y en ellos se narra la Pasión de Jesús en forma popular, tan patética y emotiva que el pueblo ia ha conservado como una de aquellas pasiones populares que han perdurado a través de los siglos como preciada tradición de aquel sentimiento hondamente español que llena nuestra tierra ( i i ) Véase nuestra edición de Pastores de Belén, cu el tomo 1 de "Prosa varia de Lope de Vega". Madrid, 1935. [8| 71 en los días de la Semana Santa. Ese pueblo ha conservado estos romances de tal manera que todavía perduran en tradición oral en algunos pueblos de Castilla, según manifestación del cura párroco de Ci peres (Salamanca), en el año 1935, al decir que él, siendo cura de Yillaverde de Guadeña, pudo comprobar que el pueblo entero ¡os sabía de memoria y era allí tradicional cantarlos a grandes coros, alternando uno de hombres y otro de mujeres en la iglesia parroquial la noche del Jueves Santo, lo que en aquel pueblo se conoce por "cantar la Pasión", cuyo autor desconocen aquellas piadosas gentes, que, con su sencillo canlar aldeano, rinden el homenaje mayor que pudiera apetecer jamás poeta alguno y que Lope hubiera agradecido en más que los elogios de los excelsos ingenios de su tiempo (12). Patrimonio de la poesía tradicional española, por la que tantas lanzas rompió Lope —que llegó a ser maestro también en la culta renacentista—, fué siempre el romance desde que, descendiendo de las viejas gestas medievales, constituyó la forma definitiva de nuestro nacional Romancero, en el siglo xv. Lope, que tan en la entraña llevaba el instinto de la poesía popular, usó de esta forma típicamente española para todas las manifestaciones de su poesía, especialmente cuando quiso verter el alma entera en sus versos. En romances —pastoriles, moriscos: típicos de la tradición española— escribió sus primeros versos de juventud, en los que cantó sus amores reales o soñados tantas veces ; con ellos celebró la hermosura de filis, Eclisa, Camila, Lucinda, Amarilis y tantas otras mujeres verdaderas que con estos nombres poéticos fueron inmortalizadas por el fénix. ¡ Cuántos romances de aquéllos pasaron, como anónimos, a las colecciones y flores de romances populares que tanto abundaron en nuestros siglos clásicos ! En romance de corte castellano produjo escenas moriscas y caballerescas con tanta jlisteza y donaire, que hubicranse tomado (12) Vúasc El Debate del día 23 de abril de 1935. Ï9] por verdaderamente populares si la crítica, tras pacientes estudios, no hubiera puesto en claro la procedencia de la pluma del I'énix. Como populares pasaron los romances moriscos de Lope incluidos a las páginas de la novela de Gincs Pérez de Hila, Las guerras de Granada (1595); muchos de ellos fueron incluídos como dudosos en la gran colección Obras sueltas de Lope, que preparó Cerda y Rico (13), y hasta en el Romancero del Cid, coleccionado por Milá y Fontanals, puede verse un romanee original de Lope. Abundan también en las novelas del Fénix—Arcadia (1598), Ll peregrino en su patria (1604), Pastores de Belén (1612), las novelas cortas // Marcia Leonarda (1621), La Dorotea (1632)— y son innumerables los que dedicados a todos los asuntos sacros y profanos esparció el poeta por sus libros y aun se publicaron en pliegos sueltos y libros ajenos, siendo infinitos los bellísimos romances de tipo popular que desarrollaron escenas innumerables en las maravillosas comedias del fénix. Siendo esto así, es natural que el poeta eligiera el romance, y el romance popular más genuino, para cantar y llorar la Pasión de Jesús, que con tanto fervor describe, porque con todo fervor siente como español que es, y español del pueblo. Mas como poeta, y poeta excelso, logra hacer con aquel molde popular una maravilla de poesía lírica. Fl contemplar y meditar los pasos de! Calvario de Cristo hace que lo narrado tome vida cálida y vibrante de realidad en los versos cortos y fluidos de este romancero sacro del poeta, que, puede asegurarse, llega en estos versos al punto culminante de su genio, al que se eleva sin necesitar m á s alas que las del romance popular, que le lleva a la cumbre de la mística más elevada y sutil, como reconocen todos (13) Obras sueltas de Lope de Vega, Edición ele F. Cerda y Rico, impresa por Antonio Sandia, en Madrid, 1776-1779. Los versos dudosos se editaron como tales en el tomo XVII. [10] 71 los críticos que a Lope han estudiado en este aspecto de su poesía lírica. " N o conocemos muchas obras literarias que revivan en nosotros la fiebre religiosa de los días en que fueron posibles con la misma fuerza que este romance de Lope Vuestro esposo está en la cama, donde los detalles sangrientos están vistos con implacable lucidez. El poeta da a cada palabra una pavorosa plasticidad. Los horrores del suplicio se enumeran minuciosamente sin escatimar a los nervios sacudidas violentas: