IA CONSTRUCCIÓN POLÍTICA DE ESPARTERO ANTES DE SU REGENCIA, 1837-18401 Pedro DíAZ MARÍN (Universidad de Alicante) Aceptado: 16-XI-2006. pdmarin@ua.es RESUMEN: Este texto analiza la creciente influencia del general Espartero en la polttica espmiola antes de ser Ilombrado regente por las Cortes. Moderados y progresistas imentaron atraerse al milita/~ pero fueron éstos quienes cOllstruyeron 1II¡a imagen de Espartero que subrayaba SUJ raíces populares y Sil compromiso COJl el liberalismo mesocrático representado por la CO/lst/tució/I de 1837. De esa imagen mftica y simbólica, que la izquierda liberal convirtió ell la de l/Il contrapoder legftimo ¡reme al de María Cristina, se sirvieroll los progresistas para acceder al poder en 1840. Palabras clalle: General Espartero, imágenes del pode/; moderados, progresistas, liberalismo. ABSTRACT: The lext analyses the increasillg i/lfll/ellce ofGenera/Espartero in Spanish poiitics befare his being named Regellt by Parlíameur. The l/IoderC/tes and the progl'essives tried lO attract this soldier, but ir was these same people who COllst/'llcted an ¡mage ofEspartero that Imderlilled his low elass backgroll/rd and his commilmelU (o middle e/ass liberalism represellled iJl the 1837 COllstitutiOIl. Fi'om Ihat mythicaJalldsymbolié image, [hal lhe left lumed ÍTr/o a legitimate coul/tel' power agaíllst Mal'Ía Cristina, 01 which (he progressives took advallfage to gaill power in 1840. KeYlVorcls: GeneralEspartero, images ofpower, moderates, p1'Ogressives, liberalismo 1. Entre moderados y progresistas. Si, como ya puso de manifiesto Max Weber, la objetividad en las ciencias sociales no es posible, cuando nos aproximamos a la figura de Espartero la aseveración cobra visos de paradigma? El general es, quizás, uno de los protagonistas de la historia del 1 Este texto forma parle del proyecto de investigación HUM2004-05488, financiado por el Ministerio de EduC'dción y Ciencia, titulado «Imágenes y memorias del poder. Reyes y regentes en la España del siglo XIX». Agradezco!l María Ángeles Casado y a Emilio La Parra sus observaciones y comentarios. 2 Max Weber: «La objetividad del conocimiento cnlas ciencias y la política sociales», en Sobre la leoda Cl1adCfllQS de Illlstració1I y Romamicismo.-BIBUD : 1132-8304(2006); /1" 14; 301-327 302 La cO/lstmcci6n política de Espartero Cuad. JI. Rom., 14 (2006) siglo XIX que mayor controversia suscitó, tanto entre la opinión pública de sus contemporáneos, como entre la historiografía posterior. En la base de esa discrepancia está la creación de la imagen y su intento de apropiación por las diferentes corrientes de opinión y organizaciones políticas. Se trató de un personaje que no dejó indiferente a casi nadie. Denigrado por unos, ensalzado por otros, parece que no caben medias tintas al mirar su figura. El juicio va por delante del análisis. Creo que una de las posibles imágenes que podemos retener es la de un militar con una gran capacidad de influencia en la política hasta 1840, una figura prestigiosa, disputada y utilizada por moderados y progresistas; pero desde 1840 y, sobre todo, durante su regencia, quiso ser ante todo un político que no supo o no pudo despojarse totalmente de su condición de militar. Este texto pretende contribuir a un mejor conocimiento de la creciente importancia del general Espartero en la política española entre 1837 y 1840, antes de llegar a ser regente, en un momento crucial de la revolución liberal, de la que él fue un símbolo y un protagonista de primer orden, una figura de legitimidad de/liberalismo. 3 Pese a su colaboración con la política represiva de Fernando VII,4 el compromiso de Espartero con el liberalismo era ya patente en la época del absolutismo y así lo constata reiteradamente la historiografía del siglo XIX, prácticamente sin excepción. Tras la revolución de 1820, asistió a una reunión convocada por el subinspector del ejército de América, gem:ral Jerónimo Valdés, para celebrar el acontecimiento y allí, en compañía de otros oficiales, quiso proclamar la Constitución antes de recibirse de oficio cljuramento del monarca, proyecto frustrado por Maroto. Ello no impide reconocer que Espartero cometió, o consintió, algún atropello contra los liberales, pero sus hagiógrafos lo justifican porque se hallaba a las órdenes del conde de España. 5 Durante la guerra carlista, al tiempo que progresaba en su carrera profesional,6 fue aumentando su capacidad de influencia, en un contexto social y cultural en que la mentalidad romántica exaltaba los valores castrenses. Sus victorias en el campo de batalla estaban en la base de su popularidad, pues «la gloria militar tenía entonces importancia en la imaginación popular».7 Al mismo tiempo. se fue afianzando su compromiso con el liberalismo. Tras los sucesos de La Granja de 1836, Espartero ciellcias sociales, Darcelona, Ediciones Península, 1971, pp. 5-91. , ) Raúl Martín Arranz: «Espartero: Figuras de legitimidad», en José Alvarez Junco (ed.): Popl/lislllo, caudillaje y disc/lrso demag6gico, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1987, pp. 101-128. • José Cepeda Gómez: «El general Espartero durante la década ominosa y su colaboración con la polftica represiva de Fernando VII», Cuademos de Historia Moderna y COl/temporál/ea, n" 2 (1981), pp.147-163. , Junn del Nido y Segalerva: Hist(Jria política y parlallJelltaria de S. A. D. Ba!d(JlI/em Fernálldez Espartero, Pamplona, Anuleela editorial, 1916, pp. 104-105. • Juan úel Nido: op. cit. El 1 de enero de 1834 fue nombrado comandanle general de la provincia de Vizcaya, elIde mayo comandante general de las provincias vaSC-dS, y se le concedió la Gran Cruz de San Fernando, pp. 121-122. 7 Antonio Espina: Espartero o «¡Cúmplase la vO/lImad I/l/ciolla!!» , Madrid, Gran Capitán, 1949, p. 60. de I(lS CI/od. Ji. Rom., 14 (2006) Pedro Díaz Marill 303 comunicó a sus soldados en Fr6mista el 22 de agosto que la regente, «solícita siempre del bien y de la felicidad de los españoles», se había dignado decretar el restablecimiento de la Constitución de 1812, «en el ínterin que reunida la nación en Cortes manifieste expresamente su voluntad, o dé otra Constitución conforme a las necesidades de la mismar>.8 Ello significaba el rechazo del Estatuto Real, pues -para el liberalismo avanzado- Espartero siempre defendió «el dogma de la soberanía del pueblo»;9 la consideración de la Constitución como fuente de felicidad para la nación, tal y corno la concibieron los liberales doceañistas; pero también la aceptación de la necesidad de su reforma, en sintonía con ellíberalismo pactista. Si su apoyo al sistema liberal era evidente, no lo era tanto su opción partidista. De momento su interes por la política parecía ser puramente profesional y estaba relacionado con sus planes para ganar la guerra -pese a haber sido elegido diputado por Logroño en las elecciones de 1836, no llegó a tomar posesión en el Parlamento-. 10 Apoyaría la opción que más se comprometiera en este sentido. En 1837 hubo un intento de golpe en Aravaca por parte de oficiales de la Guardia Real, que condujo a la caída del ministerio Calatrava. La sublevación mereció la censura en las Cortes del general Seoanc, que acusó a Espartero de haberla consentido. u Éste se defendió enElEspañol manifestando que la opinión pública consideraba al Gobierno perjudicial para los intereses del país, y que «el ejército no podía mirarlo de otra manera porque había sufrido yexperimentado privaciones ínauditas... ».12 Quedabajustificada asíla acción de los oficiales; pero el general no estaba dispuesto a ir más allá del marco constitucional. Los conspiradores, detrás de los cuales parecía estar la mano de María Cristina, querían la disolución de las Cortes y propusieron al general la marcha sobre Madrid, a lo que éste se negó; y expulsó, además, de su estado mayor a varios oficiales, entre otros al conservador Mazzarredo, nombrando jefe del mismo a Van Halen, uno de sus más fieles colaboradores. J3 Fue un intento de derribar la Constitución recién promulgada que en realidad Espartero abortó, convirtiéndose en su paladín y de lo que representaba, un compromiso entre las dos facciones principales del liberalismo. 14 Entre 1837 y 1839 los moderados hicieron continuos esfuerzos para atraerse a Espartero, presentando una imagen de milítar acorde con sus ideas políticas. El Gobierno del conde de Ofalia surgido de las elecciones de 1837 lo nombró ministro de la del Nido: op. cit., p. 132. Manuel Marliani: La Re.gencia de D. Baldomero Espartero, Conde de Luchalla, Duq¡j(~ de la Victoria y Morella, y sucesos que la prepararoll, Madrid, Imprenta Manuel Galiana, 1870, p. 77. 10 Francisco Bermejo: Espartero hacelldado rioja11o, Logroño, Instituto de Estudios R¡ojanos, 2000, p.l02. JI Juan del Nido: op. cit., p. 155. 12 Citlldo por M!!.lluel Marliani: op. cit., pp. 131-132. 13 JlWn del Nido: op. cit. J p. 159. Manuel Marlíani: op. cit., p. 133. 14 Joaquín Yarda Suanzes: «l.a Constitución española de 1837. Una Conslilución transaccionab" Rel'isla de Deredro Polfrica, 20 (1983), pp. 95·106. B Juan 9 304 La cOllstrucciólI paUtica de Espartero Cllad. JI. ROIl/., 14 (2006) Guerra manteniéndolo al mismo tiempo al mando del ejército. Se pretendía así dar a entender «que no existía disentimiento alguno entre Espartero y el bando retrógrado»,ls El general rehusó, mientras que se quejó ante las Cortes de la penosa situación en que se hallaba el ejército,ln Viendo su fracaso en el intento de atraerse al militar y considerando que el ejército era una pieza clave en la definición del escenario político, a él recurrieron los moderados, que crearon uno de reserva --la idea había sido concebida por Rvaristo San Miguel para frenar el carlismo en La Mancha- y lo pusieron bajo el mando de Narváez, al que previamente se le había entregado la faja de mariscal de campo. El ejército reducía su campo de operaciones a la mitad sur del país. Desde Logroño, Espartero criticó su creación y el ascenso concedido a Narváez. Se quejaba el conde de Luchana de que se le otorgaban a su rival facultades omnímodas, sin que el Gobierno hubiera ponderado sus verdaderas cualidades, y avisaba del peligro de dictadura: «Nunca creí que en el Ministerio de Ofalia se le promoviese a mariscal de campo sin preceder acción de guerra o mérito especial en que se apoyase el ascenso (...). Creo temer con fundamento, se procura hallar un hombre que las inteligencias atraigan a sus miras y le hagan susceptible de aspirar a la dictadura».l? En octubre de 1838 Isidro Alaix ocupó la cartera de Guerra en el Gobierno del duque dc Frías, que cayó el 9 de diciembre. 18 María Cristina quiso conocer entonces el parecer de Espartero sobre los ministrables, pero Alaix respondió que el general se negaba a opinar y se contentaba con que los designados fuesen intachables en su gestión. 