oracional 151:Maquetaci n 1 21/9/09 15:23 P gina 1 Fascículo N.O 24 CAPÍTULO VIII: María, Madre de Mariannhill (VI) © BRADI BARTH oracional 151:Maquetaci n 1 21/9/09 15:23 P gina 2 Y TODA LA LUZ DE DIOS –CRISTO– SE POSÓ EN NUESTRA ORILLA –MARÍA– © BRADI BARTH Contemplemos a Cristo como el Sol, que nace de lo alto y contemplemos a María como aquella Luna que refleja la luz de dicho Sol. Veamos así cómo Jesús y María van siempre juntos y cómo la relación entre ambos pertenece a la entraña de nuestra fe. Si empezamos el camino por María es para llegar a Jesús como destino; si saludamos al lucero del alba es porque sabemos que la salida del sol es inminente. En definitiva honramos a la Madre por causa del Hijo y, queriendo ver al Hijo, le pedimos a la Madre: “Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”. Orientados por María, lucero del alba, emprendamos el viaje hacia Cristo, sol que nace de lo alto. El itinerario a recorrer está jalonado por estas etapas: estrella, luz, resplandor, candela, calor, fuego, incendio, lumbre. 2 [186] oracional 151:Maquetaci n 1 21/9/09 15:23 P gina 3 ESTRELLA La estrella, al espolear la vida apacible de aquellos sabios de oriente, les urge a emprender un incómodo viaje para encontrar a alguien muy especial, del que ella misma era su señal. Guía segura para el camino, la estrella desaparece cuando confunden al rey de Jerusalén con el Rey de Belén. Habiendo encontrado Jesús, la estrella empieza a lucir en el firmamento interior de aquellos sabios, que vuelven a casa por otro camino. Esa estrella luminosa y exigente es Dios mismo, ayudándonos a reconocer la mentira y fugacidad de los ídolos. Esa estrella también es Cristo, iluminando nuestra conciencia, orientándonos hacia la meta, amonestándonos contra lo que nos empobrece. Y detrás de la estrella también podemos reconocer a María, que tiene por misión avisar de la inminente aparición del Sol. Fiel esclava y generosa colaboradora del plan salvador de Dios, María inquieta a los hombres para que no se conformen con lo dado y miren hacia lo alto. María impulsa y guía a los que buscan a Dios. María avisa, ocultándose, cuando confundimos a Dios con los ídolos. María nos introduce en la casa de la Iglesia, mostrándonos a Jesús, para que le adoremos y le hagamos la ofrenda de nuestra vida. María nos urge a compartir la alegría del hallazgo y a retornar a nuestra morada personal por ese otro camino que se llama conversión y vida nueva. LUZ La luz define la naturaleza del mismo Dios, quien envió al mundo a su Hijo, como luz del mundo. La luz de Cristo recibida en el bautismo nos urge a caminar como hijos de la luz y a ser nosotros mismos misioneros de esa luz. Llamados a ser amigos de la luz, conservamos limpio y abundante el aceite de nuestras lámparas, pues con esa luz debemos salir al encuentro del Señor. Iluminada por Dios, María colaboró para que brillara en medio de la oscuridad del mundo la anhelada luz de Cristo. Cuando dio a luz al Salvador en la cueva de Belén, no se lo guardó para sí, sino que lo alzó y lo presentó ante la faz de todos los pueblos. Recorrió el camino de su existencia vital, guiada por la luz de su Hijo, guardándole fidelidad de discípula, al no permitir se apagara en ella la luz divina. Habitando ahora en la ciudad de la luz, María no deja de trabajar para que la Iglesia, sacramento de la luz, no cese en su misión de presentar a Aquél que ha venido para iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte. María ha sido la que ha dado a luz en nosotros la vida nueva de los hijos de Dios el día de nuestro Bautismo. Si en esta luz nos mantenemos y al resplandor de la misma caminamos, llegaremos también al país de la luz, iluminado día y noche por la luz misma del Cordero degollado y vencedor. 