el poeta y ci pueblo se entregan a esa voluptuosidad tan española de atormentarse a sí mismos, y el romance nace de propósitos tan extrapoéticos, tan ajenos a la literatura como los que impulsaban al cilicio y a la disciplina. De aquí deriva justamente la fuerza, el carácter del romance, superación de todo tópico" (14). No rehuye, sino que parece buscar en honor de la exactitud horrible que quiere comunicar el poeta a los lectores, a quienes hace sentir la tragedia de la Pasión, cuyos pasos hace desfilar ante los ojos —ta! es la plasticidad de los versos— de quienes puedan leerlos. Todos estos romances constituyen —como dice Montesinos, tal vez influido por su falta de fervor religioso—• una Pasión en verso: "más que poesía popular, poesía vulgar", si bien reconoce que tienen momentos felicísimos. ¿Y es que esta fuerza descriptiva que logra hacer vivir la terrible realidad de los tormentos de Cristo a cuantos la leen, no es ya verdadera poesía, de emoción sincera y, por lo tanto, creación poética del más subido valor humano? E n estos romances está, en suma, toda el alma fervorosa de Lope, sobrecogida ante el terror de la divina Pasión, que siente en sus propias carnes, ya que por sus pecados ve sufrir y morir al Hijo de Dios hecho hombre por amor ele redención. Cierto es también que en fuerza de realismo, no excluye el (14) Montesinos, José F. : Prólogo a Poesías líricas ele Lope de Vega. Tomos 6S y 75 de "Clásicos Castellanos". Madrid, 1926-27. 74 ["I poeta algunos rasgos y toques de mal gusto, al que este realismo le lleva, y el realismo español tiene siempre algo de sabor picaresco, lo que, a nuestro entender, establece el contraste barroco con aquellos otros rasgos exquisitos para trenzar así el cuadro reai y completo de los pasos de aquella Pasión tan divinamente humana que Lope logra pintar en estos romances, que hubiesen encontrado su realización plástica exacta en los aguafuertes de Goya. Podrán, tal vez, advertirse en ellos algunas muestras de aquel realismo que les hace desembocar algunos momentos en el conceptismo dislocado que comenzaba a socavar la espontánea poesía religiosa por influencia de Alonso Ledesma en sus Conceptos divinos (1617). P e r o este conceptismo sacro, en realidad, sólo lleva al poeta a inocentes juegos de palabras y retruécanos de mal g u s t o : juega con las palabras ganado y perdido; Cupido y escupido; vendado y vendido, y con el doble sentido dado a algunos vocablos, así como le llevará al prurito de verter "a lo divino" romances caballerescos y amatorios, tan ajenos como impropios de la poesía sacra. Después de dieciocho romances dedicados a n a r r a r la Pasión, el que se señala con el número diecinueve viene a ser a modo de una oración en verso del alma a Cristo en la Cruz, al que pide perdón por sus pecados en un tono lírico que llega a recoger un estribillo popular que le da forma y gracia de canción. El señalado con el número veinte de la serie es un romance dedicado al Santísimo Sacramento, también sacado de las Runas sacras, aunque allí no constituye unidad con los romances de la Pasión. Lucra ya de numeración sigue una villanesca, también dedicada al Sacramento, y le sucede otro romance al mismo tema cucarístico. Estos tres romances tienen un marcado carácter popular también, y en ellos —especialmente en la villanesca— usa el poeta del lenguaje del pueblo para cantar altos principios teológicos y aun de elevada mística, demostrando que basta el |I2] 75 lenguaje popular para decir cosas sutiles de pensamiento y de sentimiento. En el primero habla el poeta de la Eucaristía, y debió de escribirlo Lope cuando ingresó en la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento (1.609). ^- a villanesca es toda ella una relación de la fiesta eucarística como hecha por un hombre de pueblo sin instrucción ninguna y que valiéndose para su narración de símiles e imágenes plásticas vulgares, explica el misterio cucarístico del Sacramento. E n el último romance adopta el poeta la forma alegórica de un juego de cañas, que bien le pudiera hacer pasar por un auténtico romance caballeresco "vertido a lo divino". Los tres romances, pues, unidos por el tema que cantan, lo están por la forma genuinamente popular en que están escritos. Los cinco romances siguientes tienen todos la tónica de una elevación lírica más pura. Eunde el poeta el más sutil pensamiento místico con la forma popular de romance y aun de romancillo, que llega, en momentos, a tomar aire de canción popular con estribillos graciosos, con los que el poeta consigue cantar los deliquios del alma fervorosa en busca de su Esposo Cristo. En estos romances, que son a modo de pequeños idilios del alma, puede bien estudiarse la relación de esta poesía lírica más pura con los infinitos cantares populares que llenan los cancioneros de la época, como el ele Ilcrhcray (siglo xvi), el de Uppsala (Venecia, 1556)', el notable Cancionero musical de los siglos XV y XVI y tantos y tantos repertorios de poesías populares, que en alas de fáciles tonadas han perdurado a través de los siglos. Otras veces, la tendencia a lo popular hace que el poeta comience un romance sacro de manera análoga a cualquier romance caballeresco, como aquel de Gaiferos que, "vertido a lo divino", aquí comienza: Lágrimas que al ciclo ides, por mi Esposo preguntad, y decidle que su Esposa se le envía a encomendar... 