19 Como más adélante veremos, por intachables Espartero entendía que no recortaran el liberalismo mesocrático de la Constitución de 1837. El nuevo Gobierno era poco homogéneo y sólo permanecieron en él hasta 1840 Pérez de Castro y Arrazola. La presencia de Alaix permitió a Espartero una intervención más descarada en los asuntos públicos, cobijada en d argumento de que era necesario aportar recursos para la guerra. El embajador inglés, Villiers, hablaba de Alaix como de «su hombre de paja, del que Espartero se sirve para nombrar ministros».:z.o De hecho, el general leyó en un consejo del Ejecutivo una comunicación del conde de Luchana pidiendo la disolución de las Cortes, porque, a su juicio, entorpecían la promulgación de leyes necesarias y urgentes; contribuían al descrédito del sistema representativo; y no respondían a la Juan del Nido: op. cit., p. 159. del Nido: op. cit., p.161; y Manuel Marliani: op. cit., p. 135. 17 Citado por José Cepeda Gómez: 51 ejé"cito e1lla política expajlola (1783-1843), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1990, p. 206. 18 Sobre la labor de Isidro Alaix como ministro de la Guerra, Eric Chrisliansen: Los orfgelles del poder mil" id, Aguilar, 1967, pp. 94-103. . cil., p. 177. llJ Carta de VilIiers a Palmerston, g de diciembre de 1838, en Manuel Rodríguez Alonso: «Otra visión de los gobernantes, políticos y militares e.~paíioles durante la regencia de María Cristina {1833-1839),>, Revista de Estudios Políticos (nueva época), na 65 (julio-sepliembre 1989), pp. 229-263, la cita en p. 262. Il 16 Juan C/lad. 11. Rom., 14 (2006) Pedro Diaz Marfil 305 verdadera voluntad del país, al haber sido elegidas bajo la influencia de los estados de sitio!l A esas alturas, Villiers ya lo consideraba el «rey más efectivo de España de los que han reinado aquí durante los últimos cincuenta años»,22 aunque no tenía buena opinión de él y confesaba haber intentado influir en el Gobierno para impedir su nombramiento de comandante en jefe. Lo derto es que Espartero consiguió su objetivo: los recursos aportados le permitieron desarrollar la campaña de 1839 de manera favorable, hasta culminarla en el Convenio de Vergara; y las Cortes fueron disueltas. Los nuevos comicios de 1839 los ganaron los progresistas, «como acontece en España desde que hay elecciones y éstas se practican sin grandes trabas impuestas bastardamente parla autoridad y por la fuerza».23 Las lluevas Cortes comenzaron sus sesiones el primero de septiembre y el día 3 llegó]a noticia del Convenio de Vergara. El Congreso y el Senado dirigieron sendos mensajes a la regente reconociendo el mérito militar de Espartero, pero también valorando «ese profundo y sincero respeto que en momentos tan solemnes y decisivos ha mostrado a la Constitución y a los poderes del Estado».24 El día 18 presentó Alaix un proyecto de ley en el que se pedía para el duque de la Victoria, en reconocimiento por sus servicios, bienes suficientes que rentaran un millón de reales al año;;!5 aunque pasó a una comisión, el proyecto terminó por olvidarse. La opinión pública liberal interpretó el Convenio como el triunfo de la Constitución sobre el absolutismo, adquiriendo Espartero un valor simbólico especial como instrumento clave de la revolución; tanto más cuanto que un sector del progresismo lo contraponia a la actitud mezquina de María Cristina que había propuesto terminar la guerra pactando con D. Carlos. Por e,.<;o Espartero quiso «que el aclo revistiera la mayor pompa y solemnidad».26 El Convenio de Vergara lo convirtió en pacificador de España, lo hizo más popular, envolviéndolo en un aura carismática que le acompañaría gran parte de su vida; y para muchos puso de relieve la astucia y las artes del general que supo combinar la política y la diplomacia con la acción bélica. 27 Además, como la guerra se terminó sin 21 Fernando Garrido: Historia del reil/ado del /Í/lil1to barooll de Espaiia. De los crímelles, apostasías, opresión, cO/'l"tIpci611, il/moralidad, despilfarros, hipocresía, crueldad y ¡al1otismo de los Gobie/"lws que hall regido EspOlia dUl'QlIte el reilla(lode Isabel de Borbó/I, Barcelona, Salvador M,mero edilor, 1868-1869, vol. 3, p. 312. 12 ViUiers" Palmerston, 15 de diciembre de 1838, en Mllnuel Rodríguez Alonso: op. cit., p. 262. II José Segundo Flórez: Esparrero. Historia de Slt vida militar y política y de los grandes SIICesOS cOlllemporálleos, Madrid, Imprenta de D. Wenceslao Ayguals de Izeo, 1845, lomo 1I1, p. 6. 24 José Segundo Flórez: op. cit., pp. 1]-12. 2S Antonio Pirala; HislO,.ia de la GI/erra Civil y de los partidos Liberal y Carlista; corregida yawlltwtada COIl ~~ Regell~ia .de.Esparten?, Madrid, Felipe González Rojas, 1891, tomo 1II, p. 407. Anlonlo Espma: op. cll., p. 114. 21 «Conduela digna de elemu loa, esta del General Espartero, que mientras castigaba la rebelión perlinn con mano fuerle, y penetraba impávido en el corliZón de las provincias insurrectas, tendía a la vez olra mano de protección y amparo a los pacíficos habitantes, quienes lo recibían gozosos, llenos de confianza y de júbilo, IIdmirando y aun aplaudiendo el marcial continente, la franqueza, la generosidad y amable trato, cualidades todas recooocidas en el Duque de la Vicloria, y hasta ensalzadas por los principales jefes del cllrlismo», Juan 306 La cOl/sln/cción polílica de Espartero C//(/d. {l. Rom., 14 (2006) intervención extranjera, el orgullo nacional quedó henchido y la dignidad a salvo. Muchos liberales vieron en el Convenio mucho más que un pacto que ponía fin a una guerra: Él fue la vicloria de la libertad y el vencimiento del despotismo; allí los principios absolutitas y las opiniones rancias de la sociedad vieja y caduca desaparecieron para ceder su lugar a las doctrinas humanitarias y civilizadoras que forman el patrimonio más preeminente y glorioso de las sociedades modernas; allí la ignorancia y el fanatismo rindieron ettributo debido a la ilustración, a los grandes adelantamientos del siglo; allí la soberana creencia de la soberanía nacional fue al fin reconocida y aceptada por los que hasta entonces habían adoptado y creído de derecho divino la soberanía de los reyes. l ' No era de extrañar que se convirtiera en una figura extraordinariamente popular. «El solo nombre de Espartero, sin dictados, títulos ni tratamientos, era para ellos (para el pueblo y las auloridades locales) un nombre familiar y querido, que se repetía de boca en boca con efusión, con entusiasmo»,29 Se estaba creando una imagen de hombre llano, campechano, accesible pese a su alta posición, que no olvidaba sus orígenes modestos. Ese carisma que le confirió su trayectoria militar le habilitaba también a los ojos del pueblo para la política; pero al mismo tiempo, el ala izquierda de los progresistas comenzó a recelar del enorme ascendiente que estaba cobrando Espartero sobre la sociedad civil y trazó un plan, primero para erosionar su imagen, y luego para defenestrarlo. "Para ello se le desconceptuará para con el público por medio de la prensa; se le acriminará en el Congreso y se declamará contra su conducta. __ y al fin se decretará su separación, sujetándolo a formación de causa».3U 2. El acel'camienlo a los progl·esistas. En el otoño de 1839 tuvo lugar una remodelación del Ejecutivo, en el que entraron Montes de Oca, Calderón Collanles y Francisco Narváez, éste sustituyendo a Isidro Alaix, el hombre de confianza de Espartero. El cambio fue interpretado por los progresistas como consecuencia de la inclinación de María Cristina por la opción moderada, pese a ser minoría en el Congreso; con lo cual ((no obró la reina parlamentariamente, y mostró tendencias políticas que jamás deben mostrar los reyes».31 El Gobierno sabía que no podía desarrollar sus planes de espaldas al general y quiso atraerlo, pues «(era de del Nido: op. cil.• p. 266. 18 José Segundo Flórez: op. cit.• pp. 57·58. 19 José Segundo Flórez: op. cit., p. 135. :JO El documento en Antonio Pirala: op. cil., p. 481JI Antonio Piralu: op. cil., p.471. Cuad.JI. ROIII., 14 (2006) Pedm Díaz Marfil 307 hecho el árbitro de los negocios públicos».32 El nuevo ministro de la Guerra, Francisco Narváez, le consultó en noviembre de 1839 sobre las personas que podrían componer el gabinete y sobre la conducta que debía seguir con los militares moderados, entre otros Córdoba, Ramón Narváez o Cleonard. La respuesta de Espartero fue prudente y distante. Había que respetar la Constitución, que otorgaba a la Corona la prerrogativa de designar a los ministros. 3J El mismo mes, Montes de Oca se dirigió al duque anunciándole los peligros que corría el trono y, para comprometerlo con la situación moderada, recalcó que ese pcligro también alcanzaba a su obra 34 y le propuso un plan de gobierno para su aprobación?5 De nuevo Espartero respondió que era preceptivo respetar la Constitución, al Gobierno designado por la reina y, de paso, rechazó los planes de reacción. Con fecha 26 de noviembre de 1839, el duque de la Victoria respondió: «El Ejército, la nación entera ha jurado la Constitución de 1837 coma ley fundamental de la monarquía. La nación y por consiguiente el ejército tienen que respetar y obedecer al Gobierno de S. M. doña Isabel 11 bajo la regencia de su augusta madre la reina gobernadora».3b La respuesta de Espartero es interesante por varias razones e ilustra la concepción de la política y del ejército que tenía en esos momentos. La Constitución era la norma máxima que organizaba la convivencia de los españoles en el marco de una monarquía liberal, en la que se le asignaba un papel fundamental a la Corona, que era libre de designar a sus consejeros; pero que no podía actuar al margen de la Constitución. El ejército era también un ejército constitucional, vinculado al pueblo y al servicio de la nación, pues desde principios de siglo se había superado el concepto patrimonial propio del Antiguo Régimell. J7 El duque de la Victoria, por lo tanto, ni era un dictador, ni ullmanipulador entre bambalinas, Como afirmaban los medios de opinión moderados; sino un liberal firmemente comprometido con la Constitución,3/! cuyos años de vigencia eran «exclusivamente debidos al patriotismo del general Espartero».J9 Que las dos principales organizaciones políticas del momento intentaban capitalizar la influencia y la popularidad dc Espartero era algo que reconocía el mismo Andrés Conde de Romanones: Espartero. El general delpueblo, Madrid-Barcelona, Espasa Calpe,1932, p.106. Juan del Nido: op. cit., pp.192-194. ~ Juan del Nido: op. cil., p. 195. " «Mi sistema consiste en lanzar al partido revolucionario del poder a toda costa -decía Montes de Oc&-, procurando que quede vencido en las próximas elecciones; organizar los ayuntamientos, las diputaciones provinciales y la Milicia Nacional, de manera que estas corporaciones obedezcan y no se sobrepongan a las leyes, organizar la prensa periódica de modo que sea un instrumento de civilización, y no cátedra de insurrección contra las autoridades yaún contra los reyes ... », Manuel Marliani: op. cit., pp. 162-163. ,. Manuel Marliani: op. cit., pp. 164"165. 