El Enemigo Interno. Subversión en el ámbito educativo

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El Enemigo Interno.
Subversión en el ámbito educativo
Facundo Cersósimo
Prof. de Historia, UBA
“Hasta el presente, no hemos tocado sino una parte emergente del iceberg
en nuestra guerra contra la subversión […] Ahora, nos hace falta destruir las
fuentes que forman y adoctrinan a los delincuentes subversivos, y estas fuentes
se encuentran en las universidades y en las escuelas secundarias.”
ACDEL VILAS
El objetivo del presente trabajo es
demostrar la amplitud del concepto
de enemigo interno que manejaron las
Fuerzas Armadas Argentinas, el Ejército
en particular, durante la última dictadura militar.
Para ello me centraré en el ámbito educativo, utilizando como fuente
un documento publicado por el
Ministerio de Cultura y Educación
titulado “Subversión en el ámbito
educativo. (Conozcamos a nuestro
enemigo)”, de 1977.
Si bien existen artículos y obras que
hacen referencia al problema de la
educación durante la última dictadura
militar, y particularmente a dicho
documento, los enfoques propuestos
son más pedagógicos que históricos.
Para un desarrollo más claro el trabajo se encuentra dividido en tres partes. En la primera describo brevemente
cómo se introduce la Doctrina de
Seguridad Nacional (DSN) y el concepto de enemigo interno en la Argentina.
En la segunda, me avoco más detenidamente a analizar cómo se refleja en
el ámbito educativo la aplicación de la
DSN, mostrando la redefinición más
amplia que cobra dicho concepto.
Aquí es donde se trabaja la fuente
seleccionada. Finalmente, en las conclusiones, destaco las particularidades
del “modelo argentino” a partir de lo
visto en el último apartado.
Mirando hacia el viejo continente
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial el ejército francés debe enfrentar
en la península de Indochina a los
guerrilleros del Viet Minh al mando de
Ho Chi Minh. Después de estar años a
la defensiva, las tropas vietnamitas
deciden atacar en Cao Bang, donde
derrotan por primera vez a los franceses. Sin embargo, es en los primeros
General Acdel Vilas.
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Ho Chi Minh.
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meses de 1954 cuando los ejércitos de
la IVa República sufren su peor derrota
en una guerra colonial, en la batalla de
Dien Bien Phu. Esta humillación para el
ejército francés es seguida por una
mesa de negociación con los vietnamitas que da como fruto los Acuerdos
de Ginebra de 1954. A partir de allí
queda dividido el territorio de Vietnam,
por el paralelo 17, en dos Estados.
En noviembre del mismo año, sin
tiempo para recuperarse del golpe
recibido, se inicia un nuevo conflicto
en otra colonia francesa: Argelia. Producto de la experiencia reciente,
comienzan a producirse cambios hacia
el interior del ejército francés, impulsados particularmente por oficiales
subalternos que estuvieron en el territorio de Vietnam, y observan cómo la
tradicional preparación para guerras
convencionales ya no es eficaz ante un
enemigo que usa las técnicas de la
guerra de guerrillas. Charles Lacheroy
es uno de los principales teóricos de lo
que comienza a llamarse la guerra
revolucionaria, y el responsable de
introducir dentro de la Escuela Superior de Guerra de París estas teorías.
Para 1954 la promoción nº 68 inaugura
una comisión llamada “Guerra ideológica: enseñanzas de la guerra de Indochina”, para los oficiales que estudian
en esa casa de estudios.
Lo central de la nueva concepción
de la guerra revolucionaria es que el
enemigo no presenta batalla abiertamente sino que se mezcla con la
población civil como un pez lo hace
en el agua, retomando la frase de Mao.
Por lo tanto es necesario retirarle el
agua, aislarlo y derrotarlo. Para ello
cobra vital importancia la obtención
de información mediante los aparatos
de inteligencia, como también la guerra psicológica para obtener el apoyo
de la población.
Por otro lado, estos cambios se producen en el marco de la Guerra Fría;
cualquiera que se oponga al orden
occidental y cristiano pasa a ser un
agente del comunismo internacional.
Las fronteras con el enemigo ya dejan
de ser geográficas y pasan a ser ideológicas, es decir que el enemigo está
dentro de la misma población civil. Es
así que el nuevo conflicto en Argelia
no es interpretado por el ejército francés como una guerra colonial sino
como una lucha contra el comunismo.
