Paradigmas, Metáforas y resolución de problemas en Teoría de la organización Autor: Gareth Morgan- Administrative Science Quarterly/605 El propósito de este ensayo es presentar los elementos de una crítica humanista radical que sugiere que la disciplina de la teoría de las organizaciones se ha encarcelado por sus metáforas, y estimular una conciencia mediante la cual pueda empezar a liberarse. El ensayo explora la relación entre paradigmas, metáforas y solución de problemas, mostrando como la teoría de las organizaciones y la investigación se construyen en un entorno de asunciones dadas por ciertas. Son examinadas la naturaleza metafórica de la teoría y las implicancias del uso de metáforas para la construcción de teoría. Se sugiere un pluralismo metafórico y metodológico que permita el desarrollo de nuevas perspectivas para el análisis de organizaciones. Mientras que la ortodoxia se basa en unas pocas metáforas características del paradigma funcionalista, metáforas características de otros paradigmas - que desafían los presupuestos básicos de la ortodoxia- muestran tener mucho que ofrecer. Para el hijo de un granjero que fue criado en los estrechos confines de su pueblo y pasó toda su vida en el lugar donde nació, el modo de pensar y hablar característico de su pueblo es algo que se da completamente por asumido. Pero para el chico de campo que va a la ciudad y se adapta gradualmente a la vida en la ciudad, el modo rural de vivir y hablar deja de ser algo dado por sentado. Ha conseguido un cierto alejamiento de ese estilo, y ahora distingue, tal vez bastante conscientemente, entre los modos “rural” y “urbano” de pensar. En esta distinción reside el principio del acercamiento que la sociología del conocimiento busca desarrollar en detalle. Eso que en un grupo dado es aceptado como absoluto, aparece para alguien de afuera como condicionado por la situación del grupo y reconocido como parcial (en este caso, como “rural”). Este tipo de conocimiento presupone una perspectiva mas despojada. (Mannheim) Mannheim utiliza este ejemplo de la urbanización del chico de campo para ilustrar como los modos de pensar el mundo son mediados por el entorno social, y como la adquisición de nuevos modos de pensar dependen del salir de la antigua visión del mundo. Este ejemplo es un punto de partida conveniente para un análisis de la teoría de las organizaciones que pretenda examinar, tanto el modo en que los teóricos de las organizaciones tratan de entender su objeto de estudio, como la forma en que pueden empezar a conseguir -en cierta medida- un alejamiento de las maneras ortodoxas de pensar. Los teóricos de las organizaciones, como científicos de otras disciplinas, abordan su materia frecuentemente desde un marco de referencia basado en presupuestos que son tomados por ciertos. A tal punto que estas asunciones son continuamente afirmadas y reafirmadas por científicos colegas, y otros con los que interactúa la organización, pudiendo permanecer, no solo sin ser cuestionados, sino sin ser advertidos conscientemente. En este sentido, el modo ortodoxo de ver el mundo puede asumir un estatus de realidad rutinaria, y puede ser dado por cierto tal como el modo de ver el mundo del granjero de Mannheim que se quedó en la casa. La naturaleza parcial y autosuficiente de la ortodoxia solo se torna aparente, al grado que los teóricos exponen presupuestos básicos al desafío de los modos de ver alternativos y comienzan a apreciar estas alternativas a su manera. PARADIGMAS, METÁFORAS Y SOLUCIÓN DE PROBLEMAS Para entender la naturaleza de la ortodoxia en teoría de las organizaciones, es necesario entender la relación entre los modos específicos de teorización e investigación y los modos de ver el mundo que reflejan. Es útil empezar con el concepto de paradigma que se hizo popular con Kuhn , aunque el concepto ha sido objeto de un rango amplio y confuso de interpretaciones. Esto es -en parteporque el mismo Kuhn utilizó el concepto de paradigma en no menos de veintiún maneras diferentes (Masterman), consistentes con tres grandes sentidos del término: (1) como una visión completa de la realidad, o forma de verla, (2) como relacionado a la organización social de la ciencia en términos de las escuelas de pensamiento, relacionadas con formas particulares de logros científicos, y (3) Como relacionado a la utilización concreta de tipos específicos de herramientas y textos para el procesamiento de la solución científica de problemas. (Figura 1) Paradigmas Realidades alternativas Metáforas Bases de las escuelas de pensamiento Actividades de solución de problemas Basadas en herramientas y textos específicos Figura 1. Paradigmas, metáforas y resolución de problemas: Tres conceptos para entender la naturaleza y organización de las ciencias sociales. Probablemente una de las implicancias mas importantes del trabajo de Kuhn surge de la identificación de paradigmas como realidades alternativas; el uso indiscriminado del concepto de paradigma con otros sentidos tiende a tapar este abordaje básico. El término “paradigma”, es, por lo tanto, utilizado aquí -en su sentido metateórico o filosófico- para denotar una visión implícita o explícita de la realidad. Cualquier análisis adecuado del rol de los paradigmas en la teoría social debe descubrir los presupuestos de base que caracterizan y definen cualquier modo de ver el mundo, para que sea posible encontrar lo que es común a las perspectivas de los teóricos, cuyo trabajo puede parecer, de otro modo y a un nivel mas superficial, diverso. Cualquier paradigma metateórico o visión del mundo puede incluir diferentes escuelas de pensamiento, que son generalmente diferentes maneras de abordar y estudiar una realidad compartida o visión del mundo (El nivel de metáfora de la figura 1). Se va a argüir en este artículo que las escuelas de pensamiento en ciencias sociales, (esas comunidades de teóricos que se subscriben a perspectivas relativamente coherentes) se basan en la aceptación y uso de diferentes tipos de metáforas como bases para la investigación. En el nivel de análisis de resolución de problemas (Figura 1), es posible identificar muchos tipos de actividades de investigación