libertarias reflexiones sobre organización e ideas - red

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reflexiones sobre
organización e ideas libertarias.
Libertar
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R
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el gozo del viento
de la libertad
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reflexiones sobre
organización e ideas libertarias.
«El anarquismo no es una solución definitiva a todos los
problemas humanos, ni la Utopía es un orden social perfecto
(como se la ha llamado a menudo), puesto que, en principio,
rechaza todo esquema y todo concepto absoluto. No cree en
ninguna verdad dogmática ni en ningún objetivo final
definitivo para el desarrollo humano, sino en una
perfectibilidad ilimitada de los modelos sociales y de las
condiciones de vida humana, que siempre se esfuerzan por
llegar a formas más altas de manifestación y a las que, por esa
misma razón, no se les puede asignar un limite preciso ni
asignar una meta final». Rudolf Rocker
De la resistencia a la revolución social.
En los miles de focos de resistencia social germinan ámbitos de
comunidad, que revolucionan socialmente las relaciones entre las
personas y socavan las condiciones materiales que las sustentan. Es
la revolución social que acabará con el monstruo capitalista de la
globalización, con el poder de las empresas e instituciones
transnacionales aboliendo la dominación patriarcal, el militarismo, el
racismo y la xenofobia, abriendo paso a una convivencia en paz del
género humano con el planeta. Es el sueño de la libertad y la equidad
que germinan en miles y miles de corazones. La historia no está
escrita de antemano, todo es posible, el genero humano es capaz de lo
peor... y de lo mejor.
La lucha social es imparable. En Chiapas, Corea o París, en todo el
mundo, los movimientos sociales de los indígenas, de los
trabajadores, los parados o las mujeres desarrollan un combate que
no puede frenarse o aniquilarse por la fuerza de las armas de los
ejércitos, las policías o la violencia machista. Son movimientos
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sociales, expresiones de luchas, de resistencias, de vivencias y
alternativas, de organizaciones. Los estados a lo largo de la historia
han combatido a otros ejércitos, a guerrillas, a enemigos
jerarquizados; han desarticulado y desmembrado luchas sociales
dependientes de cúspides y vértices, de vanguardias, jerarcas y
dirigentes, pero qué puede hacer un ejército que no tiene atalaya que
tomar, la policía ante un inexistente comando central, ¿puede el
patriarcado salvarse matando a todas las mujeres?.
Si algo nos enseña la historia a lo largo de los siglos (sobre todo en los
dos últimos) de asaltos a fortalezas, castillos y palacios de invierno, es
que las revoluciones no se hacen de la noche a la mañana, no tienen
una fecha determinada en el calendario, ni un lugar central en el
espacio. Desde la Comuna a la Revolución Rusa la experiencia nos
muestra la toma del poder político o de la calle de forma momentánea,
ya sea por días o por años, pero no la continuidad revolucionaria. Los
cambios sociales no son fruto de una batalla final o crucial, la
revolución social no es un momento por muy estratégico que sea, es el
fruto madurado lentamente, producto de miles y miles de luchas
sociales que generan contrapoder, alternativas, cambiando las
relaciones de producción, los hábitos de consumo, la cultura, el poder
político, la microfísica del poder, las relaciones con nuestro medio
natural. Esto también nos lo enseña la historia. Existieron siglos
oscuros y pueden venir largos períodos donde la explotación y el
desorden social dominen, pero si en la negra noche de la explotación
se encienden luces y el desorden deriva en resistencia social
podemos asegurar que la aurora se acerca; para vislumbrar el alba
nos falta un movimiento antagonista, sincronizado, estrategias que
hagan posible pasar de la resistencia a la revolución social.
El inmenso error cometido en los dos últimos siglos es querer combatir
al enemigo capitalista con sus mismas armas y estrategias. No se
puede combatir a una sociedad militarizada creando un ejército, ni a la
explotación capitalista aceptando sumisamente la mediación salarial,
o pretender el final del patriarcado con la asunción de roles machistas
por parte de las supermujeres. Al igual que la reapropiación social de la
riqueza y la cultura de la diferencia son respuestas estratégicas
adecuadas al capitalismo y al patriarcado, la forma de organizarnos,
de relacionarnos en los movimientos sociales también forman parte de
una estrategia.
