Manifiesto por la democracia, la igualdad, la libertad y el Buen Vivir La hora del cambio civilizatorio ha llegado. De ser una utopía necesaria se vuelve cada vez más una posibilidad inaplazable. Las desgarradoras contradicciones en las que se debate la humanidad, le enfrentan a la disyuntiva de hundirse en sus crímenes o avanzar en su emancipación. El capitalismo global constituye la versión más extrema de la alienación individual y social, de la desigualdad, de la explotación económica, de la colonialidad del poder y la depredación ambiental. Como la llama que se agota cuando consume el oxígeno que la alimenta, el sistema capitalista tiende a autodestruirse por su propia inequidad: ni el crecimiento de la economía ni la acumulación de riqueza para beneficio de minúsculas oligarquías pueden ser infinitos. Al mismo tiempo, los oprimidos y excluidos se indignan, se rebelan y se comprometen con una transformación radical. Hoy la globalización está dominada por la crisis económica. Su depresión ha pretendido ser curada con el mismo cáncer que la corroe. A las desproporciones y los abusos del capital financiero se ha respondido con una mayor transferencia de ingresos y riqueza hacia los sectores más ricos, hipotecando inclusive a los aparatos productivos de los países desarrollados. Bancos y financieras han sido favorecidos en desmedro de los trabajadores, ciudadanos comunes y naciones enteras sometidas al bandidaje colonial. El capitalismo mundial hace realidad la vieja alegoría de la serpiente que se come su propia cola. Hoy, la disputa geopolítica por la hegemonía se parece a una competencia entre enajenados, que se disputan un mundo en decadencia creado por ellos mismos. Las respuestas al actual desastre global intensifican la explotación social, profundizan la opresión nacional y aumentan las desigualdades. El inmenso poder de las transnacionales y de las corporaciones financieras les permite someter a sus intereses a gobiernos y a organismos supranacionales. Su codicia ilimitada promueve la extensión de la guerra del petróleo y del agua en diversas partes del mundo, a la vez que aplica las terapias fondomonetaristas y neoliberales incluso en Europa y Estados Unidos, con el único fin de promover una mayor acumulación del capital financiero. Así se estimulan y sacralizan los intercambios ilegales y delictivos de dimensión global. No solo la energía, sino también la alimentación, están en la mira del capital financiero. La conversión de los alimentos en combustibles, así como la especulación y el control de unas pocas empresas sobre el comercio agrícola mundial, ocasionan un sostenido y alarmante incremento de los precios de los alimentos, con consecuencias devastadoras para amplios segmentos de la población mundial, condenados a la agudización de la desigualdad del intercambio cuando no a la hambruna. En este contexto de crisis generalizadas, multifacéticas y simultáneas, se ha generado una insurgencia social que se extiende por todos los continentes. Esta rebelión, cada vez más intensiva e interconectada, expresa un conjunto de denominadores comunes. En todos lados se clama por el aseguramiento de la vida de los seres humanos y del planeta, por una democracia real que garantice un régimen político participativo, equitativo y sin excluidos, y por una economía que supere la desigualdad y la violencia inherentes al 1 capitalismo. La prioridad debe centrarse no en el dinero, sino en el ser humano, la naturaleza y la paz. América Latina asiste a un complejo proceso de descolonización integral, no exento de contradicciones. Mientras nuestros pueblos luchan por la formación de repúblicas plurinacionales, soberanas, democráticas y confederadas, por la descolonización radical del poder, las presiones imperiales pugnan por el control de sus recursos naturales y promueven un proyecto extractivista dirigido a reeditar el amargo saqueo de Potosí en todas las minas y países donde sea posible. Su objetivo es apropiarse del oro remanente en sus estructuras geológicas necesario para revitalizar su hegemonía mundial, e incluye la pretensión de condenar a nuestros pueblos y naciones a un proceso de recolonización, con antecedentes históricos solo en la perversa dominación española. En esta lógica se debaten los gobiernos de la llamada “vertiente progresista”, oscilando entre la capitulación ante las fuerzas extranjeras y los legítimos derechos de sus pueblos y naciones. La región