Crisis humanitaria en el sudeste asiático Silvia Lucía Forero Castañeda* El conflicto y la crisis social en el sudeste asiático aunque antiguo, hoy se profundiza con la migración por asilo. Se ha ignorado silenciosamente la lucha de los rohingyas y el resultado es una crisis humanitaria y migratoria cada vez más compleja. Esta crisis debe manifestarse con la misma relevancia e interés que la crisis migratoria europea. La caída de la dictadura en 2011, podría haber eliminado la disparidad y discriminación institucional contra algunos grupos étnicos musulmanes en Birmania. No obstante, la presencia de grupos budistas fundamentalistas ha ahondado la problemática. La población rohingya se enfrenta a la mayor discriminación étnica en el continente. Sin el acceso igualitario a la ciudadanía, este grupo musulmán es excluido, y se encuentra expuesto a una constante opresión y violación de sus derechos humanos. Desde la independencia de Birmania en 1948 del imperio Británico, las políticas de limpieza étnica, segregación social y exclusión impuestas por diversos gobiernos, han provocado fuertes migraciones de la comunidad rohingya musulmana. La tensión entre esta y la población local rakhine en Arakan, ciudad en Birmania, se ha acentuado. El gobierno de Birmania afirma, que los rohingyas eran inmigrantes musulmanes cuyo origen era Bangladesh y emigraron a Birmania durante la ocupación británica; por tanto, se excluyen de la constitución como grupo étnico con derecho a la nacionalidad, dificultando su acceso a servicios básicos de carácter educativo, social y sanitario. Igualmente, dicha comunidad ha sufrido agresiones y persecuciones convirtiéndose en víctimas de la violencia antimusulmana. Debido a la persecución de la cual es objeto esta comunidad musulmana en Birmania, se ven obligados a migrar buscando protección internacional, convirtiéndose en solicitantes de asilo, con derecho a obtener el estatus de refugiado. Según la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados [ACNUR], más de 150.000 personas han abandonado Birmania desde el 2012. Se estima que la mayor población corresponde a la comunidad rohingya que se ha encontrado a la deriva en el mar de Andamán y golfo de Bengala. La situación es crítica, ya que los países de la región como Indonesia, Malasia y Tailandia evitan hacerse cargo de las embarcaciones, empleando medidas restrictivas y de rechazo, acentuando aún más la crisis humanitaria. Informes de ONG’s como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, plantean una serie de inconformidades y demandas por parte de solicitantes de asilo como violación a sus derechos humanos, al retenerlos o devolverlos por la fuerza sin proporcionarles mecanismos de auxilio y negándoles información sobre la posibilidad de solicitar asilo, violando el principio de no devolución. No obstante, las autoridades de los países receptores como Indonesia y Tailandia justifican su intervención afirmando que, los rohingyas son inmigrantes irregulares que buscan permanecer y trabajar durante y después del tiempo que dura el trámite de solicitud. En este orden de ideas, frente a la ausencia de mecanismos legales adecuados para su debido desplazamiento, la comunidad musulamna decide emplear las rutas de inmigrantes económicos o irregulares, controladas por traficantes de personas y contrabandistas. A partir de lo anterior, y como lo expone Naciones Unidas, han muerto miles de rohingyas intentando llegar a otros países de la región. Además, en países vecinos estos también han sido víctimas de hostilidades. Según ACNUR, en Tailandia se han encontrado en las últimas fechas casi treinta fosas comunes con decenas de rohingyas solicitantes de asilo. En 2014, murieron 25.000 a causa de las pésimas condiciones humanas durante el tránsito y la violencia que ejercen los traficantes. Surge entonces, el siguiente interrogante: ¿Qué hacer para contrarrestar la problemática? En primer lugar, Birmania y en consecuencia los países vecinos deben formular políticas de integración social que permitan contribuir a la mejor unión de poblaciones culturalmente diversas. En segunda medida, países como Malasia, Tailandia e Indonesia deben asumir la responsabilidad de los solicitantes de asilo qué están en sus aguas territoriales. En tercer lugar, la comunidad debe reconocer la problemática como un problema global, incentivando el aumento de la cooperación internacional. Por último, la crisis migratoria en el sudeste asiático debe manifestarse con la misma relevancia e interés que la crisis migratoria europea. Las políticas coordinadas de asilo y visado impuestas por muchos Estados han pasado de ser un mecanismo de protección a regulaciones restrictivas, lo que debe alertar a la comunidad internacional. Es este sentido, es importante destacar, que las migraciones por asilo competen a todos los Estados y a la comunidad internacional. De tal suerte que deben consolidarse instancias políticas y legales, para salvaguardar la vida de miles de personas que están amenazadas. Tanto en el caso de la crisis migratoria europea como en el sudeste asiático, las políticas de países receptores han estado encaminadas al control y restricción para la población inmigrante, dando lugar a que los refugiados se encuentren en situación de desventaja, incrementando la exclusión, discriminación y desigualdad entre comunidades. Desde estos referentes se requiere diseñar e implementar las acciones para el tratamiento y control de los flujos migratorios, asumiendo sus causas y características. Así mismo, debido a los impactos inmediatos a nivel cultural, social, político, religioso entre otros, se exacerba la violencia e incrementan las posibilidades del flujo migratorio. Así, se colige que la situación actual de Birmania es crítica en lo económico, político, y social, lo cual debe ser objeto de interés especial tanto internamente, como en el ámbito internacional dadas sus repercusiones en la migración por asilo. Frente a la situación actual de los rohingyas, como asunto de preocupación internacional, las Naciones Unidas alertaron que continuará la migración si el gobierno de Birmania persiste en excluir y atentar contra sus derechos humanos, y si la comunidad internacional ignora la problemática. Las organizaciones y la comunidad internacional debe dar a conocer el problema y presionar al gobierno de Birmania para superarlo. Resulta dificil creer que una situación de esta magnitud no se manifieste de manera relevante. *Investigadora de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno, y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.