Ese... desapego de la realidad. Y contemplar la irrealidad como verdad. Y odiar la verdad por falsa. Y vomitar sobre la realidad por irreal. Ese... querer pero no poder. Y tocar el futuro y el pasado. Y desechar el presente, que, en su inutilidad, desnaturaliza la infinitud. Ese... oscuro día de invierno, en el que desprecias la luz y el Sol. Y coger un mechero y crear un universo nuevo. Y ser un dios sobre todo. Ese... deseo de estar encerrado, solo, en una habitación oscura. Y pensar. Y ver. Ver lo inimaginable; ver lo metafísico. Y no querer volver a la realidad. Ese... pensamiento imposible. Y esa posibilidad de hacer posible lo imposible. Y sentir la imposibilidad de lo probable en la propia inverosimilitud. Y abrazar la posibilidad de ser mentira. Ese... sueño que se destruye en mil pedazos. Y tras él ya no queda nada más. Y sólo queda un vacío del que no escapa ni el pensamiento ni la existencia.