76 [131 O ya toma la forma y hasta el comienzo de un romance pastoril, ya usado por Lope en su novela La prudente venganza (1624), que dice: Riéndose va un arroyo, sus guijas parecen dientes, porque vio los pies descalzos del que sobre el sol los tiene,.. Que no es sino la versión "a lo divino" de un romance pastoril popular que también usaron oíros poetas de la época, como Valdivielso en el "Romance del Buen Pastor", en su Romancero espiritual (1612). Lu el romance siguiente elévase Lope a tal altura, que un crítico moderno llega a decir que ''si ha}' alguna poesía de Lope que toque en realidad los misteriosos senderos de la poesía mística, es el bellísimo idilio que principia: Estábase el alma al pie de la sierra del ha mano engaño perd'nia y contenta; sentada en sus culpas, guardando sus potas, aunque descuidada de guardarse de ella... verdadera joya mística —dice— en que lleva a las más puras cumbres toda la honda tradición de canciones de serranas o serranillas, que tan lejana y larga ascendencia tienen en la lírica castellana" (15) y que —añadimos nosotros—- ha de perdurar (15) José Rubinos, S. L: Lope de Vega como poeta religioso. La Habana, 1935. Lu] 77 aún hasta nuestros días, en que en la lírica de Verdaguer parece" hallar eco este maravilloso idilio místico (16). Termina esta serie de romances con una canción de inefable gracia lírica, que vierte en lenguaje popular de canción campesina aquel maravilloso epitalamio inmortalizado en el Cantar de los Cantares, cuyo resarrollo sigue el poeta como lo había seguido antes San Juan de la Cruz en su Cántico espiritual (17), pero desnudándolo de todo aquel misterio simbólico oriental para que sea tan sólo la voz sin palabras de una pura emoción mística, como dice Pfandl (18), escrita en veinticuatro villancicos con el mismo estribillo : Cantad ru¡señores, a la alborada, porque viene el Esposo de ver al Alma; de una ternura sin ejemplo en nuestra literatura mística. Termina el Romancero espiritual con tres romances de tono distinto a los cinco anteriores, pues si aquéllos son líricos, estos últimos tienen un carácter puramente narrativo, dentro siempre del aspecto popular que todos los romances recogidos en este libro tienen. T r a t a el primero de San Ignacio de Loyola, del que cuenta su conversión y consagración a la Virgen de Montserrat, y todo él eslá desarrollado de manera que bien podía ser un auténtico romance caballeresco de empresas heroicas. Los dos romances que siguen están dedicados a San Francisco de Asís y a su cstigmaüzación en el monte Auvcrnia. Estos dos roman(l'V) Véanse algunas poesías de Idilios y Cautos místicos de V e r d a guer en nuestra vciVén castellana de Poesías ¡¡ricas de Jacinto Verda(j:ier, "l'dilioieca <lc Clásicos Amenos". Madrid, 1933. (17) Véase nuestra edición de Poesías completas de San Juan de ¡a Cr.-.'.•;•. Valencia, 7<V|r, íiS) Ludw : Lí IM'andl : [lisiaría de la literatura nacional española en su edad de oro. lïarrelona, 1933. 73 \ <51 ces son modelos como narrativos, y si el asunto que desarrollan no tiene novedad alguna —ya que se ciñe al hecho histórico o legendario—, toda la narración tiene el sello de los romances sacros de Lope, que no olvida aquí tampoco algunos toques de conceptismo sacro ya manifestados en los romances de la Pasión. No olvida asimismo en el primero un estribillo final, frecuente en las canciones populares de bodas en Castilla, acabando el romance como cualquier comedia: A la boda, a la boda, virtudes bellas, que se casa Francisco y nay grandes fiestas. E n el v.llimo no faltan las imágenes conceptuosas, como Vos os hicisteis menor, pero Dios tan grande os hi::o, y también ; 31 como so! h.abcis ido, queréis que haya luna clara más que su mismo apellido; refiriéndose a Santa Clara, la fundadora, con San Francisco, de la Orden menor de mujeres. Y con estos tres romances se termina la selección de ellos con que el anónimo recopilador formó este maravilloso libro espiritual que Lope había dado va sin seleccionar en las páginas de sus h'iwas sacras, y que, con el nombre de Romancero, tomó nueva vida bibliográfica independiente por obra y gracia de un anónimo colector, que demostró así su fina sensibilidad para la verdadera poesía. Luis GUARXER. [16] Anterior 79 Inicio