Gandhi, un líder humilde Cuentan que en la India hubo un hombre al que no le gustaba la violencia y, sin embargo, peleó grandes batallas. ¿Cómo lo hizo? Cuando era pequeño, Mohandas Gandhi vivió junto a sus padres. Le gustaba mucho mirar cómo su padre se esforzaba en el trabajo y también la forma en que su madre lo aconsejaba. Le gustaba la verdad, así que nunca copió en los exámenes a pesar que sabía que no obtenCuando Gandhi fue adulto estudió leyes y durante sus viajes a Inglaterra aprendió que lo imprincipios para luchar por la paz: cuando las palabras no alcanzan para convencer o disuadir al adversario, se recurre a la pureza, a la humildad y a la honestidad. No se trata de convertir o aniquilar al oponente, sino de disuadirlo del error, mediante la paciencia y la simpatía. Cuando regresó a la India, se enfrentó a las injusticias a las que sometían los ingleses al pueblo. Fue por todo el país para conocer las formas represivas y de esclavitud que vivía la población. Decidió luchar por la libertad de su pueblo, pero no con armas sino con el ejemplo de vida, de paz, de amor y de humildad. Gandhi enseñaba que el poder no estaba en tener armas ni en matar; el poder, decía, lo tienen aquellos que son capaces de no ceder ante la maldad. Comprobó que, cuando se tiene un sueño, se tiene la fuerza enorme para conseguirlo. Así que lideró protestas no-violentas hasta alcanzar la independencia de su patria, la India. Demostró que la no-violencia es el arma de los corazones fuertes capaces de luchar por aquello en lo que creen; es la capacidad de responder al odio con el amor. Gandhi siempre enseñó con el ejemplo. En una ocasión una mujer se le acercó para pedirle que le dijera a su hijo que dejara de comer azúcar porque le hacía daño. Él le pidió que regresara en dos semanas. Al cabo de ese tiempo, la madre regresó con el niño. Gandhi pidió al muchacho que no comiera azúcar. La madre intrigada le preguntó por qué había tenido que esperar tanto tiempo, Gandhi le respondió: “No podía decirle nada porque hace dos semanas yo también comía azúcar”. Nuestras actitudes generan un cambio de valor