SOCIO - POLÍTICA Lo militar y el militarismo GENARO ARRIAGADA HERRERA El cientista político, señor Amagada, analiza brevemente la distorsión militarista de los valores propiamente militares, aun entre los civiles y muestra su peligrosa tendencia a la autodestrucción, comentando, particularmente, el pensamiento de Alfred Vagts y Arnold Toynbee*. Un juicio equilibrado sobre las fuerzas armadas debiera tener cuidado de no confundir lo militar y el militarismo, pues uno y otro fenómeno, aunque parten de una raíz común, son muy diferentes. Alfred Vagts dice que "toda guerra es librada y todo ejército es mantenido en una forma militar o en una forma militarista". La forma militar busca obtener objetivos específicos de poder, "con el máximo de eficiencia, vale decir, con el menor gasto de sangre y de recursos". Esta forma es "limitada en su alcance, se reduce a una función determinada y es científica en sus cualidades esenciales". Por el contrario, el militarismo "se presenta con una vasta gama de costumbres, intereses, prestigios, actos y pensamientos asociados con los ejércitos y la guerra, pero que trascienden los propósitos verdaderamente militares". El militarismo extiende su influencia a prácticamente todos los campos. El tiende "a permear toda la sociedad y llega a ser dominante sobre toda industria y arte". A diferencia del carácter científico de la forma militar, el militarismo despliega las calidades de la casta, la secta, el autoritarismo y el dogma. Al contrario de lo que pudiere creerse, el militarismo, según Vagts, florece más en los tiempos de paz que en los de guerra. Los ejércitos largamente en paz olvidan sus motivos específicos y llegan a creer que son ellos un fin en sí mismos. Un ejército así construido, que sirve a los militares y no a lo que son sus funciones propias, es • Alfied Vagis, A Hlstory of Milltarism: New Yurk: Greenwich Editíons, 1959. Samuel Huntington, The Soldier and Ihe State; New York: Vinlage Boofcs, 1959. Henry Kissinpcr, Armas Nucleares y Poli tica Internacional; Madrid: Ediciones Rinlp S.A., 1952, Arnüld Toynbee, Estudio de la Historia. Compendio; Buenos Aires: F.mecé Editores S.A., 1952. 632 militarista. El militarismo connota "la dominación de los militares sobre los civiles, una preponderancia indebida de las demandas militares y un énfasis desmedido en la vida de los Estados de las consideraciones, el espíritu, los ideales y las escalas de valores militares". En rigor, el militarismo "no es opuesto al pacifismo, su verdadera contraparte es el civilismo". El militarismo, en propiedad, puede o no amar la guerra, pero lo que está en su esencia es la dominación sobre los civiles. En general, el militarismo se asocia a ciertos desequilibrios morales y emocionales. El espíritu militar es distinto al espíritu guerrero. El primero, se caracteriza por virtudes militares como son "la disciplina, la jerarquía, la moderación y el propio dominio, la resolución". En cambio, el espíritu guerrero se distingue por "el salvajismo, la excitación y el entusiasmo irresponsable y el amor a la violencia, la gloria y la aventura". En el militarismo está presente el culto a la rudeza, al autoritarismo, al chauvinismo. Militarismo civil El militarismo aparece, pues, como una desviación del recto sentido de lo militar. Por ello, no resulta sorprendente que esta expresión anómala prospere en los ejércitos y en los hombres de armas. Pero también hay un militarismo de los civiles que surge, generalmente, en períodos de decadencia de las sociedades o en momentos de extrema incertidumbre, y cuyas expresiones son a veces más radicales que las del militarismo de los militares. Vagts sostiene, con razón, que la larga permanencia del militarismo en los ejércitos, ha sido garantizada, en parte, por los militaristas civiles. En algunos casos, el militarismo civil ve en las fuerzas armadas, en su modelo de organización, en su disciplina, en su pérdida de individualidad, la expresión de virtudes que hay que generalizar a todo el resto de la sociedad, como única forma de hacer frente al temor, a la inseguridad y al cambio. MENSAJE N? 283 OCTUBRE 1979 