EL RECHAZO DE LA METAFORA Y LA DESTRUCCION DEL OTRO Sigmund Freud, en "Sobre el Mecanismo Psíquico de los Fenómenos Histéricos" del año 1893, citaba a un autor inglés quien "señalaba con chispa que el primero que en vez de arrojar un flechazo a su enemigo, le lanzó un insulto, fue el fundador de la civilización". De la sustitución del flechazo por la palabra de insulto, la civilización se arranca del estado salvaje. Según esa cita de Freud, la civilización queda definida como la situación de coexistencia con el otro, y el medio para ello es una mediación simbólica que puede contener una cuota de violencia (como en la injuria) pero que no está dirigida a destruir al otro sino a elaborar una respuesta del sujeto. La civilización surge, entonces, no al no responder a una violencia recibida o al deponer los propios derechos sino de una réplica del sujeto mediatizada por la palabra, y de manera que esa palabra lo produce como sujeto. Esa mediación simbólica que realiza una sustitución del flechazo por la injuria, tiene un nombre que viene del campo de la retórica : Metáfora. Lo que el psicoanálisis especifica a la metáfora estructurada por Jackobson, es que el agente de la metáfora es un significante llamado Nombre del Padre y que designa por el Falo, la significación. Lo que va a posibilitar, entonces , la creación de metáforas, es una metáfora fundamental llamada metáfora paterna. En ella, el significante del Nombre del Padre va a sustituir al significante del Deseo de la Madre, produciendo como efecto el falo como el significante que va a comandar las significaciones. Es decir, produciendo el falo como significante, la metáfora paterna introduce una mediacón entre el sujeto y el oscuro Deseo de la Madre, pero de manera que ese significante fálico, no elimina el enigma de ese Deseo, sino que es un significante equívoco que permite la metáfora. Es decir, el Nombre del Padre no es la "solución final" que elimina el problema de la castración en la Madre, sino un medio simbólico y equivoco que permite una mediación. Cómo entender, entonces, la "violencia en la sociedad actual"? Lo primero para observar es que se trata de una sociedad científica cuyo lazo social está estructurado por el discurso de la ciencia y en los términos del capitalismo. La ciencia es un discurso que para funcionar necesita rechazar al sujeto, rechazar el Nombre del Padre, rechazar la metáfora. Puesto que no se dirige al equívoco (lugar donde nace el sujeto) sino a la explicación inequívoca del objeto. La ciencia necesita excluir la equivocación, lo enigmático, lo particular. Por eso, justamente en la era de la ciencia, nació el Psicoanálisis con Freud, cuyo rol es reintroducir al Nombre del Padre en el discurso. Sin embargo, actualmente, a pesar de la amplia difusión del Psicoanálisis. de Freud y de Lacan, hay una neta predominancia del discurso de la ciencia y del capitalismo con los efectos devastadores de la falta de metáfora. En ese discurso se reemplaza el nombre del Padre por la mercancía y la metáfora es señalada como quijotesca. Entonces es una situación donde los sujetos buscan el prestigio , la seguridad y el reconocimiento social en los objetos o ideales que reducen el significante fálico a un valor mercantil, donde la metáfora del sujeto es denigrada, se desatan las consecuencias de ese rechazo. La caída de la metáfora es un proceso ligado a la psicosis, y vuelve de lo real bajo la forma de la destrucción del otro. El enemigo del que hablábamos al principio, es el otro por el hecho de su alteridad. La estructura libidinal de la masa, excluye la alteridad y convierte al otro en igual. Encontramos allí a la identificación como estrategia que vela la alteridad. En ese sentido, el fin de la experiencia analítica no es propiciar la identificación como velamiento a la alteridad, sino la reintroducción del Nombre del Padre, esto es, la construcción por el analizante de una metáfora. En el curso de un análisis, la existencia de la alteridad es algo que aparece en la transferencia, en el silencio del analizante causado por la sensación de la presencia del analista como otro. Es la vertiente de odio de la transferencia que, para volverse fecunda, llama a la necesidad de una mediación simbólica por la metáfora. La posición del analista es entonces, dar lugar a la operación pacificante del Nombre del Padre, lo cual significa rechazar el ser instrumentado como una mercancia para obtener un goce. El Psicoanálisis. puede funcionar si se resiste a ser reducido a una mercancía o a una explicación científica de lo que no funciona. Esta función del Nombre del Padre, puesto que dá lugar a la metáfora, no se presenta como algo en sí mismo convincente, no es una función de saber verificado, sino que introduce la dimensión del equívoco y por lo tanto requiere de algo llamado creencia. El rechazo del equívoco y la exigencia de lo exacto constituye a la psicosis que y a su base de increencia. Sin contar con la función mediadora de la palabra, no hay manera de abordar al otro que el sujeto mismo es. De la solución final de Hitler que más allá del odio llegó a la destrucción del otro, se llega a la actualidad donde no se aprende por el mero acontecer de los hechos. En la predominancia del discurso de lo llamado práctico y concreto: desde las psicoteraptias breves hasta los análisis que, por positivizar la función del falo, se infinitizan al pretender alcanzarlo, la comida rápida, el libro que atrapa los sentidos y elimina la lectura, la buena ganancia, la exhibición de los glamorosos procedimientos de la técnica que evade el estilo, es el orgullo de quienes perdieron el camino de algo que se llama deseo y que es mucho más real que lo supuestamente concreto. Paula Hochman pbhochman@ciudad.com.ar Bibliografía Sigmund Freud: Psicología de las Masas y Análisis del Yo Malestar en la Cultura Jacques Lacan: De un estudio preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis Seminario XI Jean Michel Vappereau: ¿Es Uno...o, Es Dos?-Ed. Kliné.