Durante esta coyuntura que viven
las tropas francesas en Argelia es cuando el Ejército argentino comienza a
formarse en la nueva concepción de la
guerra revolucionaria. En 1957, a dos
años de ser derrocado Juan D. Perón y
en pleno proceso de “desperonización”
del Ejército, se incorpora en la Escuela
Superior de Guerra (ESG) una misión
militar francesa integrada en un
comienzo por los tenientes coroneles
François Pierre Badié y Patrice R. Jacobe de Nourois, sumándose más tarde
los tenientes coroneles Robert Louis
Bentresque y Jean Nogués. Entre 1957
y 1962, año en que finaliza la misión,
se encargan de dictar cursos en la ESG
y publicar artículos en la revista de
dicha institución. Allí brindan las enseñanzas necesarias para capacitar a los
militares argentinos en la guerra subversiva (terminología ofrecida por los
mismos franceses), tocando todos los
temas atinentes a la misma: guerra psicológica, obtención de la información
mediante técnicas de tortura, etc. Pero
la misión no sólo abarca un contingente que enseña dentro de la ESG, sino
que los primeros dentro de su promoción son enviados a Francia a realizar
cursos en diferentes centros de estudio, especialmente en la Ecole Supérieure de Guerre de París. Al regresar, la
mayoría de los oficiales ocupan un
lugar importante dentro de la ESG,
como directores, subdirectores o en la
revista de la institución donde narran
sus enseñanzas. Entre los que enseñan
allí se encuentran el coronel Carlos
Rosas, los tenientes coroneles Pedro
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Tibiletti, Cándido Hure, Manrique M.
Mom y Alcides López Aufranc.
La impronta francesa dentro del
Ejército en los años que dura la misión
militar es fundamental para comprender el accionar durante la última dictadura. Si bien hacia 1962 la influencia
comienza a decrecer, incrementándose los vínculos con los Estados Unidos,
en este período se sientan las bases
teóricas y prácticas en la lucha contra
lo que denominan la subversión.
Entre los años 1961 y 1963 ya se
pueden observar los primeros frutos
de la nueva formación. En octubre de
1961 se realiza en Buenos Aires el primer curso interamericano de guerra
contrarrevolucionaria. En 1962 se
redacta un manual teórico y práctico
titulado Instrucciones para la lucha contra la subversión, publicándose en el
mismo año la obra Guerra revolucionaria comunista, del entonces coronel
Osiris Villegas. Además, en estos años,
Carlos Rosas, desempeñándose como
Jefe de Operaciones del Estado Mayor,
realiza el operativo Hierro Forjado, donde se cuadricula el territorio en diferentes zonas, subzonas y áreas, técnica
similar a la utilizada por los franceses
en Argelia.
En testimonios posteriores son los
mismos militares argentinos quienes
reconocen su deuda con los franceses. En una entrevista que le concede
a la periodista francesa Marie-Monique Robin en mayo de 2003, el general Ramón Díaz Bessone, uno de los
principales ideólogos del Ejército y,
como veremos más adelante, responsable de redactar el documento que
analizamos en el próximo apartado,
manifiesta que “en materia de guerra
revolucionaria, la influencia de sus
compatriotas fue absolutamente capital […]. Lo principal que nos enseñaron es que para luchar contra una
agresión revolucionaria o subversiva,
hay que tener un buen aparato de
inteligencia, de lo contrario no se
puede hacer nada contra un enemigo
que no lleva uniforme y que por lo
tanto es imposible de identificar”.
Por otro lado, Jorge Rafael Videla,
primer presidente de la dictadura,
comenta en agosto de 1998 que “la
decisión de atacar la subversión de la
manera en que lo hicimos no se tomó
de un día para otro. La incorporación
de la doctrina operativa ya era antigua,
al igual que la hipótesis de una subversión interna. Se remonta a 1962, con la
experiencia de Argelia. El hecho de
dividir el país en cinco zonas y cada
una de ellas en subzonas, existía desde
hacía largo tiempo. Cuando llega 1976,
lo único que queda por hacer es
desempolvar la alfombra”.
Bajo la concepción de que el enemigo es interno, la población en su
totalidad se transforma en sospechosa:
“La generalización (y el abuso) de la
idea de que el enemigo puede estar
escondido entre la población, divide
en forma maniquea a toda la sociedad,
transformando a todo opositor no ya
en un aliado potencial del comunismo
sino en subversivo”. Es así que un lugar
donde las Fuerzas Armadas ponen
énfasis en el control y la lucha contra
la subversión, es el ámbito educativo,
según los militares, sitio clave de infiltración comunista.