31 José Cepeda GÓmez: op. cit. lB Manuel Marlíani: op. cit., p. 164-165. Juan del Nido: «La contestación del General Espartero no era para animar a los Ministros; si bien evitaba todo compromiso, decía lo bastante para que aquellos supiesen que no aprobaba planes de reacción y mucRo menos que los aprobaría»; op. cit., p. 200. 39 Manuel Marliani; op. cit., p. 77. 11 lJ 308 La COlIsll'lIcción política de Espartero Cuad. Il. Rom., 14 (2006) Borrego en septiembre de 1839: «Cualquiera que lea el segundo artículo de fondo que publicó El Eco de ayer, y el que aparece enE/Piloto del mismo día, reconocerá que los dos periódicos se proponen el mismo fin: el de atraerse al duque de la Victoria, acariciándole y presentándole al partido opuesto como su mortal enemigo».4u Mientras la prensa moderada difundía la idea de un Espartero en sintonía con sus principios, el Eco del Comercio acentuaba sus críticas al Gobierno, acusándolo de usurpar la voluntad nacional y de querer secuestrar su imagen. 41 El general decidió desmarcarse por medio de un comunicado de su secretario Linaje aparecido en el periódico progresista el 16 de diciembre de 1839, provocando la desazón entre los ministros y entre los moderados. Aparentemente Espartero se presentaba como un militar profesional al margen de la política y sin compromiso con partido alguno. Se distanciaba de los planes del Gobierno y desmentía la imagen que los moderados querían forjar de compromiso con el liberalismo conservador. Rechazaba la disolución de las Cortes por ser un acto contrario a las prácticas del buen gobierno parlamentario; desaprobaba la remoción de funcionarios; y negaba su compromiso a sostener con la fuerza «actos que sean contrarios a la Constitución de 1837, al trono de Isabel II y a la regencia de su augusta madre». Es importante el orden de prioridades: Constitución, trono y regencia; es decir, respeto a la legalidad y a la voluntad nacional representada en las Cortes. Los progresistas estaban influyendo cada vez más en el prestigioso militar -parecía que comenzaban a dar sus frutos las entrevistas mantenidas con emisarios de esta tendencia en el cuartel general de Mas de las Matas 42- e interpretaron el comunicado como un apoyo en un momento en el que estaban celebrando una asamblea para preparar las candidaturas de las próximas elecciones. 43 Mendizábal propuso que se abriera un fondo, al que aportó 2.000 reales, para su difusión por las provincias. 44 Ciertamente el manifiesto de Mas de las Matas suponía una injerencia del poder militar en la vida política; pero esta vez los progresistas lo justificaron porque el Ejecutivo no respetaba la Constitución y se estaba alejando de las sanas prácticas parlamentarias; de ahí que en algunos círculos de la izquierda no sólo fuera considerado un Gobierno antiliberal, sino de tendencias absolutistas. 45 <o Citado en Juan DOlloso Cortés. Artículos políticos en "El Piloto», introducción de Federico Suárez, Ediciones de la Universidud de Navarra, S. A, 1992, p. 85. 1 Lo tildaba de pandilla que ya «fue anatemizada por el general Espartera en su representación de 6 de diciembre del año pasado; con lo cual se contesta a las voces que esparcen los minisleriales de que el duque de la Vicloria ha aconsejado las ilegalidades que ellas ponen en planla, y que se prepara a sostenerlas con la fuerza», Eco del Comercio, 2 de diciembre de ] 839. 41 José Segundo Flórez: op. cil., p. 165. 4J Juan del Nido: op. cit., p. 203. " Peter Janke: MClJdizábal y la i"slauraciólI de la mOl/arquía cOllstituciol/al ell Espaíía (1790-1853), Madrid, Siglo XXI, p. 302. "José Segundo Flórez: op. cil., pp. 188-189. Pam~lona, Pedro Dlaz Maríll 309 CI/ad. JI. Rom., 14 (2006) A los moderados no les convenía dar crédito al comunicado y argumentaron que se abusaba del nombre de Espartero, «a quien se atribuyen doctrinas que de ninguna manera podemos creer que sostcnga, porque no están en concordancia con su sensatez y acreditado amor al trono, a la Constitución y al orden público».46 Al día siguiente Donoso continuaba la descalificación del comunicado de Linaje, del ideario progresista y de quienes pudieran prestarle su apoyo. El panorama que dibujaba era el caos. "Condenar el sistema del gabinete por los proyectos de ley presentados a [a deliberación de las Cortes es aprobar el sistema y la conducta del último Congreso de señores diputados. Aprobar esa conducta y ese sistema es declararse progresista; es algo más, es declararse revolucionario».47 Es decir, para la opinión pública conservadora eso significaba permitir los abusos de la imprenta; que la Milieia Nacional no fuera una fuerza al servicio del Gobierno, sino contra el Gobierno; que ayuntamientos y diputaciones contillltaran siendo «unas repúblicas federativas superiores al trono y rivales de las Cortes, y no órganos administrativos sometidos al Gobierno encargados exclusivamente de los intereses locales. A..,í es que el duque de la Victoria no podía querer lo que no pueden querer los grandes patricios y los caballeros leales».48 María Cristina y Montes de Oca le escribieron pidiéndole un desmentido al comunicado de Linaje. En la respuesta a Montes de Oca de119 de diciembre Espartero se declaró partidario de impulsar un plan de reformas que consolidasen y ampliasen el régimen liberal. Se mostraba muy crítico con el Gobierno al que tachaba de antiparlamentario y afirmaba que lo más grave era la instrumentalización que había hecho de su persona, ofreciendo una imagen de compromiso con planes reaccionarios, lo que suponía un atentado a su reputación como militar, cuyas fidelidades eran Constitución, trono, regencia. 49 Era, por tanto, la insistencia del Gobierno en hacerle cómplice de sus planes y en presentarlo a la opinión pública como reaccionario o poco libcrallo que determinó su actitud. Lo que estaba claro era que progresistas y moderados intentaban atraerse al general Espartero; pero mientras unos destacaban su imagen de defensor de la voluntad nacional; otros subrayaban su interés en defender la legalidad y el trono. Los conservadores terminaron por convencerse de que el manifiesto de Linaje, «expresión de los sentimientos del General en Jefe, era una llamada al partido de la 41> Juan Donoso Cortés, 47 idem, 17-12-1839. El Piloto, 16 de diciembre de 1839. (8Iblde/ll. 49 Juno del Nido: op. cit., pp. 207-208. En su respuesta a María Cristina, también de 19 de diciembre, reiteraba las crílicas al Gobierno y se lamentaba de falta de consideración y de tacto de los ministros, en realidad se quejaba de que no hubieron tenido en cuenta sus opiniones y se sentía utili:Gudo: «Se me dijo que quedan someter a mi aprobación algunos actos, cuando estaban ya acordados, y se me pidió mi apoyo a la marcha que habían trazado. No podia menos de serrne sensible el desaire removiendo al comandante geneml del distrito de Burgos, nombrado por mí sin perjuicio de la real aprobación en virtud de las facultades que me están conferidas» (Marlíani). 310 La COIlSII'lICcíó/1 política de Espartero el/lid. /l. Rom., 14 (2006) revolución contra el moderado>1. 5U Con toda intención Donoso escribió en El Piloto el día de navidad de 1839 un lúcido artículo criticando la intervención del ejército en la política. «La fuerza militar no debe intervenir, ni directa ni indirectamente, en la gobernación del Estado. La fuerza pública no debe servir a los partidos, porque la fuerza pública no puede, no debe servir sino a la cosa pública, sirviendo al único personaje social que la representa, que es el rey.,,5! Por consiguiente, la intervención del ejército en política sólo estaba justificada para defender a la monarquía, que formaba parte del ser de España, de la nación española. Ahora bien, Donoso consideraba que los moderados eran «los hombres monárquicos», mientras que los progresistas eran demócratas disolventes. Si Espartero se oponía al Gobierno moderado, se colocaba frente a la monarquía, legítimamente representada por los «hombres monárquicos» de Pérez de Castro y Arrazola. Sería, por lo tanto, un acto de traición a la nación española. «Aunque el duque de la Victoria quisiera, que no querrá, y le felicitamos por ello, alistarse bajo las banderas de un partido, no se alistaría bajo las banderas del partido progresista», pues asociándose a esta formación «oscurecería su fama y empañaría su nombre».S2 Y esto era así porque el partido progresista ni representaba al pueblo, ni reclutaba su clientela de entre el pueblo, sino del «populacho». «Los progresistas quieren hacernos creer que son el pueblo, no siendo sino el populacho»; de ahí su empeño en el sufragio universal en las elecciones municipales, en el método indirecto de elección, «único medio de que el populacho tenga voto en las juntas parroquíalesl>,53 En definitiva. si Espartero apoyaba a los progresistas, no estaba apoyando al pueblo auténtico -cuyo núcleo básico, evidentemente, era la buena sociedad-, sino a la chusma. 3. Espal'tero y las Cortes de 184[). Al no contar con mayoría en las Cortes, el Gobierno no pudo sacar adelante su programa de reformar la ley municipal, la de imprenta, la relativa a la Milicia nacional, o la creación de un Consejo de Estado, tal y como había anunciado el discurso de la Corona de primero de septiembre de 1839. El Ejecutivo disolvió las Cortes, convocó elecciones para enero de 1840 y procedió a una amplia remodelación de empleados de la administración, civiles y militares. s4 Estos comicios alcanzaron una importancia extraordinaria, pues en la legislatura que comenzaba se iba a plantear una reforma política de hondo calado que pretendía moldear el carácter del Estado liberal. Hubo una 50 Ramón SlInlillán: Memorias (1808-1856), Madrid, Tecno.~, 1996, p. 225. '1 i¡J PiJoto, 25 de diciembre de 1839. Mem, 27 de diciembre de 1839. ídem, 6 de enero de 1840. s. Manuel Marliani: op. cit., p. 174. 