¿Son naturales los monopolios en la Nueva Economía? Font, A. e-business Center PwC&IESE 07/11/2002 Uno de los principales retos de las medidas antimonopolio en los sectores high tech es la dificultad de acompasar la lentitud propia de los procesos legales con los vertiginosos cambios tecnológicos y estratégicos al que están sometidos estos sectores. Así, en el hipotético caso de que Microsoft hubiera querido reinstaurar la situación de mercado previa al inicio de las presuntas prácticas monopolísticas, esto hubiera resultado imposible. Entre otras razones, porque mientras tanto Netscape había sido adquirida por AOL (America Online), que a su vez despertaba sospechas de actitudes monopolistas en el segmento del acceso a Internet. Unos recelos que se incrementaron con la fusión del proveedor de acceso con el gigante mediático Time Warner. Estas dificultades se acentúan en los mercados que funcionan como redes, debido a los denominados efectos o ‘externalidades’ de red, en los que el valor para un usuario aumenta con el incremento del número de ellos. Por ejemplo, cuantos más usuarios de Windows haya, más aplicaciones para este sistema operativo se desarrollarán. Algunos teóricos afirman que la fuerza de los efectos de red en este tipo de mercados conlleva una tendencia estructural al monopolio ya que, de una parte, el abandono de un operador, plataforma o estándar dominante supone importantes ‘costes de cambio’ (switching costs) para el usuario. Por otro lado, apuntarse a la nueva tecnología comporta grandes ‘beneficios de escala’. (Un desarrollador de aplicaciones de software tiene muchos más incentivos en desarrollar aplicaciones para Windows que para otro sistema operativo). La suma de ambos aspectos se convierte en una imponente barrera de entrada –es lo que se denomina lock in o ‘blindaje del cliente’-, que requiere importantes inversiones para ser superada. De ahí que, en EEUU, estos mercados se hayan definido como ‘winner takes most’ (el ganador se lleva la mayor parte). Para defenderse de las acusaciones de monopolio, las empresas dominantes del sector -y Microsoft no ha sido una excepción- argumentan que es la propia estructura del mercado la que los convierte en ‘monopolios naturales’. Ahora bien, siguen argumentando, esta posición de dominio hay que relativizarla, ya que se encuentra amenazada por los continuos avances tecnológicos que pueden dejar obsoleta la tecnología sobre la que se apoya su preeminencia, y sustituirla por otra más innovadora. En este sentido, la principal competencia no estaría en el mercado (productos alternativos), sino por el mercado (sistemas sustitutivos). Por ejemplo, la verdadera competencia para Windows no la representaría tanto el sistema operativo de los Macintosh (alternativo) como el de código abierto tipo Linux (sustitutivo), que supone un cambio de paradigma informático. Ante este escenario, existen dos posturas: los que defienden la imposibilidad de intervenir en estos sectores por su innata volatilidad tecnológica y autorregulación de facto; y los que creen que, aunque el actual sistema de defensa de la libre competencia está mal equipado para afrontar los nuevos problemas, la política de defensa de la competencia puede y debe aplicarse. Con la última resolución de la juez Koller-Kotelly, que impide la división de Microsoft en empresas más pequeñas, se ha impuesto la primera de estas tesis: que el mercado de los equipos PC (y ello quiere decir también del acceso a Internet) es, hoy por hoy, un designio de Bill Gates. Veremos si el dinamismo de la Nueva Economía es capaz de romper este ‘monopolio natural’.