TÉCNICAS POLICIALES DE DETECCIÓN DE LA MENTIRA EN HECHOS CRIMINALES Contenido extractado de la Obra «Psicología criminal. Técnicas aplicadas de intervención e investigación criminal». José M.ª Otín del Castillo. Lex Nova. 2.ª edición, abril 2010. Tradicionalmente, las técnicas policiales de detección de la mentira se han centrado en la observación de los conocidos como «signos de la mentira» y que principalmente se refieren a los ya mencionados indicadores fisiológicos y conductuales, principalmente la evitación del contacto visual (lo que se conoce como mirada esquiva), el comportamiento indeciso (carraspeos, dudas, cambios frecuentes de posición.), vacilaciones y retrasos verbales, movimientos involuntarios (tics, espasmos musculares.), o el aumento de la sudoración y la respiración. Como síntomas emocionales se presta atención a la aparición detección en el interrogatorio de tensión, ansiedad, miedo. [.] En realidad, hay muy pocas diferencias en la conducta cuando se miente o se dice la verdad. Y es que en ocasiones hasta el sabio refranero español se equivoca, como cuando dice que «es más fácil pillar a un mentiroso que a un cojo». Esta falsa y extendida creencia acerca de la eficacia en la detección del engaño (.) se basa, como ya hemos visto, en la utilización de normas muy simples para juzgar las conductas en función de creencias erróneas. De este modo, se facilita la influencia de sesgos y errores cognitivos. Uno de los más habituales e importantes es el denominado «error de Otelo» que nos lleva a pensar que un inocente está mintiendo porque así lo dan a entender sus emociones y comportamientos, cuando esos «signos de la mentira» o manifestaciones de la misma detectada son en realidad producto de situaciones de estrés, tales como la sorpresa o el enfado por una acusación injusta, o el temor a no ser creído. Otro error significativo y común es el «error de idiosincrasia», consistente en pensar que todos reaccionados del mismo modo ante la mentira, sin considerar las diferencias individuales de comportamiento con independencia de que se esté mintiendo o no. Por lo tanto, ¡cuidado con los estereotipos y prejuicios! Por si esto fuera poco, los policías nos creemos en general con mayor y mejor capacidad para detectar la mentira, puesto que nos enfrentamos a ella a diario. De nuevo, la realidad nos ofrece su aspecto más crudo: es falso que los policías sean mejores detectores de mentiras que el resto de la población. [.] Basta examinar con detenimiento las siguientes cuestiones acerca de cada relato para mejorar sensiblemente nuestra capacidad de evaluarlo correctamente en términos de veracidad/falsedad: —Cotejar datos obtenidos con datos conocidos. El análisis comparativo de los nuevos datos que nos ofrecen con aquellos cuya veracidad está comprobada es una sencilla manera de sacara a la luz lo que pueden ser sencillamente errores pero también mentiras. —Comprobar las manifestaciones. En multitud de ocasiones, el mentiroso se ve obligado a inventar sobre la marcha. Basta una rápida comprobación posterior de aquellos extremos manifestados que puedan verificarse para detectar su falsedad. —Evaluar el nivel de conocimiento demostrado sobre el hecho. Verificar con la mayor exactitud lo que el sospechoso aparenta saber sobre el asunto. —Evaluar su motivación. Averiguar los motivos que le impulsan puede ofrecernos indicios importantes para determinar el interés que pueda tener en mentir.