Entre hombres Serie para grupos de autoayuda La historia conyugal de Federico Espinal Animador: Bienvenidos, amigos. Hoy les voy a contar una historia picante, sexy diría yo. La historia conyugal de Federico Espinal. No es una historia común. Es -¿cómo diríamos?- una historia patas arriba. Escúchenla bien y luego conversemos sobre Federico y sobre su esposa Antonia, una mujer bien… bien caliente. Antonia: Ya estoy aquí, cariñito… Federico… ¿dónde esta este hombre? Federico… Federico: Ya estoy durmiendo, Antonia… Antonia: ¿Cómo durmiendo si son apenas las 12?... La noche es joven, Federico, y hoy tengo ganas… Federico: Pero estoy cansado, Antonia, estoy agotado… Me he pasado todo el día en ese restaurante limpiando mesas, fregando platos… Antonia: Sí, sí, sí, ¡cómo no…! Pues ahora vas a fregar otra cosa, papito. Ven, Federico, vamos, sácate ese pijama de rayas tan ridículo que estoy como una gata caliente… ¡Desnúdate! Federico: No quiero, Antonia. No, por favor… Estoy cansado… Antonia: Pero, ¿a mí qué me importa lo que tú quieras? Eres mi hombre, ¿oíste? Y tu deber como marido es cumplirme… Federico: Pero, Antonia… Antonia: ¡Ah! ¡Mierda! ¿Para qué carajos me he casado, ah? ¿Para tener un muerto al lado? ¡Qué hombre tan frío, carajo…! Animador: Federico estaba desesperado. Comenzó a sentir repugnancia cuando Antonia lo tocaba, cuando exigía la penetración. Después de pensarlo bien, decidió ir a hablar con un amigo de la infancia… Amigo: Las mujeres son así, Federico… Sólo piensan en eso, en sexo. Federico: Pero yo no soy un pene. Soy una persona, necesito cariño, caricias, palabras… ¿Sabes cómo es ella? Amigo: ¿Cómo? Federico: Se me tira encima, frota, frota, frota, y un par de jadeos, un par de manoseos, y listo. Se acabó. Ella va a lo suyo. No le interesa lo que yo sienta. Tiene su orgasmo, da media vuelta y se pone a roncar. Amigo: Federico, para tu consuelo, la mía es igual. Yo no sé qué les pasa a estas mujeres, sólo piensan en ellas. Es mucho egoísmo. Federico: Amigo, yo me siento como un objeto, como un aparato de esos que se venden, esos vibradores de plástico… Un objeto que se toma y se deja. Amigo: Sí, la verdad te comprendo… Te comprendo muy bien, Federico. Federico: Pero dime qué hago, aconséjame. Amigo: Ya. Habla con ella. Cuéntale que te sientes mal, que te sientes frustrado. En estos casos, lo mejor es la sinceridad. Antonia: Hola, Federico. ¿Dónde está ese hombre…? ¡Federico…! ¡Ah! ¡Ahí estás! Ven, vamos, métete en la cama que ya no me aguanto… Federico: No, Antonia. Vamos a hablar antes… Tenemos que conversar… Antonia: ¡Nada, nada! ¿Qué conversar? Yo no viene aquí a conversar, sino a coger… Federico: Estás borracha, Antonia… Antonia: ¡Aj! ¡Pues mucho mejor…! ¡Ven! Los borrachos no conversan… Federico: No, Antonia. Así no me gusta… Antonia: ¡He dicho que te metas en la cama! Animador: Y así, noche tras noche y sexo tras sexo. Pero aquella vez fue peor… Antonia: ¿Así que no te gusta, verdad?... Yo sé por qué no te gusta... Porque tienes otra por ahí ¿no? Porque eres un puto, desgraciado… Confiesa que tienes otra, por eso no quieres nada conmigo… ¿Con quién te estás acostando, mierda? ¿Con quién? ¡Dime! Federico: Con nadie, Antonia, te juro, te juro, con nadie… Antonia: ¡Ajá! ¿Ah, sí? No jures que te va a salir cáncer en la lengua… Pero ahora vas a aprender a respetar a tu mujer. ¡Ven! ¡Ven de una vez! ¡Toma! Federico: Antonia, no me pegues… Antonia: Así me gusta más, así, cuando te asustas, desgraciado… Así me gusta, putito… Vamos, sácate esto de una vez, así vas a aprender a respetar a tu mujer… Animador: Esta es la historia conyugal de Federico Espinal. Y yo les pregunto: ¿si cambiamos los nombres, si en vez de Federico se llama Federica? ¿Si en vez de Antonia se llama Antonio? ¿Qué dirían ustedes? Hombre 1: A ver, a ver, profesor. Yo entiendo que si dos personas se casan es para tener relaciones. ¿O no? Animador: Sí, sí, claro que sí. Pero una cosa es relación y otra muy diferente es violación. Hombre 1: ¡¿Qué?! ¡¿Qué dice, usted?! No lo entiendo. Hombre 2: Yo sí entiendo, profe. Porque una relación obligada, en el parque o en la casa, entre desconocidos o entre marido y mujer, se llama violación. Hombre 1: ¡Momento, momento, compañero! A mí me enseñaron que cuando una pareja se une, cuando un hombre se casa con una mujer, existe un “deber conyugal”. Hombre 2: Que deber ni deber. El placer. Si no hay placer de ambas partes, eso no funciona. Ahora lo entenderás, mi amigo. Cada vez que el marido obliga a su mujer a tener relaciones sexuales cuando ella no quiere, la está violando. Hombre 1: No, no… ¿Cómo? ¿Y para qué me casé yo entonces? Hombre 2: Bueno, si usted se casó para tener una esclava sexual gratis, más que marido es un carcelero. Hombre 1: ¡Lo que me faltaba por oír! … ¿O sea que yo no puedo usar a mi mujer cuando quiero? Hombre 2: Su lenguaje lo traiciona, compañero. Usted habla de su esposa como de un aparato que se toma y se deja. “Usar a mi mujer…”, como si fuera un mueble. Animador: A ver, a ver, vamos a cortar esta discusión para que los demás compañeros también puedan opinar. Pero antes de darles la palabra, les doy este dato. En el año 2000, en el documento de Beijing +5, Naciones Unidas habló de la violación dentro del matrimonio. Ya hay más de 20 Estados en el mundo que reconocen este delito. Algunos ponen penas de hasta 14 años de cárcel. Estos países, reconocen que las relaciones forzadas, dentro o fuera del matrimonio, tienen otro nombre: violación. Pero quiero escuchar la opinión de ustedes. ¿Quién quiere opinar sobre la historia conyugal de Federico Espinal? Fue una producción de Infante-Promoción Integral de la Mujer y la Infancia con el apoyo de Hivos y Conexión Fondo de Emancipación. Escrito por Hortencia (Tachy) Arriola Intérpretes: Animador: Mario Bellido Antonia: Gilda Benavides Federico: Juan Ovando Amigo: Gabriel Martínez Hombre 1: Ronald Aguilar Hombre 2: Gabriel Iriarte