Durante más de cien años (entre 1870 y 1970) en el seno de la clase
trabajadora, del movimiento obrero -el sujeto revolucionario por
excelencia- se formaron partidos y sindatos como modelos
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organizativos con tareas bien repartidas y definidas. El partido obrero
ostentaba la dirección política y la capacidad estratégica, el sindicato
la capacidad de movilización social y las variables tácticas. Este
esquema organizativo tiene su vairable leninista a partir de la escisión
bolchevique en Rusia en los primeros años del siglo XX. Variante
radical que perfila nítidamente el papel centralista y ejecutivo de la
vanguardia política, lo que tendría graves consecuencias
organizativas en demérito de la democracia interna de los partidos y
contribuyo a reforzar la división de funciones entre la vanguardia
revolucionaria -el partido- y la organización de masas, el sindicato. En
este período destaca como anomalía organizada, el sindicalismo
revolucionario, que rechaza la división de funciones en las
organizaciones del movimiento obrero, rechaza el ser correa de
transmisión de nadie y defiende con pasión su autonomía, su
independencia para porclamar en los estatutos y en la acción
cotidiana los objetivos de emancipación social.
El partido-vanguardia es una organización donde funciona el
denominado "centralismo democrático", que en el mejor de los caso
se traduce enla discusión democrátia de la estrategia (porque sólo
podía haber una correcta) y la disciplina más ferrea en la unidad de
acción impuesta por los órganos centrales que se encargan de dirigir
la ejecución de lo acordado. Los buenos ejemplos han sido
excepcionales en la corta historia de los partidos-vanguardia. Los
comités centrales y las ejecutivas han dirigido los debates a su antojo
condicionando a su favor los acuerdos programáticos, que ellos
mismos se encargarán de hacer cumplir. Si a todo ello le añadimos, la
fuerte jerarquización que se impone en las organizaciones partidarias
de las estrategias insurrecionalistas y los largos períodos de
clandestinidad, el resultado es un funcionamiento militarista similiar a
la forma-estado en los partidos obreros de vanguardia de la primera
mitad del siglo XX: los partidos comunistas.
Los sindicatos de masas reproducen orgánicamente el "centralismo
democrático" del partido-vanguardia o de los partidos
socialdemócratas. Aunque estatutariamente sean organizaciones
federales para respetar formalmente el origen gremial de los
sindicatos, la autonomía y el federalismo se ven cercenados por las
prerogativas estatutarias que los congresos otorgan a los órganos
dirigentes de los sindicatos; directamente se les llama ejecutivas,
pues son los que manejan los fondos económicos, dirigen la
negociación colectiva y aplican docilmente la estrategia marcada por
el partido "hermano".
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La estrategia insurrecionalista, el leninismo como forma organizativa,
también ha tenido una poderosa influencia entre las organizaciones
anarquistas, que abjurando de palabra del funcionamiento como
vanguardia revolucionaria, en los hechos se han comportados como
tales, y a veces de forma mucho más dogmática y sectaria. En cuanto
al sindicalismo revolucionario y el anarcosindicalismo en concreto, en
su momentos de apogeo llegaron a ser organizaciones muy grandes,
de muchos miles y decenas de miles de afiliado, por lo que la toma de
decisiones siempre fueron revestidas con los ropajes formales de los
acuerdos congresuales, pero el ejercicio de la democracia siempre
tuvo su falla en la fuerte delegación que comportaban todos los
comicios. Los plenos y congresos anarcosindicalistas siempre
tuvieron un gran componente burocrático y un ritmo lento para
respetar los acuerdos que cada delegación traía de sus respectivos
sindicatos. Sin embargo, el debate estrátegico se preservaba por su
carácter abierto y prolongado en los perídos precongresuales a pesar
de las directrices emanadas de las vanguardias anarquistas
disfrazadas de grupos específicos o afines. Otra aspecto saludable en
el anarcosindicalismo, es la autonomía auténtica de los sindicatos y
las federaciones territoriales, lo que para beneficio de la democracia
hacía muy díficil imponer los acuerdos mayoritarios, aunque en largos
períodos históricos, todo ello halla servido par convertir al sindicalismo
revolucionario en una "jaula de grillos". Pero pensándolo friamente,
analizándolo detalladamente, es preferible el estridente ruido de los
grillos al silencio o la voz monorcorde de la "unidad de acción" que
imponen las direcciones ejectuivas en otros modelos sindicales o en
partidos políticos.
La dualidad partido-sindicato en la organización del movimiento
obrero y de la izquierda en general saltaron por los aires en los años
sesenta, mayo del 68 fue la fecha simbólica a partir de la cual iban a
cambiar muchas cosas. El monopolio del movimiento obrero, del
sujeto proletario sobre la revolución social fueron cuestionados,
nacieron nuevos movimientos y sujetos sociales activos como el
ecologismo o los feminismos. Los partidos y sindicatos tradicionales
del movimiento obrero fueron cuestionados por las formas
organizativas surgidas de la autonomía obrera, las asambleas en los
barrios y en los centros de trabajo, las ideas libertarias de democracia
directa y federalismo volvieron a florecer.
Movimiento social y organización.
