TEMA I.- LA CIUDAD Y LAS ARTES: LA ROMA DE LOS PAPAS Y LA RENOVACIÓN EN ARQUITECTURA, ESCULTURA Y DECORACIÓN ROMA COMO CAPITAL ARTÍSTICA. El PONTIFICADO DE SIXTO V Y CARLO MADERNO Italia pone las bases del Barroco y lo hace sin rupturas bruscas con todo el bagaje que trae del Renacimiento. Siempre será deudora de cierto clasicismo y equilibrio que traspasará al Barroco. La arquitectura italiana está dotada de cierta originalidad y efectismo, sobre todo en cuanto a la labor auxiliar de la escultura y la pintura. El trabajo colectivo de arquitectos, escultores y pintores, además de artesanos del mueble y decoradores, es un afán común del Barroco italiano y un anticipo de la unión de todas las artes que será propio del siglo XX. Es importante que demos unas pinceladas en cuanto al entorno social del Barroco italiano, y en este sentido podemos decir que la península está desgastada por continuas guerras, con naciones más poderosas que la dominan y la religión rota en diferentes bandos. Solo el papado y algunas repúblicas como Venecia, Génova y el virreinato de Nápoles están en condiciones de levantar grandes obras. El programa de construcciones desde los pontificados de Sixto V a Pablo V no tiene parangón en otros países ni en el resto de Italia. Al principio se empezó de manera tímida con la Contrarreforma y las Tesis de Trento, y se cayó en repeticiones clasicistas. Después del primer tercio del siglo XVII la iglesia crece en poder y sale triunfante de la reforma protestante, y el arte se pone al servicio de este espíritu triunfante, surgiendo el Barroco con una espectacular teatralidad y una imaginación desbordante. Las repúblicas ricas también se suben al carro de la fiebre constructiva y se mejoran las ciudades con fuentes, vías y plazas, obeliscos, parterres y jardines. El barroco distorsiona las formas rígidas del clasicismo y se dota de signos efectistas, aprovechándose tanto de otras artes como de los nuevos descubrimientos científicos y técnicos, tales como las variaciones de la perspectiva (biopsia, aérea, trampantojos). En la ciudad se vuelve al “agora”, a la plaza, a los viales marcados por la voluntad integradora de la urbe. Se usa la línea curva y la dinámica en contraposición a la línea recta del renacimiento, y la fachada adquiere independencia respecto del propio inmueble. Hay un tratamiento diferente de los interiores y de los exteriores. Se intenta que la fachada se muestre acorde con el entorno y sirva de referente a la panorámica del conjunto. Es importante el juego de sombras y de claroscuros, servidos en entrantes y salientes, curvas y contracurvas. Todas estas variedades se muestran sobre todo en el apogeo del Barroco, aunque se prepararan ya desde principios de siglo. El tipo fundamental de templo se basa en el Gesú de Vignola y se fija el estilo: gran sala para los fieles, planta de cruz latina, donde el crucero corta la nave longitudinal. La cabecera tiene gran importancia y la cúpula sirve para iluminar el interior del templo y como guía de la espiritualidad. La nave longitudinal no se interrumpe con naves laterales, sino con capillas embutidas en los contrafuertes que no estorban la visibilidad y ayudan al recogimiento y a la meditación particular. También esta iglesia impone el modelo de fachada, de dos cuerpos y rematada por un frontón triangular, con aletones a los laterales y entronque de los medios mediante volutas en S. El barroco suele usar en los templos grandes pero también en las pequeñas iglesias, el orden gigante, esto es, diversidad de órdenes en los distintos pisos, a imitación de lo que se había hecho en el Coliseo de Roma, y sobre todo grandes pilastras que recorren los pisos de las fachadas enmarcando las columnas, más pequeñas, de cada piso. Este efectismo resulta dinámico y flexible. Las naves suelen ser más largas de lo que mandan las proporciones y los templos a veces disponen de salas espaciosas tipo salón, generalmente ovales. También puede ser que dispongan de un espacio central amplio y otro más pequeño en la cabecera. Las diferentes partes del templo se articulan con soportes y paredes entre los diferentes ámbitos y algunas veces la capilla mayor de alguna iglesia se independiza del resto del templo, como un santuario aparte. Los pórticos no se sujetan a un espacio determinado, sino que a veces avanzan hacia el exterior semejando un templo “in antis”. La arquitectura palaciega es muy importante en esta época y en Nápoles, Venecia, Roma y Génova proliferan los palacios y las villas. Los palacios barrocos se distinguen además de por la diversidad de plantas y alzados, por la disposición estructural de las grandes escalinatas, salas de baile, teatros y espléndidos jardines. El palacio barroco pretende un aislamiento en contacto con la naturaleza, aun dentro de la ciudad. Cuando se trata de la ornamentación ciudadana el barroco da pasos de gigante en el urbanismo, hasta tal punto que se puede decir que es el creador de éste. Se derriban los antiguos edificios, se abren grandes vías, se sitúan plazas en las confluencias de las calles y se ordena el tránsito. La ciudad adquiere una forma ordenada y los edificios se subordinan al dinamismo de los espacios y las vías. Las plazas se conciben de muy diferentes maneras y las hay cuadradas, circulares, rectangulares, cerradas, abiertas, con jardines y fuentes, e incluso con un obelisco como punto de mira. A veces, como ocurre en la de San Pedro del Vaticano, la 2º basílica es el punto de mira, y en la plaza del Popolo hay dos puntos de fuga. Se llega a planos en forma de estrella cuyos vértices se relacionan con avenidas principales, o con el obelisco en medio para no estorbar la visión. CARLO MADERNO.