3 [187] oracional 151:Maquetaci n 1 21/9/09 15:23 P gina 4 RESPLANDOR Siendo Cristo el resplandor de la verdad, vivir al amparo del mismo es edificar la propia vida sobre roca. Vivir rodeados de las tinieblas de la mentira es levantar la propia existencia sobre arena. Corremos tras el resplandor de la verdad, porque necesitamos un punto de referencia que oriente nuestra existencia y que dé sentido a nuestro vivir y a nuestro morir, a nuestro obrar y a nuestro padecer. Silenciosamente hermosa, María resplandece sobre nuestro caminar diario. La que pisó la cabeza de la serpiente embustera siempre está preparada para salir al quite de los que, alguna vez, nos dejamos enredar por las tinieblas del error y no seguimos el camino de la verdad. Intercesora para que siempre triunfe en nosotros la verdad de su Hijo, María también es modelo luminoso y maestra resplandeciente a la hora de orientarnos y enseñarnos a vivir y actuar según la verdad. Así lo hace con su palabra acertada y segura, con su silencio elocuente y convincente. Pero su orientador magisterio alcanza toda su eficacia gracias a su misma existencia: Ella vivió en la verdad y actuó según los dictámenes de la misma. Por ello cuando nos acercamos a María percibimos de inmediato la solidez y la coherencia de alguien que ha hecho de Cristo su verdad y al resplandor de la misma vive, obra, sufre y muere. CANDELA La candela, sea lumbre para cocinar o lámpara para alumbrar, no tiende a llamar la atención. Pero, ¿qué sería de nosotros sin la candela? Hagamos el elogio de la delicada candela de la normalidad. Gracias a ella nuestra existencia humana y nuestra vida cristiana tienen el gusto del hogar caliente y luminoso. Maravillosa aventura aquella de poder vivir en cristiano nuestra vida cotidiana. En el interior del hogar de Nazaret la vida cotidiana y sencilla de sus moradores se regía por la candela de la normalidad. Quiso Dios que la normalidad fuera la característica de aquel hogar. Allí todo transcurría con normalidad: los trabajos de José y los quehaceres de María; los juegos y los rezos del Niño; los silencios de José, las meditaciones de María y el crecimiento del Niño en edad, sabiduría y gracia; la muerte del marido y la vida de una viuda con su hijo único; la marcha de Jesús y la soledad de María. Todo tan normal como normal era la candela, donde aquella familia cocinaba y a la luz de la cual vivía. Pero aquella pasmosa normalidad estaba transida por el misterio de Dios, que llenaba la casa, las existencias y las almas de cada uno de sus moradores. Gracias a la candela de Nazareth la vida cristiana tiene el gusto del hogar caliente y luminoso. 4 [188] oracional 151:Maquetaci n 1 21/9/09 15:23 P gina 5 oracional 151:Maquetaci n 1 21/9/09 15:23 P gina 6 CALOR La fuente del amor cristiano está en Dios mismo, que es Amor. Siendo Dios hoguera ardiente del amor, acertada es la imagen del calor para hablar de la caridad cristiana y evangélica. El amor de Dios hacia el hombre hace cálida la vida de los hombres. Con el calor del amor de Dios en nosotros podremos luego devolverle amor y repartir a los demás el calor mismo del amor. Dios bendijo a María con todo su amor y por ello pudo María devolverle a Dios el fiat de su amor y realizar más tarde un viaje de caridad para atender a su prima Isabel, uniendo así el amor al prójimo y el amor a Dios. Llena del amor de Dios, María amó a Jesús y a José, poniendo calor en aquel hogar sagrado de Nazaret. Jesús y José eran sus prójimos más próximos con los que compartió el calor del amor con gestos concretos propios de una madre y de una esposa. El amor de María, como el de todas las madres, no conocía el límite ni la medida, ni esperó nunca recompensa alguna. Recordemos cómo amó María a la Iglesia naciente, acogiendo como hijos a los discípulos de su Hijo, sin echarles jamás en cara su cobardía al dejar a su Jesús abandonado en los momentos más críticos. Y no olvidemos que María sigue amando desde el cielo a todos los discípulos de su Hijo, que bien se están purificando o se encuentran peregrinando. FUEGO Nadie nunca logró encadenar el Evangelio. El fuego del Evangelio se las arregla para llegar a los oídos y transformar los corazones de todos los hombres y mujeres. Los que hemos experimentado el fuego de la salvación de Jesús hemos de fomentar un espíritu católico de apertura y generosidad. Compartamos todo aquello que estimamos de gran riqueza y valor para