Cuando el movimiento social depende en demasía de las
organizaciones, sobre todo de una o de pocas organizaciones, se
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torna vulnerable. El estado sabe que cabezas cortar o comprar. La
historia del movimiento obrero está llena de ejemplos.
Cuando una de las organizaciones sé autoproclama y ejerce como
vanguardia, monopolizando la capacidad estratégica, funcionando
centralizadamente, ejerciendo de manivela de otras organizaciones
convertidas en correas de transmisión en diferentes frentes de lucha
se le pueden ganar batallas al capital, incluso guerras, pero no
habremos derrotado al enemigo. Al utilizar sus mismas armas y
estrategias se sustituyen unos poderes por otros, nuevas formas de
explotación y opresión anidan en los ejércitos, partidos y sindicatos
salvadores. No se trata de hacer alabanzas al expontaneismo en los
movimientos sociales; para convertir el desorden en lucha social
hacen falta herramientas, organizaciones, pero sin restarles un ápice
de autonomía, de frescura, de vivacidad al movimiento antagonista.
Simplemente se requieren otras formas organizativas, relaciones
diferentes entre los movimientos sociales y las organizaciones que los
impulsan.
Si no hay palacios que asaltar, y como todos sabemos el estado no
tiene corazón, si la lucha social en el nuevo milenio tiene que hacer
frente al poder de las empresas e instituciones transnacionales, a los
estados, al machismo y al racismo, un ejército convencional o
guerrillero, un partido-vanguardia no nos vale. La vía insurrecionalista
está agotada y fracasada, lo mismo que la vía institucionalista. El siglo
XX ha sido testigo de las experiencias bolcheviques en Rusia, de las
guerrillas en Africa, América Latina y Asia. También lo ha sido, de la
deriva de los partidos y sindicatos socialdemócratas hacia la
institucionalización, acompañados en las últimas décadas por los
verdes y algunas políticas municipalistas de corte radical. La
institucionalización sólo lleva a la mejora de las condiciones de vida de
los burócratas de partidos y sindicatos que la practican. La
institucionalización de organizaciones y movimientos sociales no ha
mejorado ni siquiera las condiciones laborales de los trabajadores en
el mundo, ni ha detenido el expolio y la degradación de la naturaleza, ni
frenado la violencia machista, si no ha venido precedida de potentes
luchas sociales. A la revolución social, por supuesto, han renunciado.
Los movimientos sociales funcionan como las telas de las arañas, en
redes, si se corta un nodo salen otros. Las relaciones entre sus
miembros y organizaciones son multipolares y sistémicas; al mismo
tiempo que resisten destruyen relaciones de dominio, de explotación,
crean alternativas, vidas, mundos diferentes con los materiales de
derribo. Hoy, como las arañas laboriosas que tejen una gran telaraña,
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los movimientos sociales confluyen en un movimiento antagonista al
capital y su sistema, un movimiento elástico, resistente y flexible como
el junco que no se deja arrancar por muy fuerte que sea el vendaval
autoritario. Por las calles de Seattle y Praga se dejaron ver la fuerza y
la potencia del movimiento de la resistencia global, por las calles,
plazas y hogares de pueblos, ciudades y aldeas de todo el planeta ya
se deja sentir ese fantasma que camina arrastrando cadenas, que
paso a paso va tomando cuerpo, juntando sus miembros en forma de
movimientos sociales; sus pedacitos cristalinos y transparentes se
proyectan, como en un calidoscopio, generando una y mil bellas
figuras: las revoluciones sociales
La estrategia, los medios y la organización de la lucha social se
construyen con materiales que de por sí ya son antagónicos al capital y
al poder, a los poderes. Frente a una vida dependiente del salario,
regida por leyes autoritarias, impuestas por ejércitos y policías, sumida
en la dominación patriarcal, las organizaciones de los movimientos
sociales se relacionan en forma de redes horizontales, sin centros ni
jerarquías. Son capaces de diversificar iniciativas al mismo tiempo que
promueven y ponen en práctica la unidad de acción, que no tiene
porque ser de todos o de la mayoría. En el mundo organizado de los
movimientos sociales cabe desde las coordinaciones o plataformas
puntuales y monotemáticas a los grupos afines y las federaciones de
trayectorias más largas y estrategias comunes.
Las experiencias de organización en forma de red (no sólo en las
organizaciones sociales) superan en eficiencia a las centralizadas,
enterrando definitivamente el consabido y falso dicho de "eficacia y
democracia se llevan mal" (la informática ha contribuido técnicamente
a los funerales). La tradición libertaria atesora más de cien años
defendiendo la democracia directa y la libre federación como fórmula
organizativa. Hoy el capital y los estados suspiran por las redes para
aprovechar mejor la necesaria cooperación social, pero con la boca
pequeña quieren seguir teniendo el botón de mando. La organización
en forma de red (no confundir con Internet) es la respuesta libertaria,
de relación social entre personas que se sienten y quieren ser libres.