-Sus obras más importantes están en Roma porque trabaja para el papa. En 1606 termina la fachada de Santa Susana, que es una de sus mejores obras. Está inspirada en el Gesú de Vignola y en la fachada de Giacomo Della Porta, pero supera al templo jesuita en el dinamismo integrador de vanos, en los órdenes y la decoración. Hay un equilibrio entre un racionalismo nórdico y el manierismo anterior. Para la ejecución de esta obra se inspiró en el frontal del Gesú que Della Porta realizó en Roma. Este referente, cuyas formas ya reproducen los efectos del claroscuro, se anticipa a las imposiciones posteriores del barroco. Estando Pablo V en el Vaticano se le adjudicó la finalización de San Pedro, tras presentarse a concurso. Uno de los cambios más importantes que introduce en su proyecto, respecto al de Miguel Angel, es transformar la planta de cruz griega en cruz latina para dotar a la iglesia de más espacio. Sin embargo, esta transformación no debía afectar al resto del proyecto planteado por Buonarroti, en especial a la cúpula. Para no desmerecer la magnitud de este elemento, el desarrollo de la fachada debía ser longitudinal y reducir altura. A pesar de tener todo esto en cuenta, la cúpula quedó desplazada hacia el fondo con los nuevos cambios. Al margen de esta variación, sus planteamientos fueron bastante respetuosos con los planos iniciales. También intervino en el Palacio Mattei y en el Barberini. En la fachada de San Andrea del Valle se eleva una cúpula del estilo de Miguel Ángel, sólo de menor tamaño en Roma que la cúpula del Vaticano, y que destaca porque se trata de una iglesia pequeña, pero el tambor es muy alto y allí se abren también unas amplias ventanas, como un anticipo de los distorsionamientos del Barroco. Pero lo que le proporcionó más fama fue la intervención en San Pedro del Vaticano, teniendo que deshacer primero el proyecto de Miguel Ángel, alargando la nave longitudinal para quedar la planta de cruz latina. Realizó el cambio con cautela porque era gran admirador de Miguel Ángel, y no fue del todo exitoso, ya que impidió la visión de la cúpula desde la plaza. La segunda intervención la hizo en la fachada del mismo edificio, que consta de grandes pilastras y entablamento, con frontón central, rematada por dos esculturas y con dos torres a los lados inacabadas. Tiene un aspecto quizá demasiado frío e incluso hay una cierta desproporción. A pesar de todo consigue dar una idea racional y serena de arquitectura. Interviene también en la construcción de varios palacios, como el Mattei, o el Barberini, aunque éste se le atribuido a Bernini, pero es sabido que Maderno trabajó en él y hasta es posible que algunas de las partes sean solo suyas. Hay soluciones que solo a él se pueden atribuir, como la igualdad de las arquerías en los tres pisos. DOMENICO FONTANA.- Es padrino artístico de Maderno, que trabajó para Sixto V en los planes urbanísticos de Roma, y él propone el obelisco de la plaza del Popolo. En esta plaza realmente la nota barroca la ponen las dos iglesias de Carlo Reinaldo, pero es Fontana quien pone las bases del desarrollo barroco que luego seguirán los demás arquitectos. Se le atribuye también el palacio de Letrán y el Palacio Real de Nápoles. DE URBANO VIII A ALEJANDRO VII: LA LABOR DE LOS PAPAS Y LAS ÓRDENES RELIGIOSAS BERNINI.- En sí mismo reúne las condiciones de arquitecto, escultor, pintor y poeta, es por tanto, uno de los “últimos caballeros del Renacimiento”. Pronto abandona todo clasicismo y sus obras se empapan de poderío, fuerza y vigor. No encuentra parangón sino en el gran Miguel Ángel, a quien incluso supera en virtudes personales, ya que Bernini era un hombre piadoso y familiar. La primera iglesia en la que muestra el cambio de estilo es Santa Bibiana en Roma, de 1626, aproximadamente, en la que dispone un piso bajo en forma de logias con tres arcos de los cuales el central da la impresión de que avanza gracias a las pilastras que lo flanquean. Un gran entablamento da paso al segundo piso, que se concibe como un palacio, en cuyo cuerpo central hay una especie de templo que se cierra en un frontón partido por encima de los cuerpos laterales y avanzado, lo que simula que las cornisas de los lados parecen embutirse en las paredes del templete. Estos recursos manieristas fueron aprendidos de Palladio, aunque en Bernini adquieren mayor fuerza. La segunda obra importante es el Baldaquino de San Pedro del Vaticano, en cuyo interior ya había trabajado Bernini. En esta obra conjuga como en ninguna otra sus habilidades como arquitecto y escultor, por la especial relación entre el cubículo arquitectónico y las esculturas y decoración de volutas, pámpanos, espirales, cortinajes y borlones. El remate de la cruz sobre la bola del mundo parece querer establecer un diálogo entre el baldaquino y la propia basílica. Si hubiera realizado un templete del mismo estilo que la basílica, la continuidad hubiera resultado monótona, y el hecho diferenciador que le asemeja a un dosel muy decorado sublima la relación entre ambos. Las esculturas y relieves decorativos aumentan de tamaño según se