que buscan operacionalizar las implicaciones detalladas de las metáforas, definiendo una escuela de pensamiento en particular. En este nivel de análisis detallado, muchos textos específicos, modelos, y herramientas de investigación, compiten por la atención de los teóricos, y gran parte de la investigación y debate en ciencias sociales están concentrados en este nivel. Esto abarca lo que Kuhn (1962) describió como “ciencia normal.” En la teoría de las organizaciones, por ejemplo, el libro de Thompson (1967), Las organizaciones en acción, terminó sirviendo como declaración, modelo y principal punto de partida para los teóricos interesados en la teoría de contingencia, que desarrolla abordajes desarrollados por la metáfora organisista (Burrel y Morgan, 1979). Las numerosas proposiciones ofrecidas en el libro de Thompson han generado una gran cantidad de investigación sobre resolución de problemas, en las que los presupuestos metafóricos subyacentes al modelo de Thompson, son dados por sentado como una forma de entender las organizaciones. Viendo lo estrechamente conectadas que están las actividades específicas de resolución de problemas a las metáforas favorecidas, que a su vez están de acuerdo a una visión del mundo favorecida, el teórico puede estar mucho mas al tanto del rol que juega en relación a la construcción social del conocimiento científico. Como en el caso del chico “urbanizado” de Mannheim, una mirada cosmopolita en la teorización depende de que el teórico se vaya, en algún momento, de la comunidad de practicantes con quien él o ella se siente como en su casa, para apreciar los reinos de teorización definidos por otros paradigmas, y las variedades de metáforas y métodos por los cuales la teoría y la investigación pueden ser llevados a cabo. PARADIGMAS COMO REALIDADES ALTERNATIVAS El rol de los paradigmas como formas de ver la realidad social fue explorada recientemente por Burrel y Morgan , quienes argumantaron que la teoría social en general, y la teoría de las organizaciones en particular, podía analizarse provechosamente en términos de cuatro grandes formas de ver el mundo, que se reflejan en diferentes conjuntos de supuestos metateóricos, sobre la naturaleza de la ciencia, la dimensión objetiva-subjetiva, y la naturaleza de la sociedad (la dimensión del cambio regulado- o radical) (Figura 2). Cada uno de estos cuatro paradigmas – el funcionalista, el interpretativo, el humanista-radical, y el estructuralista-radical – reflejan un entorno de escuelas de pensamiento relacionadas, con diferentes abordajes y perspectivas, pero compartiendo presupuestos fundamentales sobre la naturaleza de la realidad que estudian. Sociología del cambio radical Paradigma Humanista Radical Paradigma estructuralista radical Prisión psiquica Teoría Anti-Organizacion Subjetivo Realización, Creación de sentido Juego de lenguaje Texto Paradigma interpretativo Hermenáutica Etnometodología e Interaccionismo simbólico fenomenológico Instrumento de dominación Cismático Catástrofe Teoría de la organización radical Paradigma funcionalista Conductismo, determinismo y empirismo abstracto Teoría del sistema social Pluralism Sociología de la regulación Marco de acción de referencia Sistema político Objetivo Máquina Organismo Población-ecología Sistema cibernético Sistema débilmente acoplado Cultura Teatro El paradigma funcionalista se basa en el presupuesto de que la sociedad tiene una existencia real y concreta, y un carácter sistémico orientado a producir un estado de cosas ordenado y regulado. Privilegia un abordaje de la teoría social que se enfoca en entender el rol de los seres humanos en sociedad. El comportamiento es siempre visto como algo contextualmente limitado en un mundo real de relaciones sociales concretas y tangibles. Las asunciones ontológicas invitan a creer en la posibilidad de una ciencia social objetiva, y libre de valores, en la que el científico está distanciado de la escena que analiza, mediante el rigor y la técnica del método científico. La perspectiva funcionalista es primariamente regulativa y pragmática en su orientación básica, ocupándose de entender la sociedad en un sentido que genera conocimientos empíricos útiles. El paradigma interpretativo, por el contrario, se basa en la visión de que el mundo social tiene un estatus ontológico precario, y que lo que pasa como realidad social no existe en un sentido concreto, sino que es el producto de experiencias subjetivas e intersubjetivas de los individuos. La sociedad es entendida desde el punto de vista del participante en acción más que del observador. El teórico interpretativo social intenta entender el proceso por el cual se presentan, sostienen y cambian múltiples realidades compartidas. Como el funcionalista, el abordaje interpretativo se basa en la asunción y creencia de que hay un patrón y orden subyacente en el mundo social; de todos modos, los teóricos interpretativos ven el intento de los funcionalistas de establecer una ciencia social objetiva como una causa perdida. La ciencia se ve como una red de juegos de lenguaje, basados en grupos de conceptos y reglas determinadas subjetivamente, que los practicantes inventan y siguen. El estatus de conocimiento científico es, por lo tanto, visto como algo tan problemático como el sentido común de todos los días. El paradigma humanista radical, tal como el paradigma interpretativo, enfatiza el modo en que la realidad es creada y sostenida socialmente, pero anuda el análisis al interés por lo que puede ser descrito como patología de la conciencia, por la cual los humanos quedan prisioneros en los límites de la realidad que crean y sostienen. Esta perspectiva se basa en la visión que el proceso de creación de realidad puede estar influenciado por procesos psíquicos y sociales que encaminan, obligan y controlan las mentes humanas, de modos que los alienan de las potencialidades inherentes en su verdadera naturaleza como humanos. La crítica humanista radical contemporánea hace foco en los aspectos alienantes de varios modos de pensar y hacer que caracterizan la vida en sociedades industriales. El capitalismo, por ejemplo, es visto esencialmente como