De Rebelión en la granja a Pink Floyd Por Byron Salas Víquez Diseño de portada Leandro Moya salasbyron12@gmail.com Todo lo que camine sobre dos pies es un enemigo. Lo que ande a cuatro patas, o tenga alas, es un amigo. Y recordad también que en la lucha contra el Hombre, no debemos llegar a parecernos a él. (G. Orwell, Rebelión en la granja) En el prólogo que George Orwell (1903-1950) escribió para Rebelión en la granja (1945) afirmaba sobre la reacción que los intelectuales ingleses tendrían sobre él, que: “Naturalmente, estos críticos, muy expertos en el arte de difamar, no lo atacarán en el terreno político, sino en el intelectual. Dirán que es un libro estúpido y tonto y que su edición no ha sido más que un despilfarro de papel.”(p.36)[1] El prólogo se titula La libertad de prensa y pasó desapercibido por años, hasta que fue encontrado en unos libros pertenecientes al socio del editor del libro de Orwell, Roger Senhouse, en 1971. ¿Por qué citar ese fragmento de La libertad de prensa?, si bien Rebelión en la granja es considerado el mejor libro de Orwell, fue en su momento desvalorizado por lo “burdo” de la fábula y, más evidentemente, por las repercusiones político-ideológicas que encerraba la trama de dicha alegoría del totalitarismo. Apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial, imperaba la actitud, dentro de los intelectuales ingleses, de la admiración hacia la Rusia estalinista; el libro de Orwell, tal y como expresa en el prólogo que nunca fue publicado junto a Rebelión en la granja, es anti-Stalin, el cual representaba a un hombre sacrosanto para Inglaterra. Orwell esperaba los comentarios negativos sobre su libro, ya que, el mecanismo que se usarían para restarle valor era monstruosamente eficaz, basado en el precepto que él explica de la siguiente forma: “…en un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas bienpensantes y aceptadas sin discusión alguna. […] Y cualquiera que ose desafiar aquella ortodoxia se encontrará silenciado con sorprendente eficacia. De ahí que casi nunca se haga caso a una opinión realmente independiente ni en la prensa popular ni en las publicaciones minoritarias e intelectuales.” (p. 30) Mecanismo claramente vigente en nuestros días. Volviendo a la pregunta que se hacía líneas más arriba, y esperando se justifique la disgresión hecha para dar una respuesta tan sencilla, ¿por qué citar el prólogo de Orwell a Rebelión en la granja?, bien, porque en 1977, año en el cual la banda inglesa de rock progresivo Pink Floyd da a conocer su décimo álbum titulado Animals, recibe una recepción más o menos negativa por parte de los fans, y no así por gran parte de la crítica especializada, que lo llegan a juzgar su mejor álbum. Animals surgió en el convulso universo social y político de la Europa de los setenta, donde manifestaciones intelectuales y artísticas desafiaban la ortodoxia de un sistema conservador (que llegaría a la cúspide con Margaret Thatcher y Ronald Reagan). Era este el momento de mayor éxito de la banda, el reconocimiento y la fama les pertenecía, al igual que el entusiasmo creativo. Animals está situado en medio de los dos álbumes más representativos de Pink Floyd: The Dark Side of the Moon y The Wall. El ojo de la crítica afirma que Animals no representa un sustancial avance en cuanto al sonido de la banda, sino más bien una consolidación de lo hecho anteriormente, que llegaría a terminar de ajustarse en The Wall. Justamente éste (el impulso creativo del momento), les impulsó a desempolvar la historia de la sublevación animal en la granja de los Jones, y darle connotaciones de la política de la época, asumiendo la división orwelliana de la sociedad que conformaban los animales de la granja. De este modo, Animals está compuesto por cinco temas, tres de los cuales son verdaderos monstruos en duración (y en su mensaje ideológico, que tal vez en el momento fue ignorado o dejado de lado por sus seguidores). El álbum abre con Pigs on the wing 1 (Roger Waters), continúa con Dogs (David Gilmour/ Roger Waters), Pigs (Three Different Ones) (Roger Waters), Sheep (Roger