elevan del espectador, y expresan una simbología acorde con la Contrarreforma. En esta obra Bernini se adelanta a muchas propuestas actuales a la hora de ensamblar arquitecturas modernas en edificios anteriores. Tuvo muchos imitadores de esta gran obra, y hay baldaquinos similares en las catedrales de Trento o de Foligno. Ya en su ancianidad, realiza tres pequeñas iglesias que son exponente de sus inquietudes sin grandes cambios estructurales, aunque desde el punto de vista formal son muy agradables a la vista: la iglesia de santo Tomás de Villanueva en Castelgandolfo es de planta de cruz griega, la de Santa María de la Asunción en Arizzia es circular y la de San Andrea del Quirinal en Roma es de planta oval, pero todas poseen preciosas cúpulas a semejanza del Panteón romano. Se utiliza la cúpula de nervios de Miguel Ángel, pero con casetones, porque se opone a las bóvedas medievales con plementos. Este tipo de cúpula pronto prolifera y será adoptada por posteriores arquitectos. San Andrea del Quirinal posee además una original portada Grandes pilastras corintias sostienen un frontón central y enmarcan una cornisa curva apoyada en dos pilastras jónicas. La cornisa avanza hacia el exterior continuando la estructura oval de la planta. En arquitectura civil, Bernini trabajó el Palacio Barberini, obra principal de Maderno, aunque hay autores que se lo atribuyen por completo a Bernini. Hizo también rectificaciones en el palacio papal de Castelgandolfo, y aportó ideas para el palacio del Quirinal. Hay dos palacios, al menos, que son suyos por completo, el de Montecitorio y el de Chigi- Oldescalchi, ambos en Roma. En Montecitorio ensaya una relación numérica de las ventanas, divididos los tramos por grandes pilastra, algunas de ellas sin desbastar. En el piso bajo los antepechos de las ventanas sirven de base al edificio, de gran rotundidad. También se percibe la misma rotundidad en el palacio Odescalchi, pues todo el piso bajo se concibe como basamento de los dos cimeros, y están recorridos por grandes pilastras tan juntas que las ventanas del piso noble ocupan todo el paramento entre ellas. Posteriormente se restauró y agrandó, con lo cual perdió toda la proporción que tenía originalmente. El rey Luís XIV le llama a Paris para el cerramiento del palacio del Louvre, pero el proyecto no fue del agrado del monarca y Berbini regresó a Roma muy disgustado. Una última obra civil, aunque relacionada con el mundo religioso, es la Scala Regia del Vaticano, proyectada sobre un largo corredor, y dividida en varios tramos con descansillos en los que se concentraba la luz. Se disponen columnas que convergen hacia el punto de fuga, cubiertas por bóvedas de cañón, y así se parece a una calle o una galería, además de usar la perspectiva para engañar la visualización y lograr mayor teatralidad. Pero de todos modos su obra más espectacular es el cerramiento de la Plaza del Vaticano. El proyecto original pretendía la construcción de una plaza cerrada, con dos brazos laterales y un tercero que la aislaba, creando un espacio diferenciado y recoleto. Tras este tercer brazo de la plaza se encontraba originalmente una manzana de casas, el Borgo Leonino, adaptándola así al contexto urbanístico. Este tercer brazo no se llego a construir, quedando la plaza con un aspecto muy similar al actual. El diseño de la plaza simboliza al pontífice coronado con la tiara (cúpula de San Pedro) y con los brazos abiertos, acogiendo a toda la cristiandad. Otro de los proyectos presentados por Bernini simbolizaba a Cristo crucificado. Además el pontífice exigió que la plaza permitiera que todos los situados en ella vieran cómodamente la Lonja de la Bendiciones y las estancias vaticanas, desde donde se realizan las bendiciones papales. La plaza de San Pedro se compone en realidad de dos plazas tangentes, una de forma trapezoidal y otra elíptica. La plaza trapezoidal se cierra hacia nuestro frente reduciendo ópticamente la fachada de Maderno y logrando que los espectadores situados en la plaza elíptica perciban la concepción original de la cúpula de Miguel Ángel. Las columnas se encuentran organizadas radialmente en torno al punto de generación de la elipse, creando un espacio desbaratado ópticamente. El estilo cultivado por Bernini es bastante clásico, casi arqueológico, con un sentido muy sobrio en el uso del orden toscano, aunque dinámica y escenografía es barroco. El uso de columnas con balaustradas y estatuas nos recuerda a Palladio en el Teatro Olímpico. Un eje tetrástilo de columnas pareadas rompe la monotonía de los tramos medios. FORMA Y ESPACIO EN MOVIMIENTO: FRANCESCO BORROMINI Y LA BUSQUEDA DE LA SORPRESA Y LA ILUSION.