52 53 Citad. /l. Rom., 14 (2006) Pedro Dfaz: Marfil 311 gran movilización, sobre todo por parte de los moderados, que buscaron el apoyo de los carlistas, del clero y de la nobleza. «Algunos grandes, entre otros los jefes de las casas de Altamira y de Alba, dirigieron entonces circulares reservadas a sus dependientes, previniéndoles la orden terminante de trabajar con decisión y empeño a favor de los intereses y miras del partido moderado o conservador, porque así servían los particulares intereses de sus respectivas casas; y esto que decíalllos amos a sus administradores locales iba acompaiiado del especial encargo de obtener, en el mismo sentido, el sufragio de todos los dependientes, colonos, curas párrocos y otras personas que siendo electores tuviesen relación o conexión alguna de dependencia con la casa; porque los progresistas, a juicio de los grandes, no eran a propósito para mirar por los intereses peculiares de ellos».55 Desde las páginas de EIPiloto, Donoso destacaba la importancia de estas elecciones, en las que los votantes debían decidir «si lo .que más conviene a la nación española es el Gobierno de un rey limitado por la intervención del pueblo o el gobierno sin límite de las turbas».56 Consciente de lo que se jugaba, el Gobierno intervino en las elecciones de manera descarada. Encomendó la confección de las listas electorales a las autoridades y jueces, pues no se fiaba de los ayuntamientos, la mayoría en manos de los progresistas; en una circular de 5 de diciembre de 1839 dio instrucciones a los jefes políticos para que designaran cabezas de distrito los puntos más favorables para el Gobierno, y suspendi61a renovación de las diputaciones provinciales. 57 En los círculos moderados la intervención del Gobierno se consideraba no sólo legítima, )ino necesaria para proteger los intereses generales, que hacían coincidir con los intere;es de los conservadores. 58 El momento era crítico, porque «un partido fanático y :urbulento aspira a convertir en democrática la Constitución monárquica de 1837», pero, ldemás, esa cuestión política encubría otra cuestión más peligrosa, la cuestión social: a de <das clases menesterosas contra las acomodadas, de los intereses locales contra los .ntereses comunes, de los individuos contra el Estado».59 En efecto, las elecciones, con la influencia del Gobierno, las ganaron los moderados, Jero los principales líderes progresistas fueron también elegidos. En la sesión de lpertura del 18 de febrero de 1840 la regente pronunció un discurso en el que de nuevo le anunciaba la ley de ayuntamientos, diputaciones, electoral, de imprenta y del culto I clero, entre otras. Era un amplio programa de reformas en sentido conservador. El Jrden se alteró en el exterior del Congreso y éste fue cerrado. Tras su reapertura el " José Segundo Flórez: p. 198. 56 El PilolO, 6 de enero de 1840. 57 Juan del Nido: op. cil., p. 326. 5' Juno Donoso: ,<IlIte.rve.nir en la política así interior como exterior del Gobierno, es intervenir en la ¡irección general de los más graves asuntos del Estado y satisfacer las necesidades sociales, es entender en la :estión de los intereses comunes», El Piloto, 28 de noviembre de 1839. S. Juan Donoso: op. cit., El PiJoto, 20 de diciembre de 1839. 312 La construcciólI política de Espartero Criad. JI. Rom., 14 (2006) discurso fue muy debatido. Los progresistas optaron por cuestionar las elecciones, porque así ponían en tela de juicio lo que saliera de aquellas Cortes. 60 Consideraron a la mayoría de diputados elegidos como «unos delegados de real orden»,61 y decidieron presentar numerosas reclamaciones contra las actas. Los moderados, por su parte, buscaron el apoyo del clero, pidiendo la prórroga del medio diezmo, e incluso el restablecimiento del diezmo y prirnicia. 62 Los progresistas consideraron el asunto muy grave y fomentaron las protestas de labradores y ayuntamientos. Dado el desencuentro y la distancia que mediaba entre los dos grupos, el conflicto era inevitable, y estallaría al margen de los mecanismos parlamentarios. Para la opinión pública progresista estaba clara la inclinación de la regente hacia los moderados, por eso decidieron recurrir abiertamente a Espartero, quien, al frente del ejército, había luchado no sólo por la dinastía, sino por el sistema constitucional y por la consolidación de las instituciones liberales. Con su habitual lucidez Balmes comentaba a este respecto: «La guerra que acaba de terminar era profundamente social y política, ésta es una verdad que conviene mucho no olvidar para en adelante, y que se ha presentado muy de bulto en todo el curso de los sucesos. Por esta causa un militar que no hubiera sido más que militar no habría servido para nada, y así es que han sobresalido más aquellos militares que al propio tiempo han sido más políticos».6J Mientras tanto, la carrera de Espartero continuaba. Por decreto de 18 de enero se pusieron bajo su mando también las tropas que operaban en Calaluiía. Con tal motivo dirigió una alocución al ejército en la que pedía «un entusiasmo jamás desmentido a favor de la Constitución de 1837, del trono de Isabel 11 y de la Regencia de su augusta madre».64 Como vemos, el orden de prioridades es siempre el mismo. En este sentido, resulta más que anecdótico el hecho de que, cuando estaba acosando una posición carlista en Aragón, colocara tres baterías a las que llamó por este orden: Constitución, Isabel y Reina Gobernadora. Había otras dos con los nombres de Cortes y Victoria. 6S No se trataba de un convencionalismo, sino de un gesto calculado, que lo distanciaba de los conservadores, pues la prensa moderada estaba negando insistentemente la legitimidad de las Cortes Constituyentes, lo que implicaba el rechazo de la Constitución de 1837, considerada en su origen como fruto de un acto de violencia. 60 «La falsedad de las recientes elecciones, la ilegilimidad consiguienle de las leyes que las Cortes votasen, eran la base sobre la cual debía levanlar la minoría el edificio de su oposición. Desvirtuar, desprestigiar las leyes de un Congreso antes de ser propuestas y votadas equivale a decir a los pueblos que no las cumplan; nO es en realidad Olra cosa que proclamar la insurrección» Juan del Nido: op. cit., p. 325 . • , José Segundo FJórez: op. cit., pp. 444-445 . • , Juan del Nido: op. cit., p. 317. 63 Jaime Balmes: Política y Constit"ciólI. Selección de lexlos y estudio preliminar de Joaquín Vareta Suanzes, Madrid, Cenlro de Esludios Constitucionales, 198B, p. 51. 64 José Segundo Flórez: op. cit., p. 295. M José Segundo Flórez: op. cit., p. 315. Cuad.ll. Rom., 14 (2006) Pedro maz lf//aríll 313 Resultaba, por lo tanto, lógico que el jefe del ejército se separara de un Gobierno y de ullas Cortes que se proponían minar las conquistas de la revolución liberal. Lo que era más importante, el liberalismo radical hacía una lectura social de la política y acusó a los conservadores de servir «intereses bastardos de las clases privilegiadas contra la nación».ó6 Se veía la política del Gobierno como contraria a la nación, a las clases populares. El Ejecutivo, respaldado por la regente, se divorciaba del pueblo, al que la revolución liberal había situado en un plano destacado, devolviéndole su dignidad al convertir a los súbditos en ciudadanos Toda esta obra estaba en peligro por "la segur tremenda y atroz de las Cortes de 1840»,61 que bloqueaban el desarrollo de la ciudadanía y oscurecían un posible horizonte democrático. 68 Al descalificar la gestión del Gobierno y de esas Cortes y enfatizar su comportamiento reaccionario, los progresistas estaban planteando como necesaria la intervención de Espartero, quien terminó por verse a sí mismo corno el salvador de los logros de la revolución, cuya actuación era demandada por amplios sectores de la sociedad, desde la burguesía a las clases populares. El progresismo radical veía al pueblo corno fuente de legitimidad,69 habilitado para impulsar un cambio institucional a través del ejército; por eso se empeñó en destacar las raíces populares de Espartero. El liberalismo progresista tenia un amplio catálogo de reproches hacia las Cortes de 1840, que pasaron a formar parte de la cultura política de la que terminó por imbuirse Espartero. Entre los proyectos a debatir figuraba el relativo al pago del medio diezmo yel de dotación de culto y clero, en cuya discusión en el Senado se oyeron discursos «dignos de la España del siglo X».'lO La contribución decimal, que había sido abolida, fue reemplazada por una imposición del 4 por ciento sobre los mismos productos que gravaba aquélla. Los progresistas se oponían al restablecimiento del diezmo porque ello traería la preponderancia del c1ero 71 Alejandro Nieto considera que la ley de culto y clero aprobada finalmente el16 de julio de 1840 fue un desencadenante de la revolución de septiembre tan importante corno la ley de ayuntamientos. n En el Senado se presentó un proyecto de ley con el objeto de anular la que existía sobre mayorazgos; también se votó en la Cámara alta la creación de un Consejo de Estado que era un paso más en el proceso de centralización. El Senado se opuso al proyecto de ley que declaraba fiesta José Segundo Flórez: op. cit., p.443 . José Segundo F1órez: op. cit., p. 444. 68 Jesús MiIlán: «La doble cara del libemlismo en España. El cambio ~ociul el subdesarrollo de la ciudadan[a». MélalllJe$ de l'École frwu;aise de Rome. l/alia e/ Medilerranée, 114, 2 (2002), pp. 695-710. 69 Juan Francisco Fuentes: «Mito y concepl0 de pueblo en el siglo XIX: una compuración entre España y Fróncia», Historia COII/emponíllea, 28 (2004), pp. 95-110. ro José Segundo Fl6rez: op. cit., p.465. 11 Juan del Nido: op. cie., p. 350. 12 Alej andro Nieto: Los primeros pasos del Es/ado COllstiIUCio1Ja[. Historia admi/lis/rativa de [a Regellcia de Marfa Cristilla de Borbóll, Barcelona, Ariel, 1996, p. 513. 6f> •7 314 La colJslrucciólJ polílica de fi:sparlero CI/ad. JI. Rom., 14 (2006) nacional el aniversario de la Constitución de 1837; la prensa moderada opinaba que la fecha no merecía la menor solemnidad, ya que «no fue el resultado de una batalla», El Gobierno presentó un proyecto de ley para la imposición de 300 millones sobre la «propiedad meritoria»,73 Las discrepancias más importantes surgieron al discutir la ley de ayuntamientos que restringía el derecho electoral, reduCÍa las facultades de los municipios, cuyos acuerdos debían someterse al jefe político y se dejaba al arbitrio de la Corona y los delegados del Gobierno el nombramiento de alcaldes y la suspensión o disolución de las corporaciones locales,74 «Jamás la nación había conocido una legislación menos popular en materias municipales, respetadas en España siempre, aun en tiempos en que el despotismo de los reyes se sentaba con todo su vigor y su pujanza»,75 La ley salió adelante y los progresistas consideraron que la Constitución de 1837 había sido violada, pues estableCÍa en su artículo 70 que «para el gobierno interior de los pueblos habría ayuntamientos nombrados por los vecinos a quienes la ley conceda ese derecho», Linaje imprimió en Mas de las Matas el discurso pronunciado por Olózaga relativo a la elección de alcaldes e hizo una tirada de 40,000 ejemplares para distribuirlo en el ejército,76 Como la discusión de la ley de ayuntamientos había tenido un gran eco en el país y entre la clase política,l1 y por real orden de 12 de mayo el Gobierno había prohibido que se elevaran representaciones contra la misma, los municipios recurrieron a Espartero,18 a quien los medios de opinión progresistas le estaban haciendo ver que peligraba la Constitución,19 y no sólo por la actiLud de los conservadores, ElIde mayo había aparecido La Revolución, que criticaba la monarquía; fueron denunciados cuatro números por el Gobierno y, aunque el jurado falló que no había lugar a formación de causa, el Ejecutivo suprimió el periódico, El presidente del consejo comunicó la medida adoptada a Espartero, que la aprobó, porque consideraba enemigos a cuantos «ataquen o perjudiquen la inviolabilidad de tan Sagradas Personas, y la Ley fundamental del Estado».80 Poco después, ellO de junio, comenzó a publicarse El Huracán, que en pocos días sufrió ocho denuncias;81 pese a que el republicanismo mantenía ciertas afinidades con los progresistas, a los que reconocía haber impulsado «la extinción de los frailes, la extinción del diezmo, la aplicación de las propiedades del clero al Estado, el restablecimiento de la ley de 1] 74 José Segundo Flórez: op. cil., pp. 444-445 Y 468. Concepción de Castro: La revoluciólI liberal y los 1II/llIicipios espOlio/es, Madrid, Alianz~ Editorial, 1979. José Segundo Flórez: op. cil., p. 449. Juan del Nido: op. cit., p. 320. 