SOCIO - POLÍTICA En otros casos, especialmente los jóvenes, cansados de la paz y del confort, de la vida gris en las grandes burocracias, de la falta de heroicidad en un mundo crecientemente despersonalizado, encuentran en los uniformes, en las bandas y marchas militares, en la exaltación de las virtudes guerreras, una oportunidad para escapar al hastío de una vida ordinaria, que los llevará primero a las organizaciones paramilitares y después a los ejércitos, primero a las "operaciones de castigo" sobre opositores civiles desarmados y después al holocausto de la guerra. Vagts nos recordará a Mussolini declarando "nosotros estamos contra la vida confortable", a Hitler hablando de "las duras Su acción se vuelve contra su propio pueblo virtudes" y a las juventudes fascistas en su "macabro entusiasmo" por "encontrar a la guerra hermosa y a los enemigos necesarios". El militarismo civil comparte —y muchas veces va mas allá— con su congénere militar "el desprecio por las políticas civiles, el parlamentarismo, el odio a la supremacía del poder civil, a la clientela, a las organizaciones sindicales y a la diplomacia". La historia europea de este siglo, y especialmente, las dos guerras mundiales, son prueba de la fuerza y de los horrores a que puede conducir este militarismo civil. En los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial, "por un extraño cambio, los ejércitos de muchos países se encontraron ellos mismos a merced de unos civi- "El militarismo aparece, pues, como una desviación del recto sentido de lo militar". les guerreros, de militaristas vestidos de paisanos". Ellos no sólo deseaban más ardientemente la guerra que los soldados profesionales, sino que también "jugaron un papel principal en hacer el combate, cuando él vino, más absoluto, más terrible de lo que los militares acostumbraban". A los militaristas civiles corresponde el triste mérito de haber iniciado la glorificación de la guerra de partisanos, guerra de guerrillas o como quiera llamársele —que es justamente una de las peores formas de "guerra sucia"— con combatientes que se mimetizan en la población civil y que hacen del terror, del engaño y del ataque a mansalva, más que ninguna otra forma de conflicto bélico, sus instrumentos. Igualmente, desde 1939, "la más fatal contribución" de los civiles a la forma de hacer la guerra fue la demanda de la "rendición incondicional". Tendencia suicida En cierto modo, el militarismo parece un buen ejemplo de los vicios a que pueden conducir los excesos de k\ virtud. El militarismo es a lo militar, lo que la politiquería a la política, lo que el machismo a la virilidad, fanfarronada, degradación de valores y conductas que son dignas de encomio y respeto. Pero, también, desde un punto de vista práctico, el militarismo casi sin excepción importa un grave menoscabo de los objetivos militares, los que resultan así sacrificados a una retórica y a una formalidad guerrera, que apenas encubre una práctica que se orienta a logros distintos y casi siempre contrapuestos a la institución militar, sus valores y su ética. Toynbee ha visto en el militarismo, con razón, una dinámica que le conduce a su autodestrucción. MENSAJE N? 233 OCTUBRE 1979 633 SOCIO-POLÍTICA El militarismo importa un grave manoseado a ios oojetivos militares "La tendencia suicida del militarismo" es justamente el título de una de las partes de su monumental Estudio de la Historia. El militarista confía de modo casi absoluto en sus propias habilidades y en la posibilidad de crear un sistema en el cual "todas las disputas puedan ser resueltas mana militan y no por el proceso de la ley y la conciliación". A cada momento el militarista está dis puesto a tirar la espada, como modo de resolver los conflictos y ello le va conduciendo a la idea de que la espada es omnipotente. Estamos, pues, en el proceso de la infatuación, de la pérdida del equilibrio, de la incapacidad para juzgar con realismo la propia situación. Pero la prolongación de su éxito no es sino el camino que prepara casi con deleite el momento de la estruendosa caída final. Toynbee ha calificado este proceso como un tipo