-Era pariente de Maderno y admirador suyo. Ayudante de su pariente, trabajó con él en el palacio Barberini y en San Andrea del Valle y en el Vaticano. Cuando Bernini sucede a Maderno, le toma como ayudante, puesto que no era un artista envidioso ni celoso, pero Borromini fue alimentado poco a poco su animadversión hacia él y acabó por romper relaciones. Era inestable mentalmente y acabó suicidándose. Bernini pretendía restituir el clasicismo a su primigenia nobleza, separándolo del Manierismo, mientras que Borromini es un artista totalmente aparte en su forma y su originalidad, con un concepto de la arquitectura totalmente novedoso, sin raíces clasicistas, que propone soluciones valientes y rompedoras de todo lo anterior. Por eso entre el circulo de artistas era considerado como extravagante e incluso a veces como loco. Pero es él quien mejor representa el espíritu del Barroco, pues da muestras de pasión y de originalidad, y se le puede calificar como el “primer artista moderno”. La fama de Borromini, por lo novedoso de su arte, nunca alcanzó la de Bernini, pero además de numerosos detractares también contó con valientes defensores. Una de sus primeras obras es la iglesia de San Carlo alle Qattro Fontane, llamado también San Carlino, donde se ve obligado a edificar en un pequeño espacio un convento, con dependencias, claustro y capilla. Pero donde muestra toda su sabiduría es en la iglesia, que ocupa una esquina del solar, coincidiendo con un chaflán de los cuatro en el cruce a dos calles. Estos cuatro chaflanes con fuente son los que dan nombre al edificio. La vía a la que da la portada es estrecha, por lo cual la verticalidad no debe de ser demasiado pronunciada y para disimular la altura, utiliza en la fachada entrantes y salientes cóncavos-convexos. Después hay un espacio ovalado orgánicamente y una serie de pilastras adosadas al muro enmarcan espacios y puertas sin interrumpir la visión, que se dirige directamente al altar mayor. La bóveda es cupulada y está adornada en el interior con casetones hexagonales y octogonales que dibujan cruces con sus lados y distribuyen las luces y las sombras. Otra espectacular iglesia es San Ivo Della Sapienza, con planta hexagonal central, que articula en cada lado del hexágono cuatro capillas, además de la entrada y del altar mayor, con formas mixtilíneas o circulares, con profundos entrantes y salientes. El remate de la cúpula se dispone como una aguja casi gótica, pero de forma helicoidal. También intervino en la reconstrucción de San Juan de Letrán, donde no pudo imponer sus criterios, salvo en la decoración, con gran originalidad e imaginación. Hace también las iglesias de San Andrea delle Fratte o Santa María de los Siete Dolores, pero más importante será Santa Inés en la Piazza Navona de Roma, aunque terminada luego por otros arquitectos, pero que es planeada completamente por Borromini. La fachada cóncava de la iglesia se opone a la cúpula convexa con la que dialogan las dos torres avanzadas, también con cuerpo superior convexo, que se adelantan hasta las escalinatas que suben hasta el estilobato, de donde surgen las pilastras semicirculares que sirven de sostén al frontón y al entablamento. Por encima del frontón y a lo largo de la fachada corre otro entablamento muy alto, que parece ser obra de los siguientes arquitectos. La cúpula de Santa Inés, de gran tamaño y acompañada de dos airosas torres era un proyecto que había sido ya acariciado por Miguel Ángel y Maderno, y el que Borromini lo hubiera conseguido, le sitúa entre los más importantes artistas. La escalera del Palazzo Spada en Roma es digna de mención, parecida a la que Bernini había hecho en el Vaticano. También trabaja en el Palazzo Pamphili, aunque más en el plano decorativo, y en el Falconieri, donde decoró los techos y destaca su distribución en U, encerrando un pequeño patio al que se asoma una logia o galería en el piso alto de la fachada central, en imitación a Palladio. También destaca el Colegio de Propaganda Fide y el Oratorio San Felipe Neri. Del colegio sólo quedan la iglesia y alguna habitación de los colegiales, pero las fachadas se ve que son claramente de Borromini: sobre un austero primer piso se eleva el segundo con ventanas de dinteles curvos sostenidas sobre columnas corintias y que terminan en frontones también curvos. Entre este piso y el tercero hay una cornisa sostenida por casetones que remarca la línea horizontal de la fachada. Los pisos bajos están recorridos por grandes pilastras embutiendo los ventanales. Los Oratorianos fueron muy famosos y decididos contrarreformistas, yBorromini edifica para ellos un convento con habitaciones, refectorio, biblioteca, sacristía y oratorio, consiguiendo realizar un conjunto uniforme aunque su fecunda imaginación se nota en las curvas y contracurvas, en el frontón mixtilíneo y en las dobles pilastras que recorren los dos pisos. También son típicas del artista las ventanas con frontones curvos, rectos, mixtos, con balcones muy salientes. También son importantes la Biblioteca Alexandrina y la Angelica, que son modelo para todas las bibliotecas posteriores. En todo su arte Borromini aplica la imaginación y la fantasía, creando nuevas formas e incluso nuevas estructuras. No existe en todo el Barroco un conjunto de edificios que haya apostado tan claramente por la innovación como los de Borromini. LOS EFECTOS DEL CLAROSCURO Y EL ESPACIO EN PIETRO DA COTORNA.