totalitarismo; la idea de la acumulación de capital como aquello que da forma a la naturaleza del trabajo, la tecnología, la racionalidad, la lógica, la ciencia, los roles, el lenguaje, y los conceptos ideológicos mistificadores, como lujo, escasez, etc. Estos conceptos, que el teórico funcionalista puede ver como los ladrillos que forman el orden social y la libertad humana, para los humanistas radicales son modos de dominación ideológica. El humanista radical se interesa por descubrir como los humanos pueden conectar el pensamiento y la acción (praxis) como una forma de trascender su alienación. El paradigma estructuralista radical define la realidad como el humanista radical, predicándose una visión de la sociedad como fuerza potencialmente dominadora. De todos modos, tiende a una concepción materialista del mundo social que está definida por estructuras reales duras, concretas y ontológicas. La realidad es vista como existente por si misma, independiente del modo en que la gente la percibe y reafirma en las actividades diarias. Esta realidad se ve caracterizada por tensiones intrínsecas y contradicciones entre elementos opuestos, que inevitablemente llevan a cambios radicales en el sistema como un todo. El estructuralismo radical se interesa por entender estas tensiones intrínsecas, y la forma en que aquellos con el poder en la sociedad buscan mantenerlos en jaque mediante varias formas de dominación. El énfasis está puesto en la importancia de la praxis como medio de trascender esta dominación. Cada uno de estos cuatro paradigmas define las bases de modelos opuestos de análisis social y tienen implicancias radicalmente diferentes para el estudio de las organizaciones. EL ESTATUS EPISTEMOLÓGICO DE LA METÁFORA Los seres humanos están constantemente intentando desarrollar concepciones del mundo, y como Cassirer y otros han argüido, lo hacen simbólicamente, tratando de hacer un mundo concreto; dándole una forma. A través del lenguaje, el arte, la ciencia y los mitos, por ejemplo, los humanos estructuran su mundo de formas significativas. Esta intención de objetivar una realidad incorpora intenciones subjetivas en los significados inscriptos en las construcciones simbólicas utilizadas. El conocimiento y entendimiento del mundo no les son dados a los humanos por eventos externos; los humanos intentan objetivar el mundo mediante procesos esencialmente subjetivos. Como enfatizó Cassirer, todos los modos de entendimiento simbólico postulan esta cualidad. Los nombres, palabras, conceptos, ideas, hechos, observaciones, etc., no denotan “cosas” externas, sino concepciones de cosas activadas en la mente por una forma selectiva y significativa de percibir el mundo, que puede ser compartida con otros. No deben ser vistas como la representación del mundo “allá afuera”, sino como herramientas para capturar y manipular lo que es percibido de lo que está “allá afuera”. El científico -en este registro- así como otros en la vida diaria, dibuja construcciones simbólicas para hacer concretas las relaciones entre los mundos objetivo y subjetivo, en un proceso que captura una visión abreviada de ambos. La ciencia, como otras formas de actividad simbólica, está construida mediante el uso de herramientas epistemológicas imperfectas, hospedando lo que Cassirer describió como el “curso de mediación”, y proveyendo lo que Whitehead describió como “ficciones útiles” para la manipulación del mundo. Para entender la forma en la que la teoría científica se construye como una forma simbólica, es importante prestar atención al rol de la metáfora. El proceso de concepción metafórica es un modo básico de simbolismo, central al modo en que los humanos forjan sus experiencias y conocimientos del mundo en que viven. La metáfora usualmente se ve como no más que un elemento literario y descriptivo y hasta decorativo, pero fundamentalmente es una forma creativa que produce efecto mediante el cruzamiento de imágenes. La metáfora procede mediante afirmaciones o en el proceso de comparación, sustitución e interacción entre las imágenes de A y B que actúan como generadores de nuevo significado (Black). La metáfora ha demostrado ejercer una influencia importante en el desarrollo del lenguaje (Muller); mientras que el significado va siendo transferido de una situación a otra, nuevas palabras y significados -creadas como “significados raíces”, se usan metafóricamente para capturar nuevas aplicaciones. Esto está ilustrado claramente, por ejemplo, en la historia de la palabra “organización”. El diccionario inglés de Oxford indica que antes de 1879, el término “organización” se utilizaba primariamente para describir la acción de organizar o el estado de ser organizado, particularmente en un sentido biológico. En 1816, el término se utilizaba para el arreglo y coordinación de partes en un todo sistémico. Cerca del 1873, Hebert Spencer utilizó el término para referirse a un “cuerpo, sistema o sociedad organizados”. El estado de ser organizado en un sentido biológico fue la base de la metáfora del arreglo o coordinación en un sentido general y de un cuerpo, sistema o sociedad en un sentido general. El uso del término “organización” para representar una institución social es relativamente moderno, y crea un nuevo significado mediante la extensión metafórica de significados anteriores. Se vio también que la metáfora juega un papel importante en el uso de lenguaje, el desarrollo cognitivo, y el modo general en que los humanos forjan las concepciones de su realidad (Burke; Jakobson y Halle; Ortony). Se le ha dado considerable atención al rol de la metáfora en el desarrollo científico y del pensamiento social, y Brown ha proveído un análisis de la influencia de la metáfora en la sociología. El trabajo de investigación de estos diferentes teóricos contribuye a una visión de la investigación científica como un proceso creativo en la que los científicos ven el mundo metafóricamente, mediante el lenguaje y los conceptos que filtran y estructuran las percepciones de su materia de estudio y mediante las metáforas específicas que elijen implícita o explícitamente para desarrollar su marco de trabajo para el análisis. El foco de