En las redes no hay centros, ni botones de mando.
El hilo histórico libertario.
Las ideas libertarias son tan antigua como la humanidad y la
propagaron muchos autores en diferentes épocas, defendiéndolas
con sus vidas miles y miles de personas que lucharon contra la
escalvitud y la servidumbre. Con la revolución industrial las ideas
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libertarias y el anarquismo fueron sinónimos de pensamientos y
acción, defensores de la libertad y la equidad, de la revolución social. A
finales del siglo XIX el anarquismo se decanta mayoritariamente por el
anarcosindicalismo como forma organizativa y junto a los sindicatos o
en torno a ellos proliferan los grupos de afinidad, las sociedades
higienistas, los ateneos, etc.
El apoyo mutuo, la autogestión, la acción directa, el federalismo son
conceptos y prácticas desarrolladas por el anarcosindicalismo que
supo organizar y aglutinar a millones de personas. El sindicalismo
revolucionario de corte libertario fue el gran protagonista de la lucha
social durante las décadas en las que se fraguó y puso en marcha la
segunda revolución industrial. La identidad de clases, la cultura obrera
frente a la burguesa acotaron durante largos años el campo de batalla
e identificaron nítidamente a los contendientes. Las ideas libertarias
crecieron en los sindicatos, en ateneos y sociedades en los barrios
obreros. Esta guerra de clases tuvo un final trágico en la derrotada
revolución española y acabó por sepultar la capacidad organizativa
del anarcosindicalismo en todo el mundo tras la segunda guerra
mundial.
Hizo falta un pacto social entre el capital y los sindicatos, la llegada del
estado del bienestar con la seguridad social, la legislación sobre
negociación colectiva y el consumo de masas para que el
anarcosindicalismo fuese sustituido por el sindicalismo
socialdemócrata, integrando e institucionalizando la mayor parte del
movimiento obrero en los países industrializados. En los años sesenta
y setenta del siglo XX, la rebelión obrera toma cuerpo otra vez y
sobrepasa en multitud de ocasiones al sindicalismo dependiente de
las instituciones. El movimiento asambleario de éstas décadas aporta
con frescura a la tradición libertaria, la autonomía y la democracia
directa, teorías y prácticas enunciadas y ejercitadas por el
anarquismo en sus mejores momentos. Los movimientos autónomos y
asamblearios de Italia, Alemania, EE.UU. Francia, España, etc.
hicieron rebrotar las ideas libertarias.
En los años sesenta del siglo XX, los situacionistas irumpen en la
escena para desenmascar el espectáculo capitalista, siendo los
precursores del mayo francés de 1968. Esta corriente libertaria
profundiza en los mecanismos de dominio del sistema capitalista,
denuncia la fábrica de sueños y la capacidad del poder para moldear el
imaginario colectivo, de convertirnos en expectadores pasivos o
meros figurantes en la "película" de nuestra vida. Ellos le llamaron
sociedad del espectáculo, adelantándose en varias décadas a lo
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que mayoritariamente se le denomina hoy sociedad de control.
Contra la sociedad de control, contra el espectáculo, las ideas
libertarias apuestan como tarea prioritaria en las luchas sociales por
ejercitar el verbo desenmascarar.
Una década más tarde en los setenta, la lucha antinuclear permite a
las ideas libertarias hacer una crítica radical al aparato tecnocientífico
y a la ideología del progreso que lo sustenta. Esta crítica va a ser
premonitoria ante la revolución tecnológica que acompaña y hace
posible en años posteriores el postfordismo.El progresimo cuenta con
una influencia aplastante, no sólo forma parte del ideario capitalista,
sino que Marx y todo el rosario de pensadores socialistas de siglo XIX
se declaran portavoces de una ciencia social objetiva que ponen al
servicio de la idea del progreso, incluido los anarquistas:
«Con este fín, intentaban erigirse en campeones de la elaboración de
nuevas ciencias sociales "objetivas" que empujaran a los pueblos en su
marcha hacia el progreso, y trataban de medir el valor de sus teorías y
sistemas a través de estos intrumentos. Así, Owen señalaría que "por
primera vez, yo explicaré la ciencia de la construcción de un sistema
racional de la sociedad(...)". O Saint- Simon se declararía a si mismo
fundador de una "física social" de una nueva ciencia tan positiva como
todas las que mertecían este nombre. Fourier no se anduvocon
contemplaciones y se llamó así mismo el Newton, del mundo social.
Los pensadores libertarios tampoco se vieron libres de estas ataduras.