77 Javier Pérez Núñez; ,<Los debates parlamentarios de la ley municipal de 1840», Revisla de Estudios Polílicos, 93 (1996), pp. 273-291. 7B Manuel Marliani: op. cit., p. 180. 7. Antonio Pirala: op. cil., p. 611. '0 Citado por José Cepeda Gómez: op. cil., Apéndice XIX. 81 José Segundo Flórez: op. cit., pp. 479-485. 75 76 Cuad. Jl. Rom., 14 (2006) Pedro Díaz MarÍl/ 315 vinculaciones».1I2 Los progresistas argumentaban que las Cortes, que sólo tenían poderes ordinarios, carecían de facultades para alterar la Constitución, cuya fiel observancia habían jurado no sólo los diputados y senadores, sino también la Corona. Subrayaban que, con su actitud, María Cristina, al apoyar al Gobierno, estaba colocando a la monarquía al margen de la legalidad. De ahí a justificar y fomentar sentimientos antimonárquicos había sólo un paso. Por el contrado, Espartero, al alinearse con los progresistas se colocaba del lado de la legalidad constitucional, y era consecuente con sus opiniones reiteradamente expuestas.83 La izquierda liberal estaba creando la imagen de un héroe con poderes taumatúrgicos, capaz de curar la enfermedad social del país provocada por la política corrupta y espesa de los moderados; que encarnaba la esencia más genuina de la revolución liberal, -«el esclarecido general Espartero ... (es) la personificación de la revolución española»,84- al frente de un ejército que estaba combatiendo no tanto por la defensa del trono, como de la Constitución, del liberalismo y de su capacidad de transformación. 4. El pulso con Maria Cristina. María Cristina intentó atraerse al general, al que en su fuero interno despreciaba,llS pero al que veía como su única tabla de salvación. El viaje a Cataluña era una oportunidad. En un guiño de complicidad, el 3 de mayo le comunicó de forma oficiosa su intención de desplazarse al Principado, aunque la notificación oficial no llegó hasta el día 1S de ese mes. Los regalos o el llevar a su esposa en su comitiva eran otros gestos de acercamiento. 86 Ante la posibilidad -remota- de que María Cristina se dejara III El H/lracáll, 29 de junio de 1840, en Javier Fernálldez SebaslilÍn, "Progresista», en Javier Fernúndez Sebasliún yJuan Fruncisco Fuenes (dirs.): Diccionario polfticoy social del siglo XIX espaííol, Madrid, Alianza Editorial, 2003, p. 558. . 83 Manuel Marliani: op. cit., p. 196. El 7 de junio, tres días después de que hubiera sitio aprobada la ley de ayuntamienlos, Iras ser aprobada en asamblea del partido progresista, el ayuntamiento de Madrid envi6 una carta a Espartero felicitándole por la victoria de Morella, al tiempo que incitaba al ejércilo a apoyar u los progresistas, José Cepeda G6mez: op. cit., p. 347. 84 José Segundo Flórez: op. cit., p. 568. •~ Según confesaba Mazzarredo, Maria Cristina «no quiere a EspiUlero; cree que es el único poder fueele y sabe que ninguno de los partidos lo es. Su máxima es que 110 le importan los hombres, ni los partidos con tal que se haga lo que le COnvenga, sea quien sea el que lo haga: ella entiende por convenir lo que le conviene a ella», Servicio Histórico M¡litar, Colección Mazzarredo, legajo 10, carpela 6. Citado por José Cepeda Gómez: ap. cit. Apéndice XVIl!. .. En 1840 le regaló «una caja magnífica de oro, guarnecida de brillantes de vlllor de 5 a 6.000 duros, un hermoso caballo de las caballerizas reales y algunos objetos de: lujo», José Segundo F1órez: op. cit., p. 573. Maria Cristina llegó incluso a consultarle los baños a donde debía dirigirse con sus hijas: «Ahora lo que deseo saber de ti es a donde se podría ir con más seguridad y advirtiéndote que dicen ser los mejores los de Espurruguera y Caldas», Archivo General de Palacio. Sección Reinados-Fernando VII. Caja 14, exp. 19, diado por lsabel Burdiel: Jsabe:/Il. No se puede reinar illocelltemellle, Madrid, Espasa Calpe, 2004, p. 99. 316 La construcción política de Espartero Cl/ad. II. Rom., 14 (2006) seducir por Espartero, ya claramente vinculado a los progresistas, Arrazola le presentó una exposición el 30 de junio en la que, aparentemente, abogaba por buscar un equilibrio entre los dos partidos, pero si eso no fuera posible y hubiera que inclinarse por uno, «el progreso, en fuerza de progresar -advertía-, puede conducirnos a un abismo, a la anarquía, con la que nada existe; los moderados, en fuerza de retrogradar. .. , podrían volver hasta el absolutismo; pero con el Gobierno absoluto han existido las naciones, y es por tanto compatible con la conservación y prosperidad de los pueblos».87 Se identificaba así el progresismo con una doctrina disolvente que conducía al abismo y a la aniquilación de la sociedad. En Lérida Espartero se presentó a María Cristina «no como el militar que pide órdenes a su reina, sino como el político, como el súbdito que, al frente de una revolución triunfante, impone las condiciones al soberano».88 En la entrevista celebrada en Esparraguera manifestó abiertamente la necesidad de cambiar el ministerio y de retirar la ley de ayuntamientos. María Cristina aceptó la primera propuesta, pero rechazó la segunda, pues la ley había sido votada en Cortes y no se le podía negar la sanción, porque ello empañaba la imagen constitucional de la Monarquía. En esta idea perseveró la regente, pese a que Espartero argumentó que había que dejar al margen del debate a la Corona, ya que era irresponsable políticamente. 89 El 29 de junio, Manuel Gaviria, colaborador de María Cristina, le envió una carta aconsejándole una nueva entrevista y avisándole de las que, a su juicio, eran las verdaderas intenciones de Espartero: (... ) En fin, yo he sondeado bastante a este buen hombre, y por lo que se expresa, conozco que quiere mucho a V. M., pero que está enteramente dominado por Olra mano, que con la bandera de Isabel 11, Regencia de Y. M., constitución de 1837 y ministerio de fuerza y energía .... ) quiere hacerse con el poder paca ponerlo sin duda 11 disposición del partido a quien sirve. 90 Espartero aceptó por primera vez 1a misión de formar un ministerio del que era presidente y propuso a los ministros que fueron aprobados por María Cristina, aunque poco después le pidió que Istúriz sustituyese a Mauricio Carlos de Onís en Estado,91 lo que significaba darle un giro más conservador. El Ejecutivo presentó su programa en el que se pedía un cambio en el sistema de gobierno que asegurara el respeto a la Constitución de 1837. Ello implicaba disolver el Parlamento y convocar elecciones; José Segundo Flórez: op. cit., p. 576. Juan Rico y Ama\: Historia Po/{tica y Par/amelltaria de Espaiia desde los tiempos primitivos "asta lIuestros días, escrita y dedicada aS. M. la reina dO/ia lsabel JI, 3 vols., Madrid, Imprenta de las Escuelas Pías, 1860-186], vol. 3, p. 257. 19 Manuel MarHani: op. cit., p. 182. 90 Archivo General de Palacio, Papeles reservados de Fernando VII, Caju 297. Citado por José Cepeda G6mez: op. cit., apéndice XXXIII. 91 Munuel Mllrlíllni: op. cit., pp. 182-183. 17 u Cuad. /l. Rom., 14 (2006) Pedro Dlaz Maríli 317 anular los proyectos de ley presentados en las Cortes de 1840; y nombrar para ocupar los puestos de responsabilidad a personas comprometidas con el proyecto reformista. La unidad constitucional también requería «un examen muy meditado sobre los fueros que puedan concederse a las Provincias Vascongadas», pero lo más importante era volver a establecer las aduanas en la frontera, tal y como las había dejado Espartero tras la salida de D. Carlos, pues esta situación había sido alterada por la «imprudente determinación del Gobierno».92 El 13 de julio llegó Espartero a Barcelona, siendo recibido de forma apoteósica. Así la describe F1órez: «La entrada triunfal de Espartero en Barcelona ... fue una de las ovaciones más grandes, más sublimes, más completas de su vida. A caballo y con el lujoso uniforme de capitán general, seguido de una escolta brillantísima de todas armas, y rodeado de un pueblo numeroso y enajenado de gozo y de entusiasmo ... ».93 Espartero, en su pulso con la regente, cultivaba la imagen del vencedor. Era un ceremonial que proyectaba la impresión de poder, tanto más cuanto que se daba a entender que tenía raíces populares. La liturgia del recibimiento por las multitudes se repitió en otras ocasiones y tenía el efecto de robustecer la imagen de un contrapoder legítimo, popular, que emanaba de abajo, frente al poder de la Corona que tenía una legitimación dinástica. El progresismo estaba potenciando la imagen de héroe popular, capaz de entroncar con las aspiraciones y preocupaciones del pueblo, respetuoso al mismo tiempo con las instituciones. «El nombre popular de Espartero repetíase entre todas las gentes, y era que veían todos en él al ilustre pacificador del país, al guardador fiel de las instituciones y de las libertades públicas, la personificación del principio constitucional..., y el ardiente y fiel amigo del pueblo».94 El recibimiento era digno de un jefe de Estado. En realidad, se estaba acelerando el proceso de deslegitimación de la regente, que arrancaba de los inicios de su relación con Muñoz, y los progresistas estaban preparando un escenario en el que apareciesen corno irreconciliables los intereses del país, e incluso de la propia Monarquía, con la existencia de la regencia: «Sea por debilidad femenil, sea por compromisos imprescindibles, sea por su natural repugnancia aL régimen constitucional, sea por estar entregada a una camarilla abyecta y enemiga, Cristina no puede hacer ya el bien deL país. No solo a éste, sino a su propia hija, nuestra reina, es perjudicialísima la continuación de su regencia».95 El día 15 llegó el texto de la ley de ayuntamientos a Barcelona y, aunque María Cristina quiso consultar a Espartero, aconsejada por el jefe del gabinete, la sancionó. 