atención en este artículo está en el último uso de la metáfora, con miras a mostrar como las escuelas de pensamiento -en la teoría de las organizaciones- se basan en los insights asociados a las diferentes metáforas en el estudio de las organizaciones, y como la lógica de las metáforas tiene importantes implicancias para el proceso de su construcción. La utilización de una metáfora sirve para generar una imagen para el estudio de una materia. Esta imagen puede proveer la base para la investigación científica detallada, basada en intentos de descubrir la extensión en la que se encuentran los elementos de la metáfora en la materia de estudio. Gran parte de la actividad de resolución de problemas de la ciencia normal es de este tipo: científicos intentando examinar, operacionalizar, y medir las implicancias detalladas del insight metafórico en el que se basa implícita o explícitamente su investigación. Tal confinamiento de la atención denota un gran compromiso -anterior y hasta irracional- con la imagen de la materia de estudio, por lo que cualquier insight metafórico no provee más que una visión parcial y unilateral del fenómeno al que se aplica. El potencial creativo de la metáfora depende de que haya o no un cierto grado de diferencia entre los temas involucrados en el proceso metafórico. Por ejemplo, un boxeador puede ser descrito como “un tigre en el ring”. Al escoger el término “tigre”, convocamos impresiones específicas de un animal feroz, que al mismo tiempo se mueve con gracia, poder, fuerza y velocidad en actos agresivos dirigidos a su presa. Implícitamente, la metáfora sugiere que el boxeador posee estas cualidades al pelear contra su oponente. La utilización de esta metáfora requiere que ignoremos el lomo naranja rayado del tigre, sus cuatro patas, garras y rugido para enfatizar las características que el boxeador y el tigre tienen en común. La metáfora, por lo tanto, se basa en una verdad parcial; requiere que el usuario haga una abstracción de alguna manera unilateral en la que ciertos elementos se enfatizan y otros se suprimen, en una comparación selectiva. La figura 3 ilustra el significado crucial de la diferencia en una metáfora. Si los dos temas comparados se perciben como completamente diferentes, como por ejemplo, un boxeador y una cacerola (Figura 3a), o casi idénticos, por ejemplo, un boxeador y un hombre (Figura 3c), el proceso metafórico produce imágenes sin sentido o débiles. El uso mas poderoso de metáforas se ve en instancias como la tipificada en la figura 3b, en la que las diferencias entre los dos fenómenos se perciben como significantes pero no totales. La metáfora efectiva es una forma de expresión creativa que confía en la falsedad constructiva como medio para liberar la imaginación. (a) X Y (b) X Y X Y (c) Figura 3. El rol de la diferencia en la metáfora. La lógica de la metáfora tiene implicancias importantes para la teoría e las organizaciones, ya que sugiere que ninguna metáfora puede capturar en su totalidad la naturaleza de la vida en las organizaciones. Un pluralismo teórico consciente y amplio más que un intento por forjar una síntesis de base angosta, emerge como objetivo apropiado. Diferentes metáforas pueden constituir y capturar la naturaleza de la vida en una organización de diferentes modos, cada una generando tipos de insight poderosos, distintivos pero esencialmente parciales. La lógica aquí nos sugiere que las nuevas metáforas deberían ser utilizadas para crear nuevas formas de ver las organizaciones que superen las debilidades y puntos ciegos de las metáforas tradicionales, ofreciendo abordajes suplementarios o incluso contradictorios para el análisis de las organizaciones. Reconocer que la teoría de las organizaciones es metafórica, es reconocer que es una empresa esencialmente subjetiva, relacionada a una producción de análisis unilateral de la vida en las organizaciones. Esto tiene consecuencias importantes: Alienta un espíritu de investigación crítica, y advierte en contra de un compromiso excesivo con puntos de vista favorecidos. Los abordajes tradicionales del análisis de organizaciones se basan frecuentemente en conceptos y métodos bien probados, que son vistos como axiomáticos en lo que respecta al entendimiento de las organizaciones. En tales situaciones, la naturaleza metafórica de la imagen que generó tales conceptos se pierde de vista, y el proceso de análisis organizacional, se torna sobre-concretizado en tanto los teóricos e investigadores utilizan los conceptos como descripciones de la realidad. Volviendo a la ilustración presentada anteriormente, el boxeador es tratado como un tigre, y el “atigramiento” provee el foco de la teoría detallada y la investigación, frecuentemente excluyendo el resto. Tal perspectiva resulta en una clausura prematura tanto en cuanto a la investigación como en cuanto al pensamiento. Las escuelas de teóricos comprometidos con un abordaje y concepto en particular, frecuentemente perciben las perspectivas alternativas como equivocadas, o presentando una amenaza a la naturaleza de su emprendimiento básico. Los abordajes, conceptos, técnicas y descubrimientos que generan estas perspectivas alternativas son interpretadas y evaluadas frecuentemente de formas inapropiadas, con una alta pérdida de significado. El mal entendimiento, la hostilidad, o la indiferencia calculada usualmente tienden a permanecer, haciendo difícil o incluso imposible un debate abierto y constructivo. La advertencia sobre la naturaleza metafórica de la teoría, puede ayudar a romper con la compartimentalización falsa y restrictiva de la investigación y el entendimiento, que caracterizan la conducta de la teoría de las organizaciones moderna. Para entender cualquier fenómeno organizacional, de deben poner en juego muchos insights metafóricos. El estatus metafórico de la teorización científica tiene también importantes implicancias para la forma en la que se puede guiar la investigación, alentando una apertura de perspectiva y flexibilidad de abordaje. Rompiendo con la división rígida entre lo que constituye el arte y la ciencia, una advertencia sobre el estatus epistemológico de la metáfora sensibiliza a los