Subversión en el ámbito educativo
El concepto de enemigo interno
cobra en la Argentina una amplitud
mayor que en el caso francés, ya que la
política de desaparición sistemática de
personas, original del modelo argentino, repercute no sólo sobre integrantes de una organización político militar, sino también sobre cualquier persona que, para las Fuerzas Armadas,
pueda ser considerada colaboradora o
perturbadora de la sociedad occidental y cristiana: obreros, empresarios,
sacerdotes, deportistas, conscriptos,
artistas, periodistas, personas vinculadas a ámbitos educativos, etc. En este
Massera, Videla y Agosti, los dicatores responsables
del golpe del ‘76.
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Dos libros prohibidos por la dictadura.
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último caso nos detendremos a analizar una fuente primaria.
Como lo indica la frase del general
Acdel Vilas que encabeza el trabajo,
uno de los objetivos centrales para los
hombres que dirigen el Estado Terrorista luego de 1976 es eliminar también
las fuentes que adoctrinan y forman a
los subversivos. Según el análisis que
efectúan las autoridades militares,
aquellas se hallan no sólo en las Universidades, sino también en las escuelas secundarias, primarias y hasta en…
los jardines de infantes.
En 1977 se elabora un documento
titulado “Subversión en el ámbito educativo. (Conozcamos a nuestro enemigo)”. El mismo es publicado por el
Ministerio de Cultura y Educación, a
cargo en ese entonces de Juan José
Catalán. Es conocido informalmente
como el “documento Díaz Bessone”
(debido a quien se indica como autor),
por entonces Ministro de Planeamiento de la Nación y consta de cuatro
capítulos y una serie de anexos. Entre
los objetivos a alcanzar se menciona
“la vigencia de los valores de la moral
cristiana, de la tradición nacional y de
la dignidad del ser argentino”, además
de que “los docentes conozcan mejor
a los enemigos de la Nación y (…) que
las generaciones venideras puedan
decir de los educadores de hoy que
cumplieron con su deber”.
El documento parte de la concepción de que el comunismo se propone ganar las mentes de la población y
que para ello se infiltra en los centros
de formación. Así aparecen semejanzas con la obra Guerra revolucionaria
comunista, mencionada anteriormente.
En ella se anota dentro de un apartado, bajo el título “Infiltración”, que la
misma “consiste en el despliegue de
la infraestructura comunista en todos
los planos de la vida nacional, en
especial en los centros formativos de
la clase intelectual (escuelas, colegios,
universidades)”.
Como el comunismo se propone,
según la DSN, actuar sobre las mentes
de las personas desde la infancia, el
folleto ministerial se enfoca en los
ámbitos preescolar y primario. Así,
observamos un apartado que trata
exclusivamente de tales niveles. La
justificación es que “…se ha advertido
en los últimos tiempos una notoria
ofensiva marxista en el área de la literatura infantil. En ella se propone emitir un tipo de mensaje que parta del
niño y que le permita ‘autoeducarse’
sobre la base de la ‘libertad y la alternativa’”. Esto lleva a la prohibición de
una cantidad importante de libros
destinados al público infantil, como
Un elefante ocupa mucho espacio de
Elsa Bornemann o El Principito de
Antoine de Saint Exupéry, entre otros.
Aquellos cuentos que demuestran
una ‘ilimitada fantasía’, que tratan
temas alejados de ‘nuestra realidad’ o
que muestran aspectos ‘sórdidos’ de la
vida (pobreza, migración, analfabetismo, pesimismo) son censurados.
Investigaciones sobre la política
educacional de la última dictadura
militar califican a la misma como pedagogía de la sospecha. Es la concepción
de que toda la población se transforma en posible colaboradora de la subversión, pero aplicada al interior del
ámbito educativo. De esta manera se
llega a la paranoia de prohibir la matemática moderna por servir a la difusión
del marxismo debido a su relativismo,
su condición enigmática, su negación
de los postulados de la lógica formal y
las similitudes entre la teoría de los
conjuntos y el comunismo en la primacía de lo colectivo y la agrupación.
Sin embargo, el documento no se
enfoca principalmente en el ámbito de
la educación preescolar y primaria,
sino más bien sobre los niveles secundario y terciario y universitario, en los
cuales actúan más abiertamente las
BDSM (Bandas de Delincuentes Subversivos Marxistas), siglas utilizadas en
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el lenguaje castrense. El agudo análisis
militar detecta que el marxismo
comienza a penetrar en la Universidad
desde la Reforma de 1918. Luego,
dedica largas páginas a describir las
organizaciones que actúan en esos
niveles, como la Unión de Estudiantes
Secundarios (UES), la Juventud Universitaria Peronista (JUP), la Juventud
Guevarista (JG), etc., detallando sus orígenes, objetivos y acciones. Remarca
que los fines de las mismas en el ámbito de la cultura y la educación son: 1)
captar ideológicamente a la juventud,
futura conductora de la Nación, que
en sucesivas generaciones alcanzará y
mantendrá el dominio del Estado bajo
el yugo marxista, 2) reclutar adeptos
para engrosar las filas de sus actuales
organizaciones, 3) evitar la modificación de planes y sistemas que pudieran perjudicar sus objetivos disociadores y su prédica marxista encubierta, 4)
mantener encubierto al personal
docente partidario. Divide, en forma
maniquea, entre “los alumnos que sólo
buscan un título para desempeñarse
en la vida” y los agentes subversivos
que quieren cooptarlos mediante
reclamos aparentemente justos como:
“por una mayor capacidad estudiantil”,
“que no haya limitación para el ingreso”, “comedor universitario”, etc.