96 !12 Manuel Marliani; op. cit., p. 186. ., José Segundo Flórez: op. cit., p. 583 . •, José Segundo Flórez: op. cit., pp.584-585 . ., Eco ,leI Comercio, 19 de julio de 1840. % José Segundo Flórez: op. cit., pp. 590-591. «¿Quién es aquí el rey, Senora, Espartero o V. M.?», dijo Pérez de Castro. 318 La cOllstrucciólI politica de EsparLero Cuad. !l. Rol//., 14 (2006) Al día siguiente, el duque de la Victoria envió una exposición a la regente en la que comunicaba su dimisión de todos [os cargos que ejercía, lamentaba la sanción de la ley municipal y protestaba por la circular que el Gobierno había pasado a los capitanes generales, «haciendo anticipadamente serias prevenciones para reprimir cualquier tentativa que se promoviese en los pueblos eüntra ella». Sin embargo, el Ejecutivo sabía que no era conveniente prescindir de Espartero, porque eso equivalía a enfrentarse a él y rechazó la dimisión, argumentando que no había perdido la confianza regia, como lo demostraba su reciente nombramiento de comandante general de la Guardia Real, «que es el cargo militar de más importancia».97 Al conocerse la renuncia de Espartero, el día 18 se produjeron alteraciones del orden, que el propio general ayudó a sofocar, en un gesto de calculado tacto político; pero la regente tuvo que ceder y admitir la dimisión de los milli,stros. 9ll De nuevo aparecía la imagen del héroe capaz de conciliar lealtades, que era aupado al poder por la acción popular. La interpretación que los conservadores hicieron de esos hechos fue distinta. Los sucesos del 18 obedecían a un plan premeditado y maquiavélico. Espartero había utilizado a la chusma, a la hez de la sociedad para satisfacer su arribismo y su ambición, El cónsul de Barcelona escribía al Gobierno de París: «El dictador Espartero ha armado por sí mismo a ochoeientos hombres del batallón de la blusa. Barcelona está consternada».99 Los moderados presentaban los hechos como un golpe de Estado. Era una imagen intencionadamente distorsionada, si bien Valera menciona la existencia entre los amotinados de oficiales vestidos de paisano. 100 Tras los sucesos del 18 de julio se formó un nuevo Gobierno presidido por Antonio González e integrado por liberales que se habíall opuesto de forma significativa a la ley municipal. lU! Los nuevos núnistros salieron de Madrid el 30 de julio y llegaron a Barcelona e16 de agosto, el9 presentaron su programa -en esencia, el mismo defendido por Espartero-, firmado por todos, salvo por el de Marina, Armero. Pedían un cambio de rumbo en la política como único medio de asegurar el orden público y dar estabilidad a las instituciones, incluido el trono. Ante la resistencia de María Cristina a suprimir la ley de ayuntamientos, el presidente del consejo de ministros le llamó la Manuel Marlianí: op. cit., p. 189. José Segundo Flórez: op. cit., ]l. 605 . .,. José Segundo Flórez: op. cit., p. 627. 100 Historia General de EspaJiCl desde los tiempos prímilivO$ !ulS/a fa muer/e de Femal1do VIl por OoLI Modesto Lafuell/e. Continllada desde diclla época kasLa la lIIuerte de Alfol/sO XII por DOIl Juall Valera en colaboraciól/ COJl D. Alldrés BOl'l'ego; D. AI/IOllio Pira/a y D: José COro/elfo y Itoslo la mayor edad de D. AlfollsoXJi¡ Por D. Gabriel Mal/fa Gamnzo, Barcelona, Montaner y Simón, MCMXXHl. Tomo 22, p.44. El profesor Carlos Seco también niega esponlaneidad a los sucesos de julio, Militarismo y civilis/Ilo ''l/la Espml{/ Co/uelllporÓI1I:t:l, Madrid, Institulo de Estudios Económicos, 1984, p. 93. '01 Antes, la Regenle encargó la formación de Gobierno a Armero, quien consultó COII Espartero, que se negó a responder. Manuel Marliani: op. cit., p.191. 97 o¡¡ Cuad. JI. Rom., 14 (2006) Pedro Dlaz Marill 319 atención «sobre la necesidad imperiosa que tienen los reyes constitucionales de modificar sus opiniones privadas, a tln de acomodarlas y ponerlas en acuerdo y armonía con la opinión naciona»>.I02 La regente, entonces, consintió en que se suprimiese de la ley municipal lo que fuera contrario a la Constitución de 1837, pero insistió en conservar las mismas Cortes. 103 Antonio González renunció. Los progresistas persistían en su calculado plan de desprestigio de la regencia, enfrentándola con la nación. En Valencia se desarrolló otro episodio del drama. María Cristina se trasladó a la ciudad del Turia el 22 de agosto, donde tuvo un recibimiento no demasiado cálido. La Tribuna le dedicó un editorial en el que se leía: «Si la ingratitud de los reyes sucede al sufrimiento y lealtad de los pueblos, los pueblos niegan su afecto a los ingratos». 104 En carta a su mujer desde Barcelona Espartero decía no extrañarse de ese frío recibimiento y advertía de que la situación podía empeorar si «no conservasen los pueblos la esperanza de que la Señora acabe de desengañarse» y cambie el rumbo de la política, porque él no estaba dispuesto a secundar los planes de los moderados. 105 Por su parte María Cristina también se reafirmaba en sus convicciones y, tras la renuncia de los ministros, nombró otro Gobierno presidido por Modesto Cortázar. Era una forma de anular todo lo hecho en Barcelona. lOó 5. Espartero aJ poder, La ¡'evolución de 1840, La revolución de primero de septiembre demostró que no era posible la concordia entre María Cristina y los progresistas. Desde el7 de julio, día en que se conmemoraba el aniversario de la victoria alcan7..ada en 1822 por la milicia sobre la Guardia Real sublevada a favor de la proclamación como rey absoluto de Fernando VII, se notaban síntomas de insurrección. Los discursos pronunciados traslucían hostilidad hacia el Gobierno. 107 El ayuntamiento de Madrid celebró una sesión secreta en la que acordó organizar la revolución; encargar de su ejecución a los ayuntamientos y ponerse en contacto con Espartero para recabar su apoyo. lOS A finales de agosto se hizo correr el rumor de que María Cristina pensaba nombrar un ministerio moderado fuerte y represivo. Ello decidió a los progresIstas a la rebelión. El 30 de agosto Espartero manifestaba su pesimismo a su mujer: «¡Pobre España! ¡Cuándo tendrá Gobierno! Yo ya no lo veo posibLe, y veo que el abismo se abre de día en día .... ; lo único que siento son los males uu José Segundo F1órez; op. dI., p. 642. Manuel Marliani: op. cil.• p. 193. 104 José Segundo F16rez: op. cit., p. 652. lOS Conde de Romanones; op. di.. pp. 223·224. '00 José Segundo PJórez: op. cil.• p. 653. IlI1 Juan del Nido: op. di., p. 360. lO/! Citado por José Cepeda GÓmez: op. di., p. 240. IU) 320 La COllslrucciólI polílica de Espartero Crmd. fI. Rom., 14 (2006) de mi patria, pues voy viendo que van poniendo todos los medios para que las furias se desaten».1U9 En una alocución de primero de septiembre el ayuntamiento de Madrid manifestó que la protesta iba dirigida contra el Gobierno moderado y salvaba la responsabilidad de María Cristina. Ho El 2 anunció la formación de una Junta presidida por Ferrer e integrada por miembros del ayuntamiento y de la diputación lll que dirigió un mensaje a Espartero anunciándole su intención de defender la Constitución de 1837. Según Flórez, los sublevados no contaban con el apoyo seguro del general. El día 4 la junta envió una exposición a María Cristina en la que defendía el derecho a la insurrección como expresión del derecho de resistencia a la opresión, tal y como lo consagró la Revolución Francesa, y también la tradición española. Al querer situarse la monarquía por encima de la ley, que era la expresión de la voluntad general -nueva alusión a la Revolución Francesa- se colocó al margen del sistema constitucionaL «Empero en un pueblo libre la obediencia tiene sus límites marcados por las leyes; y nada expone tanto la dignidad de la Corona, nada desvirtúa tanto su fuerza, su prestigio, su existencia misma, como la ilegítima pretensión de hacerse superior a la ley, única y verdadera expresión de la voluntad general». 112 No obstante, todavía quedaba margen para salvar la situación. Al fin y al cabo, la rebelión no iba dirigida contra la monarquía. sino contra una forma de hacer política que quería volver al pasado. Así pues, el levantamiento de septiembre no fue un acto de arbitrariedad ni de anarquía. Era una legítima resistencia a la política reaccionaria que estaba imponiendo el Gobierno moderado, sin que la regente hiciera nada, lo cual la deslegitimaba. Espartero, al apoyarlo, hizo cumplir la voluntad popular, pues <<untes del primero de septiembre habíanse ya los pueblos de España pronunciado, es decir, habían hecho manifestación ostensible de su opinión, contraria a la marcha del Gobierno, por medio de las infinitas representaciones dirigidas al trono y a las Cortes».1I3 La historiografía del siglo XIX destaca el carácter comedido de la revolución, que siempre estuvo controlada, «jamás revolución se ha efectuado con tanto orden, ni nunca, desde 1808. ha presentado Madrid aspecto tan importante». \H De hecho los ayuntamientos sólo aspiraban a la anulación de una ley que mermaba sus atribuciones; los progresistas pretendían impulsar un programa de reformas con María Cristina como regente ya la sombra de la Constitución de 1837; la Milicia Nacional había perdido parte de su Conde de Romanones: op. cil., pp. 225-226. José Segundo Flórez: op. cil., pp. 667-668. Sobre las juntas, Antonio Moliner Prada: Revolución burgucsa y movimienlo jUlllem el¡ España (La acciól/ de las jUlllas a Iravés de la correspol/dencia diplomálica y cOI/su/al' [mI/cesa, 1808-1868), Ueida, Milenio, 1997. 112 Texto en José Segundo F16rez: op. cit., pp. 647-648. 113 José Segundo Flórez: op. cil., pp. 682-683. 114 Rcseiia histórica del glorioso alzalllic/llo de 1840 (AnÓnimo), Madrid, 1840, p. 35. Cilado por Antonio Moliner: op. cil., p. 200. 109 110 111 Cuad. JI. Rom., 14 (2006) Pedro Díaz Maríll 321 ardor revolucionario, y «era en lo general del Reino una fuerza pacífica contraria a toda perturbación del orden».llS No veía así las cosas la regente, que comprendía que la rebelión iba dirigida contra su persona y contra la estabilidad del trono. María Cristina recurrió a Espartero para que reprimiese la insurrección y el coronel Paniagua llegó a Barcelona con la real orden de 5 de septiembre ordenándole marchar contra Madrid. En su respuesta del 7 el general se veía a sí mismo como el último sostén de la Constitución de 1837 y Ia gran esperanza de las conquistas del liberalismo. Receptivo con las demandas de los pueblos, el duque de la Victoria las había plasmado en su programa, rechazado por la regente porque pedía la disolución de las Cortes y la anulación de los proyectos de ley presentados, especialmente el de ayuntamientos. El programa que defendía la Junta de Madrid no suponía un atentado ni contra el trono ni contra la regencia. La represión del levantamiento por la fuerza del ejército --continuaba Espartero-- traería graves consecuencias, pues podría comprometer el orden social, desencadenar un conflicto de resultados imprevisibles y anular las ventajas que había traído la paz; lo que equivalía a poner en peligro toda la obra construida por el general. A partir de este punto sube el tono del comunicado. Acusaba abiertamente a María Cristina de haber apoyado exclusivamente a los moderados, marginando a los progresistas, a los que, además, sus consejeros presentaban como contrarios al trono y a la Constitución, motejándolos de anarquistas y enemigos del orden social. Los levantamientos urbanos no eran la obra de una pandilla de descamisados sin fe política, sino de un sector del liberalismo, con el que se identificaba, que quería asentar sobre bases firmes el trono, la regencia y la Constitución. l16 Esta idea de las revueltas legítimas la mantendrá con el tiempo, justificándolas por la obstinación de los Gobiernos en no satisfacer las necesidades de los ciudadanos: «Las revoluciones políticas no son malas en su Índole porque se reducen a pedir lo que se cree mejor para todos». 