-Estudia en Florencia y luego pasa a trabajar en Roma, aunque vuelve varias veces a Florencia. Trabaja en Santa Martina e Luca, Santa María Della Pace, y la cúpula de San Carlo al Corso a la vez. En Santa Martina e Luca usa la planta de cruz griega con los brazos terminados en ábsides. La cúpula presenta nervaduras superpuestas a los casetones de la decoración interior. Dentro del edificio hay grandes pilastras y columnas exentas, además de ventanas, hornacinas y frontones que no dejan ningún paramento liso. En el exterior la cúpula da al edificio un gran dinamismo, con adornos curvos terminados en volutas o grandes ventanales en el tambor. La propia fachada es de un gran lujo decorativo con entrantes y salientes curvos y rectos y grandes pilastras jónicas en los dos pisos, con frontones de variada forma, adornos, flores, esculturas. En Santa María Della Pace usa la planta octogonal abierta a un ábside cuadrado en la cabecera, que se alarga en el lado opuesto hacia la entrada en una nave casi rectangular y se asoma al exterior en un gran frontón que cubre prácticamente toda la portada. Por encima hay un piso bajo techado que sobresale en forma semicircular sobre unas espectaculares columnas dóricas. En Santa María in Vía Lata la fachada se concibe como dos cuerpos independientes: en el bajo la entrada está flanqueada por cuatro columnas jónicas que se abren a un vestíbulo interior. Sobre un entablamento se asienta el segundo piso, que es casi como una logia con columnas que sostienen otro entablamento que se curva en la mitad del arco de medio punto. Todo ello está cubierto con un frontón triangular, salvo las dos esquinas que semejan arranques de torres. Por último hablaremos de la cúpula de San Carlo al Corso , que es su obra final. Un gran tambor con pilastras y columnas enmarca los ventanales y se introduce el friso decorado con óculos en forma de elipse, muy decorados. Se remata el conjunto con una linterna, también muy ornamentada con volutas, que no impiden una expresión de clásica serenidad, gracias al juego del claroscuro que Cortona emplea en casi todas sus obras. 3.- EL DESARROLLO DEL BARROCO ROMANO Y LA VARIEDAD ARTÍSTICA DEL RESTO DE ITALIA LA VENECIA DE BALDASSARE LONGHENA: SANTA MARIA DELLA SALUTE.- Sus obras son numerosas tanto en la Venecia insular como en la Terra Ferma. Los palazzos de Rezzonico y Pessaro, éste son muy famoso, aunque el almohadillado resulta un tanto pesado en los dos primeros pisos, y los otros dos están llenos de columnas incluso pareadas y balaustradas que recorren todo el exterior. En lo alto hay un magnífico friso en una cornisa que decora toda la parte delantera del Palazzo. También hay que mencionar la escalera del monasterio de San Giorgio Maggiore, amplia,luminosa y nada recargada, a lo cual contribuyen las soberbias arquerías de medio punto en los dos pisos que enlaza la citada escalera. Pero su obra más importante es Santa María Della Salute, terminada después de su muerte, y donde se resume toda su sabiduría. El cuerpo central es un octógono con un deambulatorio que le rodea, a donde se abren las capillas rectangulares, iluminadas con lunetos semicirculares que se cierran con un frontón triangular. La fachada principal se asienta en un vuelo de escaleras hasta el Gran Canal, dispuestas poligonalmente para que detengan el agua por todos los lados. La portada sigue el modelo de los arcos de triunfo y remata en frontón triangular. La cúpula se apoya en 16 estribos que descansan sobre los muros de las capillas rectangulares, y que se prolongan en adornos en forma de volutas que sostienen en la cresta sendas estatuas. Al altar mayor se accede por una nave cuadrada con dos exedras perpendiculares al eje central. Esta nave también se cubre con una gran cúpula y linterna y se repiten, aunque mas pequeñas, las volutas. El altar se cierra por detrás con otra nave rectangular dividida en tres espacios que se proyectan al exterior en ábside recto. Al lado izquierdo del altar mayor se alza una torre. En esta iglesia hay influencias bizantinas, renacentistas, palladianas…. LAS CUPULAS DE GIARINO GUARINI EN TURIN Y SUS COMPLEJOS EDIFICIOS. LA INFLUENCIA HISPANOARABE.-Los arquitectos de segunda fila son los encargados de sanear la ciudad, abriendo plazas y vías importantes, pero siempre respetando lo antiguo. Pero Turín no hubiera pasado a la Historia de la Arquitectura sin la presencia del arquitecto Guarino Guarini, sacerdote y profesor de Filosofía, que acude a la llamada de Enmanuele II de Saboya, aunque también visitó España y sabemos que trabajó en Lisboa, erigiendo allí Santa María de la Divina Protección. Es considerado por muchos autores como representante del Alto Barroco. Su primera obra en Turín es el Santuario de la Consolata, aunque ha sido ya muy reconstruido y es su obra menos representativa. Cuando Guarini visita Sicilia toma contacto con el mundo bizantino, y el normando, de claras influencias islamistas, que también conoce en sus visitas a España y Portugal. En Francia toma relación con el pasado Gótico, todo lo cual da lugar a una arquitectura muy original, que se podría considerar ecléctica, pero que siempre está al servicio del Barroco. La Capilla del Santo Sudario se termina ya fallecido el artista y está adosada a la catedral renacentista de Turín. Es de planta circular y dispone de ocho machones-pilastras casi adosados al círculo que dibujan pequeños espacios entre ellos, cerrados con arcos de medio punto sostenidos por columnas. De estas pilastras surgen grandes arcos de medio punto que envuelven a los pequeños, aunque dejan uno en medio. Se puede evidenciar la influencia de la mezquita de Córdoba. Otra de las obras importantes es la Iglesia de San Lorenzo, igualmente compleja, se presenta sin fachada: salvo la cúpula, nada permite intuir la presencia, aquí, de un edificio religioso. Esto ha sido siempre objeto de debate: según varias hipótesis, construir la fachada del templo habría roto la simetría de la plaza. El arquitecto Guarini transforma la originaria plata en cruz latina de la iglesia en planta central constituida por un gran