Proudhon no sólo pretendió fundar también una nueva ciencia social,
sino que fue uno de los apóstoles más decididos de la idea del progreso:
"todo lo que he escrito, todo lo que he negado o afirmadoseñalaría
Proudhon- lo he escrito, negado o afirmado en nombre de una sola idea:
el Progreso". E incluso Kropotkin llegó a decir que "el anarquismo es
una concepción del mundo fundada sobre una explicación mecánica de
todos los fenómenos, abarcando a la totalidad de la naturaleza t, en
consecuencia de la vida de las sociedades (...)".
Cabe presentar el caso de Bakunin como una de las raras excepciones
en estos aspectos menos imbuidos por la fe en el progreso y articular su
mensaje emancipador, al margen de disquisiciones cinetíficas, sobre la
fuerza de ciertas ideas que, como la libertad, la igualdado la solidaridad,
consideraba moralmente buenas, observando que su aplicación
dependía directamente de la voluntad de los hombres y no de factores
que se encuentren por encima de ellos. Con todo Bakunin no dejó de
verse influido por las ideas dominantes de su época y consciente del
carácter asistemático e inacabado desu obra, muestra una admiración
reverente hacia las elaboraciones científica de Marx señalando a
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propósito de El capital, que "ninguna obra, que yo sepa, contiene un
análisis tan profundo y luminoso, tan científico, tan decisivo (...)»
Naredo en: "La economía en evolución".
La crítica demoledora a la ideología del progreso sienta las bases de
un pensamiento ecolibertario, que tiene mucho que aportar ante la
crisis ecológica global a la que enfrenta la humanidad.
Con la lucha social emprendida por nuevos movimientos sociales
frente a dominaciones ancestrales (el patriarcado, el expolio de la
naturaleza, etc.) las ideas y prácticas libertarias fueron
enriqueciéndose a partir de las ya mencionadas décadas de los
sesenta y setenta. El desarrollo posterior del movimiento ecologista a
lo largo de todo el mundo hasta nuestros días, aportan al ideario
libertario dos grandes conceptos: la ética intergeneracional y la
proximidad. El ecologismo tuvo que acudir a los fisiócratas, al
discurso de las tribus indias y al anarquismo para reafirmar los lazos
que unen a las personas con la tierra, pero han sido miles de luchas en
varias décadas y un esfuerzo gigantesco de divulgación por parte de
los grupos ecologistas los que han permitido a la ética
intergeneracional pasar de ser una idea minoritaria y desfasada,
sepultada por el consumo banal e inmediato, a formar parte del
patrimonio cultural de millones de personas, a ser una herramienta de
lucha contra el afán destructivo y suicida de la humanidad.
En un mundo globalizado donde los sistemas de transportes son de
una importancia vital para que circule el capital, la energía y las
materias primas, la movilidad se ha convertido en un mito tan peligroso
como la competencia. A la movilidad se sacrifican ecosistemas,
especies y espacios naturales y hasta el clima del planeta. La
movilidad acorta el tiempo de vida, le tenemos que dedicar gran parte
del salario al endiosado automóvil y las muertes causadas por los
sistemas de transportes a lo largo del siglo XX pueden contarse por
millones. La globalización aleja los centros donde se toman las
decisiones, se producen y consumen alimentos, utensilios y
materiales elaborados a miles de kilómetros, allí donde las materias
primas y los jornales sean más baratos, con destino a los
hipermercados, a las billeteras y tarjetas de créditos.
La proximidad es un concepto que permite la accesibilidad en el
entorno donde se desarrollan nuestras vidas (trabajohogar-espacios
públicos) teniéndolo todo a mano, o mejor dicho, a pie eliminando la
mayor parte del transporte motorizado (sobre todo el automóvil) y sus
negativos efectos ambientales y sociales, permitiendo que las
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decisiones se tomen cerca, a "pie de obra", que la producción y el
consumo sean preferentemente de la zona, del "terreno". Los
antecedentes de este concepto lo encontramos en las ideas de los
anarquista comunalistas: Willian Morris autor de "Noticias de
ninguna parte" y Kropotkin de "Campos Talleres y Fábricas"
colaboraron juntos y coinciden en describir un nuevo concepto de
urbanismo y desarrollo regional; Eliseo Reclus geográfo social y
traductor de Kropotkin describe en "La ciudad del Buen Acuerdo el
ideal urbano organicista en sus aspectos económico-ecológicos,
higiénicos y estéticos en equilibrio con el medio ambiente a partir de la
organización social más elemental del municipio libre o la comuna libre
(Masjuan, 2000).