enfrenta nuevamente la urgencia de recuperar su capacidad soberana frente al mundo globalizado, y sus pueblos demandan nuevas condiciones de vida, de trabajo y de respecto a la Naturaleza. En Ecuador, desde hace más de tres décadas la resistencia se ha manifestado a través de las movilizaciones y luchas de la enorme marea de inconformes del país. La vigorosa insurgencia de los trabajadores en la cadena de huelgas generales, de los pueblos y nacionalidades en los levantamientos de la CONAIE, de los defensores de los derechos humanos, de los derechos de la mujer y la Naturaleza, ha constituido un polo contrahegemónico, que ha planteado sucesivamente y en diversas formas la transformación de la lucha social en lucha política y ha abierto la disputa por el poder. La formación del actual gobierno es el resultado de este proceso de insurgencia del pueblo ecuatoriano, que demanda un cambio de la sociedad, del Estado y de la economía. Pero la esperanza de un proyecto político basado en la capacidad de las fuerzas sociales para transformar el país, fue desviado por un ejercicio del poder cada vez más personalizado y caudillesco que, lejos de cumplir con las expectativas y mandatos populares, ha orientado su acción hacia una modernización económica y estatal sin reformas estructurales, funcional a los intereses del establecimiento. El fortalecimiento de la sociedad ha quedado subordinado y abandonado a la recuperación autoritaria del Estado, con el propósito de facilitar la intervención del gran capital nacional y transnacional mientras se pretende garantizar el control social y político interno. La importante y millonaria inversión pública alimenta la fetichización de la infraestructura física como factor milagroso de desarrollo, dejando en la sombra los fundamentos de la injusticia social. En la práctica, las políticas públicas continúan al servicio de viejos y renovados intereses oligárquicos, se profundiza la dependencia del capital transnacional extractivista y se menoscaba la aplicación del proyecto originario de cambio por el que luchó y votó el pueblo ecuatoriano. El accionar de este gobierno decepciona cada vez a más sectores sociales. A diario se constata su renuencia para generar los cambios que nuestra Patria necesita. La criminalización de la lucha social; la persecución a los movimientos laborales, indígenas, ecologistas, magisteriales, estudiantiles; el fomento del extractivismo; la acumulación de una nueva deuda externa, el abandono de la civilización del derecho 2 penal a cambio de la penalización del derecho civil; la destrucción de los derechos laborales con figuras insólitas como la “renuncia obligatoria”; el abandono de la descentralización; las continuas pretensiones de coartar la libertad de pensamiento y expresión; la destrucción de la independencia de poderes y su concentración en manos del presidente -entre otros crudos aspectos-, denuncian el verdadero rostro del correísmo. Sus rasgos autoritarios exponen su creciente distancia de los principios democráticos promulgados en la Constitución de Montecristi, en la cual se sintetizaron aspiraciones fundamentales de las luchas emancipadoras del pueblo ecuatoriano. Frente a la larga sumatoria de contradicciones e inconsecuencias de Correa con los postulados que originaron su gobierno, expuestas en la profundización de la desinstitucionalización de la justicia para someterla al poder ejecutivo propuesta en la última consulta popular, cuyo propósito principal busca destruir derechos y libertades fundamentales, convocamos a constituir la Coordinadora Plurinacional, para ratificar nuestro compromiso con la defensa de los derechos esenciales individuales, colectivos y de la Naturaleza, y sobre todo para hacer realidad los cambios estructurales que requiere la sociedad ecuatoriana. Denunciamos a la oligarquía y sus herramientas de poder, y su ligazón al capital transnacional y financiero, como responsables de la tragedia nacional. Nos comprometemos a continuar la lucha por la emancipación y la soberanía plena de nuestra nación, por un régimen político auténticamente democrático y participativo. Desde la fuerza y la riqueza de nuestra diversidad entendemos que estamos ante un desafío histórico: construir democráticamente una sociedad democrática, que en base a la igualdad y libertad forje el Buen Vivir. Esto demanda el ejercicio de la soberanía de la nación en todos los órdenes, el establecimiento real de un Estado