117 Además, los dirigentes de la revuelta pertenecían al ámbito de la respetabilidad, lo que le daba más credibilidad a la protesta. De hecho, un sector de la burguesía contribuyó a financiar el levantamiento, como lo demuestra la aporta- 115 Juan del Nido: op. cit., pp.365-366. Juan Sisinio Pérez GarZón comenta las trabas que los propios progresistas ponían a la democratización de la Milicia, Mi/iciaNaciol/al y revolllció/I burguesa. Madrid, CSIC, 1978, j' 412. IJ «En el día yo considero los pronunciamientos hasta ahora demostrados bujo una faz muy diferente. No es una pandilla anarquista que sin fe política procura subvertir el orden. Es el partido libefltl que vejado y temeroso de que se retrooeda al despotismo ha empuñado las annas parano dejarlas sin ver asegurado el trono de vuestra excelsa hija, la regencia de V. M., la Constitución de 1837 y la independencia nacional. Hombres de fortuna, de representación y de buenos antecedentes Se han empeñado en la demanda, y lo que más debe !lumar la atención es que cuerpos del ejército se han unido espontáneamente, sin duda porque el grito proclamado es el que está impreso en sus corazones, y por el que han hecho tan heroicos esfuerzos» (Barcelona, 7 de septiembre), José Segundo Flórez: op. ciJ. pp. 687-689. 117 Son manifestaciones recopiladas por Angel Fermíndez de tos Ríos, en Juan del Nido: op. cit., p_ 9. 322 La cOJ/s/l"llcción política de EspaJ'tero Cuad. /l. Rom., 14 (2006) ción de un millón de reales realizada por José Safont, un destacado miembro de los círculos comerciales madrileños. 118 No resultaba extraño que el ejército apoyara la rebelión. Concluía desechando que el trono estuviera en peligro y aconsejaba a María Cristina la publicación de un manifiesto a la nación, comunicando que la Constitución sería respetada, disueltas las Cortes y anuladas las leyes aprobadas por ellas. Es decir, tenía que aceptar el programa de la J unta. 1l9 La respuesta de Espartero era un rosario de recriminaciones a María Cristina por su alianza con los moderados y haber abandonado el principio de neutralidad política que debía regir el comportamiento de un monarca constitucional. Los Gobiernos nombrados por la Corona debían responder a mayorías parlamentarias; la actuación del trono debía ser transparente y no estar sujeta a los intereses ocultos de las camarillas. La política en penumbra desvirtuaba el sistema constitucional y se ponía al servicio de intereses particulares. La regente era, por tanto, culpable del deterioro de la situación. Los objetivos del levantamiento eran aceptables, ya que perseguían regenerar el tejido político para afianzar el trono. Ello exigía dar entrada en el Gobierno a los progresistas. Por tanto, era un acto de traición oponerse a la insurrección, obra de patriotas que ya se habían enfrentado al carlismo en defensa del trono constitucional. «Los medios de reprimirlo, creen los ministros que están aliado de V. M., que es hacer uso de la fuerza del ejército ... , y al efecto se me elige a mí que no he perdonado ningún medio para evitar llegase el día de tan terrible prueba, que podrá comprometer para siempre el orden social, hacer que corra a torrentes la sangre, y perder el fruto de las señaladas glorias que han aniquilado a las huestes con que el rebelde D. Carlos creyó usurpar el trono y levantar cadalsos para sacrificar a los que han defendido y conquistado la libertad».120 Espartero se negó a sofocar la revuelta, «temeroso de que sus tropas no quisiesen batirse contra el pueblo»121 y exigió a María Cristina un cambio de orientación política si quería contar con su apoyo. No estaba dispuesto a reprimir la insurrección, antes al contrario; de no cumplirse el programa, la revolución podría radicalizarse e ir más allá de lo que los mismos progresistas deseaban y el trono estaría entonces en verdadero peligro. m Creo q ue el documento contradice las versiones José Cepeda Gómez: op. cil., pp. 359-360. Manuel Marliani: op. cit., pp. 203-204. !:lO José Segundo Flórez: op. cit., pp. 687-689. Con feella 17 de septiembre Espartero comunicó asu esposa la desazón que le producía la orden de oponerse a la rebelión, pues suponía una contradicción, ya que se le pedía que fuese a combatir "la misma bandera que, de victoria en victoria había hecbo tremolar hasta el Pirineo, arrojando de nuestro suelo, llenos de confusión y oprobio, a los viles satélites del despotismo», Conde de Romanones: op. cit., pp. 226-227. L1l Juan del Nido: op. cit., p. 367. m ED carl>! a su esposa fech>!da el 8 de septiembre en Barcelona confiaba en que todavía se estuviera a tiempo "de remediar los males si S. M. quiere; si no, Dios nos asista, pues las furias se desatan, pero yo no tendré ningún remordimiento, pues he hecho cuanto he podido para conjurar la lempestad», Conde de Romanones: op. cit., p. 226. liS 119 Citad. JI. Rom., 14 (2006) Pedro Dfaz Mar{11 323 de quienes acusan a Espartero de falta de claridad en sus ideas políticas. m Ferro Montaos, concejal del ayuntamiento madrileño que se había desplazado a Barcelona para felicitar a Espartero ya las tropas por su comportamiento en los sucesos de julio, y que permaneció allí para fomentar la insurrección, filtró el documento a la prensa, incluso antes de que llegase a la regente. 124 Eso quiere decir q Lle los progresistas intensificaron la campaña para deslegitimar a María Cristina y socavar su imagen pública, al tiempo que, de cara a esa IlÚsma opinión pública, la figura del general Espartero salía fortalecida y prestigiada, incluso en el plano intemacíonal. l25 Porque la nación era una idea con gran capacidad de movilización, 126 los progresistas quisieron convertir a Espartero en un símbolo nacional, legitimado para reclamar en nombre de la nación española el respeto a las instituciones liberales, incluida la institución monárquica. Algunas juntas quisieron imprimir una dinámica social al levantamiento de septiembre, y la de Burgos pidió al general «que, puesto a la cabeza de la juventud demócrata, viniera a COnsumar la revolución y ornar su frente con una aureola popular, más brillante y hermosa aún que la que había ceñido en los combates».121 Sin embargo, a la revuelta de septiembre le faltó un contenido social. Es ilustrativo que los directores del levantamiento, temiendo que se les fuese de las manos, censuraran El Huracán y prohibieran la creación de una sociedad patriótica. 128 La imagen de un Espartero demócrata no interesaba. Una cosa era ser el general de[ pueblo y dejarse querer por éste, y otra muy distinta dar cabida en la política a ese pueblo. El progresismo defendía un liberalismo políticamente avanzado y socialmente mesocrático, pero no democrático ni interclasista. ElIZ de septiembre se recibió en Madrid el comunicado de Espartero, lo que disipó los temores acerca de su actitud frente a la rebelión. Segura ya de contar con el apoyo del general, la Junta expidió el mismo día que se recibió el documento una orden prohibiendo a todas las autoridades y funcionarios obedecer al Gobierno de Valencia. 129 En un intento de salvar la situación, María Cristina nombró el16 de septiembre al duque de la Victoria presidente del Consejo de Ministros sin cartera. El día 19 la Junta presentó a Espartero lo que puede considerarse el programa de la revolución, cuyos puntos básicos eran: la reprobación pública por parte de la regente de los ministros moderados; la depuración de los altos funcionarios de palacio; la anulación de la ley de m Adrian &hubert: «Baldomero Espartero (1793-1879): del ídolo al olvido». en Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesmli (coords.): Liberales, agitadores y cOllspiradores, Madrid, Espasa Calpe, 2000, pp. 183-208. 114 José Segundo Flórez: op. cit., pp. 688-6&9. m La reina Victoria le había concedido la gran cruz de la orden militar del Baño en reconocimienlo de su conducta militar y potítiC'd (F16rez: op. cit., pp. 701-702). También fue condecorado con la Legión de Honor por el re de Fral!Cia, y ron la Orden de la Torre por la reina María de PortugaL (Adrian Schubert: op. cit.• p. 200). 26 José Alvarez Junco: Mater Dolorosa. lA idea de espOlia en el sigfoX/X, Madrid, Taurus, 2005, p. 194. m José Segundo Flórez: op. cit., p. 700. m José Segundo Flón:z: op. cit., pp. 684·685. ll9 José Segundo Flórez: op. cit., pp. 704 Y 711. t 324 La COlIslrHccióJI poUtíca de Espartero Crtad. ti. Rom., 14 (2006) ayuntamientos; y la disolución de las Cortes y convocatoria de otras con poderes especiales para asegurar de un modo estable las consecuencias de la revuelta. nu El mismo día el ayuntamiento de Madrid publicó otro manifiesto justificándola en virtud del derecho a la insurrección frente a la arbitrariedad yel abuso del poder. También aplaudía la actitud del ejército de ponerse al lado del pueblo, pues era la nación la que se había sublevado: «¿puede ser rebelde y traidora una nación entera? ¿puede serlo un ejército de valientes hijos del pueblo, qlle oyen la voz de su deber y de la patria, y que rehúsan teñir las armas con sangre de sus hermanos y convertirse en ciegos instrumentos de la tirallíah. 13 ! Se creaba así la imagen ~siempre cultivada por Espartero- de hermanamiento y sintonía entre el pueblo y el ejército, que no podfa oponerse a los deseos de la nación. Rlmismo día 19 el general aceptó el cargo de presidente del {:onsejo, según confesó a su esposa, (~para salvar el trono y nuestra independencia», pero no por ambición política. 132 Con el nombramiento de Espartero como jefe de Gobierno la regente esperaba conseguir que cesaran «todas las ansiedades y temores de los españoles», según manifestó en una circular dirigida a los jefes militares de distrito. 