La proximidad es uno de los colores fundamentales con el que se pinta
la ecotopía, la utopía ecologista y libertaria, pero también es una
herramienta de lucha contra la construcción de grandes
infraestructuras de transporte, contra los largos desplazamientos que
alargan innecesariamente la jornada laboral, contra la alimentación
basura que nos impone las empresas transnacionales del sector. La
proximidad es otra de las grandes aportaciones del ecologismo al
ideario libertario.
La lucha diaria de las mujeres, organizadas o individualmente le han
dado un nuevo sentido a la concepción que tenemos del trabajo y de
su reparto. El movimiento feminista en sus peleas y reflexiones, en la
convivencia alternativa ha puesto de manifiesto la importancia y el
peso del trabajo no remunerado para el funcionamiento de esta
sociedad. Trabajo que en su mayor parte realizan las mujeres por lo
que reclaman su reparto y reconocimiento social. Vamos, que ya es
tiempo y hora para que los hombres asuman también estas tareas,
para que el capital no menosprecie y consiga gratuitamente el trabajo
de reproducción social.
El derecho a la diferencia, el feminismo que así se define, de la
diferencia ha incrementado el bagaje de ideas libertarias en las
últimas décadas del siglo XX. Iguales en derechos pero diferentes en
valores, sentimientos y concepciones de la vida, de las relaciones
humanas; las mujeres y su diferencia aportan sensibilidad, ternura,
sentido común, no violencia y otras muchas cosas a las relaciones
sociales en la comunidad.
Los movimientos indígenas y campesinos en Brasil, Colombia,
Ecuador o Chiapas en defensa de la tierra, de sus ámbitos de
comunidad a partir de los años noventa suponen una bocanada de
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aire fresco y libertario que nos llega desde lo más profundo del tiempo.
Cientos de años de colonialismo, de explotación y exclusión no han
logrado acabar con el sentido comunitario en estos pueblos, en estas
gentes.
Las ocupaciones de viviendas en las ciudades europeas, el
movimiento antimilitaristas, la revuelta de los parados y muchas otras
luchas sociales de los últimos lustros siguen engrosando el ideario
libertario con palabras como okupa, insumisión, reparto de la riqueza,
etc. El resurgir de las ideas libertarias en los movimientos sociales en
la actualidad es el fruto de las luchas sociales en otros campos de
acción más allá de los muros de la fábrica. Las luchas sociales se han
expandido por todo el territorio, por el conjunto de la sociedad, se
enfrentan no sólo a la explotación de una clase por otra, sino a todos
los dominios, a todos los poderes. Apoyo mutuo, Autogestión,
democracia directa, federalismo, ética intergeneracional,
proximidad, reparto del trabajo, derecho a la diferencia, ámbitos
de comunidad, insumisión, desenmarcarar el espectáculo,
reparto de la riqueza, son principios y finalidades, medios y pautas
organizativas, son la caja de herramientas que anarquistas,
situacionistas, ecologistas, autónomos, feministas, okupas,
antimilitaristas, etc. se han encargado de reunir para ir dando cuerpo a
las estrategias libertarias de emancipación social.
Sí en los inicios del siglo XX el anarcosindicalismo, la constitución de
sindicatos revolucionarios fue la principal alternativa organizativa del
anarquismo, hoy en los albores del nuevo milenio, la organización de
comunidades libertarias en pueblos y ciudades articulándose en redes
es fundamental para el avance de la lucha social. Llamamos
comunidad libertaria al APOYO MUTUO formados por grupos de
afinidad de una localidad, que trabajan en los movimientos sociales.
La identidad de clase que ha permitido durante dos siglos la formación
de un sujeto social activo protagonista de la lucha obrera, ha
terminado por diluirse. Pocas son las personas, que se sienten
identificadas por el trabajo que realizan, que tienen sentido de
pertenencia a una clase social, a la cultura obrera y a unos valores
diferentes. Las nuevas identidades están esculpidas por el consumo,
por su capacidad de acceso y diversidad. A esto es a lo que nos ha
llevado la maquinaria deseante y consumista, bien engrasada por el
capital, en la que nos han convertido. Y la gente se organizan por las
carencias, son los sin: sin tierras, sin papeles, sin techo, sin empleo,
sin alimentos, sin derechos , etc. La resistencia social está generando
nuevos materiales para construir otras identidades, otros sujetos
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sociales. Algunos materiales son de derribo, reciclados de la identidad
de clase que tan costosamente se empeñan en aniquilar: el sentido de
pertenencia a los que trabajan para vivir, para que funcione la
sociedad; otros tienen raíces culturales, de género o preferencias
sexuales, o fijan su referencia en la humanidad y su relación con los
otros seres vivos. Son identidades que se funden en el individuo,
sujetos o sujeto poliédrico de múltiples caras: trabajador, ecologista,
mujer, indio, insumiso, okupa...