espacio octogonal encerrado en una estructura cuadrada. Desde aquí es posible acceder a un pequeño presbiterio elíptico transversal ligado al coro con decoraciones de mármol y oro. Da dinamismo el giro de las capillas laterales concebidas como independientes. El espacio asume así un ritmo elástico y rotatorio. La cornisa está compuesta de ocho superficies curvas que se conectan. El edificio se abre en altura, gracias a la cúpula y la linterna. La cubierta de la cúpula está sostenida por las columnas serlianas, está iluminada por ocho ventanales elípticos y atravesada por un sistema de nervaduras que forman una estrella de ocho puntas, cuya estructura de nervios cruzados evoca la arquitectura califal española,2 y en cuyo centro hay un octógono regular. Es esta extraordinaria cúpula geométrica3 lo más destacado de la iglesia. De particular valor es el altar mayor, que data del año 1680, uno de los más importantes de la Italia septentrional por su estilo innovador: dentro de este mismo altar, Guarini, que era fraile teatino, celebró la misa de consagración de la iglesia. Las columnas y los mármoles policromados, en fin, dan un particular color a todo el interior. Gracias a las reducidas dimensiones de la iglesia, es particularmente apreciada por su atmósfera íntima y recogida. Como obras civiles destacamos el palazzo de Carignano en Turín, con ladrillo y terracota, lo cual viene a demostrar una vez más el contacto de Guarini con el arte islámico. Tiene cuerpo central convexo, flanqueado por paramentos cóncavos que continúan después en dos alas rectilíneas. La puerta principal y el balcón sobre ella avanzan semicirculares sobresaliendo aun más en la fachada central convexa. Los ejemplos de Bernini y Borromini se hallan sabiamente enlazados con reminiscencias clásicas y con la arquitectura del ladrillo. EL LLAMADO CLASICISMO BARROCO TARDIO O BARROCO ACADEMICO DE CARLO FONTANA: AUDITORIOS OVALES Y ELIPTICOS .- Sobrino de Domenico Fontana, fue uno de los arquitectos más prolíficos de Roma. El clasicismo y la serenidad son las dos notas que determinan su estilo. Entre sus creaciones hay que citar Santa Margarita in Trastevere y San Biagio in Campitelli. De su legado, la fachada de San Marcello al Corso fue una de sus obras cumbres por su forma cóncava. En este proyecto queda constancia de la influencia que recibe de Bernini, Rainaldi y Borromini. Como teórico realizó un interesante estudio sobre monumentos tan significativos como San Pedro o el Coliseo. Es también autor de obras civiles como el Palacio de los Tribunales. Continuó la labor que había ejercido Bernini en el cargo de Arquitecto papal. Su primer trabajo independiente parece ser la iglesia de San Biagio en Campitelli, completada en 1665. Por deseo del Papa, Inocencio XI, su mecenas, construyó el inmenso edificio del Istituto Apostolico San Michele en Ripa Grande, estructurado alrededor de la iglesia; la capilla bautismal de la Basílica de San Pedro y unas ligeras modificaciones y finalización del Palazzo Montecitorio. A petición del Papa Clemente XI construyó los graneros públicos (Olearie Papale) dentro de las ruinas de las Termas de Diocleciano, el pórtico de la Basílica de Santa María de Trastevere y el cuenco de la fuente de el Templete de San Pietro in Montorio. Diseñó la librería Casanate de Santa Maria sopra Minerva, la estructura hemisférica de la cúpula de la catedral de Montefiascone, el casino del Vaticano y completó todos los modelos del edificio. Trabajó sobre todo en Roma, con la ayuda de sus sobrinos Girolamo y Francesco Fontana, pero también afrontó otras tareas, como la preparación y envío de los planos de la catedral de Fulda y los de los reales establos de Viena. También diseño los monasterios para los jesuitas de Loyola en España, justo en la ciudad donde nació el fundador de la orden, San Ignacio de Loyola. STEFANO MADERNO, PIETRO BERININI Y PIETRO TACCA.Stefano Maderno trabaja en Roma ya a finales del siglo XVI y su obra principal es la santa Cecilia, que data del año 1600, tan sencilla que podría pasar por clásica si no fuera por la herida del cuello, de un tremendo realismo. Ha servido de modelo a muchas esculturas yacentes, especialmente santos y mártires, con la idea de mostrar la muerte serena tras el martirio, en un contraste muy barroco. Mayor interés tiene Pietro Bernini, padre del gran Gian Lorenzo, que trabaja en lorencia, Roma y Nápoles. Su estilo es clasicista al principio aunque se vuelve más dramático en sus obras napolitanas, para retornar a un clasicismo manierista en las últimas obras, aunque con cierta falta de poder y de expresividad. De la época de Nápoles podemos citar la Madonna Della Gracia y de la época romana datan la Asunción de la Virgen de Santa María la Mayor, y San Juan, en San Andrea del Valle. Pietro Tacca es conocido sobre todo por su escultura ecuestre de Felipe IV, situado en la plaza de Oriente de Madrid. Fue uno de los grandes admiradores de Giambologna y le sucedió en el puesto que detentaba en la corte. Sus creaciones se inscriben en el manierismo tardío típico de Florencia. Prueba de ello son obras como: los Cuatro moros que realizó en bronce para el monumento de Fernando I en Livorno. En España realizó un Crucifijo destinado a la iglesia de El Escorial y la estatua ecuestre de Felipe III y Felipe IV. En este último adoptó un peculiar sistema para sujetar al caballo sobre las dos patas