Programa Rifas y Celebraciones Historias ganadoras de concurso en celebración del día del niño “TRAVESURAS INFANTILES” 1. ¡La fogata más grande del mundo! Cuando estaba pequeño siempre jugaba con un primo de mi misma edad, para ese entonces podíamos tener unos 7 u 8 años. Un día de tantos se nos ocurrió azar malvaviscos, y claro debía ser en una fogata, así que tomamos un galón con canfín que tenía nuestra abuela y que usaba en su cocina, nos metimos al cafetal y nos escondimos detrás de unos palotes, juntamos muchas ramas, hojas secas y le echamos todo el galón de canfín, le prendimos fuego y PUUUMMM!... casi quemamos todo el cafetal, los vecinos hasta tuvieron que llamar a los bomberos para evitar una desgracia. ¡Solo imagínense el resto y como nos fue a mi primo y a mí! Orlando Salazar, Asociado ASOENTERPRISE 2. El día que deje al barrio sin luz Teniendo como 11 años, me encontré un resorte de una cama en la plaza donde siempre jugábamos futbol, el resorte me dio gracia porque era bastante grande y lo hacía rebotar en cualquier lugar donde pudiera, Pasé jugando con este resorte de metal varias horas del día. A cierta hora de la tarde fui a la calle donde siempre nos reuníamos con mis amigos del barrio y yo fui con el resorte por supuesto, quise enseñarles como rebotaba y lo lance lo más alto que pude, sin prever que lo pegaría a los tres cables primarios del poste de luz que estaba al frente de mi casa, con el cortocircuito que provoqué en los tres cables inicié un verdadero “juego de pólvora”, pero que ninguno de mis amigos ni yo mismo pudo disfrutar ya que al tiempo que esto sucedía nosotros corríamos como despavoridos alejándonos de las chispas… al final de unos segundo de mucha luz todos los cables de electricidad se quemaron dejando el barrio sin electricidad cerca de tres días mientras los encargados reparaban mi travesura. Claramente ese día me fui a mi casa calladito y asustadísimo a dormir tempranito, serían las 7:00 p.m. Hasta el día de hoy todos mis amigos del barrio (que ya todos tenemos más de 35 años) nos acordamos del chispero que genero mi resorte ese luminoso día y de lo asustado que estaba yo en que descubrieran porque el barrio estaba sin luz por taaanto tiempo. Diego Vincentti, Asociado ASOENTERPRISE 3. Una enseñanza de vida Recuerdo una vez, cuando mi hermanillo y yo, que somos gemelos, éramos carajillos, de unos 7 años más o menos, vino a nosotros un vecinillo (Harvey - que era bien maldoso) y nos dice: Harvey: Nosotros: Harvey: Nosotros: Harvey: Nosotros: -Gemelos, ¿quieren chicles? -¡Diay si claro! -Vamos donde Miguel (el pulpero) y mientras ustedes lo distraen, yo agarro (me robo) los chicles. -Pero… ¿robar no es malo? -¡No sea tonto!, a Miguel le sobran los chicles, no ve las bolsas que tiene ahí en la pulpería. -mmm si es cierto, ¡verdad! (¡grave error ese razonamiento!) ¡Procedimos entonces con nuestro plan!, nos fuimos rumbo a la pulpería y mientras mi hermano y yo le hacíamos conversación a Miguel, Harvey haciendo gala de su habilidad en menos de 5 segundos, porque era bien “mañoso”, tomo todos los chicles que pudo y nos fuimos a comer como 5 chicles cada uno. Tiempo después, ese mismo día, nos vió mi mamá mascando chicle (que ni nos cabían en la boca) y por supuesto, hizo la inevitable pregunta: Mi mamá: Nosotros: Mi mamá: Nosotros: Mi mamá: -¿Se puede saber qué están comiendo?-, con cara de “no me mienta porque si lo hace no le va a ir nada bien” -Chicles- respondí, con voz temblorosa y con los ojos chisposos porque sabíamos lo que venía… -Ajá, ¿y de dónde sacaron plata? Con ojos de sálvame Diosito Santo y viendo hacia el suelo. -Se los robamos a Miguel-, cae una lágrimas por mejilla. -Pues ahora mismo van agarren plata de la alcancía, le van a pagar eso a Miguel y le piden perdón....y regresando a la casa me los sueno… En compañía de mi mamá, regresamos a la pulpería… Mi mamá: Nosotros: Mi mamá: Nosotros: Miguel: -Miguel, los gemelos tienen algo que decirleEmpezando en tono normal y terminando en lágrimas, - es que nosotros le robamos unos chicles pero aquí está la plata de lo que nos comimos y acá los otros chiclesCerrándole un ojo al pulpero en seña de complicidad le dijo, -si quiere llama a la policía para que los metan a la cárcel. Ya en medio de un ataque de pánico y llorando a más no poder, suplicábamos a don Miguel, -NO NO NOOOOOO, Miguel, por favor NOOO, le prometemos que ya no lo volvemos a hacer. -Bueno, por esta vez los perdono- Salimos, mi hermano y yo, de ese lugar tan desmoralizados y avergonzados que nos comprometimos a NUNCA más, ni en sueños, robarle a ninguna otra persona, para nosotros fue ¡toda una lección de vida! Claro, ¡yo me dejé uno de los chicles para más tarde! Jose Farid Murillo, Asociado ASOENTERPRISE