Waters) y finaliza, de nuevo, con Pigs on the wing 2 (Roger Waters). La disposición de las canciones, a juicio propio, no está hecha al azar. El hecho de que nos dé la bienvenida al disco una balada aparentemente romántica como Pigs on the wing, no es fortuito, como tampoco lo es el hecho de que termine cerrando el material. La primera parte de la canción habla del peligro del individualismo acérrimo, más que de una historia de amor, los riesgos de que en una sociedad tan minada por la corrupción del poder y la imposición de la norma, nadie se preocupe por nadie más que por sí mismo, ya que esto necesariamente llevará al mismo resultado por el que ahora se hace protesta, como en un círculo vicioso infranqueable. La segunda parte de la canción, que cierra el álbum, da cierto mensaje, si se quiere, esperanzador de que al estar “juntos” en esa “lucha”, se podrá conseguir finalmente un resultado (¿positivo?, ¿negativo?). El tema Pigs, hace referencia, al igual que en la novela de Orwell los personajes de Napoléon y Snowball, a la casta privilegiada e intelectualmente mejor preparada que ejerce el dominio total sobre los otros sin importar los resultados. Dogs, habla sobre los empresarios, sobre las autoridades, que terminan sacrificándose a sí mismos al intentar tener todo lo que el sistema les ofrece – y no les ofrece -; la última “casta”, es la de las ovejas (a la que se dedica la canción Sheep) que siempre aceptan con mediocridad todo lo que se les impone, bajando la cabeza. La concepción de las ovejas lleva, tal vez, a las ideas nietzscheanas sobre los cristianos en El Anticristo y otras de sus obras; además, en la canción Sheep, se logra escuchar una voz que recita pasajes del Salmo 23 (“El Señor es mi pastor, nada me faltará…”). Pero la fama y el éxito salieron caros. Ya en el momento en que se grababa Animals, hacia 1976, los conflictos internos se hacían comunes entre los miembros de la agrupación. Y el detonante de estos bien pudo haber sido el egocentrismo de Waters, quien, en palabras de Richard Wrigth: “comenzó realmente a pensar que era el único escritor de la banda. Se creyó que era el único responsable de que el grupo siguiera adelante.” Una vez producido este disco, la banda tomaría la recta final a su disolución. En los créditos de las canciones que conforman el disco, solo aparece el nombre de Waters, y en Dogs, le cede un espacio a Gilmour como coautor, solamente. Animals quizá no fue hecho con el objetivo de posicionar canciones en los primeros lugares y vender discos como comida rápida. El contexto social, las ideas de los círculos de poder que repercutían necesariamente en la sociedad: desempleados, tensiones raciales, etcétera, no tardarían en ser tomados en cuenta en las distintas formas de expresión artística, que son necesariamente el resultado de las movilizaciones culturales y sociales. El mensaje de cada canción y del todo orgánico que representa el disco, transciende la mercadotecnia y la simple difusión de un tipo de música, va acompañado de una ideología subyacente. El mensaje de la sublevación ante el sistema, como los animales se sublevaron ante el régimen de Jones. Otro dato curioso, tal vez para afianzar esto de las alegorías, los simbolismos, es el del globo que fue elaborado para la foto de la portada del disco con forma de cerdo, que vuela frente al edificio Battersea Power Station. El globo fue encargado a una compañía alemana y tenía una longitud de aproximadamente nueve metros; cuando comenzaron a hacer las pruebas para la fotografía el clima de ese 2 de diciembre al sur de Londres no ayudó en lo absoluto, el globo voló por los aires hasta desaparecer – el tirador que habían contratado en caso de una “emergencia” pareció no tener mucha suerte. Horas después el globo había aterrizado en una granja de Kent, y su dueño protestaba por que había asustado a las vacas que pastaban apaciblemente. Algie, ese cerdito de nueve metros, se convirtió en uno de los símbolos de Pink Floyd. [1] Los números de página usados corresponden a los de la edición dela Editorial Planeta 2007. Traducción de Rafael Abella.