Así se concibe a la subversión
como un agente externo ajeno a la
civilización occidental y cristiana que
viene a intoxicar el organismo, en este
caso la Nación Argentina. Por eso es
necesario extirparlo. Se retoma un
viejo discurso en nuestra historia, vinculado al organicismo, que había sido
utilizado a fines del siglo XIX y principios del XX, referido al inmigrante
europeo, principalmente judío. En el
caso de la última dictadura militar
esta ideología reaparece, mediada
ahora por la concepción de la guerra
contrarrevolucionaria, y por una idea
de lo que se denomina guerra justa,
proporcionada por la Iglesia Católica,
donde recuperan autores como San
Agustín, Santo Tomás, Francisco Suárez, entre otros. En este nuevo contexto el virus es el subversivo, y para extirparlo es lícito cualquier método. El fin
justifica los medios y la absolución del
pecado por parte de la Iglesia.
Conclusiones
A partir de lo descripto se pueden
visualizar los alcances que tiene para la
última dictadura militar el concepto de
enemigo interno. A diferencia del caso
francés, se le da aquí una amplitud
mayor: no es sólo un integrante de
una organización político militar, sino
todo aquel que, según argumenta la
dictadura, propaga ideas contrarias a la
civilización occidental y cristiana. Quiénes son los que propagan estas ideas
queda a consideración de los máximos
responsables del gobierno militar.
Por lo tanto, como declara Ramón
Díaz Bessone en 1982, el objetivo central no es eliminar a la guerrilla, como
muchas veces se argumenta: “El motivo del derrocamiento del gobierno
peronista en marzo de 1976, no fue la
lucha contra la subversión (…). Nada
impedía eliminar a la subversión bajo
un gobierno constitucional (…). La
justificación de la toma del poder por
las Fuerzas Armadas fue clausurar un
ciclo histórico”. Para clausurarlo es
necesario atacar fundamentalmente
Roger Trinquier, teórico francés de la Doctrina
de la Seguridad Nacional seguida por los
militares argentinos
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Rafael Videla y Ramón Díaz Bessone.
los sindicatos, a través de sus delegados y comisiones internas, los ámbitos
culturales, los religiosos ligados a la
Teología de la Liberación, los ámbitos
educativos en todos sus niveles, etc.
En este trabajo nos detuvimos a
analizar el último caso a través de un
documento emitido por el Ministerio
de Cultura y Educación. Allí observamos no sólo la influencia francesa
sino también la particularidad del
modelo argentino, adicionándole a la
DSN ideas del organicismo de fines
del siglo XIX y de la guerra justa proporcionadas por la Iglesia Católica
argentina.
Mostramos cómo recae la sospecha sobre la totalidad de la población
civil y hasta entre los propios pares de
la fuerza. Así, el documento utilizado,
emitido por las autoridades militares,
fue sacado de circulación porque
podía favorecer los designios del enemigo, ya que los docentes lo estarían
utilizando para explicar la ideología del
comunismo. Por lo tanto el enemigo
interno cobra límites difusos, sin una
frontera clara entre quienes son o no
posibles sospechosos. Como lo menciona uno de los máximos teóricos
franceses en la DSN, Roger Trinquier:
“Todo individuo, toda organización
que, de alguna manera, favorezca los
designios del adversario será considerado enemigo y tratado como tal”.
Treinta mil personas fueron consideradas enemigas y tratadas como tales.
Este modelo se complementa con
una práctica (trágica originalidad
argentina) como es la desaparición sistemática de personas. Más trágico aún
es que se exporta a países de Centroamérica dada su “efectividad”. De las dictaduras del cono sur, la Argentina es
visualizada como la que mejor combate a la subversión. Así es que asesores
argentinos entrenan a militares de
otros países, concibiendo a estas acciones como parte de la misma guerra a
nivel mundial. Ya derrotado el enemigo
fronteras adentro, ahora es el turno de
ir a buscarlo al exterior.
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