Defender, crear y ensanchar los ámbitos de comunidad en los que se
expresen y relacionen las nuevas identidades, construir alternativas, a
la mediación salarial para satisfacer necesidades, a los sistemas de
alimentación y salud, a la educación y la cultura, a la familia y las
relaciones de genero, alternativas sostenibles, sólo puede hacerse
formando comunidades libres, no tomando el poder o reformándolo en
las instituciones. El impulso principal para vivir en comunidad, es el
testimonio, dando ejemplo con la constitución de comunidades
libertarias.
Derribar y construir, resistir-se a la globalización capitalista y crear
comunidad son las dos caras de la lucha social. La reflexión, el debate
y la puesta en común sobre estrategia de la lucha social, justifican por
sí sólo la constitución de una red libertaria que aglutine a los grupos
afines, pero hay más.
Es bastante común que en las movilizaciones protagonizadas por los
movimientos sociales participen, prestando su apoyo, organizaciones
y personas de otros movimientos. El apoyo a veces se reduce a poner
las siglas en un cartel o a la presencia simbólica en una manifestación,
cargando con el grueso de la preparación y la propia movilización, el
movimiento social promotor. En las luchas ecologistas aparecen los
sindicatos firmando un manifiesto o portando unas pocas pancartas en
las manifestaciones. En las marchas contra el paro son los ecologistas
los que firman y unos pocos voluntariosos marchan con los
desempleados. Pasar de la segmentación corporativa real y del
simbólico apoyo común en las luchas sociales a un movimiento real
antagonista, es la tarea estratégica a la que deben contribuir los
grupos afines libertarios que desarrollan su labor en los diversos
movimientos sociales. Movimiento antagonista de resistencia global al
capital y al patriarcado, a todos los poderes Movimiento rico en la
diversidad y en la conjunción de identidades, de sujetos, de
movimientos sociales, que en momentos determinados, en las
iniciativas locales cotidianas, en las plataformas, coordinadoras y
mesas comunes presentan una figura e identidad conjunta: la de la
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comunidad libre. Debate y reflexión si, para poner en práctica
estrategias emancipadoras; ésta es la tarea principal de una red
libertaria.
Los protagonistas de la lucha social son los movimientos sociales, las
personas y las organizaciones implicadas en ellos. Las estrategias
conducen los pasos de la lucha social y para influir o lograr hegemonía
estratégica, las organizaciones proponen y discuten por las redes que
ensamblan los movimientos sociales. Los libertarios compartimos con
otras corrientes y organizaciones nuestra presencia en los
movimientos sociales, en los sindicatos, las asociaciones vecinales,
los grupos de mujeres o ecologistas. Queremos y debemos aportar
nuestras inquietudes y presunciones estratégicas a la lucha social.
Debate y reflexión, ganar influencia para poner en práctica la
estrategia subversiva que preconizamos son las tareas que hacen
necesaria la red libertaria.
La comunidad libertaria del APOYO MUTUO y los grupos de
afinidad.
Las afinidades entre las personas pueden ser múltiples, cuando nos
referimos a un grupo de afinidad libertaria, la estamos adjetivando,
especificamos en que es afín el grupo de personas.
El grupo de afinidad es la célula base de los órganos que, articulados
entre sí, forman el cuerpo al que denominamos red libertaria. Los
grupos de afinidad de una localidad forman la comunidad libertaria de
APOYO MUTUO y éstas establecen relaciones multilaterales y
federales para dar vida a la expresión organizada de un proyecto
estratégico en común. Grupos de afinidad, comunidades y red
libertaria han de ser vistos como organismos vivos cada uno de ellos,
en el que las relaciones horizontales entre sí permiten las conexiones
multilaterales sin menoscabo de las federales. A la red le corresponde,
como cuerpo en su conjunto fijar el rumbo, los rumbos a seguir,
ordenar el sentido de los pasos, las estrategias. Las comunidades
libertarias, cada una en su localidad pondrán el mecanismo en marcha
para que los órganos funcionen y los grupos de afinidad, los
organismos vivos más pequeños del cuerpo federal, alimentarán, con
su empuje y el apoyo mutuo de sus iguales, las estrategias comunes
con las que se sientan identificados.
El grupo de afinidad libertaria lo componen un número reducido de
personas, los suficientes para ser operativos en las tareas que nos
propongamos sacar adelante; el máximo que permita el debate entre
los individuos, la relación personal, el cara a cara. En los grupos de
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afinidad existe un alto grado de consenso, nunca unanimidad. Cuando
el consenso es mínimo, mejor es formar otro grupo de afinidad que
permita poner en marcha iniciativas diversas, llevar a la práctica
cuanto más variedad de ideas mejor. Por ello no es de extrañar que un
grupo de afinidad se multiplique y de lugar a otros, que siguiendo el
mismo camino ven mejor andarlo de otra manera.