de "aberración activa" y lo ha descrito con tres palabras griegas: Kóros, que significa hartazgo; hibris, que significa "conducta desaforada" y arn, que significa desastre. "Subjetivamente kóros significa la condición sicológica de ser echado a perder por el éxito, hlbris significa la consiguiente pérdida del equilibrio mental y moral y arn significa el impulso ciego ingobernable que arrebata a un alma desequilibrada a intentar lo imposible". La tendencia suicida de los militarismos es, 634 pues, para emplear nuevamente las palabras de Toynbee, una "catástrofe psicológica activa en tres actos". Los peligros del triunfo Todo el proceso comienza con un éxito militar. El hartazgo de la victoria es sólo el antecedente de la definitiva derrota. Toynbee nos muestra varias alternativas que puede adquirir este camino de autodestrucción. Uno es el acto de "dormirse sobre los laureles". La historia está llena de victorias militares que condujeron a los ejércitos a una actitud conservadora frente a los problemas de la técnica militar y del pensamiento estratégico. Convencidos de ser invencibles, adormecidos por las marchas militares, por los vistosos uniformes, el aspecto militar abandona lo que son sus proyecciones propiamente profesionales para deleitarse en el goce del poder, de la vida social, en el recuenta de tas glorias pasadas. Es la tragedia de la "línea Maginot", de la caballería polaca y de tantos otros ejemplos que recuerda la historia militar. Más modernamente, y ya no refiriéndonos a los problemas de la técnica sino a los de la estrategia, ha sido Henry Kissinger MENSAJE N? 283 OCTUBRE 1973 SOCIO-POLÍTICA el que ha dicho que "no hay nada que embrutezca tanto el pensamiento militar (por supuesto que no se refiere al pensamiento de los militares, sino a las elaboraciones hechas por civiles o militares sobre temas militares) como una guerra victoriosa". El anterior es un camino. Pero hay otros, que expresan igualmente esta tendencia suicida. No se trata ya de "dormirse en los laureles". El ejército tiene éxito militar y no obstante ello la máquina militar continúa siendo reforzada y renovada tecnológicamente. Pero este éxito conduce a intentar lo imposible. La autoconfianza lleva a extender de modo irreHexivo el número de conflictos y su amplitud. E) militarismo, de modo casi ciego, extiende sus empresas y asume desafíos que exceden, con mucho, al límite de sus capacidades. Una guerra en dos y tres frentes, una cruzada, una guerra sin fin, etc. Contra la propia sociedad Pero él mayor error del militarismo o, dicho de otra manera, la peor expresión de su ciega tendencia a la autodestrucción es su vuelta contra el interior. El militarismo, casi de modo fatal, trata de "realizar sus ambiciones a expensas de los miembros interiores de su propia sociedad". Con MENSAJE U" 233 OCTUBRE 1979 distintas variantes, esto conduce a formas, abiertas o encubiertas, de guerra civil. Toynbee nos dice que en este caso estamos en presencia de una aberración, y describe el fenómeno en términos que vale la pena reproducir; "su acción (la del militarismo que se vuelve contra su propio pueblo) es igual a la de un brazo armado que hunde la espada que blande en el cuerpo del cual es miembro; o es igual al leñador que sierra la rama en que está sentado y que así se viene abajo con ella mientras el tronco del árbol mutilado permanece en pie". En este camino hacia su autodestrucción, el militarismo rara vez es consciente. El guerrero es a veces nada más que "un cadáver dentro de la armadura". Un muerto que sólo se sostiene gracias a los arreos militares, los grados, una visión mecánica de la disciplina y la jerarquía. Pero lo militar es sólo una parte de la sociedad. El militarista, demasiado confiado en el ejercito, no percibe que la cultura, la historia, el movimiento social transcurren por otros cauces, ajenos o decididamente contrarios a la retórica militar oficial. Así, el movimiento militar exitoso de una primera época, privado de la savia social se va secando, fosilizándose, hasta que su "tiesa y amenazante figura" no es más que... "un cadáver dentro de la armadura". 635