científicos a la idea de que las disciplinas no científicas pueden tener insights, abordajes, y métodos de investigación relevantes, que pueden contribuir al análisis de las organizaciones (Brown). La conciencia de que los científicos están usualmente tratando de operacionalizar una metáfora, sirve como influencia en el compromiso con la investigación empírica y la resolución de problemas detallada, como un fin en si misma. Esta conciencia enfatiza la necesidad de obtener un entendimiento firme de los lazos que hay entre la teoría y el método, y la brecha de abordajes metodológicos que hay disponibles para investigar diferentes puntos de vista metafóricos (Morgan y Smircich). LA METÁFORA EN LA TEORÍA DE LAS ORGANIZACIONES La visión ortodoxa en la teoría de las organizaciones se ha basado predominantemente en las metáforas de máquina y organismo. La metáfora de la máquina es subsidiaria del trabajo de dos teóricos gerenciales clásicos (Taylor y Fayol), y de la especificación de Weber de la burocracia como un tipo ideal. Aunque las concepciones subyacentes en los trabajos de estos teóricos tan distintos apuntaban a diferentes objetivos, como ser, la mejora de la eficacia en la teoría clásica gerencial, y el entendimiento de la sociedad en la teoría de Weber, ambas líneas de pensamiento se han fusionado para proveer las bases de la teoría moderna de las organizaciones. Las imágenes mecánicas son muy claras. Las máquinas son ideadas para trabajar y obtener cierta performance respecto de fines especificados. La metáfora de la máquina -en la teoría de las organizaciones- expresa tales fines como logros, y la relación medios-fines como racionalidad orientada a un propósito. De hecho, los modelos de organización basados en la metáfora de las máquinas han sido invariablemente descriptos en la literatura de la teoría de las organizaciones como “modelos de racionalidad” (Gouldner, Thompson) y “modelos de logros” (Georgiou, Etzioni). Los detalles de estos modelos de máquinas se derivan de conceptos mecánicos. Le dan una importancia primordial, por ejemplo, a los conceptos de estructura y tecnología en la definición de características organizacionales. Las máquinas son entidades tecnológicas en las cuales la relación entre los elementos constituyentes forma una estructura. En la teoría de las organizaciones clásica y burocrática, el principal énfasis está puesto en el análisis y el diseño de la estructura formal de una organización y su tecnología. De hecho, estas teorías, esencialmente, constituyen modelos para tal diseño; buscan diseñar organizaciones como si fueran máquinas, y pretendiendo que los humanos trabajen con tales estructuras mecánicas, siendo valorados por sus habilidades instrumentales. La concepción de Taylor del hombre económico y el concepto de Weber del burócrata sin rostro, van más allá de los principios de la metáfora de la máquina para definir la visión de la naturaleza humana que mejor cabe en la máquina organizacional. De hecho, como sugiere Weber, el modo de organización burocrático se desarrolla más perfectamente cuanto más modela la naturaleza de las actividades de la vida. Un organismo es típicamente visto como una combinación de elementos, diferenciados, aunque interrelacionados, tal como amor, odio, y todas aquellos elementos puramente personales, irracionales y emocionales (Weber). Más aún, la operación de todo el emprendimiento burocrático es juzgada en términos de su eficacia (otro concepto derivado de la concepción mecánica de una organización) como instrumento para llegar a determinados objetivos. La otra metáfora importante en la teoría de las organizaciones es la del organismo. El término “organismo” pasó a ser utilizado para referirse a cualquier sistema de partes mutuamente conectadas y dependientes compartiendo una vida en común y enfoca la atención en la naturaleza de las actividades diarias. Un organismo es típicamente visto como una combinación de elementos, diferenciados aunque integrados, intentando sobrevivir en el contexto de un entorno mas amplio (Spencer). Los lazos entre esta metáfora del organismo y muchas de las teorías modernas de las organizaciones, son fuertes y claros. El principal énfasis de los abordajes de sistema abierto, por ejemplo, es la estrecha relación interactiva entre la organización y el entorno, y cómo la continuidad de vida o supervivencia de un organismo depende de que se logre una relación adecuada. También se pone énfasis en la idea de que la organización tiene necesidades o funciones imperativas, que deben ser satisfechas para que la organización pueda lograr esta relación con su entorno. Los estudios de Hawthorne, las teorías funcionalistas estructurales de Selznick y Parsons, el abordaje de sistemas sociotécnico (Trist y Bamforth), el abordaje de sistemas general (Katz y Kahn), y muchas de las teorías modernas de contingencia (Burns y Stalker, Lawrence y Lorsch) están todas basadas en el desarrollo de la metáfora del organismo. Mientras que en la metáfora de la máquina el concepto de organización es una estructura cerrada y estática, en la metáfora del organismo el concepto de organización es una entidad viviente, en constante flujo y cambio, que interactúa con su entorno para satisfacer sus necesidades. La relación entre la organización y su entorno ha acentuado el que ciertos tipos de organizaciones tienen más posibilidades de sobrevivir en un ambiente que otro. El foco en las necesidades y en las funciones imperativas permitió a los teóricos identificar actividades que esencialmente la mantienen con vida. El imperativo de satisfacer las necesidades psicológicas de los miembros de la organización (Trist y Bamforth, Argyris), y de adoptar estilos gerenciales apropiados (Mc Gregor, Likert), tecnología (Woodward), modelos de diferenciación, integración y resolución de conflictos (Lawrence y Lorsch), y formas de control y elección estratégica (Child, Miles y Snow), fueron todas incorporadas en la teoría contemporánea de contingencia, que, en esencia, carga las implicancias de la metáfora organisista en su conclusión lógica. Por lo tanto, las organizaciones son vistas desde esta perspectiva no solo en términos