133 Sin embargo, a esas alturas, el proceso de deslegitimación de María Cristina estaba muy avanzado. El progresismo había conseguido proyectar la imagen de incompatibilidad entre la nación y la regencia, que estaba poniendo en peligro la convivencia entre los españoles. El día 25 Espartero partió de Barcelona acompañado del general Pedro Chacón y de Manuel Cortina, que había sido comisionado por la Junta de Madrid para informarle de la situación creada. Cuando salió de Cataluña todas las provincias se habían rebelado, pero las tropas de Espartero no habían participado, limi tándose a 110 poner «(obstáculo alguno a los levantamientos populares». Interesa destacar este punto porque potencia la idea de que el origen del poder de Espartero no estaba en un golpe militar, sino en un levantamiento popular, orquestado y dirigido por e11iberalismo progresista. El sector más radical del progresismo colocaba la voluntad popular por encima de la voluntad regia. 134 El pueblo, por tanto, expresaba de la manera más rotunda su soberanía, mediante la rebelión contra la opresión. El 29 de septíembre hizo su entrada en Madrid el «esclarecido» e «invicto» duque de la Victoria, tras un viaje entre aclamaciones de los pueblos y ciudades por donde pasaba. m Era toda una campaña de imagen, que alcanzó José Segundo Flórez: oj). cit., p. 713. m José Segundo Flórez: QP. cit., p. 714. m Conde de Romanones: Dp. cit" p, 228. Carla de 24 de septiembre. '13 CCMM: Esparfero, Sil origell y elevación, o sea, reseña histÓrica de los medios que empleó pW'a elevarse y de las causas de Sil caíd" (1843), V8lencia, Librerías París-Valencia, 1985, pp. 79~2. • 34 Joaquín Vare1a: «El pueblo en el pensamiento cOnSlilucion~1 español (1808-1845)>>, Historia CO/lte/]/poránca, 28 (2004). pp. 205-234. 1$ José SegundQ Flórez: op. cil., pp. 716-720. 1:lO Cllod.ll. Rom., 14 (200ó) Pedro Diaz Maríll 325 su culmen ese día: «Seguido de una brillante columna de nacionales, y de tina comisión de la municipalidad que habían salido a esperarle al inmediato pueblo de Canillejas, acompañado además desde la puerta de Alcalá y aun de mucho más lejos de un gentío inmenso ... , conducido en una inmensa carretela que al efecto tenía dispuesta el ayuntamiento, hizo su entrada triunfal el conde duque en Madrid a las dos de la tarde del día 29, en medio de un incesante clamoreo y de un vitoreo sin igual». El recibimiento del que fue objeto llamó la atención del diplomático estadounidense Arthur Middleton: «Su entrada fue celebrada con la más entusiasta acogida; durante tres días los festejos continuaron a una escala de regia magnificencia ... ».l36 El acto preparado tenía un importante contenido simbólico: Espartero llegó con su ejército, la milicia le acompañó, las masas populares lo aclamaron y las autoridades surgidas de la revolución le esperaban. Ellunión de la Junta presenció el desfile de las tropas y de la milicia, que duró tres horas. ,<Los guerreros aclamaban, al pasar frente al Palacio, la Constitución, la Libertad, la Reina Constitucional, la Independencia de la Nación y el Duque de la Victoria/l. m Además de que no se menciona a María Cristina, destaca el contenido épico de la escena -llena de significado político- con una gran capacidad de fascinación para el pueblo, en la que Espartero aparece como un héroe clásico (Flórez habla de guerreros y no de soldados).El discurso de recibimiento pronunciado por Joaquín María Ferrer fue un claro guiño al futuro más inmediato: «El ayuntamiento y la Junta han admirado siempre el valor de V. E. como guerrero, pero en el día le admiran aún más como político». Quedaba formal y públicamente sellada la alianza entre el progresismo y Espartero. En su respuesta el general destacó su condición de'soldado y su vinculación con el pueblo. Espartero se mostraba como el ideal burgués progresista de ciudadano que ascendió por méritos propios desde unos modestos orígenes hasta las más altas jerarquías. Era un reconocimiento al liberalismo político que, con una importante capacidad de transformación, estaba moldeando una sociedad plural y abierta en la que era posible a los «modestos» acceder al mundo de la respetabifidad. El ejército era Ulla de las vías de ascenso. Al mismo tiempo vinculaba su futuro con el de la nación, como hombre del pueblo. Era una identificación sentimental, pero c~rgada de intenciones. Al día siguiente de su llegada, Espartero se reunió con los líderes de la rebelión y, como era de esperar, se planteó el lema de la corregencia. «La pronta, la inmediata organización de la regencia, de modo que entren a gobernar con S. M. sujetos que merezcan la estimación y confianza nacional, es la primera y principal medida que los que suscriben, por sí y a nombre de las juntas que representan, proponen a V. E.».138 Antonio Gonzálcz, a quien el general le había propuesto la cartera de Estado o de '36 Cilado por Adrian Schuhert: op. cil., pp. 199-200. José Segundo Fl6rez: op. cit., p. 721. lJS Antonio Pinda: 09. cit., p. 655. 137 326 La construcción pOlÍtica de Esparlero CHad. JI. Rom.> 14 (2006) Gracia y Justicia, se opuso a la idea por considerarla «opuesta al sentido monárquico» y porque dificultaría la gobernabilidad del país. Posiblemente se apuntó la idea de la corregencia como una vía de encumbrar a Espartero a la jefatura del Estado, pues aún no se contaba con la posibilidad de que María Cristina renunciase. No hubo acuerdo y en una segunda reunión celebrada por la noche, los representantes de las juntas manifestaron que no apoyaban a González por considerarlo «sin la suficiente energía y sin el valor tan necesario en aquellas críticas y peligrosas circul1stancías».139 La formación de Gobierno fue difícil por la diversidad de opiniones y de intereses, y por las diferencias entre Espartero y los representantes de las juntas. Finalmente, en una tercera reunión quedó formado el gabinete, tras ser sustituido González por Gómez Becerra, y !lO por Joaquín María López, como pedían las j untas; y en el que también estaban, de acuerdo con la Junta de Madrid, Ferrer y Cortina. El nuevo Gobierno, que fue formalmente nombrado por decreto de 3 de octubre, se trasladó a Valencia, a donde llegó el 8, y presentó su programa a la regente, en el que aparecía como novedad la exigencia de que reprobara al anterior Ejecutivo moderado, responsabilizándolo de lo ocurrido y la idea de asociar a María Cristina dos corregentes. Era un programa {dan inadmisible y humillante para el Trono que aceptarlo equivalía a entregar el cetro».J40 María Cristina lo rechazó, se negó a aprobar Jos actos de las juntas, que calificó de ilegales, y comunicó a Espartero su intención de retirarse de la regencia. 141 El manifiesto de renuncia dirigido a las Cortes fue redactado por Cortina el 12 de octubre. En él María Cristina justificaba su decisión por problemas de salud y de coherencia política, al no poder aceptar algunas de las demandas contenidas en el programa de gobierno, necesarias para calmar los ánimos. También se aludía a que las Cortes nombrarían a las personas que la sustituyeran. Conviene destacar este plural, pues desde este momento los progresistas y María Cristina rechazaban la posibilidad de una regencia única desempeñada por Espartero. Marliani opina que la verdadera causa de la renuncia era la situación personal de María Cristina en su vida privada, que estaba siendo aireada, y temía que las Corles pudieran examinar esta cuestión. 142 Lo importante para los progresistas era resallar que Espartero no impuso a María Cristina la decisión de dejar la regencia; que la revolución de septiembre fue justa, legítima y necesaria; promovida por ciudadanos, con escasa intervención del ejército. J43 Así, el nuevo régimen enraizaba con la sociedad civil, con las aspiraciones populares, y Espartero lo legitimaba y se legitimaba. J " ' José Segundo Flórez: op. cit., p. 127. Juan del Nido: op. di., p. 367. Manuel Marliani: Gp. cit., p. 213. 141 Manuel Marliani: op. cit., p. 125. 10 Mnnuel Mllrliani: op. cil., p. 218. 144 Raúl Mart!n Arranz: .. Espartero: Figuras de legitimidad», en José Álvarez Junco (ed.): Poprtli:;mo> 1)9 140 141 Cuad. 11. Rom., 14 (2006) Pedro Díaz Morín 327 El 13 de octubre el Gobierno dirigió un manifiesto a la nación dando cuenta del programa presentado a la regente, anunciaba la disolución de las juntas y la anulación de algunas medidas tomadas por ellas, aunque conservaba las de las capitales de provincia con el carácter sólo de auxiliares de gobierno, y aplazaba para las próximas Cortes el tema de la regencia. 145 El compromiso de Espartero con el progresismo legal y de orden aparecía con toda claridad. Si bien él y los progresistas habían recurrido a la movilización popular para ocupar el poder, no estaban dispuestos ni a conceder protagonismo político al pueblo, ni a contemplar sus reivindicaciones; pues, como señalaba Balmes en 1840, «aunque a primera vista parezca ese partido (el progresista) esencialmente democrático, mirada la cosa en el fondo, descubre una singularidad digna de explicarse. Cuando los progresistas invocan el pueblo invocan solamente aquel pueblo que participa de sus ideas y que favorece sus miras; pero si el genuino desarrollo del elemento popular los contraría, entonces se oponen a este desarrollo contadas sus fuerzas, no quieren seguir hasta las últimas consecuencias el espíritu democrático de sus principios». 146 Espartero participaba del ideario progresista de transformación controlada no exclusivamente en favor de las élites, tampoco del pueblo, sino de las clases medias, entendidas en un sentido más amplio e integrador que el aceptado por los moderadosJ 41 y comprometidHs con la cultura política de la participación. 148 Se proyecta como el icono, creado por los progresistas, del liberalismo mesocrático, que aspiraba a un modelo político más abierto, no democrático, pero sí populista, que condujera a una sociedad con menos dosis de desigualdad, en la que las clases medias cobraran creciente protagonismo. 149 En un proceso parecido a la elaboración del mito de Fernando VIl cuando era príncipe de Asturias/ 5u la imagen mítica y simbólica de Espartero fue creada en la época anterior al desempeño de su regencia por los progresistas, que la utilizaron para ucupar el poder. Sin embargo, desde el mismo momento en que el duque de la Victoria ascendió a la jefatura del Estado, su imagen sufrió un proceso de erosión continuado en los tres años siguientes, que le llevará al exilio en 1843. caudillaje y discurso demagógico, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológic!lS, 1987, pp. 101-128. ,.5 Juan del Nido: op. cit., pp. 171-173. 146 Jaime Balmes: Poli/iea y COllsrirució/J. Selección de textos y estudio preliminar de Joaquín Varela. Madrid, Cenlro de Estudios CUl1stitucionales, 1988, p. 66. . 147 Muría Cruz Romeo: «Lenguaje y pulí! ica del nuevo liberalismo: moderados y progresistas, 1834-1844», en Isabel Burdiel (ed.): La po/(/lea el! el reillado de lsabe/ll,Ayer, nQ 29 (1998), pp. 37-62 . ... Pedro Díaz Marín: «La cultura política de III participación. 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