plurinacional y la socialización del poder. Para ello son indispensables propuestas programáticas sólidas, así como la participación unitaria del conjunto de la ciudadanía, de movimientos sociales y políticos fortalecidos. Esta tarea exige un esfuerzo coordinado que excluye sectarismos, dogmatismos y nefastos hegemonismos. Para lograrlo nos comprometemos a luchar por la cristalización de los siguientes 12 puntos programáticos: 1. Por una democracia realmente participativa La democracia es el ejercicio participativo y soberano del poder por el pueblo. Invitamos a construir un cogobierno de los pueblos, nacionalidades, ciudadanos y ciudadanas, que desconcentre, descentralice y socialice la toma de decisiones políticas en todos los niveles. 2. Por un Estado Plurinacional Ecuador es una nación de diversas naciones y culturas. Es inaplazable asumir la extraordinaria riqueza de la diversidad de nuestra Patria, reivindicar con equidad los derechos soberanos de todas y cada una de las nacionalidades, en la construcción real de un Estado Plurinacional, libre de toda forma de colonialismo externo e interno, que garantice a todos y todas el derecho a contar con un territorio. 3 3. Por una Patria y una sociedad soberana El Ecuador es de los ecuatorianos y ecuatorianas. Su territorio continental, marítimo y espacial, incluidos sus derechos en la órbita geoestacionaria, son irreductibles. Su patrimonio natural y sus conocimientos ancestrales pertenecen a la sociedad. Construiremos la soberanía alimentaria dirigida a garantizar la alimentación a todo ciudadano, ciudadana y a todos sus pueblos, como el más básico y primer derecho humano y social, para lo cual proponemos una real revolución agraria que redistribuya la tierra, que desprivatice y socialice el agua, garantizando su acceso equitativo a todos y todas, que promueva la agroecología fomentando el cultivo ético de la tierra. 4. Por la vigencia de los Derechos de la Naturaleza Proclamamos la plena vigencia de los Derechos de la Naturaleza con el fin de reproducir y realizar la vida, respetando integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos. Nos proponemos proteger la diversidad genética; el Yasuní es sagrado. Convocamos a trabajar mancomunadamente en revertir la erosión de la tierra y la desertificación y a superar el extractivismo. 5. Por la vigencia y ampliación de los derechos ciudadanos Plena vigencia y garantía de los derechos de los ciudadanos, individuales y colectivos, de los trabajadores y campesinos, de los pueblos y nacionalidades. No a la restricción del pensamiento ni la libertad de expresión; no a la criminalización de la protesta social. Lucharemos y venceremos en el ejercicio pleno de los derechos constitucionales de organización, de reclamo, de huelga y de resistencia, y en el cumplimiento cabal de nuestros deberes y responsabilidades. Proclamamos que “la libertad es siempre libertad de los que piensan diferente”. 6. Por la multiplicación de la producción y el empleo Proponemos reconstruir el aparato productivo del país devastado por el neoliberalismo, superando las limitaciones de su sometimiento colonial extractivista. Para lograrlo reivindicamos el ejercicio soberano sobre la economía, la desprimarización de su estructura, el fomento de la innovación científico-tecnológica y la inclusión social, la generación de empleo abundante y de calidad para hombres y mujeres sin distinción, el imaginar y crear una nueva matriz energética no contaminante, limpia y barata. Nos proponemos superar el déficit habitacional garantizando el derecho a una vivienda digna. Nos proponemos vencer el doloroso drama de la emigración masiva, asegurando el derecho de los ecuatorianos y ecuatorianas a vivir en el Ecuador. Nos proponemos superar toda forma de discriminación, exclusión y opresión, garantizando el derecho al Buen Vivir para todas y todos. 7. Por la socialización de la salud Proponemos superar las deficiencias de un sistema basado en la comercialización de la medicina curativa con un sistema socializado de salud integral y preventiva, que 4 revalorice las medicinas ancestrales y alternativas y asuma como obligación primordial del Estado el derecho de la ciudadanía y de todos los pueblos a la salud y a la vida. 8. Por una revolución educativa y cultural Proponemos una revolución educativa y cultural que construya una sociedad intercultural y que rescate las identidades de nuestras naciones, sus lenguas, conocimientos y saberes; que promueva un diálogo permanente con la evolución mundial del conocimiento y que establezca el derecho al arte y la diversidad cultural. Este esfuerzo debe estar en correspondencia con las necesidades objetivas y subjetivas de la transformación de la sociedad, para garantizar el derecho de todos y todas a la educación en todos los niveles, a la autonomía y cogobierno universitarios, al acceso universal a las telecomunicaciones, a las tecnologías de la información y el conocimiento y a los descubrimientos científicos y sus aplicaciones. 