traseras FRANCESCO MOCHI: EL MOVIMIENTO Y LA INTERPRETACION PSICOLOGICA DE LA ESCENA.Mochi es alumno de Camillo Mariano y destaca en su obra La Anunciación, muy original por su movimiento y postura, puesto que significa el final del clasicismo y la clara apuesta por el Barroco. Aunque oscilando entre el preciosismo manierista y el dinamismo barroco, los novedosos e insólitos resultados que alcanzó Mochi no pudieron por menos que suscitar maravilla entre sus coetáneos y, a un tiempo, generar cierta incomprensión y recelo. La Anunciación está compuesta por las estatuas monumentales del ángel y de María, de prodigiosa y vehemente vitalidad, que imprimen mayor energía a las formas de origen toscano, en particular de Giambologna, iniciando sus encuentros con nuevas estructuras dinámicas y abiertas, sensibles a la luz y a los valores atmosféricos de tradición veneciana. En los espléndidos Monumentos ecuestres a Ranuccio y a Alessandro Farnese en Piacenza (1612-29), Mochi, subrayando, por un lado, la pura plasticidad de los grupos mediante un soberbio modelado, y solucionando, por otro, con espíritu plenamente barroco el problema planteado por la representación del movimiento continuo, fue capaz de crear dos obras de énfasis sostenido, de dinámica composición y formas abiertas y sensibles a la luz, perfectamente insertadas en el espacio urbano que las envuelve. Si en la primera el eco clásico del Marco Aurelio frenó su ímpetu inventivo, en la segunda (tras años de pruebas con el bronce) logró liberarse de toda rémora formal del Manierismo. De nuevo en Roma, ya dominada por Bernini, a quien parece que quiso emular, se aproximará a él con la teatral espectacularidad y el movimiento frenético, acentuado por los agitados pliegues, de su Verónica para el nicho de la primera pilastra de San Pietro de Roma (1629-40), pero todo lo que consiguió fue negarse a sí mismo y caer en un retórico y fatigoso artificio. EL TRATAMIENTO DE LA PERSPECTIVA, LA LUZ Y EL COLOR EN BERNINI: EL UNICO Y PRINCIPAL PUNTO DE VISTA Y LAS CONNOTACIONES PICTORICAS.-Gian Lorenzo Bernini fue el último humanista y trabaja para el papado, aunque varias veces cae en desgracia. Es también un buen arquitecto además de escultor. Bernini da ejemplo a todos los escultores europeos con su manera de trabajar, adquiriendo sus obras una piedad casi fanática, con una manera íntima y un tanto mística de ver la religión y que se hace patente en todos sus trabajos. Una de sus principales obras es la Transverberación de Santa Teresa, donde se deja ver en toda su profundidad la emoción del momento en el rostro, ropajes y ademanes de la santa. Hace también los sepulcros de los papas Urbano VIII y Alejandro VII o el David de la Cátedra de San Pedro. En todas estas obras elige el movimiento apropiado, el realismo más dramático, el misticismo más intimista o el clasicismo más elegante, sin abandonar el poder expresivo del Barroco, siguiendo fiel a su idea base de que lo fundamental está interiorizado en un pensamiento decidido, en una vitalidad intrínseca que recorre todas sus obras con gran potencia expresiva, aunque siempre contenida de alguna manera. Gian Lorenzo es hijo de Pietro, y se aprovecha de las enseñanzas de su padre. Le ocurre algo parecido a Miguel Ángel, que se siente piensa como escultor, algo que se ve en todas sus obras como arquitecto. Uno de los primeros trabajos es la Cabra Amaltea, que le señala como alumno aprovechado de las enseñanzas paternas y ejecuta un grupo de tan clara referencia a la plástica helenística, en concreto alejandrina, que, hasta el descubrimiento de la documentación, ha pasado por ser una obra propiamente griega. Hoy, sabemos que fue un encargo del cardenal Scipione Borghese. Aunque está formado en el manierismo que entonces impera, pronto abandona las tesis del mismo y muestra unos volúmenes con dinamismo y movimiento ascendente, usando la perspectiva centralizada, es decir, desde un punto único de vista, y no permite distracciones que devalúen el significado de la obra. En el Rapto de Proserpina y en Apolo y Dafne se ve claramente la idea. De la misma época es Santa Bibiana, de un clasicismo sereno, sin concesiones al dolor del martirio, salvo la simbólica palma y la expresión beatífica de entrega de la santa. Las vestimentas juegan con el claroscuro, y la formidable caída de pliegues dan fuerza expresiva al conjunto, aunque hay que anotar que el rostro es lo más importante de la obra, y en él se denotan los avances que el Barroco proporciona a un escultor todavía de corte clásico como es Bernini, que los sabe utilizar pero sin exageraciones. Otra de sus obras más importantes es el David, realizada en solitario con tan sólo 22 años de edad. Es la viva expresión de la energía y el movimiento, totalmente opuesto al David platónico de Beroccio y Donatello, y comparable en hermosura al de Miguel Ángel, al que supera en vivacidad pero pierde el intimismo. Es una obra de mármol, material que no tiene secretos para él. Su técnica escultórica no tiene que envidiar a la calidad de Miguel Ángel, aunque no se dedicará exclusivamente a este material, pues el bronce tampoco tendrá secreto alguno para este magnífico escultor. En ella quiere mostrarnos el espíritu combativo del barroco. Elige el momento en que David va a atacar al gigante Golliat, estando todo su cuerpo contraído, con unos músculos en completa tensión, con lo que