Hasta aquí todo está claro. Lo que ya me parece más dudoso es que la escisión no haya hecho más que favorecer a los compañeros del inte­ rior, como afirma mi comunicante. Yo creo que una escisión en modo al­ guno puede favorecer a nadie, más que a los enemigos del PSOE y en especial al régimen franquista, que precisamente ha vivido de las divi­ siones y escisiones entre sus ene­ migos. Siempre hemos lamentado la falta de unidad de la oposición, por lo que resulta imposible considerar que un nuevo aumento de su división pueda favorecerla. Claro está que ahora el PSOE del in te rio r puede actuar según las reali­ dades políticas de la España actual. Lo que yo digo es que se tenía que haber llegado a este resultado por otro cam ino que no fuese precisa­ mente la escisión. Lo insinúa mi com unicante el d ecir que el interior cree que puede p rescindir muy bien de ciertos individuos en el exterior. Esto sin duda es cierto, pero lo ideal hubiese sido p rescindir de ellos sin poner en peligro la unidad del par­ tido. Se podrá o bjetar que es muy fácil decir, desde mí cóm odo ban­ quillo de periodista, lo que se tendría que haber hecho, sobre todo cuando los que provocaron la escisión son precisam ente los otros. Pero es que lo único que yo quiero poner de m ani­ fiesto con mis reflexiones es la im por­ tancia que hay que dar a la unidad de las fuerzas socialistas d em ocráti­ cas v con ello a la reunífícacíón del PSOE. Por este mismo m otivo no puedo estar de acuerdo con la opinión de que e xig ir una reunífícacíón con los llopístas significa volver al mismo mal de antes con la consecuencia de que en algunos años haya otra ruptura peor. Pero es que además hay otro motivo más im portante que ya ind i­ qué en mi artículo de febrero, y es que los „llo p ís ta s “ , en su inmensa mayoría, son excelentes socialistas que se han encontrado alineados en el bando llopista por falta de inform a­ ción. No se puede índentifícar a los „llo p ís ta s “ , en su conjunto, con el grupíto causante de la escisión. De lo que se trata no es, pues, de reunífícarse con un grupíto de renegados, sino de reintegrar al PSOE a un buen núm ero de buenos socialistas actual­ mente desorientados por falta de in­ form ación correcta. El grupíto, llamésele de renegados o de obcecados, quedaría entonces reducido a su ver­ 16 dadera m agnitud y con ello al margen de un PSOE reunificado y fortalecido, pues es cierto que los m étodos que han utilizado son, si no ruines, que sobre esto podría haber gustos, sí antidem ocráticos. Los mismos criterios de eficacia de la oposición me inducen a sugerir con insistencia la integración en el PSOE del grupo de Tierno Galván, sin que im porte que tenga mucha o poca influencia. La que tenga, sea poca o mucha, debería acrecentar la del PSOE, dentro del cual sin duda Tierno Galván constituiría un ala más o menos moderada, más o menos intelectual, pero necesaria para dar plenitud a un partido socialista mo­ derno. Compárese, si no, lo que ocurre en el SPD alemán, donde tam bién existen alas y grupos de muy diversa tendencia dentro del deno­ m inador común del socialism o dem o­ crático. Ahora bien, y esto es tal vez algo que Tierno Galván no haya tenido debidam ente en cuenta en el pasado, todos estos grupos y alas aceptan una disciplina común y aca­ tan las decisiones m ayoritarías dem o­ cráticam ente tom adas por el partido. Pero esto es algo tan elem ental que resulta im posible que se pierda por ello la integración del grupo de Tierno en el PSOE. O por lo menos increíble. Una vez más, como ya sucede con la escisión misma del PSOE, nos en­ contram os con que son nim iedades lo que im pide la unión de los socialis­ tas españoles. Pero tal vez sea posible esperar tiem pos m ejores, si es verdad que el PSOE del interior estaba en guerra con el grupo de Tierno precisam ente por culpa de Llopís. Lo que no se com prende entonces es que Tierno fuera al con­ greso de diciem bre para ce rtifica r que era éste el que representaba verdaderm ente al PSOE. Valientes guerras son éstas, en las que la in­ versión de los frentes es cosa más o menos de rutina. La otra cara de la moneda La argum entación de mí com unicante partidario del congreso de diciem bre resulta muy interesante porque de­ m uestra que el m eollo de la cuestión es, efectivam ente, como decía en mi artículo de febrero, la cuestión de las relaciones con los com unistas. Los socialistas que rechazan rotunda­ mente tales relaciones son también conscientes de que Llopís actuó a rb it­ rariam ente al no convocar el Con­ greso del PSOE en la fecha que se había acordado por unanim idad de la Com isión Ejecutiva. No obstante, intentan ju s tific a r con form alism os esta actitud para seguir aferrados a su actitud en la cuestión de las rela­ ciones con los comunistas. En re­ sumen, mi com unicante dice: 1. Para solucionar la crisis del Partido, se pensó adelantar la celebración del XII Congreso ordinario, pero las Sec­ ciones rechazan esta idea y deciden que el Congreso debe celbrarse, tal como disponen los Estatutos, en el segundo sem estre del año. 2. Acordada luego p o r unanim idad de la Com isión Ejecutiva la celebración del Congreso en agosto, el Secretario General no lo convoca a su debido tiempo, como era su deber, alegando que celebrar el Congreso en el am­ biente de ruptura que reinaba era p re cip ita r la escisión. P refirió esperar a que se calm aran los ánim os y se celebrara el Congreso en época más propicia. 3. El Secretario General ha com etido con ello una falta grave, de la que debe responder ante todo el Partido. No tenia derecho, p o r s i solo o con el acuerdo de una m inoría de ejecutivos, a aplazar el Congreso. Pero la falta no puede ser juzgada p o r una parte del Partido, sino que ha de ser juzgada en presencia de todo el Partido. Por tanto, y a pesar de esta falta, leg al­ m ente el Secretario General ha de continuar en el e je rcicio de sus fun­ ciones hasta la celebración del Con­ greso, que es quien únicam ente puede juzg ar su gestión y d estitu irlo s i lo estima conveniente. 4. Una parte m ayoritaria de la C om i­ sión Ejecutiva, alegando que el Secre­ tario General no tiene derecho a apla­ zar el Congreso, lo convoca en las fechas acordadas unánim em ente, y el Secretario General lo declara ileg al y faccioso. 5. Como, según consta en los Estatu­ tos del PSOE, el Congreso ha de con­ vocarlo el S ecretario General, resulta que el Congreso celebrado en agosto es antiestatutario y p o r tanto ilegal. 6. El Congreso de d iciem bre aprobó la gestión del Secretario General, es decir, halló ju stifica d a la m edida de Llopis de aplazar el Congreso. EXPRES E S P A Ñ O L /A g o s to 1973