de red de relaciones que caracteriza la estructura interna de los organismos, sino que también en términos de las relaciones que existen entre la organización (organismo) y su entorno. La distinción entre máquina y organismo ha sido la base de un continuo de formas organizacionales (Burns y Staljer) y ha influenciado muchos intentos de medir las características de las organizaciones. La investigación en las organizaciones desde fines de los `60, por ejemplo, ha sido dominada por intentos de conducir estudios empíricos detallados de varios aspectos del abordaje contingente. Aunque estos estudios han generado numerosos insights detallados, que informan nuestro entendimiento de las organizaciones como máquinas y organismos, es importante apreciar que el tipo de insight generado está limitado por las metáforas en las que se basan. En los años recientes, los teóricos organizacionales han reconocido esto, y han dado cuenta de que ver a las organizaciones en base a nuevas metáforas, permite entenderlas de nuevas maneras. Ver a las organizaciones sistemicamente, como sistemas cibernéticos, sistemas débilmente acoplados, juegos de lenguajes, textos, logros, prisiones psíquicas, instrumentos de dominación, sistemas ecológicos, teatros, culturas, sistemas políticos, sistemas cismáticos, catástrofes, etc., hace posible el agregar dimensiones ricas y creativas a la teoría organizacional. La metáfora cibernética alienta a los teóricos a ver las organizaciones como patrones de información, y enfoca la atención en el modo en que estados de balance homeostático pueden ser sostenidos mediante procesos de aprendizaje basados en correcciones negativas. Algunos teóricos han empezado a explorar las implicancias de esta metáfora para las organizaciones y la gerencia (Bickley, Hage, Argyris y Schön), y la cibernética ha sido utilizada ampliamente como técnica de mejora de sistemas de control organizacional (Lawler y Rhode). La metáfora del sistema débilmente acoplado, introducida a la teoría de las organizaciones por Weick, intenta específicamente dar cuenta de los presupuestos implícitos en las metáforas mecánica y organísista, sobre que las organizaciones son sistemas prolijos, eficientes y coordinados. La metáfora de la población-ecología (Hannan y Freeman) enfatiza la importancia de hacer foco en la competencia y selección, en las poblaciones de las organizaciones, en vez de en la adaptación organización-entorno. La metáfora del teatro se enfoca en como los miembros organizacionales son esencialmente actores humanos, comprometidos con varios roles y otras performances oficiales y no oficiales (Goffman). La metáfora de la cultura pone atención en los aspectos simbólicos de la vida organizacional, y el modo en que el lenguaje, los rituales, historias, mitos, etc. forman redes de significados subjetivos que son cruciales para entender como las realidades organizacionales se crean y sostienen (Turner, Pondy y Mitroff). La metáfora del sistema político se enfoca en los conflictos de intereses y el rol de poder en las organizaciones (Crozier, Pettigrew, Pfeffer y Salancik). Estas metáforas crean formas de ver las organizaciones y su funcionamiento de formas que eluden las metáforas tradicionales de máquina y organismo. De todos modos pueden utilizarse de un modo funcionalista, generando modos de teorización basados en la asunción de que la realidad de la vida organizacional yace en una red de relaciones ontológicamente reales, que están relativamente ordenadas y cohesionadas. Como resultado, pueden simplemente desarrollar diferentes abordajes del estudio de un paradigma común. Las metáforas cibernéticas, de sistemas débilmente acoplados y de población-ecología, tienen sus raíces en las ciencias naturales, y todas de una manera u otra enfatizan la idea de que las organizaciones pueden ser vistas como sistemas adaptables. La corrección negativa, acoplamiento débil, y selección natural, son los tres diferentes tipos de mecanismos de adaptación que resaltan estas metáforas. Cada una de las metáforas de cultura, teatro y sistema político, introducen una dimensión social explícita al estudio de las organizaciones, y prestan particular atención al modo en que los humanos pueden intentar dar forma a las actividades organizacionales. Hasta el momento, como las actividades dramaturgicas, culturales y políticas involucradas, son vistas como ocurriendo en un escenario contextualmente definido, y por lo tanto ontológicamente real, y vistas como una forma de actividad de adaptación, estas metáforas también desarrollan un abordaje funcionalista al estudio de las organizaciones. Intentan capturar y articular los aspectos de una visión de la realidad subyacente, pero desde distintos ángulos y de modos diferentes. Las metáforas interpretativas cuestionan las bases sobre las que la teoría funcionalista está construida, haciendo foco en la forma en que las realidades organizacionales son creadas y sostenidas. La metáfora del juego de lenguaje (Wittgenstein), por ejemplo, niega el estatus ontológico concreto, y presenta la actividad organizacional como poco más que un juego de palabras, pensamientos y acciones. Sugiere que las realidades organizacionales emergen como estructuras simbólicas gobernadas por reglas, desde el momento que los individuos conjugan sus mundos a través del uso de prácticas y códigos específicos, con el objeto de investir sus situaciones con una forma significativa. Desde este punto de vista, las realidades organizacionales yacen en el uso de distintos tipos de lenguaje verbal y no verbal. El lenguaje no es simplemente comunicacional y descriptivo; es ontológico. Además, el ser gerente en una organización involucra un modo particular de existir en el mundo, definido por el juego de lenguaje que debe jugar una persona para funcionar y ser reconocido como gerente. Los conceptos organizacionales que dan forma a las nociones de racionalidad, estructura burocrática, delegación, control, etc. son conceptos gerenciales (Bittnet), que rotulan y dan cuenta de un mundo en el que los gerentes pueden actuar como gerentes. En un modo similar, el concepto y lenguaje detallado de liderazgo crea y