La afinidad de los grupos libertarios es de ideas, de estrategias, pero
también, la mayor parte de las veces, de trabajos, de vivencias, de
proyectos sociales o culturales comunes. En una revista, en una
cooperativa, en el barrio, en un sector de trabajo, son lugares comunes
donde se forman grupos de afinidad, pero no es preciso vivir en la
misma casa okupa, compartir trabajo o ser vegetarianos para
pertenecer al mismo grupos de afinidad, en muchos casos, la
diversidad de actividades entre los componentes de un grupo
posibilita el contrastr de experiencias diferentes, buscando lo común.
En el grupo de afinidad, la proximidad, la dimensión humana permite a
cada individuo asumir con coherencia y vivir en consonancia con las
ideas libertarias. Repartir el trabajo, encontrar el apoyo de los demás,
tomar decisiones, no delegar, aportar en función de lo que tenemos,
podemos y somos, vivir saludablemente, sin violencias ni coacciones,
supone romper con parcelas de poder y dominio que monopolizamos y
también encontrarnos a nosotros mismos como individuos y seres
sociales, identificarnos con nuestra pertenencia a la comunidad
libertaria.
A diferencia de las grandes organizaciones, donde el corporativismo y
la incoherencia personal son los rasgos esenciales de sus asociados,
afiliados o militantes, en el grupo de afinidad no vale el haz lo que yo
te diga, pero no lo que yo haga, ya que dicha forma de proceder sólo
puede ejercerse desde el autoritarismo impuesto por la violencia
psíquica o física. El grupo de afinidad es como una escuela para sus
integrantes donde se aprende a no reproducir comportamientos
patriarcales habituales en el trato cotidiano con las mujeres y los niños.
El grupo de afinidad tiene que ser un ejemplo vivo de relaciones entre
personas libres, iguales en derechos, diferentes una por una, donde la
equidad, la justicia y el apoyo mutuo sean las normas por las que se les
conozcan, el ejemplo para extender la comunidad libertaria.
No se describe aquí el comportamiento interno de una secta separada
de la sociedad. Los grupos de afinidad libertarios han de ser
dinamizadores de la lucha social en todos los terrenos ya sea el centro
de trabajo, el barrio o la escuela y es más, su intervención en los
movimientos sociales, como hemos referido anteriormente, intentan
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influir estratégicamente para que sea pensable y posible la revolución
social. Estas estrategias se irá conformando día a día y según la
trascendencia de las luchas sociales, seguro que necesitarán de
múltiples alianzas, negociaciones y acuerdos, pero el rumbo, con
independencia de las correcciones oportunas, siempre será el de
ganar ámbitos de comunidad, construir comunidad en el espacio y el
tiempo hasta hacer girar las relaciones sociales de la mayoría. Y para
ello es básico el ejemplo de los grupos de afinidad, de la comunidad
libertaria en cada localidad.
En pueblos y ciudades los grupos de afinidad constituyen el APOYO
MUTUO de la comunidad libertaria, dotándose de un programa de
actividades basado en la sostenibilidad, la proximidad y la equidad, la
autogestión y la democracia directa con el objetivo de que medio y
fines sean lo mismos: vivir en comunidad libremente en el conjunto de
la sociedad mediante la multiplicación de grupos afines, de
comunidades libertarias. El programa de actividades recorre todo el
espectro de la lucha social en la localidad. Desde la acción ecologista
a la lucha obrera, pasando por la insumisión al militarismo, la
okupación de viviendas, la pelea de los sin papeles o los derechos de
las mujeres. Para todo ello es importante impulsar iniciativas sociales
que impliquen a los movimientos sociales del pueblo, de la ciudad.
Estas iniciativas convertidas en plataformas unitarias contra
agresiones del proceso globalizador, protagonistas de la resistencia
social, pueden y deben dar un paso adelante: proponer y poner en
marcha alternativas para la ciudad que queremos, el consumo sano y
responsable, las relaciones solidarias, la agricultura sostenible, la
autogestión de servicios públicos, la cultura popular...
El comunismo libertario no es solamente el mundo nuevo que
llevamos en nuestros corazones y soñamos que algún día se hará
realidad; no es una meta, es el camino, el movimiento, la revolución
social que no tiene fin. Es un mundo nuevo, muchos mundos sacados
de nuestros corazones, que construimos día a día caminando juntos
en comunidades de individuos libres. El fantasma de la libertad hace
temblar a los poderosos es un fantasma peligroso que se reproduce
con el ejemplo.
Pepe García Rey
Almuñécar a 17 de julio de 2201
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