La Promesa de Redención ! Nunca sabremos la magnitud de lo que sucedió en el corazón de Dios con la caída del hombre. Dios vino a ellos, paseándose en el huerto al aire del día, pero ellos se escondieron. Qué ingenuo pensar que nos podemos esconder de Dios, pero así de absurda es la conducta cuando uno peca—uno se esconde de la presencia de Dios. Juan 3:20 dice que no venimos a la luz porque no queremos que nuestras obras sean reprendidas. ¿Puedes imaginar la escena? ¿Qué estaría pasando en el corazón de Dios? Pero Dios no los desechó; él siempre viene a rescatar, así que no los dejó así. Más Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Génesis 3:9-10 Aquí aparece el primer sentimiento negativo/destructivo a causa del pecado: el temor. ¿Cómo sería la vida de Adán cuando no sentía temor? ¿Cómo ejercería la autoridad de Dios cuando no temía nada? La imagen de Dios en el hombre quedó muy reducida; la voluntad de Dios ya no era su motor, ahora era su propio criterio, decidiendo por si mismo lo que era bueno y lo que era malo. Ya no había en él la estatura del varón perfecto. Sólo le quedó una vida de temores y culpas, de esconder cosas y evadir responsabilidades. ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol que te mandé que no comieses? Génesis 3:11 ¡Qué manera de exponer el pecado de Adán! ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? Dios tomó las palabras mismas de Adán. Dios siempre trata así el pecado, lo expone. Dios no lo esconde y finge que no sucedió nada; él viene y nos lo hace ver, esperando que uno acepte y se quiera librar de él. Pero el pecado trae engaño; tememos ser avergonzados y juzgados, así que tratamos de quitárnoslo a nuestra manera—echando la culpa a otro. Adán culpó a su mujer y a Dios. La mujer que que [tú] me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Génesis 3:12 Viendo que el hombre no reconocería nada, Dios lo dejó y continuó con la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó y comí. Génesis 3:13 Al igual que su marido, no reconoció. Pudiera haber dicho: Oí una voz que no era la de mi marido, oí una voz que no era la tuya, y caí. En vez de eso le echó la culpa a la serpiente. Culpar a otros es la primer reacción del pecado. Dios tampoco continuó hablando con ella, porque sabía que no había arrepentimiento. Necesitamos entender que culpar a otros es una acción muy violenta. Acusar, en vez de encarar el pecado a la primera, produce consecuencias muy destructivas. Eva hizo justo lo que estaba viendo en Adán—acusó a alguien más. La manera como una autoridad trata con el pecado es como lo harán los que están bajo ellos. Pero... En su infinita gracia, Dios viene y trata con nosotros, animándonos a venir a la luz. Es delante de él donde vamos a reconocer porque es él quien trae la limpieza del pecado. Pero al mismo tiempo, el enemigo nos envía dardos de temor, y de falta de confianza en el amor absoluto de Dios; si lo escuchamos, vivimos tratando de que nadie nos culpe. Dios no entabló ninguna conversación con la serpiente; sólo le decretó su sentencia. Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Génesis 3:14 Y en eso le dice algo inesperado a la serpiente; le decreta su destrucción, y establece la promesa de nuestra redención: Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. Génesis 3:15 Con esta extraordinaria promesa Dios estaba decretando la destrucción del enemigo. Cuando una serpiente es herida en la cabeza significa su muerte. Fíjate que es en la cabeza, o sea, donde está la autoridad—la simiente (el hijo) de la mujer destruiría su cabeza. Vemos que fue con la mujer con quien la serpiente trató—el enemigo siempre trata con los más débiles—desde entonces hay una guerra contra la mujer. Todo sistema religioso o criminal, aún la cultura popular, degrada y oprime a la mujer. Por eso en el Nuevo Testamento Cristo requiere al hombre amarla, cubrirla, darle honor como a vaso más frágil. A la vez, la mujer debe tener en su alma una actitud de someterse, como refugiarse, resguardarse en un lugar seguro. La redención en Cristo Jesús es lo más extraordinario; es un amor que no nos dejó, ni se dio por vencido. A pesar de la pésima reacción tanto del hombre como de la mujer, el Señor llevó a cabo todo lo necesario para nuestra redención. Luego de pronunciar los juicios por el pecado (los resultados de la caída con los que nos enfrentamos día a día) Dios hace algo inesperado: Le quita al hombre los vestidos que él se había hecho, y derramando sangre mediante la muerte de un animal, les hace túnicas de pieles—les cambió los vestidos. Esa es la redención, Dios cambia nuestras vestiduras viles por vestiduras de salvación. Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. Génesis 3:21 Los seres humanos nos queremos cubrir con cosas absurdas e inútiles. Ellos se cosieron hojas de higueras. Eso corresponde a las obras buenas que todos queremos hacer para librar nuestra conciencia de la culpa. Pero, ni las mas increíbles obras humanas pueden alcanzar cubrir el pecado. Pero Dios nos hace una cubierta perfecta de su propia gloria, la cual sólo es posible por un sacrificio de sangre. Ahí estaba la profecía: ¡Un día habría un sacrificio perfecto, no de animales, sino de un Cordero sin mancha, que nos libraría de toda la culpa y del pecado! Oración: Gracias, Señor, por venir en nuestro rescate, aún cuando no queríamos ser rescatados. Gracias por exponer nuestro pecado para librarnos de él. Gracias por enviar a tu Hijo, la simiente de la mujer, y redimirnos del poder del pecado y del enemigo. ¡A ti sea siempre toda la gloria por tu inmenso amor que nos salvó!