nosotros. María, portadora del fuego divino y misionero, colaboró para que el Salvador pusiera su tienda entre nosotros. Pero no se lo guardó para sí: lo expuso a la contemplación de todos y lo entregó a todos. ¡Cuánto bien nos hizo María al sembrar en nosotros a Jesús! Y así nos evangelizó. Pero María también es sembradora apostólica por sus palabras y silencios, por sus obras y ejemplo de vida, por la práctica de las virtudes y por la contemplación de sus imágenes. Su presencia activa en medio de los discípulos de su Hijo, en los inicios de la vida de la Iglesia, le hace ser merecedora del título Reina de los apóstoles. Desde el cielo sigue María realizando hoy la sementera de la mejor de las semillas: la del Evangelio. Como miembros de una Iglesia, que es misionera por naturaleza, debemos ser fuego misionero en medio del mundo, sembrando por nuestra manera de ser, vivir y hablar la buena semilla del Evangelio. 6 [190] oracional 151:Maquetaci n 1 21/9/09 15:23 P gina 7 INCENDIO Si el hombre se expusiera al incendio del reino de Cristo, notaría cómo se ve sanado, salvado y renovado de raíz. Nadie jamás saldrá perdiendo al escoger a Cristo por Rey; antes al contrario, el hombre todo lo gana exponiéndose al incendio del reino de Cristo. Este Rey mendigo también nos pide que colaboremos con Él y con el incendio de su reino, siendo voceros y constructores del mismo. Ahí tenemos a María, mujer nueva y renovada, porque supo dar cabida en ella al incendio de su Hijo. Ahí tenemos a María, que ahora es reina con su Rey y Señor, porque supo primero ser su esclava y colaboradora. Ahí tenemos a María, que se vio promocionada y alcanzó el máximo de sus posibilidades en cuanto ser humano, porque colaboró para que llegara a este mundo Cristo Rey y, con Él, el incendio de su reino. Sin alejarse jamás de nosotros, se levanta María ante nosotros como el ideal y el referente último de nuestra vocación humana y cristiana. Nada perdió y, en cambio, todo lo ganó sometiéndose al que era a la par su Hijo y Señor. María pudo someterse a Cristo Rey porque no dejó de pisar nunca la cabeza del príncipe de este mundo. María, la Inmaculada, la llena de gracia, la toda Santa, la que no conoció el pecado, siempre nos ayudará a someternos a Dios y a enfrentarnos con el Diablo. LUMBRE Las bienaventuranzas nos proponen un mundo opuesto y no sólo distinto al actual. Las bienaventuranzas nos recuerdan que la mirada de Dios no es como la de los hombres. Las bienaventuranzas transforman el mundo en su raíz. Para vivir según ellas hay que ser muy valientes y esforzados. Quien vive según este proyecto de Dios aporta a la humanidad la consistencia de la lumbre bienhechora María llevó una vida según las exigencias del Evangelio de su Hijo, al vivir según las bienaventuranzas, que fueron también el sueño y el proyecto de Dios para su vida. Y porque fue constante y perseverante en este empeño, Dios puso en ella su mirada de complacencia. El fuego recibido, por la constancia y la perseverancia, se convirtieron en María en lumbre bienhechora. María ha venido a ser brasero de lumbre evangélica. Ella se preocupa para que los discípulos de su Hijo vivan el Evangelio de las bienaventuranzas y no dejen se apague en ellos su lumbre, convirtiéndose en ceniza inservible. También se ocupa para que en este mundo, que sufre del permanente frío del egoísmo y del incomprensible alejamiento de Dios, no falte quien ponga en él brasas de lumbre bienhechora, al vivir según el Evangelio de las bienaventuranzas. 7 [191] oracional 151:Maquetaci n 1 21/9/09 15:23 P gina 8 Invoquemos a Ntra. Sra. de la Presentación, Santísima Virgen de la Candelaria, y Madre de Mariannhill: María, tú que eres dulce, clemente y piadosa, vuelve hacia todos nosotros tus ojos misericordiosos. Espéranos en la meta, ábrenos la puerta; y muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Sigue, mientras tanto, rogando por nosotros, ahora mientras es tiempo de caminar y en aquella hora en que nos recogerás cansados en tu regazo. Dormidos en ti, el rocío de tus lágrimas nos hará despertar en Dios. Amén. © GEREON CUSTODIS CPS