X REAL S O C I E D A D E S P A Ñ O L A D E HISTORIA NATURAL grupo de amigos fué tan bien recibida por cuantos sentían alguna inclinación a las Ciencias naturales, que las adhesiones a la nueva Sociedad afluyeron de todas las provincias de España y aun de naciones extranjeras, y el importe de las cuotas fué suficiente para convertir el proyecto en hermosa realidad. Baste decir que habiendo empezado a funcionar la Sociedad en marzo de 1871, en diciembre del mismo año contaba ya con doscientos cuarenta socios, y hoy, a los cincuenta años, cuenta con más de setecientos. No n e g a réis que en un país como el nuestro, donde las Ciencias naturales no han llegado a gozar todavía de popularidad, y donde aún s e considera a! naturalista como un ser estrafalario, constituye esto un verdadero éxito. Pero no es el número de socios lo que mejor idea puede dar de la vida de una Asociación. Hay que mirar cuál ha sido su labor dentro de su esfera de actividad. Por lo que a nuestra Sociedad toca, esta labor está bien patente en sus Anales, Memorias y su Boletín, primero, y luego en s u s publicaciones que actualmente constitu- yen ya setenta volúmenes. Repasadlos y allí veréis trabajos biológicos tan interesantes como el de Jiménez de la Espada sobre la reproducción del Rhinoderma darwini, ese diminuto sapo ameri- cano que cría a sus hijos en la boca o, hablando con más exactitud, en los sacos aéreos bucales; estudios de Sistemática zoológica tanvaliosos como la «Enumeración de los peces de Cuba», por Poey, o la «Revisión de los ortópteros de España y Portugal», por Bolívar; investigaciones botánicas de tanta importancia como el estudio micrográfico de las maderas de las coniferas, por Castellarnau, y las. observaciones de Masferrer sobre la flora canaria; notas y memorias geológicas, en fin, tan dignas de mención como las de Mac-Pherson acerca de la estructura de la Península Ibérica, las de Calderón sobre la evolución terrestre de los lagos de Nicaragua, y la de este mismo, Fernández Navarro y Cazurro sobre los volcanes extinguidos de Olot, o las de Botella sobre la Ciudad Encantada. En nuestros Anales, allá por los años de 1892 a 96, aparecieron muchos de esos admirables trabajos de investigación histológica