Caleidoscopio LOS EXÁMENES DE GRADO EN LA REAL Y PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Dora Rodríguez Pinzón Otorgaba la Universidad los grados de bachiller y licenciado para las facultades de Leyes, Cánones y Medicina; de Maestro para la de Artes y Teología y de Doctor para todas excepto para la de Artes, que era puente que conducía a otras. La recepción del grado de Maestro y de Doctor revestía gran solemnidad y era además costosa por las “propinas” que había que dar. (Se llamaba así a los honorarios.) La licenciatura costaba unos quinientos pesos. La maestría y el doctorado bastante más. El paseo anexo a estos grados era lucidísimo, se organizaba la víspera. Los miembros del claustro lucían todas sus insignias. El día de la recepción se organizaba nuevamente el paseo de la Universidad a la Catedral y participaban el Rector, el Maestrescuela, el Candidato, el Virrey y las autoridades de la colonia. En la catedral, en la nave del Evangelio se levantaba un tablado con sillas para el claustro y en una mesa las insignias doctorales de espada y espuela para los seglares y anillo y libro para los eclesiásticos y una pequeña cátedra donde tomaba asiento el candidato y a su lado el padrino. Terminada la mesa el doctorando respondía a las preguntas del maestrescuela, a las del Rector y a las de dos de los doctores presentes. A continuación lo seguía el Vejamen hecho con gracia y donaire. Pedido y obtenido el grado, el padrino procedía a imponerle las insignias ciñiéndole la espada y calzándole las espuelas como caballero, y el anillo y el libro siendo eclesiástico y terminaba por darle el ósculo. Ante el maestrescuela prestaba el nuevo doctor juramento de fe para recibir la borla. Venían después de los parabienes, el besamanos del Virrey y los abrazos de los colegas y el retiro de cada quien a su casa en el orden de la procesión que tuvo a la venida. El traje de los doctores era talar y en la museta y en la borla llevaban los colores de la facultad; blanco para teología, azul para filosofía, rojo para los legistas, verde para los canonistas, amarillo para los médicos. Cosa grave resultaba el pago de las “propinas” para los que se licenciaban, pues tenían que dar a cada doctor y maestro de la facultad respectiva siete pesos de tepusque, un hacha de cinco libras de cera blanca, cuatro libras de confitura y seis gallinas de la tierra; al maestrescuela y padrino “todo doblado”, al secretario por sus derechos hasta dar el grado, cuatro pesos y un hacha de “cera negra”, y tres pesos al alguacil que designara el maestrescuela para guardar la puerta. Además, al rector, cuando estuviera presente en el otorgamiento de grados, y a los paseos previos, lo que se daba a los examinadores y agregado a esto venía la cena, que, conforme a los nuevos estatutos, sólo habla de consistir para los licenciamientos, en una fruta, un ave de la tierra, otro plato de cabrito o ternera, según el tiempo; una escudilla de manjar blanco y otra fruta de postre, y para evitar la desobediencia, el anfitrión debía presentar al maestrescuela previamente, la minuta de la cena. Ningún extraño podía participar de ésta, y como en algunos exámenes de médicos y “artistas” los doctores examinadores habíanse presentado armados, se prohibió llevar armas; y el maestrescuela quedó encargado de quien las portaba, a fin de que se vendieran y el producto entrara en la caja de la Universidad. Gravísimo era el caso de las propinas para recibir el doctorado de Leyes, Teología y Medicina aunque se conmutaron en propinas las comidas y colaciones, y ello explica que, en multitud de casos, alumnos muy aprovechados no pudieran doctorarse, si eran de escasos recursos pecuniarios. Debían darse al maestrescuela cincuenta pesos de ocho reales cada uno y otros tantos al padrino de la respectiva facultad, el arca universitaria veinticinco pesos; a cada uno de los doctores que asistieran al paseo y al grado, trece, debiendo considerarse de una misma facultad canonistas y legistas. No siendo de la facultad del doctorado; seis pesos, al secretario cien reales, mas cien pesos de tepusque por el pergamino y el acta. Cien reales a los dos bedeles, o sea cincuenta a cada uno, por llevar las masas, y cinco pesos al alguacil de la Real audiencia que asistiera al acto. En el otorgamiento del grado de Maestro en artes las propinas debían ser de la mitad de las anteriores. Se debían sustentar dos exámenes, el privado y el público. Para el primero, con 24 horas de anticipación se entregaban los puntos que se debían explicar. La duración del examen era de dos horas medidas en reloj de arena, por lo que se llamaba “dos horas de ampolleta”. A la noche del examen se le calificaba con el nombre de “la noche triste”. El acto público era ante los Doctores de la Facultad, los que tenían que dar sus votos con A o con R, según el caso. Las tesis ya de Maestro, Licenciado o Doctor eran impresas primorosamente y dedicadas al santo patrono, o algún padrino poderoso, quien generalmente había costeado los gastos del examen. Las graduaciones universitarias revestían gran solemnidad y constituían un verdadero acontecimiento en la vida del estudiantado. Fuentes Historia Jurídica de la Universidad Nacional, Facultad de Filosofía y Letras, 1955, Jiménez Rueda Julio, Imprenta Universitaria. Estudio Histórico Jurídico de la Universidad Nacional, Comisión Técnica de Estudios y Proyectos Legislativos, Campos Alfonso de Maria, 1975. La Real y Pontificia Universidad de México 1536-1865, Universidad Nacional Autónoma de México, Carreño Alberto Maria, 1961. Síntesis Histórica de la Universidad de México, Universidad Nacional Autónoma de México, Secretaría de Rectoría, Dirección General de Orientación Vocacional, García Stahl Consuelo.