9. Por una efectiva justicia social y seguridad de los pueblos Una justicia interna y externamente independiente que garantice el derecho a una vida ética, a un Estado garantista de derechos y libertades, que reconozca y promueva la justicia ancestral y elimine la impunidad, es hoy más que nunca una tarea pendiente y urgente. La construcción de una sociedad inclusiva, equitativa y justa, capaz de superar el hambre, la discriminación étnica o de género, la marginalidad, el desempleo y la pobreza, y garantizar la seguridad social universal, es la base de la seguridad ciudadana. La ciudadanización de la fuerza pública superará definitivamente su operación como un órgano de represión, y se transformará en un órgano de protección social. Solo así se garantizará que su funcionamiento sirva para la prevención del delito y el desmantelamiento del crimen organizado local y transnacional. 10. Por la unidad latinoamericana y la paz mundial La unidad de la Patria Grande es el desafío actual de todos los países de América Latina, pendiente desde la independencia y el nacimiento de las repúblicas. El pleno ejercicio de su soberanía, y el posicionamiento de nuestra nación de naciones en el lugar que le corresponde en el mundo, está indisolublemente ligado a la integración más resuelta, a la abolición de las fronteras fratricidas que nos separan, a la formación de una comunidad o federación de repúblicas democráticas plurinacionales. Promovemos la descolonización y el pleno ejercicio a los derechos a la autodeterminación de todos los pueblos del mundo, la solución pacífica de los conflictos, el mantenimiento de relaciones diplomáticas con todos los países en términos de equidad y reciprocidad; en suma, la paz mundial. Por lo tanto rechazamos todo convenio internacional que lesione la soberanía irreductible de las nacionalidades y pueblos del Ecuador, América Latina y el mundo. 11. Por una sociedad ética Combatiremos la corrupción causante de la descomposición social y la opresión de nuestra sociedad. Es imperativo construir una sociedad ética basada en el poder ciudadano y de los pueblos, en el ejercicio pleno del control social y en la independencia de los poderes del Estado. 5 12. Por la construcción del Buen Vivir Nuestro objetivo final es la construcción democrática del Buen Vivir. Buscamos una vida armónica que destierre la explotación inmisericorde del talento y trabajo humano y de la naturaleza, causas fundamentales de la miseria social, de la discriminación nacional y del deterioro ambiental, así como de la hipoteca de nuestra economía a los intereses transnacionales. La tarea es construir una sociedad sustentada en la convivencia del ser humano en diversidad y armonía con la naturaleza a partir del reconocimiento de la diversidad cultural del país. Esta perspectiva nos convoca a la unidad militante en la lucha por una revolución democrática participativa, a la formación de un auténtico Estado Plurinacional. En definitiva, estamos plenamente convencidos de que el cambio verdadero y la construcción de una nueva república serán obra del movimiento de los pueblos y nacionalidades, de los sindicatos, de las comunidades campesinas, de los pobladores urbanos, de los afroecuatorianos y montubios, de los mestizos, de las organizaciones de los sectores populares, de hombres, mujeres, ecologistas, estudiantes, maestros, profesores universitarios, de la intelectualidad democrática y patriótica, de la juventud, de los sectores productivos, y particularmente de las organizaciones y partidos políticos democráticos y de izquierda. Todos juntos constituimos una gran fuerza revolucionaria. Todos y todas seremos los protagonistas de la construcción de un gobierno democrático, dirigido por un liderazgo colectivo, garante de la libertad y participación de todas y de todos, en un nuevo Ecuador plurinacional e intercultural, libre y soberano. 6