define la naturaleza del liderazgo como un proceso en marcha (Pondy). Viéndolo en términos de la metáfora del juego de lenguaje, las organizaciones se crean y sostienen como patrones de la actividad social, mediante el uso del lenguaje; constituyen no más que una forma especial de discurso. La metáfora del texto (Ricoeur) sugiere que los teóricos de las organizaciones deberían ver la actividad organizacional como un documento simbólico, y emplear métodos hermenéuticos de análisis como forma de desenredar su naturaleza y significado. Los textos dan forma a tipos particulares de juegos de lenguaje, explican temáticas, y nos ofrecen expresiones metafóricas para formar patrones significantes de significado. Una vez “autorizado”, el texto es susceptible de interpretación y traducción por otros, quienes podrán dotarlo de un significado diferente al propuesto por el autor. Todas estas cualidades son evidentes en el día a día de las organizaciones, donde todos son tanto autores como lectores, aunque algunos lo son más significativamente que otros. Los teóricos que adoptan la metáfora del texto se interesan por entender la manera en que las actividades organizacionales son desarrolladas por un autor, leídas y traducidas; y la forma en que la estructura del discurso puede explorar ciertos temas clave y desarrollar tipos particulares de imágenes. La metáfora puede ser utilizada para el análisis de documentos organizacionales (Huff), y de la conversación y acción organizacional (Manning). Las metáforas de “logros” (Garfinkel) y “sentido común decretado” (Weick) proveen dos abordajes interpretativos al estudio de las organizaciones. La etnometodologia de Garfinkel se enfoca en la forma en que los humanos logran y sostienen situaciones sociales inteligibles, tanto para ellos mismos como para otros. La metáfora de Garfinkel del sentido común desarrolla insights relacionados, enfatizando en como las realidades son decretadas por individuos mediante racionalizaciones post-evento de lo que estuvo sucediendo. Desde el punto de vista de estas metáforas, las realidades organizacionales deben ser vistas como construcciones sociales en curso, emergiendo de logros habilidosos mediante los cuales los miembros de las organizaciones se imponen sobre su mundo para crear una estructura significativa y sensible. A diferencia de las demás metáforas interpretativas, enfatizan que la rutina (los aspectos de la vida organizacional dados por sentados) son mucho menos concretos y reales de lo que parecen. Cuando las organizaciones son abordadas desde la perspectiva del paradigma radical humanista, todos los conceptos y modos de acción simbólica que sostienen la vida organizacional son analizados por sus propiedades alienantes. La metáfora guía –aquí- es la de la prisión psíquica, una imagen que hace foco en la forma en que los seres humanos pueden ser guiados a llevar a cabo las realidades organizacionales experimentadas como limitantes y dominantes. Esta metáfora es evidente en un número de filamentos del pensamiento social. En la teoría crítica proveniente del trabajo de Marx y de Luckács , el énfasis esta en el proceso de reificacion a través de cual los individuos sobre-concretan su mundo, percibiéndolo como objetivo y real, y algo independiente de su propia voluntad y acción. Como se desarrollo en el trabajo de la llamada escuela de Frankfurt (Marcuse; Habermas), el principal énfasis esta puesto en como las formas de dominación ideológicas pueden ser manipuladas por aquellos con poder, que persiguen sus propios fines. Los miembros de las organizaciones son vistos efectivamente como prisioneros de un modo de conciencia que es formada y controlada a través de procesos ideológicos. Muchos aspectos específicos de la vida organizacional han sido examinados bajo este punto de vista. Marcuse ha destacado los aspectos alienantes de la racionalidad propositiva; Clegg el lenguaje de la vida organizacional; Dickson la adoración a la tecnología; y Anthony la ideología del trabajo mismo. La vida en el trabajo, cuando se la ve desde la perspectiva de la teoría crítica, constituye un modo de vida alienante en la que los individuos son formados, controlados y generalmente transformados en servidores de las - artificialmente ideadas y deificadasnecesidades de las organizaciones modernas. El trabajo de Freud, Jung, y otras teorías psicoanalíticas, también articulan perspectivas consistentes con la metáfora de la prisión psíquica, viendo a los individuos como cautivos de procesos inconscientes. Las organizaciones, desde la perspectiva Freudiana, pueden ser vistos como basados en la externalización de tendencias represivas operando en la psique humana (Marcusse), y desde la perspectiva Jungiana, como la manifestación de una forma de relaciones de expresión arquetípica entre mundos subjetivos y objetivos. La metáfora de la prisión psíquica sienta las bases para una “teoría antiorganizaciones” (Burell y Morgan) que desafía las premisas de la teoría funcionalista organizacional de muchas maneras. El paradigma estructuralista radical, genera una teoría organizacional radical, basada en metáforas como la del instrumento de dominación, el sistema cismático y la catástrofe. El análisis clásico de Weber de la burocracia como modo de dominación (Weber), el análisis de Michels de la “ley de hierro de la oligarquía”, y el análisis Marxista de la organización (Baran y Sweezy, Braverman, Benson), por ejemplo, están todos informados por la imagen de las organizaciones como instrumentos poderosos de dominación, a ser entendidos como una parte integrante de un proceso mas amplio de dominación de la sociedad como un todo. Aunque tales análisis suelen utilizar insights derivados de la metáfora de la máquina, las organizaciones como máquinas son estudiadas por sus cualidades opresivas. Esto es claramente evidente, por ejemplo, en el trabajo de Weber, que, despojado de su dimensión radical, es la base de gran parte de la teoría funcionalista basada en la metáfora de la máquina. Los teóricos que utilizaron las ideas de Weber desde un punto de vista funcionalista, ignoran completamente el hecho de que Weber consideraba la burocracia como