demuestra el perfecto conocimiento que posee de la anatomía humana. El cuerpo se llena de energía y movimiento, pero es sobre todo en su rostro donde mejor se aprecia la energía del momento, con mirada violenta, mordiéndose el labio superior, los ojos fruncidos, la barbilla en tensión, son más elocuentes que esos músculos en tensión. Su David es de dimensiones humanas, humano, empequeñecido en su condición de mortal en la que radica su hermosura, frente al divino de Miguel Ángel cuya hermosura radica en su expresión, en su idealismo. En 1638 termina San Longinos, espectacular por su tamaño y postura, con los brazos abiertos y extendidos y el derecho empuñando la lanza que atravesó el costado de Cristo. Va vestido con una túnica y cubierto con un manto cuyo revuelo permite que en la obra haya claroscuros, con entrantes y salientes, y se observa también un ligero contraposto remarcado por la torsión del cuello y la cabeza en relación al firme asentamiento de los pies, lo cual indica la idea de unir lo clásico con lo barroco. La anatomía se presentan muy trabajada gracias al uso del trépano, y la perspectiva se toma desde un punto centrado, a lo cual contribuye el cerramiento en exedra por la postura del santo cuyo cuerpo forma una V con la lanza. De una época un poco posterior es la escultura de Santa María Magdalena de la catedral de Siena, en la cual observamos todavía un cierto goticismo en el exagerado alargamiento de los miembros, en las posiciones que respetan la “ley del marco”, o en el movimiento de los ropajes, que no sólo son expresivos y simbólicos, sino que también están espiritualizados de acuerdo a la temática de la obra. Una de las obras de mayor carisma es la Beata Albertoni, donde se recalca la serenidad espiritual, mientras los plegados de las vestiduras acompañan la intención mística del conjunto. De las obras al servicio del papado destaca el Baldaquino y la Cátedra de San Pedro, y los sepulcros papales, tanto de Alejandro VII como de Urbano VIII. En este último, en la parte central se representa el sarcófago, la muerte y el papa en su trono, de bronce con sobredorado en algunas partes, mientras que las figuras de la caridad con los niños y la Justicia están hechas de mármol blanco, con factura sensible y muy humana, que contrasta con el tono oscuro del bronce de la figura y la tumba del papa, que hace referencia a la muerte. Más interés todavía tiene la tumba de Alejandro VII, ya que se trata de un resumen de los conocimientos y experiencias de Bernini a lo largo de toda su carrera. El papa está en oración, en actitud de confiada entrega a su destino mortal. Las figuras laterales, de excelente anatomía y muy trabajados ropajes, ponen la nota humana e intimista, mientras que la parte más espectacular y desagradable de la muerte se reserva a un esqueleto que descorre la cortina de entrada al sepulcro. Aparecen otras figuras en segundo plano que asisten con cierto asombro a la escena. El Barroco posterior planteará el tema de la muerte de manera mucho más macabra, en consonancia con las ideas medievales, pero Bernini lo conjuga con las ideas clasicistas, más serenas y elegantes. No podía Bernini escapar al triunfo del individualismo sobre la colectividad, que hace florecer los encargos de hombres importantes que desean pasar a la posteridad. Destaca en este sentido el retrato de Paulo V, bastante elemental en su factura, y el del cardenal Scipione Borghese, que fueron ambos los descubridores de Bernini, aunque el retrato del cardenal está más logrado que el del papa, puesto que en él aúna la prestancia y la autoridad con la psicología y personalidad del personaje, que hace que la escultura parezca viva. Retrata también a su amante Constanza Buonarelli, hecho con una sencilla naturalidad, ni elegante ni fatua, captando la mirada en un momento determinado, sin pose ni preparación, sin adornos, con un vestido vulgar y los cabellos peinados descuidadamente. Todo el retrato comporta una idea de intimismo, de pasión contenida, con una mirada interrogante que comunica cierta sensación de angustia. Sin embargo poco tiempo continúa Bernini en esta línea, pues las circunstancias le obligan a volver a los retratos de importantes personajes, en donde predomina el orgullo, el sentido de realeza, dignidad y autoridad. Ejemplos de esta fase son los retratos de Francisco I de Este, o de Luís XIV de Francia. En este último, desde el manto a la peluca, hasta el movimiento y torsión de la cabeza, hasta las facciones del rey Sol se encaminan en la línea del retrato oficial en el que es necesario que la dignidad y la autoridad se reflejen sin duda alguna. Tampoco Bernini se escapa del encanto de las esculturas ecuestres y realiza una de Constantino que deja inacabada desde 1654 hasta 1668. Es de composición semejante a otra estatua ecuestre que había realizado del Rey Sol, pero que fue relegada a los jardines de Versalles, porque al monarca no le gustó. Aparece el caballo encabritado, el personaje con la mirada vuelta hacia el cielo y con un cuidado excelente en la factura de los ropajes, que confiere a toda la obra una sensación de poder y “auctoritas”, según la idea que la plebe tenía de los personajes que les gobernaban, como si el poder les viniese de la Divinidad. BIBLIOGRAFIA: HISTORIA DEL ARTE MODERNO, VOLUMEN III ( José Enrique García Melero) www.artehistoria.com www.wikipedia.com www.almendrom.com