Discurso pronunciado en el desayuno de graduandos del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes Agosto 23 de 2012 Buenos días a todos, Hoy, a menos de un día de ser oficialmente politólogos, me paro frente a ustedes como compañera y futura colega. Hace menos de un par de meses culminamos una etapa de la vida; una etapa que se cierra con una gran responsabilidad que recae sobre nosotros, graduandos de ciencia política de la Universidad de los Andes. Nos enfrentamos a un gran reto, a un gran país, a una enorme deuda con las personas que nos acompañaron durante nuestro proceso de formación. Hoy somos conscientes de lo que nos espera como Uniandinos, como politólogos, como colombianos y como seres humanos. Es por esto que quiero aprovechar para hablar de ciertas cosas. Comienzo caprichosamente por la gran tarea que inicia hoy en nuestras vidas. Sé perfectamente que cada uno debe orientar su profesión en la dirección que más lo mueva, sin embargo, un mismo principio podría guiar nuestras acciones: se trata de ser más para servir mejor. Éste, y por eso hablo que caprichosamente elegí empezar con este tema, ha sido un gran acompañante en los diferentes procesos de mi vida. Se los comparto pues es algo que muchas veces olvidamos, llevándonos a actuar únicamente pensando en nuestro bienestar. No es fácil dar un discurso frente a una cantidad de personas con distintas formas de asimilar y de ver la vida. Pese a esto, me arriesgo para hablar de una tarea que siento que comienzo como politóloga colombiana Uniandina. Empiezo por ser politóloga: las finalidades, campos de acción y responsabilidades de esta carrera son tan diversas como extensas. Y aún así, considero que esta ciencia nos invita a NO conformarnos con lo que sabemos, sino a buscar descifrar procesos de un mundo constantemente cambiante, de un mundo social que nos plantea día a día enigmas y preguntas que la sociedad pide sean resueltas. Resulta increíble pensar que ésta, es una ciencia sin mayor trascendencia. Por el contrario, pensemos en la ciencia política como una profesión y como una ciencia que tiene mucho para ofrecer a la sociedad actual y que, de manera humilde y comprometida, se pone a la disposición de un diálogo multidisciplinario, intergeneracional, y concienzudo. De esta manera, no pensemos que es una ciencia residual, NO; mostremos el valor de una ciencia que nos invita a pensar en problemáticas reales dentro un mundo real. Somos una ciencia que tiene para ofrecer, no solo la riqueza temática del mundo social, sino el pragmatismo y la humildad necesarias para poder aprender y evolucionar como ciencia. Es por esta razón que hoy invito a creer en aquella carrera que estudiamos durante más o menos cuatro años y que, estoy segura, nos puede llevar por caminos aún no recorridos o aún debatidos. Varios debates metodológicos y disciplinarios buscarán oponerse a nuestra pertinencia. Sin embargo, como ciencia política, llevamos la bandera del entendimiento de la acción colectiva, de los problemas de alineación de intereses, de la evolución del pensamiento la de economía política, en fin, se trata de una larga historia de pensamiento activo, que merece ser estudiada con templanza y actitud. Y esto me lleva a un segundo tema. Somos politólogos viviendo en una sociedad estigmatizada por múltiples factores. Ya sea como académicos, como funcionarios públicos, como líderes de campaña, como asesores, o como cualquiera que sea nuestro cargo eventual, NO seamos a la vez causa y producto de nuestras más profundas críticas. Esto, creo yo, es mi más grande capricho. Es más bien, mi obsesión. La ética de nuestro trabajo ojalá no flaquee en los procesos más duros en los que devenga nuestra profesión. Como politólogos, que vivimos enfrentados a múltiples dilemas producto de una sociedad multifacética, bipolar y altamente tolerante a fenómenos como la desigualdad, la corrupción y la falta de ética, ojalá respondamos a éstos de manera coherente y tenaz. Este, quiero profundamente que sea mi mensaje de hoy. No se trata de quejas acostumbradas de una sociedad que es nuestra –tanto porque en ella vivimos como porque somos nosotros quienes la producimos. No se trata de la resignación ni del pesimismo interiorizado y “cotidianizado”. Se trata de la acción y no de la inacción. He aquí mi llamado como colombianos. Porque no basta con decir que no somos corruptos, es necesario hacer algo para que no lo seamos ni que la sociedad, en general, lo sea. Porque no basta decir que somos sensibles a la desigualdad, sino porque debemos hacer algo para reducirla y, ojalá, erradicarla. Sin extenderme… porque como politólogos no podemos ser pasivos con la realidad, es hora de la actividad y de entrar en acción. Cierro este discurso, queriendo decir mucho más, pero nada más de lo que ustedes ya saben. Disfruten su día, disfruten su profesión, asumamos la responsabilidad que acompaña esta carrera. Felicitaciones a todos por su próximo grado y espero que puedan disfrutarlo con las personas que más quieren: porque éste es su logro, el logro que los lleva a la siguiente etapa de sus vidas como politólogos. Natalia Garbiras Graduanda del Departamento de Ciencia Política Universidad de los Andes