una “jaula de hierro”. La metáfora del instrumento de dominación presta mucha atención a este aspecto negado de la organización, y alienta un análisis de los modos en que las formas de dominación operan y son sostenidas. La metáfora lleva a un interés en el entendimiento de cómo la estructura de poder de las organizaciones se relaciona con las estructuras de poder del mundo de la política económica, y como las divisiones sociales entre clases, grupos étnicos, hombres y mujeres, etc., son evidentes en el lugar de trabajo. Los insights generados por la metáfora de la prisión psíquica, son frecuentemente utilizados en el contexto de la teoría estructuralista radical como forma de articular la naturaleza de la dominación ideológica como parte de una forma dominación socioeconómica más amplia. Aquellos que controlan las organizaciones son vistos como personas que utilizan modos ideológicos, políticos, y económicos de dominar a sus miembros (Friedman), y con el fin de dominar un contexto más amplio en el que operan. El estudio del rol de las multinacionales en la economía política mundial, (Barnet y Muller), y el rol del estado moderno (Holloway, y Picciotto), han tenido aquí un fuerte centro de interés. La metáfora cismática (Morgan) enfoca la atención en cómo las organizaciones pueden tender a fragmentarse y desintegrarse como resultado de tensiones internamente generadas. Da cuenta específicamente de la premisa funcionalista de que las organizaciones son entidades unificadas que buscan adaptase y sobrevivir, enfocándose en los procesos por los cuales las organizaciones se dividen en facciones como resultado de la cismogénesis (Bateson) y el desarrollo de patrones de funcionamiento autónomo (Gouldner). La metáfora de la “catástrofe”, fue utilizada en la teoría Marxista para analizar las contradicciones internas del mundo de la economía política (Bukharin), que sienta las bases para formas revolucionarias de cambio. En la “teoría de la catástrofe” de René Thom se desarrollan versiones de alguna manera diferentes. Ambas son relevantes para estudiar el rol de las organizaciones en el mundo económico contemporáneo, el proceso laboral, y las relaciones de trabajo-gerencia. Mientras que la metáfora fue utilizada de muchas maneras como base para modelos de resolución de problemas, detallada en una perspectiva funcionalista, no se ha utilizado sistemáticamente para desarrollar un análisis comprensivo, estructuralista- radical, de las organizaciones. CONCLUSIONES La ortodoxia en la teoría de las organizaciones se ha desarrollado en base a metáforas que reflejan los supuestos del paradigma funcionalista. Estas asunciones son raramente explicitadas y usualmente no apreciadas, con la consecuencia de que la teorización se desarrolla sobre una base no cuestionada. Las asunciones de los paradigmas interpretativo, radical humanista, y radical estructuralista, desafían los presupuestos funcionalistas de modos fundamentales. Generan una variedad de metáforas para el análisis de las organizaciones, que resultan en perspectivas que suelen contradecir los dogmas de la teoría ortodoxa. Por ejemplo, mientras que la teoría funcionalista enfatiza que las organizaciones y sus miembros pueden orientar la acción y el comportamiento para lograr ciertos estados, la teoría interpretativa hace hincapié en que la acción es orientada tanto para crear sentido respecto del pasado, como respecto del futuro. Mientras que la teoría funcionalista ve a las organizaciones y a sus miembros, interactuando y comportándose en un contexto o entorno de algún tipo, la teoría interpretativa cuestiona el estatus y existencia de tales factores contextuales, que no serían otra cosa que construcciones sociales de individuos, que han pasado a compartirse. La teoría funcionalista construye sobre premisas que la teoría interpretativa sugiere que están fundamentalmente mal concebidas. Los paradigmas humanista radical y estructuralista radical ofrecen un desafío similar, que enfoca la atención en los aspectos políticos y explotadores de la vida organizacional. Desde la perspectiva de estos paradigmas, tanto la teoría funcionalista como la interpretativa no entienden que el aparente orden en la vida social no es tanto el resultado de un proceso de adaptación, o un acto libre de construcción social, sino más bien la consecuencia de un proceso de dominación social. Las organizaciones desde este punto de vista oprimen y explotan, y generan una lógica que sienta las bases para su eventual destrucción. El orden que busca entender la teoría interpretativa, y que la teoría funcionalista busca resaltar, es desde las perspectivas humanista radical y estructuralista radical, un orden superficial que enmascara contradicciones fundamentales. El desafío para la teoría organizacional -que surge de estos paradigmas- es el de penetrar en la apariencia superficial del mundo empírico, y revelar la estructura profunda de las fuerzas que dan cuenta de la naturaleza, existencia y transformación en curso de las organizaciones en la situación mundial total. La teoría organizacional desde las perspectivas humanista y estructuralista radical no puede proveer un entendimiento adecuado de la naturaleza de la organización a través de un foco exclusivo sobre las organizaciones y el comportamiento de y en las mismas. Estos paradigmas sugieren que el estudio de tales fenómenos debe estar relacionado con un modo más amplio de organización social, al que le dan forma y contenido empírico detallado. El desafío presentado a la teoría organizacional ortodoxa por estos diferentes paradigmas, es el de repensar la misma naturaleza de su objeto de estudio. Los diferentes paradigmas implican visiones del mundo que favorecen ciertas metáforas que constituyen la naturaleza de las organizaciones, de modos fundamentalmente diferentes, y que requieren repensar completamente aquello sobre lo que la teoría de las organizaciones debe tratar. El desafío se relaciona con los presupuestos sobre los que se basa la teorización, y solo puede ser enfrentado mediante la consideración de la pertinencia de estos fundamentos opuestos, como base para el análisis de las organizaciones.