Literatura del siglo XVIII

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Literatura del siglo XVIII
NEOCLASICISMO
Desde el punto de vista literario el S. XVIII suele designarse como la época del neoclasicismo, pues
este refleja de mejor manera el espíritu del momento.
Sin embargo, hay que indicar la existencia de otras dos tendencias, que, dentro del S XVIII
enmarcan al neoclasicismo: El Post Barroquismo, que continúa las características formales del
barroco hasta mediados del siglo, y el prerromanticismo, una corriente sensible y melancólica que
surge en el último tercio del S XVIII.
Las características más importantes del neoclasicismo son:
• La obra debe tener un alcance universal y aire de verosimilitud.
• Se debe mantener la unidad de estilo y separación de géneros, evitando mezclar en una
misma obra, lo trágico con lo cómico, el verso con la prosa y el tono elevado con el familiar.
• La obra debe tener una finalidad moral y educativa.
• La prosa divulgativa y el ensayo, serán los géneros preferidos.
LA PROSA
La producción literaria de la primera mitad del Siglo procede de tendencias barrocas, como ocurre
con Vida de Diego de Torres y Villaroel.
A la segunda mitad del siglo pertenece Historia del famoso predicador Fray Gerundio de
Campazas, alias Zotes, de José Francisco de Isla, sátira humorística contra la oratoria de la época
llena de artificios culteranos.
Muchos más apropiados al talante de la época, la prosa didáctica y el ensayo obtienen esplendor
inusitado con nombres como Feijoo, Cadalso y Jovellanos. La obra más importante de Fray
Benito Jerónimo Feijoo está recogida en ocho volúmenes de Teatro Crítico Universal, está
formada por ensayos o disertaciones sobre diversas materias cuya intención era poner en
conocimiento público los adelantos culturales del resto de Europa y destruir las supersticiones aún
vigentes. Para ello utiliza un estilo sencillo, natural y sin artificios retóricos.
La obra más importante de José Cadalso Vázquez son Las cartas Marruecas (1789), donde por
medio del género epistolar, presenta un amplio panorama de la vida cultural, social y económica del
país, justificando el fracaso de España en la ruina provocada por las guerras, el atraso científico,
supersticiones y malas costumbres. Obra de tintes prerrománticos es Noches Lúgubres, que cuenta
en forma de dialogo la historia del protagonista que intenta desenterrar a su amada muerta.
Gaspar Melchor de Jovellanos, representó mejor que nadie la síntesis de las corrientes de
pensamiento de la época. Su producción se centra en la preocupación por los problemas de España
y en ella prima la intención didáctica, aunque con una prosa sobria y elegante de notables
cualidades literarias: Informe en el expediente de la ley agraria, y plan general de institución
pública.
LA POESIA
La poesía de la 1ª mitad del siglo fue una continuación de la poesía barroca y no será hasta la 2ª
mitad cuando triunfe el arte neoclásico.
La confluencia entre el pensamiento del momento y la literatura, se percibe en un género muy
característico de la época: la fábula.
Entre sus cultivadores destacan Felix Samaniego quien escribió sus Fábulas Morales, con el fin de
ridiculizar defectos humanos como la ambición, la hipocresía y el orgullo. Y Tomás de Iriarte
cuyas Fábulas Literarias, recogen las preocupaciones estéticas del neoclasicismo, la utilidad de las
reglas, conveniencia de estudiar a los clásicos, la importancia de unir lo útil con lo estético, etc.
El extremeño Meléndez Valdés, quizá sea el poeta lírico más importante del XVIII. Representa la
síntesis de las dos corrientes poéticas de la época, la poesía anacreóntica y la poesía filosófica y
moral. La poesía anacreóntica está constituida por composiciones de tema amoroso en ambientes
bucólicos, en los que se exalta a la mujer y a los placeres de la vida. Poesía alegre sensorial de ritmo
ligero y gracioso, ambientes refinados y en los que la naturaleza es el elemento fundamental.
En su poesía filosófica y moral se expresan las ideas filantrópicas de la ilustración y los temas pasan
a ser la agricultura, la educación, el trabajo, etc.
TEATRO
Como sucede en la prosa y en la poesía, el teatro de la 1ª mitad de siglo acentúa los rasgos del siglo
anterior, Barroquismo del lenguaje y búsqueda del efectismo escenográfico. A partir del
Neoclasicismo en las obras teatrales va a predominar la intención didáctica. La obra tiene que servir
para propagar ideas reformistas y educar a los espectadores. Las principales normas que deben
cumplir las obras son:
• Respetar la regla de las 3 unidades (acción, espacio, tiempo).
• Ofrecer un argumento verosímil: acontecimientos inventados, pero que podían haber
ocurrido en la realidad.
• Mantener el decoro en los personajes, que deben actuar de acuerdo con su condición social.
• Atenerse claramente a un género y no mezclar tragedia con comedia.
El dramaturgo más importante es Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) cuya producción
son exclusivamente comedias. Sus obras tienen clara intención didáctica y moral y responden
previamente al código neoclásico. Los temas que desarrolló en ellos son dos: la libertad de elección
en el matrimonio, la igualdad de los cónyuges. Tanto en posición social como en edad. Este es el
tema que desarrolló en El viejo y la niña (1790) y El sí de las niñas. En ellas la estructura se ajusta
con fidelidad a las normas del neoclasicismo y en su contenido se incluyen las ideas del
pensamiento ilustrado, aunque se perciben rasgos sentimentales del prerromanticismo. Otro tema
importante en una obra es La comedia nueva o el café satiriza el teatro contemporáneo
caracterizado por el exceso del tono melodramático.
El madrileño Ramón de la Cruz representa la línea tradicional del teatro. Sus sainetes recogen el
costumbrismo y el sabor popular del Madrid de la época. Los sainetes eran del gusto del público,
muy a pesar de los críticos neoclásicos que los consideran un género indigno de ser representado y
entre ellos destaca el sainete titulado Manolo, crítica de la tragedia neoclásica.
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